domingo, 15 de diciembre de 2013

Cuatro Años No Es Nada

Entre tanto debate y palabrería que se ha suscitado en torno a estos comicios presidenciales, hay un tema que ha sido eclipsado por la serie de exigencias que se les han venido formulando a los candidatos, entre las cuales la más vistosa ha resultado la relacionada con la asamblea constituyente. Se trata de la duración de la legislatura, que consiste en cuatro años sin reelección inmediata. Muchos opinan que es un periodo insuficiente para que el grupo político en el poder lleve a cabo siquiera una buena parte de sus proyectos, con lo que las evaluaciones de rigor que se efectúan al final del mandato resultan sesgadas. Una aseveración que ha tomado fuerza al analizar el comportamiento tanto de la administración que está por acabar como el de la que deberá asumir en marzo de 2014; ambas, caracterizadas por exponer posturas ambiciosas que han derivado en un alza de las expectativas de los votantes.

Cuando en Chile se comenzó a observar con simpatía este asunto de la legislatura de cuatro años, se hizo teniendo como punto de referencia -y de justificación- los reglamentos vigentes en distintos países del Primer Mundo, en particular los de Europa Occidental y de Estados Unidos -considerados "progresistas" y "vanguardistas" por el grueso de la élite local- que cuentan con ese tipo de régimen electoral. No obstante, es preciso agregar que en todas esas situaciones, los periodos son prorrogables, incluso de manera indefinida. A cambio, existe un mecanismo de contrapeso para el gobernante de turno que reside en el parlamento, el cual puede aprobar una moción de censura que obligue al mandatario a adelantar comicios cuando no simplemente a renunciar. Tal situación los obliga a buscar alianzas también con sus adversarios ideológicos, llegando a conformar gobiernos de coalición, lo cual al menos en teoría evita la inclinación hacia posturas avasalladoras o personales que rocen el autoritarismo. Por otro lado, los deja sujetos a un permanente escrutinio de los ciudadanos -o de sus representantes-, manteniendo en peor de los casos una solidez aceptable del sistema democrático.

En cambio, se impuso una forma de legislatura que ya se ha ensayado en América Latina. En efecto, países como Bolivia o varios de Centroamérica -a los que podemos tildar de todo, menos que son desarrollados desde el punto de vista que mezcla lo cultural con lo económico-, llevan bastante tiempo con periodos de cuatro años no reelegibles. En dichos modos de proceder se puede percibir un cierto aire de temor. Pues si revisamos sus historias, notamos que están salpicadas de golpes de Estados y cruentas dictaduras cuya principal característica, aparte de la violación sistemática de los derechos humanos, era el intento denodado de perpetuarse en el poder. En muchos casos, tales tiranías accedían al mando mediante procesos electorales, y ya ascendidos modificaban los estatutos a su conveniencia cuando no simplemente los pasaban por encima, arguyendo un discurso cargado de confuso mesianismo. Cuando entre los ciudadanos empezó a aflorar un sentimiento mayoritario de rechazo a estas prácticas -ya tuvieran un origen oligárquico y vertical, o revolucionario y reivindicativo-, a su vez se popularizaron las constituciones que acortaban la duración de las legislaturas y al mismo tiempo cerraban la puerta a eventuales prórrogas. Que de cualquier manera no han resultado muy eficaces, pues finalmente han servido para turnar a alianzas conformadas por los de siempre, quienes se encuentran cómodos estando inmersos en una extensión breve, ya que tienen pocas exigencias más allá de garantizar el estatus de un cierto estamento social.

De alguna manera, hay un componente reaccionario en esto de los cuatro años no prorrogables. Adaptado a los predicamentos del nuevo liberalismo, en términos de manejo financiero. Se logra sortear el peligro del caudillo interminable, pero en cambio se pasa a confiar en una serie de grupos que se hallan a medio camino entre el pacto político y la sociedad anónima, en donde un presidente es sólo la cara visible de un engranaje hilvanado con el afán de despertar confianza en los inversores internacionales. Por ello es que han triunfado líderes como Hugo Chávez o Evo Morales, que en el peor de los casos -y claramente éste no es- son un mal menor frente a una falsa alternancia.

viernes, 29 de noviembre de 2013

El Anillo de los Delincuentes

Tras conocerse la captura de Carlos Gutiérrez Quiduleo, el último de los involucrados en el asalto a un banco en 2007, que entre otras consecuencias implicó la muerte del cabo de Carabineros Luis Moyano, cuyo cuello fue atravesado por una bala mientras perseguía en una motocicleta a los atracadores: más de una autoridad se aprestó a reclamar por el supuesta protección que este sujeto habría recibido de algunas comunidades mapuches del sur. Incluso se identificó a una de ellas en particular, la de Temucuicui, quizá con el propósito de justificar los violentos allanamientos, más bien asaltos, de que son víctimas los habitantes de esa reducción desde hace ya varios años. Hasta el ministro del Interior se apresuró en afirmar que las policías consiguieron ubicar a este tipo tras verlo salir de dicha reserva, aunque ya habrían tenido antecedentes de que se refugiaba en ese territorio.

Dejemos de lado por ahora el asunto de la represión contra las comunidades mapuches (después de todo, Gutiérrez Quiduleo era un hermano de etnia, por lo que existía alguna motivación emocional en sus pares que alentaba su defensa) y centrémonos en la manera como las autoridades, la prensa y las personas más influyentes de la sociedad han venido tratando a los delincuentes comunes en el último tiempo, conducta que además ha estampado una huella decisiva en la mentalidad de la gente común. Cada uno de estos actores, en coro y al unísono, han exigido una legislación cada vez más dura en contra de sujetos a quienes con una intención manifiesta se les tacha de antisociales. El resultado de tales medidas se ha traducido en cárceles cada día más abarrotadas de reos, en las cuales ya no queda espacio para la rehabilitación, una instancia que por lo demás una alta mayoría de quienes están fuera de los recintos penitenciarios considera innecesaria o inútil. Mientras que los infractores legales, se trate de novatos incautos o de avezados cacos, deben resignarse a sufrir un interminable desprecio comunitario, que los mantiene detrás -o debajo- de un muro infranqueable, condición que no pueden abandonar aunque muestren evidentes signos de arrepentimiento, y que además acaban padeciendo también sus familiares y descendientes.

Entonces, frente a una sociedad que los persigue con la única finalidad de agredirlos -al menos verbalmente- y que considera que hacer el bien es no concederles cualquier clase de perdón, estos tipos intentan, como todo ser humano, sobrevivir en un ambiente hostil de la manera que resulte lo más práctica y eficaz posible. Y ante el hostigamiento exclusivo por parte de los agentes exteriores, la protección entre pares adquiere una decisiva relevancia. Pues, ¿cómo va a reaccionar un conjunto de personas a quien todos los demás consideran un gueto peligroso? En poco tiempo se darán cuenta que tienen problemas y características que se inter relacionan y que igualmente los unen, y buscarán la ayuda mutua para encontrar una solución. La misma comunidad ha agrupado a estos individuos en definiciones peyorativas que acarrean procedimientos acordes a tal forma de descripción. Ante lo cual los aludidos -que por su situación ya traen antecedentes de violencia- recogen el guante y aceptan el desafío, como sucede por cierto en casi la totalidad de las culturas.

Si seguimos considerando a los delincuentes comunes sólo como la hez de la sociedad -mejor dicho, como la hez de la que se debe limpiar la sociedad-, sólo conseguiremos que estos sujetos y sus familiares adquieran una todavía mayor conciencia de grupo y formen un conjunto cada vez más hermético e impenetrable, con todas las consecuencias para el bienestar comunitario que ello significa. El muro será entonces más elevado e infranqueable y aunque estaremos satisfechos de ello los primeros días, estoy seguro de que nos lamentaremos a largo o incluso mediano plazo. Una situación a la que se debe agregar esa curiosa mescolanza de liberalismo económico y conservadurismo moral que impregna a Chile, donde el sector social y los apellidos determinan los destinos de una persona. Tendremos que los hijos de cacos repetirán el oficio de sus padres casi como se tratara de una determinación genética, derivando en la creación de una auténtica etnia, quién sabe, hasta de un pueblo. Pero de uno que no gusta al resto y que no le hace bien a los ciudadanos comunes, lo cual resultará sumamente grave.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Mi Mamá Me Mató

No la debe estar pasando muy bien Pilar Castillo Cardemil, la universitaria de veinte años que mató a su hija a pocas horas de haber nacido. La condena social a un hecho como éste -que de todas maneras es deleznable- no sólo se manifiesta en los comentarios de la gente común, en el modo en que lo han tratado los medios de comunicación, o en la alta pena carcelaria que de seguro su autora recibirá. Sino además en un aspecto puntual que ha servido para aumentar las dosis de morbo y frivolidad que muchos miembros de la opinión pública requieren para resistir la noticia de un delito considerado de extrema gravedad: la más que probable seguidilla de agresiones físicas a las cuales la madre asesina se verá enfrentada en prisión, ya que en los códigos consuetudinarios imperantes en esos recintos, las filicidas son vistas como lo peor, en una situación muy similar a lo que ocurre con los violadores en los cautiverios masculinos.

Ignoro qué opinión habrá tenido esta mujer respecto del aborto. Aunque, antes que nada, es imprescindible recordar que esa práctica en Chile es ilegal a todo evento, y dadas las condiciones sociales en las que se encontraba inmersa esta muchacha, es probable que jamás se hubiese podido contactar con un médico que de manera clandestina aceptara interrumpir su embarazo, fuera de que no contaba con los recursos económicos para llevar adelante tan por lo demás peligrosa acción. Pero esa misma pertenencia a un sector medio bajo, carente de las instancias adecuadas en el acceso a la información, en especial en el plano sexual (en caso contrario tal vez habría logrado evitar la preñez), e impregnado de una serie de prejuicios morales inconexos, a causa de la influencia directa o indirecta de la iglesia católica (cuya muestra más cabal es justamente la prohibición más que absoluta de los malpartos provocados): lo más probable es que hubiesen impulsado a Pilar a admitir la idea de que la práctica abortiva era el más irredimible de los crímenes, y que el empleo de anticonceptivos sólo contribuía a agrandar el grave pecado de sostener un coito fuera del matrimonio o sin una pareja realmente estable. A esto se suma el hecho de que la joven era la primera de su familia en estudiar en una universidad, y que por ende no debía decepcionar a su entorno ni mucho menos a sus padres con una sorpresa que además de dificultar su egreso de la educación superior, iba a transformarse en la comidilla del barrio, alimentando a las vecinas envidiosas quienes eran incapaces de asumir que una del mismo sector era capaz de llegar tan arriba, y que estaban esperando una caída de esta clase para demostrar que ellas imaginaban lo correcto.

Frente a un cuadro tan adverso, entonces Pilar tomó una decisión pragmática. Ocultó un embarazo que por trabas legales y culturales no podía interrumpir, se encerró en su dormitorio cuando sospechó el trabajo de parto, y aguardó a que su bebé naciera para en el mismo instante degollarla y así acabar con los problemas que le significaba. Así de paso evitaba deshonrar a sus padres. ¿No es esto sino una consecuencia lógica? Para muchos probablemente no. En especial a aquellos histéricos y alarmistas que sostienen que si se continúa dejando al libre albedrío el aborto, el siguiente crimen a aprobar será el infanticidio. Este caso los contradice. Fuera de que les demuestra que en nombre del bien, o de lo que algunos grupos sociales y religiosos -de los que suelen formar parte- consideran lo correcto, se pueden cometer atrocidades extremas. ¿No quieres avergonzar a tus progenitores con una preñez no deseada, aparte consecuencia de una relación furtiva con un desconocido? ¿Deseas superarte a ti mismo, siguiendo una carrera universitaria asumiendo con responsabilidad todas las obligaciones de un alumno? ¿Buscas un principio de acuerdo con la moralina más ultramontana? Entonces enmienda tu error en el momento preciso. Que en esta situación, fue cuando se dio la oportunidad de ultimar a una guagua recién parida. Más que un crimen se trató de un modo muy particular de ofrecer penitencia.

El caso de Pilar recuerda al de otro sujeto que llevaba el apellido Castillo, Ramón, mejor conocido como Antares de la Luz, quien inventó toda una parafernalia religiosa con la finalidad de justificar su rechazo a la paternidad. En esa coyuntura se recurrió a los delirios místicos, mientras que acá su colocaron en práctica los valores de una sociedad liberal donde la competencia y el triunfo en cualquiera de sus acepciones es lo único importante. Vaya combinación: religiosidad y nuevo liberalismo, que en Chile ya nos han obligado a conmovernos con dos casos de infanticidio en un mismo año. Sin contar aquellos que no alcanzan a llegar a los medios masivos de prensa.

























lunes, 11 de noviembre de 2013

Qué Pena Tu Comentario

Varias semanas han pasado ya del "¿cuánto cobraría Roxana Miranda por hacer el aseo en mi casa?", ese desafortunado comentario publicado por el cineasta Nicolás López en la red, haciendo mención a la candidata presidencial del partido Igualdad, y no obstante el exabrupto continúa generando coletazos. Tantos, que inspiran la redacción de este artículo. A estas alturas, uno no deja de plantearse la pregunta que se suele recordar en este tipo de casos: qué se le estaba pasando por la mente al sujeto para publicar una sentencia tan desatinada.

Y es que tratándose de una persona que proviene del mundo de la cultura y el arte -y el cine lo es, aunque se insista en que también constituye una fuerte industria-, nadie se espera que busque hacerse notar con un escupitajo tan elemental y matonesco, cuyos índices de creatividad además son nulos. Lo peor, que encierra una actitud de desprecio con caracteres clasistas. Estamos de acuerdo en que Roxana Miranda es un ingrediente pintoresco y extravagante en estos comicios electorales (no el único de cualquier forma), al tratarse de una pobladora y simple ama de casa que llega de la mano de un movimiento que parte de un hecho muy puntual como es solicitar una solución a las deudas domiciliarias de las casas entregadas por el Estado (que en ciertas ocasiones es una realidad muy dramática donde es posible, por el sistema de dividendos empleado en Chile, encontrarse con situaciones de usura), tema que a pocos les importa porque los demás suponen que se trata de un asunto relacionado con los barrios marginales repletos de gente que no quiere trabajar conformándose con las regalías otorgadas por ese mismo aparato público contra el que protestan, aparte de ser el sitio desde donde emergerían los odiosos delincuentes. Sin embargo, el injustificado ataque de López se produce después de que el comando de esta mujer difunde una fotografía que muestra a la susodicha sentada frente a una máquina de coser terminando el traje que iba a utilizar en el debate que se aproximaba. Podría haberle solicitado un presupuesto para diseñar el vestuario de su próxima película, y todos, incluyendo la aludida, habrían quedado felices.

Desconozco si López ya tiene decidido por quien votará este diecisiete de noviembre, así como ignoro las causas que lo condujeron a transformarse, siquiera por un momento, en Fele, el bravucón de su filme "Promedio Rojo". Sin embargo, es interesante notar que, más allá de las mayoritarias voces de condena a este exabrupto, existió un no despreciable puñado de personas que aplaudieron al cineasta a través de las redes de internet incluso añadiendo más alusiones burlescas cada cual más vulgar. Tales entusiastas tienen un punto en común entre ellos: son partidarios de Michelle Bachelet, la representante de la reciclada -y jamás renovada- Concertación, quienes se hallan en una situación de éxtasis a causa de las encuestas que le asignan a la oblonga ex mandataria un triunfo aplastante que de paso erradicaría la posibilidad de una segunda vuelta. Tan seguros se encuentran de que será así, que no trepidan en exhibir un engreimiento insoportable frente a una rival que en su mejor exposición no superará el uno por ciento de los sufragios. Quizá porque temen que esa ínfima cantidad de escrutinios les amague la victoria a último momento, y los obligue a aterrizar su orgullo; o debido a que en la privacidad notan que un ama de casa oriunda de un arrabal es capaz de exponer de mejor manera asuntos que ellos han atribuido como sus propias banderas de lucha, por lo que en teoría debieran ser finalmente seguidos por ese mismo sector social del que se levanta esta contrincante que fuera de todo cuenta con una opinión independiente. Más aún: algunos olvidan que están agrediendo a una mujer, excusa de la que se valieron cuando a comienzos de año su privilegiada recibió un salivazo en pleno rostro, durante un mitin.

¿No estaremos presenciando una condena contra una "rota sublevada"? De hecho los ataques de los partidarios de Bachelet hacia Miranda se reducen a una serie de prejuicios que los patrones de antaño exponían acerca de las masas más modestas. Desde que no le ha trabajado un día a nadie hasta que huele mal. En ambos casos, se trataba del temor frente a quien, debido a su género y condición social, debía mantenerse callada y sumisa ante los brazos paternales que le aseguran que si actúa así será mejor para ella, ya se trate de inculcar temor o vanas esperanzas.

viernes, 1 de noviembre de 2013

En Su Propia Feca

Se veía venir lo que finalmente le ocurrió a Emilio Sutherland y su espacio televisivo "En Su Propia Trampa". Y no porque en este país los delincuentes tengan derechos mientras las personas honradas deban vivir entre cercas, como les gusta vociferar a los histéricos de siempre. Es simple: un programa que insiste en menoscabar a personas comunes y corrientes tachádolas de delincuentes, aún sin tener pruebas para acusarlos, tarde o temprano cae en una estratagema que finalmente motiva acciones en su contra, tanto porque el desmedido correlato de fuerzas desencadena de manera irremediable situaciones de abuso de parte del más fuerte -que se atribuye el mandato de encauzar al débil aunque éste no lo quiera-, como porque la humillación hacia el contrincante siempre genera una conmiseración  en el espectador, quien siente que se halla frente a una injusticia.

El formato de "En Su Propia Trampa" remite a los antiguos programas de cámara escondida, sólo que en este caso el objeto de la broma es alguien despreciado -o que los propios creativos del espacio buscan que sea reprobado- por la comunidad. Por ello, en lugar de recibir premios y vítores por parte de quienes se habían reído a costa de él, ahora el afectado se ve obligado a aceptar un doble escarnio. El humor, mientras tanto, juega su propio rol esencial. Dado que los chivos expiatorios son sujetos que cometen delitos de poca monta, por los cuales es probable que nunca recibirán una pena de cárcel, entonces resulta justo y necesario (remitiéndose a los márgenes conceptuales delimitados por el proceder de quienes dirigen la producción televisiva) someterlos a un castigo extra judicial, que no traspase, eso sí, las barreras que la misma legislación permite. Es ahí donde la burla descarnada adquiere una vital importancia. Ya que la carcajada, al ser tratada en sus significaciones más simples, aparece como antónimo de la seriedad, condición imprescindible si se busca encauzar o condenar a una persona. Eso y el carácter de farándula que muestra el programa dejan al individuo con pocas opciones de argüir una defensa, toda vez que la sociedad emplea la risa y él suele ser catalogado de antisocial.

Por otro lado, las mismas estructura y característica de esta propuesta la limitan a enfocarse en los pobres diablos y a carecer de un mecanismo que sea capaz de enfrentarla a peces más gordos. Y no me refiero a los "ladrones de cuello y corbata" que sus detractores piden que Sutherland y su consorte ausculten. Sino a aquellos integrantes del hampa común que cometen delitos más graves, como los homicidas, los abusadores sexuales o los traficantes de drogas. Está, desde luego, el factor miedo. Pero además influyen las restricciones propias de un formato donde se tiende a insistir en el humor matonesco y segregativo. Una acción negativa de "mayor connotación social" de modo irremediable requiere un trato más serio, pues entre otras cosas, está la posibilidad de que las propias víctimas del desafuero se sientan igualmente ofendidas. Fuera de que aquí la burla puede ser vista como una visión banal de un suceso que para muchos componentes de la opinión pública no es para la risa. Entonces, el consuelo es remitirse a abusar de los menos afortunados -incluso en el contexto de la escoria humana- llegando al extremo de inventar o mostrar comportamientos absolutamente legales como delitos -por ejemplo, el llamado falso cura o las espiritistas fraudulentas- o de efectuar acciones contra un menor de edad que rayan en el secuestro y el maltrato.

Es cierto que hay víctimas de robos callejeros a quienes se les debe una explicación, y carteristas y ladronzuelos que tal vez merezcan una lección. Sin embargo, eso debe venir de parte de la justicia. No sólo de la formal, sino de una concepción en tal sentido que emane de la misma sociedad que hoy procede de manera irracional, no por la decisión libre de sus componentes, sino a través de la influencia de un espacio televisivo. Y eso comenzará a ocurrir, cuando, entre otros procedimientos, se deje de esconder la impotencia generalizada cometiendo abusos contra los más desposeídos, ya se trate de pobres simples o de delincuentes pobres.

miércoles, 23 de octubre de 2013

El Cerdo de Antioco Epífanes

Cansa ver a Benjamin Netanyahu insistir en cada foro internacional en la necesidad de efectuar un ataque armado contra Irán. Y es un agotamiento que, al provenir de la majadería del primer ministro israelí, además repugna. No sólo porque no represente la historia del pueblo hebreo, que más allá de cierta propaganda surgida en el último tiempo, continúa siendo un ejemplo de superación y supervivencia frente a las peores atrocidades que puede cometer un ser humano.

Netanyahu llegó al gobierno producto de una reacción por parte de los votantes de Israel ante las amenazas del ex presidente iraní Mahmoud Ahmanidejab, quien a su vez fue elegido por los ciudadanos de ese país a causa del constante acoso que sufrían desde Estados Unidos. En ambos casos se trató de una respuesta natural frente a una agresión, la cual, como era lógico que ocurriera, estuvo menos guiada por un carácter reflexivo que por el instinto básico de defender la integridad física. Así, el ultimátum fue contestado con una declaración inesperada y éste más tarde con acusaciones infundadas. La inclusión de la nación persa en el llamado "eje del mal" por parte de la administración de George Bush, determinación que legitimaba una invasión, aún bajo conceptos diseñados por ese mandatario, movió a su par en el Medio Oriente a lanzar su propio escudo protector recurriendo -como es la costumbre cuando todo gira en base a aspectos puramente superficiales y elementales- a lo primero que podía echar mano, como era Israel, estratégico aliado militar en la zona del régimen estadounidense, anunciando que haría todo lo posible por borrarlo del mapa y de paso negando el holocausto. Mientras que Benjamín no quiso quedarse atrás y contraatacó ilustrando con malas copias de caricaturas de los años 1950 la supuesta cercanía que tenían los expertos en Irán de fabricar una bomba atómica de ya vaya uno a saber cuánto alcance. Insultos para allá y para acá como en las peleas colegiales, antes que los iracundos escolares lleguen a las manos.

La gravedad de este asunto es que aquí no están de por medio simples puñetazos, sino pueblos enteros e importantes arsenales de armas. Con el propósito de contestar las ofensas el discurso se torna cada vez más virulento, al extremo de que se comienza a temer de que en un determinado momento los ataques verbales ya no surtirán el efecto esperado y se deberá acudir de lleno a la agresión física. Y en estos casos abundan los ejemplos donde una palabra dicha de modo más negativo que lo aconsejable termina por generar un confuso incidente que precisamente por la cantidad de interpretaciones que puede ofrecer se transforma en el subterfugio perfecto para iniciar una acción bélica. Sin embargo, en la escalada que ahora nos atañe se ha producido un pequeño pero significativo punto de inflexión. Ahmanidejab dejó la presidencia de Irán y su sustituto es un moderado en términos tanto diplomáticos como religiosos, quien está dispuesto a disminuir el programa nuclear de su país al punto que le sugieran las potencias internacionales. En cambio, Netanyahu continúa escupiendo fanfarronadas y pretextos insostenibles en cada ocasión que se le presenta, llegando a aseverar que cuando se le presente la oportunidad de todas maneras bombardeará Irán por cuenta propia porque aún con el más concesionario de los gobernantes constituye una amenaza para su seguridad personal. Una verborrea desatada que por sí sola representa un peligro para la paz mundial. Y que insiste en repetir en los foros donde a nadie le importa, cuando las prioridades más urgentes son la crisis económica, el desastre ecológico y menos la pobreza. Menos cuando el supuesto contrincante hace rato de decidió ir por el camino del diálogo, dejando al exaltado gritando solo.

Hasta no hace mucho, el Medio Oriente se hallaba bajo el fuego cruzado de dos imbéciles que buscaban arrojarse bombas mutuamente sin importar las consecuencias. Elegidos además por sus propios pueblos. Hoy, empero, uno de esos estúpidos insufribles ha salido de escena gracias a sus mismos votantes. Queda el otro. Por ello, ciudadanos de Israel, hagan lo que corresponde y envíen a su anacrónico líder a la trastienda cuanto antes. No sea que Adonay les acabe pidiendo cuentas por haber iniciado el Armagedón.




jueves, 17 de octubre de 2013

El Tío y La Beata

Algo de calidad debe tener "El Tío", el filme que intenta relatar la biografía de Jaime Guzmán, como para antes de su estreno comercial haberse ya ganado un premio en un festival internacional. Por lo demás la propia hermana del fundador de la UDI se ha referido en términos positivos a la obra, lo cual constituye un punto de respaldo frente a los reclamos de los cercanos al asesinado político derechista, que han insistido en tratarla de infamante. O quizá, el entusiasmo de Rosario provenga del hecho de que es su hijo, un conocido actor, quien interpreta a este controvertido personaje, entregándole un curioso y morboso sentido al título de la película.

Si hay algo que personalmente me genera rechazo en los detractores de Guzmán, es su insistencia en sacar a colación su supuesta inclinación sexual homosexual. No tanto porque en ella acaben confluyendo los aspectos negativos de este personaje -que no olvidemos, fue o intentó ser el soporte intelectual de la dictadura de Pinochet-, ni porque todos los comentarios acerca de él se reduzcan a los típicos, manidos y desabridos chistes homofóbicos. Son conductas que desde luego ya debieran ser desaprobadas desde un principio. Sin embargo, el meollo del asunto es que estas bromas encuentran su motivación en la opción de vida que tomó el fundador de la UDI, cual es mantener su soltería. Son burlas que están llenas de prejuicios hacia quienes deciden renunciar al matrimonio y al emparejamiento, emitidas por personas sumidas en la ignorancia que del mismo modo que aquellos que odian a quienes exhiben una opinión política opuesta, son incapaces de comprender los diversos caminos que puede elegir un ser humano. Y de las cuales, quizá de manera inconsciente, se hace eco la película mencionada en el párrafo anterior, pues ya sabemos la connotación que ha adquirido la palabra "tío" en especial después de la serie de escándalos de pedofilia que se han suscitado al interior de establecimientos educacionales. Una situación que atañe a los clanes familiares, que suelen emplear el vocablo para aludir a un integrante que no se ha desposado y sobre el que se tejen toda clase de conjeturas.

Por otro lado, siempre he creído que el homicidio de Guzmán, perpetrado por una pandilla de extremistas izquierdistas en 1991, tuvo ciertos elementos homofóbicos o que estaban relacionados con la ya citada sospecha hacia los no vinculados. Es probable que sus asesinos hayan sido presa de ese temor infantil hacia lo extraño o desconocido, y hayan discurrido que un soltero es un tipo peligroso que debe tener algo oculto. O que se envalentonasen imaginando que alguien que no había formado una familia era un blanco fácil por no contar con gente alrededor que le sirviera de escudo. También, que se hubiesen sentido parte de una labor mesiánica, no por ultimar a un visible colaborador de la dictadura, sino a un sujeto que con su sola conducta subvertía el modo de actuar comunitario, en especial en un tema tan delicado como las relaciones amorosas. En tal sentido, quienes lo ametrallaron contaban con una visión moral tan estrecha como la del más patológico de los reaccionarios, ya que mientras éstos se escandalizan por quienes le faltan el respeto a los valores tradicionales, aquellos tienden a sancionar ciertos comportamientos tachándolos de antisociales. Lo cierto es que en la mentalidad de la época, independiente de su signo político, un varón que no se casa a los cuarenta y cinco años era un paria con problemas cerebrales y de seguro que quienes cometieron ese absurdo magnicidio creyeron que no los iban a perseguir porque se cargaban a un individuo raro, y ésos siempre generan dudas.

Y algo de aquello existió. Estoy seguro que las circunstancias habrían sido mucho más difíciles, para sus autores y el resto de la sociedad, si la víctima hubiese sido un dirigente de la UDI casado y con hijos. Además de que Guzmán siempre fue objeto de burlas entre sus propios pares por su soltería. De idéntico modo que un libertino sexual resulta un dolor de cabeza para los conservadores porque lo imaginan seduciendo a sus mujeres, un militante derechista que ha permanecido sin casarse en una situación de total coherencia constituye una muestra de que esta gente puede ser consecuente y no es hipócrita. Tal vez ahí esté la causa del asesinato de Jaime y no su colaboración con la dictadura.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El Final del Grupo De Los Diez

Una ironía muy cruel que se ha suscitado tras el suicidio de Odlanier Mena es que él mismo acabó por ser la última víctima de este integrante de la Caravana de la Muerte que por acompañar en sus tropelías a Sergio Arellano Stark fue premiado con el hito histórico de haber sido designado el primer director de la CNI. Un abusador de los derechos humanos que además se auto eliminó al igual que Allende, con una de sus tantas pistolas de colección las cuales, al menos en otra época, de seguro lo retrotraían al orgullo de formar parte de aquellos prohombres que "salvaron a Chile del cáncer marxista". Imposible no continuar con el humor negro, al comparar este acto con lo obrado por el "compañero presidente" quien, entre las humaredas que cubrían el palacio de gobierno, lo último que vio en vida fue el cañón de la ametralladora que le obsequió Fidel Castro.

Por su parte, a quienes aún defienden de modo público la dictadura militar -porque muchos que hoy rasgan vestiduras aseguraron su posición gracias a los servicios que prestaron en aquellos años, y en consecuencia tratan de que todas las aberraciones que se formaron en dicho periodo, y que garantizan su solvencia económica, se mantengan-, este acontecimiento les ha servido para reclamar en contra de la situación de los que ellos denominan "soldados presos políticos". En esta coyuntura, con un elemento dramático adicional, puesto que el coronel Mena se perforó la sien en respuesta por el cierre del penal Cordillera, el cual debía habitar de lunes a viernes a causa de fechorías, y el traslado tanto de él como de los otros nueve recursos a Punta Peuco, una prisión donde la piscina es más pequeña, hay una cancha de tenis menos y existe un menor número de hectáreas de esparcimiento. De seguro que la aflicción del condenado suicidado se tornó insostenible cuando se enteró de que debía mudarse a un recinto sito treinta kilómetros al norte de Santiago, y que sus familiares se verían obligados a gastar más dinero en bencina para llevarlo a casa en sus salidas dominicales, unos encuentros que además tendrían una hora de reducción.

Porque la verdad sea dicha, ese palacete que era el penal Cordillera estaba hecho para que sus residentes no se aquejaran. Para empezar era en realidad un patio trasero del Comando de Telecomunicaciones, una dependencia del ejército donde siempre iban los militares cuando un juez les osaba seguir un proceso por los abusos cometidos en los años 1970- 1980. Todo el sector era un barrio castrense, con atención garantizada en el Hospital Militar, distante a una cuadra, y a pocos metros de las residencias de los reos más conocidos, entre ellos Manuel Contreras. Además de tratarse de una cárcel creada durante una legislatura socialdemócrata especialmente para el infame "Mamo" luego de que recibiera sus primeras condenas por las desapariciones forzadas que ordenó siendo principal cabeza de la DINA. El tipo contaba con una apreciable cabaña para él solo, con televisión por satélite, ducha con agua caliente, kinesiólogo, enfermera, paramédico y cuatro gendarmes que más que custodiarlo le hacían arrumacos. Todo lo cual -en otra de las crueles ironías que han desencadenado este caso- perdió tanto para su persona como para el resto de los reclusos cuando solicitó una entrevista y habló más de la cuenta, como miente insultando y calumniando a sus víctimas. Factor clave que motivó la drástica decisión de Mena, quien por su lado también había hecho públicos los disensos que sostenía en la misma prisión con este oscuro personaje.

Ahora todos a dormir en Punta Peuco, otro penal que fue creado como consecuencia de las atrocidades cometidas por Contreras, en esa ocasión el asesinato de Orlando Letelier. Nueve inquilinos que deberán compartir con los residentes habituales los sitios de esparcimiento. Dicen que se tienen disputas de hace años y que algunos intentarán saldarlas. Al menos podrán experimentar el miedo a la venganza, uno de los principales dolores de cabeza que deben sufrir los delincuentes que ingresan a una cárcel común. Y las canchas de tenis y la piscina podrían ser las primeras manzanas de la discordia.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Rasgando las Vestiduras Químicas

El incidente ocurrido hace unas semanas en Siria, en donde cientos de personas murieron producto de emanaciones de gas sarín, al parecer en un ataque provocado, en el marco de la guerra civil que lleva tres años desangrando a aquel país, amenazó con abrir la caja de Pandora respecto a una intervención militar internacional. Iniciativa, como es costumbre, impulsada por las autoridades políticas de Estados Unidos, quienes una vez más pretendían utilizar como chivo expiatorio a un gobierno que ha disentido de manera sistemática y sostenida en el tiempo de los planes expansivos del gigante de América del Norte, con el propósito de recordar a la humanidad que las llamadas armas químicas están prohibidas desde la década de 1980.

El empleo de esta clase de arsenal ha sido la piedra de tope desde entonces. En un conflicto determinado, las facciones tienen libertad para cometer masacres masivas, pulverizar ciudades enteras, utilizar a niños como soldados o efectuar las peores formas de abusos sexuales. Sin embargo, si a un líder de cualquiera de los bandos siquiera se le pasa por la mente la idea de sacar ventaja mediante las vilipendiadas armas químicas, entonces que sus partidarios empiecen a redactar su obituario ya que todos los actores posibles correrán a aniquilarlo, para así demostrar que la comunidad internacional siempre se inclinará por la paz y que los gobernantes del mundo son capaces de ir más allá de los lamentos frente al televisor. Lo había señalado hace unos meses el propio presidente de Estados Unidos: si las autoridades sirias se valían de los gases tóxicos para contrarrestar a los rebeldes integristas islámicos, dicha determinación significaba el traspaso del límite que separaba la condena verbal del uso de la fuerza bélica. Fue por lo demás la excusa que hace algunos años la misma potencia norteamericana citó para justificar la invasión a Irak. Ahora, todas las pruebas han indicado que fueron los insurgentes quienes en realidad organizaron este ataque. Pero es preciso repetirlo y recalcarlo: no se debe desaprovechar una excelente oportunidad de demostrar que estamos en el siglo XXI donde tenemos la tecnología y la conciencia suficientes para resolver los disensos mediante guerras humanitarias y no del modo primitivo en que lo hacían nuestros ancestros.

No obstante además cabe una reflexión. ¿Cuál habrá sido la motivación oculta, y por lo mismo principal, que impulsó a las grandes potencias a, en su momento, proscribir las armas químicas, así como los misiles de corto y medio alcance? Porque los países del primer mundo, hasta entonces, las habían empleado de manera indiscriminada en cada ocasión que se les presentó, y al respecto baste recordar los estragos que el propio ejército norteamericano cometió en Vietnam con el napalm y el agente naranja. Quizá la respuesta esté en la facilidad conque tales instrumentos se pueden fabricar, incluso en una cocina ordinaria con todos los insumos que se espera se hallen allí. No por nada les llamaban "la bomba atómica de los pobres". Sólo se requiere dominar la técnica de producción, algo para lo cual suele ser necesaria solamente la participación de un cerebro con suficientes habilidades en el campo de la ciencia en general y de las moléculas en particular. Condiciones que pueden suscitarse en cualquier territorio del orbe. Lo que era evidente en la década de 1980. Raya para la suma: una nación carente de los recursos esenciales para adquirir material bélico sofisticado empero estaba preparada para enfrentar a un enemigo bastante más poderoso y darle su correspondiente escarmiento. En conclusión, la campaña contra los gases no fue sino un intento desesperado de los grandes para conservar su posición. Que debemos admitirlo, les resultó.

Es cierto que las armas químicas pueden ser útiles para efectuar genocidios masivos, y que varias de ellas generan muertes especialmente lentas y dolorosas, mientras otras ocasionan daños colaterales más dañinos que el mismo objetivo contra el que se planeaba usarlas. Pero el interés de los líderes mundiales por erradicarlas no es el que ellos dan a conocer a través de los medios masivos de prensa. De otra manera dejarían, por ejemplo, de permitir la fabricación y el almacenamiento de ojivas nucleares, que pululan por el planeta, y desde las que se extraen subproductos empleados en conflictos recientes como las bombas de uranio que los propios militares de Estados Unidos han lanzado en países que han bombardeado, como la ex Yugoslavia, donde hay informes fidedignos del aumento en los casos de cáncer. La "guerra humanitaria" no es sino un eufemismo que se cae por su propio peso, y cuya única consecuencia plausible es una expresión de sonrisa irónica que apenas esconde la sensación de vergüenza ajena.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Las Culpas Actuales del Poder Judicial

No se debe descartar de plano la reciente declaración emitida por los integrantes de la Asociación de Magistrados, en la que piden perdón por la conducta de quienes formaban parte del poder judicial durante la década de los años setenta, donde el grueso de sus personeros se negaron a investigar las diversas denuncias de secuestros y violaciones a los derechos humanos llevadas adelante por los agentes de la dictadura militar. Es verdad que esta intervención tiene mucho de oportunismo, y por supuesto que sus firmantes se han aprovechado de una coyuntura en donde confluyen hechos bastante simbólicos, como la conmemoración del cuadragésimo aniversario del golpe de Estado y los gestos públicos de arrepentimiento -más formales que otra cosa- de dirigentes políticos que fueron protagonistas en aquella época. Sin embargo, lo efectuado por la gremial de jueces cuando menos se puede erigir como una conducta ejemplar capaz a largo plazo de meter presión en otras instancias relacionadas con las cortes.

La principal debilidad de esta declaración, aparte de las mencionadas sospechas acerca de su oportunismo, fundadas por lo demás, radica precisamente en el hecho de que se trata de la opinión de un organismo colegiado, y que no pretende representar a las instancias más legales y constitucionales del poder judicial, entre ellas la Corte Suprema, donde algunos de sus componentes expusieron las conductas más vergonzosas posibles durante los años difíciles. También le juega en contra un elemento que ha sido citado en los distintos debates, cual es que pocos de los firmantes de este documento impartían justicia cuando los familiares de los detenidos desaparecidos acudían a los tribunales con el propósito de indagar el paradero de sus seres queridos, corriendo el riesgo estas palabras de tornarse la relajada visión del analista que mira la batalla desde fuera. Finalmente, otro factor a considerar es que tanto los magistrados que hoy rasgan vestiduras como aquellos que en el pasado no actuaron conforme a sus cargos, pertenecen al antiguo sistema jurídico, enviado a la trastienda tras las reformas de 1997. Por lo que estamos hablando de una estructura que, con la totalidad de sus miembros, recibió ya su castigo definitivo siendo reconocida por todos como ineficiente (no producto de este tema, pero hacia el cual igualmente se puede extrapolar). Eso, en la práctica, significa que cualquier acto de contrición que sus representantes ejerzan tiene escasa repercusión real y por ende mínima validez, tanto por pertenecer a un organigrama que ya no está vigente, y que luego cuenta con un peso casi nulo, o porque sus agujeros ya han sido identificados y a causa de ello el edificio completo ha sido despachado a mejor vida.

De lo anterior incluso se puede concluir que estos magistrados, integrantes de un sistema anacrónico, dado que han perdido buena parte de sus responsabilidades sienten una mayor libertad para hablar de determinados temas y emitir opiniones que en otro contexto habrían sido imposibles siquiera de imaginar. En tal sentido, es interesante analizar lo que está sucediendo en la actualidad con el aparato judicial surgido tras la mencionada reforma de 1997, donde a poco andar nos encontramos con anomalías casi tan aberrantes como las tropelías cometidas por ciertos jueces en la década de 1970. Fiscales y demás componentes del ministerio público que parecen estar más interesado en servirse antes que servir. Que ocupan la casi totalidad de su tiempo en casos extravagantes o donde se hallan involucrados reconocidas personas del espectáculo -que son muy famosos, pero carecen de poder político o económico-, mientras al resto simplemente le deniegan justicia. Que sin contar con una sola prueba concluyente decretan la prisión preventiva de un pobre diablo sólo porque se trata de un proceso con alto impacto mediático que les permite ganar cámaras y de paso apaciguar a los ciudadanos pedestres que desean un culpable sentado en el banquillo. Por cierto, dos de cada tres encartados en la actualidad finalmente son declarados inocentes. Eso además de las persecuciones sustentadas en prejuicios sociales o de comportamientos rayanos en la corrupción, como el constante acoso contra las comunidades mapuches, en donde parece que se obra por un mandato superior interesado, o en base a la obtención de una suculenta prebenda.

Son esos integrantes del renovado poder judicial los que deben ser objeto de la vigilancia pública. Los otros ya no cuentan con poder, y sus declaraciones, a despecho del aporte que pueden significar, incluso podrían servir como mecanismo de desviación respecto de delitos que al igual que en el pasado son cometidos por miembros del Estado que usan sus facultades en beneficio propio y de quienes les dan las órdenes. No esperemos que en cuarenta o cincuenta años más los sustitutos de estos fiscales sinvergüenzas y serviles lleven adelante una operación de limpieza pidiendo perdón por horrores que se están cometiendo mientras ustedes leen este artículo y todos estamos confiados de que disfrutamos de las bondades de un sistema democrático.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La Integridad y la Descomposición

Más allá de que producto de las consecuencias del golpe militar de 1973 hoy se pueda distinguir a un grupo de chilenos que fueron víctimas y a otro compuesto por agresores, lo interesante en la actualidad es observar la manera en la cual han evolucionado los integrantes de cada uno de los respectivos bandos. En especial, cuando se constata que el presente es más auspicioso para quienes sufrieron las vejaciones propias de la represión política que para aquellos que en los años oscuros se erigían como los triunfadores y en muchos casos tenían la facultad de aplicar los tormentos en contra de los primeros.

Pues las personas que permanecieron por extensos periodos de tiempo en los calabozos de la dictadura, incluso quienes fueron objeto de los secuestros perpetrados por la infame DINA, donde permanecían incomunicados a la más absoluta merced de sus captores, al menos han sido capaces de mostrar una integridad y una dignidad que se percibe como honesta. No sucede lo mismo con los carceleros, quienes parecen sentir efectos muy similares a la llamada sicosis de posguerra. Varios conviven con sus mentes destrozadas porque no soportan recordar la época en donde suministraban torturas en muchas ocasiones a su propio arbitrio. Otros están presos de un remordimiento igualmente incontrolable, y muchos se hallan con un constante temor a la venganza, pese a lo demoledoras que resultaban ser las acciones de disuasión que aplicaban, y al hecho de que aún cuentan con una determinada cuota de poder, cuyo ejemplo más plausible es el que habiten de manera holgada en buenos barrios. Trataron de desintegrar a sus rivales indefensos de un modo que asegurase la total aniquilación, y sin embargo la solidez de los atacados, que sobrevivió por sobre la desaparición física de éstos, los acabó por descolocar y finalmente descomponer. Y es una realidad que trasciende la coyuntura judicial actual, en donde algunos violadores de derechos humanos han terminado en la cárcel (qué va: están recluidos en recintos que no son prisiones convencionales, sino auténticos centros turísticos), ya que su reacción frente a tal escenario puede ser analizada como un simple afloramiento de sus miedos más ancestrales.

¿Por qué acaece esta situación, donde los que administraban tormentos con el propósito de derribar de modo físico, moral e intelectual a sus adversarios, al cabo de unas décadas se transforman en las casi exclusivas, al menos en términos de conciencia, víctimas de dichas aberraciones? Quizá la explicación guarde una estrecha relación con aspectos propios de la mentalidad y la personalidad. Quienes padecieron los horrores de la dictadura eran personas que ya contaban con una integridad bastante sólida producto de sus convicciones ideológicas, que independiente de los comentarios que consigan motivar -los cuales son tema para un debate, pero jamás deben ser parte de un proceso de exterminio- poseían una incuestionable reciedumbre tanto práctica como teórica. En cambio, sus carceleros sólo estaban con el afán de destruir, sin haberse dado el trabajo -que no necesitaban por tratarse de agentes legitimados por el Estado- de edificar un proyecto ideológico siquiera básico. Y es claro que cuando no se tienen cimientos el ser humano corre el riesgo de precipitarse a un vacío desconocido. A eso se debe añadir que la elaboración de un paradigma constituye un ejercicio mental que abarca años, mientras la mera destrucción es más bien una conducta que obedece a factores puramente emotivos e irracionales, sitios desde los cuales también afloran los miedos, a veces muy infundados como los temores infantiles que son comparables a la conducta contemporánea de algunos antiguos torturadores. Los que además no obraron definiéndose a sí mismos como un engranaje dentro de un proyecto histórico común, sino por órdenes o encargo de otros -los que por su propia conveniencia no querían que avanzasen las propuestas del gobierno de la Unidad Popular- sin vislumbrar un beneficio concreto a causa de sus malabares.

Antecedentes que han terminado por relegar a los otrora poderosos agentes a una oscuridad muy semejante a la de las mazmorras donde aplicaban tormentos. Al final de la vida, uno cae en la cuenta de que construyendo queda algo por lo cual el resto de la humanidad lo recordará. Pero si todo es destruido, entonces sólo hay vacío. O en el peor de los casos, edificios artificiales que no le pertenecen o que siente que no le pertenecen. Lo que para el caso es lo mismo.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Estados Unidos o La Democracia Imperfecta

Sí cualquier sistema de origen humano es perfectible, cabría preguntarse entonces de qué manera se podría mejorar la democracia norteamericana, considerada como la más antigua del mundo. Un planteamiento que, en el afán de transformar en un debate, necesariamente implica la búsqueda y el reconocimiento de errores en un tejido que, debido a la expansión y a la supremacía mundial que ha conseguido Estados Unidos en los dos últimos siglos, muchos consideran como modélico e intocable.

Para empezar, si se acepta la monserga de la más vieja democracia vigente, cabría también admitir la falta de un antecedente inmediato en la historia moderna que haya fungido como una influencia inmediata o un agente educativo decisivo en la formación del sistema norteamericano. En tal sentido, uno se debe resignar a considerar como punto de partida y apoyo a la estructura política ateniense de la Grecia clásica, justamente donde se inventó este concepto del "gobierno del pueblo". Sin embargo, es preciso agregar que allí el sufragio estaba limitado a los ciudadanos, palabra que por entonces definía a los varones mayores de veintiún años descendientes de los fundadores de la ciudad, pues el resto eran considerados extranjeros aunque proviniesen de varias generaciones asentadas en la urbe. Además de ellos, el vocablo excluía a los niños, las mujeres y los esclavos: por lo que en la práctica las decisiones políticas eran tomadas por un grupo reducido de individuos que se identificaban con una fronda aristocrática. Otra causa visible podría hallarse en el parlamentarismo inglés, que adicionalmente se puede considerar como un factor de continuidad entre la embrionaria estructura helénica y lo que acabaron diseñando los próceres norteamericanos. No obstante, aquí igualmente se pueden exponer argumentos antitéticos: fuera de que lo armado por los británicos en la época medieval no es considerado democrático, su origen se ubica en la misma monarquía contra la que los patriarcas estadounidenses propusieron la emancipación total, en el afán, precisamente, de transitar hacia un sistema participativo. Toda vez que la maquinaria pública del RU incluye elementos poco apropiados a una democracia, como es un senado completamente designado por el rey.

La verdad es que, echando un vistazo muy somero, hay componentes de los dos paradigmas expuestos en el párrafo anterior que sí están muy presentes en el aparato norteamericano. Y en algunos casos su aporte ha sido claramente negativo. Por ejemplo lo que sucede en el sistema penal, donde los veredictos son definidos por un jurado formado por personas comunes y corrientes nombradas mediante un sorteo (que en todo caso es la forma más democrática de resolver un asunto cuando las elecciones no pueden conseguirlo), las cuales a veces carecen de los más mínimos conocimientos en lo que se refiere al derecho, y que terminan fallando guiados por sus emociones e influenciados por el carisma de un abogado, en varias ocasiones -como bien lo ilustra el filme "Twelwe Angry Men"- con desidia y más preocupados de regresar a sus obligaciones cotidianas antes que de tomar responsabilidades en rubro que les es ajeno. Es una práctica derivada del carácter participativo que tenía la organización ateniense, útil en los siglos en los cuales las ciudades de los actuales Estados Unidos tenían mucho menos habitantes que hoy y los litigios buscaban resolver cuestiones absolutamente domésticas. Pero en la actualidad, con una población tan amplia como variopinta, donde confluyen negros, indígenas y descendientes de inmigrantes, esta clase de organización ha demostrado su ineficiencia y prueba de ello son las innumerables situaciones de inocentes enviados a la cárcel por extensos periodos de tiempo, fuera de que cuando los improvisados magistrados pertenecen al prototipo de los peregrinos del Mayflower los representantes de otros grupos étnicos y sociales suelen ser perjudicados independiente de su nivel de culpa. Sin contar que el antecedente más directo de este proceder se halla precisamente en la Inglaterra medieval, desde donde fue traspasado a las Trece Colonias.

Estados Unidos puede ser la democracia más antigua del mundo. Pero no por ello debe ser declarada intocable. Los modernos sistemas europeos se le han adelantado en varios aspectos y eso a veces salta a la vista. Además de que algunos aspectos propios de la estructura norteamericana hoy resultan contraproducentes, como su tipo de elección presidencial indirecta, donde unos estados valen más que otros -o son más iguales que otros, parafraseando a "Rebelión en la Granja"-. Más aún: la misma administración de los EUA se abrió a reformar su estructura concediendo, por ejemplo, el sufragio femenino. Los viejos son la voz de la experiencia pero también requieren de savia joven.

jueves, 29 de agosto de 2013

El Mito de la Democracia Más Antigua

Los amantes de las frases hechas suelen repetir, cada vez que se acerca un nuevo aniversario del golpe militar de 1973, que ese evento acabó con "la democracia más antigua de América Latina". Aparte de las necesarias dosis de chovinismo, el argumento al que más se echa mano para sostener esa tesis es el supuesto de que en Chile prevaleció una estabilidad política iniciada tras la promulgación de la constitución de 1833, documento que ya exigía la celebración de comicios al menos para elegir presidente. Y que a partir de ese acontecimiento, hasta el derrocamiento de Allende, las diversas situaciones de conflicto que se suscitaron entremedio no habrían significado, a diferencia de otros países de la región, un gran derramamiento de sangre, un quiebre social demasiado vistoso o la asunción de un caudillo que hubiese llevado adelante un gobierno absolutamente personal manteniéndose en el poder por un largo periodo de tiempo.

Analicemos estas argumentaciones de manera somera. La carta fundamental de 1833 es considerada el puntapié inicial de esta "tradición democrática" sólo porque este tipo de documento escrito fue inventado por los próceres independentistas de Estados Unidos, nación que a su vez es considerada "la democracia más antigua del mundo". Sin embargo, nadie puede asegurar que una constitución no sea más autoritaria incluso que los regímenes absolutistas contra los cuales estos tratados fueron creados. De hecho, en Chile tenemos un ejemplo muy citado en el texto promulgado en 1818 bajo la administración de O'Higgins, acerca del cual ningún historiador duda en señalar como redactado con el afán de justificar una dictadura. El legajo que se publicó quince años después, por su parte, no es precisamente una garantía en lo que a derechos ciudadanos se refiere. Entre otras peculiaridades impedía el ejercicio público de cualquier credo además del catolicismo, y sólo permitía el sufragio de los varones letrados de más de veinticinco años que poseyeran un bien raíz, con lo que el voto quedaba restringido a unas quinientas personas, casi todas hacendados aparte de algunos propietarios de las entonces incipientes concesiones mineras. Bastante lejos del principio de universalidad que se supone deben tener todas aquellas elecciones "libres y participativas" que conforman la prueba esencial al instante de definir una administración como demócrata o como una autocracia.

Quizá la confusión se explique porque muchos consideran esos aspectos como parte de la idiosincrasia social chilena del siglo XIX, antes que imposiciones de un líder carismático, megalómano y avasallador, como habría ocurrido justamente con el documento promulgado a comienzos de la legislatura de O`Higgins. No obstante, existen pruebas que refutan el supuesto carácter democrático de la constitución de 1833, que han sido dadas por los mismos historiadores y que han pasado a formar parte de esas frases cliché recordadas al inicio de este artículo. Como simple muestra, sólo cabe señalar que a las tres primeras décadas de aplicación de esa carta fundamental se les conoce con el nombre de "república autoritaria", un periodo en el cual los presidentes eran elegidos por diez años (de acuerdo: eran dos mandatos consecutivos, pero bastaba una confirmación a mano alzada para que el magistrado se mantuviera en el cargo sin que para preservarlo tuviera que enfrentar competencia), y que tras una breve pero intensa rebelión -la de 1859- dio paso a la supremacía de los liberales, cuya única diferencia con los conservadores era que no comulgaban tanto ni se confesaban más seguido. Cuando se comenzó a avanzar hacia un liberalismo de verdad, estalló la guerra civil de 1891 que paró en seco el proceso, de modo muy equivalente al golpe de 1973 respecto del régimen de Allende, y que de hecho significó un quiebre institucional bastante importante. Se continuó con el desastroso parlamentarismo, que dio paso a un lapso oscuro entre 1925 y 1932 caracterizado por la anarquía, los gobernantes defenestrados y los sucesivos pronunciamientos militares, todo lo cual remató en la publicación de una nueva constitución, acontecimiento que por sí sólo es la muestra más plausible de una profunda ruptura institucional. Es decir, una serie de quiebres significativos a los cuales se deben agregar las diversas masacres de agentes del Estado contra obreros y poblaciones desarmadas como Santa María, Marusia o Ránquil, como para refutar aquello de que en Chile no se han suscitado fuertes derramamientos de sangre además del por ya muchos conocido.

La conclusión a extraer es que no porque los encargados no los mencionen o no los quisieran mencionar, no existan quiebres antes de 1973 ni éstos tengan un grado de preponderancia tal que impliquen un viraje en la historia nacional. Chile jamás tuvo una democracia ancestral antes de la andanada de Pinochet y sus secuaces, y las opiniones al contrario son sólo parte de ese orgullo patriotero y al mismo tiempo mojigato que suele mostrar la oligarquía local. No somos una sociedad con tradición democrática sino un país bananero más. Y este engreimiento recién mencionado es una clara muestra de ello.

jueves, 22 de agosto de 2013

Borrachos Con Pulmones Sanos

A poco menos de un mes para que se conmemoren las Fiestas Patrias, las autoridades han divulgado a través de los medios de comunicación una advertencia sobre el consumo de cigarrillos en las fondas. Han insistido en que la actual legislación contra el tabaco, que está pronta a cumplir un año de vigencia, impide toda posibilidad de fumar en esos recintos, símbolos de esparcimiento y celebración durante aquellas fechas, porque al igual que los restaurantes y las discotecas son sitios cerrados. Y como una muestra de que hablan en serio, han añadido que colocarán inspectores en cada uno de estos lugares, quienes serán implacables al momento de cumplir la ley aplicando las multas que vengan al caso.

Hay un aspecto que caracteriza al festejo de la independencia chilena, y es el ansia de desenfreno con que muchos compatriotas enfrentan estos días, en especial en lo relacionado con el consumo de bebidas alcohólicas y los incidentes derivados en torno a ello (riñas, asesinatos, muertes por accidentes de tránsito). Por esta clase de comportamiento, entre otras causas, se ha consolidado en el exterior la imagen de Chile como un país de ebrios que amanecen tirados en la calle o los parques, la cual está presente en diversos chistes que se narran en el resto de América Latina. En realidad esta celebración se ha transformado con el tiempo en la principal válvula de escape de una sociedad que ha sido presionada por sus regentes, primero con la imposición de los más rancios principios de la moralina religiosa católica, y en épocas recientes, por la aplicación de un sistema económico particularmente violento, que incluye desigualdad e injusticia en la retribución salarial con el consiguiente exceso de trabajo. Estamos dentro de un territorio donde se procura que la gente común se guíe por "valores tradicionales" y se conduzca mediante una férrea disciplina -pero sin hacer igual hincapié en aspectos como la responsabilidad, el esfuerzo personal y el afán de superación-, factor que es visto como la única instancia de progreso, entendida tal palabra en términos ante todo materiales.

En tal sentido, no cabe un mejor momento para permitir el aflojamiento de amarras que una fiesta cuyo propósito inicial es evidentemente patriótico, con unos cuantos días en los cuales todo parece estar permitido, a fin de otorgar el necesario pan y circo que permite que la muchedumbre se relaje siquiera por un instante y de paso los más desfavorecidos ahoguen sus ansias de protestar en el alcohol. No obstante, aún en medio de este supuesto libertinaje debe estar presente la autoridad, al menos como recordatorio acerca del lugar donde vivimos: no fuere que el desborde se extienda y termine cubriendo algunas horas de la jornada laboral. Y puesto que no se le puede prohibir a la multitud el jolgorio -que todos asumen se relaciona con el consumo de alcohol-, entonces se recurre a mecanismos anexos que les permiten a los gobernantes afirmar que se encuentran preocupados por la situación del siempre poco preparado pueblo raso. Aquí es donde cumple su objetivo la celosa observancia respecto del consumo de cigarrillos, un vicio que además tiene la desventaja de que no se le asocia con alguna costumbre folclórica como ocurre, al menos de modo informal, con el trago. La verdad es que imaginar fondas en que los ebrios de costumbre sean libres de seguir haciendo trizas sus hígados, pero con la seguridad legal de que sus pulmones están bien protegidos, es un ejercicio para el que se precisan unas abultadas dosis de humor negro. Que de cualquier manera es fácil de encontrar, dada la mezcla de paradoja y de absurdo que contiene esta medida.

En estas celebraciones, uno podrá efectuar todas las vergonzosas conductas que se le atribuyen a un borracho, incluyendo la agresión contra sus cercanos y la participación en alguna riña callejera (por esto último la policía lo podrá aprehender, pero sólo durante unas cuantas horas). El propietario de la fonda a su vez, tendrá la libertad de continuar proporcionando al ebrio casi inconsciente sus exigidas dosis de alcohol aunque a su lado la esposa y los hijos de éste le rueguen que regrese a casa. Sin embargo estará inhabilitado de cometer el inhumano acto de llenar los pulmones de los comensales con nicotina, así como tampoco los parroquianos podrán acceder a tan destructivo veneno. Se puede acabar hecho una barrica en honor de la patria, mientras el respiradero permanecerá como nuevo para la donación de órganos.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Cosas Que Provocan Rabia

Hay ocasiones en que uno se pregunta cómo es posible que, teniendo la solución de los problemas a la mano o a ojos vista, las personas empero sean incapaces de tomarla, ya sea por ignorancia, falta de viveza o miedo a la reacción de los demás. Es una disyuntiva que suele presentarse cuando le respuesta más adecuada a un determinado inconveniente choca con la moralina más tradicional. Sin embargo, y en lo que tiende a tornarse una constante, en los últimos años ciertas formas más asertivas de desatar el nudo se encuentran con obstáculos a cada minuto más impensados y extravagantes, a veces explicables en el contexto de lo "políticamente correcto", pero que en otras coyunturas sólo obedecen a explicaciones irracionales, mágicas o provenientes de religiones y culturas exóticas.

En un hospital de la Región de Valparaíso, un joven avecindado en Quilpué se halla en estado agónico a causa de la rabia. Dicha enfermedad la contrajo luego de que una jauría de perros callejeros lo mordiera en reiteradas ocasiones en sus piernas, tras perseguirlo mientras se desplazaba en motocicleta. Los medios de comunicación han difundido de manera copiosa las caras llorosas de los familiares del muchacho, al mismo tiempo que publican los llamados de las autoridades responsables a los ciudadanos para que se vacunen contra la hidrofobia y de paso lleven a sus mascotas a un veterinario para suministrarles un equivalente. Bien por el grado de preocupación, que además se nota que es sincero. Pero, ¿alguien ha caído en la cuenta de que los vectores que contagiaron a este hombre que hoy está en un evidente riesgo vital, son animales sin dueño que pululan en las diversas plazas y veredas del país? Incluso el ministro de salud, que siempre actúa con una exagerada vehemencia cuando se denuncia la carencia de suministros esenciales en los nosocomios públicos o cuando algún estamento del rubro decide ir a la huelga, parece intentar eludir, en cada entrevista que otorga acerca del tema, la posibilidad de tomar medidas contra las bestias que deambulan por las aceras y caminos rurales, como si vislumbrara una contestación agresiva de parte de un enemigo nunca definido pero que todos intuyen de quién se trata, al cual, por distintas circunstancias -fuerza adquisitiva de sus integrantes, aceptación social-, ni los jefes más férreos se atreven a enfrentar.

Pues aquí los resultados de cualquier investigación siempre serán claros. Los vectores de la rabia son los perros callejeros, que adquieren el virus por su contacto con los murciélagos, que a diferencia de los primeros no suelen atacar o morder a las personas. Es una cadena de contagio que se repitió de forma simétrica con el joven motorista de Quilpué. Por lo que cae de cajón que llamar a vacunar tanto a los ciudadanos como a las mascotas hogareñas es una iniciativa absurda e inútil. La solución más efectiva es eliminar a los canes vagos como una medida tendiente al control de plagas. A ciertos sujetos les parecerá duro y cruel. Sin embargo, ni el más extremista defensor de los derechos de los animales se opone al exterminio de, por ejemplo, las ratas, entre otras causas porque son transportadoras de un sinnúmero de enfermedades, muchas de ellas mortales. Tampoco le cabe un remordimiento moral cuando se decide erradicar a los mosquitos que ocasionan la malaria o el dengue, aunque sean autóctonos en el país determinado. Más aún: las vinchucas, especie que es nativa en Chile, fue completamente sacada del territorio como modo de prevenir el mal de Chagas. ¿Por qué se debe mostrar un criterio especial con una población animal que es un potencial transmisor de una patología tan peligrosa para el ser humano? Y atención, que no es la única anomalía de la cual estas bestias fungen de intermediarios: está la serie de parásitos que contienen en sus fecas, además de que sus ataques ya han matado o dejado heridos de gravedad a bastantes ciudadanos.

Quizá hay un nivel de temor que se ha extendido incluso a las autoridades sanitarias, que ya no proceden con criterios médicos o científicos. Se ha visto a los adoradores de bestias golpear en la vía pública o amenazar de muerte a personas por patear un perro sólo como actitud de defensa propia. Incluso, hace unos meses atrás una turba ingresó a la catedral de Punta Arenas, donde provocaron destrozos y hasta trataron de linchar al obispo, quien por poco se salvó del enardecido tumulto, en una acción que fue mucho más violenta que la ocasionada por los partidarios del aborto en el templo de Santiago, pero a la que en su momento se le dio menos cobertura comparativa. Hay una sensación de que ya ni la hasta hace un tiempo intocable iglesia católica permanece ajena a la furia de estos individuos. Lo más curioso es que estos sujetos avalen su rechazo al control de los perros callejeros valiéndose de argumentos muy similares a los de los sacerdotes: que se trata de seres inocentes e indefensos que no tienen la culpa, y por ende se les debe respetar su derecho a la vida. Debe acaecer así porque estos grupúsculos sacan su base de otra religión: el hinduismo, que en su territorio de origen, y los noticiarios nos han nutrido con reportajes al respecto, permite los vejámenes sexuales a niñas pequeñas, además de promover el sistema de castas y el calificativo de "intocables" para ciertos ciudadanos despreciados por su bajo nivel social. Credos que incitan a los abusos y desprecian la humanidad, en oriente y en occidente.

jueves, 8 de agosto de 2013

De Qué Liberales Me Hablan

El uso del término liberal, por parte de determinados personeros de la derecha chilena, se ha tornado otra de las tantas muletillas que se emplean dentro de este país para ocultar la falta de ideas y el escaso interés por sostenerlas o incluso crearlas. En cierto sentido, es equivalente al vocablo progresista, apropiado de hace algunos años por sus pares izquierdistas. En ambos casos, además, existe la pretensión de ocultar la verdadera identidad frente a una sociedad que le teme a quienes llaman a las cosas por su nombre. Así, mientras unos se valen de una palabra con el afán de que pase inadvertido su carácter ultramontano, en el bando opuesto recurren a esta estratagema por el temor a ser tachados de marxistas y de socialistas anacrónicos.

Y es que siendo honestos, cuando menos en la última centuria, la palabra liberal ha sido utilizada en contextos que son externos a la política. Incluso en la relación de esta actividad con la gestión económica, pese a que desde ese ámbito volvió a ser introducida en el lenguaje coloquial y de los medios de comunicación a través del llamado nuevo liberalismo. Pero si se examina la historia, al menos de los países del primer mundo, notará que esta ideología, surgida con gran fuerza tras la Revolución Francesa, comenzó a diluirse tras la expansión industrial del siglo XIX -donde además explotó el término progresismo, aunque con connotaciones muy distintas a las cuales les pretenden dar ciertos sectores de izquierda-, superada por la circunstancias, en donde muchos empresarios y pensadores liberales fueron responsables de que apareciera un proletariado miserable que a su vez motivó el crecimiento de corrientes como la socialdemocracia, el comunismo o la democracia cristiana, que tomaron el relevo de las propuestas de solución ante las anomalías sociales que iban saliendo en el camino. Ya en los albores del siglo pasado los partidos liberales dejaron de existir en diversas partes de Europa mientras en otras se iban reduciendo a una mínima expresión. Más aún, en años recientes el concepto ha servido para camuflar a colectividades de orientación racista y xenófoba. Sólo en Estados Unidos el vocablo se ha empleado durante este tiempo con un nivel aceptable de seriedad y regularidad, en una acepción muy semejante a la que tenía en su primera época, y curiosamente, para definir a agrupaciones de orientación izquierdista.

En Chile los supuestos liberales se han disipado a lo largo de las décadas de una manera mucho más difusa aún. En un país donde hasta 1920 la política partidista fue un asunto de pijes (pese a los alzamientos populares que acabaron en sangrientas masacres), la polaridad liberal-conservador siempre se pareció más a un juego de cartas que a cualquier otra cosa. Al menos en el resto de América Latina estas colectividades fueron el receptáculo de una serie de movimientos sociales, tanto de inspiración revolucionaria como reaccionaria (a modo de ejemplo, en Colombia, tanto Manuel Marulanda, el primer líder de las FARC, como Álvaro Uribe surgieron del partido liberal local). Pero en estos lares, en los cuales se desarrolló un capital minero comparable al proceso de industrialización europeo, muy pronto también perdieron sus espacios en favor de grupos ubicados más a la izquierda del espectro. La fusión, en 1966, de liberales y conservadores en el partido nacional, fue el último y más emblemático paso en esta renuncia a la creación de un bloque con identidad propia. Desde entonces los derechistas criollos han actuado como una sola masa preocupada de sostener sus intereses de clase y de mantener su ligamiento con la iglesia católica que les permite justificar lo anterior. Es notorio esto en la directriz de Renovación Nacional, el heredero legítimo de toda esta historia. Pues la UDI, o el gremialismo, es más bien un conglomerado populista con impulsos sectarios y místicos -en el sentido más religioso de ambos términos- que si bien nace a expensas de ese vínculo ancestral, de cualquier forma está finalmente obligado a reconocerlo y admitirlo, pues sólo de ese modo asegura su propia supervivencia.

De cierta manera la palabra liberal se ha "liberalizado". Pero hasta determinado punto ello ocurre porque carece de una definición detallada, al menos acorde con los actuales tiempos. La gente común la asocia con la derecha porque ha sido acuñada en conceptos como el tradicional "capitalista liberal", desde donde ha sido reciclada en propuestas recientes como el ya mencionado sistema pecuniario ideado por Milton Friedman. Pero su uso radica en el hecho de que hoy no determina ideología política alguna, y por ende se transforma en un concepto vago pero que a la vez le permite a su emisor escapar de tachados desagradables como ser calificado de sostener un pensamiento parcial y encuadrado con exceso, que suelen ser las formas en las cuales se califica a socialistas, democristianos o incluso conservadores. El liberal, en realidad, no es más que un derechista que se avergüenza de su origen y no menciona sus verdaderos propósitos por temor a perder popularidad. Lo mismo, en todo caso, que sucede con el izquierdista que se ufana en denominar progresista.

jueves, 1 de agosto de 2013

Matthei: De Imagen a Copia

Las comparaciones que se han venido efectuando entre la recién designada candidata presidencial de la derecha, Evelyn Matthei, y su contrincante más directa, Michelle Bachelet, tienen menos de debate serio que de espectáculo mediático. Se trata simplemente de los típicos comentarios rimbombantes surgidos de personas y entidades interesadas que buscan influir en la opinión pública de forma tal que los integrantes de ésta favorezcan sus propios caprichos. Los cuales, por cierto, no son menores, ya que involucran la conducción futura del país y la preservación del sistema social y económico que sólo le otorga réditos a un cierto puñado de privilegiados.

De partida se puede echar un vistazo a las supuestas similitudes que existirían entre las dos, las mismas que han sido recalcadas hasta el cansancio por los órganos de prensa, y notar que se trata de aspectos puramente externos, bastante obvios, que a la larga constituyen meras perogrulladas. Insistir en que ambas son mujeres (como si tal "descubrimiento" hubiese sido el resultado de un sesudo y extenuante examen ginecológico) o que son hijas de militares no significa aporte alguno. Salvo como pretexto para que los conservadores criollos sostengan la tesis de que el arrastre de Bachelet se basa en el abuso que estaría haciendo de su condición de género, en el sentido de esa maternal delicadeza femenina que se transforma en un mecanismo de contención para sus pares varones quienes no se atreven a abordarla con una mayor vehemencia por el temor a ser tachados como cobardes que se aprovechan de un ser en teoría más débil. Una artimaña que por causas obvias no podría ser empleada con un rival que también tiene cuatro labios. Factor más que suficiente para que los conservadores locales empiecen a hablar de determinadas diferencias que aseguran son posibles de hallar entre ambas personalidades. Mientras su abanderada es capaz de exponer las situaciones con una vehemencia que no le teme a las salidas de protocolo ni a las llamadas de atención, al frente estaría un contrincante que sólo atina a sonreír o llorar de acuerdo a la ocasión como una novia que desde el principio se asume como un florero de mesa, sólo que con cincuenta años, un ligero sobrepeso y dos hijos y una legislatura anterior a cuestas, lo cual transforma a dicha novia en una madre y enseguida en un sujeto idóneo para dirigir un gobierno.

Pero si cualquiera se aventura a efectuar un análisis realmente sesudo -y la verdad, ni siquiera eso- notará que estas pretendidas divergencias apenas ocultan sus similitudes. Al final de la jornada nos encontramos ante dos mujeres insípidas que ante la carencia de ideas e incluso la falta de dominio de la cultura general, dan respuestas cuyo propósito es esconder sus respectivas ineptitudes buscando una reacción básica en la galería, de sorpresa paralizadora en sus detractores y de aplauso cerrado entre sus partidarios. Ante la incompetencia para enfrentar un debate, se intenta cerrar cualquier forma de discusión de la manera más rápida posible, con el afán de evitar que continúe algo para lo cual cuentan con escasa sino nula preparación. Ya sea con la sonrisa o la lágrima que ruega compasión, o el insulto carente de ingenio, el propósito es idéntico. Por lo mismo es que Evelyn Matthei, más delgada, con un tono de voz grave y semejante al de una esposa satisfecha -en lo económico- de estratos altos, que es altisonante al nivel de la amenaza cuando desea callar a quien desea averiguar más de lo permitido: a la larga se revela como la imitación de Michelle Bachelet aunque con una imagen de marcada diferencia y originalidad. Una simple copia con aspectos llamativos pero que a la vez resultan puramente superficiales. Colocada ahí simplemente porque los adversarios políticos han propuesto a una fémina que no desciende en las encuestas y acerca de la que todas las inferencias concluyen que triunfará en las próximas elecciones (victoria segura a tal extremo, que quienes sostengan una opción contraria arriesgan igualmente ser tachados de cobardes agresores de una mujer). La estrategia comercial donde, tras el éxito de un producto, la competencia accede a lanzar al mercado uno parecido, aunque ya saben que no obtendrán tantos elogios como los creadores del original.

Es lo que hace la derecha. Colgarse de una moda para luego colocar en vitrina un maniquí semejante pero con otras vestimentas. Nada de discusión de ideas. Todo termina en dos mujeres que asumen respectivos roles tradicionales atribuidos al género, y que al final se comportan de la manera más ancestral, exponiéndose para el solaz de seudo comentaristas que alaban sus biografías y supuestos atributos, que a fin de cuentas es una manera más simulada de espetar piropos. Una encrucijada donde los votantes se decidirán -como es la lógica- por el original y no la copia, aunque eso no se traduzca en una solución, siquiera lejana, a los inconvenientes que afronta el país.

                                       

miércoles, 24 de julio de 2013

A Qué Vino Francisco

La visita de Jorge Bergoglio a Brasil será recordada por dos motivos circunstanciales. Para comenzar, porque se trata de la primera salida de este pontífice del Vaticano tras ser electo. Y luego, por aterrizar en un país que en los últimos días ha sido escenario de masivas protestas. No obstante, más allá de estas anécdotas, los discursos papales casi no han aportado algo nuevo, y prueba de ello es que los diversos medios de prensa apostados en las tierras de Santos-Dumont y de Héctor Babenco, antes que reproducirlos o mencionarlos, han preferido detenerse en los característicos estereotipos turísticos con quienes los menos informados suelen identificar a ciudades como Sao Paulo o Río de Janeiro.

Hasta el momento en que escribo este artículo, las únicas palabras papales que han merecido un mínimo nivel de trascendencia son las que fueron pronunciadas en contra de las legislaciones y propuestas que varios gobiernos latinoamericanos están llevando adelante en favor de distender el consumo de drogas con el propósito de reducir el tráfico, ya que las medidas vigentes en la actualidad, basadas en la represión policial y la proscripción absoluta, no sólo no ha disminuido el poder de los carteles, sino que muy por el contrario, éstos tienden a consolidarse en el tiempo. Los argumentos que usó Bergoglio en su intervención, además, son del mismo talante que los empleados por sus antecesores cuando querían dejar en claro la tajante oposición eclesiástica a cuestiones como el divorcio y los métodos anticonceptivos, temas que no han sido abordados en algún momento de la visita, quizá porque ya se sabe hacia dónde se dirige el discurso de un pontífice que aborda tales asuntos. Por lo que a manera de conclusión, no puede dejar de deducirse que su contribución al debate es prácticamente nula.

Uno queda con la sensación de que la principal -si no exclusiva- intención del papa al efectuar este viaje a Brasil es la de marcar presencia. En el país que cuenta con la mayor cifra de católicos a nivel mundial y cuya población es objeto de prejuicios que la tornan muy apetecible por los medios masivos de comunicación, cuyos propietarios aquí encuentran un filón muy interesante para explotar, como es el morbo. Antes que nada se halla la imprescindible necesidad de proyectar una imagen lo bastante fuerte como para evitar las palabras. Y en tal sentido un pontífice al que se le considera como un renovador definitivo de la iglesia católica, y en torno al cual se han forjado enormes expectativas, le conviene expresar un discurso vacío que sólo sirva de apuntalamiento a su figura. ¿Qué le podría responder Francisco a la masa de peregrinos que acudió de los más diversos rincones del mundo a escucharlo, quienes ya no se conforman con rechazar los planteamientos de moralina básica con los que el romanismo trata de solucionar los diferentes problemas que ocasiona la vida cotidiana? Porque encuestas efectuadas entre ellos han revelado que tres de cada cuatro fieles no acepta el celibato consagrado, y que tres de cada cinco exige la instauración de algún tipo de sacerdocio femenino. Todas, realidades que, por mucho que Bergoglio se crea el cuento de que es el gran hálito de aire fresco que requiere su institución, permanecerán inamovibles mientras ésta exista. Un cúmulo de vanas esperanzas que exigen a gritos la solidez de una careta que induzca a pensar que serán concretadas en un determinado momento. El cual otrosí da supuestas señales de estar próximo, como acaece con las mismas divergencias que los asistentes a las reuniones pontificias han expresado respecto de la doctrina oficial.

Bergoglio visita a un Brasil que, a despecho de la mencionada cantidad de católicos, es también el país latinoamericano donde los evangélicos han crecido a ritmo más vertiginoso. Ha hecho un recorrido idéntico al de su antecesor, el renunciado Ratzinger, quien en Aparecida -el mismo lugar en donde Francisco fustigó las nuevas iniciativas gubernamentales en pro de disminuir la fuerza del narcotráfico- habló con marcado denuesto de las "sectas pentecostales" y pidió a la población no dejarse embaucar por lo que consideraba cultos falsos repletos de sincretismo (como si el catolicismo latinoamericano no fuera famoso en el planeta por esa característica). ¿Será el deseo de continuar lo iniciado por Benedicto lo que motiva al actual papa, quien tendría una sólida montura en su imagen, que hasta el momento es una estrategia que ha sido de enorme utilidad, en el afán de esconder la realidad, la cual indica que la columna vertebral del magisterio romanista no se reformará jamás, aunque todos los fieles lo esperen? No olvidemos que Juan señaló que existen muchos anticristos.

jueves, 18 de julio de 2013

La Entrada Triunfal de la Depresión

Sin lugar a dudas, los sicólogos y siquiatras deben ser quienes más se frotan las manos con el anuncio del ahora ex candidato presidencial derechista, Pablo Longueira, quien mandó a sus hijos a anunciar su decisión de no perseverar en esa carrera alegando una depresión. Que la palabra se instale en los noticiarios de los principales medios de comunicación del país ya representa un significativo triunfo, y no sólo porque tras la comidilla de toda la política local vengan endosados los inevitables reportajes de rigor que detallan las características de esta supuesta enfermedad.

Pues porque, antes que nada, se trata de un paciente que cuenta con un grado de intervención muy importante en el quehacer nacional. Un candidato presidencial, es necesario repetir, que representaba al segundo bloque político del país, el cual además hoy ejerce el gobierno. Que se ganó ese derecho tras una reñida elección primaria en donde todas las proyecciones lo daban por derrotado. Una batalla épica, en definitiva, que por lo mismo fue capaz de generar en torno suyo una gran cobertura mediática. Factores que consiguen acaparar la atención de los menos interesados, incluso varias semanas después de ser conocido el nombre del vencedor. Todo, en el contexto de la actual situación de los conservadores criollos que parecen estar condenados al desastre en los comicios de noviembre, lo que ha generado a su vez curiosas expectativas en la opinión pública, en el sentido de la habilidad que es capaz de mostrar este conglomerado en el afán de intentar revertir lo que se vislumbra como un destino fatal al estilo de una tragedia griega. Destreza que por cierto, en todo este tiempo ha permanecido ausente, lo que ha aumentado el morbo entre los espectadores y los mismos encargados de la prensa. Un panorama, en definitiva, propicio para insertar un nuevo elemento, en este caso de origen siquiátrico, ajeno al devenir de los acontecimientos, que obliga a realizar un desvío extremo en la trama pero que no resuelve los problemas de fondo -derivados justamente de la asombrosa incapacidad expuesta por los políticos derechistas durante los meses recientes-, con lo cual se alarga la telenovela con el actor recién insertado como protagonista primordial.

Fuera de esto, se halla el hecho de que Longueira es un integrante de la derecha conservadora chilena, que tiene una especial ligamiento con la iglesia católica, el cual les permite a sus miembros reforzar sus convicciones ultramontanas y enseguida sentir que el resto de la población debe acatarlas a pesar de que no las compartan. Imposiciones que abarcan diversos campos: el moral (impedimento de discutir sobre el aborto, siquiera terapéutico; tratamiento suspicaz de los métodos anticonceptivos; oposición a cualquier instancia legal que regule la relación de las parejas homosexuales), el político (férrea defensa de supuestos logros de la dictadura de Pinochet) y el social (mantenimiento del sistema económico a pesar de sus evidentes brechas entre clases). Son personas que se ven a sí mismas como la reserva ética de la nación, condición que se refuerza por su pertenencia a los estratos más pudientes y la estrecha relación que mantienen con el alto clero, cuyos componentes, aunque no les expresen un apoyo abierto, no obstante suelen formular opiniones coincidentes. Para los sicólogos y siquiatras, penetrar en estos grupos que por su sola orientación resultan herméticos y demasiado inmutables en sus ideas, es un paso decisivo. No sólo porque de algún modo dejan entrever que hasta los enviados de lo alto y que por ende parecen contar con investiduras de hierro al final también se tornan vulnerables, sino porque otrosí, obtener la venia de estos sectores les acarrea la opción muy clara de ser legitimados y hasta recomendados por una suerte de guías espirituales (y no importa si éstos sólo son auto proclamados, que a fin de cuentas poseen el poder económico y la influencia general para sostener el engaño). Y más si se trata de curar a un líder tan vistoso, que además en su vida y trayectoria ha dado muestras de una reciedumbre tanto física como intelectual a toda prueba, que le ha permitido salir airoso de todo obstáculo que se le haya puesto por delante.

Longueira, el forzudo de contextura gruesa, que vive en una mansión rodeado de su esposa y sus siete hijos, que ha dirigido durante décadas el partido político con más votantes en el país, que supo ser duro en ciertos momentos mientras en otros fue capaz de llegar a acuerdos con los mismos a quienes antes les había expresado odio a muerte, que no trepidó en inmolarse para defender a un par de correligionarios que fueron acusados de pedofilia, que se ha paseado por las barriadas más pobres pese a integrar un sector mirado con recelo en esos mismos arrabales debido a las circunstancias históricas... Ese Longueira empero no consigue hacerle el quite a una depresión. O sea que al final todos estamos expuestos. ¿Qué nos queda, pues? Confiar en los sicólogos y siquiatras que nos llenarán de pastillas que ellos aseguran nos sanarán, lo que les agradeceremos aprobando reformas legales que en el largo plazo rematarán en el Estado terapéutico, versión futura de lo que hoy conocemos como Estado policial y de lo que antes fue el Estado absolutista.

miércoles, 10 de julio de 2013

Más Allá de Una Nueva Constitución

La idea de convocar a una asamblea constituyente con el propósito de que ésta cambie la carta fundamental vigente desde 1980 ya ha encendido todas las praderas de la izquierda criolla, incluyendo a sus representantes más cercanos al centro. Las causas de tal entusiasmo, aparte de la explosión de los movimientos sociales suscitada durante los tres últimos años -con un país regido por un gobierno de cuño conservador, detalle que no se debe dejar pasar-, han sido las experiencias relativamente exitosas en otros países no sólo de América Latina, sino también desarrollados como Islandia, donde cambios tan atrevidos han sido liderados por organizaciones de tendencias socialistas en las más diversas acepciones en que se emplea ese término.

Cuando uno llega al convencimiento de que es necesario cambiar la constitución de un determinado país -decisión que por los temas que aborda ya de por sí es extrema y radical-, es porque tiene la sensación de que al actual sistema jurídico y político es, por una sola o por una combinación de diversas causas, insostenible en el tiempo. Pero además, porque dicha percepción le ha surgido después de efectuar una prolongada reflexión, de la que es capaz de extraer argumentos sólidos y bien documentados para exponer en un debate (la propia seriedad y complejidad del asunto los reclama). Esto, con la finalidad de demostrar que urge renovar el marco institucional desde los cimientos, pues de otro modo la nación irá de modo irremediable al caos y la descomposición. Una modificación total de la carta fundamental, máximo documento de organización de un Estado, pasa a transformarse entonces y más que nada en una acción simbólica: en un mensaje a la población respecto de que se está tan comprometido en la solución de los problemas que se partirá por el núcleo mismo de la institución nacional. Tal medida puede encontrar distintas motivaciones: en Venezuela fue la corrupción del aparato público, en Bolivia la desigualdad social, en la ya mencionada Islandia la crisis financiera provocada por los desfalcos privados. En todos esos casos se instaló la concepción de que el entramado vigente ya no respondía las inquietudes generales y por ende era imprescindible empezar de cero. Mientras que en Chile, tal regreso a los orígenes estaría justificado por las anomalías cotidianas a las cuales ha sido arrastrada la sociedad debido a un sinnúmero de prescripciones solidificadas durante la dictadura de Pinochet, entre ellas la propia constitución que se desea mandar al tarro de la basura y el entramado de la educación local que da cualquier resultado salvo una enseñanza de calidad, y que precisamente ha sido la piedra de tope tras la cual han irrumpido todas las demás protestas.

El asunto, sin embargo, pasa por detenerse a pensar en lo que se está hablando cuando se menciona la constitución. Nos referimos a un documento escrito que linea los estamentos más generales de un país, relacionados con su gobierno, su aparato legislativo y sus cortes de justicia. Lo que cabe allí es detallar qué tipo de cargo ostentará el primer mandatario -rey, presidente, primer ministro, por nombrar ejemplos- así como la manera en que funcionará un parlamento o los diversos tribunales. Pero en ningún caso esta clase de textos incluye normas respecto de la protección de los trabajadores, la distribución del ingreso o la protección del medio ambiente. De acuerdo que en algún artículo pueden aparecer como declaraciones de principios -como aquel párrafo recalcado por los estudiantes en el cual se defendería el principio de la educación como un derecho privado, descubrimiento que ha servido para aunar fuerzas en torno a la modificación absoluta-; pero nada más. De hecho son constituciones más reducidas las que han sido mejor aprovechadas por los pueblos que se encuentran bajo su jurisdicción, como ocurre con la de Filadelfia, que rige en Estados Unidos desde la independencia y es además, con un menor número de enmiendas, la más antigua del mundo. Un ordenamiento más complejo y preocupado de cuestiones que no le competen al menos de forma directa podría ser un agente contraproducente, ya que coartaría la libertad para legislar e impondría un temor adicional en los encargados, que se verían obligados a revisar con lujo de detalles y un batallón de abogados inciso por inciso, a fin de evitar que sus proyectos no se contradigan con una vasta carta fundamental. Además de que se caería en el vicio de abarcar mucho y apretar poco, pues inevitablemente se tocará una variedad de temas de manera superficial, ya que se requiere que esto no se expanda hacia el infinito. Entonces, ciertas consideraciones importantes, también algunas buscadas por los redactores de esta inmensa constitución, podrían quedar fuera con el agravante de tampoco lograr ser recogidas en algún código porque al estar ciertos elementos en otro documento impedirían completarlo, lo que redundaría en una ininteligible maraña troceada.

Si me preguntan mi opinión personal, soy partidario de cambiar la constitución, pero por una motivación absolutamente práctica. La actual carta fundamental es una cosa amorfa donde han entrado tantas manos que ya es imposible determinar la dirección en que va (salvo lo que determinen los integrantes del Tribunal Constitucional, que de todas formas prefieren echar mano a sus convicciones sociales en las cuales deben creer se basa también el documento que interpretan). Lo peor es que, por su origen autoritario y oscuro, cada reforma a su seno implica aumentar el número de artículos porque uno se imagina que por surgir en una dictadura sus redactores sólo se preocuparon de ellos mismos y dejaron una serie de cuestiones inconclusas acerca de temas que no les afectaban (lo cual es cierto hasta determinado punto). A manera de ejemplo, la totalidad de la Reforma Procesal Penal se encuentra aquí (los artículos 80 seguidos por letras, para mejor ubicación). Esto hace difícil el manejo y estudio por parte de las capas más pedestres, las que son justamente quienes más padecen el ordenamiento jurídico. Un texto más breve y por lo mismo flexible facilitaría el avance de las regiones al proporcionarles, siquiera por defecto, una mayor libertad, lo que a la larga se traduce en autonomía. Además otorgaría mayores espacios de auto determinación a las comunidades más pequeñas. Lo que existe hoy se parece, por su morfología solamente, al sistema consuetudinario británico, donde un conjunto de leyes dictadas en diversos siglos hace las veces de constitución. Pero se trata de un país que cuenta con una historia ancestral y cuya nacionalidad surge desde los señoríos feudales medievales, proceso diametralmente opuesto a la verticalidad que dio origen a los Estados latinoamericanos. Y aunque nos llamemos, "los ingleses de Latinoamérica" no nos podemos comparar.

jueves, 4 de julio de 2013

Préstamos Bancarios o El Ecumenismo de la Infamia

Mientras escribo este artículo, aún está fresca la noticia del golpe de Estado dado por el ejército de Egipto en contra del presidente Mohamed Mursi, el mismo que había subido al poder hace un año como consecuencia medianamente directa de las protestas callejeras que tuvieron lugar en ese país y que fueron presentadas a nivel internacional como el emblema de la mal llamada "primavera árabe", y que en el plano local inmediato, acabaron con tres décadas de mandato de Hosni Mubarak, un político de orígenes socialdemócratas y laicos, perteneciente al mismo partido de Abdel Nasser, colectividad que tuvo un rol preponderante primero en la independencia de Egipto y luego en la recuperación del canal de Suez. Ahora, la historia se está repitiendo en un sentido opuesto, pues los militares, igual que en aquella ocasión, acaban interviniendo en medio de una rebelión popular y expulsan del gobierno a un dirigente de la Hermandad Musulmana, grupo religioso de cuño conservador -al estilo islámico- que se había constituido por una cuestión de lógica en la oposición más visible al antiguo régimen.

Desde el inicio se captó que el camino a seguir por Mursi iba a ser el mismo de todos los engendros surgidos a partir de las manifestaciones que se suscitaron en ese sector del planeta durante el 2011: del entusiasmo de una catalogada como primavera árabe a la realidad de un invierno islámico. Fue aprobada una constitución que privilegiaba las visiones más extremistas de la religión mayoritaria, a manera de contraste con medio siglo de administraciones regidas por "infieles" que habían tratado de mantener la moderación en temas confesionales a base de policías políticas y detenciones extrajudiciales, las cuales desembocaron en la ruina económica. A manera de asegurar la redención divina, se impusieron leyes morales acerca del atavío tanto de mujeres como de varones, y se persiguió con especial denuedo a quienes profesaban otros credos, sobre todo a los cristianos, quienes a través de la iglesia copta sostienen una presencia en el territorio que se remonta al siglo II. Dichas intervenciones punitivas y correctivas no tuvieron una expresión tan expuesta como sucedió con los talibanes de Afganistán o con la revolución de Irán -esta última, situada en términos políticos, al frente de la Hermandad Musulmana. Sino que se comenzaron a implementar de modo semejante al de los gobiernos conservadores de Europa o Estados Unidos o como la ha llevado adelante la actual legislación de Turquía - que en las recientes semanas también ha sido objeto de protestas-. Esto les permitió a las nuevas autoridades egipcias contar con el beneplácito de sus pares europeos y norteamericanos, quienes hicieron la vista gorda de diversas atrocidades -quema de templos cristianos y agresiones a disidentes-, entre otras cosas, porque la erección de este régimen constituía una muestra del arribo y la perenne permanencia de la democracia.

Sin embargo, es penoso constatar que la causa primordial que empujó a las potencias occidentales a elogiar al gobierno de la Hermandad Musulmana fue el dinero. Resulta que Egipto arrastra una crisis económica que se extiende por varios años y que se ha agravado de modo decisivo tras la recesión de 2009. Es, de hecho, este antecedente el que ha motivado el descontento callejero que en poco tiempo ha tumbado dos legislaturas. Una de las proposiciones que se le formularon al país fue la aprobación de parte de bancos y naciones del primer mundo de un contundente préstamo, a cambio de efectuar los correspondientes ajustes que incluyen aumento de los impuestos y disminución de la inversión pública. La misma fórmula que en el pasado hundió a territorios como Argentina, y que en la actualidad está afectando de forma invaluable a la propia Europa. Mursi había llegado a un entendimiento muy cabal con los expositores de la oferta, pese a ser un observante muy devoto de una religión que entre otras proscripciones rechaza la entrega de créditos a interés por considerarlo un abuso hacia los más débiles (hecho que se suscitaba con claridad en la coyuntura egipcia). Los eventuales prestamistas, a su vez, trataron la eventual concreción de la alianza monetaria como un acercamiento entre dos credos que a la luz de los acontecimientos más recientes aparecen como antagónicos en el panorama internacional. Desde luego que se trata de un subterfugio para justificar lo injustificable. Pero no deja de ser interesante mencionarlo, a modo de percibir un tipo de actuación que es bastante común entre grupos reaccionarios que se promueven odio mutuamente, pero que son capaces de darse la mano cuando el asunto trata de billetes.

Por cierto, uno como cristiano espera que se termine con la persecución violenta que durante el último año ha afectado con especial delicadeza a los hermanos egipcios. Pero como persona (y también en base a principios que comparten tanto los seguidores de Jesús como los de Mahoma), también desea que no se concrete aquel empréstito que lo más probable es que arrastre a Egipto a un abismo mucho más profundo del que hoy se encuentra. En definitiva, que quienes no aceptan alguna forma de ecumenismo, terminen finalmente tolerando, a modo de imprescindible excepción, el peor de ellos: el de la infamia.