miércoles, 29 de mayo de 2013

El Triángulo Rosa

En Colombia, hace unos días atrás, una diputado de confesión evangélica consiguió, manifestaciones callejeras y presión grupos económicos y religiosos mediante, que en el congreso de ese país ni siquiera se discutiera una iniciativa legal que buscaba regular las relaciones de parejas gay. Cerca de ahí, en Brasil, Sao Paulo para ser más específico, varias congregaciones convocaron a la "marcha por Jesús", buscando emular a su similar "por el orgullo homosexual", demandando mayor libertad de culto y expresión, mientras condenaban la reciente aprobación del llamado matrimonio igualitario y denunciaban un supuesta aparición excesiva de diferentes clases de amanerados en los medios de comunicación. Mientras tanto, en Francia, la primera boda entre miembros de un mismo género se llevó a cabo dentro de un estricto anillo de seguridad, producto de las violentas amenazas y protestas impulsadas por grupos cristianos y pandillas neonazis, que estaban operando en perfecta sincronía.

Tres casos que ilustran la rivalidad que se ha desatado entre colectivos cristianos y homosexuales producto de la serie de éxitos legales que han conseguido estos últimos, y que tienen a los primeros con los nervios de punta. Al parecer los creyentes occidentales consideran que han permanecido por demasiado tiempo en la inactividad, confundiendo pacificación con pasividad. Lo cual, de acuerdo a sus propias conclusiones, sería la causa más importante del progresivo distanciamiento que las distintas sociedades están demostrando respecto del temor a las cuestiones de Dios y los valores que ello representa. Con el sucesivo afán de otorgarle rangos de reconocimiento oficial a las uniones de parejas gay, muchos presienten que se están al borde del abismo, y que si no se detiene ahora la rueda ésta terminará echando a toda la humanidad, o al menos a los seguidores de Jesús -lo que para estas personas finalmente es lo mismo en sentido amplio- por el despeñadero. Entonces, suponen que actúan en consecuencia saliendo a las calles y empleando toda clase de métodos, incluso los más agresivos y dañinos, para detener esta auténtica oleada de inmoralidades. Sienten, en definitiva, que ha llegado el momento de cumplir ese mandato que los obliga a esforzarse en aras, si no de la conversión de los descarriados, en el peor de los casos de la instauración o del mantenimiento de los preceptos sociales inspirados en el mensaje bíblico (o cuando menos de una interpretación muy popular de él).

Lo curioso es que, mientras expresan con denuedo su repudio a las nuevas reivindicaciones de los siempre aborrecidos sodomitas, los cristianos no atienden con la misma celeridad acontecimientos que ocurren en países medianamente apartados de la cultura occidental pero que afectan a los hermanos que habitan allí a nivel de su propia supervivencia. Por ejemplo el constante acoso que están sufriendo los creyentes que se encuentran en zonas de mayoría o que tienen una importante población islámica que además está intentando imponer sus posturas por la vía de las armas. En ciertos lugares se está llegando al extremo de prohibir la pronunciación del nombre de Jesús, mientras en otros son objeto de atentados mortíferos de los que las autoridades respectivas no se hacen cargo porque tienen miedo cuando no están abiertamente coludidas. Es una coyuntura que involucra a toda el Asia musulmana -que no es sólo Medio Oriente- pero además al norte y al centro de África, e incluso está ingresando a América teniendo como pretexto visiones erradas acerca de la autonomía de los pueblos indígenas. Es cierto que los discípulos del camino han expresado su preocupación y hasta su indignación por estos horrores. Pero ello no se ha traducido en un reclamo frente a una embajada, ni siquiera en una manifestación masiva como las que se efectúan en contra no de los matrimonios, sino ya de los homosexuales como forma de expresión. Y que, debemos admitirlo, reúnen a gran cantidad de gente porque son coordinadas de manera metódica por los pastores y líderes eclesiásticos.

Lo anterior deja a estas reclamaciones callejeras como simples desquites contra una minoría débil -al menos en el ámbito de la respuesta física- la cual además se tiene a la mano y sobre la que ya se sabe de qué modo actuará. En resumen, la conducta más evidente de un cobarde que da muestras de supuesta valentía comportándose como el bravucón del barrio. Desde luego, alejada lo más posible del mandato divino de impregnar con su palabra no sólo las almas, sino las sociedades por donde los cristianos pasan o residen. El día que los cristianos occidentales reclamen contra la brutal represión que experimentan sus hermanos de otras latitudes se tornarán más creíbles. Por ahora, sólo constituyen una versión senil del islam, que tampoco tolera a los homosexuales, aunque su opinión es mucho más extremista, pero por ello más vigorosa y sincera.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Echando Leña

¿Qué culpa tienen los judíos de ser mejor combustible que la leña? Aquella frase expresada por el sobre valorado Lagarto Murdock, un títere con forma de serpiente multicolor que aparece en cada emisión de un programa de talentos de Chilevisión, ha desatado -de modo comprensible, hay que decirlo- las iras de los representantes de ese pueblo en el país. Tal efecto ha provocado la indignación, que las disculpas ofrecidas tanto por los responsables del personaje como por los ejecutivos del canal propietario han quedado como una mera anécdota, mostrándose ineficaces en su propósito de apaciguar los ánimos. Muy por el contrario, las declaraciones de repudio al chiste no sólo han provenido de los entes regidores de la televisión criolla -lo que ya anticipa la eventual desaparición de la marioneta, pero también una drástica sanción para la estación transmisora-, sino además de autoridades políticas, quienes han adelantado que endurecerán las penas contra quienes espeten discursos discriminadores u odiosos, que hasta ahora se consideran una falta grave, pero no un delito.

Es imprescindible reiterarlo. El Lagarto Murdock no es sino otra muestra del grado de oquedad al cual ha llegado la televisión chilena, en donde además parece que cada integrante cuenta con una mágica facultad de hacer algo peor a lo realizado el día anterior. Y la muestra más plausible de ese vacío es el humor, que puede ser resumido como la incesante y eterna utilización de las burlas propias de una sobremesa de en la cual se escupen comentarios hirientes hacia personas que no se encuentran en la sala. La diferencia es que al ser exhibidas en la pantalla chica, dichas befas, que por su connotación negativa y escaso aporte debieran permanecer en el entorno privado, son conocidas y luego difundidas por los espectadores. Luego, quienes se sitúan en la conducción y dirección de buena parte de lo que se proyecta a través de los rayos catódicos, son personas que conforman un perfil muy definido, que pertenece a una determinada clase social y que mantiene una fuerte identificación con poderes de orden económico, político y eclesiástico, cuando no son representantes directos de tales instancias. Dicho de modo sencillo, sólo hay cabida para los ricos y conservadores, en un modelo que constituye una de las tantas herencias de la dictadura militar, que por cierto controló con especial celo este medio de comunicación pues sus componentes intuían que tenía un potencia de alcance masivo. Finalmente, las personas que demuestran un pensamiento disidente, o pertenecen a alguna minoría, ya sea religiosa, étnica o sexual, permanecen excluidas de esta herramienta de divulgación y por ende sus propietarios se sienten con la libertad más absoluta para vomitar lo que se les antoje contra ellos, ya sea vía ataques emitidos "en serio" (la incontable serie de reportajes con pretensiones periodísticas acerca de los delincuentes y los manifestantes violentos) o por intermedio de risotadas de grueso calibre y que sólo se disfrutan cuando uno no es o no tiene cercanía o empatía con un afectado.

Ahora. El problema es que aquí se lanzó un chiste que resultó ofensivo para una comunidad, la judía, que cuenta con miembros entre los estratos más altos del país, entre quienes cabe mencionar a empresarios, congresistas, artistas y políticos que han fungido como ministros de Estado en varios de los más recientes gobiernos, independiente de la tendencia política con la que se identifiquen. La verdad es que, analizando la situación con un mínimo de profundidad, uno se pregunta por qué un libretista llega a cometer el desatino de tomar de modo banal el asunto del Holocausto, además con una intención abiertamente desagradable. Menos por el nivel de influencias de ciertos personeros de la etnia hebrea, que por el repudio general que provoca en el común de la gente lo relacionado con la Alemania nazi. ¿Quería inmolarse por algún motivo? ¿Se trataba de una versión en clave verbal de Jackass? Vaya uno a saber. Pero lo interesante es notar cómo la condición de adinerado y la facultad de enlazar contactos puede conseguir que en Chile se solidarice con quien se siente agredido. En especial, si se compara este incidente con uno ocurrido hace meses atrás, cuando los distintos dirigentes evangélicos reclamaron por las intolerables burlas espetadas contra ellos en el segmento "Las Iluminadas" contenido en el espacio "Morandé Con Compañía". Muchos se unieron en coro para acusar a los hermanos de tontos graves y de censuradores, cuando no de insinuar que se merecían esos insultos por su virulentas opiniones acerca de la homosexualidad. Incluso un animador de tendencia gay, Jordi Castell -compañero de canal de los guionistas de Murdock- llegó a justificar las bromas basado en ese último argumento (curiosamente, días atrás Kike Morandé, el animador y productor del programa que ocasionó la polémica, se refirió de modo poco amable a los amanerados, y el tal Castell hasta ahora no se ha pronunciado al respecto). Tal parece que quien no tiene temor a exponer sus opiniones en plena calle, aunque sea persiguiendo el bien de los demás, es un enemigo de la sociedad, mientras que quien ejerce presión de manera decisiva aunque silenciosa es una víctima a la que se debe compensar.

El Lagarto Murdock es sólo una variante llamativa, en términos superficiales, de lo que se viene haciendo en la televisión chilena desde hace décadas. Salvo de que en lugar de tratarse de un hombre de mediana edad que se ríe de quienes considera a la vez extraños e inferiores, es un mozalbete a quien le interesa únicamente la patineta (nada contra quienes emplean ese vehículo de transporte, aclaro). Y por eso, aparte de porque en apariencia no tiene poder, es que es posible presentarlo como irreverente. Por otra parte, la comunidad judía, a despecho de que se merece toda la comprensión del mundo, lo que implica de partida borrar cualquier asomo de antisemitismo, debe tomar en cuenta que ha logrado agarrar el mango de la sartén gracias a que su brazo cuenta con un considerable grado de influencia. ¿Defensa de la libertad de expresión? ¿Rechazo a la discriminación? No: sólo una demostración más de que este país es exclusivamente para ricos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El Servicio De Los Satisfechos


Una de las majaderías más insufribles entre los incontables lugares comunes que a diario suelen repetir los políticos de derecha, en especial quienes provienen de un partido confesional, es aquella en la cual se presentan como los únicos capaces de entregar un servicio desinteresado a los más desposeídos, debido a que gracias a su estrato social de origen -en general de medio alto hacia arriba- no requieren hacer de la actividad pública una profesión sobre la cual ganarse la vida. Con esa clase de razonamiento, además de contradecir a sus adversarios, que a su vez insisten en que una persona adinerada no puede comprender los problemas de los menos acaudalados porque jamás ha sufrido las penurias de éstos, de paso los tildan de interesados y de prestarle mayor importancia al éxito personal antes que a la mejora de la situación de quienes lo eligieron. Por lo que a manera de conclusión, se desprende que este tipo de conservadores es el sector del quehacer nacional menos propenso a la corrupción, puesto que ya han superado, merced sólo a su estatus, las ambiciones de enriquecimiento y escalamiento social que serían inherentes a la naturaleza humana.

Vamos a dejar de lado la connotación clasista que ese pensamiento contiene, ya que es tan fácil de deducir que resulta prescindible de ser descrita en un artículo. Tampoco nos detendremos en la contradicción que se manifiesta entre dicha argumentación y la forma de actuar de los dirigentes derechistas, los cuales nunca olvidan de cobrar sus dietas durante la jornada de pago. Sí compararemos estas sentencias con la conducta de estos conservadores más allá de sus visitas a los barrios populares y de los subsidios que autorizan y en muchos casos promueven en favor de los más desvalidos. Pues a poco andar se cae en la cuenta de que su proceder es muy diferente de lo que predican. Siempre acuden a las sesiones parlamentarias con el afán de entrabar aquellos proyectos de ley cuya aplicación podría reducir los niveles de miseria y de desigualdades económicas de manera más rápida y eficaz que sus propuestas, pero que tras ser promulgadas les significaría una merma en su caudal pecuniario, como por ejemplo sucede con las peticiones de aumento de impuestos, así como con la exigencia de dichos tributos sean directamente proporcionales al potencial monetario de los ciudadanos. Y no se trata sólo de atajar una iniciativa equis con una votación en bloque. Muy por el contrario, detrás de esos acometimientos se esconde un trabajo constante, para convencer a empresarios, líderes religiosos, colegas indecisos o de tendencia de centro e incluso a la opinión pública mediante debates en los mismos estamentos políticos o en los medios de comunicación. Es en definitiva una labor de hormiga, que combinada con la asistencia regular a las barriadas más vulnerables consume todo el tiempo disponible, motivos por el cual estos sujetos se ven obligados a desenvolverse con una remuneración mensual. Que en términos elementales, en realidad se la tienen bien ganada.

Lo que a la larga descubre el velo y queda al descubierto que la verdadera intención de estos individuos no es la lucha por la pobreza. Podría ocurrir algo semejante, en el marco de la religiosidad que expresan, ya sea de manera sincera o aparente (hay de los dos casos). Pero mientras acusan a sus adversarios de perseguir el aumento de estatus, ellos mismos tratan por cualquier medio de permanecer arriba, cuidando de que nadie se les asome pues compartir ese estándar tarde o temprano devendrá en la cesión de un parte de su caudal. Demuestran, finalmente, esa misma naturaleza ambiciosa que aseguran es inherente a la humanidad. Y que no han superado, sino que sólo la han adaptado a su condición de clase. Están sobre los demás pero no términos espirituales, sino puramente económicos. No obstante que la posesión de dinero les permite construir una imagen en torno suyo que los presenta como altruistas, lo que en un lapso breve se transforma igualmente en un aumento de caudal. Quizá no monetario, porque en ese aspecto ya no tienen más que acaparar (aunque quien se encuentre atrapado en esa espiral siempre sentirá que le faltan vetas de las que extraer billetes), pero sí en términos de aceptación masiva y de elogios externos, al ser admitidos como ricos desprendidos a los que no les preocupa perder un extracto de su fortuna si eso contribuye a que otros sonrían. Es decir, valorados como personas que han alcanzado puntos casi máximos no sólo en cuestiones que se miden con bienes materiales. Negocio redondo. Una meta por la que siempre se desvelan los más conservadores.

Una motivación escondida que de seguro experimentó Pablo Longueira -visiones de formadores aparte- cuando decidió renunciar al ministerio de economía para tornarse el candidato presidencial de su partido. Claro que pudo tratarse de un sacrificio, como aseveró en la conferencia de prensa. Pero sucede que el tipo venía anunciando de hace varios años su retiro de la política pública, pues consideraba que su tarea estaba hecha. De hecho no abjuró de su cartera antes con el propósito de concretar un desafío hacia el Senado, justamente en base al sentimiento recién mencionado. En su fuero sabe que no va a terminar siendo electo presidente, pero a cambio un excelente premio, más que de consolación, consistiría en reforzar la lista parlamentaria de su colectividad, bastante alicaída según las encuestas. Ahí reside la idea: en dejar huevos. Producir para el futuro como lo planteaban los socialistas latinoamericanos en la década de 1960. No en el propósito de conseguir la anhelada y por momentos utópica igualdad social. Sino en que se selle la permanencia de un sistema en donde, más allá de las limosnas y regalías, sus hijos y nietos -numerosos en este grupo de políticos- mantengan el estatus e incluso aumenten su acumulación de recursos.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Vivienda: Entregar Para Quitar

No sé si el gobierno ha comenzado a llevar adelante la iniciativa, pregonada hace ya tres años, de confiscar aquellas viviendas otorgadas a través de los subsidios sociales que tras un largo tiempo desde su asignación aún no han sido ocupadas por sus beneficiarios. Si ya han empezado a aplicar esta medida, podría estar sucediendo que los encargados de ponerla en práctica consideren que todavía no se ha cumplido con un plazo prudente como para juzgar que un determinado grupo de personas se merece el desalojo. O bien, ya se ha ejecutado más de un desahucio, pero los medios de prensa no lo han informado, quizá debido a que esta decisión ha sido presentada por las autoridades como un mecanismo de control a fin de evitar que ciertos inescrupulosos se aprovechen de los programas de ayuda que ofrece el Estado.

Eso, a pesar de que para discurrir una determinación de ese talante se requiere un nivel no menor de insensibilidad. Primero, porque las casas que se asignan mediante el subsidio público cuentan con la característica de no estar ubicadas en el radio en que se suelen desenvolver sus potenciales habitantes. Dado que en Chile no existe una regulación sobre el precio de los suelos, su valor queda completamente sujeto a los vaivenes mercantiles. En dicho marco, la relación de costes tiende a ir en directa relación con la distancia de un terreno del centro de una ciudad: si el paño está más cercano a este punto, será más caro, y conforme se vaya alejando, la cantidad de dinero que se exija para su compra irá disminuyendo. Finalmente, las parcelas más baratas -y las cuales el Estado está obligado a adquirir, ya que sus funcionarios se encuentran a su vez obligados a evadir cualquier sospecha de que se están pagando lujos con los fondos de los contribuyentes- son no ya las que se hallan disponibles en la periferia de las urbes, sino abiertamente en zonas rurales, con todos los problemas de traslado y acceso a servicios esenciales -centros educaciones, laborales o de salud- que ello implica. Además, es bastante común el caso de aquellas familias que se ha desarrollado en un sector equis de una villa y no obstante reciben una vivienda ubicada en el extremo opuesto. Lo que en metrópolis de tamaños siderales como Santiago -con una enorme cantidad de municipios- es un factor mucho más que de peso.

Es, junto con la exigencia de la cancelación de los dividendos en aquellos casos en los que el beneficio es sólo parcial, una de las principales causas de que algunas -una reducida minoría de todos modos- familias decidan ceder sus casas otorgadas por el Estado en arriendo, no necesariamente a otras personas, sino también para ser usadas como bodegas de acopio, cuando no permanecen simplemente vacías. Sin embargo, ni siquiera si en una determinada situación no confluyen estas excusas, debe erigirse un motivo para confiscar las viviendas asignadas. Y no por respetar aquel principio de lo que se da no se quita. Porque cuando el erario público le entrega un beneficio a algún ciudadano, se supone que lo está incentivando a superar su actual condición mediante una suerte de capital semilla. Luego, un bien, se trate ya de un inmueble o de cualquier otro elemento, se transforma en un factor de inversión. Es una ayuda inicial que permite contar con una base sustentable que le permita al individuo desenvolverse en el entorno. Por lo que dicho sujeto está en su total derecho de elegir el camino que considera adecuado con el afán de sacarle provecho a lo que se le ha ofrecido justamente para aquello. En tal sentido, quien opta por alquilar su casa sólo le está sacando partido a una posesión que le pertenece, haya sido regalada o no, y buscando el pasar más adecuado para los suyos, que es lo que a la larga esperan y desean los representantes del fisco. Recordando que en ciertas ocasiones, como la que se mencionó al inicio del párrafo, tal acuerdo sirve para cubrir las cuotas restantes, coyuntura que en este país es especialmente delicada debido a las peculiares condiciones que impone el sistema de cambio, la mal afamada unidad de fomento, que se reajusta a diario, con el cual se mide la adquisición de una propiedad, incluso las que se construyen para ser destinadas a subsidios.

Fuera de que al menos en la mayor cantidad de situaciones que las autoridades pretenden pasar por anómalas, las viviendas están efectivamente habitadas. Más atención se debería colocar a aquellos casos de inmuebles en manos de propietarios privados que sus mismos dueños han mantenido abandonadas por años en forma deliberada, incentivados por el asunto de la especulación. Casas que por lo demás, en diversas ocasiones se acaban tornando en refugios de indigentes, adictos o delincuentes, y que de manera adicional se deterioran en forma paulatina. En algunos lugares se cobra un impuesto a quienes mantienen estos sitios desocupados por un lapso prolongado de tiempo. Podría imitarse dicho ejemplo acá, en vez de echarle la culpa a los sospechosos de siempre.















miércoles, 1 de mayo de 2013

Sombras de Antares

Escribo a pocas horas de confirmarse que Ramón Castillo, alias Antares de la Luz, se ha suicidado colgándose de una viga en un edificio abandonado del Cuzco que según los vecinos estaría embrujado. Triste y a la vez simbólico -a propósito de que hablamos de un criminal con pretensiones místicas- final para quien se presentó ante sus seguidores como un dios y un salvador del planeta, y que en esa condición no dudó un solo instante en inmolar a su hijo recién nacido con el afán de impedir el apocalipsis que según algunos iba a ocurrir en diciembre de 2012.

Han aparecido expertos quienes han advertido que se ahora se debe poner cuidado en los discípulos de Castillo, casi todos encarcelados a la espera del juicio que en donde se busca determinar si fueron o no cómplices de la incineración del bebé, ya que podrían imitar a su líder. La excusa para formular tal teoría está sostenida en la evidencia que ofrecen casos anteriores, a nivel internacional, en que diversos movimientos sectarios, luego de que sus integrantes han sido sometidos a una sostenida presión de parte de agentes exteriores, a causa tanto de ciertos comportamientos de los miembros de la organización cuestionada, pero igualmente de observadores poco informados cuando no simplemente inescrupulosos, acaban tomando la determinación de eliminarse. Drástica opción que empero suele estar acompañada por las características peculiares que presenta su misticismo, que los impulsa a pensar que su mensaje divino ha chocado con la actitud de un mundo enceguecido y pecaminoso que en la mejor de las situaciones no los comprende, y que por regla general los ataca porque está impregnado de ese mal que los arrastra a oponerse a todo lo que provenga de los dioses. Bajo este razonamiento, se asevera que mismo Antares deambuló por ese camino, al terminar sintiendo que era un ente demasiado elevado como para ser aceptado por humanos egoístas quienes le entregan mayor importancia a un lactante que al universo entero. De cualquier forma es una tesis que cuenta con bastante asidero en la realidad, si se revisa la incontable cantidad de megalómanos que han elegido ese final cuando las circunstancias les son adversas, arguyendo que el vulgo no los merece. Y no sólo delirantes religiosos, sino también caudillos políticos como Hitler.

Sin embargo, para justificar tal llamado de atención es imprescindible contar con las pruebas suficientes que lleguen a afirmar que los seguidores de una secta aún muestran una conciencia cerrada en torno a su mentor. Y en lo que respecta a los discípulos de Antares, parece que ya no son tan incondicionales. Podrían haber demostrado un grado de devoción mucho más alto antes del infame holocausto, pero en la actualidad existen señales que indican que al menos varios de ellos han experimentado un cambio. Para empezar la mayoría de los recién encartados se entregaron de modo voluntario a los tribunales, y no se debe olvidar que fue una denuncia surgida al interior del grupo la que finalmente dejó al descubierto este macabro hecho, ya que la policía estaba investigando un tráfico de estupefacientes (indagatoria que además habría sido sobreseída pues se trataba de ayahuasca, que en Chile no está calificada como droga ilícita). Otro antecedente a considerar es el abandono que estas personas habían sufrido de su propio fundador, quien frente a la mínima posibilidad de verse encarcelado huyó sin pensarlo dos veces al extranjero, quedando estos dependientes en el más absoluto desamparo, nada menos que de parte de un dios, el cual sólo atinó a aconsejarles, más bien a decirles a la pasada, que se "hicieran los locos", como cualquier timonel que arranca apresurado cuando se atisba el enemigo a lo lejos, sin importarle la suerte de sus dirigidos. En ese contexto, estos componentes, por el momento tras las rejas, de seguro se preguntan cómo una gran divinidad no fue capaz de demostrar la totalidad de su fuerza y protegerlos de la chusma que se les avecinaba. En síntesis, es probable que ya hayan comenzado a renegar de su fe, como le ocurre a cualquier creyente cuando presiente que su protector lo ha dejado solo. Y en el incidente que nos convoca, esta reacción puede ser más pronunciada, pues aquí el divino no se encontraba en las alturas sino que, encarnado, compartía con ellos.

A esto se deben añadir determinadas circunstancias, como que los seguidores de Ramón Castillo siempre fueron un grupúsculo reducido, de no más de doce individuos, que además ni siquiera tenían un nombre común que los identificara (siempre se ha hablado solamente de la "secta asesina"). Y si bien su composición puede ser comparada con  el colegio de los apóstoles de Jesús, al menos los evangelios dejan en claro que el Mesías tuvo, aparte de este cuerpo de élite, unos setenta administradores de segundo orden, sin contar que todos ellos se abocaban a la práctica de predicar con el afán de lograr la conversión de la más amplia cantidad de sujetos posible, muchos de quienes terminaban por plegarse a la empresa del maestro. La percepción de que a fin de cuentas eran un grano insignificante que se tornó conocido por un acaecimiento más maligno que benigno de seguro terminará horadando sus conciencias, bastante más que la idea de que la gente común opta por destruir a los emisarios divinos antes que hacerles caso. Por último, si se suponía que el sacrificio ritual del bebé tenía como misión preservar la existencia de la humanidad y de las demás especies, ¿por qué Antares resultó muerto, más encima por sus propias manos? La misma vida del dios que aseguraba esa condición, finalmente se diluyó, de un modo que en nada se parece a la épica y por ende no puede ser comparado con los gloriosos decesos míticos. No cupieron señales, ni relámpagos, ni cánticos angelicales o de cualquier engendro arriba de las nubes. No habrá pues espacio para que sus antiguos seguidores lo imiten, porque ya han comprendido que tal holocausto, como el del lactante, será en vano.