domingo, 20 de diciembre de 2015

Los Primeros Pensionados Pobres

Más que nunca, en sus ya casi tres décadas de existencia, en la actualidad han arreciado las voces críticas al sistema de pensiones de las AFP. Desde luego, existen, como en el pasado, opiniones a favor de ellas, pero a diferencia de lo ocurrido hasta hace quince años, dichos elogios apenas son audibles entre la amalgama de ciudadanos que exige explicaciones por las exiguas sumas que incluye cada jubilación. Muy distinto a aquellas épocas en donde esta estructura no sólo era considerada incuestionable en base a la eficiencia que mostraba en términos macro económicos, sino que además los medios masivos de comunicación la presentaban con un aire chovinista al recalcar las alabanzas que ocasionaba en expertos extranjeros y en gobiernos repartidos por distintas partes del globo que declaraban sus ansias de aplicarla en sus respectivos países.

Desde que se fundó, el sistema de AFP siempre ha estado bajo sospecha. Y no porque haya sido creado durante una dictadura que no permitía objeciones a su modo de actuar. Los datos empíricos son más que suficientes para no sólo comprender, sino también apoyar las protestas de trabajadores que en lugar de vivir la esperada vejez digna, pasan sus últimos años en constante angustia, buscando ingeniárselas con pensiones que no les alcanzan para subsistir. Sin embargo, por primera vez los reclamos no se circunscriben a los empleados que han sufrido en carne propia las injusticias de una estructura que no fue diseñada pensando en su beneficio, ni a los intelectuales que cuentan con una mochila ideológica detrás. Ahora, los alegatos provienen de personeros públicos, representantes de un amplio abanico político, que cuentan con las herramientas para modificar la legislación vigente. A los cuales se les han sumado representantes del poder judicial, organizaciones sociales, colectivos sociales y hasta integrantes del espectáculo y la farándula. Todos ellos, invitados permanentes a los espacios de radio y televisión, donde expresan abiertamente su rechazo a estas administradoras, y ya no tienen el temor de ser censurados ni ridiculizados por un locutor que coloca por delante la eficiencia y la alabanza internacional. Esa se ha tornado una responsabilidad casi exclusiva de los defensores, quienes además han tenido que desempolvar de sus estanterías argumentos en favor de su postura que ni siquiera imaginaban hace unos años atrás que iban a verse obligados a usar.

¿Por qué el descontento, o al menos la pérdida del temor, se ha vuelto tan amplia y general? Un sociólogo del montón responderá con la monserga de siempre: que en estos tiempos existe una apatía y un descontento que atraviesan todos los recovecos de la comunidad lo que a la larga se traduce en pérdida de respeto hacia la autoridad mediante la desconfianza. Es una explicación admisible, en especial si uno pone atención al ritmo que están tomando los acontecimientos tanto a nivel nacional como global. Sin embargo el asunto no se agota aquí. Hay una serie de causas, algunas de las que se pueden encontrar en la vieja y siempre presente conveniencia individual. Ocurre que de aquí a algunos años más, nos hallaremos frente a la primera generación de trabajadores que ha cotizado durante casi toda o al menos gran parte de su vida laboral en una AFP, y quienes ya están vislumbrando la posibilidad de que sus respectivas jubilaciones les significarán una merma considerable en su nivel de ingresos, que los puede dejar en una situación mucho peor que sus colegas ya pensionados y que no han cesado de reclamar, los cuales han minimizado esos reveses porque contaban con ahorros medianamente importantes en el antiguo sistema. Y dentro de esta camada de nuevos retirados, existen personas influyentes, y una amplia gama de profesionales bien remunerados que de seguro experimentarán una drástica disminución en los dineros que les llegarán en su vejez versus lo que reciben actualmente.

Se trata, entonces, de evitar una situación que en poco tiempo más será palpable en su cara más amarga. Los miles de jubilados, algunos de ellos con determinada influencia social, que estarán viviendo una potencial vida de miseria y abandono. Y que dejarán al descubierto las consecuencias más oscuras de décadas de aplicación del sistema de AFP, cuando ya sea demasiado tarde para efectuar las necesarias correcciones. Es cierto que a la larga a estas personas los motiva la protección de su propio bolsillo, pero si eso finalmente consigue enmendar el rumbo de una estructura que es capaz de reducir a miles de ciudadanos a la peor pobreza en favor de unos cuantos, bienvenido sea. Que las lamentaciones posteriores y la conmiseración no solucionan las cosas.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los Empresarios Quejumbrosos

Nuevamente las cifras dan cuenta que se está viviendo una etapa de bajo crecimiento económico que en cualquier momento puede desembocar en una recesión. Ante ello, ciertos grupos de empresarios y de expertos exigen que las autoridades tomen una medida ejemplar y en ese marco sugieren que sea retirado el proyecto de ley sobre reformas laborales que lleva casi dos décadas entrampado en el parlamento y que siempre se transforma en la piedra de tope en estas coyunturas. Se asevera que no es el momento adecuado para insistir con dicha iniciativa, afirmación vaga, con pretensiones de ser políticamente correcta, que se intenta pasar como el resultado de esforzadas elucubraciones intelectuales de supuestos entendidos: con la cual básicamente se busca evitar decir que no se puede legislar en favor de los trabajadores porque a los empleadores les significa pérdida de dinero y de poder, hechos que no suelen aceptar en circunstancia alguna, pero que en una situación de contracción, pueden usar como pretexto para dejar de abrir negocios o incluso de cerrar los que ya tienen en marcha, sin percibir una evaluación negativa por ello.

Independiente de la opinión de los economistas -que de seguro cuentan con argumentos sólidos para apoyar una u otra postura-, ¿no que los empresarios se definen a sí mismos como emprendedores? ¿Y que ese calificativo implica la asociación con otros, como el de innovadores? Tal vez se trate de una relación arbitraria, efectuada con fines propagandísticos, pero que es repetida hasta el cansancio por quienes tienen asalariados a su cargo, así como por quienes los defienden y admiran. Al extremo que se considera una de las bondades características y prácticamente exclusivas del capitalismo liberal, la de proteger la iniciativa individual -o mejor dicho, personal-, permitir que se desarrolle sin trabas de ninguna especie (entre las que puede cabe un amplio abanico que va de la falta de oportunidades, pasando por el cobro de impuestos hasta la intervención pública en asuntos delicados como el bienestar social), pues de las particularidades de cada uno salen las ideas que a la postre generan riqueza y mejor pasar. Y los empleadores son la prueba más visible de ese predicamento, que entre otras cosas, permite la supervivencia del sistema monetario.

Entonces, ¿por qué en lugar de estar quejándose, los empresarios no practican lo que se supone es su rasgo más palpable, y no se dedican a emprender -que de ahí viene empresa- y a innovar? Si son los llamados a salvar la situación -y ellos mismos se catalogan así- debieran actuar en consecuencia y estar creando las fórmulas para superar los problemas que los afectan, en lugar de culpar a quien está al lado. Por cierto, una conducta que no concuerda con las actitudes que debiera tener un capitalista, donde se insiste en no hacer responsables a otros de coyunturas de las cuales la persona, por su condición de individuo único e irrepetible y en pleno uso de sus facultades, es capaz de salir por sus propios medios. Es la vieja y reprobable tendencia del cojo que le endilga las causas al empedrado. Se supone que los emprendedores son capaces de revertir las situaciones adversas en beneficio propio y de los demás. ¿Por qué no podría ocurrir igual cosa con las odiosas reformas laborales? Y no me refiero a buscar resquicios legales que acaben dejando la situación, al menos en la práctica, al mismo nivel que exhibía antes de la aprobación del cuerpo legal, por si acaso. Algo que por estos pagos es relativamente común.

Es curioso que algunos, tan sólo al oír de mejores a la cuestión laboral, salten de inmediato aseverando que perjudicará el crecimiento. Lo más irónico es que son los mismos que después en los foros empresariales insisten en que el innovador supera todas las adversidades y que una crisis no debe ser mirada en ese sentido sino como una oportunidad. ¿Qué, hay cosas que ni siquiera la acumulación de capitales puede resolver? La verdad es que más bien, algunos no las quieren solucionar.