domingo, 23 de mayo de 2010

Con Cara de Judío

Lo del comentarista deportivo aficionado -porque no tiene ningún título de periodista, sino de ingeniero comercial- Mauricio Israel roza lo patológico. Aunque, como todos los que siguieron el mismo camino, fueron las circunstancias y la irresponsabilidad compartida con otros los factores que lo arrastraron. Tras hablar unos cuantos años de fútbol en varias estaciones menores -a las cuales probablemente llegó amparado por el compadrazgo que podía ofrecerle su padre, el publicista Alberto Israel-, y creyendo que el nivel de exposición que entrega tal trabajo, más aún si se es un tipo con altos grados de carisma y oratoria, es la justificación para erigirse en una suerte de gurú o guía espiritual, de cualquier cosa menos de lo relacionado con las actividades atléticas; es contratado por Megavisión, el canal que mezcla del modo más perfecto posible chabacanería con moralina hipócrita, y luego de un breve lapso analizando resultados dominicales y tácticas de juego (dentro de los límites de tiempo y de presión comercial que tiene la televisión, especialmente en emisoras que se fijan como casi exclusiva meta la sintonía y la masificación), fue premiado, trasladándosele a los matinales y a los seudo espacios de conversación, donde desplegó toda su versatilidad señalando con el dedo a quienes mantenían, por una u otra causa, deudas impagas con las casas comerciales, los bancos o con cualquier entidad que otorgase préstamos a interés. Lo hacía en parte por voluntad propia, pero era indudable que igualmente cumplía órdenes de un patrón que tiende a disimular la falta de calidad con bisutería mojigata. De cualquier manera, el sitial de honor le duró hasta fines del 2008, cuando, aprovechando su condición de judío, debió huir a Israel con el propósito de despistar a los acreedores que ya discurrían la opción de atarle la soga al cuello. Por cierto, entre quienes lo acosaban para que pagase, se encontraban familiares cercanos y sus más entrañables amigos. Aunque hace unas semanas, efectuó una visita relámpago a Chile, para firmar un compromiso de dudoso cumplimiento, cuyo efecto más plausible, fue detener las acciones judiciales que lo estaban atosigando, incluso a orillas del Mar Muerto.

Al margen de tratarse del enésimo sujeto que condena o prohibe una cosa que practica en secreto, lo interesante en el caso de Mauricio Israel es hurgar en las causas que lo impulsaron a endeudarse al extremo de la irracionalidad. Según declaraciones propias y testimonios de sus cercanos, lo hacía para comprar ropas caras y mejorar su aspecto físico, pues se consideraba feo y escasamente atractivo para las mujeres. Al parecer, no le advirtieron, o él mismo no quiso entender, que cuando un hombre cuenta con una fuerte suma de dinero -y el comentarista de marras la tenía, al menos en su paso por Megavisión-, de igual manera puede dar por sentado que no dormirá solo cada noche; y eso, independiente de sus preferencias sexuales. Pero lo que genera más intriga, y a la vez una mayor dosis de morbo, es que a la par con sus complejos, Israel sentía un henchido orgullo por su origen étnico, al punto de que en varias ocasiones se querelló por injurias cuando alguien le recordaba de manera poco feliz que era judío. Y para inflar su pecho, lo favorecía no sólo su apellido, sino además su rostro, el mismo del cual se avergonzaba en cada oportunidad que estaba solo frente al espejo del cuarto de baño. La suya es una cara de hebreo arquetípica, como la de Woody Allen o Steven Spielberg, por citar un par de ejemplos. Y si bien dicha faz se enmarca en la concepción del nerd, que tiene ciertas connotaciones negativas, a vuelta de página se halla completamente integrada a la sociedad estadounidense, al punto de ser presentada como una de las tantas imágenes del triunfador.

Nos encontramos, pues, ante un nuevo caso de una conducta privada discordante con el discurso público, y por partida doble. Ya que Mauricio Israel no sólo aprovechaba los micrófonos para despotricar contra modestos deudores que sin duda tenían un motivo para dejar de pagar ajeno al simple deseo de no hacerlo, mientras él, con una abundante cantidad de recursos, empero contraía compromisos pecuniarios exorbitantes e irreales. Sino que además le prestaba un flaco favor a su raza, respecto de la cual siempre se mostraba como un defensor a ultranza. Puesto que, no lo olvidemos, los judíos suelen ser vistos como eficientes administradores de su dinero, llegando a ser acusados de tacañería. Y aquí aparece un nuevo elemento propio del morbo: Israel renunció a la facultad ahorrativa atribuida a los suyos, para eliminar de su cuerpo ciertos rasgos étnicos. Un recoveco digno de analizar, aún cuando su insistencia puede arrastrar al inquisidor a los terrenos desafortunados del antisemitismo.

De cualquier manera, me parece que Mauricio Israel no es el exclusivo culpable de sus desgracias. Retomando lo anotado en el primer párrafo, se dejó llevar por las luces del espectáculo y las instrucciones de su empleador. El periodismo deportivo, al cubrir una actividad cuyos éxitos dejan a todos felices, queda prácticamente inhabilitado de trascender a campos como la política o la religión. Luego, esta limitación se convierte en una capacidad de soportar todo tipo de opiniones, desde las más controvertidas -por su nivel de calidad- hasta las más banales y extravagantes. Si un comentarista carismático afina sus armas en la información relevante al mundo atlético, no es difícil que a poco andar se torne un personaje conocido y un líder mediático. De ahí a sentirse con atribuciones casi místicas para guiar a la gente en todos los aspectos de su vida, cabe un paso. El que fue dado por el sujeto de marras, obnubilado por la fama, el egocentrismo, la suculenta oferta de Megavisión y la actitud propia de un miembro de la farándula -tanto por el círculo en el cual acabó moviéndose Israel, como por su conducta frívola a la hora de gastar y contraer deudas-. Estoy seguro que este individuo siquiera se creyó buena parte de lo que vociferaba, lo cual de seguro debió ser invención de un guionista, quien a su vez, actuó de acuerdo a las directrices señaladas por su patrón.

domingo, 16 de mayo de 2010

Las Mentiras Autocumplidas

Parece que el llamado "tercer secreto de Fátima" es en realidad un complejo e interminable listado de vaticinios hechos al gusto de la situación personal y de la época contemporánea del intérprete. Porque Wojtyla, con el fin de acabar con años de ridículas conjeturas, reveló que tal mensaje oculto detallaba el intento de asesinarlo que él mismo sufrió en 1981. Sin embargo, su sucesor, Ratzinger, en una reciente visita a Portugal, ha indicado que el ya trillado secreto detalla las tribulaciones que debería enfrentar la iglesia católica en general y el papa en particular, producto de las acusaciones insidiosas de ciertos individuos interesados en que la estructura romanista se desplome definitivamente. Léase, los casos de pedofilia, que la curia reconoce; pero que acto seguido, siente que han sido exagerados por los enemigos de costumbre. Ahora: los voceros del sumo pontífice recalcan que en realidad, el oráculo se refiere a la totalidad de ataques que recibirá el catolicismo en el denominado "fin de los tiempos", los cuales serían constantes y sucesivos, y motivados por un denominador común: conseguir la ya mencionada destrucción de su aparato institucional, como parte de un intento por destruir la fe cristiana, en la persona de su única instancia religiosa que alabaría a Dios de la manera correcta.

Nótese que en el párrafo anterior no ha sido empleado el término "profecía", debido a que se pretende encontrar una coherencia con el título del artículo. Porque esa palabra, al menos en el marco de la teología cristiana, sólo puede ser usada cuando nos encontramos ante un texto comprobadamente auténtico. Y el vaticinio de Fátima, de forma clara y concluyente, no lo es. No debido a que se preste para las conclusiones antojadizas de intérpretes inescrupulosos, pues, después de todo, cualquier escrito o anuncio de esta clase, por sus propias características, corre el riesgo de ser manipulado en favor de personas interesadas. Sino porque cualquier pronóstico expresado en clave profética, fue cumplido tras la muerte y resurrección de Jesús. Más aún: la misma Biblia advierte acerca de las señales equívocas que incluso pueden ser enviadas por ángeles, y condena con estilo vehemente la "actitud de quedarse mirando al cielo", como la de los apóstoles que permanecieron un buen rato con la boca abierta contemplando las nubes que circularon por la atmósfera tras la ascensión de Cristo. De aquí hacia adelante, los discípulos del camino ya sabemos, o deberíamos saber, que todos los recursos están dados y a disposición de quien los tome, a fin de predicar el evangelio antes que acontezca la Parusía. Es cierto que tanto el propio Señor como algunos autores neotestamentarios -Pablo, Pedro, Judas, Juan-, anticipan que vendrán individuos contrarios a la difusión del mensaje salvífico, que harán todo lo posible por neutralizarlo. Pero la presentan como una actitud común al periodo inmediatamente posterior a la subida de Jesús, que puede ser entendida como el típico rechazo a lo novedoso. Además, los líderes espirituales crean detractores con la misma rapidez que obtienen seguidores, y ese fenómeno se puede constatar a lo largo de la historia.

Los mismos escritores antes mencionados, recalcaron que, independiente de que un cristiano tenga el don de interpretar exactamente una profecía bíblica, empero la tendencia a formular vaticinios propios es abominable a los ojos de Dios y constituye un grave pecado. De hecho, esta conducta fue la que motivó a acuñar la expresión "falso profeta", pese a que hoy cuenta con un campo de aplicación bastante más amplio. En algunas traducciones, su equivalente en koiné suele ser traducido por "charlatán": en cualquier caso, es perfectamente equiparable al significado del vocablo "hereje", tan recurrido por el catolicismo. Y en especial, en las Escrituras se coloca énfasis en el garrafal error de fijar fechas para el término del mundo y la segunda venida de Cristo -que en este contexto, son dos acontecimientos interdependiente e inseparables el uno del otro-, incluso cuando tales calendarizaciones son intencionalmente inexactas, como sucede dentro de la iglesia católica. Por cierto, resulta anecdótico constatar cierta similitud en las actitudes del papa y las de determinados milenaristas de cuño protestante surgidos en el Estados Unidos decimonónico, como Charles Russel o H. H. White. Ambos, y varios otros, indicaron el día y la hora exactos en los cuales iba a acaecer la Parusía. Al obviamente fallar en sus predicciones, se defendieron diciendo que habían cometido un ligero error de cálculo, y tras un breve tiempo dedicado a la "corrección", pronosticaron una nueva fecha, lo cual también fracasó. Al final, la única certeza que quedaba para los espectadores y sus propios fieles, era que estos aprendices de Delfos eran pésimos matemáticos.

En la iglesia católica ocurre algo muy parecido. Un cambio brusco en la sociedad les hace ver que erraron el oráculo, y para evitar reconocer públicamente el desaguisado -y de paso, no ser considerados un hazmerreír-, modifican su contenido y tamaña sorpresa: era similar a lo que estamos padeciendo ahora. Y de manera inverosímil, se ponen a la altura de los mormones, los adventistas o los jehovistas. Como estos últimos, incluso se aprovechan de eventos históricos que de manera fortuita les sirven para salvar sus vaticinios: por ejemplo, los repartidores de la Atalaya, entre sus varios tanteos, determinaron un enésimo acabo de mundo para comienzos del siglo XX. Desde luego que los cataclismos pasaron nuevamente de largo; pero sucede que en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, conflagración de la cual se han valido para afirmar que Jesús ha retornado a la Tierra, en una rebuscada explicación que intenta convencer de que la Parusía se está desplegando de manera episódica. Tal vez hasta allá llegue el romanismo: después de todo, fue también en los albores de la centuria pasada, cuando supuestamente se suscitaron las apariciones de Fátima.

domingo, 9 de mayo de 2010

Imágenes del Patetismo

Tras repasar una y otra vez el video que muestra a las autoridades civiles y militares en ejercicio el veintisiete de febrero, desorientadas y desencajadas, formulándose preguntas entre sí, sin la esperanza de encontrar una respuesta, y comprobando con una mezcla de desesperación y resignación, que poco y nada podían hacer ante el violento terremoto acaecido unas horas antes, no tanto por la falta de recursos, la falla de los mecanismos de alerta o la imposibilidad de constatar el grado de acierto de cada decisión; sino más bien producto del desengaño respecto del real nivel de reacción que tiene el país al momento de ser desafiado por una catástrofe natural de esta envergadura, el cual por cierto, era muy inferior al que los propios encargados creían. Una revelación que arrastra, como el tsunami que afectó las costas de la zona central chilena esa noche -y que los protagonistas del registro audiovisual descartan una y otra vez-, tanto al pueblo como a sus gobernantes, aunque el nivel de desintegración de cada estamento es diferente dependiendo de su grado de responsabilidad y del rol que cada uno juega en la vida nacional.

Analicemos las cosas por partes. Es cierto que Michelle Bachelet es, en el peor de los casos, la menos culpable de todos quienes se reunieron esa fatídica -para el país, por la tragedia experimentada, y para ellos, por la irremediable pérdida de su prestigio- madrugada. Pocas opciones tenía de revertir el grado de desidia y de negligencia delictual de los representantes de las Fuerzas Armadas, en especial de los de la marina. Quienes, además, no se veían muy dispuestos a obedecer órdenes de un gobierno al cual le quedaban dos semanas de mandato, antes de ser sustituido por otro de signo político totalmente distinto. Pero tal muestra de desacato es un reflejo de todos los cuestionamientos que no sin pruebas contundentes se le formularon a la entonces presidente: que carecía de liderazgo, que sus atributos tenían antes que nada una repercusión meramente mediática, que mostraba una ignorancia supina en una importante cantidad de temas, y que anteponía su condición de mujer y los estereotipos que se le atribuyen al género -debilidad, trato suave y maternal- cuando le recalcaban sus defectos. Todo esto sale a la luz en la filmación de marras con pasmosa evidencia, pues los espectadores son testigos de cómo un jefe, o en este caso jefa, es incapaz de imponer sus términos, lo cual genera una situación risible que a la vez da pena.

En especial, porque durante su legislatura, aunque en instancias diferentes a las que nos atañe, Bachelet sí mostró una tenue aunque definitiva capacidad de liderazgo. Fue en los instantes en que le correspondió reprimir a los movimientos sociales, sobre todo a las comunidades mapuches. Por recomendación de ciertos asesores, desde luego, que le aconsejaron por allá por el 2007, aplicar ciertas dosis de mano dura para así salvar su gobierno y al menos estabilizar su popularidad. Lo que con ayuda de míseras limosnas -que en un país con altos índices de injusticia social como Chile, siempre son bienvenidas- consiguió su objetivo. Allí había coordinación para asesinar a indígenas desarmados que sólo reclamaban sus derechos. Y los recursos humanos, económicos, técnicos y logísticos siempre se proveyeron a destajo, incluso para levantar un sólido edificio de acusaciones falsas, como ocurrió con la cineasta Eliana Varela. El asunto fue tratado, en estos cuatro años, como una situación de guerra interna, sólo que el otro bando no era aceptado como legítimo. De igual modo, las Fuerzas Armadas chilenas contaban con un imponente poderío para contrarrestar un enfrentamiento bélico internacional, que todo sabemos, jamás se producirá. Armamento que además, fue reforzado en cantidades estratosféricas por la última legislatura. Adicionalmente, cabe consignar que Chile que más gasto militar ostenta en América Latina, superando por sí solo al resto del subcontinente.

Al final, la oblonga mandataria obró como cualquier régimen totalitario de características militaristas. Se envalentonó cuando al frente tenía a manifestantes incapaces de devolver el golpe, y que formaban parte de su propio pueblo. Pero cuando había que defender a ese mismo pueblo, se develó como una inepta incorregible. Cuando se recuerda a ministros y subsecretarios anunciando ese veintisiete de febrero, que se descartaba la alerta de tsunami mientras las olas barrían con el litoral central, resulta imposible no comparar dichas intervenciones con sus llamados a aplicar medidas preventivas en asuntos como el conflicto mapuche o las protestas de los secundarios. Ahí sí que el aparato público actuó con eficiencia. Porque había que matar a algunas personas molestas para ciertos grupos de poder. Ahora ese resultado podía conseguirse valiéndose del procedimiento opuesto. Para que los representantes de los mismos grupos tuvieran la oportunidad de enriquecerse aún más con la especulación.