domingo, 9 de mayo de 2010

Imágenes del Patetismo

Tras repasar una y otra vez el video que muestra a las autoridades civiles y militares en ejercicio el veintisiete de febrero, desorientadas y desencajadas, formulándose preguntas entre sí, sin la esperanza de encontrar una respuesta, y comprobando con una mezcla de desesperación y resignación, que poco y nada podían hacer ante el violento terremoto acaecido unas horas antes, no tanto por la falta de recursos, la falla de los mecanismos de alerta o la imposibilidad de constatar el grado de acierto de cada decisión; sino más bien producto del desengaño respecto del real nivel de reacción que tiene el país al momento de ser desafiado por una catástrofe natural de esta envergadura, el cual por cierto, era muy inferior al que los propios encargados creían. Una revelación que arrastra, como el tsunami que afectó las costas de la zona central chilena esa noche -y que los protagonistas del registro audiovisual descartan una y otra vez-, tanto al pueblo como a sus gobernantes, aunque el nivel de desintegración de cada estamento es diferente dependiendo de su grado de responsabilidad y del rol que cada uno juega en la vida nacional.

Analicemos las cosas por partes. Es cierto que Michelle Bachelet es, en el peor de los casos, la menos culpable de todos quienes se reunieron esa fatídica -para el país, por la tragedia experimentada, y para ellos, por la irremediable pérdida de su prestigio- madrugada. Pocas opciones tenía de revertir el grado de desidia y de negligencia delictual de los representantes de las Fuerzas Armadas, en especial de los de la marina. Quienes, además, no se veían muy dispuestos a obedecer órdenes de un gobierno al cual le quedaban dos semanas de mandato, antes de ser sustituido por otro de signo político totalmente distinto. Pero tal muestra de desacato es un reflejo de todos los cuestionamientos que no sin pruebas contundentes se le formularon a la entonces presidente: que carecía de liderazgo, que sus atributos tenían antes que nada una repercusión meramente mediática, que mostraba una ignorancia supina en una importante cantidad de temas, y que anteponía su condición de mujer y los estereotipos que se le atribuyen al género -debilidad, trato suave y maternal- cuando le recalcaban sus defectos. Todo esto sale a la luz en la filmación de marras con pasmosa evidencia, pues los espectadores son testigos de cómo un jefe, o en este caso jefa, es incapaz de imponer sus términos, lo cual genera una situación risible que a la vez da pena.

En especial, porque durante su legislatura, aunque en instancias diferentes a las que nos atañe, Bachelet sí mostró una tenue aunque definitiva capacidad de liderazgo. Fue en los instantes en que le correspondió reprimir a los movimientos sociales, sobre todo a las comunidades mapuches. Por recomendación de ciertos asesores, desde luego, que le aconsejaron por allá por el 2007, aplicar ciertas dosis de mano dura para así salvar su gobierno y al menos estabilizar su popularidad. Lo que con ayuda de míseras limosnas -que en un país con altos índices de injusticia social como Chile, siempre son bienvenidas- consiguió su objetivo. Allí había coordinación para asesinar a indígenas desarmados que sólo reclamaban sus derechos. Y los recursos humanos, económicos, técnicos y logísticos siempre se proveyeron a destajo, incluso para levantar un sólido edificio de acusaciones falsas, como ocurrió con la cineasta Eliana Varela. El asunto fue tratado, en estos cuatro años, como una situación de guerra interna, sólo que el otro bando no era aceptado como legítimo. De igual modo, las Fuerzas Armadas chilenas contaban con un imponente poderío para contrarrestar un enfrentamiento bélico internacional, que todo sabemos, jamás se producirá. Armamento que además, fue reforzado en cantidades estratosféricas por la última legislatura. Adicionalmente, cabe consignar que Chile que más gasto militar ostenta en América Latina, superando por sí solo al resto del subcontinente.

Al final, la oblonga mandataria obró como cualquier régimen totalitario de características militaristas. Se envalentonó cuando al frente tenía a manifestantes incapaces de devolver el golpe, y que formaban parte de su propio pueblo. Pero cuando había que defender a ese mismo pueblo, se develó como una inepta incorregible. Cuando se recuerda a ministros y subsecretarios anunciando ese veintisiete de febrero, que se descartaba la alerta de tsunami mientras las olas barrían con el litoral central, resulta imposible no comparar dichas intervenciones con sus llamados a aplicar medidas preventivas en asuntos como el conflicto mapuche o las protestas de los secundarios. Ahí sí que el aparato público actuó con eficiencia. Porque había que matar a algunas personas molestas para ciertos grupos de poder. Ahora ese resultado podía conseguirse valiéndose del procedimiento opuesto. Para que los representantes de los mismos grupos tuvieran la oportunidad de enriquecerse aún más con la especulación.

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