martes, 29 de diciembre de 2009

Chile Primero: Debut y Despedida

En medio de tanto jolgorio, por la amplia ventaja sacada con miras al balotaje, los partidarios de Piñera pasaron por alto un detalle significativo: el fracaso en las elecciones parlamentarias de Chile Primero, que no obtuvo representación en el Congreso. Un hecho importante aunque en apariencia se vea menor. Pues aquel partido, formado en 2006 por disidentes del ala centroizquierdista de la Concertación, que abandonaron el redil acusando a sus antiguos correligionarios de corruptos y faltos de nuevas ideas, fue presentado por la derecha como la muestra de una apertura hacia personas menos afines a sus pensamientos más convencionales, y luego, como la imagen de un colectivo que dejaba atrás su oscuro pasado, marcado por su apoyo a la dictadura de Pinochet.

Si analizamos la historia de nuestros conservadores contemporáneos ( entendiendo por esos términos, los acontecimientos ocurridos de 1989 en adelante, cuando la derecha moldeada por el régimen militar se ve obligada a salir a buscar votos en medio de un sistema democrático), nos damos cuenta que en ese sector siempre han prevalecido dos partidos -UDI y Renovación Nacional- que en sus inicios eran uno, y que se disgregaron ante todo por intereses personales, pues sus diferencias ideológicas finalmente son mínimas. Sin embargo, en varios pasajes -bastante más de lo que un observador medio podría imaginar- aparece un tercer actor, el cual se disuelve al poco rato, con la misma rapidez con la que se dio a conocer. Por lo general, este fenómeno ocurre en el lapso de tiempo que rodea a una convocatoria electoral. Así, en el mismo 1989, se dejó ver la Unión de Centro Progresista, del inefable empresario Francisco Javier Errázuriz, que en un momento corrió aparte del pacto derechista, luego formó parte de la alianza por una breve etapa (1994), tras lo cual volvió a constituir una entidad independiente y aislada, desembocando en su disolución en 1997. Entretanto, existió el Partido Nacional, dinosaurio anterior al golpe, a quien su herencia y sus pergaminos no lo salvaron de la desintegración allá por 1995. En el ya mencionado 1997, un grupúsculo de diputados democristianos abandonó esa tienda y organizó el Partido Popular Cristiano, chapa con la que se presentaron a los comicios electorales de aquel año. Ninguno consiguió reelegirse y todos acabaron después fichando por uno de los dos colosos derechistas. Y por último, cabe mencionar a ese intento de nacionalismo regionalista denominado Partido del Sur, que al igual que la UCP, entraba y salía del acuerdo conservador. Fue el que más resistió, pues fue fundado en 1988 y sobrevivió hasta 2002.

La derecha es una incondicional de la iglesia católica y de su actitud pro matrimonio y familia. En tal contexto, no puede soportar el divorcio, el matrimonio homosexual, el sexo premarital ( aunque muestra una paradójica tolerancia hacia el adulterio masculino y la prostitución) o el aborto. Por una cuestión de principios, pero también por un asunto de apariencias, el connubio debe mantenerse hasta el final, aunque la convivencia entre sus integrantes llegue a niveles insufribles. Y eso es lo que los conservadores han llevado a la práctica con sus dos partidos: un enlace que es mantenido con un pulmón de acero, únicamente en aras de la conveniencia, donde la repartición de los bienes -que son abundantes- está minuciosamente controlada, al punto que resulta inaceptable la existencia de un tercero, como acaece en esas parejas de acaudalados que no tienen hijos, y de las cuales hay varios ejemplos en Chile. Por ello, si en el horizonte se vislumbra una nueva alternativa, de inmediato buscan fagocitarla, para evitar que su consolidación desbande el patrimonio. Y tal acto puede ser ejecutado mediante una simple disuasión verbal, usando como argumento la ley -los colectivos políticos que obtienen menos del cinco por ciento luego de una elección parlamentaria, son desafiliados de los registros, hayan o no conseguido representantes-, o en su defecto, con artimañas sucias y muy reñidas con la ética, como le pasó al ya citado Francisco Errázuriz con el tema del helicóptero de Endesa en 1998.

Chile Primero ni siquiera tiene a su favor el haber ganado siquiera un miserable diputado. Es probable que veamos a sus dirigentes más conspicuos ocupando algún cargo en el gabinete, en el eventual caso de que Piñera se adjudique el balotaje. Pero esa situación, o la van a vivir como individuos sin filiación partidista -lo cual es poco probable- o como miembros de las eternas colectividades conservadoras. No les resultará difícil adaptarse, si se toma en cuenta su trayectoria. Primero se presentaron como un grupo bisagra entre las dos alianzas más fuertes del país, pero lentamente se fueron moviendo hacia el paraguas que los cobija ahora. En el camino, perdieron a muchos integrante que se sintieron traicionados por la actitud de tránsfugas tomada por sus líderes, lo cual debilitó aún más a la iniciativa. La que, en definitiva, no pasará de ser una anécdota en la historia política chilena, siempre y cuando sea el bloque que hoy apoyan, el que triunfe en enero.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Pinochet y el Pueblo Chileno

Frente a los resultados obtenidos por la derecha en las últimas elecciones generales, que tienen a ese sector político, inconfundible heredero de la dictadura militar, al borde de retornar al poder ejecutivo, muchos se preguntan cómo un país es capaz de legitimar a quienes representan un oscuro pasado, donde se benefició de manera desvergonzada a una oligarquía insensible a los problemas sociales, mientras a la mayoría de los ciudadanos, sistemáticamente se les hundió en la miseria, e incluso, se cometieron crímenes contra algunos de ellos. Los que se formulan tal interrogante, se llenan de estupor al constatar que nuestros conservadores, a despecho de su adaptación a los tiempos, empero no han variado un ápice su actitud; y aún con ese antecedente, el votante medio les entrega su respaldo en las urnas. Desde luego, estos puntos de vista tienden a una simplificación que no refleja para nada la actual realidad del debate público en Chile. Pero adicionalmente, es posible hacer análisis sobre aspectos que no han sido tocados, y que guardan relación con una tendencia que fue moldeada durante los diecisiete años de autoritarismo que se vivieron por estos lares, entre 1973 y 1989.

He conversado con personas que tenían uso de razón para el golpe de Estado ( yo nací en 1974), y muchos de ellos aseveran que respecto a la lucha contra el régimen de Pinochet existen dos interpretaciones históricas: la de los exiliados, entre los cuales están aquellos que huyeron inmeditamente después de producirse la azonada militar, y quienes por diversos motivos fueron capturados antes de escapar, y sufrieron los rigores de una detención política. Entre ellos, existe una concepción idealizada de la resistencia popular, donde abundan los relatos épicos. Pero mis interlocutores, han insistido que la gente común que permaneció en el país no tenía la más mínima idea de lo que estaba pasando. Nadie se atreve a aseverar que esto pudo haberse debido al miedo o al escapismo que caracteriza a los periodos críticos. Sin embargo, dicha percepción es corroborable con ciertas imágenes audiovisuales captadas días después del once de septiembre, donde casas sitas en barrios populares, incluso en campamentos, aparecen embanderadas, y antes de que se inicien las fiestas patrias. Avanzando un poco, encontramos a ese mismo pueblo oprimido, que supuestamente aprovechaba la clandestinidad para urdir un plan que depusiera al tirano, asistiendo en masa al primer aniversario del "pronunciamiento", llorando con emoción desbordada ante la inauguración de la Llama de la Libertad, saludando con aplausos cerrados al jerarca en el festival de Viña del Mar, o encendiendo improvisadas antorchas en Chacarillas. Y salvo contadas excepciones, no se trata de acarreados por la fuerza. Muy por el contrario, abundaban los que sentían alivio luego de que una suerte de demiurgo les quitara la joroba de la democracia y con ella los líos que implica su aplicación -discusiones interminables, elecciones periódicas- y felices, resultaban capaces hasta de denunciar a los pocos que se atrevían a plantear opciones distintas frente al estado de cosas.

¿ Cuándo los chilenos medios empezaron a protestar contra la dictadura? Pues en el instante en que ésta comenzó a afectar sus estómagos. Fue la recesión económica de 1981, con sus perjuicios adicionales -alto desempleo, caída en los salarios, disminución del poder adquisitivo, ajustes macroeconómicos- la que empujó a los adormilados habitantes de este país a gritar en la calle. En ningún caso, tal fenómeno es explicable por la supuesta solidaridad de conjunto que nos tratan de vender algunos intelectuales y activistas de esa década. Cada uno de los que se enfrentaba con la policía en esos años sólo tenía interés en sí mismo y lanzaba piedras obedeciendo a un impulso básico como es el saciar el hambre: de hecho, escudarse en la masa es una excelente forma de no afrontar las responsabilidades particulares y sociales aparentando lo contrario. Si ampliamos el sentido de los términos, estaríamos en condición de decir que, con suerte, el manifestante de la época velaba por el bienestar de su familia; pero tal afirmación también es objetable, pues en esos años se disparó el número de hogares unipersonales y la violencia doméstica, situaciones que venían disminuyendo a partir del decenio de 1960. En conclusión, quien veía la posibilidad de mejorar su estatus abandonando a su cónyuge y a sus hijos ( y lo digo así, cónyuge, porque también hubo mujeres que obraron de tal manera) simplemente lo hacía.

Algunos sacarán a colación que aquellos fueron los años de las ollas comunes y de las barricadas en las cuales, a veces se involucraba un barrio entero. Pero en ambos casos, sólo presenciamos un instinto natural de supervivencia. O se evita caer en la inanición, de la forma más práctica que los pobres tienen para sortearla ( después de todo sus viviendas son más pequeñas y eso los obliga a tener contacto frecuente); o se organiza un muro defensivo ante un enemigo hostil -en este caso los agentes de Estado- provisto de armas de fuego y dispuesto a abusar y asesinar. Cuando estas muestras de preservación trascendieron sus círculos de origen, ahí fue cuando los más acomodados y supuestamente mejor preparados -profesionales, académicos y estudiantes universitarios, sacerdotes- agarraron algo de valentía y se incrustaron en una amalgama que no les pertenecía y para la cual nadie los llamó, además, con propósitos distintos a los que perseguían sus ahora idolatrados pobladores, quienes no tenían como prioridad luchar contra la dictadura, sino llenar sus barrigas. Son esos mismos intelectuales ingenuos, los que ahora no se explican el avance que ha experimentado la derecha en los más recientes lustros. Nunca han caído en la cuenta de que, por ejemplo, la cantidad de desaparecidos y atormentados tras establecerse los mecanismos sistemáticos de secuestro y tortura -me refiero a la creación de la DINA-, es bastante baja para decirse que afectó a todo un pueblo, como efectivamente ocurrió en Argentina. Y las instancias desde las cuales era posible establecer una conciencia de grupo, fueron tergiversadas y distorsionadas por su ignorancia y ambición. Pero en fin: si el propio Salvador Allende recomendó a sus partidarios encerrarse en sus casas mientras él se pegaba un tiro -más o menos lo que hoy aconsejan los derechistas con el asunto de la delincuencia-, no se les puede exigir iniciativa, ni siquiera capacidad de decisión.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Parar a Piñera

Jorge Arrate, a estas alturas el mejor de los candidatos a la presidencia, le viene planteando de un buen tiempo a esta parte, a dos de sus tres contendores, una especie de acuerdo común para evitar que la derecha, con Sebastián Piñera, gobierne el país los próximos cuatro años. Su argumentación se basa en el hecho de que todos -él mismo y Eduardo Frei y Marco Enríquez-Ominami- alguna vez estuvieron juntos en la misma alianza política: la Concertación. Y además, que ninguno ve con buenos ojos la asunción al poder de un grupo tan oscuro y reaccionario, como son nuestros tradicionalistas: ni siquiera, en el marco de la actitud cortés y resignada del derrotado. Con esto, el representante de la izquierda más pura, abandona por un momento los menesteres de su propia campaña, replicando la decisión tomada por su pacto, el Podemos, que a mitad de año optó por integrar una lista única con la ajada Concertación, buscando con ello dos cosas: ahorrar recursos económicos y tener una posibilidad real de acceder al Congreso, justo cuando esa coalición se partía en dos producto de ambiciones personales y equivocaciones evitables, y de paso perdía toda su capacidad de convocatoria.

Más allá de que todo huele a la enésima ocasión en que la izquierda sale en auxilio de la alianza oficialista recibiendo nada a cambio, esta propuesta recuerda mucho a aquellos derechistas temerosos de 1999, que llamaban a conformar un frente unido para "parar a Lagos". Temían que este político, que una década atrás había apuntado con el dedo a Pinochet, hecho tras el cual se arropó con una imagen de hombre radical y de mano fuerte - al estilo socialista, por cierto-, se sentara sobre sus privilegios llevando a cabo una administración popular al estilo de Salvador Allende, más encima, cuando su propio mentor ideológico, solicitaba socorro desde Londres, apelando a que la justicia internacional mostrara una humanidad que él jamás expresó. En definitiva, veían que los acontecimientos se precipitaban rumbo al apocalipsis. Y sin embargo, el mandato de Ricardo Lagos fue bastante correcto desde las expectativas del neoliberalismo económico. Buscó superar la recesión de comienzos de siglo otorgándole un mayor campo de acción a las grandes compañías, mientras que, por el contrario, apenas mencionó a las pequeñas y medianas empresas, que ya estaban depreciadas tras las determinaciones erráticas de los últimos años de Frei. Tal situación permitió que los consorcios más acuadalados contratasen altas masas de trabajadores cesantes pudiéndoles ofrecer salarios bajos, cuando no simplemente subempleo: de hecho, fue en ese sexenio donde el problema de la subcontratación terminó adquiriendo ribetes de escándalo nacional, cuando hasta la misma administración pública aprovechó la coyuntura. En contraste, al final de su legislatura, fue ovacionado en cuanto foro de magnates intervino. Durante su periodo, el único gremio más o menos adinerado que debió soportar sus arranques airados fue la prensa, la cual en todo caso lo tuvo por las cuerdas durante un breve lapso entre 2002-2003: con todo, nuestros ambiguos periodistas le regalaron encuestas de opinión que siempre lo colocaban en la cima. Cabe agregar que, atendiendo a los reclamos exagerados y artificiales de los ricos terratenientes de la Araucanía, dio inicio al terrorismo de Estado contra las legítimas demandas de las minorías étnicas. Incluso se dio tiempo para sancionar algunas leyes relacionadas con la moralina, que tanto le gustan a la derecha chilena y todo lo que representa: por ejemplo, la prohibición del uso de fuegos artificiales, la restricción de horario para los locales nocturnos o la fascistoide normativa contra el consumo y tráfico de drogas: de esta oleada retrógrada ni siquiera se salvó la ley de divorcio, hecha a gusto de los curas y cuyo único hito fue eliminar la prácticamente exclusiva fórmula que los chilenos han tenido para sortear sus diferencias matrimoniales: la nulidad judicial.

Pero cabe señalar un hecho histórico que acaeció en esos comicios y el cual ha modificado casi por completo el modo de abordar tales eventos en este país. Lagos obtuvo un estrecho triunfo y en la segunda vuelta, hito que era inédito hasta entonces. Tal incidente no fue forzado por esta actitud reaccionaria de detener al enemigo con artimañas sucias. Sino, muy por el contrario, por las cualidades innatas del entonces candidato de la derecha, Joaquín Lavín, que, aunque discutibles, le permitieron a ese sujeto conseguir una empatía con un importante sector de la población, el cual percibió en este experimento de monaguillo político, una sensación de cambio. Sin embargo, esta actitud dio resultado, porque todo el conservadurismo se dedicó a trabajar para su oferta, en vez de malgastar el tiempo mirando hacia el lado. De hecho, Lavín abogaba por un determinado pacifismo -del cual podían disfrutar todos, salvo los que él calificaba como delincuentes- el cual se resumía en la sentecia "a mí no me importa la pelea chica sino los reales problemas de la gente", con lo cual pateaba los derechos humanos y las urgentes modificaciones al sistema electoral, sempiternos caballitos de batalla de una Concertación que ya entonces se empezaba a "aburguesar". Es decir, fuera los ataques mientras haya armas propias con las cuales luchar. Y todo esto, armado con una conducta muy propia de conservadores oligárquicos y neoliberalistas: optar por el marqueteo antes que el debate de ideas, la cara bonita sin cerebro, alentar las emociones en lugar de las opiniones.

Arrate, como se señaló al comienzo de este artículo, es lejos el mejor candidato. Pero está cometiendo un error que podría llegar a lamentar a vuelta de las elecciones. No porque pudiere caer en el desprestigio o el olvido ( dadas sus cualidades, tendría que cometer michas burradas para terminar así), sino debido a que se está desconcentrando de su propio trabajo, el que incluso ahora, a escasos días de los comicios, en atención a su condición de novedad y al hecho de que, como nunca antes, nada está siquiera parcialmente definido, le podría significar más votos. Además, que está propiciando proceder en clave negativa, algo que nunca ha traído como resultado ganar comicios. En síntesis, está recordando -aunque las diferencias entre ambos casos son abismales- las campañas del terror que las dictaduras sudamericanas, la chilena inclusive, montaban contra la democracia, a la cual presentaban como sinónimo del caos. Si en el caso de un balotaje se requerirán los sufragios de los dos postulantes que no compitan en esa instancia con Piñera, entonces que los apretones de mano y las muestras de unidad, que se deben efectuar guardando las distancias, se expresen con toda cabalidad desde el 14 de diciembre. Pero por ahora, Arrate es una opción que posee muchos méritos, lo mismo que E-O y Frei.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Frei: Un Político Sin Futuro

No me atrevo a elucubrar sobre quién será el presidente de Chile para el periodo 2010-2014. La derecha, con Sebastián Piñera a la cabeza, ha sacado una buena ventaja, y es probable que en estas dos semanas que quedan antes de la elección, aún capte una minúscula cantidad de votos. Pero, por otra parte, la Concertación, confiada en la virtual segunda vuelta -que hace rato pasó de ser una probabilidad cierta a un hecho concreto-; piensa que es capaz de revertir la situación, amparada sobre todo en una característica muy comprobable respecto del sufragante chileno: el miedo visceral que se le tiene a los tenebrosos conservadores, lo que anula toda posibilidad de entregarles el gobierno, a sólo veinte años del fin de la dictadura militar.

Lo que queda claro es una cosa: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el abanderado de la Concertación, que aspira a ganar su segunda legislatura tras el siniestro sexenio que protagonizó en 1994-2000, es, parodiando una famosa pregunta de las empresas encuestadoras, un político sin futuro. Pierda o gane. Si es derrotado, por motivos obvios: será el primer gran fracaso de la coalición oficialista desde su creación, en un momento en que está resquebrajada y ya no tiene la convocatoria de antes; en definitiva, le pondrá la lápida a su disolución. Y si triunfa, las perspectivas no se anuncian mejores. Será un gobierno impopular, sin respaldo en el Congreso -donde en el mejor de los casos, contará con mayoría relativa en ambas cámaras-, y en el que sus votantes, a diferencia de eventos anteriores, le mostrarán sin tapujos que en el balotaje se decidieron por el "mal menor". A Frei, es probable que le ocurra lo de otros gobernantes latinoamericanos reelegidos tras un periodo en el cual tomaron palco, como Belaúnde Terry o Sánchez de Losada: enfrentará una época distinta donde las demandas sociales se conducen por otros intereses, a lo que responderá con las soluciones ofrecidas durante su primer mandato, o simplemente no encontrará una respuesta satisfactoria, y su réplica será la represión o el autoritarismo. Los dos ejemplos que he nombrado son dispares: la primera administración de Belaúnde fue interrumpida por un golpe militar, mientras que el boliviano alternó sus periodos entre comicios democráticos. Y si el peruano acabó su segunda ordenanza en medio de un alto nivel de rechazo, Sánchez se vio forzado a renunciar debido a un alzamiento popular.

Debido a que varias constituciones latinoamericanas prohiben la relección inmediata, quizá por el miedo a que un sujeto carismático sucumba a la tentación de perpetuarse en el poder ( ha sucedido incontables veces en el pasado), los viejos presidentes que desean volver a sentarse en el máximo sillón abundan por estos lares. Sin embargo, existe una disquisición mental que también los motiva. Como los países de esta región viven y sobreviven en perpetua crisis - económica, política, social, cultural, o todas al mismo tiempo-, se ven a sí mismos como mesías o salvadores. No importa que lo hayan hecho mal en su anterior legislatura: aún cuentan con su capacidad de liderazgo. Al respecto, cabe recordar en Chile a Carlos Ibáñez del Campo, quien tras una desastrosa dictadura en 1927-1931, se presentó a las elecciones en 1958 y ganó, pues en el colectivo nacional se instauró la idea de que una mano fuerte podía controlar la hiperinflación de entonces, lo cual por cierto no acaeció. También, esta la opción de reivindicarse ante la opinión pública, pues esta segunda oportunidad permite corregir los errores del pasado. Algo de lo último está pasando con Frei, quien durante su campaña, ha prometido la consolidación de un Estado fuerte, siendo que llevó a cabo una seguidilla de privatizaciones de empresas totalmente rentables, las cuales jibarizaron el aparato estatal, toda vez que los nuevos dueños de las entidades negociadas, no han cumplido con las expectativas que ellos mismos ayudaron a crear.

La verdad es que quien regresa a repetirse el plato, tiene la misma ambición desmedida de aquellos que pretenden relegirse hasta la tumba. Y se valen de los mismos argumentos, pues aseveran que en todo el país no hay nadie con el suficiente peso para levantar a una sociedad alicaída. Y luego mira alrededor y logra convencer a todos de que eso es cierto: cómo iba a ser de otra forma, si por estos pagos el poder siempre lo ha detentado una oligarquía endogámica de contados miembros que sólo se dedican a repartirse el territorio. Frei ha reproducido este discurso, al afirmar que es la persona mejor preparada al momento de reencantar y reunificar al desilusionado electorado de la Concertación, cuestión que a todas luces no ha conseguido y a estas alturas ya no garantizará. Pero cree que su demacrado rostro ha hecho girar el timón en sentido contrario. Y eso lo obnubila. Ya que, de paso, le ahorra el bochorno de verse obligado a pedir discuplas por las atrocidades cometidas durante su anterior mandato. Y no me refiero al supuesto indulto a un narcotraficante ( mencionar eso una y otra vez es de nazis: finalmente, todo delincuente tiene derecho a rehabilitarse y el perdón presidencial es una facultad consagrada en la legislación chilena), sino a la seguidilla de casos de tortura y violaciones a los derechos humanos contra quienes dirigían movimientos independientes, algunos de los cuales remataron en muertes denunciadas hasta hoy por los organismos internacionales, pues sus autores han sido identificados pero jamás han recibido una condena por sus fechorías. Espero que alguna vez esos crímenes que él mismo ayudó a cubrir, le golpeen en la conciencia, aunque para obrar de la manera en que lo está haciendo, dudo que la tenga.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Camorra 2020

En el reciente conflicto con los profesores -donde de nuevo, una administración de la Concertación se olvida de las promesas de campaña y pasa a llevar a un gremio de trabajadores importante para el progreso del país-, apareció un convidado de piedra a quien nadie le preguntó su opinión, y que desde luego, no significó ningún aporte. Se trata de Educación 2020, una de las tantas organizaciones "ciudadanas", originadas bajo ese pretexto acuñado por Michelle Bachelet en las elecciones de 2005, y que no tenía otro fin que el de servir como eslogan publicitario, en los mismos términos que el "humanismo cristiano" de su entonces contendor Sebastián Piñera. Este movimiento, creado por padres y abuelos medianamente adinerados que, ante la poca necesidad de salir a buscar trabajo y así ganarse la vida, matan el aburrimiento mandándose recados por internet: dio a conocer sus propuestas atacando a viva voz a los maestros que se encontraban en el Congreso manifestándose contra el presupuesto de la cartera, el cual no incluye sus legítimas demandas. Como si fuera poco con los bajos salarios y el ambiente de trabajo hostil, ahora los docentes se ven obligados a soportar a una agrupación desconocida cuyos miembros, porque son acomodados, visten uniformes llamativos y señalan con el dedo a un determinado grupo de trabajadores; despiertan la atención y hasta la admiración de los medios de comunicación.

Veamos. Educación 2020 es una cosa amorfa con un nombre rimbombante, compuesto por una palabra que, por los más diversos motivos, está muy en boga en la opinión pública chilena, la cual es rematada por un número: un gancho comercial perfecto, que se instala en el subconsciente de la persona común y no se mueve de ahí. Esto hace creer, por obra y gracia de la subliminalidad, que es lo mejor que ha pasado en el último tiempo, y si el elemento al cual se dirige está en una crisis -como ocurre en Chile con la calidad de la enseñanza- a poco andar se percibe como un salvador. En resumidas cuentas, una chispa de ingenio útil para instalar un elemento que acaba de nacer. Y todo, antes siquiera de que alguien pregunte por sus planteamientos, los cuales, incluso, no es necesario dar a conocer. Más aún: el ya analizado nombre, le permite a sus defensores mantenerse por bastante rato en la primera plana, sin tener que elaborar propuestas, o en su defecto, deglosar un listado de clisés que servirán para sortear las preguntas de rigor, pues a la mayoría de los periodistas y entrevistadores no les interesa indagar más allá. Y si hay alguno que rompe la regla, simplemente no le concederán una conversación, o gritarán que es un malintencionado que busca tergiversar su iniciativa con preguntas capciosas o alejadas del contexto.

Fuera de eso, este movimiento nunca ha señalado cuáles son los componentes de su estructura interna. Eso lo reduce a un simple grupo de amigos, que por medio de sus recursos monetarios y su capacidad de meter bulla, quieren ganarse una cuota de poder. En tal sentido, su actitud es semejante a las barras de los clubes de fútbol. Pues dichas organizaciones, en su momento, surgieron como agrupaciones alternativas, sin otra motivación que alentar a su plantel favorito y descalificar a quienes preferían al bando contrario. Pero a poco andar, se construyeron una imagen donde se mostraban como imprescindibles hasta para la supervivencia de sus idolatradas instituciones, en una época en la cual el balompié chileno se encontraba muy alicaído. Entonces, los dirigentes acogieron a estas porras y les concedieron algunos privilegios, sin preguntarse de qué manera funcionaban ni cómo operaban, y desde luego, sin la obligación de modificar su conducta ni de presentar un sistema estructural formal. La consecuencia de aquella displicencia es que las mentadas barras, pasaron de ser una mera pandilla a una peligrosa camorra, capaz de cometer delitos y de amenazar a jugadores e incluso a los propios directivos de los clubes si se sentían que sus atribuciones no eran respetadas. Eso puede llegar a acontecer con Educación 2020, cuya situación es un tanto parecida, en el sentido de que es una instancia que no interviene directamente en el proceso educativo y que por ende toma sus decisiones desde la gradería, lugar de donde, empero, pretende dominar la enseñanza regular, ojalá, sin que un ente responsable les indique las estaciones del tren. Y estos camorreros son más sutiles y menos vistosos, quizá porque tienen dinero, pero terminan siendo igual de nocivos.

Cabe preguntarse si algún personero del gobierno de Bachelet está financiando a este grupúsculo. No me refiero a fondos públicos, aunque no se trataría del primer escándalo de corrupción. Sino con aportes privados, ya sea de empresarios amigos -que los hay, incluso en la oposición política- o de los mismos bolsillos de los funcionarios de mayor rango, que aunque lo nieguen, siempre están rebozantes. Algo debe haber, porque para poder haber entrado en el hemiciclo del Congreso, y de una forma que les permitía hacerse notar y a la vez insultar a los profesores, tuvieron que recibir una invitación de algún parlamentario. Al menos, debieron gastar ese dinero en mejorar la calidad de la enseñanza, y no cedérselo a movimientos siniestros que, con otro nombre y una presentación distinta, empero no son más que vulgares rompehuelgas.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Excremento de Género Sobre Un Palo

Dicen que cuando los países no tienen una gran historia que ofrecer, o sus estructuras sociales y políticas son insufribles, o pese a sus esfuerzos no pueden salir del subdesarrollo, casi siempre porque existe una oligarquía todopoderosa que lo impide; entonces alzan los ojos hacia sus mástiles y se quedan horas mirando, con una emoción sacada de la peor de las telenovelas, esos paños de género repletos de colores y dibujitos denominados banderas o símbolos patrios. Según los comentaristas más chuscos - que en Chile abundan, aunque no precisamente con un humor de calidad- esto es lo que estaría sucediendo hoy en el Perú, y su lacrimógeno escándalo, de parte, en todo caso, únicamente de sus dirigentes públicos, creado en torno al caso de contraespionaje, donde un militar de su propio ejército le habría pasado, por un buen tiempo, información a sus pares chilenos, a cargo de una no despreciable compensación pecuniaria. Este acontecimiento, que por sus características, de por sí deja muy malparadas a las fuerzas armadas del Rímac, ha sido empleado al sur de la línea de la Concordia para agregar un chiste de grueso calibre más a la interminable lista de burlas xenófobas contra los llamados "cholos", solventadas por el supuesto triunfo en una guerra que terminó hace más de cien años.

Vamos por partes. Efectivamente, Perú ha andado a los tumbos en términos políticos y económicos desde la década de 1980, y como sucede en el resto de América Latina, las causas pueden buscarse en decisiones erradas, descabelladas o interesadas, que se han venido tomando desde la independencia. No obstante, es preciso insistir que tales devaneos son responsabilidad exclusiva de sus gobernantes, y no atañen de manera alguna al pueblo peruano, que ha sufrido estas demostraciones dignas de alguien que desea ser erigido como el hazmerreír universal. Primero Alan García, que con una orientación pretendidamente socialista, condujo al país a una histórica catástrofe monetaria; luego, el japonés Alberto Fujimori, que sostenido en una supuesta lucha antiterrorista, ordenó incontables masacres y transformó el territorio en una hacienda personal; enseguida, Alejandro Toledo, que con una estatura y unos rasgos faciales muy parecidos a los del peruano medio, le vendió ilusiones a la población para, una vez instalado, se decantara por el nuevo liberalismo más salvaje, hundiendo a sus dirigidos en la pobreza y la inseguridad social, y empujándolos a otros países para buscar mejores salarios. Y al final, como una rémora imposible de eliminar, nuevamente Alan García, con más quilos, más hijos ( algunos lo ha debido reconocer durante su segunda legislatura) y menos ideas, conforme él y su partido, el legendario APRA, se van alejando de la izquierda y se ciñen sin objetar a las propuestas macroeconómicas del FMI y el Banco Mundial, las cuales le han impuesto a la nación, a veces, mediante las armas de fuego. Lo que causa más tirria, es que fue elegido como una alternativa de moderación frente a su contendor más fuerte, el ex militar con facha de homofóbico de Ollanta Humala. De hecho, su victoria electoral fue recibida con alivio en ciertos círculos en Chile, pues parecía que la diplomacia le ganaba a la confrontación belicista. Incluso, Mario Vargas Llosa, otro traidor ideológico, que hace rato dejó la profesión de escritor para convertirse en un curioso sacerdote secular e intelectual, le entregó su venia, pues logró derrotar al temible socialismo para el siglo XXI ( lamentablemente, Humala en su momento fue apoyado por Chávez), y además, se comprometió a seguir, en materia de hacienda, las directrices más conservadoras de la escuela de Chicago.

Pero veamos qué ocurre de este lado del ring. Cuando todos recomiendan no hacerle daño al puerco para que así todos caigan en la cuenta de que grita sin agresión de por medio, nuestra presidente ( que por esas vicisitudes de la vida, también es gorda) y el canciller formulan declaraciones que en modo alguno contribuyen a apagar la hoguera. De partida, se insiste, o al menos ése es el mensaje que se pretende comunicar entre líneas, en que los alaridos emitidos en el Perú son una simple ridiculez, con lo cual, al final se refuerzan todos los prejuicios racistas que los chilenos tienen para con sus vecinos del norte. Una y otra vez, se recalca que aquí no hay nada que investigar, sentencia que se expele con la intención manifiesta de que se transforme en la última palabra. Pero a vuelta de página, se remata afirmando que los peruanos, en realidad se valen de esta noticia para dos cosas: desviar la atención acerca de las crecientes reivindicaciones sociales que se suscitando allá, y obtener bonos en el tribunal internacional que dentro de unos meses fallará sobre el límite marítimo. Puede ser, porque tratándose de García, ya nada produce sorpresas. Sin embargo, esta respuesta apenas oculta se raíz chauvinista y tendenciosa. En especial, porque de paso se quiere descalificar un aspecto que el Perú principalmente ha señalado, pero del cual otros países de la región se han hecho eco: el Estado chileno es el que más gastos militares efectúa en relación con su presupuesto, y el que más compras por este ítem ha llevado a cabo en el último lustro. Las demás naciones latinoamericanas hacen rato que miran esto con preocupación, y tampoco lo han dejado de señalar. Y al momento de despejar la inquietud, poco aporta la intención de compra de misiles a Estados Unidos, un tipo de arma inédita en esta zona del mundo.

En resumen, dos gobiernos que desean trenzarse a golpes para el solaz de los habitantes de países más desarrollados, que de seguro verán esta situación como lo hace un espectador de boxeo, aunque reforzarán más su pensamiento acerca de los Estados tercermundistas: que son regidos por simios elegidos a su vez por gente tonta. De hecho, en América Latina es, mirando las cosas de cierto punto de vista, absurdo mantener fronteras internacionales tan marcadas, cuando el subcontinente ha tendido, desde su historia más ancestral, a llevar una movilidad común. Desde la época precolombina, con dos imperios amerindios que abarcaban casi toda la región, pasando por la colonia ( cuatro virreinatos), siguiendo por la independencia, con la colaboración mutua entre los próceres, hasta llegar a los movimientos revolucionarios e incluso las operaciones conjuntas de las dictaduras militares en el siglo XX; no ha sido difícil practicar eso que algunos llaman panamericanismo. El problema es que las anomalías sociales también cuentan con un denominador común: un puñado de oligarcas que somete violentamente al pueblo y que, para desviar su atención, inventa guerras con otro pueblo, al que le lanza las bombas, que jamás dañan a sus coetáneos de clase, con los cuales, muchas veces, están emparentados.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Derecha Inculta

Uno puede o no estar de acuerdo con esa sentencia que proclama que las intervenciones derechistas en el terreno del arte y la cultura, son o puden ser tan poco afortunadas como las de la izquierda en el campo de la economía y el emprendimiento. El problema, es que los conservadores chilenos, cada vez que tienen la oportunidad, terminan confirmando dicho prejuicio, cuestión que no ha variado un ápice en la víspera de las elecciones generales de dicimiembre próximo, pues su candidato, Sebastián Piñera, ha formulado declaraciones propias de un ignorante de primera línea, con el agravante -y esto ya lo torna peligroso- de que se ha negado a reconocer esa condición, persistiendo en su estupidez y adornándola de tal modo que entre sus destinatarios, los sufragantes, se deje ver como verdad incuestionable.

Sin embargo, el actuar de la gobernante Concertación, coalición, cuando menos en el papel, de centroizquierda, no ha sido para nada ideal. Aunque ha creado algunos fondos con el fin de financiar proyectos artísticos, sus adjudicaciones jamás han estado exentas de polémica. En especial, se acusa de favorecer a los mismos de siempre, o sus protegidos, o a quienes están apadrinados por un gran dirigente de la alianza oficialista; en desmedro de iniciativas que, incluso para un neófito o un simple aficionado, se mostraban claramente de mayor calidad artística. Por otra parte, los falladores han tendido en darle el visto bueno a ciertas postulaciones dejándose embaucar por el estilo de redacción de la solicitud; o bien, han optado por propuestas más mastodónticas o espectaculares, que saben, llamarán la atención, en clave positiva o negativa -lo último, en relación con la buena cantidad de escándalos morales, creados o inflados por la televisión- de los medios de comunicación, pero cuyo aporte es escaso por no decir nulo. Lo peor, es que varios de estos esperpentos, curiosamente, se suelen llevar grandes tajadas de dinero, en un despilfarro que a poco andar impulsa a todos los interesados en el tema, a pedir explicaciones.

Y es que en el mundo de la centroizquierda -entendido como el grupo de ciudadanos que forma parte o se siente fuertemente influenciado por la Concertación- se ha llegado a caer en el mismo vicio que atraviesa a los derechistas. Se olvidan de que, primero que nada, es menester despojar al arte de cualquier añadidura superflua, dejando únicamente el punto de referencia estético. Que no se malinterprete que busco defender el principio de "el arte por el arte" acuñado por simbolistas y surrealistas, y que se encuentra muy ajeno a la realidad. Sin embargo, los progresistas criollos creen que apoyando los desnudos, colocando fugaces escenas de sexo en pantalla, declarando que todos caben el universo, emitiendo una opinión rechazada por los círculos religiosos tradicionales, o haciéndole preguntas capciosas a Dios: ya en el acto se transforman en artistas o en críticos expertos sobre la materia. Es decir, terminan caricaturizando el asunto tal como lo hacen sus adversarios, para quienes una obra digna de respeto es aquella que se ciñe a determinados valores morales ( y que no por nada se les llama también "culturales"), ya sea de índole cívica, teológica, política o relacionado con la movilidad social. Así, si por un lado se exige que no se dañen instituciones como el matrimonio y la familia, cuando menos en términos genéricos; del otro, se solicita que se ensalcen costumbres libertarias que empero no ocasionen división en la comunidad, que en última instancia, éste es un aspecto de la diversión humana tendiente a conseguir su total felicidad. De tal modo que cada sector termina por imponer sus propios inquisidores: en una vereda están los curas, los empresarios y, cuando la situción reviste carácter de extrema urgencia, los militares; en la calzada contraria, por su parte, nos encontramos con los sicólogos y los analistas universitarios. Y atención, porque en muchos casos, ambos bandos suelen coincidir y actuar juntos, si de censurar al mismo artista se refiere.

El arte es rupturista y ese solo hecho lo vuelve controversial. Esto significa que, al menos en primera instancia, una obra no puede masificarse, porque para eso se requiere un consenso, y siempre existirá un sector de la población que la rechazará de forma virulenta y por más de un motivo. Ya sea que se considere escandalosa o elitista: lo cual, curiosamente, es la causa de aversión de derechistas e izquierdistas, respectivamente. Aunque, como fue señalado en el párrafo anterior, a veces los brutos se unen en pro de un objetivo común, como aconteció con el Estado chileno y la encarcelación de Eliana Varela, por realizar un trabajo sobre la represión contra los mapuches en el sur, cuyo financiamiento había sido garantizado por instancias gubernamentales.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Isla Sin Nana

Frente a la polémica que ha levantado la decisión del comité evaluador respectivo, que prefirió llevar al filme " Dawson, Isla 10", de Miguel Littin, a la competición por la nominación de mejor película extranjera para los Óscar, en detrimento de "La Nana", de Sebastián Silva; cabe señalar, antes que todo, que buena parte de las críticas contra tal determinación, si bien son destempladas y están fuera del ámbito propiamente artístico, no dejan, pese a ello, de tener bastante veracidad. La entidad calificadora está compuesta por integrantes que, por su sola cercanía con los gobiernos de la Concertación y todo lo que representan, resultan más proclives a favorecer un relato que habla de los prisioneros políticos mantenidos en aquella remota ínsula austral tras el golpe militar de 1973. Más aún, si la historia es extraída de un testimonio autobiográfico, escrito por uno de los representantes más conocidos de esa alianza, que fue senador y ministro de varias carteras y en más de una legislación, además, incluso, de ostentar cargos gerenciales en fundaciones creadas por importantes empresarios y personajes de la oposición, como lo es Paz Ciudadana con sus majaderos sermones sobre la delincuencia. Desde luego, también cabe una explicación más pedestre: los funcionarios públicos de esta administración, también quienes forman parte del ya varias veces mencionado comité, son amigos personales del cineasta beneficiado, y tienen una coincidencia generacional que va más allá del mero dato de la edad. Por último, y aunque las autoridades quieran hacer creer a la población que los artistas forman parte de un corpus fuertemente cohesionado que actúa de manera unívoca; la realidad no es así y este incidente es un claro indicio de ello.

Ahora: otra cosa es analizar por separado los méritos de cada filme y luego hacer la comparación correspondiente. Tras esa inspección, se puede concluir que la producción de Silva es superior a la de Littín. No por muchos escalafones, pero sí por una diferencia que se puede apreciar a simple vista. "Dawson, Isla 10" es una obra de un realizador decadente, que siempre ha intentado proponer una tesis que en lo medular se mantiene, pero que ha modificado varios aspectos esenciales conforme pasa el tiempo y se suscitan los acontecimientos históricos: primero, el socialismo como reivindicación social -en la notable "El Chacal de Nahueltoro"-; después, el socialismo a la chilena proclamado por Salvador Allende -que a despecho de su aceptable praxis, no alcanzó una definición paradigmática-; más tarde, el socialismo como una recuperación de la cultura ancestral latinoamericana -censurada por las atroces dictaduras instauradas en el subcontinente-; acto seguido, el socialismo como portador de valores universales -con "Alsino y el Cóndor", loa a la revolución sandinista nicaragüense-, y tras el desplome del muro de Berlín, el socialismo como una forma de vida que libera la percepción sin hacerle daño a nadie. Toda una filmografía que, además, sigue una línea estética perfectamente definida y fácil de reconstruir, solventada en el cine abstracto en boga durante la década de 1960. Hoy nadie cuestiona la trascendencia de movimientos como la "nouvelle vague", el "free cinema", el "nuevo cine alemán", la escuela de Barcelona, o sus equivalentes iberoamericanos, como el "cinema novo" o el "nuevo cine chileno", que marcaron la dirección del audiovisual en sus países de origen. Pero también es innegable que, vistas hoy, esas películas son difíciles de disfrutar y más que nada parecen divertimentos de niñatos pedantes que quieren mostrar ante sus vecinos el último regalo de Navidad. Prueba de ello es que los mejores cineastas de cada uno de esos movimientos son precisamente quienes abandonaron buena parte de los principios de éstos y se atrevieron con una carrera absolutamente personal. Con honrosas salvedades, como Jean Luc Godard o el propio Littín, que pasaron a la posteridad como ejemplos de lo que puede llegar a hacer el rupturismo y la vanguardia con los talentos que insisten en permanecer fieles a sus desmadres juveniles.

Y sin embargo, la realización de Silva esconde sus propios factores adversos, que incluso llegan a concluir que la decisión institucional fue la más acertada. Porque "La Nana" es un filme realizado en un notorio formato digital, en el que deliberadamente se deja ver la economía de recursos. Por otro lado, la historia está contada en clave irónica y absurda, y para colmo, es un cuento completamente individual, que ni siquiera está inserto en el marco de un acontecimiento importante. Y para volver de California con un Óscar, es más recomendable narrar tramas épicas, no melodramáticas pero sí dramáticas, con su justo y específico toque de comedia. Los bonos mejoran si se toma como base un hecho real. Desde luego -sólo basta echar un vistazo a las sinopsis para darse cuenta- en la reunión de tales requisitos, "Dawson..." está varios pasos adelante. Para ser bien acogido por la Academia, hay que ser menos Sundance y más Hollywood. Y eso también fue puesto en la balanza a la hora de decidir cuál será el representante chileno, para al menos, caber dentro de las cinco nominadas. Además de otro detalle: Littín es el único cineasta nacional que ha competido en la mejor película extranjera, y en dos ocasiones, con "La Tierra Prometida" (1975), por México, y "Alsino y el Cóndor" (1982), por Nicaragua.

Aunque, siendo objetivo, lo más probable es que la obra de Littín no será mencionada en la ceremonia de entrega. Como ya ha sido señalado, es un realizador en franca declinación, que emplea un estilo agotado y repetitivo, donde antepone la ideología política a la calidad artística; peor aún, de manera liviana y nunca decidida, para que no se note y todos seamos felices en la diversidad del pensamiento. Una actitud que lo llevó a estrenar dos bodrios, como "Los Náufragos" (1995) y la simplemente insalvable "Tierra del Fuego" (1999). Hay que comprender, al respecto, que el Óscar no lo es todo en el cine y que existe una incontable gama de festivales donde se exhiben creaciones de altísimo vuelo. Y "La Nana" ya ha ganado varios de esos eventos. Tal vez, de haber sido afectado por una determinación favorable, Sebastián Silva habría terminado contratado por Hollywood y su capacidad hubiese caminado a la disolución. O bien, se habría enorgullecido más de lo recomendable, y también habría terminado mermando sus aptitudes. O quizá, habría sido echado a un lado por el propio gremio, al menos por los más empoderados, del mismo en que lo hicieron con Gloria Munchmayer cuando se ganó la Palma de Oro en Cannes por su intervención en "La Luna en el Espejo", como una expresión de envidia mezclada con un intento de castigo, por obtener un galardón que, por cuestiones de estratificación, sólo les pertenece a algunos.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Las Palabras Perdidas de Bello

Aunque hoy, los países americanos que usan el español como lengua oficial, y que por supuesto, fueron colonias de la península, han acordado ceñirse literalmente a los dictámenes de la RAE, tanto en la ortografía y la gramática del idioma como en la aceptación de términos, al menos, en un pequeño trozo de la historia y en algunos territorios, fue de otra manera. Y se procedió en base a un modelo originado en esta parte del mundo, que hoy, por cuestiones de sentido común, clama su consideración e incluso su reposición.

El destacado escritor y filólogo venezolano Andrés Bello ( 1871-1865), propuso en 1823 una serie de innovaciones ortográficas que permitían despejar las dudas que al respecto siempre tenemos los que escribimos en esta lengua, con lo cual, además, lo acercaba a la oralidad, una cuestión lógica tratándose de estos menesteres. Entre otras ideas, invitaba a superar los problemas derivados del empleo de "g" o "j" utilizando en esas situaciones sólo esta última letra: por ejemplo, "jeneral", "jirasol". Es decir, el famoso "tratado de límites" que solicitaba García Márquez. De paso, se podía eliminar la "u" muda de las combinaciones gue-gui, pues ya no se generaría una confusión fonética, lo cual a su vez redundaba en otro hecho positivo para el poco letrado: la prescindencia de las diéresis. Dicha grafía, tampoco estaría presente en los compuestos "que" o "qui", donde sólo cabría sitio para la "q", la cual además podía sustituir a la "c", que en su sonido suave, igualmente podía ceder ante la "z" ( "zerdo", "zielo", "zero"). Otras innovaciones, consistían en eliminar la "h" ( rupestre e irreconocible en el habla), así como la "y" semivocal ( "carai", "Uruguai", "farmacia i perfumería"), fuera de duplicar la "r" en todos los casos que se pronunciara fuertemente ( "alrrededor" "rratón"). Las letras del alfabeto usadas por los hispanohablantes serían veintiséis ( no existirían la "c", la "k" y la "h", añadiéndose a cambio un tercer dígrafo: "rr") y el único lastre que perviviría sería la disyuntiva entre "b" y "v", asunto sobre el que Bello, extrañamente, jamás se pronunció, como tampoco lo hizo sobre la dicotomía ll/y.

Todos sabemos que este lingüista fue contratado en Chile hacia 1829, donde realiza una decisiva y fructífera labor en la educación. Aquí se unió a Juan García del Río y juntos intentaron masificar estas propuestas, actividad en la cual cosecharon un relativo éxito, pues fueron rápidamente aceptadas en Argentina, Colombia, Nicaragua, Ecuador y Venezuela. Sin embargo, la diplomacia peninsular comienza a funcionar con similar presteza, y en 1927 consigue que el dictador chileno Carlos Ibáñez del Campo ( que había dado un golpe meses antes y en 1931 saldrá en medio de una huelga general, para regresar en 1952, irónicamente gracias a las urnas), promulgue un decreto que dictamina que la ortografía oficial y exclusiva del español es la que fija la RAE, desalentando el uso de las innovaciones de Bello en el resto de los países donde arraigaron. Con todo, se continuarán empleando de manera más o menos persistente hasta bien entrada la década de 1950, principalmente por intelectuales americanistas y personas cultas que veían en ellas un toque de distinción. Sin embargo, el conservadurismo recalcitrante de Franco, que tenía mucho interés en reponer la hegemonía peninsular en sus antiguas colonias latinoamericanas, al menos hasta donde se pudiera, logró permear a las clases altas y éstas volvieron a conducir a los pueblos al imprialismo , ya sea yanqui o coño ( muchas oligarquías del subcontinente vieron en " el caudillo" y su fascismo católico y militarista, una directriz para contrarrestar las reivindicaciones sociales que las estaban atosigando), lo cual remató en un desprecio por las reformas ortográficas antes mencionadas, incluso la amenaza del casigo moral o judicial si continuaban ejerciéndose. De este modo, la mentada RAE consiguió que su normativa fuese, ahora sí de forma definitiva, vinculante.

Hay muchas explicaciones de por qué las propuestas de Bello fueron censuradas. Primero, está el hecho de originarse desde América, algo que siempre les causa tirria a los peninsulares, que nunca van a aceptar la enajenación de un patrimonio que consideran suyo. Después, podría agregarse la disminución de grafías canónicas, pues a los gallos castizos les encanta decir con orgullo que "el español utiliza el alfabeto romano con una letra adicional: la ñ", como una suerte de superioridad sobre otras lenguas, romances o no ( la "w" es una ligadura aportada por los bárbaros en los albores de la Edad Media, por lo que puede pasar). Y finalmente, se puede argumentar que la simplificación ortográfica equivalía, para los monjes de la filología que rigen este idioma, una vulgarización inaceptable, al otorgarle acceso al populacho, supuestamente, nivelando hacia abajo. Que sientan el mismo esfuerzo que experimentamos nosotros, aunque no tengan herramientas para sobrellevarlo en el tiempo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La Norma y Los Dialectos

Con contadas excepciones, las lenguas se comportan de manera diferente de acuerdo a una determinada zona geográfica o grupo social. Por tal motivo, de su seno se desprenden los dialectos, que pueden ir de poco perceptibles giros en la pronunciación, hasta complejos orales y escritos mutuamente ininteligibles con el tronco central, fenómeno conocido como disglosia. Cuando dichos dialectos adquieren identidad propia - un número importante de hablantes, una tradición literaria sostenida en el tiempo y cualitativamente consistente-, pueden ser considerados nuevas lenguas y así la raíz original corre el riesgo de desaparecer. Aconteció de tal modo, por ejemplo, con el latín y el sánscrito. Para evitar ese desbande, entre los círculos de especialistas, se fijan las llamadas normas: variantes estandarizadas y desde su fundación, pretendidamente universales, que son o deben ser aprendidas por los diversos parlantes de un determinado idioma. Con algunas salvedades, suele existir sólo una norma por lengua. En el caso del español se sigue la regla, y así tenemos que la RAE establece, a través de sus tratados de gramática y ortografía, y del diccionario de términos, las directrices que deben ser seguidas por todos aquellos que se expresan o desean expresarse en este habla.

Este hecho no provoca un retroceso de los dialectos y muchos menos alienta una probable extinción. Por el contrario, éstos suelen permanecer como un rasgo distintivo de una región, un país o una clase social. Con el español, aquello se torna una realidad bastante interesante. Sobre todo, si apuntamos que la norma sentenciada por la RAE es de carácter exclusivamente escrito y no existe en el discurso oral, lo cual, por extensión, puede conducir a afirmar que no existe verdaderamente, si entendemos el lenguaje como un proceso lógico que parte en los labios y culmina en el papel. En consecuencia, estamos en condiciones de concluir que la mentada norma española es, al menos en sentido estricto, una lengua artificial impuesta, muchas veces, en contra de los geolectos y sociolectos locales, que además, adquieren la condición de habla nativa. Dicha dicotomía remata en una aseveración que hace rato se ha transformado en un clisé: decir que los habitantes de tal o cual territorio pronuncian mal, o simplemente, no se saben manejar con el español. Que los argentinos hablan mal, que los chilenos hablan mal, que los caribeños hablan mal... que los ( aquí se puede colocar cualquier nacionalidad que no provenga de la Península Ibérica) hablan mal el idioma. Algo que, si hilamos fino, se reduce a una perogrullada si nos referimos al régimen que gobierna al castellano.

Esta situación se da en otras lenguas, como el alemán o el vasco. Sin embargo, la tendencia más común - otra vez tropezamos con esas peculiaridades propias que sólo se pueden dar en el español- no es hacia la norma artificial, sino a la modificación, leve o profunda, del dialecto más significativo, que puede ser el de la capital del país de origen ( práctica muy común en aquellas lenguas que se identifican mayormente con un solo Estado, como el japonés) o aquel que ha alcanzado el más grande prestigio cultural ( el italiano, derivado del toscano florentino, es una clara muestra de ello). Ya hemos acotado, tanto en este artículo como en otros, que existen lenguas que presentan más de una estandarización, que en ciertos casos, como el inglés o el portugués, ha sido tomado como un asunto de identidad nacional. Pero también se dan situaciones en las cuales caben dos normas independientes dentro de un mismo país, por ejemplo el noruego. Incluso, hay lenguas que no cuenta con una norma determinada y sin embargo no se resquebrajan, como el maorí, que ni siquiera cuenta con una ortografía unificada.

Desde luego que no se trata de llamar a la anarquía absoluta y a olvidarnos del diccionario en favor de los modismos locales. Insisto, como lo he recalcado en textos anteriores, que la existencia de la RAE ha sido un factor de suma importancia en la conservación de la lengua española y en el hecho de que cuente con un gran número de hablantes. Y una de las actitudes que ha permitido esas consecuencias, es precisamente gracias a la confección de un techo que, si bien parece más un aura, tiene la virtud de cobijar a todos los que quieran sin, al menos en primera instancia, hacer discriminaciones. El problema radica en el desprecio por los geolectos locales y la insistencia en seguir un "castellano neutro". A propósito, dicha prerrogativa ha sido una obsesión puramente latinoamericana, probablemente porque aquí hay diecinueve países donde el español es lengua oficial, más ciertos estados norteamericanos donde también posee ese rango. Es decir, no se restringe a uno, como en Europa o África. El problema es que tal consenso ha impulsado a creer a los hablantes exóticos o de segunda lengua -sobre todo los del Viejo Mundo- que la norma es la pronunciación ibérica, y así lo enseñan los profesores y lo aprenden los alumnos. En circunstancia que España sólo practica su propio dialecto, que por cierto, está fragmentado en varios subdialectos geográficos y locales, algunos con significativas diferencias. Luego, cuestiones como el zezeo, considerado en todas la latitudes como el sonido propio para esa letra, en realidad sólo forman parte del giro fonético peninsular. ¿ Por qué, entonces, Argentina no defiende sus versiones particulares del yeísmo o el lleísmo? ¿ O Chile no hace lo propio con su uve interdental? ¿ O los caribeños dejan de avergonzarse de las diferencias que hacen entre la hache, la jota o la ge? Al menos podríamos distinguir cada grafía y evitar aberraciones ortográficas. Si este subcontinente ha enriquecido el idioma con sus aportes literarios, no veo por qué le debemos cerrar la puerta a sus propuestas filológicas.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Esplendor Colonialista

Todos sabemos que la llamada lengua de Cervantes está regulada por un organismo denominado la Real Academia Española, coloquialmente RAE, que fija la gramática, la ortografía y el diccionario del idioma. Esta institución, por motivos lógicos, tiene su sede central en ese país de la Península Ibérica; pero cuenta con filiales en todos aquellos lugares donde el español es oficial, e incluso, en dos donde no lo es: Estados Unidos y Filipinas. Su labor está, de algún modo, contenida en su lema: "limpia, fija y da esplendor".

Pero, ¿ cómo lleva a la práctica los propósitos para los cuales fue creada? Ante todo, dejemos en claro que las principales lenguas europeas, cada una de ellas, cuenta con una academia en su país de origen, que igualmente determina los ítemes ya nombrados en el primer párrafo. Así las hay, por ejemplo, francesa e inglesa - esta última, también con el mote de "real"-. Sin embargo, la hispánica guarda una interesante diferencia con respecto a sus símiles, y que está dada precisamente por aquella particularidad de contar con sucursales en las diversas naciones que comparten dicho habla: sus decisiones son vinculantes. Es decir, si los mandamases asentados en la Iberia establecen que una palabra debe escribirse con c, s, j, g, x: todos debemos acatar sus conclusiones y reproducir el citado término de tal o cual manera. Por otra parte, si aparece y se masifica un vocablo desconocido en tal o cual territorio, la filial local puede recogerlo, pero no tiene la facultad de oficializarlo, porque ése es un derecho exclusivo de la mencionada RAE, que recibe cada cierto tiempo las propuestas de sus dependientes. Y de manera arbitraria, la matriz puede rechazar o aceptar la moción: si se opta por lo primero, el citado vocablo simplemente no existe y no puede ser empleado ni en el mensaje oral ni en el escrito. Si en cambio, la decisión es positiva, la palabra pasa a formar parte del diccionario, donde, pese a adquirir rango universal, se recomienda su uso sólo en la zona desde donde su formalización fue pedida.

Pues bien. Ocurre que la RAE es la única institución de su tipo que tiene un carácter vinculante. Su par francés toma decisiones que sólo son seguidas por sus hablantes europeos -Bélgica, Suiza, la propia Francia-, pues los francocanadienses poseen sus propios organismos. Idéntica situación se da en el caso del inglés, cuyos regidores fijan estatutos sólo para Inglaterra, pero por ejemplo, Estados Unidos cuenta con su propia norma, mismo camino que han tomado Canadá, Australia, Sudáfrica e incluso Irlanda: una situación que conocen especialmente los estudiantes que se adentran en los distintos dialectos y geolectos que exhibe dicha lengua. Tal realidad, por una parte tiene su aspecto positivo: ha mantenido al español como una entidad cohesionada en los múltiples lugares donde se habla, impidiendo de paso el resquebrajamiento de su ser en una incontable cantidad de criollos mutuamente ininteligibles. Hasta cierto punto, ese factor ha sido clave en el hecho de que estemos frente a la segunda lengua más populosa del planeta. Pero por otro lado, ocasiona situaciones que pueden ser tachadas de colonialismo. Al someterse a la matriz ibérica, los asociados también han concordado en considerar aquellas palabras surgidas en otras latitudes como regionalismos -americanismos o africanismos, si provienen de Guinea Ecuatorial-, con las condiciones descritas en el párrafo precedente. Muy por el contrario, las palabras de creación reciente que nacen en España, tienen rango internacional, aunque claramente sean meros modismos y a veces idiotismos sostenidos por un grupo social o generacional de aquel país. Así, el diccionario detalla minuciosamente la procedencia de términos que hoy poseen una aceptación univeral, como cancha o huracán, mientras que el verbo esnifar, poco conocido fuera de Europa, cuenta con el privilegio de no verse acompañado por una cita que recuerde su sector de fundación. Incluso se dan sutilezas muy curiosas y por lo mismo aberrantes: si uno busca la palabra "pico" -desafío a que lo hagan en www.rae.es- encontrará que, entre sus variadas acepciones, está una que indica "vulgar: en Chile, pene". Si luego se hace el mismo ejercicio con "polla", notará que aparece "vulgar: pene"... ¡ pero no se menciona el nombre del país! Y todos sabemos que se trata de un modismo español. Y lo mismo vale para "pija", "pinga" o cualquier otro sinónimo. ¿ Por qué, hasta para ser malhablados o desahogarnos por algún mal momento, tenemos que ser gallos castizos? Bueno: en realidad no castizos, sino sometidos al imperialismo filológico.

Esta sujeción se dio por un hecho muy simple de explicar. Ningún país de habla hispana, ni siquiera la propia España, ha sido potencia mundial o ha pertenecido al Primer Mundo después de la Revolución Francesa, que es cuando se consolidan los Estados de la forma en que los concebimos actualmente, así como se definen los conceptos de democracia y soberanía de manera moderna. Ninguna nación ha llegado al nivel de Estados Unidos, Canadá, Australia, Austria o Suiza, o incluso de Brasil, que sigue una norma propia para el portugués, que por cierto tiene bastantes particularidades. Los norteamericanos, cuando empezaron a erigirse en lo que son hoy día, decidieron ir adelante con su propia versión del inglés, incluso tragándose las burlas de los británicos, que los consideraban niños que recién estaban aprendiendo a balbucear. También el resto de los territorios recién nombradas, donde es oficial una lengua anfitriona, no una nativa. Una muestra más de la sumisión colonialista de los latinoamericanos, en conclusión. Algunos proponen que el llamado " español americano", que se usa en las traducciones y doblajes de películas, puede constituirse en una ruta de emancipación. Pero cabe recordar que esa variante arraigó en el subcontinente desde Estados Unidos, donde la utilizaron los inmigrantes, de preferencia mexicanos, por una imposición de Hollywood. Y salvo en el campo lingüístico, ya sabemos quién manda en esta parte del mundo.

jueves, 8 de octubre de 2009

Esa Temida Ortografía

Hace algunos años, en una feria del libro celebrada en la ciudad mexicana de Zacatecas, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, pronunciaba un severo discurso contra las normas regulatorias del idioma español, titulado "Botella al Mar Para el Dios de las Palabras". En su parte medular, llamaba a jubilar la ortografía, pidiendo acciones puntuales, como "enterrar las haches rupestres", "fijar un tratado de límites entre la ge y la jota", además de fundir a la b y la v en una sola letra, porque "los conquistadores nos legaron dos y siempre sobra una".

Por cierto, y con argumentos totalmente justificados, varios lingüistas y filólogos salieron a contradecirlo. Después de todo, el lenguaje contiene una parte oral y otra escrita, y si la primera le permite existir, la segunda lo salva del olvido. Y en ambos casos, es necesario regirse por un código más o menos universal, que impida un desbande que finalmente acabe en la conformación de tantas lenguas como habitantes pueblan el planeta, lo cual haría contraproducente el uso de esta forma de comunicación. De hecho, los idiomas que acaban siendo más populosos, y que llegan a tener el sitial más relevante en la historia mundial, son aquellos cuyos hablantes han aceptado, ya sea de manera consensuada o por imposición, un cuerpo de leyes gramaticales más o menos genérico. Más aún: sin dicho corpus, quizá toda la literatura hispánica, incluyendo al mismo García Márquez, jamás se hubiese desarrollado, lo cual de algún modo -y esto no lo digo con intención de ofender- deja su propuesta como un hecho que sólo podría darse en lugares como Macondo u otros donde se han ambientado las características historias del realismo mágico.

Y sin embargo, ciertos aspectos de ese alegato merecen, por lo menos, un mínimo de atención. Pues, efectivamente, dentro de la lengua española hay ciertas prescripciones ortográficas que pueden incluso ser consideradas absurdas, no sólo por quien provenga de otra cultura, sino desde el punto de vista de la teoría del lenguaje en general. Efectivamente, b y v corresponden a un mismo fonema, aunque en ciertos países lationamericanos, se suele exigir que esta última se pronuncie como la w alemana, para que el oyente note una diferencia. En el caso de la g y la j, si bien se insiste en que sus sonidos son distintos -aunque, como sucede en estos casos, difíciles de percibir a simple escucha-, la conservación de la primera en un campo que le es ajeno, se debe a cuestiones puramente etimológicas: en el antiguo latín la actual pronunciación de la j se registraba con la x, grafía que se mantuvo en muchos casos pese al cambio de fonema. No obstante, existió una pequeña excepción, y los mandamases de la Real Academia Española -RAE, de la cual nos referiremos en un próximo artículo-, a modo de testimoniar esa suerte de desliz evolutivo, decidieron que palabras como legislación ( del latín "lex", que se pronuncia "lej", y que en español, significa ley) o regencia ( del latín "rex"=rey), debían anotarse en los libros tal como las ven aquí. Similar situación ocurre con el binomio c-s: la primera, cuando se produce la duda, aparece porque su matriz se escribía con d o t; así, esencia, deriva del latín "esentia", o audacia, que proviene de otro término hispánico, audaz ( entre paréntesis, digamos que aquí se ocasiona otro caso curioso relacionado con la familia de palabras, pues la z terminal se coloca en primitivos que concluían en x: audax=audaz). Por último, lo de la hache merece una crónica aparte: es completamente muda, y si bien su carencia de fonema real es común a todas las lenguas romances, en los demás casos sirve para modificar la pronunciación de la letra inmediatamente anterior o posterior, como en el caso del italiano, donde por lo mismo, son escasas las palabras que llevan esta grafía al inicio. En cambio, los hispanohablantes debemos soportar una letra que no existe cuando uno la habla ( y es una cruel ironía que ese mismo término la contenga, de más está decir, por un capricho etimológico), y que además, presenta reglas ortográficas e incluso de origen demasiado imprecisas.

Y aquí es donde radica uno de los meollos del asunto. El español es una lengua que privilegia el mensaje escrito, bastante antes que el oral. En circunstancias que los seres humanos primero aprendemos a hablar y enseguida a escribir. No es extraño, si se considera que nació en un territorio que siempre privilegió los claustros monacales, que además, durante, muchos siglos -los necesarios para que una lengua nacional se consolide como tal- fueron prácticamente las únicas instancias de alfabetización y, por ende, de estudio. Si el inglés puede definirse como una lengua de piratas; el francés, de burgueses, y el italiano, de siúticos: el español es claramente una lengua de monjes. No para un puñado de instruidos, sino de iluminados que son los únicos depositarios de la verdad. Y ese estigma ha sido la joroba que este idioma ha debido cargar durante su larga y fructífera existencia. Y en artículos próximos descubriremos cómo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Consuelo de Tontos

Acaba de aprobarse casi por completo la nueva ley de propiedad intelectual ( un acápite generó polémica, pero ya sabemos que en nuestro Congreso, el pataleo disidente siempre termina siendo una anécdota que no conduce a nada), que, dadas sus características, debiera ser llamada "ley contra la piratería", porque es ésa su preocupación primordial: defender los derechos de autor de las grandes compañías disqueras, fílmicas o literarias, todas con asiento en Estados Unidos -ya sea matriz o principal filial- país que ya le había advertido a Chile acerca de un eventual desconocimiento del tratado de libre comercio firmado hace algunos años atrás, si persistía en tolerar esta poco convencional forma de consumo artístico. Un acuerdo de negocios que al grueso del pueblo no afecta ni beneficia prácticamente en nada; pero que a los más pudientes, les significa un leve ingreso adicional que de manera alguna están dispuestos a ceder.

Los medios informativos, al presentarnos la aprobación del libelo, han insistido en que no será un elemento tan odiosamente punitivo como, por ejemplo, lo es su símil francés y su malafamada autorización de desconexión. Recalcan, respecto de internet, que sólo se perseguirá y castigará a quienes suban material de manera informal a la red, y no a los que los descarguen. Por otro lado, son efusivos al indicar que el legislador se preocupó especialmente de eximir de las proscripciones a todos aquellos ejemplares que están guardados en bibliotecas o almacenados en sistemas afines -videotecas, cinetecas, archivos varios-, así como de garantizar las grabaciones de libros para ciegos. No quiero pronuciarme respecto de tamaña buena noticia, tampoco ridiculizarla ( por una cosa de sentido común, tales excepciones siempre deben considerarse), porque no es el propósito de este artículo. Simplemente, pretendo discutir los aspectos solapados que se ocultan tras esta pretendida suavización. Es cierto: en teoría podremos continuar bajando el material artístico que se nos antoje. Pero he aquí que las empresas proveedoras, se sentirán presionadas por los consorcios que buscarán defender los derechos de autor que les han sido legados, y acabarán bloqueando los accesos a aquellos sitios donde se han depositado las descargas. Incluso, es probable que la misma promulgación de la ley ya las asuste, y empiecen a pensar en futuras trabas. Ahora: también se ha destacado que el proyecto no le encarga a ninguna compañía prestadora de servicios de internet, la misión de ejercer como policía ( sería el colmo, además, en un Estado de derecho). Pero en un país donde la administración pública vale menos que un perro callejero, será el mercado quien decida y su capacidad de adaptarse a cualquier iniciativa judicial rematará, como siempre sucede, en perjuicio para los pequeños cibernautas. Con todas las leyes punitivas de carácter moralizante ha sucedido lo mismo: la de alcoholes, la anti tabaco, la que combate el tráfico de drogas... han funcionado a la perfección cuando el afectado pertenece al ochenta por ciento que no tiene suficiente dinero.

También hay otro problema relacionado netamente con el consumo de obras artísticas y que no puede dejarse pasar. Si la ley se concentrará en quienes suben material y no en aquellos que los descarguen, y suponiendo que es inaplicable fuera de territorio chileno, tenemos que los blogueros y foristas de esta parte del mundo estarán obligados a cuidarse de los organismos perseguidores. Pero no así sus colegas en el extranjero. Eso puede terminar generando una curiosa discriminación. Aquellos álbumes, películas o textos poco conocidos que hayan sido producidos afuera, continuarán siendo conocidos y admirados por los cibernautas criollos, cosa que no sucederá con sus afines que tengan las mismas características, pero que sean una creación nacional. Debo comunicar a todos mis lectores, que material histórico que no cuenta con los recursos suficientes para ser difundido por un canal que no sea internet, abunda por estos lares y personalmente he sido testigo de aquello. Muchos ni siquiera cuentan con un sello o editorial fuerte o vigente que los respalde ( no coloco a las productoras cinematográficas, simplemente porque en Chile no existen), y los que sí, serán víctimas de un lastre antes que beneficiarios de un privilegio, pues es poco verosímil que sus casas de origen vean un buen negocio en su recatalogación, al desaparecer una importante competencia.

No se trata de tener un espíritu anárquico respecto al disfrute de obras artísticas. Pero lo cierto es que la sociedad, o al menos sus dirigentes más fuertes, han tendido a ver a internet, desde su fundación, como una amenaza, válida sólo cuando cumple con las conductas que yo espero que todos tengan, y que al final, la reducen a una máquina de hacer dinero, como el joven rebelde que se convierte en un correcto oficinista. Por otra parte, valoro el hecho de que esta ley tenga menos aspectos represivos que sus símiles de Europa o Estados Unidos, aunque esto es a la larga una suerte de daño colateral no deseado, pues nuestro jibarizado Estado es incapaz siquiera de aplicar una norma policial tan drástica como la francesa. Sin embargo, esta iniciativa seguirá el derrotero de aquellas que mencioné en el segundo párrafo y se tornará un ente nefasto y contraproducente. Para los que usamos internet; pero especialmente para los comerciantes de piratería callejera, que recibirán penas de cárcel equivalentes a las del microtráfico de drogas. En definitiva, más personas que repletarán los ya saturados recientos penitenciarios.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Nacional Socialdemócratas

Ayer correspondió el sorteo de las parejas que intervendrán en el Grupo Mundial de la Copa Davis, y coincidió que Chile enfrentará a Israel. Digo esa palabra en dos sentidos: uno de absoluta obviedad, porque un acto entregado al azar las cosas siempre coinciden; y otro, referido a dos hechos puntuales que conformarán la estructura general de este artículo. Resulta que ambos equipos tenísticos debieron desplazarse a Suecia para medirse con el combinado local, en fechas muy distintas y con resultados muy dispares, ya que mientras los connacionales cayeron por 4-1 el año 1975, los hebreos derrotaron a los anfitriones 3-2 a comienzos de este 2009. Pero los dos desafíos estuvieron cruzados por un factor común: las airadas y a veces irracionales protestas de los suecos, tanto contra la dictadura de Pinochet, como hacia la violenta incursión israelí en Palestina, respectivamente. La intención de los manifestantes era la misma: hacerle sentir a los extranjeros que se hallaban en un ambiente ajeno y hostil, debido a que representaban a países cuyos regímenes habían sido condenados, con justos argumentos, por la comunidad internacional. Y de paso, aunque fuese un efecto no deseado, darle un aliento a sus coterráneos. No lograron todos sus objetivos, pues las llaves se disputaron, y sin público; y una de ellas, terminó con un triunfo para el vapuleado visitante.

¿ Por qué saco a colación esto? Porque muchos han visto en los incidentes de 1975 una movilización de exiliados que no temen ser tachados de antipatriotas con tal de llamar la atención sobre una cruel tiranía. La cual, además, habría revestido un carácter simbólico, por tener Suecia una tradición socialdemócrata. Cuando en verdad, aquellas manifestaciones fueron engrosadas ante todo por jóvenes suecos, los mismos rubios nórdicos que insultaban a los refugiados chilenos llamándolos "cabezas negras". Supongo que habrán empleado el mismo calificativo para referirse al equipo de tenis, al que vieron como una monotonera de chimpancés enviados por el gorila Augusto Pinochet ( un tipo de raza que, además, sólo puede darse en América Latina, jamás en la rubia, blanca y culta Europa). En definitiva, un puñado de muchachos del primer mundo que se sentían invadidos por indígenas y mestizos que no sintonizaban con su entorno, y que más encima les ocupaban los puestos de trabajo. Si señalaban a las raquetas rivales con el dedo, era porque el insufrible gobierno de facto que entonces administraba Chile, era la evidencia más cabal que los arrivados del ultramar eran bestias que estaban un escalafón más abajo en la evolución humana, y por ende, podían llegar a destruir todo vestigio de civilización. Lo de la sociedad de bienestar sueca y del paraíso socialista democrático y libertario, sólo fue más leña para la pira: nosotros somos los desarrollados y en consecuencia los únicos aptos para alcanzar esto; los otros, peligrosos ladrones que vienen a robar lo que hemos conseguido, de la misma manera que les es tan fácil hacerse con el poder.

Casi veinticuatro años después, la situación se volvió a repetir. Ignoro si en Suecia se produjeron masacres de judíos. Pero cabe señalar que los cultos y avanzados europeos son quienes más integrantes de esa etnia han enviado a las hogueras y las fosas comunes, y desde mucho antes que la Segunda Guerra Mundial. Incluso, si ahora critican los deslices de Ahmanidejab en cuanto al bullado Holocausto, lo hacen esencialmente para ocultar sus crímenes ancestrales y aparecer como prueba de una etapa superada. ¿ Que protestaban contra las incursiones militares en Palestina? Los rubiecitos de hoy hablan de "perros judíos" de la misma manera en que sus padres gritaban "cabezas negras". Nada más que muestras de racismo. Y solapadamente, intentos oscuros y cuestionables de apoyar a su combinado local. Aunque en los actuales tiempos, los más chicos ya le han perdido completamente el miedo al poderoso, y en su propia casa, jugando con sus propias reglas y tragándose todas las trampas que éste ha puesto en el camino: igual puede vencerlo. Ya que, como acotamos, el equipo de Israel ganó por tres partidos a dos.

Recomiendo esto a quienes quisieran, en la confrontación de la próxima Copa Davis, recordar la cuestión palestina con algún insulto de carácter antisemita. Aunque es probable que esto no ocurra, pues los chilenos, al menos en apariencia, tenemos bien aprendida la lección de lo ocurrido contra Argentina en el 2000. Toda vez que el actual presidente de la federación de tenis es judío, misma ascendencia étnica de la entrometida Sonia Fried, la madre de Nicolás Massú. Acuérdense que hace un cuarto de siglo fueron vituperados del mismo modo bajo el pretexto de una causa noble, con el fin no confesado de dar la imagen de un rival temible. Muy parecido a los reproches que desde Europa nos hacen a los latinoamericanos, a quienes nos acusan de resucitar conflictos bélicos resueltos a medias, con las confrontaciones deportivas.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Clase Política o Casta Política

Desde los años 1990, en Chile se viene acuñando el concepto de la "clase política", en el sentido de un estrato social, con su propia posición de poder, algunas características que permiten distinguirla de sus pares, y un determinado nivel de ingresos económicos. Que en definitiva, son las maneras de evaluar a este tipo de grupos. En el resto del mundo, al parecer este término no conoce un equivalente, y como consecuencia, cuando lo empleamos para referirnos a la supuesta clase política de otro país, ellos piensan que hablamos de buenos modales o de refinamiento. Quizá, porque nadie concibe que un gobierno democrático, que es elegido por personas de múltiples caudales monetarios, bautice a quienes ostentan cargos públicos con un nombre que sería más propio de lugares donde existe la nobleza o que se rigen por monarquías absolutas.

Y es ahí donde descubrimos la primera anomalía de las muchas que presentan nuestros servidores públicos, vistos tanto en términos generales como cada individuo en particular. Y que han empujado al chileno medio a desatender los procesos electorales. Los políticos han creado su propio sector socio económico, o lo han intentado crear, valiéndose de una terminología establecida por los medios masivos de comunicación, diseñada a gusto de los dueños de estos últimos; pero que los mismos afectados, que al final también tienen ciertos intereses, no han tratado de corregir. Y esto en un país cuyos rasgos más visibles son la mala distribución del ingreso -que la clase de marras no padece- y la escasa, cuando no nula, movilidad social. Se legitiman, entonces, aquellas quejas que alegan falta de representatividad de parte de los políticos, una cuestión que se agrava todavía más si nos detenemos en aspectos más puntuales, como que los hijos de quienes ya han ganado comicios pueden heredar los cargos o en su defecto, postular a otro puesto dentro de la administración estatal. Un hecho muy propio de sitios donde se la da una exacerbada importancia a la familia y donde además muy pocos miembos de los sectores más desposeídos tienen siquiera la más mínima oportunidad de mejorar su situación.

Esto es, además, reforzado por esa peculiaridad del sistema electoral chileno, donde quien desee votar debe primero incluirse en un registro público, y de ahí para adelante, está obligado a participar en todos los comicios convocados por el Estado. En resumen, inscripción voluntaria con sufragio obligatorio, absolutamente al revés de todas las democracias del mundo. Esto hace que los votantes siempre sean los mismos, y por lo tanto, también sean susceptibles de ser heredados mediante una sucesión dinástica. Luego, nos enfrentamos a dos clases sociales, dentro de la inamovilidad que en ese aspecto caracteriza a Chile. Dos castas, definitivamente. El problema es que ésta, la de los electores, por motivos obvios cuenta con menos recursos monetarios que sus al fin y al cabo beneficiarios, y por ende se ve resignada a permanecer en el escalafón inmediatamente inferior. Es decir, tenemos una estructura que dentro de sí misma se presenta como un binomio de estamentos cerrados, donde, como en todos los países latinoamericanos, existe una suerte de pueblo y quienes lo dominan. Y el hijo del que elige terminará eligiendo, mientras el vástago del gobernante acabará siendo electo igual que su padre. Una versión a escala de las viejas oligarquías de terrateniente rurales que tanto daño le ha hecho al subcontinente, adaptada, además, a la mentalidad del siglo XXI.

El desencanto con la política, al menos en su estilo más conocido, es un fenómeno global y propio del actual periodo de la historia. En otras latitudes, casi siempre, porque los servidores públicos, al igual que en Chile, tienen ciertos intereses y han conformado un grupo humano y social donde sólo caben los pares, aunque dependan para conservar su posición, de sus respectivos votantes. Pero al menos, en el mundo desarrollado hay una garantía de plena movilidad, que de vez en cuando permite dar sospresas. Además, los electores cumplen múltiples funciones en el aparataje social y no están con las manos atadas como aquí -y la prueba de ello es, por ejemplo, los comicios españoles del 2004-. Nosotros, en cambio, parece que ya hemos aceptado ser las nanas o los jardineros de los más acomodados, a quienes continuamos alimentando, porque no hay otra alternativa y menos nos queda tiempo para organizarla.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El Subterfugio de la Clase Media

Como ha sido la costumbre desde el retorno a la democracia, la clase media conforma uno de los tantos temas que la derecha ha impuesto en los medios masivos de comunicación, los cuales, cuentan con propietarios afines a su pensamiento político. Así, ha desviado permanentemente la atención respecto de cuestiones realmente urgentes de solucionar, como la justicia laboral, la mala distribución del ingreso o los problemas de carácter ecologista: todos, por cierto, descalabros dejados por la dictadura de Pinochet, de la que fueron acérrimos colaboradores y por lo mismo, aún defienden. Mientras, en la Concertación, sus máximos dirigentes están comprometidos económica y estratégicamente con varios de sus pares opositores, debido a lo cual, permiten que estos temas se enquisten en la agenda y una vez ahí funcionen como virus computacionales.

Veamos. En Chile, la industria empezó a aparecer recién en 1940, con la creación de la CORFO. Y hasta hoy, tiene un rol poco participativo en la economía chilena, que depende mayoritariamiente de la agricultura -y por extensión, de las materias primas- y los servicios. Desde la Ilustración, con la irrupción de los burgueses, y en especial a partir de la Revolución Industrial, la clase media ha estado vinculada, justamente, a industriales independientes que son capaces de pararse como una alternativa en cuento a la generación de riqueza, ante los nobles y los terratenientes. En cambio, por acá tenemos que los primeros representantes de este sector social, surgidos de manera tímida a comienzos del siglo XX, fueron intelectuales que se desempeñaron en el servicio público -abogados, docentes, funcionarios estatales en general-: gente que vivía de un sueldo y no tenía mayor interés en generar caudal monetario. A partir del año antes mencionado, el grueso de las corporaciones fabriles corrió por cuenta del Estado, por lo cual no había empresarios privados comandando las industrias criollas. Tampoco existía un número significativo de profesionales relacionados con la actividad, que también aumentan las cifras de la clase media; y los pocos que podían contarse, venían de los estratos altos y por sus redes de contacto tendían a permanecer allí.

El exitismo y la hipocresía, no sólo moral, que han caracterizado a Chile desde 1990 -y que los políticos de las dos grandes alianzas se han esmerado en preservar, debido a intereses personales-, ha a su vez, impulsado a algunos a denominarse clase media, como modo de convencerse de que ya no están en el último peldaño de la sociedad, donde además, deambulaban desde que habían nacido. Con ello, se fue paulatinamente quedando obsoleta esa tesis del cuerpo popular que los movimientos de reivindicación social venían proponiendo desde la crisis del salitre a fin de presentar la imagen de una nación que lucha unida contra una minoría explotadora y subyugadora. Ahora, ese pueblo que por más de cinco décadas protestó en la calle por sus derechos, que sacrificó vidas en cada huelga, que eligió la Unidad Popular y después enfrentó decidido al régimen militar; estaba partido en dos grandes bloques que a su vez desprendían fragmentos más pequeños, pero igualmente irreconciliables ( las famosas claves C1, C2, C3, D y E). Durante la década de 1990, la sobrevalorada época del tigre mestizo, la clase media de entonces se autoproclamaba de tal para acentuar el desprecio generalizado que por esos años existía contra los pobres, y con esa actitud, ganarse un sitio en alguna mesa de la oligarquía, aunque fuera la de la cocina junto a la servidumbre. Del 2005 en adelante, con los subsidios poco racionales otorgados por la Bachelet, los arribistas de antaño lloran porque los tratan como el bocadillo del emparedado, que ellos ayudan a preparar con sus impuestos, pero que al final sólo lo disfrutan los otros dos estratos sociales: uno gracias a su dinero y las leyes que les permiten pagar bajos sueldos; el otro, por el apuntalamiento monetario que le entrega la administración política de turno.

En Chile nunca ha existido una auténtica clase media. Siempre hemos tenido dos instancias: el pueblo y quienes los dominan. Y los últimos, se han valido de esta subdivisión artificial que ha caracterizado a los treinta años más recientes de nuestra historia, para mantener su poder y su estructura abusiva. La desprolijidad conque la Concertación trató la injusticia social en la década de 1990, donde el chorreo del neoliberalismo sólo ensució las pocas prendas de vestir a las que pueden acceder los chilenos, ayudó a consolidar este paragima. Y las regalías clientelistas y escasamente reflexivas repartidas por Bachelet, terminaron por edificar el muro que faltaba entre dos supuestos arquetipos que, finalmente, sólo son representantes del mismo pueblo raso. Con matices, desde luego; pero con la misma condición de oprimidos.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Las Mujeres de Gabriela

Las reciente publicación de sus cartas a Doris Dana, para muchos interesados, develan defintivamente el aspecto más oculto de la vida de Gabriela Mistral: era lesbiana. Con esto, los colectivos feministas y homosexuales se ganan, aunque sea de manera póstuma, una nueva estrella para su firmamento, la cual, además, le arrebatan a la sociedad bienpensante. No importa que este supuesto nuevo hallazgo no constituya ningún aporte al momento de analizar lo verdaderamente interesante, como es la calidad literaria y artística de la poeta. Ni que tampoco, contribuya a la completa aceptación del llamado poder gay, que una vez más, se vale de un ícono externo al que intenta reinterpretar mediante investigaciones pretendidamente serias, en vez de potenciar los elementos que están en su propio seno, los cuales hace rato demandan su oportunidad.

Es cierto: Gabriela Mistral es una cosa lejana y etérea para muchísimos chilenos. Y eso, a pesar que nos sentimos orgullosos de decir que fue uno de nuestros dos premios Nobel; el único, además, obtenido por una mujer de habla hispana. Ayudaron a tal situación, ciertas actitudes de la propia escritora. Por ejemplo, el haber emigrado muy joven a México, país donde desarrolló buena parte de su talento, que no se circunscribió al ámbito lírico, porque fue la diseñadora del sistema educacional que hasta hoy rige a ese país. Como consecuencia, su radicación definitiva en el extranjero, lo cual la convirtió en una desconocida por estos pagos ( bajo estas circunstancias, hasta comprendo que le hayan otorgado el Premio Nacional de Literatura sólo seis años después del galardón de la Academia Sueca). Finalmente, se pueden citar algunas consideraciones más anecdóticas, como el hecho de que en vida publicó poco, sólo cuatro poemarios y una antología, y que su primera colección de versos apareció cuando la autora ya había pasado los treinta años de edad, no por iniciativa propia, sino de un grupo de académicos norteamericanos. Además, que los dos mejores, "Tala" y "Lagar", fueron ampliamente conocidos afuera antes de aparecer en Chile. Esto último, es un factor importante para comprender los arquetipos que aquí se han formado de Gabriela Mistral, a saber, la enamorada doliente de "Desolación" y la tierna maestra primaria de "Ternura". Dos caricaturas, contra las cuales han luchado los críticos literarios serios y que han sido la motivación para que sus idólatras más empedernidos -que suelen provocarle nada más que perjuicios a su objeto de alabanza- anuncien descubrimientos sensacionalistas como el que encabeza este artículo.

Sin embargo, más allá de la ignorancia histórica que los chilenos tienen en torno a la poeta -producida tanto por la falta de acceso a sus obras como por una decisión propia-, cabe señalar un hecho que muy pocos han tomado en cuenta, cual es el rol que tuvo la dictadura de Pinochet en alimentar todos estos prejuicios. Debido a que Pablo Neruda, simbólicamente fallecido el 23 de septiembre de 1973, fue durante gran parte de su vida militante comunista, lo cual no trepidó en recalcar en varios de sus últimos poemas, además de incondicional simplatizante y activista del régimen de la Unidad Popular; el gobierno militar requería de una estatua que desterrara de la memoria colectiva de los chilenos al vate rojo. Y lo que más estaba a la mano era la figura de la Gabriela, por diversas causas, entre las cuales pueden contarse la desinformación y la imagen ascética y aséptica que muchos en este rincón del mundo se esmeraron en darle. Cabe recordar, al respecto, que casi nadie por estos pagos había leído para entonces los escritos sociales de la Mistral, que en vida le significaron un fuerte rechazo de parte de sectores pudientes y no sólo en Chile. Más aún, ese tema lo trata en buena parte de su obra literaria que permaneció inédita hasta su muerte, y la cual, si no ha permanecido en esa condición, sólo se ha publicado en el extranjero o en ediciones limitadas para especializados. Por otro lado, cuando en 1989 se celebró el centenario de su nacimiento, la autoridad de facto desplegó una intensa maquinaria publicitaria que incluyó microprogramas en televisión -siempre mostrando la imagen tradicional-, homenajes rimbombantes al estilo de un gobierno de esa calaña, y varios concursos literarios para estudiantes con el nombre de la poeta ( yo gané uno, de hecho). A poco de las primeras elecciones multipartidistas en diecisiete años, y con Pinochet y sus secuaces intuyendo las escasas posibilidades de triunfo de los entonces candidatos oficialistas, no venían mal estos recordatorios, que mostraban a los militares preocupados por la creatividad artística, como para dejar en claro que el "apagón cultural" que caracterizó a ese periodo, no era sino un mito marxista.

Al final, tanta saturación derivó en un fruto no deseado. El chileno medio empezó a perder interés por una mujer que, después de tantas décadas, se les presentaba como una dama irrestrictamente conservadora. Ya en democracia, además, se hacía necesario restaurar la figura de Neruda, un hecho que hizo que el común de la gente creyera que existió una rivalidad ideológica entre ambos, cuando en realidad fueron amigos personales. También, otros revalorizados, como Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, empezaron a exigir su espacio. Con respecto a Gabriela Mistral, muchos aceptaron que ya había tenido su recompensa. Cuando verdaderamente, fue sólo otra víctima del llamado "pago de Chile". Una mujer pobre -que no es lo mismo que una mujer a secas-, de la precordillera, provinciana en una época en que escaseaban las rutas terrestres, que fue capaz de educar pese a no contar con título universitario, que debió abandonar el colegio víctima del matonaje escolar, que debió abandonar muy joven su país de origen porque en él no la tomaban en cuenta, y eso último para no regresar jamás. Ahora que Chile ha pasado de pacato a frívolo, se populariza un aspecto superficial de su existencia y se vuelven a dejar bajo la alformbra las características que auténticamente han definido a la Mistral y que la hicieron merecedora del Premio Nobel. Por suerte que existió en un tiempo en que no se conocía la prensa de farándula, porque habría sufrido bastante más, cortesía de un país donde el chisme refleja con total cabalidad los insufribles grados de hipocresía.

jueves, 27 de agosto de 2009

Élite o Simple Oligarquía

El sólo origen del galicismo élite, retrotrae a todo lo que uno entiende o ha escuchado sobre la histórica cultura de la alta sociedad francesa, que parte desde la formación de su emblemática monarquía absoluta y perdura hasta hoy. Y en esa contextualización, se incluyen hasta las caricaturas y los estereotipos. Como dicha cultura se consolidó en el Renacimiento, podemos expandir su significado, otorgando eso sí unas mínimas concesiones, a los demás países del centro y sur de Europa que florecieron intelectual y artísticamente hablando en aquella época, como la Península Italiana y, hasta cierto punto, Alemania, Inglaterra o Suiza. En cambio, el sentido del término no es extrapolable a la Península Ibérica, porque allí las clases más acomodadas, si bien mostraron una importante y sincera preocupación por el gusto estético, mantuvieron un relativo aislamiento con el resto del continente, que en el caso de España, derivó hacia un vínculo de extrema subyugación con la iglesia católica, y todo su aparato inquisidor, que por motivos obvios y que no es necesario detallar aquí, frena el interés por comprender las obras de arte. De ahí que en ese lugar sea más adecuado hablar de pléyade, el equivalente en lengua española para élite.

Con la Ilustración -y su consecuencia política más inmediata, la Revolución Francesa- el término élite se popularizó en todo el mundo, siendo utilizado amplia y descuidadamente en territorios donde no se conocía su mística original ni se pensaba averiguar al respecto. En América Latina, los sectores más pudientes, siempre interesados en resaltar su lejano abolengo europeo, y acaso acomplejados por tener el infortunio de haber nacido en una tierra plagada de indígenas hieréticos que jamás se han preocupado de admirar una ópera o un tratado filosófico de Descartes, no tardaron en adoptar el vocablo como autónimo, lo cual les permitió adquirir, de paso y de manera poco consciente, un eufemismo que podían emplear cuando algún revoltoso de ésos que proclaman la justicia social les recordaran lo que en realidad eran: una hermética -tanto en sentido cultural como social- y tiránica oligarquía. Sin embargo, las contradicciones entre la élite verdadera y la autoproclamada, saltan a la vista. En Europa, este grupo socio-cultural, y hasta cierto punto socio-político, ha desarrollado una refinación estética que no sólo le permite disfrutar de una obra artística, sino también asimilarla y aprender y aprehender de ella. En el intertanto, también asimila a su creador, que muchas veces proviene de un núcleo social distinto, por último en condiciones de mecenazgo. Se da entonces una relación de beneficio mutuo, donde el autor encuentra seguridad para continuar su trabajo, mientras su protector ensancha su capacidad de reconocer y aceptar una obra nueva y diferente, sin armar escándalos de índole moralina. Además, estamos frente a piezas inéditas y artistas originales, lo cual equivale a decir impredecibles y que no se amoldan a los cánones establecidos. Personas que pueden sacar algo sorprendente prácticamente desde la nada.

Diametralmente opuesto a la actitud de sus "homónimos" latinoamericanos, que gastan su dinero no en comprar las creaciones de sus connacionales, sino en viajar a Europa para suspirar a los pies de la Tour Eiffel o junto a las esculturas de Joan Miró. Se toman fotos y, más como un recuerdo de turista que otra cosa, adquieren réplicas de pinturas famosas, porque las han visto en los folletos de viajes, en los reportajes de la televisión pagada o en las láminas que profesores con la misma mentalidad que ellos les dieron a mostrar en sus colegios exclusivos. No se percatan que uno u otro perteneció a tal o cual movimiento, como por nombrar el clasicismo, el romanticismo, el dadaísmo y el surrealismo. Siendo que sus "pares" del Viejo Continente, son capaces hasta de recibir a los críticos de arte para dejarse enseñar por ellos. Acá ni hablar de aprendizaje, más encima con pastiches copiados a veces sobre hojas de papel. El único fin es aparentar sobre la última visita al
Louvre ante los vecinos y amigos, colgando los cuadros en la pared.

No pretendo resucitar la manida monserga de que miramos mucho a Europa sin darnos cuenta de que somos mestizos de pelo lacio y pómulos altos. De hecho, esa es una actitud chauvinista y alienante, oculta debajo de un supuesto paradigma ideológico, que le ha hecho mucho daño a América Latina. Me refiero aquí al error que se comete al llamar a nuestra rancia oligarquía como élite, cuando sigue siendo el mismo puñado de familias que dominan la economía y hacen todo lo posible, incluso el día de hoy, por entrampar la movilidad social. No aceptan lo que viene de fuera, salvo bajo las condiciones explicadas en el párrafo anterior, y su supuesto gusto estético es una enorme aunque muy bien disfrazada farsa. De hecho, una de sus actitudes ha sido imponer lo externo como forma de anular las propuestas autóctonas y por su intermedio, neutralizar a los que cuestionan su excesivo poder. Una conducta política que afecta a lo cultural, porque con sectores que históricamente han contado con facultades omníbodas, nadie se salva.