miércoles, 30 de septiembre de 2009

Consuelo de Tontos

Acaba de aprobarse casi por completo la nueva ley de propiedad intelectual ( un acápite generó polémica, pero ya sabemos que en nuestro Congreso, el pataleo disidente siempre termina siendo una anécdota que no conduce a nada), que, dadas sus características, debiera ser llamada "ley contra la piratería", porque es ésa su preocupación primordial: defender los derechos de autor de las grandes compañías disqueras, fílmicas o literarias, todas con asiento en Estados Unidos -ya sea matriz o principal filial- país que ya le había advertido a Chile acerca de un eventual desconocimiento del tratado de libre comercio firmado hace algunos años atrás, si persistía en tolerar esta poco convencional forma de consumo artístico. Un acuerdo de negocios que al grueso del pueblo no afecta ni beneficia prácticamente en nada; pero que a los más pudientes, les significa un leve ingreso adicional que de manera alguna están dispuestos a ceder.

Los medios informativos, al presentarnos la aprobación del libelo, han insistido en que no será un elemento tan odiosamente punitivo como, por ejemplo, lo es su símil francés y su malafamada autorización de desconexión. Recalcan, respecto de internet, que sólo se perseguirá y castigará a quienes suban material de manera informal a la red, y no a los que los descarguen. Por otro lado, son efusivos al indicar que el legislador se preocupó especialmente de eximir de las proscripciones a todos aquellos ejemplares que están guardados en bibliotecas o almacenados en sistemas afines -videotecas, cinetecas, archivos varios-, así como de garantizar las grabaciones de libros para ciegos. No quiero pronuciarme respecto de tamaña buena noticia, tampoco ridiculizarla ( por una cosa de sentido común, tales excepciones siempre deben considerarse), porque no es el propósito de este artículo. Simplemente, pretendo discutir los aspectos solapados que se ocultan tras esta pretendida suavización. Es cierto: en teoría podremos continuar bajando el material artístico que se nos antoje. Pero he aquí que las empresas proveedoras, se sentirán presionadas por los consorcios que buscarán defender los derechos de autor que les han sido legados, y acabarán bloqueando los accesos a aquellos sitios donde se han depositado las descargas. Incluso, es probable que la misma promulgación de la ley ya las asuste, y empiecen a pensar en futuras trabas. Ahora: también se ha destacado que el proyecto no le encarga a ninguna compañía prestadora de servicios de internet, la misión de ejercer como policía ( sería el colmo, además, en un Estado de derecho). Pero en un país donde la administración pública vale menos que un perro callejero, será el mercado quien decida y su capacidad de adaptarse a cualquier iniciativa judicial rematará, como siempre sucede, en perjuicio para los pequeños cibernautas. Con todas las leyes punitivas de carácter moralizante ha sucedido lo mismo: la de alcoholes, la anti tabaco, la que combate el tráfico de drogas... han funcionado a la perfección cuando el afectado pertenece al ochenta por ciento que no tiene suficiente dinero.

También hay otro problema relacionado netamente con el consumo de obras artísticas y que no puede dejarse pasar. Si la ley se concentrará en quienes suben material y no en aquellos que los descarguen, y suponiendo que es inaplicable fuera de territorio chileno, tenemos que los blogueros y foristas de esta parte del mundo estarán obligados a cuidarse de los organismos perseguidores. Pero no así sus colegas en el extranjero. Eso puede terminar generando una curiosa discriminación. Aquellos álbumes, películas o textos poco conocidos que hayan sido producidos afuera, continuarán siendo conocidos y admirados por los cibernautas criollos, cosa que no sucederá con sus afines que tengan las mismas características, pero que sean una creación nacional. Debo comunicar a todos mis lectores, que material histórico que no cuenta con los recursos suficientes para ser difundido por un canal que no sea internet, abunda por estos lares y personalmente he sido testigo de aquello. Muchos ni siquiera cuentan con un sello o editorial fuerte o vigente que los respalde ( no coloco a las productoras cinematográficas, simplemente porque en Chile no existen), y los que sí, serán víctimas de un lastre antes que beneficiarios de un privilegio, pues es poco verosímil que sus casas de origen vean un buen negocio en su recatalogación, al desaparecer una importante competencia.

No se trata de tener un espíritu anárquico respecto al disfrute de obras artísticas. Pero lo cierto es que la sociedad, o al menos sus dirigentes más fuertes, han tendido a ver a internet, desde su fundación, como una amenaza, válida sólo cuando cumple con las conductas que yo espero que todos tengan, y que al final, la reducen a una máquina de hacer dinero, como el joven rebelde que se convierte en un correcto oficinista. Por otra parte, valoro el hecho de que esta ley tenga menos aspectos represivos que sus símiles de Europa o Estados Unidos, aunque esto es a la larga una suerte de daño colateral no deseado, pues nuestro jibarizado Estado es incapaz siquiera de aplicar una norma policial tan drástica como la francesa. Sin embargo, esta iniciativa seguirá el derrotero de aquellas que mencioné en el segundo párrafo y se tornará un ente nefasto y contraproducente. Para los que usamos internet; pero especialmente para los comerciantes de piratería callejera, que recibirán penas de cárcel equivalentes a las del microtráfico de drogas. En definitiva, más personas que repletarán los ya saturados recientos penitenciarios.

No hay comentarios: