viernes, 26 de febrero de 2010

Los Nuevos Inquilinos de La Moneda

La verdad es que a veces llega a ser patético el nivel de ingenuidad de la gente. Mejor dicho, de cierta clase de gente. En especial, de aquella que creyó en esas edulcoradas frases de Sebastián Piñera, tales como "gobierno de unidad" o "democracia de los acuerdos"; y luego se llenó de una sorpresa que a poco andar se cuajó en indignación, al ver que designaba como sus asesores más cercanos -ministros, subsecretarios- a sujetos pertenecientes a su propio círculo de origen: no sólo en términos políticos, sino también sociales, en alusión al llamado "gabinete de gerentes" que lo secundará, al menos teóricamente hablando, durante estos cuatro años.

En particular, las declaraciones de los dirigentes de la Concertación, que a partir de marzo será la alianza opositora, dan pena y vergüenza ajena. Todos saben, y no se necesita siquiera un minuto de una clase de ciencias políticas para entenderlo, que éstos son cargos de confianza. Y por ende, lo más recomendable es elegir al amigo más fiel, y por descarte, a quien se sabe que piensa igual que uno. Ellos siempre obraron así durante estas dos décadas y construyeron mandatos, al menos, aceptables. Y además, siempre dejaron en claro que existía una vereda y otra que era diametralmente contraria, conducta que extremaron en esta última legislatura, con sentencias tales como "no da lo mismo por quién votar". Está bien que la opinión pública, desinformada por diversas circunstancias -entre las cuales, cabe consignar la forma de administrar que siguió la Concertación- acoja con cierta simpatía ese supuesto discurso que se lanza contra los partidos y su cuota de nominados en las reparticiones estatales. Pero en su caso, un golpe militar, un exilio y la ideología intrínsecamente reaccionaria de la derecha, al menos la chilena, los debió haber hecho sentar cabeza, en la peor de las situaciones, ya hace un buen tiempo.

Sin embargo, si miramos hacia atrás y observamos el estilo que impuso la Concertación, basado en un consenso antojadizo que en realidad ocultaba un infundado temor al poder económico, descubrimos la transformación lineal de los luchadores de ayer en los incautos y pusilánimes de hoy. Como le otorgaron una que otra concesión a la derecha, imaginaron que, dada la oportunidad, sus rivales iban a comportarse de la misma manera y les iban a devolver el favor. Después de todo, se declaraban a los cuatro vientos, cristianos. No se detuvieron a reflexionar que ese supuesto cristianismo era en realidad catolicismo, donde el "haz el bien y no mires a quién" se practica a cabalidad cuando uno es el beneficiario. Y los tipos aprovecharon estos regalos y, apoyados en su opulencia, conquistaron un quilómetro tras otro hasta alcanzar la presidencia. Se dieron el lujo no sólo de presionar para mantener el injusto sistema socio-económico, sino que también consiguieron transformar en ley sus prohibiciones en el campo de la moralina, fuera de hacer válidas sus medidas anti delincuencia porpias de un paranoico. Y atención, porque jamás lograron el triunfo por sí solos, ya que los babosos de enfrente, por miedo a ciertos medios de comunicación, agacharon la cabeza y les empujaron el columpio. Ahora deben resignarse a sentarse en la banca por un largo periodo.

Si bien es cierto que la Concertación sacó al país del marasmo en que se encontraba al término de la dictadura, los resultados obtenidos no son para celebrar. La mala distribución del ingreso se ha vuelto tan espesa como la contaminación sobre Santiago -otro problema que este pacto no fue capaz de solucionar-; la cuestión de los derechos humanos continúa reduciéndose a declaraciones de buena crianza, y para colmo, hemos debido empezar a sufrir restricciones absurdas que ni siquiera fueron concebidas por un autor de fábulas distópicas. El conservadurismo correrá sobre una carretera perfectamente pavimentada. Y tendrá la primera chance en cuatro años más.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mentiras y la Guerra de Arauco

Aunque el refrán dice que "la historia la hacen los pueblos", en al menos la mitad más uno de los sitios no ocurre así. Aunque se trata de lugares donde justamente los pueblos no han sido protagonistas en la formación del Estado. Son los denominados países artificiales, frustrados o bananeros, cuyas estructuras han sido diseñadas por potencias colonialistas u oligarquías rastreras, de acuerdo a sus propios intereses y sin preguntarse si el resto de la población son seres humanos. Ahí, la historia ni siquiera la hacen los historiadores. Sí, la redactan; pero de acuerdo a las pautas o incluso los dictados elaborados por las clases pudientes, proceso en el cual ejercen como simples copistas.

Chile, y no podía ser de otro modo, se encuentra en la categoría mayoritaria. Y un buen ejemplo para demostrarlo, son las fechas de inicio y término con que se limita la llamada Guerra de Arauco, ese mítico conflicto que todas las fuerzas regulares establecidas en este territorio debieron lidiar contra los aborígenes mapuches. En especial, su año de cierre: 1880, cuando tiene éxito definitivo esa campaña invasora que, tal vez para oponer un antónimo lingüístico a la definición gramatical del enfrentamiento bélico, se le conoce con el eufemismo de "pacificación de la Araucanía". En realidad, dicha conflagración ya había concluido hace un siglo atrás, cuando a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, se celebraron decisivos parlamentos de indios, en los cuales los españoles renunciaban a conquistar las zonas al sur del Bío-Bío, con la condición de que su contraparte, los nativos indígenas, igualmente se desistieran de realizar incursiones al norte de la frontera establecida, o intimidaran a las plazas enclavadas al sur de ese límite. Fueron acuerdos donde ambos pueblos reconcían, al menos de modo tácito, la existencia del otro, y que tienen el tenor de un tratado internacional de paz definitivo, no de mera tregua o cese temporal de las hostilidades, como algunos pretenden hacer creer. Además, la guerra pasaba por un prolongado periodo donde los combates se volvían cada vez menos frecuentes, por lo que no es descabellado hablar de un tránsito hacia su extinción, el que los mencionados diálogos sólo se habrían encargado de confirmar.

Lo que luego montó la administración chilena, ya conseguida la independencia, no fue más que una vil ocupación que, en el marco actual del derecho internacional, sería considerada ilegal y como una amenaza para la paz del mundo. Una injustificable agresión de un Estado a otra organización territorial considerada autónoma y viable, que si bien no se circunscribía a los preceptos del sistema estadual nacional europeo, poseía una estructura y rasgos identitarios que la volvían fácilmente distinguible. Para peor, el gobierno criollo se presentó ante la opinión pública, local y extranjera, como un ente que pretendía ejercer soberanía en parte de sus dominios, entonces, supuestamente usufructuados de manera informal por "hordas de bárbaros y salvajes, enemigos de la civilización cristiana y capaces de los más atroces crímenes". Fue una jugada estratégica, muy bien urdida, que le permitió llevar un genocidio impune, si no apoyado, cuando menos tolerado por los connacionales que vivían en otras partes del país, cuya única informacción accesible eran los diarios que circulaban entonces. En el plano militar, tal principio también rindió sus frutos, ya que se desconocía a la contraparte como un ejército regular, representante de otro Estado, reduciéndolo a una pandilla de rebeldes, cuando no de delincuentes y sediciosos, muy similar a lo que hoy ocurre con la manida "guerra al terrorismo" impulsada por los EUA o las incursiones que efectúa Israel en contra de la Autonomía Palestina. Recordemos que es muy distinto el trato que se prodiga al soldado proveniente de un país soberano, al que recibe un guerrillero o un representante de un grupo paramilitar. Y para ganar la partida en los aspectos comunicacionales, la oligarquía chilena del siglo XIX consideró de esta última manera a los mapuches.

Se busca, para darle una justificación histórica y política a la seudo pacificación, que los indígenas fueron favorables a los españoles durante el proceso de independencia. Era lo más lógico, si ambas estructuras se habían prometido solidaridad mutua y de enemigos se habían convertido en aliados. Además, los mapuches aquí actuaron, aunque no estuvieran conscientes, conforme al derecho internacional, pues una estructura no regular trataba de apropiarse de territorios que pertencían a un Estado legalmente constituido, como era la Corona peninsular. ¿Que después rompieron o intentaron romper en varias ocasiones los acuerdos estampados en los parlamentos? Ninguna de esas incursiones puso en peligro las vidas de quienes habitaban al norte de la frontera. Y lo del "Rey de la Araucanía", no constituyó más que una anécdota, que el gobierno chileno solucionó declarando en interdicción al "monarca" francés (de nuevo, el Estado rebajaba a una organización autónoma, pues muchos caciques habían aceptado la propuesta del europeo). Lo único que se puede afirmar es el punto que ha dominado la redacción de este artículo: que una nación invadió a otra de manera ilegítima. Y que aún no abandona una jurisdicción que no le pertenece.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Carita de Beata

No sé si será por mi filiación evangélica. O porque, si hilamos fino, podemos llegar a concluir que todo este cuento que ha armado la iglesia católica respecto de la veneración a los santos, mejor dicho, de sus imágenes, se acerca más al politeísmo pagano que al mensaje de Jesús. Pero cualquier ciudadano medio, incluso el romanista medianamente observante -que a la larga, constituyen el ochenta por ciento de los seguidores de ese credo- tiene derecho y por qué no decirlo, también el deber de formularse la siguiente pregunta: ¿cómo es que Juanita Fernández, una monja que murió a los veinte años, que en ese momento contaba con sólo seis meses vistiendo los hábitos, puede, más aún en forma póstuma, escalar la cantidad suficiente de peldaños, y llegar a ser canonizada?; ¿cómo Laura Vicuña, una púber fallecida a los doce años, cuyo único acercamiento a la vida religiosa consistió en pararse durante algunos minutos frente al altar de su parroquia de arrabal, para admirar los íconos de yeso y madera, finalmente es declarada beata? Está bien: a veces los más insignificantes se pueden transformar en líderes mundiales, positivos o negativos; lo enfatizó el mismo Cristo y la Biblia ofrece abundante material sobre casos así, fuera de todos los ejemplos similares que presenta la historia secular de la humanidad. Pero además de esa explicación, los papas y obispos no convencen con sus argumentos acerca de intervenciones sobrenaturales o la supuesta actuación del Espíritu Santo. En realidad, la respuesta se encuentra en causas bastante terrenales, como para citar, la influencia que tienen cercanos al fenecido en determinadas áreas eclesiásticas, ya sea órdenes o sacerdotes preponderantes. Y en seguida, el carisma que demuestran los ya convencidos a la hora de defender a las personas que, dicen, se merecen el reconocimiento de las autoridades competentes no por sus obras realizadas en vida, sino por aquellas que han efectuado desde la ultratumba.

En este contexto, y como parodiando a la llamada "adoración de imágenes", necesita un sitio importante, precisamente ese elemento, la manida imagen, entendida en su sentido publicitario, pero que guarda una interesante afinidad con su acepción religiosa católica: imponer un punto de vista ideal, edulcorado y perfecto, de quien lo más probable es que en su paso por el planeta fue un ser humano común y corriente, con la única diferencia que era incondicional a un determinado credo, tanto en sus declaraciones como en sus actos. Esto ha pasado, por ejemplo, con la ya citada Laura Vicuña. Muchos de quienes la veneran -me quiero ceñir con ese término al significado específico que cada vocablo tiene dentro del dogma católico, donde dicha palabra se emplea en un contexto distinto e inconfundible a "adorar"-, se han sentido atraídos por el retrato pintado por un artista italiano, reproducido hasta el hartazgo por las monjas salesianas, que prácticamente se han apropiado de esta muchacha. En él, se nos muestra como una adolescente blanca, de pelo negro liso (por fortuna, el tipo provenía de la península de la bota, que si no, habríamos tenido que soportar a una inverosímil ricitos de oro), muy europea mediterránea, de estatura mediana a alta, y arreglada para posar en un comercial de televisión, da lo mismo si secular o eclesiástico. Pero una investigación en que participaron, entre otros, peritos policiales, dio con el verdadero rostro de la chiquilla: uno de facciones patagónicas (su zona de origen y donde vivió casi toda su corta existencia), arisco aunque inocente, con rasgos claramente mestizos como los pómulos altos y los ojos pequeños, contextura física propia de las niñas pobres de comienzos del siglo XX, y quien por cierto desconoce la forma adecuada de posar para una foto. Para salvar el desconcierto generalizado, las religiosas que custodian sus recintos de oración, han afirmado que cualquiera de las dos figuras es legítimas, y que sería "fascista", entronizar una por encima de la otra. Discurso para la galería: el cuadro pictórico le lleva décadas de ventaja a la toma fotográfica en blanco y negro, por ende ya es la cara oficial de la Vicuña, y eso dentro del marco del catolicismo es un factor de peso, aunque en este caso hablemos de consensos consuetudinarios. Y además, la joven está en proceso de ser declarada santa, por lo que una perturbación de esta envergadura, de seguro permanecerá un buen tiempo bajo la alfombra, al menos hasta que el circo termine.

Uno conoce el reglamento que la iglesia católica ha redactado para regir estos asuntos. El cual es demasiado estricto, aunque sus propios defensores lo han roto en varias ocasiones (recordar los escándalos que produjeron las canonizaciones de Escrivá de Balaguer o de Teresa de Calcuta). La cuestión de los milagros imprescindibles y su superlativo nivel de magnitud está clara y precisamente detallada. Pero los elementos anexos siempre juegan un rol importante. No olvidemos que al mismo Cristo se le pinta con los cabellos largos y de un reluciente rubio ondulado, además de agregarle ojos azules. Dibujos que tenían una finalidad específica: convertir de manera rápida y masiva a los bárbaros, que se había apoderado del imperio romano y por lo mismo, constituían una amenaza para el poderío eclesiástico, en una época en que el cristianismo unificado ya empezada a autodenominarse como catolicismo. Es por ello que ciertos tipos se han lanzado a reconstruir el que creen debió ser el auténtico rostro de Jesús, ocasionando diseños polémicos como el que hace algunos años exhibió una televisora por cable, donde el Mesías no se destacaba por su atractivo físico. Quizá por tal motivo, los propios romanistas son flexibles al respecto, y permiten que en América Latina, Asia o África, florezcan los retratos del Salvador que lo presentan con rasgos indianos, mestizos, afros u orientales. El problema es que no han liberado de la misma manera los cuadros de sus "venerables", que en ciertas ocasiones les importan más que el propio Señor. Ese mismo que proscribió las imágenes, porque en el imaginario colectivo, desde tiempos ancestrales, siempre ha existido la tentación de erigirlas como dioses.

La respuesta a la interrogante del primer párrafo es simple: familiares y amigos del devoto penetraron en las altas esferas del papismo y ahí lograron conmover a un personaje influyente que luego fue con la novedad donde sus superiores. Juanita Fernández, alias Teresa de Los Andes, provenía de una familia acomodada que de seguro no quería que su hija y hermana, muerta prematuramente y sin haber dejado descendencia, se perdiera con la irreversible descomposición de su cadáver, tal como lo hacen los ricos de hoy, que montan monumentos o fundaciones en honor de algún vástago fallecido. En el caso de Laura Vicuña, sus cercanos fueron auxiliados socialmente por las monjas salesianas, a las cuales les narraron la vida de la pequeña (los pobres, y si no me creen vean los reportajes sensibeleros de la televisión, son capaces de emocionar hasta a las piedras). Luego vinieron las imágenes-resumen, edulcoradas y de aspecto publicitario. Y siempre tras cartón, los milagros atribuidos, que a fin de cuentas, sólo ponen la guinda de la torta, en los aspectos judiciales, para decir que todo está en orden y que el orden es un aspecto de la divinidad. Pero insisto: de sobrenatural, poco y nada.

viernes, 5 de febrero de 2010

Pinilla: Sólo Pinitos

Todos ya sabemos, por una cuestión de sentido común, que Mauricio Pinilla no formará parte del seleccionado que disputará el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. Y no sólo se trata de un problema de carencia de méritos, aspecto en el que, en todo caso, los argumentos en contra de su presencia en la cita deportiva ya son lapidarios. Sin embargo, el grupúsculo que aparenta apoyar su inclusión en la nómina, donde se encuentran revueltos rostros de la farándula y periodistas mediocres que toman un tema sensacionalista para desplegar comentarios supuestamente especializados, a veces habla con tal nivel de convicción, que llega a producir la sensación de que no convocar al jugador de marras, es una injusticia basada sólo en prejuicios. Insisto en esto: la camarilla que pide la inscripción de su nombre en la lista, desde el principio debe haber visto dicho gesto como una broma; pero lo está llevando tan lejos, que se ha venido transformando en un acto de irresponsabilidad. Donde, por desgracia, están implicados individuos que se ubican en la vereda de la prensa deportiva, y cuya misión es en realidad, advertir de lo inviable de tal propuesta.

Pinilla ha llamado la atención porque, tras seis años de fracasos consecutivos, donde cambiaba de club como si fuera ropa interior, es la estrella que brilla en un equipo pobre de la segunda división italiana. Y esa última expresión la emito intencionalmente, porque las características de su actual institución se encuentran presentes en el imaginario colectivo a la hora de sobrevalorarlo, de igual modo en que fue el centro de atracción cuando militaba en la primera categoría de Chipre. La causa de sus mencionados reveses, en buena parte, no es su culpa (estuvo lesionado durante un largo periodo); pero igual es atribuible, siquiera de modo parcial, a su afición al alcohol, las mujeres y la vida nocturna desenfrenada. Conductas que, al menos a primera vista, parece que ha superado, lo cual le ha permitido erigirse como el goleador insuperable de su institución, que hace poco ascendió desde la tercera serie, y que para asegurar una permanencia de nivel que no dejará de estar en riesgo, contrata a un futbolista a quien los tumbos lo han desvalorizado, pero que en derredor suyo tiene construida una leyenda. Porque dudo que los dirigentes del Grossetto hayan siquiera pagado una fenecida lira italiana por este fenómeno que nunca ha sido tal. Luego, ingresa a una liga que también está plagada de mitos, pero que se halla venida a menos, superada hace tiempo por España e Inglaterra, y a la cual Alemania y Francia ya están pisándole los talones. Y para remtarla, el tipo celebra los goles en la clase B... ya es polémico que el arquero titular del seleccionado chileno, Claudio Bravo, proteja vallas en la segunda división española, aunque se trate de la liga más cara del mundo y el guardamenta, sea elegido en varias ocasiones como el mejor de la categoría. Qué más queda para un campeonato de porquería (basta ver el gallinero donde el Grossetto hace de local para darse cuenta) disputado por puebluchos controlados por la mafia.

Supongo que los goles de Pinilla tienen a los mandamases del Grossetto comiéndose las uñas, justamente, porque está llevando a su modesto y de igual forma miserable club a disputar el ascenso a la Serie A. En la cual, probablemente, duren un año, acaben últimos, desciendan cinco fechas antes de terminar el torneo y no sean enviados a la segunda categoría, sino a la tercera, como ya ha sucedido con el Como y el Ancona, por insolvencia económica. Es que este éxito, que más huele a sobrevaloración, era algo que ni el mismo futbolista se esperaba. Aunque tal vez se veía venir. En un equipo como éste, donde sólo hay un tipo sobresaliente, todos los demás juegan, por una cuestión estratégica, para su lucimiento. Por dicho motivo, me pregunto que sucederá con Pinilla una vez que lo traspasen a cualquier escuadra de una primera división europea, o si al final tanto se va el cántaro al agua que llega al seleccionado chileno. Ahí no será el único que posea talento, y quedarán desnudas sus verdaderas capacidades y su nivel de preparación a la hora de enfrentar desafíos mayores. Muy por el contrario, saldrán a relucir todas las circunstancias descritas en este artículo. Quizá sea bueno que esto acontezca antes del Mundial, para que de una vez por todas se extinga el volador de luces.

Pero volviendo a algunos acápites del primer párrafo, esta propuesta es, en esencia, una broma de mal gusto, respaldada por sujetos que deberían poner la nota de seriedad en medio de todo este bochorno. Y quienes se apuntan la primera ubicación entre los vociferantes, son periodistas deportivos de canales como Mega, que tiene la primera prioridad al momento de transmitir el resumen de la liga local. Un privilegio que lamentablemente, se percibe más como un divertimento que una responsabilidad, cuando siempre, y sobre todo en asuntos que atañen al deporte, se exhorta a la conducta ejemplar. Los actuales mandamases del balompié chileno, que han cacareado tanto aseverando que vienen a ejercer una administración nueva, que sólo se caracterice por su profesionalismo, debieran comenzar por cuestionar este hecho de entregarle los huevos de oro a la zorra. Y con ello no me refiero a las cuasi prostitutas que abundan en Mega, varias de las cuales han estado en la boca y los genitales de Pinilla.