domingo, 18 de diciembre de 2016

El Crimen De Alan

La víspera de Navidad nos ha traído un terrible regalo: el asesinato, tras doce horas de tortura, de un menor de trece años llamado Alan, que días antes había huido de un centro del Sename de Temuco, donde permanecía internado como medida de "protección" debido a que unos sicólogos y otros supuestos profesionales dictaminaron que sus parientes biológicos eran incapaces de cuidarlo. El crimen fue cometido por cuatro adultos, entre ellos los padres de una niña de cinco años que acusó al malogrado adolescente de haberla violado, delito que tras practicar los exámenes médicos de rigor, no ha sido comprobado.

 Así como los abusadores sexuales merecen todo el repudio posible, no importando su condición social, su estado de salud, su género o su edad (de haber sido cierto lo denunciado por la niña, hasta yo mismo tendría deseos de participar en la agresión), es igualmente significativo agotar todas las instancias de investigación cuando alguien, sobre todo si no tiene antecedentes respecto de esta clase de aberraciones, es señalado como autor de una de ellas. Y cuando hay involucrados seres de muy corta edad, la cautela debe ser mucho mayor. Por una serie de circunstancias, entre las cuales se hallan los prejuicios y las sicosis colectiva que en primera instancia padecen los adultos pero que a poco andar terminan traspasando a sus pupilos, uno de éstos es capaz de asociar, de modo completamente ingenuo, cualquier cosa que ve con un ultraje, a veces sin tener la menor idea de lo que significan esos términos y en un contexto absolutamente ajeno a dichas situaciones. Y lo peor, ciertos tutores, motivados por la sobre reacción irracional recién descrita -que sólo ellos pueden experimentar, pues entre los más chicos ese lugar lo ocupa la inocencia- al oír estas conexiones arbitrarias emitidas vaya uno a saber en qué contexto, arman un escándalo que crece como bola de nieve y acaba perjudicando no sólo al acusado injustamente, sino también al mismo infante desde donde surgió el malentendido, que queda en la imposibilidad de aclarar el error porque es algo de lo que se están haciendo cargo quienes lo cuidan y por ende saben qué es lo mejor para él, además de tratarse de una supuesta víctima de un suceso traumático. Si les parece descabellado lo que digo, vean "Jagten" (La Caza) filme de Thomas Viterberg. O remítanse a casos reales como la Casa de Acogida en Portugal.

En el hecho que ahora nos atañe, hablamos de un menor de trece años, proveniente de una familia quebrada, donde la madre había abandonado el hogar y el padre, debido a su pobreza y su necesidad de trabajar lejos de su lugar de residencia, había él mismo aceptado que su hijo fuera internado en esos recintos que las más recientes investigaciones han constatado que son un paradigma de los peores mitos creados en torno a los orfanatos. Y de los cuales escapaba bastante a menudo, aunque a veces, movido por el desamparo, regresaba. A eso hay que agregar que, a modo, de justificar aún más la reclusión, un grupo de sicólogos le diagnosticó asperger, uno de esos cuadros clínicos de nombres rimbombantes que estos sujetos no se atreven a llamar enfermedad, porque dado que no son médicos, no pueden efectuar ese tipo de dictámenes, aún cuando en su fuero interno saben que así será considerado por la sociedad y sobre esa base escriben sus informes, teniendo en cuenta el miedo que la comunidad suele expresas hacia quienes ellos califican de desquiciados mentales. El cóctel suficiente para que una jauría de adultos afectados por la más peligrosa de las sicosis colectivas, la que surge desde la ignorancia y los prejuicios, planeara una inaceptable venganza, que de seguro será parte significativa de la historia criminal chilena. Un mozalbete sin progenitores responsables, por lo tanto sin alguien que lo corrigiera, ni siquiera la ley por el asunto de la edad de responsabilidad penal, más encima calificado por los expertos como el más ominoso de los antisociales. Sólo él debía cometer un hecho tan abominable como la violación. Y sólo él se merecía una muerte tan atroz.

Una clase de lógica que no resulta extraña en el sur profundo chileno, donde las violencias patriarcal y patronal se funden en un todo que funge de paradigma, donde una depende de la otra y ambas se yerguen como demostraciones, aunque no lo queramos, de una cultura ancestral, difícil de erradicar a causa del poco acceso a la información. El asesinato de este niño, es parte de un círculo vicioso que incluye las agresiones hacia los mapuches y de éstos contra quienes los maltratan en actos que trascienden la legítima defensa. También abarca los crímenes propios de la delincuencia común, que allá son poco frecuentes, pero brutales. Una zona que siempre ha parecido tan distante de la civilización, y cuyos habitantes parecen estar orgullosos de su situación. O al menos no tienen intención de cuestionarla.

                                                                                     

domingo, 27 de noviembre de 2016

La Fiesta de los Gusanos

Entre las diversas reacciones que provocó el deceso de Fidel Castro, hubo una que atrajo especialmente la atención de los medios masivos de comunicación: las expresiones de júbilo de los llamados cubanos anticastristas afincados en una gruesa colonia en Miami, quienes salieron a celebrar a las calles con champaña y la típica música desechable que se emplea en estos eventos. Se unieron, de ese modo, a los diversos grupos formados en torno a una ideología -ya sea para apoyarla o rechazarla- que en los últimos años han festejado de manera espontánea el fallecimiento de un adversario político importante, como ocurrió en Chile con los opositores a Pinochet cuando murió el dictador, o con los israelíes y palestinos cuando, respectivamente, Yasser Arafat y Ariel Sharon corrieron idéntica suerte.

Hay cubanos repartidos por todo el mundo, quienes han emigrado de su isla por diversas causas, entre las cuales pueden citarse las económicas e incluso políticas en el sentido de expresar una postura crítica al régimen de Castro. Sin embargo, cuando cualquier medio de comunicación, o la mayoría de los analistas, quiere hablar de disidencia respecto del sistema cubano, siempre termina recurriendo a esa colonia compactada en Miami, presentándola como el símbolo de una supuesta heroica resistencia contra un totalitarismo que durante sesenta años ha subyugado a un pueblo ya fuere por el miedo (en el caso de los habitantes de Cuba) o la complicidad de la prensa internacional izquierdista (en el caso de los connacionales residentes en el extranjero). En circunstancias de que en diversos países del orbe se puede encontrar a personas que son partidarias abiertas de Fidel -y en caso alguno constituyen una minoría-, que prefieren el diálogo con las autoridades comunistas o que, pese a identificarse como directos opositores, al menos tienen mayor dignidad y significan un aporte intelectual y práctico bastante mayor que sus compatriotas de Florida.

 En cambio, el grupúsculo de Miami está formado por una turba de niños y viejos mimados que en seis décadas sólo han sabido crear locales de comida rápida y música de horrorosa calidad (misma de la cual ofrecieron unas muestras en su más reciente celebración). Con privilegios especiales en Estados Unidos -debido a causas obvias- no enfrentan las situaciones de pobreza y exclusión de inmigrantes o incluso refugiados de otros lugares del caribe que han pisado suelo norteamericano, por ejemplo los puerto riqueños que viven en el Bronx. Eso los ha impulsado a encerrarse en sus barrios periféricos, donde expresan esa actitud propia de pueblerinos a la vez ignorantes y arrogantes que no imaginan otra forma de ver el mundo fuera de la suya, por cierto la misma conducta que le atribuyen a los partidarios de Castro, y que no obstante es cercana a lo que ocurre con aquellas colonias europeas trasplantadas durante el siglo XIX a otros continentes, como los bóer en Sudáfrica, donde las prebendas entregadas por el territorio de acogida les permite preservar sus más rancias tradiciones. Quizá la situación de quienes analizamos ahora, difiera un tanto porque se trata de sujetos arribados en una época más reciente a una nación muy grande que ya contaba con sus foráneos oligárquicos. Pero al final las consecuencias son parecidas.

Las que se traducen en una identidad surgida desde el mal gusto y la oquedad más intrascendente, propia tanto de personas como de colectivos mimados. Eso es lo que ha llevado a definir a estos cubanos con neologismo reservado sólo para ellos: el de anticastristas. Porque ni siquiera los calificativos de disidente u opositor son satisfactorios para identificarlos, aunque enseguida se atribuyan la representación de todos sus compatriotas que expresan algún nivel de conflicto con el régimen de Castro (y también de los que no). Si bien la rica y generosa lengua española ha permitido que un antiguo vocablo extraído de sus propio seno permita individualizarlos del modo más certero que se ha conseguido: el de gusanos. Y la verdad es que eso son tanto en términos sociales como políticos en vez de cualquier otra palabra que exprese inclinación partidista o alineamiento con alguna tendencia.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Homo Stultorum

La estupidez humana no tiene límites, decía Einstein. Una afirmación que resume de la manera más simple y clara posible esa condición de naturaleza caída predispuesta al mal y al pecado que la Biblia -con un nivel de acierto digno de un libro inspirado- le atribuye a nuestra especie. Y que le permite a un ciudadano escasamente ducho en temas relacionados con las Escrituras y el cristianismo, descubrir de manera casi inmediata la asociación existente entre ambos conceptos. Algo que el físico debió dominar con relativa facilidad, pues a causa de su origen judío, al menos hubo de recibir información detallada sobre el Antiguo Testamento. Nociones que le permitieron explicar una verdad ya explicitada desde el Génesis, con un lenguaje secular, digno de quien lo emite, pero a la vez comprensible para quien no está familiarizado con la teología.

Este martes recién pasado, precisamente se dio una de las demostraciones más potentes de la estupidez humana como uno de los comportamientos más visibles y palpables entre los tantos que derivan de la naturaleza caída. Fue en Estados Unidos, con la elección de Donald Trump. No es necesario reiterar el nivel de torpeza del pueblo -más bien chusma- de ese país al votar mayoritariamente por ese magnate como presidente. Tampoco recordar los argumentos que llevan a concluir que ése fue un acto resultante del peor de los desquiciamientos. Sólo cabe citar la cantidad de ocasiones que en la Biblia aparecen personajes que con sus acciones le hicieron un enorme daño a quienes los rodeaban y a los cuales el Libro, para que el lector tuviera bien en claro el nivel de maldad que portaban, los retrató como simples imbéciles. Eva, Nemrod o Sedequías en el Viejo Testamento; en el Nuevo, los fariseos, a quienes Jesús no tardaba de dejar en ridículo. Todos ellos, además, sujetos con buenas dosis de poder y de carisma capaces de arrastrar a una masa de incautos que por cierto no quedan mejor parados, y es que finalmente su ceguera fue el producto de una decisión absolutamente voluntaria, impulsada porque alguien con más recursos económicos y sociales que les hablaba sobre lo que querían oír.

Ese libreto se repitió, de forma casi similar, el martes recién pasado. Un populacho, arrojado a una solución que les fue presentada como la más fácil, se rodeó en torno a un maestro de acuerdo a sus propias conveniencias. O concupiscencias, como aseveraría Pablo. Y para continuar con la analogía respecto de la exhortación que el apóstol de los gentiles le hizo a Timoteo, podríamos agregar que cerraron sus oídos y en especial sus mentes a la verdad, que les demandaba un mínimo esfuerzo, y se volcaron a las fábulas mágicas y llenas de mensajes maravillosos (teorías conspirativas, eslóganes publicitarios, discursos falsamente novedosos). No se trató de una sicosis colectiva o una incapacidad cerebral, sino de una idiotez consciente, sobre la que se puede argüir que fue acompañada de unos grados de ignorancia, pero que al final del día nadie puede negar que fue un acto surgido de la más absoluta voluntad de quienes lo ejecutaron. Lo que se refleja en la aceptación, tácita al menos, de los comentarios racistas e insultantes de Trump, hacia todo grupo que él consideraba tan distinto como despreciable, ya sea inmigrantes, personas no blancas en general, mujeres u homosexuales. Afán de exclusión que sus votantes ya están haciendo implícitos a través de actos netamente explícitos, como lo prueban las agresiones que, ya a horas del triunfo electoral del magnate, empezaron a sufrir representantes de esos colectivos contra quienes él o aquellos que le apoyaban lanzaban sus odiosas diatribas.

Una simbiosis entre estupidez y naturaleza caída que también se da entre los cristianos estadounidenses, quienes no en masa, pero sí mayoritariamente, sufragaron en favor de Trump. Muchos de ellos, movidos sólo por una abierta expresión de animosidad con un determinado tipo de conciudadano, en este caso los gay y las parejas que optan por el aborto y los anticonceptivos. No repararon en la situación de sus hermanos negros o latinos -quienes fueron víctimas de ataques incluso bastante tiempo antes de los comicios-. Ni siquiera en las promesas del magnate que consiguieron que un amplio espectro de votantes que no asisten al menos regularmente a una iglesia -ni suelen participar en una elección- finalmente le otorgaran el triunfo. Sólo dispusieron sus orejas y neuronas para un mensaje simplista que sólo les interesaba a ellos, pero no a sus propios correligionarios, buena parte de sus prójimos e incluso al mismo Señor. Con lo que terminaron admitiendo -y justificando- la violencia de unos discursos que ya comienzan a transformarse en acciones, como lo atestiguan los hechos mencionados en el párrafo anterior. Tal parece que la especie no debería llamarse homo sapiens, sino homo stultorum. Sería el más "científico" de los nombres.


                                                                                                     

domingo, 30 de octubre de 2016

El Egoísmo de Algunos

Resulta vomitivo escuchar a ciertos cristianos que dicen que pasarán por alto todas las objeciones que en cuanto a su conducta personal y a aspectos doctrinales se le pueden hacer a Donald Trump, sólo porque la otra opción a ocupar la presidencia en las próximas elecciones norteamericanas, Hillary Clinton, es una firme partidaria del aborto y el matrimonio entre congéneres. Dos cuestiones que para estas personas de fe, resultan lo peor.

Cuando uno oye estas justificaciones, no puede sino sorprenderse por el nivel de egoísmo que exhiben estos creyentes. Esa misma actitud que ellos aseveran es la que gobierna al ser humano cuyo corazón no ha sido tocado por la capacidad salvadora de Jesús. No son capaces de detenerse por un instante siquiera a reflexionar acerca de los insultos racistas y sexistas que diariamente lanza Trump, que además se oponen de manera irrefutable al concepto de amor al prójimo. Tampoco en sus promesas de declarar la guerra a cuanto país le resulte sospechoso de disidencia respecto a las políticas de Estados Unidos, con el consiguiente envío de contingentes de jóvenes al campo de batalla, los cuales si no morirán probablemente regresarán muy disminuidos psíquica y físicamente. O en su insistencia en aplicar el gatillo fácil como forma de contrarrestar la delincuencia común, un principio que siempre acaba generando víctimas inocentes, muertas a causa de prejuicios, como de hecho ha ocurrido en la nación del norte en el último tiempo, con los asesinatos de negros y latinos a manos de policías. En cambio, la frontera entre el bien y el mal queda reducida a los niveles de aceptación o rechazo de dos asuntos que ellos jamás van a practicar, y cuya existencia legal no los afectará ni en lo más mínimo.

Pensemos. ¿De qué sirve que los niños nazcan, si antes de los veinte años morirán en un conflicto armado, tendrán el infortunio de cruzarse con un policía pasado de rosca, o recibirán una pena capital producto de una discutible resolución judicial? En una corta vida donde lo más probable es que conozcan poco más allá de la miseria y las agresiones a causa de su género, origen o color de piel. ¿No son ésas, situaciones capaces de provocar tantos o más decesos y sufrimientos que una interrupción del embarazo? Quizá la poca atención que se presta a tales circunstancias, radique, aparte de la ceguera ideológica que siempre se suscita en estos casos -y que es diferente a una genuina demostración de fe-, en que al menos teóricamente, esta clase de eventos no afectará al segmento de cristianos que presta su apoyo a Trump (o al menos ellos creen que nunca les ocurrirá uno de esos sucesos). Tampoco les beneficia ni perjudica alguna modificación legal en torno al manido tema del aborto. Simplemente porque lo condenan y rechazan de plano y de modo honestamente natural. Por lo mismo no consiguen mostrar una empatía necesaria con la mujer que recurre a esa intervención quirúrgica, que de acuerdo, puede ser equivocada; pero que hay que conocer en todas sus dimensiones antes de formarse una opinión de cada caso particular.

Además de que en los EUA frenar un embarazo no es lo fácil que uno cree. Debido a las características propias del sistema de salud norteamericano, unido a los grupos de presión religiosos, un aborto casi siempre debe efectuarse de manera privada, con todos los inconvenientes monetarios y sociales que eso conlleva. Y médicos y hospitales dispuestos a realizar una operación tan cuestionada no abundan, lo que impulsa a la aparición de controvertidas empresas como Planet Parenthood (que sólo abarca parte de la demanda). Lo que la Clinton pretende es finalmente, si ya se agotaron los métodos de disuasión, al menos proporcionar los medios adecuados para que esa mujer que ha tomado una decisión tan drástica la pueda ejercer en igualdad de condiciones que aquellos cristianos que se manifiestan en contra de ella, y no sentirse una ciudadana de segunda clase. Algo que no afectará en lo mínimo la vida de los creyentes, tan sólo una pequeña porción de su concepción del mundo. Lo mismo por el matrimonio homosexual, que por cierto ya fue aprobado en el país norteamericano. En cambio, cosas como las que pretende prescribir Trump, descritas en los párrafos anteriores, sí les pueden acarrear problemas, si no a ellos directamente, sí a sus familiares y hermanos más queridos. Y cuando le soliciten explicaciones a aquel en el cual confiaron, notarán, y esto les caerá muy desagradable, que mostrará un nivel idéntico de insensibilidad.

lunes, 10 de octubre de 2016

El Velo Islámico Y El Ajedrez Político

En medio de la parafernalia que ha rodeado a la campaña presidencial en Estados Unidos, pocos han prestado atención a una noticia que podría generar bastante ruido en unos meses más, cuando sea demasiado tarde para revertir sus eventuales consecuencias. La campeona norteamericana de ajedrez, Nazi Paikidze-Barnes, ha iniciado una protesta a través de las redes sociales con la finalidad de que el torneo mundial de la especialidad, a realizarse durante el 2017 en Irán, y al cual ella está clasificada, sea cambiado de sede, debido a que las leyes de ese país, muy observantes del islam, obligarán a las participantes a usar velo mientras se encuentren en tierras persas, pertenezcan o no a una cultura musulmana. Aunque así planteado puede resultar una simple rabieta de una jovenzuela de veintitrés años, que desea sus quince minutos de fama en un deporte que no despierta un gran interés en la población general (al menos, no para ser seguido por un masivo grupo de fanáticos en los medios de comunicación), lo cierto es que esta estadounidense de origen georgiano (lo menciono por si alguien se siente tentado a extraer conjeturas a propósito de su nombre de pila) es la carta principal de su nación para dicho certamen, y considerando la rivalidad diplomática que desde hace tres décadas sostienen ambos regímenes, el temor de que la administración gringa emplee todos los medios que tiene a disposición -que no son pocos- para torcer la voluntad de una federación internacional, no parece infundado.

Uno puede entender y hasta apoyar el reclamo de esta chica, y hasta apoyarlo, sobre todo si se considera que en Irán la mujer que no lleva velo en lugares públicos se arriesga a una multa y a varios meses de prisión (hecho que la propia manifestante no sólo ha destacado, sino que además ha utilizado como argumento en favor de su protesta). Y añadiendo las connotaciones represivas que representa ese atuendo respecto de la situación de las féminas en la sociedad islámica, al menos para quienes no están familiarizados con esa clase de cultura, y por ende verse forzados a acatar su imposición les resulta, cuando menos, desagradable. Sin embargo, acto seguido cabría formularse la pregunta, ¿sería capaz esta deportista de espetar el mismo alegato contra legislaciones musulmanas aún más restrictivas, tanto para la comunidad como para su género particular, como las de Arabia Saudita, Omán, Bahrein o Qatar? En cualquiera de esos lugares, siquiera hace el ademán de quitarse la prenda de la discordia, y antes de imaginarlo ya le están quitando la cabeza. Ahora, es probable que jamás llegue encontrarse en un trance como ése, ya que en esas zonas la participación de las mujeres es tan nula, que no alcanza ni para vislumbrar su condición de inferioridad en relación con el hombre. Y quien ose plantear la organización de cosas como un torneo femenino de ajedrez, lo más seguro es que también acabe con su mollera rodando por el suelo, y eso independiente de lo que tenga entre las piernas.

Visto desde ahí, todo lo que está obrando esta deportista con la intención de boicotear un campeonato en aras de liberar a su género de la opresión que aún sufre en muchas partes del mundo, puede merecer cualquier adjetivo salvo los de épico o valiente. Se lanza en picada contra uno de los escasos países islámicos que dentro de todas las imperfecciones que muestra en torno a este asunto, al menos concede espacios de expresión para la mujer, y no sólo en el campo que ahora nos atañe. De hecho, Irán ha sido diligente en entablar conversaciones con organismos internacionales con el propósito de que sus atletas femeninas participen en competiciones mundiales sin violar los códigos musulmanes alusivos a la vestimenta, diálogos que han logrado excelentes resultados. Para muchos resulta ridículo -y hasta una señal de retroceso- ver a chicas jugando con gruesos buzos y velos en cuanto desafío son capaces de aceptar, pero comparándolo con los territorios mencionados en el párrafo anterior -donde es impensable remplazar incluso por un minuto el atuendo tradicional por algún traje deportivo- esto es claramente un mal menor. Lo realmente valeroso sería que esta joven llegara a la nación persa, objetara ahí mismo el empleo de la odiosa prenda; pero acto seguido, alegara por la virtual imposibilidad que en otros territorios de Oriente Medio las féminas tienen siquiera de presentarse a la cita que hoy ella mira con desprecio.

Otro factor que contribuye a dudar de su supuesta valentía, es el hecho de que ella es norteamericana, país que sostiene una rivalidad de décadas con Irán, en especial a partir de la revolución islámica de 1979 que derrocó a un tiránico gobierno que era títere de Estados Unidos. A partir de entonces, las sucesivas administraciones gringas han buscado el máximo aislamiento de sus pares persas, conducta en la que han sido secundados por varias directivas de la zona entre quienes se hallan aquellas para quienes la mujer debe limitarse a permanecer en su casa pariendo y cuidando bebés. Es por ende, fácil y muy beneficioso referirse en duros términos a la nación persa con esos antecedentes detrás: incluso se tienen buenas opciones de triunfo. Lo que de ocurrir, será presentado a través de los medios de comunicación como la enésima victoria de un ente minúsculo contra un gigante intransigente que llevaba todas las de ganar. Aunque lo único cierto, es que será un revés para una de las pocas naciones islámicas que admite cosas que en otras resultan tan transgresoras como inadmisibles. Y eso, finalmente, conducirá a la humanidad, y especialmente al género femenino, por la senda contraria a la de la liberación.

                           

domingo, 25 de septiembre de 2016

Eutanasia Canina de Una Vez

Tras el fallo de una corte de Coyhaique, dictaminado como respuesta a una demanda presentaba por un abogado a quien un perro callejero mordió a su hijo en una plaza de esa ciudad, que obliga a dicho municipio a retirar a los canes que se encuentren deambulando por los espacios públicos -sin especificar algún procedimiento-, otros ayuntamientos se han adelantado a las preguntas de los ciudadanos y periodistas, y -a menos de un mes de las elecciones edilicias- han lanzado propuestas de solución que van desde la esterilización de las hembras, pasando por la habilitación de perreras, hasta la construcción de clínicas veterinarias equipadas con la tecnología más moderna posible y de acceso gratuito, a financiarse con recursos fiscales. Nadie siquiera se ha atrevido a imaginar la alternativa más práctica y efectiva para estos casos: la eliminación. Quizá porque más de alguno se espantó con el despliegue de los defensores de los animales a propósito de la polémica suscitada por el supuesto maltrato a esos seres que se daría en la práctica del rodeo, donde el poder de los activistas esta vez no se quedó en las protestas públicas ni la interrupción de los eventos ecuestres, sino que además lograron que políticos y personalidades influyentes acogieran su idea de prohibir ese deporte, proyecto de ley incluido.

Seamos honestos. Las personas que abandonan a sus mascotas lo hacen, entre otras causas, porque cuentan con un alto grado de certeza respecto de que éstas no se cruzarán con un funcionario estatal o un particular que los extermine. Tienen esa ilusión vana -e igualmente perversa y morbosa- de que por un anónimo, por distintas circunstancias -amor a los animales, necesidad inmediata de algún lazarillo- se compadecerá y recogerá al tirado. Por ello arrojan lo que ya les molesta, en caminos carreteros relativamente alejados de sus hogares -cosa que el afectado no emplee su instinto para regresar por sus propios medios- a cuyos lados se puede observar un número significativo de casas. Vive bastante gente allí y por ende no debería falta el individuo a quien le sea útil un can que una familia acaba de decidir que al menos para ellos no lo era. Y los lugareños son los que más sufren, rodeados de perros asilvestrados que deterioran su calidad de vida y atacan a sus propios animales, que en las zonas rurales no sólo sirven para fines recreativos. Bueno. No sería extraño que alguno, con la mentalidad bastante retorcida, concluya que, si el lanzado a su suerte no es capaz de hallar un nuevo dueño, al menos contará con comida al alcance de su hocico.

Pero, ¿qué pasaría si existiese un marco legal que no sólo diera la libertad a los privados para cazar a los canes sin amo, sino que además obligase a las autoridades a su eliminación? De seguro que quien tiene la intención de abandonar a una mascota lo pensaría dos veces antes de cometer tal atrocidad. Si finalmente lleva adelante una aberración como ésa, podría quedar con un cargo de conciencia, por haber enviado a un ser vivo a una muerte segura. Un cambio de actitud que podría verse favorecido, entre otros elementos, justamente por los escándalos que han armado en el último tiempo los defensores de los animales, quienes han metido, gracias a su cabildeo y su tráfico de influencias, el precepto de que maltratar a un "hermano menor" es peor que hacerlo con un ser humano, debido a su supuesta inferioridad de condiciones frente a un ser inteligente que es capaz de dominar y crear diversas estrategias para ganar el juego. En resumen: quien tira un perro o un gato en un determinado camino rural finalmente se convertirá en un asesino indirecto de éste (por cierto es así como hoy lo califican los adoradores de bestias, definición que también le reservan a quien propugna la iniciativa de la eutanasia canina, pero en fin...) pues ya estará enterado de que el empleado estatal está forzado a cumplir su trabajo.

Cabe agregar que la mayoría de los perros que pululan por las calles sí tienen dueño, el cual por diversas circunstancias los insta a que paseen por las aceras durante el día, restringiendo su responsabilidad con él a darle alimentación -a veces no con la frecuencia adecuada- y procurarle un techo donde dormir -en algunos casos ni siquiera eso-. Con una legislación que coloque en riesgo el deambular de esos canes -que son los que más problemas causan y luego son los más difíciles de controlar, debido a que a la larga cuentan con amo- y por supuesto de los demás, estas anomalías tan características de la sociedad chilena se acabarían. Pero curiosamente, los parlamentarios y el resto de las autoridades prefieren hablar de educación, con el afán de cambiar o mejorar la mentalidad. Sólo recordarles a aquellos encargados, que en los últimos años han venido dictando una serie de proscripciones de orden progresista, ya que se cansaron de instruir a las personas -antes incluso de hablarles- y discurrieron -y así lo plantearon en los respectivos debates y foros- que la manera más práctica y menos costosa de provocar una remoción de las conciencias era mediante el garrote. Y fue así como se aprobaron restricciones al tabaco o a la llamada comida chatarra, y ahora se pretende promulgar una ley que limite, y hasta prohíba, el uso de la sal. ¿Por qué las bestias deberían ser una excpción?

domingo, 11 de septiembre de 2016

Los Tira y Afloja Por Punta Peuco

Una vez más, aprovechando la conmemoración del golpe de Estado de 1973, se planteó la idea de cerrar Punta Peuco, la prisión inaugurada en 1995 con el propósito de usarla de modo exclusivo para los militares que participaron en crímenes de lesa humanidad durante la tiranía de Pinochet. A la cabeza de esta propuesta, en esta ocasión se colocó la senadora Isabel Allende, hija de Salvador, justamente el presidente derrocado a causa de la asonada ejecutada hace más de cuatro décadas, y quien insistió en que los internos del penal de la discordia perfectamente podrían cumplir sus condenas en una cárcel para reos comunes como Colina II o la CAS de Santiago. Una intervención que sus adversarios políticos acusaron de ser una estrategia de la parlamentaria con miras a la elección presidencial del próximo año, donde busca estar presente y ganar la legislatura del periodo 2018-22.

Para la mayoría de quienes formaron parte de la Unidad Popular, y que luego vivieron el ostracismo al que los obligó el posterior régimen de facto, la existencia de Punta Peuco resulta insoportable. Fue una cárcel construida a fin de que el jefe de seguridad de la DINA, Manuel Contreras, pudiera ser encerrado como consecuencia de la sentencia judicial que en 1994 exigía que purgara siete años de prisión, por haber planificado el atentado a Orlando Letelier. Ya de partida, es bastante ignominioso que un Estado se vea en la obligación de edificar un recinto penitenciario exclusivamente para un condenado. Para colmo, en aquella época gobernaban los mismos a quien el aparato represivo de Pinochet -comandado por el propio "Mamo"-intentó exterminar, y quienes debieron llegar a uno de esos tantos consensos espurios que caracterizaron los últimos años del siglo pasado en Chile, con los partidarios de la dictadura, quienes ni siquiera imaginaban el aterrizaje violento que sufrirían menos de un lustro más tarde, con la detención de su querido tirano en Londres. Y como correspondía a las circunstancias de su origen, se trataba de un inmueble de lujo, donde los castigados contaban con una vigilancia mixta, repartida entre soldados y gendarmes. Ese último detalle, por cierto, sólo fue corregido una vez que Contreras abandonó este penal en el 2000, época en que empezó, a pesar de mantener buena parte de sus características, a parecerse a un lugar de confinamiento para la hez de la sociedad.

Es por ello -y otras circunstancias más- que personas como Isabel Allende vienen implorando por su cierre en el último tiempo. ¿La solución? Enviar a estos criminales -de los más abyectos, cabe agregar- a recintos para presos comunes, donde ellos sientan el rigor de estar encarcelados y sus detractores y antiguas víctimas el alivio de que al fin se acabaron los privilegios para quienes trabajaron con denuedo en el exterminio de otros seres humanos por el sólo hecho de pensar distinto. Sin embargo, ¿será finalmente viable esa suerte de salida alternativa? De acuerdo: comparar esa suerte de palacete que es Punta Peuco con el hacinamiento que viven los internos de las cárceles comunes es un asunto que irrita al más insensible. Pero entonces, ¿será correcto atiborrar de más reos, lugares que ya están al límite, cuando no simplemente colapsados? Quizá estos sujetos ni siquiera quepan en esos penales. Y si se logra hacer algún espacio, las características personales de estos individuos, que los diferencian del resto de los condenados, exigirían que dentro del cautiverio se crearan instancias que garantizaran la separación entre ambos grupos, por un asunto de seguridad. Ya que hablamos de ancianos que no se desenvuelven como un delincuente común, se les tendría que dedicar mayor atención, lo que redunda en el otorgamiento de más metros cuadrados. Esa situación se zanjaría de dos maneras. O se libera a estos tipos por motivos humanitarios -algo que no les agradaría a quienes se han esmerado décadas en hacerlos pagar por sus actos-; o lo que es aún peor: se les efectúa el hueco necesario con el consiguiente perjuicio para los demás habitantes del penitenciario, que estarán forzados a desplazarse en condiciones de aún mayor estrechez. Precisamente, el ejemplo que sacan a colación quienes desean de modo tan furibundo que se acabe un establecimiento destinado a otorgar un trato especial a quienes se encuentran entre los más temibles de los temibles.

Una de las gracias que posee Punta Peuco, radica en que, al estar enclaustrados allí sujetos que cometieron delitos similares -y que además fueron compañeros de fechorías y trabajo- los lleva a reflexionar que de manera indistinta la sociedad los ha puesto ahí para demostrarles que son lo más bajo que existe. De alguna manera, experimentan una sensación similar a la de sus víctimas a quienes sacaron de la comunidad y aislaron en el mismo recinto, como una forma de ocasionar una sensación de humillación colectiva, de que la idea que defendían era la que los había puesto allí y no un juicio arbitrario respecto de sus conductas personales. Un penal dedicado a cierto delito, cuenta con la virtud de provocar la impresión de que ese es un acto abominable que merece ser castigado. Es a lo que debe ir la prisión de marras, lo que se puede logar eliminando algunos privilegios conque aún cuentan sus internos, y manteniendo su finalidad.

domingo, 21 de agosto de 2016

El Fracaso de las AFP

Ante las protestas en contra de las denominadas Administradoras de Fondos de Pensiones, mejor identificadas por la sigla AFP, muchos economistas y opinantes varios, entre quienes se cuentan los fundadores del sistema, han replicado que ésta ha sido una estructura claramente exitosa, y exhiben como prueba el hecho de que las jubilaciones, aunque bajas, se entregan con regularidad y en sus fechas correspondientes, situación que además está garantizado que no variará en el futuro, debido a la supuesta prolijidad que han tenido durante este tiempo las empresas encargadas. Como contraste, ponen como ejemplo lo que acaece actualmente en los países que emplean el fondo común de reparto, donde los respectivos fiscos han admitido que pronto enfrentarán serios problemas de falta de liquidez, viéndose obligados a tomar medidas como aumentar los descuentos, elevar la edad de retiro o elaborar reformas basadas en el modelo chileno.

Los resultados para los afiliados al sistema de pensiones local -que además no tienen otra alternativa- están a la vista y no han sufrido variaciones desde la creación de éste: jubilaciones equivalentes a un quinto del salario que recibían en su época laboral, que en varias ocasiones se acaban antes de que expire la existencia física de los interesados. A tres y media décadas de su imposición, los únicos beneficiados con él son los propietarios de las administradoras, que desde los últimos años del siglo pasado no pasan de las cinco, casi todas en manos de enormes consorcios financieros internacionales. Un éxito puramente monetario reducido a una insignificante élite integrada entre otros por magnates extranjeros que vayan a imaginar dónde se ubican estas tierras. Suficiente para calificar una estructura en términos positivos, de acuerdo a los parámetros del nuevo liberalismo. Pero claramente insatisfactorio si se considera la enorme función social que, por el asunto que aborda, y a pesar del afán lucrativo de las empresas encargadas, está obligado a cumplir el paradigma que estamos analizando.

Pues hagamos comparaciones. En los países con sistemas de reparto están interesados en introducir reformas pero jamás en remplazar su forma tradicional de entregar las pensiones por como se efectúa hoy en Chile. Y aunque en distintos lugares se reconoce que si no se realizan cambios se irá de modo inevitable al colapso, al menos hasta la fecha las pensiones están garantizadas y en varias de esas partes, con sumas similares a las que se recibían cuando se trabajaba. En cambio las AFP son incapaces de otorgar una cantidad mínima para subsistir, ni siquiera un monto continuo durante toda la vida terrenal del jubilado. Por lo tanto, una de las destinaciones para las cuales fue creado, tal vez la más importante, cuando menos la más visible, no se ha cumplido y nada parece indicar que en un futuro, incluso lejano, lo hará. Se aseverará, a modo de contra argumento, que las administradoras, por sus condiciones, cuentan con la ventaja de entregar ganancias, producto de las inversiones y la rentabilidad. Bueno: la consecuencia de tales actos, el aumento de los montepíos, brilla por su ausencia. Y sin él estaríamos hablando de simples empresas rentistas, que además están lucrando con dinero ajeno en complicidad con el Estado, pese a ser completamente privadas.

Los defensores del sistema alegan que cuando lo crearon no se producía las llamadas "lagunas laborales", periodos relativamente prolongados en los cuales el trabajador no cotiza porque está desempleado o por diversas circunstancias no ejerce con contrato. Lo curioso es que con eso se colocan a la altura de las estructuras de reparto, a quienes acusan de ser ideadas en una época en que existía una mayor fuerza laboral por el número más alto de nacimientos. Porque del mismo modo, acá construyeron una amalgama para un momento determinado de la historia y luego descubrieron que no respondía a un tiempo posterior. Es decir, en uno y otro lado no fueron capaces de prever, verbo tan apetecido por los capitalistas liberales, no sólo los "nuevos". Y eso que los mismos que organizaron las AFP en su momento también edificaron los fundamentos de la movilidad económica actual, ésa que no le garantiza pensiones dignas a casi todos los interesados. Así que aquí no pueden recurrir a la excusa de la variable externa ni del hecho fortuito. Simplemente, reconozcan que elaboraron las administradoras para beneficio propio. Y nada más.

domingo, 31 de julio de 2016

El Interés Por La Ciencia

Una reciente encuesta arrojó que al menos tres de cada cuatro chilenos desearía dominar más información científica, y se sentiría complacido si la recibe a través de la escuela o los medios masivos de comunicación. Datos que prendieron a los entusiastas de siempre, que se apresuraron en salir a aseverar que las masas populares no están tan concentradas en satisfacer las necesidades humanas más básicas como afirman algunos, y que muy por el contrario, se encontraría dispuestas a escuchar y aprenden en forma sistemática conocimientos considerados académicos, especializados y elitistas. Dichos optimistas, sin embargo, parece que no le prestaron atención al resto del sondeo, donde queda estipulado que muchos de esos compatriotas que muestran interés por los temas empíricos, igualmente creen en espíritus y seres mitológicos tanto nativos como importados, participan de modo muy comprometido en los ritos de la denominada religiosidad popular, y han acudido o visitan con frecuencia a adivinos, astrólogos y clarividentes.

La pregunta que surge a propósito de la totalidad de las cifras no se hace esperar. ¿Realmente el chileno medio está ansioso por saber de auténtica ciencia, o se halla más interesado en confirmar a través de algún método empírico sus supersticiones, tanto las más ancestrales como aquellas que ha asimilado en el último tiempo? Si echamos un vistazo a la televisión -abierta y de pago- notaremos que, aparte de la típica programación basura, o mejor dicho formando parte significativa de ésta, se encuentra plagada de magos de cartas, videntes y teóricos de la conspiración, que explican sus descabelladas propuestas con una convincente solemnidad académica, amparados en ciertos casos en títulos de educación superior o en simplemente en su trayectoria en los medios masivos de comunicación. Estas intervenciones significan una alta sintonía para los canales que les entregan espacio, y se tornan un comentario obligado en el trabajo, la escuela o las conversaciones callejeras al día siguiente. ¿Será esa la difusión científica que muchos esperan? ¿Y qué sucederá cuando se emitan programas que contradigan esas supercherías?

Unos cuantos números no se traducen en sentencias concluyentes. Nadie puede tener la certeza que tras ellos haya un interés genuino por la ciencia, o se oculte la intención de buscar un elemento que confirme la existencia del Chupacabras, de ovnis y extraterrestres no revelados o de mecanismos secretos para producir terremotos. Más aún: si un espacio de divulgación termina aclarando que cualquier de las tres especulaciones recién descritas finalmente es falsa, lo más probable es que el receptor se haga la idea de que los poderosos de costumbre le siguen escondiendo información, y precisamente por la misma justificación jamás confesada que tendrían quienes optan por la no difusión del saber: es más fácil controlar a los ignorantes. En varias ocasiones se ha dado esta situación de que las masas de gente están propensas a escuchar -y aceptar- lo que compruebe sus propios prejuicios. En tal sentido, quizá una buena cantidad de chilenos lo que en realidad clama es que las eminencias científicas y los experimentos confirmen sus propias supersticiones, ya que ahí en adelante no cabrá la opción de objetarlas. Y si acaece lo contrario -es decir, si los responsables son valientes o conservan el entusiasmo inicial que tuvieron al momento de interpretar las encuestas-, tal vez repitan lo obrado por sujetos en épocas pasadas, y califiquen a los mensajeros de escépticos enfermizos o incrédulos mentirosos (porque la verdad es que han sido acoquinados por quienes esperan que ciertas no se conozcan, los cuales además cuentan con poder suficiente para comprar y acallar conciencias).

Que se aclare que nadie está en contra de la divulgación científica. Personalmente no descarto la posibilidad de equivocarme y de que los chilenos sí demuestren un interés auténtico por lo empírico, incluso al punto de querer sacar definitivamente de circulación a esos charlatanes que pululan por los medios masivos de comunicación. Sin embargo, si finalmente ocurre lo que he pronosticado, es de esperar que quienes se atrevieron con el empirismo no desmayen en su intento y continúen divulgando su trabajo y el de sus colegas, que si se efectúa con un método pedagógico adecuado y acertado, es capaz de torcer mentalidades y en última instancia también acabar con las supercherías. Que sea ése el resultado más duradero de esta dichosa encuesta: dar a conocer al público masivo la verdadera ciencia, que lo puede llegar a sacar de la pobreza y el subdesarrollo, no sólo en términos económicos.





domingo, 17 de julio de 2016

De Las Balas A Los Neumáticos

A poco más de un mes del ataque a una disco gay en Orlando, un nuevo hecho sangriento atribuido al terrorismo islámico ha sacudido a Occidente, esta vez en la francesa ciudad de Niza. Un tunecino radicado hace años en el país galo arremetió con un camión por una avenida costera de esa urbe, donde una multitud aguardaba la concreción de un espectáculo pirotécnico organizado a causa del Día De La Toma De La Bastilla, marcha criminal que sólo se detuvo cuando los policías lo abatieron, y que deja, al menos hasta ahora, un saldo de ochenta y cuatro muertos, cifra que podría aumentar, debido a que hay varios heridos en riesgo vital.

Saco a colación ambos incidentes, porque es posible establecer un importante número de paralelismos entre ellos, no sólo por su proximidad cronológica. Tanto el atacante de Estados Unidos como el de Francia provenían de países con mayoría islámica, Afganistán y Túnez respectivamente, religión que además profesaban. Sin embargo, estaban asimilados en plenitud a la cultura de sus naciones adoptivas, e incluso su espiritualidad no era tan intensa. Más aún, el asesino del camión era escasamente observante e incluso los medios de comunicación descubrieron que ni siquiera había cumplido con las ordenanzas relativas al Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, y que equivalen a tomar los sacramentos en el caso de los católicos. Pero otros detalles los unen y poco o nada tienen que ver con la fe: los dos habían sido acusados por sus correspondientes esposas e hijos de violencia familiar y se encontraban en trámites de divorcio, no pedidos por ellos, lo cual los tenía sumidos en situaciones de inestabilidad mental. Quizá se pueda establecer una conexión entre estos antecedentes y el patriarcado y la participación de la mujer en el culto mahometano, llevados a los términos de la jefatura del hogar. No obstante, la lógica y un estudio apenas exhaustivo del islam más extremista arroja como conclusión que si estas personas se hubiesen decidido por aplicar sus visiones de la justicia divina, habrían optado por los llamados "crímenes de honor" en contra de quienes los denunciaron (y por lo tanto desobedecieron).

Tal vez alguna parte de la respuesta se encuentre en otro aspecto que la prensa francesa e internacional ha destacado en las últimas horas, que trata de la facilidad conque se otorgan licencias para conducir en ese país. En ciertas ocasiones basta un leve examen teórico y práctico -ambas cosas juntas- y al otro día de solicitarlo el interesado ya obtiene una licencia, incluso para operar vehículos de gran tonelaje. Con tales datos -si es que son plenamente fidedignos- el morbo que surge de comparar esta coyuntura con la ligereza con la cual se puede acceder a las armas de fuego en Estados Unidos -donde los permisos para conducir sólo se consiguen tras una serie de exigentes pruebas, que no todos aprueban- salta de modo tan inmediato como espontáneo. Sobre todo considerando que mientras el atacante de Orlando descargó un arma de asalto -impensable de obtener en el comercio regular de cualquier otro lugar en el primer mundo- el de Niza pasó a gran velocidad con un camión de carga. Si este tunecino hubiese residido en suelo norteamericano, lo más seguro es que jamás habría tocado el volante de un automóvil, pero sí habría obtenido una ametralladora con la que descargar su ira. En cambio, si el afgano de la discoteca hubiera vivido en tierras galas, tal vez nunca tendría a su disposición el más mísero revólver -y menos hallado empleo como guardia armado, aunque se tratase de un reservista militar-; mas con algo de dinero habría alquilado un motorizado personal de mediano tamaño y regado de sangre una marcha por el orgullo gay. Fuera de que ciertos consumidores de combustible fósil, como las cuatro por cuatro, son abundantes en Francia, o al menos eso atestiguan los filmes rodados allí.

Cuando Anders Behring cometió su masacre en la isla noruega de Utoya, muchos sostuvieron la tesis de que se trataba de un simple perturbado que explotó en el momento menos indicado. Con ello se dejaban de lado las motivaciones que lo impulsaron a protagonizar tal matanza, y que lo definían como un terrorista mezcla de cristiano, xenófobo y euro racista. Pues bien: los casos de Orlando y de Niza apuntan más bien a sujetos con desórdenes mentales, que justificaron su rabia con el trasfondo religioso, y a veces ni siquiera eso, sino que aprovecharon las circunstancias contingentes para llamar con mayor fuerza la atención. ¿Vamos a continuar despotricando contra el islam, o retomaremos el viejo discurso de la víctima de la sociedad? Lo segundo puede sonar a cliché de ingenuos o de interesados. Pero es preciso recordar que se ha usado recientemente.

domingo, 3 de julio de 2016

Karadima Olivera

No sólo conmoción causan las acusaciones de la atleta Érika Olivera en contra de su padrastro, el pastor evangélico Ricardo Olivera. Sino que también sorpresa. Pues la fondista siempre había denunciado el maltrato que a ella, sus hermanos y su madre les infringía el jefe de hogar, donde como es moneda de uso corriente en estos casos se incluían los castigos físicos (entre ellos, la obligación a realizar extenuantes ejercicios, que irónicamente fueron el antecedente de su transformación en deportista). Sin embargo, por primera vez añade la ocurrencia de abusos sexuales, en una confesión a la cual la denunciante le dio tal cariz, que a diferencia de entrevistas anteriores, no utiliza la palabra padre, por lo que recién ahora muchos nos enteramos de que su supuesto agresor no era su progenitor biológico.

Si los hechos que señala Érika son ciertos, entonces Olivera quedaría al mismo nivel que Fernando Karadima. Pues en varias iglesias evangélicas, sobre todo las más tradicionales, se profesa el principio de la preeminencia absoluta de los padres sobre los hijos, y la debida honra que éstos deben entregarles a aquellos -que va mucho más allá del simple respeto- lo que implica evitar cuestionar sus decisiones aunque se trate de las más absurdas imaginables o vayan en directo perjuicio de los demás componentes del hogar: pues el matrimonio y la familia serían instituciones divinas. Una postura que deja al jefe de la casa en una situación equivalente a la del sacerdote respecto de sus fieles y especialmente de sus discípulos escogidos cuando los hay. Tomando en cuenta que entre los reformados no cabe el celibato consagrado -a veces ni siquiera el celibato-, que la formación teológica de los pastores suele ser bastante inferior que la de los curas -cuando no estamos frente a autodidactas o derechamente legos- y que un ministro de un templo de barrio por causas obvias no tiene acceso al bagaje cultural que puede proveer una organización internacional como el catolicismo: tenemos que una de las mayores aspiraciones de un líder espiritual no romanista consiste en manejar una vivienda -al estilo de como lo propone Pablo en I Timoteo 3:4-5- y por ende donde más se manifiesta, o se debe manifestar su condición de maestro es sobre quienes moran allí dentro.

Muchos cuestionan a Érika por la cantidad de años que tardó en denunciar esto, y por el hecho de que se trate de una revelación por partes, donde queda la impresión de que la atleta agregó el asunto del abuso sexual con la finalidad de que la opinión pública se vuelque de manera decisiva contra su padre, a causa de la facilidad conque algunos asocian otras formas de maltrato infantil con disciplina familiar. Les anuncio a quienes opinan así, que los demás hijos de Ricardo Olivera, al menos, no suelen referirse a él de manera elogiosa, y más de uno está de parte de su hermana. Pero nuevamente podemos analizar el asunto en el marco de la preeminencia. Volviendo al asunto Karadima, sus acólitos callaron durante décadas -y varios todavía le son leales- producto de la estricta sumisión que le dedicaron a un emisario de la divinidad, ni más ni menos. Fuera de que siquiera en teoría se trataba de una entrega voluntaria; no una sujeción impuesta como ocurre al interior de un hogar. Además de que esos muchachos podían crear una red de defensa a través de sus parientes, amigos y cónyuges, que de preferencia pertenecían a los sectores acomodados. Cierto que el sacerdote también ostentaba un importante muro de protección (la iglesia católica por supuesto, y luego otros miembros de los estratos altos) que un pastor no sería capaz ni de soñar. Sin embargo, la afectada simplemente no encontraba a qué atenerse, por acaecer las agresiones dentro de su casa, por lo que al final se trataba de una reproducción a escala de lo obrado por cualquier cura malicioso. Aparte de que el sujeto era líder de una congregación, lo que volvía la coyuntura de la fondista todavía más miserable.

No faltarán quienes digan que se trató de un único caso, a diferencia del mencionado Karadima o de Marcial Maciel. A quien justifique las cosas con ese argumento, deberían encarcelarlo por cómplice de violación. Simplemente, Ricardo Olivera sólo abusó de una persona porque no contaba con el suficiente poder para dar rienda suelta a sus perversiones con más seres humanos. Por otro lado, algunos le recordarán a este servidor que él mismo ha defendido la tesis de que siempre será menos fácil para un pastor que para un cura cometer estas atrocidades, porque no tiene una organización tan importante que le cuide las espaldas. Debo reconocer que aquí, al menos parcialmente, se da una excepción a aquella explicación. Al tratarse de una situación individual, acometida por el ministro de una comunidad arrabalera, que probablemente -no lo sé con certeza- sea autocéfala, y en en el mejor de los casos integrante de una de las tantas congregaciones evangélicas sin relevancia que pululan en Chile y que por ende no despierta ni ofrece interés, este sujeto pudo llevar adelante sus abominaciones sin provocar sospecha ni temor a que un medio informativo lo apunte con el dedo. Y de no ser la víctima alguien con cierta fama, quizá jamás nos habríamos enterado y este tipejo sólo habría sido recordado como un gran líder entre quienes oyeron sus sermones. Por eso los evangélicos debemos presionar para que se retire de sus labores eclesiásticas y si todo resulta verdadero, condenarlo de idéntico modo como se hace con la homosexualidad, el aborto o el libertinaje. Que se trate de un pobre diablo no significa que no se le deba reconocer como un demonio

domingo, 19 de junio de 2016

La Excusa del Islam

¿Por qué se insiste entre diversas personas y medios de comunicación, sobre todo de raigambre cristiana, en la supuesta fe islámica de Omar Mateen, el autor de la masacre de la disco gay Pulse, en Orlando? Bueno: algunos antecedentes del susodicho dan motivos para inclinarse por dicha tesis. Este tipo era hijo de afganos inmigrados a Estados Unidos, quienes profesaban el credo fundado por Mahoma, aunque la adhesión tanto de ellos como de su vástago era de índole cultural más que de un compromiso religioso a considerar. De hecho, el muchacho estaba plenamente integrado a la sociedad norteamericana, al punto que llevaba años especializado en un oficio como guardia de seguridad, de cuyos practicantes se pueden conjeturar muchas cosas, pero no que se trate de críticos radicales al sistema tradicional de una comunidad en el sentido político y filosófico en que suele emplear ese término.

Para algunos creyentes no ha sido fácil entregar una respuesta a lo acontecido en Orlando ni a sus consecuencias posteriores. Las víctimas de Pulse eran pecadores, y de una de las conductas que se considera entre las más abyectas, como es la homosexualidad, cuyos representantes además han venido adquiriendo una notoriedad y unos derechos impensados -e impensables- hace sólo un par de décadas atrás, circunstancias acerca de las cuales los cristianos no han dejado de llamar la atención, recurriendo al lenguaje típico que suele usar un grupo que ha mantenido la supremacía por bastante tiempo, cuando aquello que señalaba como el mayor enemigo y por ende el peor peligro para la sociedad, empieza a ganar terreno y a tener una visión más positiva entre quienes se pretende proteger. En tal contexto, ministros, pastores y simples hermanos han acudido a palabras y frases que rayan en el insulto y la provocación, por ejemplo citar esos versículos del Antiguo Testamento que califican a los gay como una abominación, y señalarlos como la causa de todas las aberraciones sexuales imaginables, incluyendo la pedofilia y el abuso. Frente a esto, los afectados replican que el discurso hostil en contra de ellos termina alentando a ciertos individuos para que cometan actos como el que acaeció hace una semana en Florida (de hecho, algunas agrupaciones de homosexuales han acusado a la intolerancia de los cristianos de haber sido una de las principales motivaciones de esta masacre), teoría que por desgracia no se haya lejos de la realidad, al constatar la gran cantidad de atentados homofóbios que a diario se suscitan en Estados Unidos, varios de los cuales quedan sin sanción, y de inefables instancias legales como la que hizo imposible que estas personas donaran sangre para sus correligionarios heridos, ya que un norma se los impedía, a modo de prevención del sida.

Ante tales respuestas de los gay, los cristianos sacan a relucir la supuesta creencia mahometana de Mateen, como un mago que extrae conejos del sombrero. Obteniendo un conjunto de soluciones inmediatas. Pueden aseverar -y ciertos pastores lo han hecho sin tapujos- que se trató de un crimen entre pecadores, los que reunían un volumen tan alto de maldad (estamos hablando de dos grupos, los gay y los musulmanes, considerados unas de las muestras más extremas de negación del plan divino) que finalmente ocasionaron una suerte de tormenta perfecta. Con ello esquivan la acusación que asocia esta masacre con los supuestos reflejos negativos de los valores tradicionales cristianos que cimentaron la sociedad norteamericana. Sin embargo, y admitiendo la liviandad, parcialidad partidista y falta de reflexión crítica de esas opiniones, el contraataque de los creyentes tampoco es capaz de ocultar sus pretensiones de declaración de trinchera, igualmente pensada con la cabeza caliente y acudiendo a lo primero que se tiene a la mano o se viene a la mente (una amalgama de versículos bíblicos sueltos, memorizados debido a que eran usados con frecuencia por algún hermano con ascendencia espiritual sobre el emisor). Más aún, se enmarca en el contexto de otros enemigos amorfos citados o inventados producto de anteriores matanzas ocurridas en suelo estadounidense. Por ejemplo, la música rock en el tiroteo de Columbine o el cine de género en el de Aurora. Ambos ideados -y prácticamente no explicados- para escapar de discusiones y objeciones a las que seres acostumbrados a convivir con lo que ellos están seguros es la verdad absoluta (y vaya que es importante contar con esa clase de certezas después de incidentes como el analizado aquí) no se hallan habituados.

No es nada en contra de los valores tradicionales que han forjado a Estados Unidos. Por algo ese país es una potencia a nivel mundial en varios aspectos. Sin embargo (y por eso omití el adjetivo de "cristianos") en esa amalgama no sólo se encuentran las iglesias, sino que una serie de circunstancias que, por tratarse de haber llegado al mismo resultado -la nación norteamericana- en este contexto se presentan como unidas de manera indisoluble a ellas. Una de las cuales, por supuesto, es la libertad con la cual en el territorio del norte se puede acceder a las armas de fuego. Y lo saco a colación porque quienes han insistido con lo del islam son en su mayoría creyentes que, aparte de incurrir, de manera consciente o inconsciente, en los puntos señalados en el párrafo anterior, han contribuido a que siquiera un poco se desvíe el debate acerca de la tenencia de pistolas y revólveres, cuestión que ellos no objetan con la misma pasión que lo hacen con la homosexualidad u otra clase de conductas libertinas o permisivas, pese a encontrarse en un abierto choque con bastantes declaraciones tanto de Cristo como de los autores del Nuevo Testamento. Sí, es posible que haya relajo en la admisión de los gay y de los inmigrantes musulmanes, pero también la hay en la libre circulación de los rifles, los que (no logro encontrar una palabra más precisa) gatillaron la tormenta perfecta ocurrida en Orlando, y de la cual obviamente formaron parte.

domingo, 5 de junio de 2016

La Revolución De Los Golpes

Resulta imposible separar a Muhammad Ali de todos los cambios culturales que se suscitaron en la década de 1960, época de su mayor esplendor, tanto en lo meramente deportivo como en sus actuaciones y controversias fuera del cuadrilátero de boxeo. No sólo por haber conseguido ser el centro de atención tras haber rechazado el reclutamiento militar -obligatorio por entonces en Estados Unidos, y que le significaba a él y a sus eventuales compañeros de regimiento tener que asistir a Vietnam-, sino porque durante ese decenio los aires de renovación no sólo afectaron a los campos intelectuales o artísticos, sino que se trató de un movimiento de alcances universales que tuvo exponentes destacados en distintos quehaceres, incluyendo los atléticos, donde aparecieron prominentes personajes quienes, como el que ahora nos ocupa, dividieron sus disciplinas en un antes y un después de su irrupción.

Ali se ganó su espacio desde un deporte considerado de brutos, cuya organización profesional siempre ha estado ligada a la peor sordidez. Dentro de ella, el púgil, la estrella visible de este deporte, a su vez siempre ha estado en los últimos escalafones, a merced de los representantes, sujetos por lo general oscuros que siempre se acaban aprovechando de la ignorancia y la escasa educación de sus pupilos, quienes, como buenos sicarios de barrio bajo, deben mostrarse implacables con un semejante que le ponen al frente pero agachar la cabeza frente a quienes les dan las órdenes y la comida (esta última, casi siempre insuficiente e injusta). Bien es cierto que la abstención de opiniones es una regla de oro no escrita a la cual deben estar sujetos todos los atletas. Considerados de una manera muy semejante a la de los héroes griegos -inventores de las competiciones olímpicas-, lo ideal es que sus triunfos sean aclamados por el conjunto del pueblo, para lo cual es imprescindible emitir declaraciones que no provoquen divergencias en un sector de éste. Sin embargo, en el boxeo se agrega a esta exigencia un factor mucho más determinante, tanto que aquélla ni siquiera necesita ser citada: la nula instrucción de sus practicantes, unido al hecho de que forman parte de un espectáculo que recrea las riñas callejeras, por lo cual no se esperaría que hablasen algo más allá de lo básico y repetitivo relacionado con su disciplina, pues serían incapaces de articular por sí solos siquiera frases elementales y coherentes.

Y Muhammad consiguió enviar un mensaje sin abandonar su condición de boxeador, de origen no muy distinto a sus semejantes, y con todos los prejuicios que eso, hasta el día de hoy, conlleva. Primero, fue una fuente de renovación -y revolución- definitiva dentro de su propio deporte, al patentar su famoso baile, que a muchos les convenció de que el pugilismo podía transformarse en arte si estaba en las manos -mejor dicho, puños y pies- adecuados. Después, su actitud permitió que más gente viera al boxeo como un espectáculo, incluso masivo y familiar, alejado de una pelea irracional de cualquier callejón. Y luego, aprovechando esos cambios que le dio a su disciplina, se dio el tiempo para elaborar un discurso abarcador muy típico de la década de 1960, que se expresó en situaciones concretas como su negativa a efectuar el servicio militar y por ende partir a Vietnam, con una argumentación que iba más allá de la simple objeción de conciencia o el puro miedo a participar en una guerra para la cual uno no se siente preparado, al defenderse con la situación de su etnia y una muy original visión del pacifismo. Todo ello, empleando y revirtiendo los prejuicios creados en torno a su disciplina, de los que era un ejemplo, ya que provenía de la clase baja y era de raza negra, y ya de profesional, se tornó un bocazas fanfarrón, muy al estilo del bravucón de barrio, aunque sin llegar a caer en eso, que no sólo se valía de ese rasgo para provocar a sus adversarios de cuadrilátero, sino también para exponer sus ideas, ello mediatizado por una calculada inteligencia que le permitió logar todo lo descrito en este párrafo.

Tal vez esa consecuencia, y la actitud de ir desde lo particular del individuo hasta lo general de lo social, muy propia de la década de 1960, y que en Ali se manifestó en crear un discurso sin abandonar su condición de púgil, sea una de las causas de que al final de su vida lo viésemos temblando producto de la enfermedad de párkinson. Un boxeador que no paró de dar ni de recibir golpes, fuera del cuadrilátero como dentro de él (de hecho se retiró recién en 1981, cuando empezó a evidenciar los primeros síntomas de ese mal degenerativo), al final se vio envuelto en una especie de destino inevitable equivalente al que padecieron sus contemporáneos que fueron estrellas de rock, muertos a temprana edad debido a sus excesos, o a los caudillos políticos de entonces que perecieron asesinados, ya sea enfrentando a un ejército regular al mando de una guerrilla, o víctimas de ejecuciones o desapariciones forzadas, Con Muhammad, el boxeo llegó más allá del mero combate en un recinto especializado: fue escenario de peleas simbólicas, incluso comparables a debates, y hasta de metáforas poéticas, como el inolvidable "volar como mariposa y picar como abeja" muy bien acuñado en plena "revolución de las flores".

domingo, 22 de mayo de 2016

No Se Agrede A Los Bomberos

De todos los hechos repudiables que rodearon el incendio al edificio del Concejo Municipal de Valparaíso, provocado por una turba que se descolgó de las manifestaciones motivadas por la cuenta pública del veintiuno de mayo, hay uno que los medios de prensa apenas han consignado, quizá porque toda la atención se ha centrado en la muerte del vigilante Eduardo Lara, al parecer asfixiado por el humo que debió respirar mientras se encontraba atrapado dentro del inmueble siniestrado. Se trata de las agresiones de las cuales fueron víctimas los bomberos que asistieron a controlar el fuego, de parte de sujetos que si no participaron, al menos vieron con beneplácito el ataque que sufrió esa construcción. Hecho inaceptable que en momento alguno fue contrarrestado por los policías, que como en ocasiones anteriores, se concentraron en reprimir a los marchantes pacíficos y no le prestaron un mínimo de interés a estos grupúsculos conformados de seguro por los de siempre.

Aparte de la estupidez congénita, irracional y supina de quienes golpean a los bomberos porque llevan un uniforme y su instrucción incluye ejercicios militares, existe un suceso histórico que justifica las acciones de estos subnormales y que por desgracia se encuentra plenamente documentado. Durante la asonada de 1973, cuando los últimos componentes del gobierno de la Unidad Popular que se mantenían con Allende en La Moneda, fueron desalojados del palacio presidencial y mantenidos pecho a tierra en la vereda por los sublevados, el comandante de los "caballeros del fuego" que llegó al mando del contingente destinado a apagar el incendio provocado por el bombardeo de la aviación, no halló nada mejor que extender la manguera sobre las espaldas de los prisioneros, al mismo tiempo que les profería varios insultos y amenazas por pertenecer a una legislatura de orientación socialista que había sido recién derrocada. Más aún, según algunos relatos, les habría ordenado a sus subalternos que caminaran por encima de los desafortunados si la urgencia lo requería, cosa que un puñado de ellos -mínimo en todo caso- obedeció con gusto, y no precisamente por las necesidades de la emergencia.

Estamos de acuerdo en que se trató de un incidente lamentable. Sin embargo, igualmente fue un asunto puntual, que no reflejó el accionar posterior de los bomberos durante la dictadura. Por ejemplo, esa institución no persiguió opositores políticos a Pinochet ni muchos menos formó parte de la coacción sistemática que durante todo ese periodo llevaron a cabo militares, policías e incluso organizaciones civiles -la cual se mantiene hasta hoy- para acallar a los disidentes mediante detenciones arbitrarias, actos de espionaje, asesinatos y desapariciones forzadas. A lo sumo, de lo que se puede acusar a esa institución como tal es de una supuesta manipulación de su plana mayor por parte de la tiranía. Pero es una cuestión demasiado obvia, si consideramos que se trata de un cuerpo con estructura jerárquica relativamente antiguo, vistoso e identificable, que por esos aspectos puede ser mirado como una tradición nacional, y que más encima se dedica a una labor que por lo que encierra, la población siempre verá en términos positivos, como es apagar incendios. Distintas iglesias y hasta la Cruz Roja fueron víctimas de situaciones semejantes, y lograron reducirlas a una expresión insignificante, igual como acaeció con los caballeros del fuego, y ello las ha librado de ataques virulentos. Si existió algún bombero que participó en actividades que involucraron violencia del Estado, como lo descrito en el párrafo anterior, ejecutaron tales atrocidades desde fuera de la institución, perteneciendo a otros organismos. Ningún informe de derechos humanos ha arrojado una conclusión en otro sentido, y es más probable que el número de funcionarios que padecieron abusos, fuese mayor a quienes los ocasionaron.

Cada cierto tiempo, los noticiarios informan de que algún bombero es agredido en un sector medio bajo de una determinada ciudad, donde se los suele acusar de tardanza. Actitudes propias de "desclasados" como de seguro denominan a estas personas quienes recriminan a la institución por el incidente del palacio La Moneda, de quienes varios estuvieron presentes en la marcha del veintiuno de mayo. Quienes no comparten sus ideas han empleado, ya con abierto desdén, un vocablo que se acuñado en el último tiempo: "flaites". El que lo más seguro es repudiado por los marchantes de Valparaíso y no sólo porque sus detractores lo utilicen en contra de ellos. Sin embargo, y más allá de que colocar un mote es siempre un hecho arbitrario e injusto, queda preguntarse si quienes lanzaron piedras a los bomberos de la misma forma que lo hacen con los policías, no quedaron finalmente a la altura de aquellos "perdidos en su clase" a los cuales pretenden guiar. Aunque si tomamos en cuenta que se trató de pandillas de descolgados, y quizá se merezcan ser tildados con los adjetivos más despectivos que se pueden hallar, de modo adicional tendríamos que advertir a los que se estaban manifestando de modo completamente legítimo, que no están haciendo el trabajo que aseguran realizar.

domingo, 8 de mayo de 2016

La Herencia de Trump

Cuando ya se da por hecho que Donald Trump ganará la plaza de los republicanos a la elección presidencial de Estados Unidos, muchos militantes de dicha colectividad empiezan a manifestar una suerte de resignación penosa, al verse obligados a aceptar como su abanderado a un individuo alejado de los principios fundacionales del "partido de Lincoln", de tendencias fascistas, populista y frívolo a la vez -una mezcla frecuente de observar en los políticos de extrema derecha-, que evade el debate de ideas recurriendo al insulto y el chiste fuera de contexto y de grueso calibre -que no necesariamente alude a la sexualidad-, engreído y despectivo en su condición de empresario exitoso.

Personalmente, no encuentro aspectos en Trunp suficientes para calificarlo como un sujeto heterodoxo en relación con la historia, al menos la reciente, de los republicanos (y de la actividad política norteamericana en general). Quizá resulte diferente -y a la vez chocante- la forma en que se expresa; pero finalmente es un tipo carismático que está buscando convencer a la población para que llegado el momento vote por él, algo que hace todo candidato a un cargo público elegible. Si revisamos la trayectoria de los últimos cuatro presidentes de ese partido que llegaron a la White House mediante comicios (para excluir a Gerald Ford), tenemos que ninguno dejó de acudir al discurso populista, en el sentido de exponer ideas extremistas y poco racionales con un lenguaje mesiánico, el que por lo demás llevaron adelante una vez instalados en el poder, con las consecuencias negativas que ello significó para el país. Nixon se presentó como el contenedor de las conductas libertinas surgidas en los sesenta, apelando al doctrina del destino manifiesto, tanto dentro como fuera del territorio estadounidense. Reagan insistió en un discurso belicista y anticomunista, mientras al interior de su nación aplicaba a rajatabla los principios más draconianos del nuevo liberalismo. Los Bush, por su parte, allegados a la derecha religiosa, siempre aprovecharon la oportunidad para señalarse como la consecuencia de un mandato divino.

Y todos, como los economistas ligados a su sector ideológico suelen vaticinar a propósito de los populistas, no acabaron sus mandatos de buena manera. Nixon se vio forzado a renunciar por el escándalo Watergate; los Bush dejaron al país con sendas recesiones, y Reagan, a quien le suelen aplaudir su victoria sobre el comunismo, no obstante generó con sus políticas monetarias -menos de tinte pragmático que doctrinal-, situaciones de pobreza, desigualdad e inseguridad social que impulsaron a los norteamericanos a endeudarse en créditos abusivos -los mismos que generaron el colapso de 2007, cuando un proceso propio de este sistema los dejó en la incapacidad de pagarlos- y que hicieron tambalear hasta los valores más tradicionales de la nación, como la familia (ya que se basaba en la capacidad proveedora de uno o los dos padres, que podían sostener una casa gracias a empleos estables y bien remunerados), eso último pese a que la derecha religiosa siempre trata de hacer creer lo contrario. Más aún: uno de los resultados más palpables que provocaron las iniciativas del (mal) actor fue la erección de magnates vanagloriosos, que basaban su fortuna de modo casi exclusivo en la especulación y que no tenían escrúpulos en disolver compañías importantes si esto les acarreaba siquiera una mínima ganancia, lo que luego presentaban como un triunfo y la demostración de un actuar correcto. Uno de esos individuos, precisamente, es Donald Trump, quien formó un imperio a partir del negocio inmobiliario, a través de las pequeñas empresas que heredó de su padre, conocido constructor de viviendas sociales, las que justamente fueron abandonadas tras los ocho años de Ronald en favor de la edificación de hogares para ricos con los que unos cuantos podían obtener suculentas sumas de dinero.

En resumen, tenemos que Trump es hijo político del presidente republicano más querido por ese partido de los últimos años, y además admirado por muchas personas tanto dentro como fuera de su país. Por ende, no es sino la continuidad de esa colectividad, que hace muchos años se alejó de sus principios fundacionales, si es que son distintos a los que en teoría representa el magnate inmobiliario. Algo que ha acontecido con prácticamente todas las organizaciones partidistas en las décadas recientes, que se limitan, independiente del sector ideológico al que aseveran pertenecer, a no hacer enojar a los grandes acaudalados tanto connacionales como extranjeros. Y su carácter avasallador lo torna un candidato estadounidense típico, mismo factor que lo tiene con opciones de llegar a la Casa Blanca, donde arriban quienes son (supuestos) emisarios divinos. ¿Qué queda? Sólo que no salga electo. Aunque al frente haya un mal apenas menor, integrante de otro grupo que también ha olvidado sus dogmas originales, algunos de los cuales por cierto eran mucho menos democráticos que los de los republicanos.

lunes, 25 de abril de 2016

La Medida de Lo Posible

Tengo sentimientos encontrados con Patricio Aylwin. Es cierto que el tipo supo llevar adelante una transición que, por las diversas circunstancias históricas, era comparable al elefante balanceándose sobre la telaraña. Sin embargo, no se puede negar que resulta excesiva toda esta parafernalia que se armó con motivo de su fallecimiento, que incluyó tres días de duelo oficial y el elogio unánime, casi a nivel del endiosamiento, de los políticos y los analistas que suelen ser consultados en esta clase de ocasiones.

Partamos por las virtudes. Aunque a algunos les parezca un aspecto negativo, de todas maneras cabe destacar a Aylwin como un conservador honesto, o al menos consecuente. Mantuvo una permanente sobriedad en su vida privada, que lo impulsó a vivir por décadas en una misma vivienda, y que tras dejar la primera magistratura lo motivó a resignarse a pasar una feliz jubilación con su familia, que tenía una estructura de clan, que de seguro lo hacía sentirse orgulloso. No le era necesario hablar de austeridad pues su propia presencia entregaba esa imagen. Mientras que, por otro lado, se trataba de un político de viejo cuño, con una oratoria rica en términos, rugidora y -tal vez por su tendencia y su inclinación moral- paternal. Una combinación de factores que por lo demás son muy útiles a la hora de reclamar adhesión popular, no necesariamente traducible en votaciones favorables, sino también cuando se pretende conseguir un consenso de opiniones positivas en torno a una figura, hecho último que quedó demostrado en las exequias organizadas en su honor. En especial cuando se viene saliendo de un régimen tan autoritario como prolongado, lo que siempre termina por darle al futuro una alta cuota de incertidumbre, algo que provoca bastante más temor que el retorno a un gobierno dictatorial.

Sin embargo, y aunque no pasen de ser meros insultos, apodos como la Patogallina o Patricio Cobarde definen con mucha exactitud ciertas conductas que el dirigente democristiano sostuvo en sus cuatro años de mandato. Al final, los rugidos fueron destinados de preferencia al pueblo raso, mientras que con los militares y otros grupos de poder se optó por el consenso y los acuerdos, en ciertas ocasiones perjudiciales para el propio gobierno que representaba. Bastó una simple rechifla, en el primer acto público de su mandato, el recordado discurso en el Estadio Nacional, de la masa para que ésta recibiera su regaño -tan severo que la obligó a cambiar de opinión-, pero con las Fuerzas Armadas -que generaron más de un dolor de cabeza en aquellos tiempos, varios de los cuales a la postre justificarían ese silbido tan notorio que se oyó en el coliseo de Ñuñoa y a través de la televisión en todo el país- cabía una conversación pausada respecto de la que se intuía iba a derivar en condescendencia (si es que no lo era ya desde el principio). Esta actitud, punto de partida de las políticas de doble rasero -o doble estándar, término que se acuñaría después-, significó una merma importante en la participación en la vida nacional de la sociedad civil, no ya sólo en su relación con los uniformados. Baste recordar algunas censuras que hoy nos parecen ridículas, como la que sufrió el libro Impunidad Diplomática o la banda Iron Maiden.

Aylwin entró a La Moneda hablando de democracia y pluralismo, y una vez instalado en palacio, organizó un fuerte cabildeo contra los medios independientes que plantearon una importante oposición contra la dictadura, alentando a los empresarios mayores y medianos a que no los patrocinaran. Poco antes de salir, confesó públicamente su desacuerdo con la economía de mercado, a la que calificó de enormemente cruel -en el marco de su conservadurismo religioso-, en circunstancias que durante todo su mandato se configuró el poder económico que tiene a la sociedad chilena padeciendo una vasta clase de injusticias, no sólo en los aspectos salariales, sin mover un dedo para impedirlo. Yo me quedo con el abuelo sobrio que siempre buscó lo que el sentido común veía como un término medio; pero también con ese padre capaz de pasar de lo pusilánime a lo severo, cuando los hijos le recordaban lo primero, en especial cuando le tiró al suelo un micrófono a una reportera en Concepción, como forma de expresar su enojo frente a un grupo de universitarios que le gritaban -con escasa objetividad sí, pero como consecuencia de una natural indignación- que era sólo un asesino igual que Pinochet.

                                                                                       

domingo, 3 de abril de 2016

Escupitajos y Proteínas

Una lamentable intervención del senador Guido Girardi se dio hace unos días en el marco del proyecto de ley que busca despenalizar el aborto en casos terapéuticos y de violación. En una entrevista, el parlamentario y médico de profesión afirmó que la interrupción del embarazo es legítima y debería implicar consideración moral alguna, pues el feto "no es una persona con derechos que se esté matando, sino una fusión de ADN y proteínas". Frente a las críticas que le arrecieron de sectores más conservadores a causa de sus opiniones, replicó aseverando que se pretendía implantar una "ley mordaza" y dejó entrever que los argumentos que buscaban rebatirlo eran propios de individuos ignorantes que merecían ser escuchados y mucho menos incluidos en el debate, pues estarían hablando a partir de un total desconocimiento sobre el tema.

Uno puede ser ofensivo de las más diversas maneras. La más común, y característica de la gente menos preparada o de aquel que reacciona ante una provocación inmediata, son las denominadas malas palabras. No obstante, también existen modos más sutiles de generar desagrado y antipatía, por cierto muy prácticos a la hora de enfrentar a oyentes poco dispuestos a seguir los consejos de un determinado emisor. Algunos, fáciles de asimilar por sujetos carentes de estudios más profundos que desean dar una imagen de dominio respecto de un cierto tema, por ejemplo en el caso de los predicadores que califican de abominación la homosexualidad e insisten en condenar a los gay reiterando aquellos versículos del Antiguo Testamento donde se exige la eliminación física de quienes practiquen tal tendencia. Otros, salidos de individuos con acabada instrucción, que cuentan con un amplio vocabulario y una importante batería de conocimientos para aplicar y con los cuales especular, por lo cual despiertan la atención a través del factor novedad. Fuera de que, gracias a sus antecedentes, estos tipos tienen el potencial para erigirse como autoridades intelectuales, hecho que se torna muy significativo si detrás de ellos hay una institución que los respalda.

En este último segmento se encuentran los sacerdotes y en general, los conservadores y reaccionarios católicos que han puesto el grito en el cielo por este ya citado proyecto de ley respecto del aborto. Los primeros cuentan con el colchón intelectual que les ofrece la teología, que a pesar de sus detractores siempre será una fuente de conocimiento respetable. Los segundos, con su influencia social y su caudal económico, amén de tratarse de sujetos que mantienen un vínculo importante con la iglesia romana, organización de fuerte raigambre cultural y social en el país. Por la vereda opuesta, entretanto, circulan individuos como Girardi, proveniente de una de esas familias tradicionales o de sectores medios altos que mantienen al papismo, gracias a lo cual ha contado con los recursos suficientes para transformarse en un disidente y no ser acallado en el intento. Pues al final de la jornada, este senador se ha reducido únicamente a dar el golpe de vuelta, ni siquiera en el marco de un pelea de boxeo, sino de un espectáculo planificado de la lucha libre mexicana. Del mismo modo que algunos extraen frases sacadas de textos escolásticos, concilios vaticanos o declaraciones papales, este médico se ha valido de un lenguaje con pretensiones científicas con la finalidad de ocasionar asombro ante una audiencia de legos con cierta disposición a otorgarle la razón. 

Desde luego, se trata de expresiones que no vienen acompañadas de una mínima reflexión intelectual, sino expresiones basadas en frases hechas pero igualmente sacadas de contexto, que no obstante son suficientes para atraer a una masa que desconoce el origen de tales afirmaciones aunque sí tiene la idea de que quien las emite -o mejor dicho, repite- domina el marco general de donde fueron tomadas. Lanzadas al aire no con un propósito de guiar sino más bien de desacreditar al contrario, porque uno se siente poseedor de la exclusiva verdad. Amparado ya sea por los dioses o por una profesión que se puede relacionar con la ciencia. En tal sentido, Girardi se asemeja a esos diputados reaccionarios que atacaron la eventual aprobación de las causales que permitirían el aborto, empleando excusas tales como el castigo divino o el viejo y manido recurso de la eugenesia. Lo que constituye un flaco favor a quienes apoyan este proyecto de ley. Quien escribe estas líneas entre ellos.

domingo, 20 de marzo de 2016

Estúpidos Votantes de Trump

Cuando ya se da por hecho que el mediático, populista e insultante empresario Donald Trump ganará la el cupo del partido Republicano para las elecciones presidenciales norteamericanas, los analistas de siempre, frente al desconcierto de muchos intelectuales y personas de estratos más o menos acomodados que suelen otear desde las academias -y con las cuales comparten colegio-, los han tratado de orientar redactando perfiles sociológicos de quienes apoyan a este magnate. Conclusiones que no arrojan nada nuevo: como ocurre en casos similares que se dan en el primer mundo -y a veces, también en países subdesarrollados-, se trataría de votantes de clase media baja, sin educación superior, eternos postulantes a puestos de trabajo tales como obreros, recepcionistas de tiendas o cajeras de supermercados, que en el último tiempo han visto mermadas sus oportunidades de empleo, antes que nada producto de su escasa preparación; pero que suelen apuntar como causas de su situación a los inmigrantes o el comercio globalizado, que ofrece mercancías de menor calidad pero a precios más baratos, lo que los vuelve una ganga, precisamente, para ellos mismos o sus vecinos, generándose un círculo vicioso en el cual estos sujetos acaban sintiéndose doblemente menoscabados: por un lado, ven el cierre sostenido de sus fuentes laborales, que cada día empeoran su calidad, y por otro, su menor poder adquisitivo los obliga a sobrevivir con baratijas que deberán remplazar a los pocos meses.

Otro dato interesante de este votante tipo de Trump, es que es de raza blanca y de apellido europeo, no siempre anglosajón, lo que permite que dentro de la masa que se entusiasma con las diatribas de este magnate, existan descendientes de personas que llegaron a Estados Unidos durante los siglos XIX y XX, y que en estricto rigor, también son inmigrantes, al no tener un origen en el colectivo que al menos en términos legendarios dio forma y nacionalidad al país. Sin embargo, gracias a su tez cutánea, y al hecho de que los habitantes del viejo continente suelen ser considerados en conjunto como una mega etnia (concepción que ha adquirido mayor notoriedad tras la fundación de la UE), estos individuos tienen la capacidad de mimetizarse con sus pares de ascendencia británica, con quienes comparten aspectos como una educación que no suele ir más allá de la secundaria y la resignación a emplearse en ocupaciones intrascendentes. De hecho ya han realizado obras en conjunto en el pasado, y la inclinación hacia el señor Donald y todo lo que ello significa demuestra que tienen inquietudes e intereses comunes.

Entre estas características compartidas, está la falta de reflexión producto de su menor nivel de enseñanza, que los lleva a admitir como verdad un mensaje tan radical como lleno de prejuicios que no resisten la menor refutación, pero que son lo suficientemente elementales para generar asimilación en una masa desesperada carente de los recursos intelectuales mínimos para analizarlos, más aún si son emitidos por un líder carismático, que usa la superioridad que mantiene sobre ellos (Trump es un empresario muy acaudalado, y vaya que eso pesa en Estados Unidos) no para humillarlos ni intentar conservar la distancia -al menos en teoría-, sino para tratarlos bien y darles algún valor, cuestión muy importante para quien se siente eternamente postergado y marginado (aunque en la realidad no lo sea). A eso cabe agregar que una persona con baja instrucción, una situación que acostumbra ir atada de una falta de información y de conocimientos, es un cajón vacío donde se puede insertar cualquier cosa que se pretenda pasar por verdad. Y en tal sentido estos sujetos ya arrastran una considerable cantidad de historias legendarias en su conciencia, como por lo demás ocurre con todo pueblo raso ignorante. Así, ellos consideran que junto a los llamados padres fundadores, le dieron identidad a la nación norteamericana; pero que su labor, quizá porque no acabó con alguno de sus componentes inmortalizado en un libro, ha sido injustamente olvidada y menospreciada. Peor aún: lo que han forjado durante siglos corre el riesgo de desaparecer, incluso de la memoria colectiva, a causa de unos descuidados que por pingües beneficios quieren sustituirlo con la inmigración, la integración y la globalización.

Los expertos citados en el primer párrafo son propensos a asociar al votante medio de Trump con la llamada "white trash". En términos más contemporáneos, serían los estúpidos hombres blancos que muy bien definió Michael Moore (tomando en cuenta que algunos tienen un alto poder adquisitivo y respetables estudios universitarios). Sea como fuere, se trata de personas que pertenecen a una masa de la cual ya existen antecedentes poco felices en el pasado: ellos formaron parte del Ku Klux Klan -aunque tal vez no de buena parte de su cúpula directiva-, incitaron a sus hijos y a otros jóvenes a participar en las incontables guerras absurdas que ha impulsado Estados Unidos, y han sido los principales partidarios del uso libre de las armas de fuego. Sin embargo, es un grupúsculo que siempre pierde, porque son los únicos sobre quienes recae el peso de la culpa una vez que la opinión pública ha cambiado de rumbo. Mientras que aquellos que los alentaron, y que son los mismos de siempre, ven con beneplácito como aumentan su popularidad y sus billeteras. Cansados de tanto desprecio, se han agolpado en torno a un magnate que no es sino otro de quienes los utilizan de tarde en tarde para sus propios intereses, aprovechando sus debilidades. Las mismas que estos pobres ignorantes consideran como sus fortalezas y sobre las cuales construyen su orgullo.

domingo, 28 de febrero de 2016

El Golpe Bajo de Pacquiao

No han sido buenos estos últimos días para Manny Pacquiao. El boxeador filipino, convertido al cristianismo evangélico hace algunos años, y que además postula a un cargo de elección popular en su país, perdió su contrato con la firma de ropa deportiva Nike y ha sido objeto de una lluvia de opiniones negativas, por aseverar en una entrevista que los gay eran "peores que animales" y que jamás apoyaría un cuerpo legal que siquiera reconozca las relaciones homosexuales. Tal fue el revuelo que causaron sus palabras, que en menos de veinticuatro horas salió a pedir disculpas, aunque sin renunciar a sus planteamientos. Algo así como que estuvo mal la forma pero no el fondo.

Independiente de la reacción de los gay, que aprovecharon este incidente para una vez más demostrar su amplia red de influencias, la actitud de Pacquiao es simplemente inaceptable desde el punto de vista del amor cristiano. Los homosexuales pueden estar equivocados, pero jamás han sido enemigos enconados de los creyentes. No al menos, al nivel de los musulmanes o de otros fanáticos religiosos que están exterminando a los hijos del camino en determinados lugares, y acerca de lo cual, los hermanos que habitan en zonas con libertad de culto se remiten a reiterar las bienaventuranzas para los perseguidos, recalcando que esas personas ya cuentan con tesoros en el cielo; pero insistiendo que frente a esa clase de situaciones no se debe responder con violencia, ni siquiera en el marco de la legítima resistencia, pues los varones y mujeres de fe son distintos y en última instancia se resignan a aceptar el martirio porque ésa es la voluntad divina. Pues bien: en ese contexto, ¿las opiniones de Manny no podrían ser consideradas como la típica conducta del vulgar mundano que no ha conocido a Cristo? Sólo replica la agresividad de los demás, expresándose de un colectivo con un simple insulto, provocando de manera adicional una defensa igualmente contundente. Muy lejos del modelo del pacificador planteado en el Sermón del Monte, donde Jesús llamaba a sus seguidores a buscar el término de un conflicto aún cuando dicha situación los termine perjudicando.

Por otra parte, tampoco es muy agradable la actitud de quienes apoyan las declaraciones de Pacquiao. En especial, porque algunas de esas muestras de simpatía provienen de ciertos cristianos quienes, antes incluso de este incidente, le cuestionaban su condición de creyente debido a que a la vez es boxeador, deporte que ya practicaba previamente a su conversión. Es curioso, pero tras esta intervención, como que se han olvidado de antiguos -y radicales- objeciones y lo han aprobado y aceptado como uno de los suyos. En síntesis, que la confirmación definitiva de que se es un cristiano de buen testimonio y por ende apto para entrar al reino de los cielos, no es el arrepentimiento, las obras o los denominados frutos espirituales; sino una expresión odiosa e irreflexiva (ambas cosas suelen venir de la mano) en contra de un colectivo que, por constituir una especie de símbolo del pecado, debe ser víctima de toda clase de vituperios, como una manera de demostrar que se está apartado del mundo y que el Señor mora dentro de uno. Quizá ése sea el sentido del "peores que animales": al despojar a los gay de su humanidad, de negarlos incluso como seres vivos, Manny estaría buscando liberarse del mandato de "amar a los semejantes", para así lanzar los escupitajos que se le ocurran. Pese a que esos ciudadanos mantienen un alma que también es menester salvar -prescribiendo toda clase de esfuerzos- y que el propio Cristo prohibió maldecir a nada y a nadie.

Aunque por otra parte, me parece que Pacquiao jamás imaginó ese tipo de consideraciones, al menos de modo consciente. Pues sus argumentos fueron de que "incluso los animales se aparean entre machos y hembras", afirmación que a su vez incentivó a muchos científicos a informar que existen más de trescientas especies que practican, de manera esporádica o permanente, alguna conducta homosexual. De cualquier forma, hay que dejar en claro que lo de Manny fue un golpe bajo. Y esos se sancionan. En el boxeo y en el cristianismo.

                                                                                           


domingo, 31 de enero de 2016

No Hay Salud Ni Papel

Uno de los argumentos que han esgrimido los defensores de Eliodoro Matte, el acaudalado propietario de la CMPC, compañía que junto a SCA, de capitales suecos, creó un sistema de colusión destinado a mantener los precios altos e invariables en artículos de tan básica necesidad como el papel higiénico, es que se trata de un empresario dedicado cien por ciento al trabajo y a la producción, una característica que ha redundado en la creación de un sinnúmero de empleos, muchos de ellos de más que aceptables remuneraciones. Además, agregan que él fue quien dio el paso inicial de reconocer frente a los tribunales encargados el acuerdo que mantenía con su competencia, por lo que piden que se tome en cuenta este acto de arrepentimiento.

Más que un empresario, Matte es un oligarca, proveniente de una familia de aquellas "con apellidos vinosos", prácticamente fundadores de la alta sociedad criolla, por otra parte un grupo muy reducido que ha variado poco desde sus inicios. La Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones -nombre que abrevia la sigla CMPC- es un negocio ancestral y heredado, por lo que el supuesto esfuerzo personal se reduce a mantener una industria que en caso alguno recibió partiendo de cero ni bastante menos. Sostenimiento que resulta relativamente fácil, dada la cuna de origen del aludido y la estructura social de Chile, que siempre ha tendido hacia la inamovilidad de las distintas clases. Y donde existen circunstancias históricas y prácticas que juegan a su favor. Pues desde su fundación, y hasta hace poco más de tres décadas, la mentada CMPC gozó de un monopolio legal que impedía siquiera la entrada de otro actor en el rubro y que lo terminaba transformando en el exclusivo abastecedor papelero nacional, con el potencial poder económico y político que ello acarrea (y que vaya que usó don Eliodoro en ciertas épocas, cuando las decisiones públicas atentaban contra sus intereses). Y aunque ahora el marco regulador ha sido modificado en favor de la libre competencia, esta institución aún retiene el ochenta y cinco por ciento de las ventas del sector.

Una serie de factores que le han permitido manejar el timón a su antojo en todo este escándalo. Su rival, la SCA, a través de una guerra de precios consiguió morder el trece por ciento del mercado. Fue entonces cuando Matte decidió mover toda su maquinaria de influencias -que incluían el poder económico que su empresa aún ostentaba, además del prestigio que su apellido tenía entre los más pudientes- y comenzó a acorralar al que se vislumbraba como un enemigo amenazador, con acciones que iban desde las simples amenazas hasta acuerdos con los supermercados para que los productos de la competencia fuesen excluidos de las estanterías. Los nuevos actores, acoquinados por su escasa capacidad de respuesta, sucumbieron ante una dinámica que ellos desconocían y para la cual claramente no estaban preparados. Éste es un hecho muy importante al momento de analizar la supuesta contrición de Eliodoro y su pandilla. Puesto que ha quedado al descubierto que fue él quien ideó esta estructura, y ahora aparece en las pantallas y los tribunales reconociendo sus errores a fin de acogerse a los beneficios de la delación compensada, así como realizando un descarado lavado de imagen, que en última instancia pretende dejar mal a sus víctimas ante la opinión pública, con el objetivo manifiesto de que abandonen el país o reduzcan al mínimo su participación, y así recuperar el terreno perdido.

En ningún caso pretendo defender a la SCA que, a fin de cuentas, actuó como cómplice. Sin embargo, en todo este escándalo, lo que se debe evitar es que la figura de Eliodoro Matte quede elevada al nivel de héroe, que dadas las características de la sociedad chilena -no sólo la alta- y las expresiones que se han vertido en los medios de comunicación, no es tan traído de los pelos imaginar que ocurra. Es menester considerar al dueño de CMPC como lo que es: un gángster que se ha valido de su enorme poder e influencias no sólo para perjudicar a los consumidores, o para debilitar y al menos en el pasado, hasta tumbar gobiernos. sino que además torcer los principios más básicos del mismo capitalismo que dice practicar. Porque -como suele acaecer en estas situaciones- acaban atentando contra sus intereses.