domingo, 17 de julio de 2016

De Las Balas A Los Neumáticos

A poco más de un mes del ataque a una disco gay en Orlando, un nuevo hecho sangriento atribuido al terrorismo islámico ha sacudido a Occidente, esta vez en la francesa ciudad de Niza. Un tunecino radicado hace años en el país galo arremetió con un camión por una avenida costera de esa urbe, donde una multitud aguardaba la concreción de un espectáculo pirotécnico organizado a causa del Día De La Toma De La Bastilla, marcha criminal que sólo se detuvo cuando los policías lo abatieron, y que deja, al menos hasta ahora, un saldo de ochenta y cuatro muertos, cifra que podría aumentar, debido a que hay varios heridos en riesgo vital.

Saco a colación ambos incidentes, porque es posible establecer un importante número de paralelismos entre ellos, no sólo por su proximidad cronológica. Tanto el atacante de Estados Unidos como el de Francia provenían de países con mayoría islámica, Afganistán y Túnez respectivamente, religión que además profesaban. Sin embargo, estaban asimilados en plenitud a la cultura de sus naciones adoptivas, e incluso su espiritualidad no era tan intensa. Más aún, el asesino del camión era escasamente observante e incluso los medios de comunicación descubrieron que ni siquiera había cumplido con las ordenanzas relativas al Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, y que equivalen a tomar los sacramentos en el caso de los católicos. Pero otros detalles los unen y poco o nada tienen que ver con la fe: los dos habían sido acusados por sus correspondientes esposas e hijos de violencia familiar y se encontraban en trámites de divorcio, no pedidos por ellos, lo cual los tenía sumidos en situaciones de inestabilidad mental. Quizá se pueda establecer una conexión entre estos antecedentes y el patriarcado y la participación de la mujer en el culto mahometano, llevados a los términos de la jefatura del hogar. No obstante, la lógica y un estudio apenas exhaustivo del islam más extremista arroja como conclusión que si estas personas se hubiesen decidido por aplicar sus visiones de la justicia divina, habrían optado por los llamados "crímenes de honor" en contra de quienes los denunciaron (y por lo tanto desobedecieron).

Tal vez alguna parte de la respuesta se encuentre en otro aspecto que la prensa francesa e internacional ha destacado en las últimas horas, que trata de la facilidad conque se otorgan licencias para conducir en ese país. En ciertas ocasiones basta un leve examen teórico y práctico -ambas cosas juntas- y al otro día de solicitarlo el interesado ya obtiene una licencia, incluso para operar vehículos de gran tonelaje. Con tales datos -si es que son plenamente fidedignos- el morbo que surge de comparar esta coyuntura con la ligereza con la cual se puede acceder a las armas de fuego en Estados Unidos -donde los permisos para conducir sólo se consiguen tras una serie de exigentes pruebas, que no todos aprueban- salta de modo tan inmediato como espontáneo. Sobre todo considerando que mientras el atacante de Orlando descargó un arma de asalto -impensable de obtener en el comercio regular de cualquier otro lugar en el primer mundo- el de Niza pasó a gran velocidad con un camión de carga. Si este tunecino hubiese residido en suelo norteamericano, lo más seguro es que jamás habría tocado el volante de un automóvil, pero sí habría obtenido una ametralladora con la que descargar su ira. En cambio, si el afgano de la discoteca hubiera vivido en tierras galas, tal vez nunca tendría a su disposición el más mísero revólver -y menos hallado empleo como guardia armado, aunque se tratase de un reservista militar-; mas con algo de dinero habría alquilado un motorizado personal de mediano tamaño y regado de sangre una marcha por el orgullo gay. Fuera de que ciertos consumidores de combustible fósil, como las cuatro por cuatro, son abundantes en Francia, o al menos eso atestiguan los filmes rodados allí.

Cuando Anders Behring cometió su masacre en la isla noruega de Utoya, muchos sostuvieron la tesis de que se trataba de un simple perturbado que explotó en el momento menos indicado. Con ello se dejaban de lado las motivaciones que lo impulsaron a protagonizar tal matanza, y que lo definían como un terrorista mezcla de cristiano, xenófobo y euro racista. Pues bien: los casos de Orlando y de Niza apuntan más bien a sujetos con desórdenes mentales, que justificaron su rabia con el trasfondo religioso, y a veces ni siquiera eso, sino que aprovecharon las circunstancias contingentes para llamar con mayor fuerza la atención. ¿Vamos a continuar despotricando contra el islam, o retomaremos el viejo discurso de la víctima de la sociedad? Lo segundo puede sonar a cliché de ingenuos o de interesados. Pero es preciso recordar que se ha usado recientemente.

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