miércoles, 20 de febrero de 2013

Mataré Por la Patria

Cuando se observa el vídeo en el cual un grupo de aspirantes a marinos marcha por las playas de Valparaíso entonando un cántico de estímulo en el cual los cadetes aseguran que matarán argentinos, fusilarán peruanos y degollarán bolivianos: la sensación que a uno le produce es extraña. No tanto por ese viejo cliché que asegura que se debe fomentar la unión entre pueblos vecinos en lugar de la confrontación. Sino producto de que se trata de un hecho muy surrealista, pero del más barato y vulgar que se pueda imaginar, y que va mucho más allá de ese prejuicio acerca del supuesto escaso o nulo nivel de inteligencia -en términos de cultura general- que tendrían los militares.

En primer lugar, se trata de una situación claramente extemporánea, dado el nivel de integración que con todas sus imperfecciones no obstante existe entre los pueblos latinoamericanos. Pero además, analizando la postura y el tono que usan estos aspirantes, lo último demostrado en el entusiasmo conque entonan el desabrido cántico, la verdad es que uno sólo puede colocar en duda su real capacidad de defensa en el caso que nos llegáramos a enfrentar a aquellos países que ellos mismos aseguran neutralizar. De partida emplean un coro muy conocido tanto en las esferas castrenses como en el ambiente civil a tal punto que la mayoría de la gente lo conoce gracias a las peores películas de Hollywood. El cual luego es entonado de manera completamente plana y con un cierto dejo lastimero, como si los propios chicos buscaran no sobresalir. Ignoro si se trata de una forma de expresar respeto por el mando -representando en quien lidera la marcha y por ende emite las frases que deben ser repetidas por el pelotón- o que los muchachos se habrán visto sofocados por el calor veraniego del Puerto -lo cual pone en duda su capacidad de resistencia a un combate, o incluso frente a una situación crítica suscitada en tiempos de paz-. No obstante, con cualquier explicación de por medio, uno acaba por concluir que lo observado en la costanera fue hecho sólo con el propósito de cumplir. Ante el chileno raso que a cada rato exige que sus fuerzas armadas lo hinchen de orgullo, y ante los mandos que justamente evaluarán a estos alumnos que esperan ser grumetes. Y ni aún bajo esas condiciones cumplen siquiera con una pizca de su inicial propósito.

Pues la mezcla de todos esos factores, provoca en el espectador la impresión de que está asistiendo a un turismo circense. En el caso de un argentino, un boliviano o un peruano medios, de seguro se sentirán ofendidos, lo cual se puede comprobar leyendo las declaraciones de repudio que los gobiernos de esos países dieron a conocer tras el bochornoso vídeo. Sin embargo, para cualquier visitante, e incluso un diplomático, de una nación del primer mundo, e incluso algún africano o asiático oriundo de un territorio pobre y devastado por alguna guerra, esto será otra muestra característica de las naciones tercermundistas, y se sorprenderá y decepcionará a la vez, al constatar que naciones que creen están dando el salto definitivo al desarrollo aún se encuentran, aunque fuese de manera residual, en un estadio bananero. Lo cual queda reforzado a causa de la estupidez supina de los grumetes criollos, a quienes se les ocurre cantar una torpeza así mientras trotan por la Avenida Perú y más encima en una costanera atestada de veraneantes trasandinos. Pero también esto sirve para reflotar ese mito acerca de la "hinteligencia militar" ya señalado en el párrafo de encabezamiento. Al final, nuestros gallardos soldados sólo cuentan con la capacidad para repetir una monodia insulsa y trillada hasta el cansancio, con una letra que llega al colmo de lo obvio si se recuerdan los conflictos ancestrales, ya superados además. Y para ganar una guerra se requiere, por cierto, de reciedumbre física, pero antes que nada de cerebro, que permite diseñar tácticas y estrategias. No en vano los militares incluyen en sus organigramas sus particulares divisiones de inteligencia, muy distintas a la cultura enciclopédica, pero sí a la creatividad, no artística y no tan científica, no obstante sí enganchada con la facultad de inventar e innovar. 

Por lo mismo resulta bastante más convincente y disuasivo el cántico que los policías argentinos entonan en contra de los chilenos, contenido en otro vídeo que llevaba seis meses en la red virtual, pero al que se no se le había prestado atención hasta ahora, producto de la polémica suscitada por los marinos criollos. Si no se le presta atención a aquel material, lo de nuestros grumetes es vergonzoso; pero si se comparan ambas situaciones, simplemente queda como patético. En especial porque se constata que pese a la excesiva importancia que parece que se le da a las fuerzas armadas, encarnada en la compra de material bélico de última generación y excesivamente caro, empero se continúa con un evidente atraso en estos temas, gracias al descuido del principal elemento de toda actividad, cual es el caudal humano, resignado a ser formado bajo un prusianismo decimonónico que ya ni los alemanes toman en cuenta. Otros países, como homosexuales en sus ejércitos, tienen la facultad de aniquilar a nuestros soldaditos que sólo sirven para manifestar su hombría con cánticos en la vía pública útiles nada más que para desatar escándalos.


jueves, 14 de febrero de 2013

La Gran Ramera Cobraba Caro

¿A qué se estaba refiriendo Benedicto XVI cuando usó la expresión "falta de fuerzas" para justificar su renuncia al papado, un hecho que ocurría por primera vez después de seis siglos? ¿Los innumerables casos de pedofilia que debió enfrentar y resolver, lo tenían agotado? ¿Sintió una suerte de presión adicional al tratarse de actos protagonizados por protegidos de su antecesor, de quien fue su mano derecha y confidente, condición que finalmente lo condujo al trono de la llamada "silla de Pedro"? Se trataría, entonces, de una crisis de ansiedad provocada desde dos frentes, al verse por un lado como un traidor hacia quien lo llevó al sitio en que aún permanece (su abdicación se hará efectiva en los próximos días), y por otro, con una obligación inevitable de responder a unas víctimas que durante décadas esperaban justicia. O, como muchos especulan tras oír este por supuesto sorprendente anuncio, ¿no fue capaz de ordenar el supuesto hervidero de luchas de poder que se tejería al interior de la iglesia católica, en especial al interior de las altas esferas?

La última aparece como la explicación más acertada. Al menos desde que el cristianismo es catolicismo, e incluso un poco antes, la autoridad papal ha sido una instancia de poder enorme y por lo mismo muy codiciada. Los ricos franceses medievales lo aprendieron con una inusual ventaja, y en su momento cuando ostentaron la cima económica, no dudaron en atraer a su seno la política, moviendo, como la propia Biblia lo sugería, la montaña en lugar de escalarla, aunque no en base a la fe, lo cual redundó en el traslado del pontificado por más de setenta años en el siglo XIV a Avignon. En la actualidad, si bien el romanismo ha perdido una buena fracción de su influencia y su hegemonía -incluso en el ámbito espiritual-, y muestra de ello es el mediano interés que ha surtido esta noticia en la opinión pública, su máxima regencia continúa siendo capaz de otorgar considerables réditos a quien la ocupe o esté ligado de modo muy íntimo a ella. Por ende no resulta extraño especular respecto de que los rumores de palacio, que por lo demás se dan en cualquier clase de gobierno y de modo especialmente delicado en las monarquías, sean sucesorias o como en el caso que nos atañe medianamente electivas, hayan estado presentes también en el entorno del Vaticano durante los casi ocho años de gobierno de Benedicto, al extremo de que estas situaciones se hayan finalmente tornado en las zancadillas que acabaron en su jubilación "voluntaria". Además, y no es necesario reiterarlo en este artículo, la iglesia no precisamente se ha caracterizado por seguir las doctrinas de Jesús, tanto en el pasado como en el presente. Y en tal sentido los caprichos y ambiciones personales, cuando no caben en el ego propio, pueden hasta pasar por encima del respeto que se le debe a los mayores dirigentes, como lo prueba la lista de papas asesinados, derrocados, excomulgados o condenados tras su muerte en variados pasajes de la historia. A los que es posible añadir comentarios que afectan a épocas recientes, como la tesis que asevera que Juan Pablo I habría sido envenenado.

Tengo una teoría personal acerca de lo acaecido. Juan Pablo II, el antecesor del renunciado Benedicto, logró mantener bajo las cenizas las intrigas y las ambiciones de poder, merced a un comportamiento reaccionario que en algún instante fue visto de manera positiva por la opinión pública -católica y secular- ya que consiguió ciertos pinitos (o al menos coincidió con determinados acontecimientos) como la caída del comunismo en Europa del Este y el hecho de que cuando menos se colocara en el debate la moralina sexual, que parecía desterrada de la humanidad tras la década de los sesenta. De forma adicional, el carácter autoritario de Wojtyla -que de todos modos se traducía en un apreciable don de mando- unido a su carisma mediático -dos elementos que se pueden hallar en cualquier dictador que se precie de tal, y que aparte son añorados por quien busca el discurso conservador- constituyeron factores de aglutinación en el seno del romanismo, cuyos máximos representantes se dividían por entonces entre ampliar las tenues muestras de apertura expresadas en Vaticano II o en detener un proceso que para algunos podía desembocar en la disolución de la idiosincrasia institucional. Pero luego que el polaco falleció, las brasas subyacentes empezaron a emerger y lo primero que salió a la luz fueron los mencionados casos de pedofilia que involucraban a personeros protegidos por su gobierno, lo cual dejaba en entredicho a un individuo considerado ejemplar, así como su administración, por lo que iba directo a una rápida canonización. Ratzinger, quizá con "dolor de corazón" debió inclinarse del lado de las víctimas, satisfaciendo además a una ciudadanía que empezaba a sentirse desengañada. De seguro que esto derivó en un círculo vicioso, en el sentido de que los cardenales y sacerdotes más ligados al anterior papa (que se mantuvo en el trono por casi veintisiete años, periodo suficiente para crear una férrea red de apoyo alrededor, a lo que por supuesto ayudó su mencionada capacidad de gestión), nunca se tragaron esta tolerancia a los reclamos fuera de todo provenientes de laicos, es decir sujetos menos instruidos en teología, que no tardaron en relacionar con el aumento del descrédito de la silla pontificia.

Esto, en una época en la cual el catolicismo sufrió una considerable baja de feligreses, ya sea producto del agnosticismo y el relativismo moral -cada día más crecientes en el primer mundo-, de la mayor adquisición de poder por parte del islam -en África y Asia- o de la expansión de las iglesias evangélicas en América Latina. Lo cual redunda en mermas económicas, por concepto de donaciones y contribuciones monetarias, que a la larga siempre es lo que más se padece. Para colmo los puntos negros del romanismo no se remitieron al abuso de niños sino que muy por el contrario, en el último tiempo incluyeron situaciones de delitos económicos y vínculos con la mafia, como lo probó el reciente escándalo del Instituto de Obras de Religión, con justicia denominado como Banco Vaticano. Con lo que quedó la sensación de que el papismo era un receptáculo de todos los males posibles. Quizás ahí estuvo el talón de Aquiles de Benedicto. Le faltaron fuerzas para domar a la Gran Ramera, que como debió experimentarlo el mismo pontífice en "carne propia", suele cobrar bastante caro.

jueves, 7 de febrero de 2013

La Integración Latinoamericana

Durante los días que duró la recién pasada reunión cumbre entre los países de la Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños (CELAC) y los de la Unión Europea, se volvió a repetir la monserga acerca de por qué las naciones de este lado del mundo no se integran mutuamente como lo han conseguido hacer sus pares del Viejo Continente, cuya unificación, más que un organismo internacional, se ha tornado en una auténtica federación que incluso hoy cuenta con una moneda común y una libre circulación entre sus componentes. En favor de ese argumento se alega que el ejemplo puesto por Europa sería más fácil de seguir al oeste del Atlántico, cuando menos en Sudamérica, debido a las similitudes lingüísticas e históricas que en apariencia exhiben sus territorios.

Para cualquier europeo, o asiático o africano que no haya visitado algún lugar al sur del Río Bravo, o al menos que no esté familiarizado siquiera con una cultura de la región, y que no le interese hacer una investigación que supere los estereotipos folletinescos: será suficiente con leer un manual con información elemental de cada país del mundo que se remita a confirmar que el idioma oficial de casi todos los Estados latinoamericanos es el español, con excepciones como el gigantesco Brasil donde es de uso el portugués (con el cual la lengua de Cervantes es mutuamente inteligible), pero que de cualquier manera acaba por recalcar que las civilizaciones de por acá son producto de las empresas conquistadores y coloniales surgidas en la península ibérica empezadas teniendo como punto de partida y por ende de referencia a la "gesta" de Colón. Una costumbre que por desgracia también han tomado ciertos habitantes autóctonos del denominado Nuevo Mundo, que luego se remiten a repetir como loros la propuesta descrita en el primer párrafo, volviendo a colocar a los europeos como un modelo a seguir porque su idiosincrasia sería superior y estaría más dotada en términos prácticos, económicos e intelectuales.

Sin embargo, ninguno de esos entusiastas y a la vez incisivos personajes que tratan de explicar las infinitas bondades de la réplica, ha reparado en una serie de factores geográficos y sociales que son los que finalmente frustran sus anhelos y que los continuarán frenando de no abordarlos con la altura de miras que no se puede obtener con la simple admiración elogiosa de un ejemplo foráneo. Para comenzar, reconocer que, a despecho de sus aportes, tanto el español como el portugués son idiomas impuestos por dos potencias que arrastraron a las civilizaciones americanas a un choque más que a un encuentro de dos mundos. En muchas zonas aún se emplean las hablas indígenas mientras el castellano se entiende con extrema dificultad. Lenguas, además, despreciadas por las autoridades y las élites, por lo cual su real alcance en muchas ocasiones se desconoce. Y cuyos parlantes en varios casos son analfabetos o cuentan con una escasa escolaridad. Aparte de ello, consignar que cuando menos las naciones sudamericanas poseen una mayor extensión territorial que sus pares europeas, de las cuales se pueden recorres varias en unos pocos días; y que un buen puñado de esos rincones carecen de vías expeditas de comunicación, un elemento muy práctico al instante de insistir en la integración. Por último las relaciones internacionales en el Viejo Mundo siempre han sido más expeditas incluso cuando se han desarrollado en clave negativa -los periodos en que los diversos reinos organizaban guerras contra sus vecinos-, mientras acá nos hemos resignado por mucho tiempo a presenciar a campesinos encerrados y desconectados del resto de la humanidad por hacendados tiránicos.

No se trata de fustigar estas reuniones ni de descartar una idea que en todo lugar es beneficiosa. Sino de comprender las distintas realidades. En Europa llegaron a la unificación tras superar sus propios obstáculos históricos, que no son los mismos que enfrentan los latinoamericanos para llegar a idéntico puerto. Y mientras aquel proceso necesario no sea reconocido, y se mida a América con los patrones del Viejo Mundo, jamás se alcanzará el objetivo, y viviremos con la sombra de otros que parecen más desarrollados y avanzados que uno.