jueves, 7 de febrero de 2013

La Integración Latinoamericana

Durante los días que duró la recién pasada reunión cumbre entre los países de la Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños (CELAC) y los de la Unión Europea, se volvió a repetir la monserga acerca de por qué las naciones de este lado del mundo no se integran mutuamente como lo han conseguido hacer sus pares del Viejo Continente, cuya unificación, más que un organismo internacional, se ha tornado en una auténtica federación que incluso hoy cuenta con una moneda común y una libre circulación entre sus componentes. En favor de ese argumento se alega que el ejemplo puesto por Europa sería más fácil de seguir al oeste del Atlántico, cuando menos en Sudamérica, debido a las similitudes lingüísticas e históricas que en apariencia exhiben sus territorios.

Para cualquier europeo, o asiático o africano que no haya visitado algún lugar al sur del Río Bravo, o al menos que no esté familiarizado siquiera con una cultura de la región, y que no le interese hacer una investigación que supere los estereotipos folletinescos: será suficiente con leer un manual con información elemental de cada país del mundo que se remita a confirmar que el idioma oficial de casi todos los Estados latinoamericanos es el español, con excepciones como el gigantesco Brasil donde es de uso el portugués (con el cual la lengua de Cervantes es mutuamente inteligible), pero que de cualquier manera acaba por recalcar que las civilizaciones de por acá son producto de las empresas conquistadores y coloniales surgidas en la península ibérica empezadas teniendo como punto de partida y por ende de referencia a la "gesta" de Colón. Una costumbre que por desgracia también han tomado ciertos habitantes autóctonos del denominado Nuevo Mundo, que luego se remiten a repetir como loros la propuesta descrita en el primer párrafo, volviendo a colocar a los europeos como un modelo a seguir porque su idiosincrasia sería superior y estaría más dotada en términos prácticos, económicos e intelectuales.

Sin embargo, ninguno de esos entusiastas y a la vez incisivos personajes que tratan de explicar las infinitas bondades de la réplica, ha reparado en una serie de factores geográficos y sociales que son los que finalmente frustran sus anhelos y que los continuarán frenando de no abordarlos con la altura de miras que no se puede obtener con la simple admiración elogiosa de un ejemplo foráneo. Para comenzar, reconocer que, a despecho de sus aportes, tanto el español como el portugués son idiomas impuestos por dos potencias que arrastraron a las civilizaciones americanas a un choque más que a un encuentro de dos mundos. En muchas zonas aún se emplean las hablas indígenas mientras el castellano se entiende con extrema dificultad. Lenguas, además, despreciadas por las autoridades y las élites, por lo cual su real alcance en muchas ocasiones se desconoce. Y cuyos parlantes en varios casos son analfabetos o cuentan con una escasa escolaridad. Aparte de ello, consignar que cuando menos las naciones sudamericanas poseen una mayor extensión territorial que sus pares europeas, de las cuales se pueden recorres varias en unos pocos días; y que un buen puñado de esos rincones carecen de vías expeditas de comunicación, un elemento muy práctico al instante de insistir en la integración. Por último las relaciones internacionales en el Viejo Mundo siempre han sido más expeditas incluso cuando se han desarrollado en clave negativa -los periodos en que los diversos reinos organizaban guerras contra sus vecinos-, mientras acá nos hemos resignado por mucho tiempo a presenciar a campesinos encerrados y desconectados del resto de la humanidad por hacendados tiránicos.

No se trata de fustigar estas reuniones ni de descartar una idea que en todo lugar es beneficiosa. Sino de comprender las distintas realidades. En Europa llegaron a la unificación tras superar sus propios obstáculos históricos, que no son los mismos que enfrentan los latinoamericanos para llegar a idéntico puerto. Y mientras aquel proceso necesario no sea reconocido, y se mida a América con los patrones del Viejo Mundo, jamás se alcanzará el objetivo, y viviremos con la sombra de otros que parecen más desarrollados y avanzados que uno.
                                                                                                               

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