jueves, 30 de junio de 2011

La Expansión Según el Clan de las Veinticinco

Una las situaciones que más ha sido vilipendiada -y con justicia, habría que admitir- por los protagonistas de las recientes movilizaciones estudiantiles, ha sido la denominada "expansión educacional". Por el contrario -como suele suceder por lógica cuando se produce una instancia de conflicto social- las autoridades políticas de todos los signos han alabado este fenómeno característico de los últimos veinte años, asegurando que gracias a él, por ejemplo hoy nos encontramos con jóvenes que constituyen la primera generación de sus respectivas familias en acceder a una universidad. Incluso, dichos personeros inflan el pecho mientras aseguran que bajo sus administraciones este tipo de cobertura se acrecentó, porque dieron las facilidades para que tal aumento se diera de manera sostenida e ininterrumpida en el tiempo. Los descontentos, en cambio, replican que dicho crecimiento jamás fue impulsado por iniciativas públicas, ya que incluso el Estado redujo su participación en la educación, dejando el camino libre para un avance desmesurado, desordenado y con resultados dudosos, todo ello expresado en la proliferación de instituciones de discutible calidad. Como demostración más cabal de sus conclusiones, exponen el hecho de que muchos de esos alumnos no terminan sus carreras a causa del alto costo de los aranceles, cuestión que además los termina endeudando con los bancos, en medio de un futuro incierto. Y de quienes se titulan, la mayoría lo hace en los odiosos engendros de esta expansión, que producto de la ya mencionada incompetencia, los deja en inferioridad de condiciones al momento de afrontar el mundo del trabajo.

Quienes más han insistido en el tema son los estudiantes y académicos pertenecientes a las "universidades" del Consejo de Rectores, ese club exclusivo que reúne a los veinticinco planteles que fueron creados -ya sea como entidad autónoma o como sede- antes de 1981, cuando fueron promulgadas las leyes que flexibilizaron en términos económicos el sistema educacional y por ende posibilitaron la hoy vapuleada expansión. Desde esos claustros, se reclama que el Estado los ha descuidado, lo cual no sólo les ha hecho difícil mantener actividades propias de su rango, como la extensión artística y la investigación, sino que además ha colocado en serio riesgo su existencia. Más allá de que estos alegatos sirvan como pretexto para justificar actitudes hipócritas (estas instituciones suben cada año el precio de sus carreras varias veces por encima del IPC), o para evadir conductas inaceptables (las estafas llevadas a  cabo por las autoridades de la UTEM contra sus propios matriculados, o los diversos casos de corrupción en los que ha estado involucrado el lupanar de Bello): lo cierto es que dicha anomalía, como muchas otras que se dan en la enseñanza superior chilena, es la consecuencia de culpas compartidas, y uno de los principales responsables son precisamente estas organizaciones que ahora se presentan como víctimas.

Hacia 1990, ya acaecido el retorno formal a la democracia, estas "universidades" empezaron a construir una imagen frente a la opinión pública, en el sentido de que habían sido un faro sapiencial en medio de la dictadura de Pinochet, que por sus características fascistas, no se debería llevar bien con empresas de este tipo (estoy usando esa palabra en su sentido etimológico). Una atribución semejante a la que se tomó la iglesia católica en materia de derechos humanos y justicia social. Pese a que basta revisar de reojo la historia del régimen autoritario para darse cuenta que casi la totalidad de los planteles estaba conformada por rectores y académicos afines a la ideología impuesta en ese entonces, que apoyaban las medidas de represión y de restricción aplicadas al interior de los campus. Si acontecieron protestas, siempre fueron impulsadas por los estudiantes y algunos profesores de pensamiento independiente que por cosas de la fortuna no fueron víctimas de una purga. Sin embargo, de la noche a la mañana se convirtieron en los adalides de la libertad de expresión cultural, que en un país como Chile, no muy dado a la inversión en ciencia y tecnología, se transforma en una característica definitoria de la idiosincrasia nacional. Y dicho mito se propagó hacia la población como un eslogan publicitario: si no querías caer en la sospecha de ser un ignorante proclive a aceptar las tiranías, entonces tu camino obligado debía ser la universidad; cualquier otra alternativa era propia de los estúpidos. Con el paso del tiempo, el mensaje se adaptó al modelo mercantil en que está sumida la educación chilena -del que estas organizaciones se han beneficiado, aunque digan que no-, y entonces quien no entraba a una universidad era un fracasado cuyo destino se reducía a vivir de un sueldo miserable cuando no sub empleado. Y esto a pesar de que ciertos "expertos" por contraste daban a conocer las bondades de seguir una carrera corta, de las que se imparten en los institutos profesionales o centros de formación técnica.

Desde luego, por "universidad" se entendía cualquier sede o campus afiliado al cártel de las veinticinco. Pero ya que los alumnos de menores recursos no podían costearse los aranceles, y ante el temor de ser señalados como parias, empezó a proliferar como hongos una enorme cantidad de instituciones que podríamos llamar de consuelo, tales como los mencionados institutos profesionales o centros de formación técnica, además de una nueva caterva de "universidades" independientes, a cada cual peor que su inmediata antecesora (aunque es preciso reconocer que un pequeño número de ellas supera por amplio margen a varias del Consejo de Rectores). Todas, desde luego, privadas, en parte porque así lo exigían las reformas de 1981 aunque también por el citado retroceso del Estado en los asuntos educacionales. Cierto es que los muchachos que egresan de tales engendros a poco andar se dan cuenta que están en desventaja con respecto a sus pares del club exclusivo, menos por un problema de calidad comparativa que producto de los contactos que esos planteles tienen con los principales dispensadores de trabajo -y que además les donan suculentas sumas de dinero-. Sin embargo, bien es sabido que con las ilusiones se puede jugar, y más cuando su concreción se torna urgente, a fin de evitar la discriminación. Ahora, lo interesante es averiguar cuál es el verdadero propósito que motivas las quejas de los miembros del cártel: su un auténtico interés por la recuperación de la educación pública, o el temor a la caída en la demanda que ya vienen experimentando desde hace un buen tiempo, y que por primera vez está colocando en jaque su posición de privilegio en el mercado nacional. Y hay que anotarlo así: mercado; porque lo demás, incluyendo la sentencia "sin fines de lucro", es sólo un grito de guerra para la galería, sin ningún valor adicional.

miércoles, 22 de junio de 2011

La Tirria Con Ollanta

¿Qué tienen los ricos peruanos con Ollanta Humala? Ya antes de haber sido elegido presidente de ese país, cada vez que una encuesta anticipaba su triunfo, la bolsa de comercio de Lima caía a niveles inverosímiles y los principales medios masivos de comunicación se saturaban de analistas que auguraban el peor futuro posible, si el ex militar finalmente ganaba los comicios. Ni hablar de cuando se confirmó su victoria: ahí el desplome de los mercados locales llegó a tal extremo que movió a pensar en una sucia trama  golpista disfrazada de especulación financiera -la cual, además, desde muy lejos olía a artificial-. Todo, para más remate, tratado con el morbo que caracteriza a una elección con resultado estrecho. Mientras, en la vereda de enfrente, aquellos sondeos que le adjudicaban la magistratura a Keiko Fujimori, su rival en el balotaje, hacían que los mismos actores respiraran con alivio. Al punto que muchos aseveran que dichos estudios eran falsos y fueron publicados con la intención de calmar a estos personajes, y de paso, introducir una forma poco convencional de campaña política, en una batalla que desde el principio se presentó como muy reñida.

Ollanta Humala era un declarado candidato de izquierda, amigo personal tanto de Hugo Chávez como de Lula da Silva. Aunque, por su condición de uniformado, ha adoptado posiciones populistas y nacionalistas en el sentido chovinista del término, las que de todas formas suavizó en los últimos mítines con el propósito de ser visto como un socialdemócrata y así ganarse a los votantes moderados e independientes en el concepto de la adhesión partidista. Sin embargo, si auscultamos su campaña electoral, a partir del primer discurso -incluso si tomamos como antecedente su labor proselitista de 2006, cuando también alcanzó la segunda vuelta, aunque en esa oportunidad perdió frente a Alan García-, bastan las primeras lecturas para darse cuenta que sus palabras no contienen exaltaciones belicistas y patrioteras propias de un milico con las balas ya no en la cabeza sino en la mente. Tampoco existe la idea de abolir la  propiedad privada o de aplicar un sistema comunista estalinista, como lo planteaban los oligarcas peruanos. En lo que sí se insiste es en una mejor distribución del ingreso, conducta necesaria en un país con estruendosas cifras  de crecimiento pero con igualmente altos niveles de pobreza y desnutrición y mortalidad infantiles. Un estado de cosas del cual gozan los más privilegiados y cuya posible corrección -ni siquiera modificación leve y mucho menos cambio radical- era la real causa que activaba su miedo. Temor que los arrastraba a utilizar toda su artillería monetaria para convencer a los indecisos en favor de Keiko Fujimori, la hija de un infame tirano que durante toda la década de 1990 sumió a la nación del Rímac en la miseria, el oscurantismo y la corrupción: régimen en el cual ella participó con denodado entusiasmo, convirtiéndose en cómplice de las atrocidades cometidas por su padre.

Y es que la devoción propugnada por los magnates peruanos hacia Alberto Fujimori llega a los extremos de la obcecación ideológica, el mismo vicio que los derechistas liberales y pragmáticos le achacan a los simpatizantes de izquierda, a quienes acusan de mantenerse en su ceguera a pesar del derrumbe de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín. Porque "Chinochet" como el ciudadano pedestre de ese país llama de manera acertada al hoy encarcelado ex dictador, agrupó en su gobierno todas las características que se le atribuyen al "perfecto idiota latinoamericano", un concepto inventado en el propio Perú por Álvaro, el hijo del premio Nobel Mario Vargas Llosa -famoso, aparte de la calidad de sus novelas, por primero aplaudir la Revolución Cubana y al poco tiempo después atacarla ferozmente-, una frase que intenta integrar a los militares fascistas que hacia los 1970 pulularon en América Latina bajo la doctrina de la seguridad nacional; pero que en la práctica se agota tras apuntar con el dedo a Fidel Castro y quienes se han inspirado en su guerrilla. Para empezar, nunca creó instancias que favorecieran el progreso de los representantes de las clases más desposeídas de su nación, y sus programas sociales si es que así se les puede llamar, se reducían a la entrega gratuita y periódica de ropa, muebles y otros artículos materiales: es decir, el regreso de una práctica reiterada en la historia de esta parte del mundo y condenada con justicia por personeros de todas las tendencias partidistas, que entre otros apelativos, la han calificado precisamente de populismo. Actitud llevada a cabo con una inmensa irresponsabilidad, sin reparar en el gasto fiscal, lo cual empujó al Estado peruano a la bancarrota. Hecho incluidos en el programa gubernamental de Keiko, a los cuales el huevo de la serpiente se refería con manifiesto orgullo.

Sin embargo, los acaudalados peruanos, con el fin de evitar la obligación de ceder una ínfima porción de su poder, han obrado con esa misma testarudez ideológica que suelen identificar en los movimientos izquierdistas para más tarde atacarlos. Aunque las medidas de Keiko ya fueron probadas en el país con resultados tan nefastos como los del comunismo europeo. Situación que empero no les importa porque en aquella ocasión no sufrieron demasiado y quizá ahora el sistema tampoco les pasaría la cuenta. Pues los Fujimori jamás han demostrado interés en corregirlo. Más aún: Alberto ahogó los reclamos en sangre, con el pretexto de neutralizar a los movimientos armados como Sendero Luminoso o Tupac Amaru. Y ya sabemos que el flujo fiduiciario sólo se lleva bien con la democracia cuando puede usarla para sus propios propósitos.
                               

miércoles, 15 de junio de 2011

La Responsabilidad de los Niños

James Cameron, el primer ministro conservador del Reino Unido, al parecer está tratando de proyectar la imagen de que su gobierno se preocupa por la infancia, a pesar de que apenas asumido su cargo, eliminó las ayudas económicas que el Estado les entregaba a los padres por cada hijo que engendraban, so pretexto de paliar la grave situación del erario público británico, consecuencia de decisiones erráticas que fueron tomadas en el marco de la crisis financiera internacional. Para ello, encargó a un comité de expertos vinculados a varios grupos religiosos, la redacción de un informe que ha sido conocido como "la revisión Bailey", por el apellido de su coordinador. En dicho escrito, se lleva a cabo una evaluación muy negativa y en términos condenatorios de lo que se identifica como "la erotización infantil", poniéndose énfasis en situaciones tales como la venta de minifaldas o zapatos con tacones altos para niñas menores de diez años, o ropas que a estas mismas chicas les permite mantener descubierto su ombligo. De igual modo, el informe recomienda prohibir la publicidad de vestimentas ostentosas cerca de las escuelas, además de restringir el pase en televisión de vídeos musicales a horarios exclusivos para adultos.

En Chile, durante la década de 1990, cuando la iglesia católica le ponía freno a una ley de divorcio, impedía la realización de jornadas de auténtica educación sexual en los establecimientos educacionales, presionaba a los jueces para que emitiesen fallos que censuraban películas y se esforzaba por erradicar los anticonceptivos del sistema público de salud -recurriendo a amenazas, campañas del terror y hasta falsos "estudios"-: por otro lado, proliferaban los comerciales televisivos y los afiches en diarios que utilizaban bebés desnudos, en lo posible con sus genitales a la vista, como una forma de promocionar sus productos. Confirmando que las situaciones relacionadas con la pedofilia y el abuso infantil se dan en sociedades represivas no sólo en términos morales. Pues, en aquellos años no existían normativas legales que castigaran el maltrato o la explotación sexual de los niños; ni hablar de  iniciativas que los protegieran de abusadores sexuales. Más aún: la reforma a la filiación parental, que permitió eliminar la figura del bastardo del código civil -donde nunca va a ser usada si no es en un sentido peyorativo-, recién logró ser promulgada en 1999, y después de un acalorado debate el cual en reiteradas ocasiones tendió a desviarse a cuestiones de interés más oligárquico como el asunto de la herencia. Ignoro en qué parada se encontrará el Reino Unido. Pero para darse una idea, basta con señalar que al menos en Inglaterra la legislación les otorga a los padres el derecho a aplicarles castigos físicos a sus hijos: incluso el antecesor de Cameron, Tony Blair, señaló en una entrevista que él les había bajado la vara a sus vástagos y que estaba muy orgulloso de ello. Por lo que esas imágenes en las que flemáticos profesores aparecen golpeando a sus alumnos aún tienen bastante actualidad.

Analizada de acuerdo a esas circunstancias, entonces, la iniciativa británica queda despojada de todas sus virtuales buenas intenciones y le traspasa la pelota de la culpa a los mismos que asegura defender. Con ello, además, puede ocultar su falta de eficiencia en el control de los pervertidos sexuales, así como ocurre con aquellos sujetos que acusan a las mujeres violadas de ser las principales responsables de esa vejación porque se visten de manera indecorosa. Eso sí: los niños no deben indicados con el dedo de forma tan expuesta, ya que san Jean Piaget nos ha insistido que no estamos frente a adultos de baja estatura. Por lo tanto, la mencionada revisión Bailey entrega una lista de recomendaciones para los padres, al mismo modo que le sugiere al ejecutivo dotar a estos últimos de herramientas que hagan más efectivo su dominio sobre los irreverentes muchachos. Por ejemplo, limitando a través de dispositivos especiales el acceso a internet, a páginas que en primera instancia ellos, pero en realidad el gobierno y la sociedad biempensante, consideren inapropiadas. O impidiendo que sus vástagos salgan a la calle con ropas provocativas. Hasta vigilar las letras de las canciones que tararean y de encontrar algo sospechoso, remitirse a la autoridad competente si el correctivo no ha dado resultado. Todo en aras de hacer "más armoniosa la convivencia de la familia"... aunque, cuando dicha armonía familiar se genere en hogares más democráticos y libres, sea el Estado quien se haga cargo, arrebatando a los chicos del brazo de sus progenitores y encerrándolos en centros correccionales.

Si al gobierno de James Cameron realmente le preocupa la infancia, entonces debería restablecer las ayudas estatales por hijo que suprimió tomando como subterfugio la crisis financiera internacional. Lo demás es un sacrificio obligatorio que sólo sufren quienes no provocan las recesiones económicas ni imponen proscripciones morales. Pues al final, los mayores afectados serán los pequeños distribuidores ingleses de ropa y los propios padres, a quienes el Estado, aparte de dejarlos a la deriva y en una situación de desocupación permanente, los envía a cumplir exigencias extras bajo la amenaza de ser sancionados legalmente. En todo caso, esta inquisidora sobre los infantes se está tornando una tendencia en el Primer Mundo, donde al parecer, la paulatina supresión de ciertos métodos de disciplina, ha permitido la aparición de generaciones menos complacientes con el mundo que les ofrecen los adultos. A lo cual se responde con actitudes coercitivas de tonalidad más "moderna" o "civilizada", donde las pautas las determinan los mismos círculos de siempre, aunque ahora amparados en sus títulos universitarios y estudios hechos con "el mayor rigor científico posible"

miércoles, 8 de junio de 2011

Moralina Irresponsable o Maternidad Adolescente

Hoy TVN emitía la última entrega de su programa "Mamá a los Quince", el docudrama ("docu-reality", les dicen hoy, con una intención que mezcla eufemismo, pomposidad y pretensiones comerciales) que retrata la existencia de un puñado de adolescentes embarazadas desde los últimos meses de su preñez, pasando por el momento del parto, hasta las primeras semanas en que deben lidiar con el nuevo retoño. En paralelo, se muestra el entorno familiar y social de la protagonista, con los sentimientos encontrados que provoca su nueva situación (padres que pasan de la sorpresa a la resignación, ingenuas intervenciones de las compañeras de curso, parejas que se sienten ajenas a toda la parafernalia). Por último, como una forma de ordenar y a su vez redondear los acontecimientos -y el producto televisivo- se intercalan en primer plano monólogos de la protagonista, donde ella supuestamente formula opiniones acerca de su experiencia y el proceso que está viviendo. Digo supuestamente, porque, y como además debe ser el caso, tales declaraciones se resumen en una serie de frases cliché expuestas con un tono más emotivo que racional, mire que los sicólogos nos han advertido que a esa edad  se empieza a comprender el mundo pero no se puede desarrollar un pensamiento propio, por lo que la única reacción que se debe esperar de parte de la mozuela, y también del mancebo, es suspirar.

Aclaremos. Ningún adulto civilizado sería capaz de aceptar el rechazo que hasta sólo dos décadas se le destinaba a las madres adolescentes. El que no sólo era social, sino también legal, pues los colegios tenían la potestad de expulsar de su seno a las chicas que resultaban encintas (incluso, antes de 1990 esta moción era de carácter obligatorio y universal). Sin embargo, la aceptación paulatina de esta realidad se ha llevado a efecto mediante un consenso no escrito ni completamente aclarado, entre las autoridades públicas -independiente de su signo partidista- y los grupos conservadores, entre los cuales se encuentran la iglesia católica y empresarios acaudalados, dos sectores que han mantenido una relación de mutuo beneficio. Más aún: un buen puñado de dichas autoridades pertenecen a alguno de estos gremios, o están emparentados con ellos, o atados por una dependencia espiritual o económica, o forman parte de un círculo de amigos. En concreto, el acuerdo tácito descrito al comienzo del párrafo ha imposibilitado que se realice una adecuada educación sexual en los establecimientos educacionales (que no sea orientada al ideal de amor de pareja pleno y duradero, es decir el típico cuento de hadas impracticable) ni se distribuyan anticonceptivos de manera correcta en varios segmentos de la población. Sin embargo, y a modo de no quedar como trogloditas estúpidos, los mismos paladines de la intransigencia abren una válvula de escape y cambian la percepción acerca de la preñez prematura. Porque, porque tener un hijo siempre debe ser un hecho hermoso para una mujer, que además así cumple con el plan divino.

¿Qué ha resultado de todo esto? Pues que los adolescentes, atendiendo a sus impulsos, se lanzan a la búsqueda del coito inmediato sin medir y a veces sin conocer las consecuencias. Pero igualmente, son reacios al empleo de preservativos o cualquier forma de prevención del embarazo que no sean las permitidas por los sacerdotes (que se reducen a una sola, el llamado método Ogino-Knauss, popularmente denominado "la cuenta"). A una edad en que los chicos son altamente influenciables y donde nada parece ser sólido, muchos terminan opinando que colocarse condón o tomar píldoras es malo e incorrecto, simplemente porque así es (ni siquiera esbozan la justificación religiosa más elemental, aquella que reza que "los hijos los manda Dios" tal vez para no ser calificados por sus pares como "pechoños" o "canutos"). Lo peor de todo, es que espacios como "Mamá a los Quince" se hacen eco de este pensamiento y terminan avalando una actitud irresponsable. El programa es a fin de cuentas otra oda a la maternidad feliz, aunque sus realizadores reconozcan que ésta se desarrolla en circunstancias anormales. Algo que de inmediato es solucionado recurriendo a la conmiseración: a pedir la comprensión para una pobre niña que no sabía lo que hacía y que en su candidez propia de la pubertad fue engañada por quienes se aprovecharon de su necesidad de cariño (sin notar que esos supuestos vivarachos malintencionados, son tan inocentes como ella, y más si se hace caso a esa superchería de la maduración temprana femenina impuesta por Freud). Desde luego que se mencionan las carencias afectivas porque la buena crianza obliga a hacerlo; pero no se analiza el contexto social que existe detrás de esa situación, salvo como elemento propio del espectáculo y la parafernalia que suele dominar el formato televisivo. Por lo cual, un asunto que requiere un importante nivel de seriedad, ingresa como un número de circo más, con el atractivo de constituir una novedad absoluta, que por diversas circunstancias no había sido tratado antes en la pequeña pantalla.

Con lo cual, la conclusión que se obtiene tras visionar los capítulos de esta serie documental, es que la muchacha eligió bien, no al decidir tener a su bebé (como el aborto en Chile es ilegal a todo evento, esa discusión ya está zanjada desde el inicio; es más ni siquiera cabe), sino al acabar embarazada, pues ha aceptado las consecuencias de sus deslices. Así tendrá algo por qué luchar en su vida y de paso adquirirá responsabilidades. Aprendizaje inculcado de la manera más severa posible, pero es que se precisa un correctivo adecuado a una conducta tan inmoral como lo es tener sexo antes o fuera del matrimonio. La chica tiene ganado el cielo porque rechazó el empleo de preservativos, que la hubieran incentivado a continuar revolcándose en la inmundicia. El problema radica en que los irresponsables están en la vereda de enfrente, y son los mismos tipos que motivados por una moralina infame se niegan a permitir una educación sexual acorde con la realidad, y de modo indirecto incitan a los adolescentes a ser padres antes de tiempo y en circunstancias negativas. Y ahí no hay sólo sacerdotes ni oligarcas retrógrados, sino también directores de televisión dispuestos a mentirle a la comunidad a cambio de un poco de dinero.

                                                               

jueves, 2 de junio de 2011

Ese Diabólico Cilindro

Por estos días el gobierno derechista de Sebastián Piñera ha enviado un proyecto de ley que busca prohibir el consumo de cigarrillos en todo tipo de recintos cerrados dedicados al esparcimiento, incluyendo restaurantes, locales nocturnos e incluso estadios deportivos no techados. La iniciativa pretende homologar una disposición similar sancionada en España a comienzos de este año, en ese caso, por una decadente administración socialdemócrata, que con tal medida restrictiva busca salvar ante la opinión pública su imagen de una izquierda preocupada por los problemas ciudadanos, específicamente, los relacionados con la salud, al mismo tiempo que cancela un sinnúmero de programas sociales, cediendo a la presión de los grupos económicos y los integrantes de la Unión Europea, que con desesperación aúllan que es la única forma de superar la crisis financiera internacional. Como en Chile, las autoridades siempre están atentas a la promulgación de decretos restrictivos, y más encima tratándose de una proscripción que cae sobre el consumo de tabaco -que hoy son presentadas casi como un pensamiento de vanguardia-, la legislatura conservadora aprovechó la ocasión para decir que acoge las buenas ideas que provienen del bando contrario.

De paso, han garantizado la mantención de la reserva moral, pues el anuncio se da justo en momentos en que se ha abierto un fuerte e interesante debate en torno a la posibilidad de reconocer legalmente las uniones erotómanas no conyugales, incluidas las de parejas del mismo género. Hasta políticos de la propia derecha se han mostrado favorables a autorizar el matrimonio homosexual. Deslices que, en medio de los escándalos de abusos sexuales que sacuden a la iglesia católica, que tienen a sus sacerdotes y obispos impedidos de lanzar sus patológicas diatribas moralizantes, no porque sientan que han perdido autoridad, sino porque se hallan muy atareados resolviendo los líos internos de la institución: pueden transformarse en una bola de nieve y amenzar los pilares más fundamentales de la sociedad, la patria y la identidad nacional. Por el agujero donde antes cabía la sodomía, ahora ingresa el cigarrillo.

Lo cual además corrige dos errores tan garrafales como ancestrales. Por una parte, se reconoce la existencia de la tendencia gay, opción discriminada por siglos y cometida con los crímenes más atroces; y por la otra, se le colocan frenos a una práctica dañina para la salud. Pues, a diferencia del primer caso expuesto, donde imperaba un prejuicio amparado en una antojadiza interpretación de la doctrina cristiana, ahora la prohibición viene amparada por documentos que presentan un supuesto asidero científico (el tabaco es perjudicial para la salud, genera contaminación atmosférica y daña más a quienes rodean al fumador que a éste: todo certificado por respetables médicos y biólogos). Se usa la verdad empírica mientras las supercherías seudo religiosas son abandonadas. Y para demostrar que se vive en una sociedad que por fin ha encontrado la armonía, junto con la tolerancia hacia una determinada opción sexual, los mismos representantes del sector más ultramontano y excluyente de la comunidad salen a aplaudir una iniciativa inventada por sus adversarios políticos. Con lo cual el proyecto aquí descrito cuenta con santos en la corte que auguran su aprobación por amplia mayoría, a entender por la cantidad de socialdemócratas insípidos que pululan en nuestro Congreso, muchos de los cuales se muestran orgullosos de que esta clase de ideas salgan del seno de un partido que pertenece a su misma internacional.

Y sin embargo, todo indica que si bien se mudan los ropajes, el altar y el ídolo siguen siendo los mismos. Aunque la justificación tenga característica más "científicas" o "pragmáticas". Tal vez por eso, el ministro del interior, flanqueado por su par de salud, le dio un espaldarazo a este proyecto de ley sentenciando que "se acabó el tiempo en que los fumadores echaban su humo con completa libertad", una arenga que -en su tono de voz y en el tipo de palabras usadas- es similar a las que se lanzan con cierta regularidad frente a los medios de comunicación contra conductas que se perciben peligrosas para el modelo económico, como la delincuencia común o los colectivos marginales de izquierda, a los cuales se les suele calificar de "violentos" y "terroristas". Entramos a la época en la cual los consumidores de cigarrillos pasan a formar parte de la masa de la maldad. Y prepárense los gordos, porque son los próximos en la lista.