miércoles, 8 de junio de 2011

Moralina Irresponsable o Maternidad Adolescente

Hoy TVN emitía la última entrega de su programa "Mamá a los Quince", el docudrama ("docu-reality", les dicen hoy, con una intención que mezcla eufemismo, pomposidad y pretensiones comerciales) que retrata la existencia de un puñado de adolescentes embarazadas desde los últimos meses de su preñez, pasando por el momento del parto, hasta las primeras semanas en que deben lidiar con el nuevo retoño. En paralelo, se muestra el entorno familiar y social de la protagonista, con los sentimientos encontrados que provoca su nueva situación (padres que pasan de la sorpresa a la resignación, ingenuas intervenciones de las compañeras de curso, parejas que se sienten ajenas a toda la parafernalia). Por último, como una forma de ordenar y a su vez redondear los acontecimientos -y el producto televisivo- se intercalan en primer plano monólogos de la protagonista, donde ella supuestamente formula opiniones acerca de su experiencia y el proceso que está viviendo. Digo supuestamente, porque, y como además debe ser el caso, tales declaraciones se resumen en una serie de frases cliché expuestas con un tono más emotivo que racional, mire que los sicólogos nos han advertido que a esa edad  se empieza a comprender el mundo pero no se puede desarrollar un pensamiento propio, por lo que la única reacción que se debe esperar de parte de la mozuela, y también del mancebo, es suspirar.

Aclaremos. Ningún adulto civilizado sería capaz de aceptar el rechazo que hasta sólo dos décadas se le destinaba a las madres adolescentes. El que no sólo era social, sino también legal, pues los colegios tenían la potestad de expulsar de su seno a las chicas que resultaban encintas (incluso, antes de 1990 esta moción era de carácter obligatorio y universal). Sin embargo, la aceptación paulatina de esta realidad se ha llevado a efecto mediante un consenso no escrito ni completamente aclarado, entre las autoridades públicas -independiente de su signo partidista- y los grupos conservadores, entre los cuales se encuentran la iglesia católica y empresarios acaudalados, dos sectores que han mantenido una relación de mutuo beneficio. Más aún: un buen puñado de dichas autoridades pertenecen a alguno de estos gremios, o están emparentados con ellos, o atados por una dependencia espiritual o económica, o forman parte de un círculo de amigos. En concreto, el acuerdo tácito descrito al comienzo del párrafo ha imposibilitado que se realice una adecuada educación sexual en los establecimientos educacionales (que no sea orientada al ideal de amor de pareja pleno y duradero, es decir el típico cuento de hadas impracticable) ni se distribuyan anticonceptivos de manera correcta en varios segmentos de la población. Sin embargo, y a modo de no quedar como trogloditas estúpidos, los mismos paladines de la intransigencia abren una válvula de escape y cambian la percepción acerca de la preñez prematura. Porque, porque tener un hijo siempre debe ser un hecho hermoso para una mujer, que además así cumple con el plan divino.

¿Qué ha resultado de todo esto? Pues que los adolescentes, atendiendo a sus impulsos, se lanzan a la búsqueda del coito inmediato sin medir y a veces sin conocer las consecuencias. Pero igualmente, son reacios al empleo de preservativos o cualquier forma de prevención del embarazo que no sean las permitidas por los sacerdotes (que se reducen a una sola, el llamado método Ogino-Knauss, popularmente denominado "la cuenta"). A una edad en que los chicos son altamente influenciables y donde nada parece ser sólido, muchos terminan opinando que colocarse condón o tomar píldoras es malo e incorrecto, simplemente porque así es (ni siquiera esbozan la justificación religiosa más elemental, aquella que reza que "los hijos los manda Dios" tal vez para no ser calificados por sus pares como "pechoños" o "canutos"). Lo peor de todo, es que espacios como "Mamá a los Quince" se hacen eco de este pensamiento y terminan avalando una actitud irresponsable. El programa es a fin de cuentas otra oda a la maternidad feliz, aunque sus realizadores reconozcan que ésta se desarrolla en circunstancias anormales. Algo que de inmediato es solucionado recurriendo a la conmiseración: a pedir la comprensión para una pobre niña que no sabía lo que hacía y que en su candidez propia de la pubertad fue engañada por quienes se aprovecharon de su necesidad de cariño (sin notar que esos supuestos vivarachos malintencionados, son tan inocentes como ella, y más si se hace caso a esa superchería de la maduración temprana femenina impuesta por Freud). Desde luego que se mencionan las carencias afectivas porque la buena crianza obliga a hacerlo; pero no se analiza el contexto social que existe detrás de esa situación, salvo como elemento propio del espectáculo y la parafernalia que suele dominar el formato televisivo. Por lo cual, un asunto que requiere un importante nivel de seriedad, ingresa como un número de circo más, con el atractivo de constituir una novedad absoluta, que por diversas circunstancias no había sido tratado antes en la pequeña pantalla.

Con lo cual, la conclusión que se obtiene tras visionar los capítulos de esta serie documental, es que la muchacha eligió bien, no al decidir tener a su bebé (como el aborto en Chile es ilegal a todo evento, esa discusión ya está zanjada desde el inicio; es más ni siquiera cabe), sino al acabar embarazada, pues ha aceptado las consecuencias de sus deslices. Así tendrá algo por qué luchar en su vida y de paso adquirirá responsabilidades. Aprendizaje inculcado de la manera más severa posible, pero es que se precisa un correctivo adecuado a una conducta tan inmoral como lo es tener sexo antes o fuera del matrimonio. La chica tiene ganado el cielo porque rechazó el empleo de preservativos, que la hubieran incentivado a continuar revolcándose en la inmundicia. El problema radica en que los irresponsables están en la vereda de enfrente, y son los mismos tipos que motivados por una moralina infame se niegan a permitir una educación sexual acorde con la realidad, y de modo indirecto incitan a los adolescentes a ser padres antes de tiempo y en circunstancias negativas. Y ahí no hay sólo sacerdotes ni oligarcas retrógrados, sino también directores de televisión dispuestos a mentirle a la comunidad a cambio de un poco de dinero.

                                                               

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