viernes, 29 de noviembre de 2013

El Anillo de los Delincuentes

Tras conocerse la captura de Carlos Gutiérrez Quiduleo, el último de los involucrados en el asalto a un banco en 2007, que entre otras consecuencias implicó la muerte del cabo de Carabineros Luis Moyano, cuyo cuello fue atravesado por una bala mientras perseguía en una motocicleta a los atracadores: más de una autoridad se aprestó a reclamar por el supuesta protección que este sujeto habría recibido de algunas comunidades mapuches del sur. Incluso se identificó a una de ellas en particular, la de Temucuicui, quizá con el propósito de justificar los violentos allanamientos, más bien asaltos, de que son víctimas los habitantes de esa reducción desde hace ya varios años. Hasta el ministro del Interior se apresuró en afirmar que las policías consiguieron ubicar a este tipo tras verlo salir de dicha reserva, aunque ya habrían tenido antecedentes de que se refugiaba en ese territorio.

Dejemos de lado por ahora el asunto de la represión contra las comunidades mapuches (después de todo, Gutiérrez Quiduleo era un hermano de etnia, por lo que existía alguna motivación emocional en sus pares que alentaba su defensa) y centrémonos en la manera como las autoridades, la prensa y las personas más influyentes de la sociedad han venido tratando a los delincuentes comunes en el último tiempo, conducta que además ha estampado una huella decisiva en la mentalidad de la gente común. Cada uno de estos actores, en coro y al unísono, han exigido una legislación cada vez más dura en contra de sujetos a quienes con una intención manifiesta se les tacha de antisociales. El resultado de tales medidas se ha traducido en cárceles cada día más abarrotadas de reos, en las cuales ya no queda espacio para la rehabilitación, una instancia que por lo demás una alta mayoría de quienes están fuera de los recintos penitenciarios considera innecesaria o inútil. Mientras que los infractores legales, se trate de novatos incautos o de avezados cacos, deben resignarse a sufrir un interminable desprecio comunitario, que los mantiene detrás -o debajo- de un muro infranqueable, condición que no pueden abandonar aunque muestren evidentes signos de arrepentimiento, y que además acaban padeciendo también sus familiares y descendientes.

Entonces, frente a una sociedad que los persigue con la única finalidad de agredirlos -al menos verbalmente- y que considera que hacer el bien es no concederles cualquier clase de perdón, estos tipos intentan, como todo ser humano, sobrevivir en un ambiente hostil de la manera que resulte lo más práctica y eficaz posible. Y ante el hostigamiento exclusivo por parte de los agentes exteriores, la protección entre pares adquiere una decisiva relevancia. Pues, ¿cómo va a reaccionar un conjunto de personas a quien todos los demás consideran un gueto peligroso? En poco tiempo se darán cuenta que tienen problemas y características que se inter relacionan y que igualmente los unen, y buscarán la ayuda mutua para encontrar una solución. La misma comunidad ha agrupado a estos individuos en definiciones peyorativas que acarrean procedimientos acordes a tal forma de descripción. Ante lo cual los aludidos -que por su situación ya traen antecedentes de violencia- recogen el guante y aceptan el desafío, como sucede por cierto en casi la totalidad de las culturas.

Si seguimos considerando a los delincuentes comunes sólo como la hez de la sociedad -mejor dicho, como la hez de la que se debe limpiar la sociedad-, sólo conseguiremos que estos sujetos y sus familiares adquieran una todavía mayor conciencia de grupo y formen un conjunto cada vez más hermético e impenetrable, con todas las consecuencias para el bienestar comunitario que ello significa. El muro será entonces más elevado e infranqueable y aunque estaremos satisfechos de ello los primeros días, estoy seguro de que nos lamentaremos a largo o incluso mediano plazo. Una situación a la que se debe agregar esa curiosa mescolanza de liberalismo económico y conservadurismo moral que impregna a Chile, donde el sector social y los apellidos determinan los destinos de una persona. Tendremos que los hijos de cacos repetirán el oficio de sus padres casi como se tratara de una determinación genética, derivando en la creación de una auténtica etnia, quién sabe, hasta de un pueblo. Pero de uno que no gusta al resto y que no le hace bien a los ciudadanos comunes, lo cual resultará sumamente grave.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Mi Mamá Me Mató

No la debe estar pasando muy bien Pilar Castillo Cardemil, la universitaria de veinte años que mató a su hija a pocas horas de haber nacido. La condena social a un hecho como éste -que de todas maneras es deleznable- no sólo se manifiesta en los comentarios de la gente común, en el modo en que lo han tratado los medios de comunicación, o en la alta pena carcelaria que de seguro su autora recibirá. Sino además en un aspecto puntual que ha servido para aumentar las dosis de morbo y frivolidad que muchos miembros de la opinión pública requieren para resistir la noticia de un delito considerado de extrema gravedad: la más que probable seguidilla de agresiones físicas a las cuales la madre asesina se verá enfrentada en prisión, ya que en los códigos consuetudinarios imperantes en esos recintos, las filicidas son vistas como lo peor, en una situación muy similar a lo que ocurre con los violadores en los cautiverios masculinos.

Ignoro qué opinión habrá tenido esta mujer respecto del aborto. Aunque, antes que nada, es imprescindible recordar que esa práctica en Chile es ilegal a todo evento, y dadas las condiciones sociales en las que se encontraba inmersa esta muchacha, es probable que jamás se hubiese podido contactar con un médico que de manera clandestina aceptara interrumpir su embarazo, fuera de que no contaba con los recursos económicos para llevar adelante tan por lo demás peligrosa acción. Pero esa misma pertenencia a un sector medio bajo, carente de las instancias adecuadas en el acceso a la información, en especial en el plano sexual (en caso contrario tal vez habría logrado evitar la preñez), e impregnado de una serie de prejuicios morales inconexos, a causa de la influencia directa o indirecta de la iglesia católica (cuya muestra más cabal es justamente la prohibición más que absoluta de los malpartos provocados): lo más probable es que hubiesen impulsado a Pilar a admitir la idea de que la práctica abortiva era el más irredimible de los crímenes, y que el empleo de anticonceptivos sólo contribuía a agrandar el grave pecado de sostener un coito fuera del matrimonio o sin una pareja realmente estable. A esto se suma el hecho de que la joven era la primera de su familia en estudiar en una universidad, y que por ende no debía decepcionar a su entorno ni mucho menos a sus padres con una sorpresa que además de dificultar su egreso de la educación superior, iba a transformarse en la comidilla del barrio, alimentando a las vecinas envidiosas quienes eran incapaces de asumir que una del mismo sector era capaz de llegar tan arriba, y que estaban esperando una caída de esta clase para demostrar que ellas imaginaban lo correcto.

Frente a un cuadro tan adverso, entonces Pilar tomó una decisión pragmática. Ocultó un embarazo que por trabas legales y culturales no podía interrumpir, se encerró en su dormitorio cuando sospechó el trabajo de parto, y aguardó a que su bebé naciera para en el mismo instante degollarla y así acabar con los problemas que le significaba. Así de paso evitaba deshonrar a sus padres. ¿No es esto sino una consecuencia lógica? Para muchos probablemente no. En especial a aquellos histéricos y alarmistas que sostienen que si se continúa dejando al libre albedrío el aborto, el siguiente crimen a aprobar será el infanticidio. Este caso los contradice. Fuera de que les demuestra que en nombre del bien, o de lo que algunos grupos sociales y religiosos -de los que suelen formar parte- consideran lo correcto, se pueden cometer atrocidades extremas. ¿No quieres avergonzar a tus progenitores con una preñez no deseada, aparte consecuencia de una relación furtiva con un desconocido? ¿Deseas superarte a ti mismo, siguiendo una carrera universitaria asumiendo con responsabilidad todas las obligaciones de un alumno? ¿Buscas un principio de acuerdo con la moralina más ultramontana? Entonces enmienda tu error en el momento preciso. Que en esta situación, fue cuando se dio la oportunidad de ultimar a una guagua recién parida. Más que un crimen se trató de un modo muy particular de ofrecer penitencia.

El caso de Pilar recuerda al de otro sujeto que llevaba el apellido Castillo, Ramón, mejor conocido como Antares de la Luz, quien inventó toda una parafernalia religiosa con la finalidad de justificar su rechazo a la paternidad. En esa coyuntura se recurrió a los delirios místicos, mientras que acá su colocaron en práctica los valores de una sociedad liberal donde la competencia y el triunfo en cualquiera de sus acepciones es lo único importante. Vaya combinación: religiosidad y nuevo liberalismo, que en Chile ya nos han obligado a conmovernos con dos casos de infanticidio en un mismo año. Sin contar aquellos que no alcanzan a llegar a los medios masivos de prensa.

























lunes, 11 de noviembre de 2013

Qué Pena Tu Comentario

Varias semanas han pasado ya del "¿cuánto cobraría Roxana Miranda por hacer el aseo en mi casa?", ese desafortunado comentario publicado por el cineasta Nicolás López en la red, haciendo mención a la candidata presidencial del partido Igualdad, y no obstante el exabrupto continúa generando coletazos. Tantos, que inspiran la redacción de este artículo. A estas alturas, uno no deja de plantearse la pregunta que se suele recordar en este tipo de casos: qué se le estaba pasando por la mente al sujeto para publicar una sentencia tan desatinada.

Y es que tratándose de una persona que proviene del mundo de la cultura y el arte -y el cine lo es, aunque se insista en que también constituye una fuerte industria-, nadie se espera que busque hacerse notar con un escupitajo tan elemental y matonesco, cuyos índices de creatividad además son nulos. Lo peor, que encierra una actitud de desprecio con caracteres clasistas. Estamos de acuerdo en que Roxana Miranda es un ingrediente pintoresco y extravagante en estos comicios electorales (no el único de cualquier forma), al tratarse de una pobladora y simple ama de casa que llega de la mano de un movimiento que parte de un hecho muy puntual como es solicitar una solución a las deudas domiciliarias de las casas entregadas por el Estado (que en ciertas ocasiones es una realidad muy dramática donde es posible, por el sistema de dividendos empleado en Chile, encontrarse con situaciones de usura), tema que a pocos les importa porque los demás suponen que se trata de un asunto relacionado con los barrios marginales repletos de gente que no quiere trabajar conformándose con las regalías otorgadas por ese mismo aparato público contra el que protestan, aparte de ser el sitio desde donde emergerían los odiosos delincuentes. Sin embargo, el injustificado ataque de López se produce después de que el comando de esta mujer difunde una fotografía que muestra a la susodicha sentada frente a una máquina de coser terminando el traje que iba a utilizar en el debate que se aproximaba. Podría haberle solicitado un presupuesto para diseñar el vestuario de su próxima película, y todos, incluyendo la aludida, habrían quedado felices.

Desconozco si López ya tiene decidido por quien votará este diecisiete de noviembre, así como ignoro las causas que lo condujeron a transformarse, siquiera por un momento, en Fele, el bravucón de su filme "Promedio Rojo". Sin embargo, es interesante notar que, más allá de las mayoritarias voces de condena a este exabrupto, existió un no despreciable puñado de personas que aplaudieron al cineasta a través de las redes de internet incluso añadiendo más alusiones burlescas cada cual más vulgar. Tales entusiastas tienen un punto en común entre ellos: son partidarios de Michelle Bachelet, la representante de la reciclada -y jamás renovada- Concertación, quienes se hallan en una situación de éxtasis a causa de las encuestas que le asignan a la oblonga ex mandataria un triunfo aplastante que de paso erradicaría la posibilidad de una segunda vuelta. Tan seguros se encuentran de que será así, que no trepidan en exhibir un engreimiento insoportable frente a una rival que en su mejor exposición no superará el uno por ciento de los sufragios. Quizá porque temen que esa ínfima cantidad de escrutinios les amague la victoria a último momento, y los obligue a aterrizar su orgullo; o debido a que en la privacidad notan que un ama de casa oriunda de un arrabal es capaz de exponer de mejor manera asuntos que ellos han atribuido como sus propias banderas de lucha, por lo que en teoría debieran ser finalmente seguidos por ese mismo sector social del que se levanta esta contrincante que fuera de todo cuenta con una opinión independiente. Más aún: algunos olvidan que están agrediendo a una mujer, excusa de la que se valieron cuando a comienzos de año su privilegiada recibió un salivazo en pleno rostro, durante un mitin.

¿No estaremos presenciando una condena contra una "rota sublevada"? De hecho los ataques de los partidarios de Bachelet hacia Miranda se reducen a una serie de prejuicios que los patrones de antaño exponían acerca de las masas más modestas. Desde que no le ha trabajado un día a nadie hasta que huele mal. En ambos casos, se trataba del temor frente a quien, debido a su género y condición social, debía mantenerse callada y sumisa ante los brazos paternales que le aseguran que si actúa así será mejor para ella, ya se trate de inculcar temor o vanas esperanzas.

viernes, 1 de noviembre de 2013

En Su Propia Feca

Se veía venir lo que finalmente le ocurrió a Emilio Sutherland y su espacio televisivo "En Su Propia Trampa". Y no porque en este país los delincuentes tengan derechos mientras las personas honradas deban vivir entre cercas, como les gusta vociferar a los histéricos de siempre. Es simple: un programa que insiste en menoscabar a personas comunes y corrientes tachádolas de delincuentes, aún sin tener pruebas para acusarlos, tarde o temprano cae en una estratagema que finalmente motiva acciones en su contra, tanto porque el desmedido correlato de fuerzas desencadena de manera irremediable situaciones de abuso de parte del más fuerte -que se atribuye el mandato de encauzar al débil aunque éste no lo quiera-, como porque la humillación hacia el contrincante siempre genera una conmiseración  en el espectador, quien siente que se halla frente a una injusticia.

El formato de "En Su Propia Trampa" remite a los antiguos programas de cámara escondida, sólo que en este caso el objeto de la broma es alguien despreciado -o que los propios creativos del espacio buscan que sea reprobado- por la comunidad. Por ello, en lugar de recibir premios y vítores por parte de quienes se habían reído a costa de él, ahora el afectado se ve obligado a aceptar un doble escarnio. El humor, mientras tanto, juega su propio rol esencial. Dado que los chivos expiatorios son sujetos que cometen delitos de poca monta, por los cuales es probable que nunca recibirán una pena de cárcel, entonces resulta justo y necesario (remitiéndose a los márgenes conceptuales delimitados por el proceder de quienes dirigen la producción televisiva) someterlos a un castigo extra judicial, que no traspase, eso sí, las barreras que la misma legislación permite. Es ahí donde la burla descarnada adquiere una vital importancia. Ya que la carcajada, al ser tratada en sus significaciones más simples, aparece como antónimo de la seriedad, condición imprescindible si se busca encauzar o condenar a una persona. Eso y el carácter de farándula que muestra el programa dejan al individuo con pocas opciones de argüir una defensa, toda vez que la sociedad emplea la risa y él suele ser catalogado de antisocial.

Por otro lado, las mismas estructura y característica de esta propuesta la limitan a enfocarse en los pobres diablos y a carecer de un mecanismo que sea capaz de enfrentarla a peces más gordos. Y no me refiero a los "ladrones de cuello y corbata" que sus detractores piden que Sutherland y su consorte ausculten. Sino a aquellos integrantes del hampa común que cometen delitos más graves, como los homicidas, los abusadores sexuales o los traficantes de drogas. Está, desde luego, el factor miedo. Pero además influyen las restricciones propias de un formato donde se tiende a insistir en el humor matonesco y segregativo. Una acción negativa de "mayor connotación social" de modo irremediable requiere un trato más serio, pues entre otras cosas, está la posibilidad de que las propias víctimas del desafuero se sientan igualmente ofendidas. Fuera de que aquí la burla puede ser vista como una visión banal de un suceso que para muchos componentes de la opinión pública no es para la risa. Entonces, el consuelo es remitirse a abusar de los menos afortunados -incluso en el contexto de la escoria humana- llegando al extremo de inventar o mostrar comportamientos absolutamente legales como delitos -por ejemplo, el llamado falso cura o las espiritistas fraudulentas- o de efectuar acciones contra un menor de edad que rayan en el secuestro y el maltrato.

Es cierto que hay víctimas de robos callejeros a quienes se les debe una explicación, y carteristas y ladronzuelos que tal vez merezcan una lección. Sin embargo, eso debe venir de parte de la justicia. No sólo de la formal, sino de una concepción en tal sentido que emane de la misma sociedad que hoy procede de manera irracional, no por la decisión libre de sus componentes, sino a través de la influencia de un espacio televisivo. Y eso comenzará a ocurrir, cuando, entre otros procedimientos, se deje de esconder la impotencia generalizada cometiendo abusos contra los más desposeídos, ya se trate de pobres simples o de delincuentes pobres.