miércoles, 30 de enero de 2013

Carlita: Volver Donde Le Corresponde

Uno tiene el derecho a reiterar las veces que quiera los calificativos que se le han colocado a la decisión de Carla Ochoa, uno de los tantos sesos vacíos que pululan en la farándula, respecto de su decisión de renunciar al cargo de concejal por la comuna de Peñalolén a sólo un mes de haber asumido. Que es inaceptable, ridículo, vergonzoso. Aunque sean términos vaciados en su contenido por la reiteración y el cliché. Porque un ambiente tan frívolo ni siquiera es incapaz de inspirar insultos originales. Y porque se guarda la secreta esperanza -lo último que se pierde, aseveran por ahí- de que al fin quienes ejercen la actividad política aprendan la lección y dejen de recurrir a estos personajes que representan un nulo aporte con la finalidad de ganar unos cuantos votos.

¿Cómo es que esta oquedad andante consiguió llegar a una elección municipal? Repasemos. Carla Ochoa se hizo conocida tras protagonizar un bochornoso lío amoroso con un hermano del actual presidente. Esta repentina fama le permitió conceder entrevistas en cuanto espacio de farándula -abundantes en la televisión abierta chilena al menos desde la más reciente década- había, e incluso participar como parte del equipo de trabajo de algunos de ellos. Con el paso del tiempo, y siguiendo un proceso lógico, llegó a sostener contactos con sectores de la derecha política -la misma que integra el actual mandatario- y uno de sus partidos, el conservador a ultranza Unión Demócrata Independiente, le ofreció esta opción de presentarse a concejala por la mencionada comuna de Peñalolén, con el manifiesto propósito de que sus continuas intervenciones en la pantalla chica atrajeran unos cuantos votantes en un sector geográfico que por muchos años fue gobernado por el conservadurismo, pero que desde 2004 es dirigido por ediles de centro izquierda. El relato que continúa es más conocido: obtuvo una de las plazas, pero aludiendo a que el pacto que representaba era minoría en la asamblea, situación que traía como consecuencia la poca toma en cuenta de las iniciativas que ellos -y ella en particular- presentaban, prefirió abandonarla antes de cumplir los sesenta días. Eso, pese a que tanto sus adversarios como sus propios correligionarios coincidieron en afirmar que al menos esta persona jamás presentó algún proyecto.

Aunque suene majadero insistir en esto, todo esta demostración de patetismo no es sino el reflejo de la actuación de la derecha más ultramontana al momento de enfrentar cualquier clase de comicios. Ante la preparación intelectual que las mujeres de sus rivales políticos suelen ostentar, suelen replicar que se preocupan mucho de estudiar pero poco de su atractivo físico, asegurando que con ese contraste se confirma el prejuicio de que la fémina que sale de los roles tradicionales de modo irremediable acaba tornándose fea. Para contrarrestarlo, entonces, replican con estas sujetos la mayoría provenientes de la televisión basura, donde el asunto de la imagen las obliga de por sí a ser bellas y deseables. No obstante, a poco de caminar estas chicas se develan como lo que son: floreros de mesa que no ofrecen mucho más allá de su rostro, pensadas para llamar la atención en el instante propicio, cuando es necesario asegurar un triunfo. Con lo que, a su vez, queda al desnudo la concepción que esta clase de conservadores tiene del género femenino. Hay que dar la apariencia de que se abren espacios, pero que pueden ser ocupados sólo por quienes sonríen sin hablar -y menos opinar-, o que lo hacen de tarde en tarde sólo para pronunciar frases risibles que provoquen un comentario jocoso de sobremesa y que justifiquen el estatus quo.

Carla Ochoa, que de seguro no debe entender lo que es una ideología política, regresó al sitio del cual jamás debió haber salido. La UDI, partido que la postuló, al final salió ganando con su renuncia, porque en su remplazo designó a otra mujer, esta sí involucrada en el aparato público, quien ya había sido concejal por Peñalolén y que de hecho había fallado en su tentativa de conseguir la reelección. Los electores, tras quedar pidiendo una explicación, aceptarán este cambio pues notarán la diferencia entre un dirigente serio y otro que se inventó para resguardar el cupo. Y quizás el resto del corpus partidista chileno también obtuvo un saldo positivo, al recibir una lección de lo que puede suceder cuando se mete a la farándula en estas lides. Aunque, es preciso reiterarlo, lo último pertenece aún al terreno de las esperanzas.

jueves, 24 de enero de 2013

La Falsa Doctora Que Curaba

El caso de Tania González, la falsa médico que ocupó por cinco años la jefatura del área de salud de la ya a estas alturas injustificable Universidad del Mar, además de haber ejercido la profesión en diversos centros públicos y privados, incluido un hogar de ancianos -donde extendió ventiséis certificados de defunción entre los pacientes que trataba, ha sido presentado como el símbolo de las irregularidades a las cuales llegaron los propietarios y las autoridades de ese ya disuelto plantel, que a su vez se ha transformado en el rostro visible -y por ende en el único objeto de sanciones- de las falencias del sistema universitario chileno, que por extensión se tornan en los esperpentos de la educación criolla en general.

No se trata de reivindicar a alguien que no tuvo escrúpulos al momento de falsificar dos certificados -uno de enfermera y otro de cirujano- y exhibirlos en cuanta pared pudo hacerlo con el propósito de engañar a los demás y así. Tampoco de absolver de culpa al recinto educacional, ni a los de salud, que le creyeron y la contrataron, sabiendo que su responsabilidad en cuanto entidades que prestan un servicio -y dos de importancia vital, como son la enseñanza y la medicina- es de averiguar los antecedentes y no dejarse convencer por la buena labia. Lo único que se pretende aquí es formular una pregunta. ¿Hay en este país, siquiera un académico universitario que no sea estafador, mediocre o simplemente chanta? Para comenzar ninguno ostenta un título de docente, lo cual los coloca incluso por debajo de la misma doctora González, quien de hecho es profesora y cuenta además con una maestría en pedagogía. Casi todos acaban haciendo clases, después del aporte que significan los compadrazgos, debido a que se graduaron en la carrera a la que pertenece la asignatura que imparten; pero en muchísimas ocasiones jamás han ejercido en lo que estudiaron, situación que pone en entredicho su calidad de profesionales, pues pareciera que utilizan los planteles como refugio. A esto se añade un dato que es totalmente comprobable: la mayoría lleva tres décadas o más difundiendo los mismos conocimientos al interior de las aulas, sin conceder la más mínima opción de renovación. Expresado así, porque si un alumno demuestra un minúsculo nivel de actualización, de inmediato es corregido de forma disciplinaria, arriesgando una reprobación de semestre y hasta la expulsión, previo paso por la agresión verbal y física. Una conducta amparada en el principio de la autonomía universitaria, que en Chile siempre ha sido interpretada como una instancia de impunidad.

Sin embargo, cabe agregar otro factor que ha marcado estos acontecimientos. Como se señaló, la González no se redujo a exponer clases sino que además le sacó el máximo provecho posible a sus falsos certificados practicando su "profesión" en distintos recintos de salud. El problema para quienes enseñan en las "universidades" chilenas y para quienes siguen una carrera, no sólo medicina, es que ella hizo su trabajo de manera relativamente satisfactoria, al menos en cuanto a convencer al entorno de que era una auténtica galena, lo cual es imposible si no se tiene instrucción en el área y la habilidad suficiente para aplicarla. Y dentro de su currículo se cuentan establecimientos menores, pero también hospitales, clínicas y fundaciones benéficas de renombrado prestigio. Un grado de desenvolvimiento que, es importante recalcar, no adquirió dentro de las aulas sino de modo completamente autodidacta, incluso podría decirse que lego. De acuerdo: todo fue en aras de fomentar un engaño, y quizá esta mujer está lo más alejada posible de la verdadera dedicación al oficio. Pero de cualquier modo la trama le quedó muy bien y en una actividad muy delicada consiguió sacar adelante su mentira de una manera sorprendente. Situación que finalmente no deja en buen pie a los académicos locales, quienes se ven sobrepasados por alguien pudo armar un rompecabezas bajando datos de internet. La falsedad de Tania está ligada forma íntima a la incompetencia de los planteles criollos, cuyos miembros, en el campo laboral -es decir, no en los claustros-, no representan una contribución eficaz a la hora de desenmascarar a quienes buscan suplantarlos.

¿Qué hubiese acaecido si esta falsa cirujano se hubiese enfrentado en una rueda de conocimientos a los doctores-académicos que imparten clases en las diferentes "universidades"? Habría sido un desafío muy interesante, porque a la luz de los antecedentes estos últimos no tendrían asegurada la victoria. Por desgracia Tania evitó estas controversias y se evadió frente a la primera persona que intentó preguntarle unos datos de anatomía (quien no impartía clases sino que ejercía la profesión). Ahora se encuentra en prisión preventiva como parte de la madeja que se tejió para conformar ese esperpento denominado Universidad del Mar, lo cual garantiza un periodo largo de incertidumbre y abre las puertas a una condena drástica y ejemplar. Algo que de seguro tiene muy contentos a los "docentes", quienes ya no se verán amenazados por una anomalía que por su sola existencia los pone en tela de juicio.

miércoles, 16 de enero de 2013

Es Imprescindible Que Sean Terroristas

Cuando las autoridades, tanto ejecutivas como judiciales, prometen que harán todo lo posible para que sea aplicada la ley anti terrorista en el caso de asesinato por inmolación del matrimonio Luchsinger-McKay, formulan esas declaraciones sobre la base del repudio general que provoca en la población un crimen de tal naturaleza, donde una pareja de ancianos acabó quemada luego de que desconocidos incendiaran su parcela. Una acción tan atroz requiere de una respuesta inmediata, y si los sucesos son demasiado recientes y no por ende no se cuenta con el tiempo suficiente para identificar y capturar a los culpables (aún cuando ya existan tres personas atrapadas en la prisión preventiva, acerca de las cuales ningún encargado ha sido capaz de otorgar una prueba clara respecto de su eventual participación en este delito), qué mejor que formular inferencias a la rápida y aseverar, por la zona en donde se suscitó este incidente, que se trata de acciones vinculadas al denominado conflicto mapuche.

Porque son esos los factores que han inclinado a los responsables del aparato público a hablar de un acometimiento característico del terrorismo, con todas las connotaciones que acarrea ese término. Primero, que este crimen acaeció en la comuna de Vilcún, ubicada en el mismo corazón de la Araucanía, y sitio caliente en lo que se refiere a la reclamación de tierras. Segundo, que el asesinato se llevó a cabo mediante el uso del fuego, anécdota que permite empalmar con las quemas de camiones de las empresas forestales y de potreros agrícolas alentadas, esta vez sí, por agrupaciones radicales de mapuches (si bien ninguna terminó con consecuencias fatales). Y finalmente, que se ultimó a un matrimonio de hacendados quienes en el pasado habían sostenido polémicas de orden racial con los pueblos originarios, si bien en la actualidad se marchaba hacia un proceso de reconciliación. Agreguemos a eso los al menos diez años en los que se viene aplicando una ley creada bajo la dictadura de Pinochet, y que por su estructura ha sido repudiada por organizaciones locales e internacionales de derechos humanos, de forma sistemática en contra de los indígenas al sur del Bío Bío -y que ha contribuido a aumentar los prejuicios del resto de los chilenos-: y tenemos al chivo expiatorio perfecto. Quizá los fiscales y los ministros de Estado se apresuren en señalar que no se juzgará ni mucho menos condenará a alguien sin pruebas concluyentes. Pero el tomar partido por una determinada inferencia a horas de ocurrido el infame suceso que tratamos, no basándose en una investigación pericial seria, sino en presunciones compuestas al gusto de ciertos interesados -y que han demostrado una y otra vez ser incorrectas-, la verdad es que constituye un escaso cuando no nulo aporte a la aclaración de un delito por lo demás de inmensa gravedad.

Y para colmo se están dando todos los antecedentes que invitan a pensar que presenciaremos un fracaso judicial más. Para comenzar la radical Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), siempre apuntada con el dedo cuando ocurren estas instancias (bueno: ellos iniciaron las quemas de pastizales y tráileres, así que se cosecha lo que se siembra), pese a que hace rato sus dirigentes se hallan encarcelados y un buen puñado de ellos mantiene hace varias semanas una huelga de hambre, se ha adelantado a cualquiera para enfatizar que ni a nivel de institución como de sus componentes particulares tuvo un grado de participación en este crimen. Se dice que la organización se fragmentó en 2010 y que la facción disidente al menos podría mostrar alguna simpatía por el doble asesinato. Pero de cualquier modo se intenta acusar a priori a una agrupación en la figura de miembros que si bien ya no la integran son parte de su origen y por ende de sus motivaciones, además tratándola de menoscabar mediante el subterfugio de que están divididos y de que su cúpula es incapaz de ejercer su liderazgo sobre las bases (¿en qué momento, si como ya señalamos, el grueso de sus gobernantes se encuentra en prisión?). Por otro lado la extrema pobreza que es endémica en la Araucanía, que no sólo abarca a los mapuches, y los enormes contrastes de orden socio económico existentes allá -muy superiores a la media que se da en el resto del país, lo cual ya es bastante decir-, que no sólo se expresan a nivel de sujetos individuales sino que también de lugares geográficos (los habitantes de Temuco se ufanan en afirmar que viven en la segunda ciudad latinoamericana por crecimiento en las últimas cuatro décadas, lo cual es cierto, pero se trata de un fenómeno que se suscita en la región más pobre y atrasada de Chile), y que da pie a que se desencadenen hechos de violencia que consecuencias tanto o más trágicas que las experimentadas por los Luchsinger-McKay. Para muestra, sólo señalar que durante el fin de semana dos menores de edad mataron de escopetazos a un par de jóvenes que se encontraban practicando modelismo aéreo en el cerro Ñielol, a quienes pretendían robarlaes. Apenas días después de lo de Vilcún.

He aquí el dilema. ¿Qué va a ocurrir con la manida ley anti terrorista, si al final se descubre que este asesinato es un hecho propio de la delincuencia común, aún cuando haya sido cometido por personas con apellido mapuche? Lo más probable es que termine guardada en el cajón y que en lugar de las condenas y los epítetos de cobarde y criminal debamos soportar a los seudo expertos de siempre que ruegan comprensión por el caco quien de seguro es la consecuencia del entorno en el que se formó. Hasta los mismos medios de prensa que hoy se regodean en hablar de zona roja y de acto de terrorismo se volcarán a indagar en las raíces sociales y familiares de los malhechores con un tono lastimero. Lo cual es penoso, porque aún en el caso de extremistas armados cabe consignar que éstos luchan, si no por ideales, al menos por ideologías, y eso casi siempre implica la auto imposición de un código ético que evita una situación de violencia desatada. Algo que no es palpable en un homicida o un hampón cualquiera que se moviliza por sí sólo y en busca únicamente de la satisfacción personal, lo que a la larga lo torna más peligroso. Pero en fin: para dar la sensación de justicia -y de eficiencia- es imprescindible que los responsables del incendio de Vilcún sean terroristas.

                                                                                                         

jueves, 10 de enero de 2013

Le Dijeron Que Sí

Es elogiable que la película "No" se transforme en la primera producción chilena en ser mencionada en la ceremonia de entrega de los premios Óscar. Aunque lo más probable es que finalmente no gane el galardón a Mejor Filme en Lengua Extranjera, al cual fue nominada, el hecho de marcar presencia ya constituye un hito histórico.

Sin embargo, cabría formularse unas cuantas preguntas. ¿Por qué la realización de Pablo Larraín ha conmovido a la Academia al punto de generar la grata sorpresa, para el grueso de los chilenos -los pocos que entienden en plenitud el asunto de la calidad cinematográfica, y los muchos que se alegran motivados por un sentimiento patriotero-, de admitirla en la competencia final, y con ello torcer el sino de las producciones locales, que por sus características no son o no debieran ser dignas de llegar a tales instancias? Quizá porque la trama cuenta un hecho de características épicas. A la chilena, sí -tanto por los sucesos que narra como por su rasgos técnicos-, pero épico al fin y al cabo; más encima basado en acontecimientos reales. Dos elementos que conmueven al norteamericano medio, personaje que cuenta con varios representantes en Hollywood. A esto se puede agregar un factor derivado de la efeméride: durante 2013 se conmemoran cuarenta años del golpe militar que derribó a Allende e instauró el régimen de Pinochet, el mismo que comenzó a disolverse tras el resultado adverso en el plebiscito. También hay que considerar las circunstancias de la actualidad, en donde, con el auxilio de las potencias occidentales, han sucumbido varias administraciones consideradas dictatoriales, en especial en el Medio Oriente, vinculadas en términos ideológicos con la izquierda, siendo sustituidas por legislaturas con imagen democrática -dada por los mismos dirigentes y medios de prensa del primer mundo que fueron determinantes en su asunción- aunque en la práctica sean la consolidación de movimientos religiosos extremistas. En tal contexto, "No" se tornaría un símbolo de la lucha por la libertad de elegir, donde ciudadanos comunes y corrientes se enfrentaron de manera totalmente pacífica contra una poderosa tiranía de derecha y salieron vencedores. El triunfo del débil sobre el pudiente usando tan sólo las armas del ingenio -en este caso, una franja de propaganda-, algo que hemos observado innumerables veces en los éxitos cinematográficos de taquilla.

No obstante, existen otros argumentos que podrían explicar esta -es preciso insistir- sorprendente selección, y que se pueden hallar en la trama misma del filme. Para comenzar, es muy sintomático que el guion se centre en la disputa que se suscitó entre los integrantes de los partidos políticos opositores a Pinochet, interesados en poblar la campaña con denuncias de las atrocidades cometidas por el régimen militar, y los publicistas que finalmente orientaron la franja, quienes optaron por dar una imagen de alegría. Como se sabe, el gallito lo ganaron estos  últimos, con las consecuencias por todos conocidas. ¿Influyó esta manera de abordar la narración en la decisión de los expertos de Hollywood? Cabe señalar que, para que la épica resulte -en el sentido de tornarse tolerable para un espectador medio, que es a quienes al fin y al cabo la Academia pretende orientar- quienes la transportan deben contar con valores bien establecidos, aún en circunstancias de extrema barbarie. Ocurre con los soldados o los guerreros rebeldes por ejemplo. En el caso de derrotar a una dictadura fascista, en su momento amparada por Estados Unidos, lo correcto es vencer al enemigo con recursos no violentos además sin importar que se trate del propio e incierto juego del jerarca, como es un plebiscito que él mismo convocó (y cuyo escrutinio definitivo, lo supimos años después, no estaba dispuesto a reconocer). Nada de alzamientos armados, menos si el inflexible patriarca abre una siquiera remota posibilidad. Esa opción por la liviandad, de anunciar una sonrisa que será realidad en el futuro si se sigue nuestra decisión (y que aún está detrás del arco iris, no el que se usó como logotipo de la campaña, sino el de verdad), es la que su vez hizo saltar en un pie a los regentes de Los Ángeles, que de seguro están al tanto del paraíso en el que se convirtió Chile tras los acaecimientos de 1988, gracias justamente a las leyes impuestas con mano de hierro por el más tarde vilipendiado tirano.

No se trata de objetar la calidad de la película (más que aceptable en todo caso), sino de los paradigmas que rigen a la Academia de los Óscar, que no es un festival de cine y que siempre se ha definido como "la industria premiándose a sí misma" con todas las características que ello acarrea tanto en el entramado técnico como argumental de un filme. Es un camino legítimo, si se considera que todos estos premios tienen sus factores determinantes que no siempre se encuentran relacionados con la supuesta calidad artística de las obras que galardonan -el Nobel es otro ejemplo muy sintomático de ello- Si la realización de Pablo Larraín triunfa (lo que insisto: es prácticamente improbable, aunque si ya se dio un milagro por qué no dejar abierta la posibilidad de un segundo...) por supuesto que habrá buena parte de sus méritos internos en la obtención de tal logro. Pero es preciso advertirlo: tal como la franja política de marras, Hollywood es antes que nada felicidad liviana y titulares de prensa.

jueves, 3 de enero de 2013

Gracias Por Prohibir

Supongo que los integrantes del gobierno chileno están saltando en un pie porque el congreso acaba de aprobar en forma definitiva el nuevo paquete de restricciones al consumo de tabaco que entre otras cosas incluye la proscripción total de fumar en los llamados "espacios cerrados", término que abarca desde grandes recintos deportivos, como los estadios, hasta los restaurantes y locales nocturnos quienes hace tan sólo unos años fueron forzados a efectuar cuantiosas inversiones en el afán de crear ambientes separados para consumidores y no consumidores de cigarrillos. Y de seguro que las expresiones de algarabía derivan de la paradoja de que fue la oposición izquierdista la cual sacó adelante este proyecto, en contraste con los parlamentarios afines a su ideología política, quienes cuando menos tuvieron el tino de aplicar el pragmatismo y el liberalismo del que tanto se ufanan, en evitar la aceptación de una medida que lo más probable es que acabará siendo ineficiente y contraproducente, ya que estimulará el contrabando y la proliferación de métodos alternativos a veces imposibles de controlar.

Lo hemos señalado antes. Las restricciones legales al consumo del tabaco suelen ser impulsadas por sectores cercanos a la socialdemocracia y al progresismo. Por lo cual no debería extrañar que finalmente congresistas de izquierda salvaran a un gobierno muy cuestionado por la sociedad de un nuevo fracaso. De hecho fueron ellos quienes propusieron las modificaciones recién aprobadas, copiando una iniciativa proveniente de España, sentenciada a comienzos de 2011, donde la administración socialista quiso demostrar que pese a la evidente ineficacia que mostraba en asuntos relacionados con la generación de empleos -en tres años se había quintuplicado el número de cesantes- aún podía liberar a los ciudadanos del humo tóxico de la nicotina, no creando instancias de rehabilitación, sino prohibiendo que la gente fume en locales nocturnos, espacios que por sus características han sido diseñados para que los parroquianos vayan a relajarse con las cuatro formas más elementales del ocio: conversar, observar un espectáculo o consumir tabaco o alcohol. Igual que en Chile, en la península, y por obra de la misma administración izquierdista, poco tiempo antes se les había obligado a los restaurantes a llevar adelante cuantiosos gastos para segregar ambientes (lo cual, al fin y al cabo, es una decisión positiva, por su carácter salomónico). La única diferencia es que acá los socialdemócratas no alcanzaron a imponer sus términos cuando estaban mandando, y por ende tuvieron que centrar sus esfuerzos en mostrarse como una oposición constructiva.

Hay un aspecto transversal que marca a las sociedades de España y de Chile, que es su marcado conservadurismo. No de las masas, sino más bien de las clases dirigentes y más que nada por buscar una apariencia que los justifique ante los gobernados. En tal contexto, si se levanta una prohibición de inmediato debe ser cubierta por otra. Así, por ejemplo en la península, los socialdemócratas fallaron en favor del matrimonio gay, en la época en que además el país vivía una bonanza económica. Cuando cayó la crisis y frente a la presión social trataron de limpiar sus conciencias y qué mejor que una restricción severa al consumo de cigarrillos, que además podían presentar como consecuente a su discurso de legislar en favor de las masas populares aunque eso acarree perjuicio para un determinado negocio. Fuera de que podían avalar sus determinaciones con informe pretendidamente científicos en lugar de las supercherías religiosas que condenaban la homosexualidad. Una situación paralela a la que se está viviendo por estos lares, donde también algunas fortalezas de la moral más rancia han empezado a resquebrajarse. El mundo contemporáneo, liberado de sus ataduras mediante la investigación empírica, debe olvidarse de los herejes y los libertinos y desviar su mirada a los trogloditas e inconscientes que destruyen sus pulmones con la nicotina, su estómago con la comida chatarra o su hígado con licores fuertes (en ese sentido, hemos visto pasar más de alguna limitación al consumo de alcohol). No obstante, las proscripciones modelo, como siempre, acaban extendiendo su paraguas en los sitios de mayor moralina, como sucede con dos naciones católicas a ultranza o como en Bután, una teocracia budista donde está prohibido por completo el uso del tabaco, así como la electricidad y la pavimentación de caminos, en aras de preservar una población "pura". Si los talibanes afganos hubiesen aceptado la reencarnación habrían encontrado refugio allí.

Lo que cuesta otear es la enorme cantidad de ilusos que aplauden esta iniciativa admitiendo el discurso del gobierno, los parlamentarios y los medios de comunicación, en el sentido de que un poderoso enemigo habría sido derrotado. Cuando lo único que se ha hecho es añadir otra prohibición, que sólo afecta de manera tangencial a las grandes tabacaleras -caídas hace rato en el desprestigio, y que además cuentan con recursos económicos suficientes para superar estos problemas- siendo sus mayores víctimas los pequeños locales nocturnos varios de los cuales existen porque son espacios donde entre otras cosas se puede consumir tabaco. Esto huele más a un intento de frenar la bohemia, importante, aunque no el único, elemento de creatividad artística, en aras asegurar la productividad laboral en favor de, precisamente, prominentes empresas, las que después pagan bajos sueldos a trabajadores que ni siquiera cuentan con un salón adecuado donde reponerse. En definitiva, proteger suculentos negocios usando como base la moralina católica, que permite ahorrar bastantes esfuerzos por lo demás.