jueves, 3 de enero de 2013

Gracias Por Prohibir

Supongo que los integrantes del gobierno chileno están saltando en un pie porque el congreso acaba de aprobar en forma definitiva el nuevo paquete de restricciones al consumo de tabaco que entre otras cosas incluye la proscripción total de fumar en los llamados "espacios cerrados", término que abarca desde grandes recintos deportivos, como los estadios, hasta los restaurantes y locales nocturnos quienes hace tan sólo unos años fueron forzados a efectuar cuantiosas inversiones en el afán de crear ambientes separados para consumidores y no consumidores de cigarrillos. Y de seguro que las expresiones de algarabía derivan de la paradoja de que fue la oposición izquierdista la cual sacó adelante este proyecto, en contraste con los parlamentarios afines a su ideología política, quienes cuando menos tuvieron el tino de aplicar el pragmatismo y el liberalismo del que tanto se ufanan, en evitar la aceptación de una medida que lo más probable es que acabará siendo ineficiente y contraproducente, ya que estimulará el contrabando y la proliferación de métodos alternativos a veces imposibles de controlar.

Lo hemos señalado antes. Las restricciones legales al consumo del tabaco suelen ser impulsadas por sectores cercanos a la socialdemocracia y al progresismo. Por lo cual no debería extrañar que finalmente congresistas de izquierda salvaran a un gobierno muy cuestionado por la sociedad de un nuevo fracaso. De hecho fueron ellos quienes propusieron las modificaciones recién aprobadas, copiando una iniciativa proveniente de España, sentenciada a comienzos de 2011, donde la administración socialista quiso demostrar que pese a la evidente ineficacia que mostraba en asuntos relacionados con la generación de empleos -en tres años se había quintuplicado el número de cesantes- aún podía liberar a los ciudadanos del humo tóxico de la nicotina, no creando instancias de rehabilitación, sino prohibiendo que la gente fume en locales nocturnos, espacios que por sus características han sido diseñados para que los parroquianos vayan a relajarse con las cuatro formas más elementales del ocio: conversar, observar un espectáculo o consumir tabaco o alcohol. Igual que en Chile, en la península, y por obra de la misma administración izquierdista, poco tiempo antes se les había obligado a los restaurantes a llevar adelante cuantiosos gastos para segregar ambientes (lo cual, al fin y al cabo, es una decisión positiva, por su carácter salomónico). La única diferencia es que acá los socialdemócratas no alcanzaron a imponer sus términos cuando estaban mandando, y por ende tuvieron que centrar sus esfuerzos en mostrarse como una oposición constructiva.

Hay un aspecto transversal que marca a las sociedades de España y de Chile, que es su marcado conservadurismo. No de las masas, sino más bien de las clases dirigentes y más que nada por buscar una apariencia que los justifique ante los gobernados. En tal contexto, si se levanta una prohibición de inmediato debe ser cubierta por otra. Así, por ejemplo en la península, los socialdemócratas fallaron en favor del matrimonio gay, en la época en que además el país vivía una bonanza económica. Cuando cayó la crisis y frente a la presión social trataron de limpiar sus conciencias y qué mejor que una restricción severa al consumo de cigarrillos, que además podían presentar como consecuente a su discurso de legislar en favor de las masas populares aunque eso acarree perjuicio para un determinado negocio. Fuera de que podían avalar sus determinaciones con informe pretendidamente científicos en lugar de las supercherías religiosas que condenaban la homosexualidad. Una situación paralela a la que se está viviendo por estos lares, donde también algunas fortalezas de la moral más rancia han empezado a resquebrajarse. El mundo contemporáneo, liberado de sus ataduras mediante la investigación empírica, debe olvidarse de los herejes y los libertinos y desviar su mirada a los trogloditas e inconscientes que destruyen sus pulmones con la nicotina, su estómago con la comida chatarra o su hígado con licores fuertes (en ese sentido, hemos visto pasar más de alguna limitación al consumo de alcohol). No obstante, las proscripciones modelo, como siempre, acaban extendiendo su paraguas en los sitios de mayor moralina, como sucede con dos naciones católicas a ultranza o como en Bután, una teocracia budista donde está prohibido por completo el uso del tabaco, así como la electricidad y la pavimentación de caminos, en aras de preservar una población "pura". Si los talibanes afganos hubiesen aceptado la reencarnación habrían encontrado refugio allí.

Lo que cuesta otear es la enorme cantidad de ilusos que aplauden esta iniciativa admitiendo el discurso del gobierno, los parlamentarios y los medios de comunicación, en el sentido de que un poderoso enemigo habría sido derrotado. Cuando lo único que se ha hecho es añadir otra prohibición, que sólo afecta de manera tangencial a las grandes tabacaleras -caídas hace rato en el desprestigio, y que además cuentan con recursos económicos suficientes para superar estos problemas- siendo sus mayores víctimas los pequeños locales nocturnos varios de los cuales existen porque son espacios donde entre otras cosas se puede consumir tabaco. Esto huele más a un intento de frenar la bohemia, importante, aunque no el único, elemento de creatividad artística, en aras asegurar la productividad laboral en favor de, precisamente, prominentes empresas, las que después pagan bajos sueldos a trabajadores que ni siquiera cuentan con un salón adecuado donde reponerse. En definitiva, proteger suculentos negocios usando como base la moralina católica, que permite ahorrar bastantes esfuerzos por lo demás.

No hay comentarios: