jueves, 24 de enero de 2013

La Falsa Doctora Que Curaba

El caso de Tania González, la falsa médico que ocupó por cinco años la jefatura del área de salud de la ya a estas alturas injustificable Universidad del Mar, además de haber ejercido la profesión en diversos centros públicos y privados, incluido un hogar de ancianos -donde extendió ventiséis certificados de defunción entre los pacientes que trataba, ha sido presentado como el símbolo de las irregularidades a las cuales llegaron los propietarios y las autoridades de ese ya disuelto plantel, que a su vez se ha transformado en el rostro visible -y por ende en el único objeto de sanciones- de las falencias del sistema universitario chileno, que por extensión se tornan en los esperpentos de la educación criolla en general.

No se trata de reivindicar a alguien que no tuvo escrúpulos al momento de falsificar dos certificados -uno de enfermera y otro de cirujano- y exhibirlos en cuanta pared pudo hacerlo con el propósito de engañar a los demás y así. Tampoco de absolver de culpa al recinto educacional, ni a los de salud, que le creyeron y la contrataron, sabiendo que su responsabilidad en cuanto entidades que prestan un servicio -y dos de importancia vital, como son la enseñanza y la medicina- es de averiguar los antecedentes y no dejarse convencer por la buena labia. Lo único que se pretende aquí es formular una pregunta. ¿Hay en este país, siquiera un académico universitario que no sea estafador, mediocre o simplemente chanta? Para comenzar ninguno ostenta un título de docente, lo cual los coloca incluso por debajo de la misma doctora González, quien de hecho es profesora y cuenta además con una maestría en pedagogía. Casi todos acaban haciendo clases, después del aporte que significan los compadrazgos, debido a que se graduaron en la carrera a la que pertenece la asignatura que imparten; pero en muchísimas ocasiones jamás han ejercido en lo que estudiaron, situación que pone en entredicho su calidad de profesionales, pues pareciera que utilizan los planteles como refugio. A esto se añade un dato que es totalmente comprobable: la mayoría lleva tres décadas o más difundiendo los mismos conocimientos al interior de las aulas, sin conceder la más mínima opción de renovación. Expresado así, porque si un alumno demuestra un minúsculo nivel de actualización, de inmediato es corregido de forma disciplinaria, arriesgando una reprobación de semestre y hasta la expulsión, previo paso por la agresión verbal y física. Una conducta amparada en el principio de la autonomía universitaria, que en Chile siempre ha sido interpretada como una instancia de impunidad.

Sin embargo, cabe agregar otro factor que ha marcado estos acontecimientos. Como se señaló, la González no se redujo a exponer clases sino que además le sacó el máximo provecho posible a sus falsos certificados practicando su "profesión" en distintos recintos de salud. El problema para quienes enseñan en las "universidades" chilenas y para quienes siguen una carrera, no sólo medicina, es que ella hizo su trabajo de manera relativamente satisfactoria, al menos en cuanto a convencer al entorno de que era una auténtica galena, lo cual es imposible si no se tiene instrucción en el área y la habilidad suficiente para aplicarla. Y dentro de su currículo se cuentan establecimientos menores, pero también hospitales, clínicas y fundaciones benéficas de renombrado prestigio. Un grado de desenvolvimiento que, es importante recalcar, no adquirió dentro de las aulas sino de modo completamente autodidacta, incluso podría decirse que lego. De acuerdo: todo fue en aras de fomentar un engaño, y quizá esta mujer está lo más alejada posible de la verdadera dedicación al oficio. Pero de cualquier modo la trama le quedó muy bien y en una actividad muy delicada consiguió sacar adelante su mentira de una manera sorprendente. Situación que finalmente no deja en buen pie a los académicos locales, quienes se ven sobrepasados por alguien pudo armar un rompecabezas bajando datos de internet. La falsedad de Tania está ligada forma íntima a la incompetencia de los planteles criollos, cuyos miembros, en el campo laboral -es decir, no en los claustros-, no representan una contribución eficaz a la hora de desenmascarar a quienes buscan suplantarlos.

¿Qué hubiese acaecido si esta falsa cirujano se hubiese enfrentado en una rueda de conocimientos a los doctores-académicos que imparten clases en las diferentes "universidades"? Habría sido un desafío muy interesante, porque a la luz de los antecedentes estos últimos no tendrían asegurada la victoria. Por desgracia Tania evitó estas controversias y se evadió frente a la primera persona que intentó preguntarle unos datos de anatomía (quien no impartía clases sino que ejercía la profesión). Ahora se encuentra en prisión preventiva como parte de la madeja que se tejió para conformar ese esperpento denominado Universidad del Mar, lo cual garantiza un periodo largo de incertidumbre y abre las puertas a una condena drástica y ejemplar. Algo que de seguro tiene muy contentos a los "docentes", quienes ya no se verán amenazados por una anomalía que por su sola existencia los pone en tela de juicio.

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