miércoles, 30 de enero de 2013

Carlita: Volver Donde Le Corresponde

Uno tiene el derecho a reiterar las veces que quiera los calificativos que se le han colocado a la decisión de Carla Ochoa, uno de los tantos sesos vacíos que pululan en la farándula, respecto de su decisión de renunciar al cargo de concejal por la comuna de Peñalolén a sólo un mes de haber asumido. Que es inaceptable, ridículo, vergonzoso. Aunque sean términos vaciados en su contenido por la reiteración y el cliché. Porque un ambiente tan frívolo ni siquiera es incapaz de inspirar insultos originales. Y porque se guarda la secreta esperanza -lo último que se pierde, aseveran por ahí- de que al fin quienes ejercen la actividad política aprendan la lección y dejen de recurrir a estos personajes que representan un nulo aporte con la finalidad de ganar unos cuantos votos.

¿Cómo es que esta oquedad andante consiguió llegar a una elección municipal? Repasemos. Carla Ochoa se hizo conocida tras protagonizar un bochornoso lío amoroso con un hermano del actual presidente. Esta repentina fama le permitió conceder entrevistas en cuanto espacio de farándula -abundantes en la televisión abierta chilena al menos desde la más reciente década- había, e incluso participar como parte del equipo de trabajo de algunos de ellos. Con el paso del tiempo, y siguiendo un proceso lógico, llegó a sostener contactos con sectores de la derecha política -la misma que integra el actual mandatario- y uno de sus partidos, el conservador a ultranza Unión Demócrata Independiente, le ofreció esta opción de presentarse a concejala por la mencionada comuna de Peñalolén, con el manifiesto propósito de que sus continuas intervenciones en la pantalla chica atrajeran unos cuantos votantes en un sector geográfico que por muchos años fue gobernado por el conservadurismo, pero que desde 2004 es dirigido por ediles de centro izquierda. El relato que continúa es más conocido: obtuvo una de las plazas, pero aludiendo a que el pacto que representaba era minoría en la asamblea, situación que traía como consecuencia la poca toma en cuenta de las iniciativas que ellos -y ella en particular- presentaban, prefirió abandonarla antes de cumplir los sesenta días. Eso, pese a que tanto sus adversarios como sus propios correligionarios coincidieron en afirmar que al menos esta persona jamás presentó algún proyecto.

Aunque suene majadero insistir en esto, todo esta demostración de patetismo no es sino el reflejo de la actuación de la derecha más ultramontana al momento de enfrentar cualquier clase de comicios. Ante la preparación intelectual que las mujeres de sus rivales políticos suelen ostentar, suelen replicar que se preocupan mucho de estudiar pero poco de su atractivo físico, asegurando que con ese contraste se confirma el prejuicio de que la fémina que sale de los roles tradicionales de modo irremediable acaba tornándose fea. Para contrarrestarlo, entonces, replican con estas sujetos la mayoría provenientes de la televisión basura, donde el asunto de la imagen las obliga de por sí a ser bellas y deseables. No obstante, a poco de caminar estas chicas se develan como lo que son: floreros de mesa que no ofrecen mucho más allá de su rostro, pensadas para llamar la atención en el instante propicio, cuando es necesario asegurar un triunfo. Con lo que, a su vez, queda al desnudo la concepción que esta clase de conservadores tiene del género femenino. Hay que dar la apariencia de que se abren espacios, pero que pueden ser ocupados sólo por quienes sonríen sin hablar -y menos opinar-, o que lo hacen de tarde en tarde sólo para pronunciar frases risibles que provoquen un comentario jocoso de sobremesa y que justifiquen el estatus quo.

Carla Ochoa, que de seguro no debe entender lo que es una ideología política, regresó al sitio del cual jamás debió haber salido. La UDI, partido que la postuló, al final salió ganando con su renuncia, porque en su remplazo designó a otra mujer, esta sí involucrada en el aparato público, quien ya había sido concejal por Peñalolén y que de hecho había fallado en su tentativa de conseguir la reelección. Los electores, tras quedar pidiendo una explicación, aceptarán este cambio pues notarán la diferencia entre un dirigente serio y otro que se inventó para resguardar el cupo. Y quizás el resto del corpus partidista chileno también obtuvo un saldo positivo, al recibir una lección de lo que puede suceder cuando se mete a la farándula en estas lides. Aunque, es preciso reiterarlo, lo último pertenece aún al terreno de las esperanzas.

No hay comentarios: