miércoles, 23 de febrero de 2011

Comediantes Británicos y Comediantes Norteamericanos

Siempre me ha llamado la atención ese cliché del "fino humor inglés". En especial, por lo que se oculta detrás de esa frase. Con ella, se pretende dejar en claro que en las islas británicas se cultiva una ironía que se puede calificar de culta, refinada, incluso recatada en términos morales, sin que ello signifique evitar la sátira más descarnada, irreverente o desternillante. Una mezcla que a los entusiastas les impulsa a aseverar sin ningún pudor que en el Reino Unido es el lugar del sarcasmo perfecto, del mejor logrado de todos los chistes, el único que merece más allá de cualquier consideración ser llamado arte. Y quizás estén en lo cierto, al menos a entender por las demostraciones que en esta materia, nos han legado tanto el cine como la televisión.

En tal sentido, resulta interesante efectuar una serie de paralelismos entre comediantes británicos y sus pares norteamericanos contemporáneos, como antesala para extraer una conclusión general. Centrémonos, ya que lo mencionamos al final del párrafo anterior, en las imágines móviles que han sido registradas tanto en la pantalla grande como en la chica. Empezando por Charles Chpalin y Buster Keaton, los primeros grandes talentosos del humor del siglo XX, que coexistieron siendo el primero inglés y el segundo gringo. A Charlot se le sindica como un insigne crítico social, que a través tanto de sus personajes, como de los guiones de sus películas, dejaba en ridículo a los más poderosos y al sistema social, político y económico que defendían. Pero no sólo eso, ya que sus alteregos provocaban, a veces con su exclusiva presencia o actitud, las bochornos que sufrían las damas y caballeros respingados. Ora por su pobreza, ora por su aspecto físico o por su ingenuidad, era un sujeto que parecía sencillo de dominar o de manipular. Lo que a poco andar se revelaba como una mera apariencia. Distinto fue el caso de Keaton, cuya comicidad se basó en un sinnúmero de infortunios externos que se ensañaban con su humanidad en cada filme; pero a los cuales enfrentaba con una resignación estoica, como imaginando que aquí no ha ocurrido nada. De ahí que se haya ganado el apodo del "cara de palo", pues jamás reía, pero tampoco expelía demostraciones de tristeza ante la adversidad.

No sé si estos dos monstruos de la comedia sentaron escuela para sus respectivos futuros coterráneos. Pero éstos han mantenido la premisa casi sin acometer las menores variaciones. Mientras el bufón británico es un tipo activo, que provoca las situaciones anómalas; el norteamericano es pasivo: a él simplemente le pasan dichos acontecimientos. Así ha acaecido a través de las décadas con, para colocar ejemplos (el nombrado en primer término siempre es el del país europeo), Peter Sellers y Jerry Lewis, Benny Hill y Leslie Nielsen, o ya en la actual centuria, Rowan Atkinson (alias Míster Bean) y Jim Carrey. Uno irrita con su conducta, sea consciente o inconsciente, y el otro debe hacer frente a fuerzas externas que nadie es capaz de explicar. No consiste en aseverar que los ingleses sean unos críticos sociales por antonomasia, ni que sus gags y chistes sean de mejor calidad -en este último ítem, Carrey supera a Atkinson-. Simplemente es sacar al tapete las características que han tornado peculiares y competentes entre sí a los humoristas de cada extremo del Atlántico, y que les han permitido imponerse como dos estilos distintos capaces de cautivar a espectadores de muchos otros lares.

Contestando a lo expuesto en el primer párrafo, tal vez las alturas del humor inglés se deban a que, al menos en la percepción de la gente, es más difícil crear motivos de risa que reaccionar ante situaciones que sobreviven por sí solas. En estas últimas, la carcajada nace de las torpezas o habilidades (aparentes o reales) del sufrido protagonista. Pero en aquéllas se requiere manejar la situación tratando a cada minuto de evitar que los demás -el resto de los personajes o los espectadores- se vengan encima, quedando justificados por una legítima defensa frente al abuso. Y ahí está la diferencia que marcan los británicos, pues su actitud continúa generando la empatía y la conmiseración, a pesar de que con sólo mover el bastón o quitarse el sombrero, sean capaces de dejar el mundo patas arriba.

jueves, 17 de febrero de 2011

El Fracaso Escondido del Fútbol

Hace casi una semana concluyó el sudamericano sub-20, y por segunda vez consecutiva, el seleccionado chileno no clasificó al mundial respectivo. Es más: de todos los equipos masculinos de menores, que fueron preparados bajo la administración de Harold Mayne-Nicholls, éste fue el único que consiguió llegar a la segunda fase de un torneo continental. Una lástima, porque si se considera lo mostrado por los chicos en la cancha, pese a sus limitaciones como grupo, podemos concluir que varios de ellos dentro de muy poco tiempo serán titulares indiscutibles en clubes de la primera división local, y dos o tres de seguro se pasearán por algunas ligas extranjeras.

Uno puede expresar una opinión favorable o adversa a la gestión de el ex presidente de la ANFP. En el análisis final, por supuesto que se deben reconocer sus logros en el ámbito de la selección adulta, que en pocos años alcanzó un nivel de competitivad que ni el más incondicional de los hinchas se habría imaginado. Pero con igual afán de objetividad, es preciso destacar como la gran e inaceptable deuda pendiente, el trabajo efectuado con los equipos de menores. Dicho con tales calificativos, porque la situación era muy distinta hace menos de un lustro atrás, cuando un combinado sub-20 obtuvo un tercer lugar en un mundial de la especialidad celebrado en Canadá el 2007. Grupo que por cierto, constituye la base del hoy por hoy ensalzado conjunto mayor. Con estos datos a la mano, incluso se puede aseverar que lo obrado desde esa época en la máxima categoría, ha tenido consecuencias inversamente proporcionales en las divisiones juveniles, las cuales han pasado inadvertidas para un público que se ha regocijado en éxitos como la clasificación a Sudáfrica y el rendimiento exhibido por los pupilos de Marcelo Bielsa en esa copa (excitación que es esperable, tomando en cuenta que se venía de dos eliminaciones consecutivas, que ésta era la octava participación en una fase final de diecinueve, que apenas por tercera vez se pasó a la segunda ronda, y sólo por segunda vez con dos victorias). Sin embargo, por mucha fascinación que cause la selva africana, dentro de ella apenas se esconden rotundos fracasos.

Frustraciones que pudieron haberse evitado, de habérseles dado a estos conglomerados la atención que necesitaban. Al respecto, algunos periodistas deportivos han destacado la escasa cantidad de recursos que la gerencia de Mayne-Nicholls le destinó a los seleccionados de menores, que además disminuyeron en comparación con lo entregado por otras administraciones. Es decir, estaríamos en presencia de una mala gestión de dirigentes, de características muy similares a aquellas que en el pasado arrastraron a los equipos adultos a bochornosas presentaciones como en las clasificatorias para los mundiales de 2002 y 2006. Con la salvedad que ahora la afectada es otra categoría generacional: una que despierta un interés más bajo en el aficionado y que por ende atrae menos auspiciadores. Pero que tampoco involucra muchos gastos. En tal sentido, es increíble que no se haya invertido siquiera una pequeña porción de lo ganado en materia de publicidad y derechos de marca tras los sucesivos triunfos de la selección adulta, para asegurar un desempeño aceptable de sus pares menores. Sobre todo si se recuerda que éstas son el punto de partida de la primera. Lo peor es que hay un detalle que agrava todavía más la falta, y tiene que ver con una dejación extrema y una ausencia de criterio impresentable de parte de los directores de la ANFP, que hasta se despreocuparon de nombrar un cuerpo técnico a la altura de las circunstancias. Por ejemplo, César Vaccia, el entrenador de Chile para este sudamericano, ya había cosechado sendos reveses con dos combinados sub-17, uno de los cuales las ejerció de anfitrión. Recién a un mes de comenzar el torneo, se anunció que Marcelo Bielsa iba a asumir un rol en la conducción del equipo que nunca se especificó, en lo que más que cualquier cosa, pareció un intento desesperado de Mayne-Nicholls y su directiva para que los clubes apoyen a sus delfines y así revertir la tendencia en las elecciones de enero pasado, donde los resultados les fueron tan desfavorables como se predecía.

Es penoso que la administración de Mayne-Nicholls -defenestrado tras oscuros manejos de los clubes más poderosos, en los que se vio involucrado, tanto por motivos políticos como económicos, el propio gobierno de Sebastián Piñera- dé su último estertor en una de sus fallas más visibles (porque hay otras, que precisamente ayudaron a su caída). Pero convengamos que él se lo buscó al no prestarle atención a las categorías de menores. Acción motivada no sólo por las causas de índole pecuniaria. Sino también por una actitud revanchista contra los muchachos de Canadá, que se gestó a inicios del 2007, cuando varios de ellos se negaron a ir a la Copa América en favor del mundial sub-20, ya que ambos certámenes se disputaban en forma paralela. El incidente con la policía de Toronto tras la semifinal se transformó en una válvula de escape y en el subterfugio perfecto para el presidente de la ANFP, quien después no tardó mucho en darle la espalda definitiva a estos conglomerados. Una pena, si se considera que los equipos adultos que han obtenido importantes logros, en gran parte, han comenzado en estos campeonatos. Y por supuesto que Chile no es la excepción. En consecuencia, si en un breve lapso regresamos al fango que pensamos habíamos imaginado para jamás volver, hay que acordarse que Mayne-Nicholls, a fin de cuentas, también aportó con un grano de arena.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Calígula en el Tercer Milenio

Cada vez que la imagen de Silvio Berlusconi aparece en la televisión (un medio en el que este magnate posee buena parte de sus inversiones), uno no deja de preguntarse hasta cuándo los italianos van a seguir aguantando sus patéticas reacciones propias de un emperador que no se explica la debacle a la que ha llegado su territorio pues en caso contrario estaría obligado a reconocer su incapacidad. Más aún, si se considera que nos encontramos en la región que ha albergado al papado católico desde los orígenes de éste, y que por ende, debiera ser un faro de moralidad cristiana. Aunque, si uno revisa la historia de los personajes más poderosos y adinerados de la península de la bota, partiendo por los augustos romanos, siguiendo con los mercaderes renacentistas y llegando hasta más acá de la vida palaciega del siglo XIX, incluso se podría afirmar que estos excesos forman parte de su cultura. Ni siquiera los mencionados pontífices se han sustraído a estas demostraciones de sibarita, y basta recordar la licenciosa existencia de Alejandro VII para confirmarlo.

Lo curioso de estos escándalos es la manera como son expuestos en los medios masivos de comunicación, incluso el día de hoy, cuando parece que el premier italiano se encuentra acorralado a consecuencia de su conducta y al punto de sentir la amenaza de ser destituido de tal cargo. Ya que, pese a la gravedad que ha adquirido, la noticia se sigue tratando como un espectáculo, obedeciendo a las reglas del juego de frivolidades que el mismo Berlusconi ha impuesto. Se trata en el fondo, como el propio gobernante lo declaró en medio de una de sus rabietas, de un prostíbulo televisivo, aunque en el sentido opuesto al que el autor de esas declaraciones le quiere dar. Debe ser por ese mito de que Italia es la nación por antonomasia de los burdeles fastuosos; o porque el aludido es, como se mencionó en el primer párrafo, dueño de estaciones de radio y canales catódicos, negocio que siempre le ha reportado satisfacciones, así que no vaya a ser que en el futuro compre nuestro transmisor y nos eche de una patada en señal de venganza. Y sin embargo, aquí se han citado delitos graves, como incitar a menores de edad a la prostitución, además de estupro y, si se hila fino, abusos deshonestos. Por hechos semejantes, a un ciudadano común y corriente pueden enviarlo a la cárcel por varios años y ponerle toda clase de obstáculos al momento de defenderse en un juicio.

Lo que impulsa a reclamar por el doble criterio que se emplea ante la misma situación. No sólo tratándose de la dicotomía del tipo poderoso versus el modesto asalariado. Sino también al medir el comportamiento de dos gobernantes con orientaciones políticas distintas. Berlusconi es un derechista, con elementos cercanos al fascismo, además de empresario tan próspero como avasallador. Sus excesos sexuales o de cualquier otra índole son analizados en los programas de televisión, cuando no con abierta simpatía -y empatía-, con un afán de neutralidad que más bien huele a condescencia. Benevolencia que se da con otros jerarcas de idéntico signo, aunque sean dictadores oscuros, incluso en el asunto de la lujuria. Por ejemplo, el "chivo" Rafael Leónidas Trujillo, que nunca ha dejado de recibir elogios y muestras de administración por su desmedida actividad erotómana, en circunstancias que muchas mujeres con las cuales se acostaba, las conseguía recurriendo simplemente a la violación, o se dedicaba a extorsionar sistemáticamente a sus padres. En cambio, si los deslices corren por cuenta de un líder de izquierda o progresista, el dedo acusador de inmediato se deja caer. Ahí está el carrusel de hijos falsos que se le intentó colgar a Fernando Lugo tras admitir que había engendrado fuera del matrimonio. O el mote de depravado que se le pretende colocar a Daniel Ortega, porque de joven yació con una menor de edad. O el asqueroso proceso contra Bill Clinton en los EUA. O la forma maliciosa en que se ha buscado confeccionar el listado de supuestas amantes de Salvador Allende.

Uno no quiere meterse en la cama de nadie ni menos elaborar un manual de moralina para dirigentes. Que cada cual haga con su vida lo que le plazca. Pero cabe recordar que Silvio Berlusconi no ha sido acusado de inmoralidades, sino de ilegalidades, entre las cuales, aparte de las de corte sexual, hay otras igualmente delicadas, como usar dinero del erario público para gastarlo en orgías. Quizá en este doble estándar periodístico exista la pretensión de encontrar un modelo ideal tanto para políticos derechistas como izquierdistas. Mientras a éstos se les exigía una imagen de seriedad que borrara ese prejuicio de que eran unos libertinos morales a quienes además, si no les gustaba algo de inmediato arrojaban piedras, levantaban barricadas o empuñaban los fusiles; a aquéllos se les pedía un poco de desorden en medio de una existencia aburrida y plagada de formalidades. El asunto es que, si los de un sector tienden a pasarse de la raya, sus rivales también pueden hacerlo. Que al fin y al cabo todos somos humanos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Estado Mayor y Escándalo Mayúsculo

En menos de un mes, el ejército se ve enfrentado a un nuevo bochorno. Resulta que hace quince días, el jefe del estado mayor, segundo en la jerarquía, se vio obligado a pedir su retiro anticipado, producto de las irregularidades suscitadas en la compra de una casa particular mediante fondos públicos. Su remplazante, hace unas horas, ha sido descubierto como ex miembro de la DINA y la CNI, organismos a través de los cuales habría participado en violaciones a los derechos humanos. Tanto el actual gobierno como el anterior -que le otorgó al susodicho varios ascensos- han salido a defender al acusado llegando incluso a afirmar que es irrelevante que haya participado en esos infames aparatos represivos, cuando los tribunales de justicia, que para efectos prácticos es la única palabra validada en esta clase de asuntos, ni siquiera lo han encartado en alguna causa, ya que aún no se han presentado pruebas contra él. Declaraciones que tienen un tufillo a desesperación, ante el desprestigio en que podría caer un flamante cargo creado recién el 2009, con la finalidad de coordinar a las distintas ramas de las fuerzas armadas en situación de emergencia, y que es la muestra más visible de la modernización que el ejecutivo le viene haciendo a los militares desde hace al menos un lustro.

Centrémonos, para los propósitos de este artículo, en este asunto de la futilidad, que contrariamente a lo que se pueda pensar, no proviene de un político de la derecha, sino de un antiguo ministro de la Concertación, el inefable Francisco Vidal. En efecto, tras el golpe de 1973, la dictadura, en su afán por hacer eficaz la represión en contra de quienes se le oponían, distribuyó a varios efectivos militares en distintas tareas de manera arbitraria y a veces sin siquiera informar a los afectados, como corresponde según el principio de la verticalidad del mando y de acuerdo a la situación excepcional de entonces -interrupción de la democracia, persecución a disidentes-. Esto ha dado como resultado, el que ciertas personas aparezcan integrando células de inteligencia cuando en realidad jamás conocieron a sus supuestos compañeros. Podría ser el caso de este jefe del estado mayor: de hecho han aparecido similares en los diversos procesos por ejecuciones, desapariciones forzadas y torturas. El problema radica en que no nos consta la absoluta inocencia de quien expone tal argumento. Pues cabe recordar que existen muchos enjuiciamientos que aún se encuentran abiertos, lo que significa que faltan investigaciones por concretar. Eso sin contar denuncias que pueden ser presentadas en tiempo futuro, para las cuales se requiriría abrir un nuevo libelo. En cualquiera de estas causas, nuestro general podría aterrizar y nos tendríamos, de golpe y porrazo, hacer a la idea de que no era la blanca paloma que nos intentó vender.

De acuerdo: las garantías judiciales establecen que nadie puede ser señalado como culpable hasta que no se pruebe de manera fehaciente. Sin embargo, si atendemos a la situación de las fuerzas armadas durante la dictadura, ese argumento incluso puede tornarse una falacia. No por nada a eso lo llaman régimen militar. Pinochet utilizó a los uniformados, sus camaradas de armas, para sostener su mandato, que ejerció de facto y en forma autoritaria, sin aceptar propuestas alternativas. Y para eso se requiere una infraestructura represiva que coarte a los ciudadanos a través del miedo. Algo en lo cual los milicos son el colectivo que ostenta mejor preparación, debido a que están entrenados para la guerra. Era obvio que debían sustentar la extensión de la tiranía y por eso participaron con todo y tradición de buena manera en los mecanismos de control. Más aún, si se considera que su comandante en jefe había alcanzado dicha posición antes de erigirse como presidente.

Por eso, alguien que señale que los crímenes de lesa humanidad no fueron cometidos por el ejército, sino por la DINA o la CNI, está tratando de distorsionar la realidad. Esas siglas fueron creadas para encauzar a los militares en las tareas que demandaba la nueva situación nacional. En un gobierno que además usaba la represión no sólo como mecanismo práctico, sino también como sustento ideológico. En tiempos recientes, incluso hemos sido testigos de cómo divisiones de las fuerzas armadas anteriores al golpe, como el DINE, fueron empleadas en violaciones a los derechos humanos. Dicho de otro modo: al jefe del estado mayor no le basta con decir que sólo fue parte de las listas de tal o cual organismo, pues es sospechoso ya con pertenecer al ejército. Los que se opusieron a los abusos, tienen nombre y apellido y las consecuencias de su decisión son por todos conocidas. Los demás fueron entusiastas colaboradores, y de manera muy relevante.