jueves, 17 de febrero de 2011

El Fracaso Escondido del Fútbol

Hace casi una semana concluyó el sudamericano sub-20, y por segunda vez consecutiva, el seleccionado chileno no clasificó al mundial respectivo. Es más: de todos los equipos masculinos de menores, que fueron preparados bajo la administración de Harold Mayne-Nicholls, éste fue el único que consiguió llegar a la segunda fase de un torneo continental. Una lástima, porque si se considera lo mostrado por los chicos en la cancha, pese a sus limitaciones como grupo, podemos concluir que varios de ellos dentro de muy poco tiempo serán titulares indiscutibles en clubes de la primera división local, y dos o tres de seguro se pasearán por algunas ligas extranjeras.

Uno puede expresar una opinión favorable o adversa a la gestión de el ex presidente de la ANFP. En el análisis final, por supuesto que se deben reconocer sus logros en el ámbito de la selección adulta, que en pocos años alcanzó un nivel de competitivad que ni el más incondicional de los hinchas se habría imaginado. Pero con igual afán de objetividad, es preciso destacar como la gran e inaceptable deuda pendiente, el trabajo efectuado con los equipos de menores. Dicho con tales calificativos, porque la situación era muy distinta hace menos de un lustro atrás, cuando un combinado sub-20 obtuvo un tercer lugar en un mundial de la especialidad celebrado en Canadá el 2007. Grupo que por cierto, constituye la base del hoy por hoy ensalzado conjunto mayor. Con estos datos a la mano, incluso se puede aseverar que lo obrado desde esa época en la máxima categoría, ha tenido consecuencias inversamente proporcionales en las divisiones juveniles, las cuales han pasado inadvertidas para un público que se ha regocijado en éxitos como la clasificación a Sudáfrica y el rendimiento exhibido por los pupilos de Marcelo Bielsa en esa copa (excitación que es esperable, tomando en cuenta que se venía de dos eliminaciones consecutivas, que ésta era la octava participación en una fase final de diecinueve, que apenas por tercera vez se pasó a la segunda ronda, y sólo por segunda vez con dos victorias). Sin embargo, por mucha fascinación que cause la selva africana, dentro de ella apenas se esconden rotundos fracasos.

Frustraciones que pudieron haberse evitado, de habérseles dado a estos conglomerados la atención que necesitaban. Al respecto, algunos periodistas deportivos han destacado la escasa cantidad de recursos que la gerencia de Mayne-Nicholls le destinó a los seleccionados de menores, que además disminuyeron en comparación con lo entregado por otras administraciones. Es decir, estaríamos en presencia de una mala gestión de dirigentes, de características muy similares a aquellas que en el pasado arrastraron a los equipos adultos a bochornosas presentaciones como en las clasificatorias para los mundiales de 2002 y 2006. Con la salvedad que ahora la afectada es otra categoría generacional: una que despierta un interés más bajo en el aficionado y que por ende atrae menos auspiciadores. Pero que tampoco involucra muchos gastos. En tal sentido, es increíble que no se haya invertido siquiera una pequeña porción de lo ganado en materia de publicidad y derechos de marca tras los sucesivos triunfos de la selección adulta, para asegurar un desempeño aceptable de sus pares menores. Sobre todo si se recuerda que éstas son el punto de partida de la primera. Lo peor es que hay un detalle que agrava todavía más la falta, y tiene que ver con una dejación extrema y una ausencia de criterio impresentable de parte de los directores de la ANFP, que hasta se despreocuparon de nombrar un cuerpo técnico a la altura de las circunstancias. Por ejemplo, César Vaccia, el entrenador de Chile para este sudamericano, ya había cosechado sendos reveses con dos combinados sub-17, uno de los cuales las ejerció de anfitrión. Recién a un mes de comenzar el torneo, se anunció que Marcelo Bielsa iba a asumir un rol en la conducción del equipo que nunca se especificó, en lo que más que cualquier cosa, pareció un intento desesperado de Mayne-Nicholls y su directiva para que los clubes apoyen a sus delfines y así revertir la tendencia en las elecciones de enero pasado, donde los resultados les fueron tan desfavorables como se predecía.

Es penoso que la administración de Mayne-Nicholls -defenestrado tras oscuros manejos de los clubes más poderosos, en los que se vio involucrado, tanto por motivos políticos como económicos, el propio gobierno de Sebastián Piñera- dé su último estertor en una de sus fallas más visibles (porque hay otras, que precisamente ayudaron a su caída). Pero convengamos que él se lo buscó al no prestarle atención a las categorías de menores. Acción motivada no sólo por las causas de índole pecuniaria. Sino también por una actitud revanchista contra los muchachos de Canadá, que se gestó a inicios del 2007, cuando varios de ellos se negaron a ir a la Copa América en favor del mundial sub-20, ya que ambos certámenes se disputaban en forma paralela. El incidente con la policía de Toronto tras la semifinal se transformó en una válvula de escape y en el subterfugio perfecto para el presidente de la ANFP, quien después no tardó mucho en darle la espalda definitiva a estos conglomerados. Una pena, si se considera que los equipos adultos que han obtenido importantes logros, en gran parte, han comenzado en estos campeonatos. Y por supuesto que Chile no es la excepción. En consecuencia, si en un breve lapso regresamos al fango que pensamos habíamos imaginado para jamás volver, hay que acordarse que Mayne-Nicholls, a fin de cuentas, también aportó con un grano de arena.

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