domingo, 9 de abril de 2017

Nacionalistas de la India

Las noticias más recientes que provienen de la India no son muy alentadoras para los cristianos. El gobierno de ese país, asumido hace ya dos años, está promoviendo una campaña de defensa de su religión tradicional, el hinduismo, lo cual en la práctica se ha traducido en que los miembros de otros credos han encontrado dificultades para expresar su fe, y en el caso específico de los creyentes en Jesús, algunas misiones, incluyendo las que efectúan labores benéficas, han sufrido restricciones en su actuar, cuando no el cierre parcial o total de sus funciones por decretos públicos y la expulsión de sus integrantes extranjeros.

La India es hoy regida por un partido confesional y nacionalista, situado a la derecha en el espectro político local. Esto ha significado que las autoridades se han tornado muy observantes de los llamados valores tradicionales, que se resumen en cuestiones que son comunes a muchas religiones: la familia clásica, el rechazo a las relaciones de pareja entre congéneres o la sumisión de la mujer (que en el caso de los cultos orientales es una doctrina muy marcada, más que en el islam). Además de ciertos aspectos propios del hinduismo como el odioso sistema de castas basado en los dogmas del karma y la reencarnación. También, en concordancia con lo recién explicado, y siguiendo un proceso lógico, esta agrupación ha procurado redondear su conducta protectora de la idiosincrasia cultural de la nación blindando a una de sus caras más visibles, como es su credo más identificable. Una actitud que siempre se traduce en el hostigamiento hacia quienes profesan otra clase de fe, que en estas situaciones siempre se le define como un elemento capaz de distorsionar y deformar el acerbo más característico.

Ahora. ¿Dónde encontramos ese chovinismo en occidente? Sí, acertaron. En los movimientos xenófobos que están subiendo como la espuma en Europa y la administración de Donald Trump en Estados Unidos. Seguidos, en ambos casos, por un significativo número de cristianos, que se han dejado seducir por sus promesas de impulsar el retorno a la familia tradicional, censurar el matrimonio gay, restringir el aborto, volver a los roles tradicionales de cada género, regresar la oración y los crucifijos a las escuelas públicas o expulsar a los musulmanes (que en la India, dicho sea de paso, constituyen un quinto de la población y están padeciendo represalias por parte del actual gobierno). Desde luego que una motivación de estos nacionalismos -aparte de la captación de votos- es la prueba plausible de que los países en donde pretenden consolidarse se formaron en base a orientaciones cristianas. Sin embargo, es menester aclarar que estos grupos se sienten impulsados por el concepto de la patria, no por una real creencia en Cristo. Y asimismo cabe recordar que en la composición de la idiosincrasia de algunos territorios estuvieron involucrados aspectos que poco o nada tienen que ver con las doctrinas de Jesús, los cuales se han estado manifestando al interior de estos movimientos. Así, por ejemplo, en algunas zonas de Europa esta ola nacionalista ha revitalizado olvidados credos paganos, como Thor u Odín, mientras en Estados Unidos ha sido acompañada por elementos cuestionables ya desde la óptica bíblica como la libre circulación de las armas de fuego.

La lista suma y sigue. En Rusia, la supremacía de la iglesia ortodoxa ha conseguido que se impida la realización de las marchas por el orgullo gay y que se prohíban las malas palabras en la televisión. Sin embargo, en paralelo otras expresiones de fe se han visto asfixiadas e incluso ahogadas debido a la serie de legislaciones que favorecen a dicho credo, y que en muchos casos son peores que la situación que se vivía bajo el comunismo soviético. En Nicaragua, un gobierno de tendencia socialista y progresista ha procurado garantizar la preeminencia del catolicismo, lo cual ha derivado en la erradicación de la práctica del aborto, incluso el terapéutico, y a su vez en ciertas hostilidades hacia los evangélicos. Ni hablar de los territorios musulmanes, con sus leyes contra los homosexuales -algunas de las cuales los condenan a muerte- que se ya se querrían varios cristianos, justamente los que terminarían en el patíbulo si se pusieran a predicar allí. Eso es el nacionalismo. Una ideología con componentes comunes pero que aplicadas a la cada realidad, desemboca en prácticas tan parecidas como antagónicas. Y que ya por eso se opone al mensaje universal de buena nueva transmitido por Jesús.