domingo, 31 de julio de 2016

El Interés Por La Ciencia

Una reciente encuesta arrojó que al menos tres de cada cuatro chilenos desearía dominar más información científica, y se sentiría complacido si la recibe a través de la escuela o los medios masivos de comunicación. Datos que prendieron a los entusiastas de siempre, que se apresuraron en salir a aseverar que las masas populares no están tan concentradas en satisfacer las necesidades humanas más básicas como afirman algunos, y que muy por el contrario, se encontraría dispuestas a escuchar y aprenden en forma sistemática conocimientos considerados académicos, especializados y elitistas. Dichos optimistas, sin embargo, parece que no le prestaron atención al resto del sondeo, donde queda estipulado que muchos de esos compatriotas que muestran interés por los temas empíricos, igualmente creen en espíritus y seres mitológicos tanto nativos como importados, participan de modo muy comprometido en los ritos de la denominada religiosidad popular, y han acudido o visitan con frecuencia a adivinos, astrólogos y clarividentes.

La pregunta que surge a propósito de la totalidad de las cifras no se hace esperar. ¿Realmente el chileno medio está ansioso por saber de auténtica ciencia, o se halla más interesado en confirmar a través de algún método empírico sus supersticiones, tanto las más ancestrales como aquellas que ha asimilado en el último tiempo? Si echamos un vistazo a la televisión -abierta y de pago- notaremos que, aparte de la típica programación basura, o mejor dicho formando parte significativa de ésta, se encuentra plagada de magos de cartas, videntes y teóricos de la conspiración, que explican sus descabelladas propuestas con una convincente solemnidad académica, amparados en ciertos casos en títulos de educación superior o en simplemente en su trayectoria en los medios masivos de comunicación. Estas intervenciones significan una alta sintonía para los canales que les entregan espacio, y se tornan un comentario obligado en el trabajo, la escuela o las conversaciones callejeras al día siguiente. ¿Será esa la difusión científica que muchos esperan? ¿Y qué sucederá cuando se emitan programas que contradigan esas supercherías?

Unos cuantos números no se traducen en sentencias concluyentes. Nadie puede tener la certeza que tras ellos haya un interés genuino por la ciencia, o se oculte la intención de buscar un elemento que confirme la existencia del Chupacabras, de ovnis y extraterrestres no revelados o de mecanismos secretos para producir terremotos. Más aún: si un espacio de divulgación termina aclarando que cualquier de las tres especulaciones recién descritas finalmente es falsa, lo más probable es que el receptor se haga la idea de que los poderosos de costumbre le siguen escondiendo información, y precisamente por la misma justificación jamás confesada que tendrían quienes optan por la no difusión del saber: es más fácil controlar a los ignorantes. En varias ocasiones se ha dado esta situación de que las masas de gente están propensas a escuchar -y aceptar- lo que compruebe sus propios prejuicios. En tal sentido, quizá una buena cantidad de chilenos lo que en realidad clama es que las eminencias científicas y los experimentos confirmen sus propias supersticiones, ya que ahí en adelante no cabrá la opción de objetarlas. Y si acaece lo contrario -es decir, si los responsables son valientes o conservan el entusiasmo inicial que tuvieron al momento de interpretar las encuestas-, tal vez repitan lo obrado por sujetos en épocas pasadas, y califiquen a los mensajeros de escépticos enfermizos o incrédulos mentirosos (porque la verdad es que han sido acoquinados por quienes esperan que ciertas no se conozcan, los cuales además cuentan con poder suficiente para comprar y acallar conciencias).

Que se aclare que nadie está en contra de la divulgación científica. Personalmente no descarto la posibilidad de equivocarme y de que los chilenos sí demuestren un interés auténtico por lo empírico, incluso al punto de querer sacar definitivamente de circulación a esos charlatanes que pululan por los medios masivos de comunicación. Sin embargo, si finalmente ocurre lo que he pronosticado, es de esperar que quienes se atrevieron con el empirismo no desmayen en su intento y continúen divulgando su trabajo y el de sus colegas, que si se efectúa con un método pedagógico adecuado y acertado, es capaz de torcer mentalidades y en última instancia también acabar con las supercherías. Que sea ése el resultado más duradero de esta dichosa encuesta: dar a conocer al público masivo la verdadera ciencia, que lo puede llegar a sacar de la pobreza y el subdesarrollo, no sólo en términos económicos.





domingo, 17 de julio de 2016

De Las Balas A Los Neumáticos

A poco más de un mes del ataque a una disco gay en Orlando, un nuevo hecho sangriento atribuido al terrorismo islámico ha sacudido a Occidente, esta vez en la francesa ciudad de Niza. Un tunecino radicado hace años en el país galo arremetió con un camión por una avenida costera de esa urbe, donde una multitud aguardaba la concreción de un espectáculo pirotécnico organizado a causa del Día De La Toma De La Bastilla, marcha criminal que sólo se detuvo cuando los policías lo abatieron, y que deja, al menos hasta ahora, un saldo de ochenta y cuatro muertos, cifra que podría aumentar, debido a que hay varios heridos en riesgo vital.

Saco a colación ambos incidentes, porque es posible establecer un importante número de paralelismos entre ellos, no sólo por su proximidad cronológica. Tanto el atacante de Estados Unidos como el de Francia provenían de países con mayoría islámica, Afganistán y Túnez respectivamente, religión que además profesaban. Sin embargo, estaban asimilados en plenitud a la cultura de sus naciones adoptivas, e incluso su espiritualidad no era tan intensa. Más aún, el asesino del camión era escasamente observante e incluso los medios de comunicación descubrieron que ni siquiera había cumplido con las ordenanzas relativas al Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, y que equivalen a tomar los sacramentos en el caso de los católicos. Pero otros detalles los unen y poco o nada tienen que ver con la fe: los dos habían sido acusados por sus correspondientes esposas e hijos de violencia familiar y se encontraban en trámites de divorcio, no pedidos por ellos, lo cual los tenía sumidos en situaciones de inestabilidad mental. Quizá se pueda establecer una conexión entre estos antecedentes y el patriarcado y la participación de la mujer en el culto mahometano, llevados a los términos de la jefatura del hogar. No obstante, la lógica y un estudio apenas exhaustivo del islam más extremista arroja como conclusión que si estas personas se hubiesen decidido por aplicar sus visiones de la justicia divina, habrían optado por los llamados "crímenes de honor" en contra de quienes los denunciaron (y por lo tanto desobedecieron).

Tal vez alguna parte de la respuesta se encuentre en otro aspecto que la prensa francesa e internacional ha destacado en las últimas horas, que trata de la facilidad conque se otorgan licencias para conducir en ese país. En ciertas ocasiones basta un leve examen teórico y práctico -ambas cosas juntas- y al otro día de solicitarlo el interesado ya obtiene una licencia, incluso para operar vehículos de gran tonelaje. Con tales datos -si es que son plenamente fidedignos- el morbo que surge de comparar esta coyuntura con la ligereza con la cual se puede acceder a las armas de fuego en Estados Unidos -donde los permisos para conducir sólo se consiguen tras una serie de exigentes pruebas, que no todos aprueban- salta de modo tan inmediato como espontáneo. Sobre todo considerando que mientras el atacante de Orlando descargó un arma de asalto -impensable de obtener en el comercio regular de cualquier otro lugar en el primer mundo- el de Niza pasó a gran velocidad con un camión de carga. Si este tunecino hubiese residido en suelo norteamericano, lo más seguro es que jamás habría tocado el volante de un automóvil, pero sí habría obtenido una ametralladora con la que descargar su ira. En cambio, si el afgano de la discoteca hubiera vivido en tierras galas, tal vez nunca tendría a su disposición el más mísero revólver -y menos hallado empleo como guardia armado, aunque se tratase de un reservista militar-; mas con algo de dinero habría alquilado un motorizado personal de mediano tamaño y regado de sangre una marcha por el orgullo gay. Fuera de que ciertos consumidores de combustible fósil, como las cuatro por cuatro, son abundantes en Francia, o al menos eso atestiguan los filmes rodados allí.

Cuando Anders Behring cometió su masacre en la isla noruega de Utoya, muchos sostuvieron la tesis de que se trataba de un simple perturbado que explotó en el momento menos indicado. Con ello se dejaban de lado las motivaciones que lo impulsaron a protagonizar tal matanza, y que lo definían como un terrorista mezcla de cristiano, xenófobo y euro racista. Pues bien: los casos de Orlando y de Niza apuntan más bien a sujetos con desórdenes mentales, que justificaron su rabia con el trasfondo religioso, y a veces ni siquiera eso, sino que aprovecharon las circunstancias contingentes para llamar con mayor fuerza la atención. ¿Vamos a continuar despotricando contra el islam, o retomaremos el viejo discurso de la víctima de la sociedad? Lo segundo puede sonar a cliché de ingenuos o de interesados. Pero es preciso recordar que se ha usado recientemente.

domingo, 3 de julio de 2016

Karadima Olivera

No sólo conmoción causan las acusaciones de la atleta Érika Olivera en contra de su padrastro, el pastor evangélico Ricardo Olivera. Sino que también sorpresa. Pues la fondista siempre había denunciado el maltrato que a ella, sus hermanos y su madre les infringía el jefe de hogar, donde como es moneda de uso corriente en estos casos se incluían los castigos físicos (entre ellos, la obligación a realizar extenuantes ejercicios, que irónicamente fueron el antecedente de su transformación en deportista). Sin embargo, por primera vez añade la ocurrencia de abusos sexuales, en una confesión a la cual la denunciante le dio tal cariz, que a diferencia de entrevistas anteriores, no utiliza la palabra padre, por lo que recién ahora muchos nos enteramos de que su supuesto agresor no era su progenitor biológico.

Si los hechos que señala Érika son ciertos, entonces Olivera quedaría al mismo nivel que Fernando Karadima. Pues en varias iglesias evangélicas, sobre todo las más tradicionales, se profesa el principio de la preeminencia absoluta de los padres sobre los hijos, y la debida honra que éstos deben entregarles a aquellos -que va mucho más allá del simple respeto- lo que implica evitar cuestionar sus decisiones aunque se trate de las más absurdas imaginables o vayan en directo perjuicio de los demás componentes del hogar: pues el matrimonio y la familia serían instituciones divinas. Una postura que deja al jefe de la casa en una situación equivalente a la del sacerdote respecto de sus fieles y especialmente de sus discípulos escogidos cuando los hay. Tomando en cuenta que entre los reformados no cabe el celibato consagrado -a veces ni siquiera el celibato-, que la formación teológica de los pastores suele ser bastante inferior que la de los curas -cuando no estamos frente a autodidactas o derechamente legos- y que un ministro de un templo de barrio por causas obvias no tiene acceso al bagaje cultural que puede proveer una organización internacional como el catolicismo: tenemos que una de las mayores aspiraciones de un líder espiritual no romanista consiste en manejar una vivienda -al estilo de como lo propone Pablo en I Timoteo 3:4-5- y por ende donde más se manifiesta, o se debe manifestar su condición de maestro es sobre quienes moran allí dentro.

Muchos cuestionan a Érika por la cantidad de años que tardó en denunciar esto, y por el hecho de que se trate de una revelación por partes, donde queda la impresión de que la atleta agregó el asunto del abuso sexual con la finalidad de que la opinión pública se vuelque de manera decisiva contra su padre, a causa de la facilidad conque algunos asocian otras formas de maltrato infantil con disciplina familiar. Les anuncio a quienes opinan así, que los demás hijos de Ricardo Olivera, al menos, no suelen referirse a él de manera elogiosa, y más de uno está de parte de su hermana. Pero nuevamente podemos analizar el asunto en el marco de la preeminencia. Volviendo al asunto Karadima, sus acólitos callaron durante décadas -y varios todavía le son leales- producto de la estricta sumisión que le dedicaron a un emisario de la divinidad, ni más ni menos. Fuera de que siquiera en teoría se trataba de una entrega voluntaria; no una sujeción impuesta como ocurre al interior de un hogar. Además de que esos muchachos podían crear una red de defensa a través de sus parientes, amigos y cónyuges, que de preferencia pertenecían a los sectores acomodados. Cierto que el sacerdote también ostentaba un importante muro de protección (la iglesia católica por supuesto, y luego otros miembros de los estratos altos) que un pastor no sería capaz ni de soñar. Sin embargo, la afectada simplemente no encontraba a qué atenerse, por acaecer las agresiones dentro de su casa, por lo que al final se trataba de una reproducción a escala de lo obrado por cualquier cura malicioso. Aparte de que el sujeto era líder de una congregación, lo que volvía la coyuntura de la fondista todavía más miserable.

No faltarán quienes digan que se trató de un único caso, a diferencia del mencionado Karadima o de Marcial Maciel. A quien justifique las cosas con ese argumento, deberían encarcelarlo por cómplice de violación. Simplemente, Ricardo Olivera sólo abusó de una persona porque no contaba con el suficiente poder para dar rienda suelta a sus perversiones con más seres humanos. Por otro lado, algunos le recordarán a este servidor que él mismo ha defendido la tesis de que siempre será menos fácil para un pastor que para un cura cometer estas atrocidades, porque no tiene una organización tan importante que le cuide las espaldas. Debo reconocer que aquí, al menos parcialmente, se da una excepción a aquella explicación. Al tratarse de una situación individual, acometida por el ministro de una comunidad arrabalera, que probablemente -no lo sé con certeza- sea autocéfala, y en en el mejor de los casos integrante de una de las tantas congregaciones evangélicas sin relevancia que pululan en Chile y que por ende no despierta ni ofrece interés, este sujeto pudo llevar adelante sus abominaciones sin provocar sospecha ni temor a que un medio informativo lo apunte con el dedo. Y de no ser la víctima alguien con cierta fama, quizá jamás nos habríamos enterado y este tipejo sólo habría sido recordado como un gran líder entre quienes oyeron sus sermones. Por eso los evangélicos debemos presionar para que se retire de sus labores eclesiásticas y si todo resulta verdadero, condenarlo de idéntico modo como se hace con la homosexualidad, el aborto o el libertinaje. Que se trate de un pobre diablo no significa que no se le deba reconocer como un demonio