miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Terquedad de los Sacerdotes

Si bien algunas actitudes de los curas todavía pueden dar origen a un tenue debate, otras no resisten el más mínimo análisis: simplemente, son insanas y enfermizas. Y en este último calificativo, bien que caen las recientes declaraciones del pleno de la Conferencia Episcopal, en donde sus integrantes expresan su rechazo, antes siquiera de oír explicaciones, a la petición de una madre que solicita terminar con su embarazo, pues el feto que lleva en su vientre no sólo es inviable, sino que le está provocando un tumor maligno que de no ser tratado a tiempo -antes de culminar el periodo normal de gestación- puede derivar en un cáncer incurable. Lo hacen recurriendo a su modus operandi clásico: con declaraciones intolerantes y condenatorias, individualizando a la mujer en cuestión y a quienes han salido en su apoyo; pero con esa voz suave, mezcla de anciano desvalido y padrino de la mafia, capaz de provocar empatía y hasta compasión en una parte de quienes los escuchan. Todo esto, en el marco de una coyuntura donde vuelven a aflorar casos de pedofilia, como si se tratara de la pesadilla de un traumado. Que sin embargo, ahora los purpurados pueden arrastrar a un segundo plano, gracias a la más reciente polémica. En resumen, de nuevo coinciden las dos mayores obsesiones sexuales del romanismo, que desde un punto de partida opuesto, llevan a sus representantes más conspicuos a manifestar las mismas aberraciones de los sicópatas.

Primero, hay que dejar en claro que este artículo no pretende efectuar una apología del aborto libre, ni siquiera del aborto en general. Por lo demás, esa conducta muchas veces implica una actitud supremacista de parte de las mujeres que la defienden. No obstante, tomar esa decisión en casos de violación, o en las situaciones terapéuticas o eugenésicas, no sólo es legítima, sino que absolutamente recomendable. Y en los dos últimos factores, de carácter médico, hasta puede transformarse en urgente, por ejemplo en los llamados embarazos tubáricos o los fetos que ocasionan mola: en ambas emergencias, se sabe de antemano que el bebé no sobrevivirá, y que lo único que se conseguirá con la prolongación de la gestación es poner en riesgo además la vida de la madre. La cual puede tener otros hijos, a quienes dejará huérfanos. O, si al final consigue superar el trance -lo menos probable-, quedar estéril, e incapaz de cumplir con un mandato esencial de acuerdo a la mentalidad del catolicismo. Es lo que está ocurriendo con la señora de marras y las dificultades que le acarrea su preñez, un asunto donde los curas hacen todo lo que está a su alcance para convertir el feliz momento del alumbramiento en un relato terrorífico, yendo incluso en contra de las promesas que les han augurado a quienes optan por dejar descendencia.

Pero detrás de toda esta reyerta innecesaria, se esconde un elemeto que debería hacer reflexionar a los sacerdotes. Quienes al obrar de esta manera, están poniendo en jaque el mismísimo derecho a la vida, que ellos consideran el más fundamental de todos: de hecho es por su preminencia que se oponen al aborto. No se lo niegan al feto que todos saben no sobrevivirá, sino a la mujer que requiere de un tratamiento médico para salvarse. Y sólo por el afán de perseverar en una ideología, tal como antaño ocurrió en los regímenes comunistas y totalitarios que los curas tanto desprecian. Aseguran que la testarudez de esos gobernantes acabó en la muerte de millones de personas. ¿Y ellos, no estarán dando muestras de una terquedad fatal, antesala de la aniquilación masiva?. Pues estamos en presencia de un caso notorio en el cual los principios atentan contra la vida de una persona humana.

Por fortuna para la apremiada mujer, y contrario a lo que todos piensan, en Chile se pueden efectuar estas intervenciones. Se les conoce con el eufemismo de "interrupciones del embarazo". Justamente la definición del término aborto, que producto de la legislación vigente es innombrable. Y se han llevado a cabo incluso en épocas recientes. Al menos los médicos mienten en favor de salvar vidas. Los curas sólo falsean la realidad cuando les conviene, y por eso no nos dejamos de sorprender con los engaños que a diario les son descubiertos.

martes, 21 de diciembre de 2010

Vital Elemento Para Los Millonarios

Recuerdo, cuando cursaba tanto la enseñanza básica como la media, a todos mis profesores -la mayoría muy buenos y sólo unos pocos no tanto-, insistir al unísono en la ventaja incontrarrestable de obtener energía a través de las represas y sus turbinas. Debe ser porque provengo de una región, el Maule, donde esta clase de construcciones se ha introducido en la mentalidad local. De hecho, la primera vez que escuché esa monserga fue por 1983, cuando la obra gruesa de Colbún Machicura, que por mucho tiempo fue la central de generación de electricidad hídrica más grande del país, se hallaba en su fase de terminación. Por esos años no había elecciones periódicas ni libertad de expresión, por lo que si al gobierno de turno le daba por un introducir un discurso en favor del progreso, podía hacerlo con la seguridad de que ni siquiera se asomaría una contraparte. Y si bien por entonces se empezaba a articular un núcleo opositor, había prioridades más urgentes que la cuestión ecológica.

Crecí con esa idea -que además defendí en disertaciones y trabajos del colegio- y la mantuve con bastante firmeza hasta los primeros años de la universidad. Un nuevo portento hidroeléctrico sito en la precordillera del Maule, la central Pehuenche, ayudó a reforzarla. Eso, hasta que llegó a aquel fatídico 1995, cuando se anunció la construcción de los complejos Rauco y Pangue, en el Alto Bío-Bío. De pronto, aparecían a vista y paciencia de todo el mundo, factores que de una plumada derrumbaban el inmenso castillo que había edificado durante mi infancia y adolescencia. Verdaderos atentados al entorno natural, a través de actitudes peligrosas incluso para el desarrollo humano, como el desvío de un río que por milenios circulaba por el mismo lugar, y la creación de cinco enormes lagos artificiales, capaces de alterar para siempre y de manera nefasta ciclos esenciales para el desarrollo de la vida, como la lluvia y los deshielos. Además de eso, decisiones que afectarían de forma decisiva y traumática a las comunidades rurales e indígenas que poblaban el sector que se planeaba inundar, cuyas costumbres pueden ser objetables; pero eso no significa que deban ser avasalladas por quienes se sienten más "civilizados". Prácticas que se están reproduciendo en el llamado "proyecto Hidroaysén", sólo que a mayor escala, por la cantidad de centrales que se pretende estacionar y el tamaño de sus tranques.

El recurso hídrico es el que menos aporta a la generación de electricidad (5% del total mundial), y es además el que más gastos provoca tanto en la proyección y construcción de las centrales (represas, turbinas, demarcación de los lagos) como en su mantención. Sin contar que su nivel de producción está sujeto a los vaivenes del clima (que suele modificarse drásticamente con la creación de estos embalses), y que la vida útil de los recintos es relativamente corta (poco más de cien años, debido a los sedimentos que se acumulan en los fondos acuáticos, hecho que se acentúa de manera dramática en los pretiles artificiales, condicionando su existencia a no más de dos siglos). Su utilidad, entonces, estaría dada por la cantidad de obreros que se necesitan tanto para levantar estas moles como para asegurar su funcionamiento constante, lo cual aleja, al menos de modo parcial, el problema de la cesantía. Pero esa coyuntura es la puerta de entrada al aspecto que explica la cuestión casi en su totalidad: la especulación financiera. Pues al contar con un sistema energético caro, que además no asegura un flujo sostenido, y cuya fecha de caducidad es próxima, las compañías puede sentirse con la atribución de alzar los costes cuando se les plazca y arguyendo un subterfugio inverosímil. Algo que ya ha sucedido en Chile, en los más recientes periodos de sequía. Y donde las empresas responsables, ante las inquietudes de los usuarios, responden solicitando permiso para nuevas inversiones, transformando el río revuelto -valga la ironía- en un círculo vicioso donde los únicos que ganan son los empresarios.

Tal como reza el comercial de Hidroaysén, es imprescindible explorar todas las formas de generación de energía posibles sin descartar ninguna. Pero ahí no se dice que el recurso hídrico corre con ventaja. Por el poder económico de los propietarios de las empresas -lo cual les permite justamente montar un inconmesurable despliegue comunicacional- y la educación que muchos hemos recibido a partir de la enseñanza elemental. Dos elementos que tienden a crear una imagen de la energía hidroeléctrica como una cosa limpia y en armonía con el medio ambiente. Y con el paso del tiempo me he dado cuenta que es una majadería que trasciende a la región del Maule. Lo que a la larga, lleva a inclinarse por esa fuente de producción y, desde el punto de partida contrario, desechar las demás alternativas. Algo que desean los dueños de estas auténticas fortunas, para aumentarlas aún más a costa de los trabajadores y los usuarios.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Detener Para Humillar

La indignación que produce el trato vejatorio por parte de Carabineros a un detenido mientras lo trasladan en un vehículo policial hasta la comisaría, por supuesto que sólo puede provocar indignación. Pero no por el hecho en sí, o porque se tenga la idea preconcebida de que la policía está para resguardar la seguridad de los ciudadanos más débiles y honestos. De hecho, cualquiera que cuente con el más mínimo conocimiento de cómo funciona la vida en las calles, sabe que existe la posibilidad de que los agentes abusen de los civiles que han arrestado, gracias al amparo que les otorga la legislación. Por lo que tal bochorno debe ocurrir a diario y también en este momento. Ello, a pesar de la cara de asombro que colocan los lectores de los noticiarios televisivos cada vez que repiten la grabación registrada por un teléfono móvil, en una extraña mezcla de hipocresía e ingenuidad.

Sin embargo, ¿es posible dar otras explicaciones de la conducta de los funcionarios policiales, aparte de las que son citadas hasta el hartazgo (protección legal y judicial, escaso nivel intelectual y cognitivo de los involucrados)? La verdad es que sí, en especial porque si hay sujetos que reúnen en un solo cuerpo los peores rasgos de una sociedad, ésos son los carabineros. Primero, está esa paranoia irracional e injustificable que la delincuencia provoca en los chilenos: al menos en los que poseen un cierto caudal económico o algún cargo político de votación popular. Y que las estadísticas han demostrado que es una preocupación absurda al nivel del ridículo. Tal situación ha dotado a los agentes públicos de una aura que los ha transformado en intocables, con todas las consecuencias que eso acarrea: penas especiales para quienes intentan agredirlos, credibilidad parcial a su favor en caso de conflictos, permisividad exagerada al momento de contener a manifestantes o a grupos exaltados. Además de aumento constante y sostenido de la dotación, que es surtida por los sectores de bajos ingresos, los mismos desde donde, según las encuestas que revelan la mencionada paranoia, provienen los malhechores.

Entonces podemos extraer una curiosa conclusión. El número de policías es excesivo para la cantidad de atracos que se suscitan en el país. Lo cual conlleva a imaginar que estamos repletos de funcionarios ociosos cuya única actividad es engordar en los cuarteles (lo último, comprobable con espantosa facilidad). Y que de puro aburrimiento -aparte de la impunidad- caen en la tentación de cometer fechorías o de entrometerse en redes que rozan lo ilegal. En este contexto, hace unos meses, otro reportaje televisivo mostró imágenes de carabineros que ejercían en una plácida localidad de la zona central, quienes motivados por la abulia, organizaban orgías en las cuales se paseaban a campo traviesa desnudos o con las vestimentas de las mujeres que invitaban al retén. Los que ahora han salido a la palestra, de seguro andaban buscando una fuente de entretención; y ansiosos por demostrar su poder -que temían se diluiría por la ausencia de maleantes- escogieron a un pobre hombre de mediana edad, adicto a las drogas y habitante de un barrio muy malafamado, para canalizar sus intenciones más viles. Alguien que sabían no les iba a oponer resistencia. Porque los indoctos y los bravucones sólo pueden hallar diversión en el más débil.

De una vez por todas salgamos a decirlo con la mayor fuerza. En Chile la delincuencia no es ningún problema, y cualquier discurso que propuge la tesis contraria sólo se puede tachar de irresponsable. Carabineros, al contrario de lo que se afirma en su himno, no corre tras el bandolero. Y no sólo porque los funcionarios sufran de sobrepeso. Su labor siempre ha sido contener la protesta social y la prueba de ello es la violencia con que disuelven las manifestaciones reivindicativas, mientras se muestran incapaces de retener a un caco común. El llamado "combate a la delincuencia" contiene elementos reaccionarios, clasistas y prejuiciosos, que tienden a calificar de maleante a todo aquel que sea pobre o exprese un pensamiento más o menos heterodoxo respecto al sistema político, económico y social. Que mira al pueblo con recelo, en definitiva. Aunque necesite a ese mismo pueblo para solventar su ideología, a entender por la extracción de los policías. La única forma que un ciudadano pedestre tiene de salvarse: volverse agente y así demostrar lealtad al patrón golpeando y torturando a sus propios hermanos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Morir Antes de Ser Libre

La muerte de ochenta y tres reos en un incendio en la sobrepoblada y hacinada cárcel de San Miguel, más allá de la conmoción que puede provocar en la opinión pública, no es sino la muestra más extrema, pero por lo mismo más nítida, de la política penitenciaria chilena. Ésa donde lo único que puede salvar a la nación es encerrar a todo aquel que tenga cara, ideas o condición social de sospechoso: en resumidas cuentas, el que es pobre, viste de una manera informal o expresa de tarde en tarde su descontento con el sistema social y económico imperante. Emergencia mesiánica que se ha traducido en la promulgación de absurdas leyes punitivas en las últimas dos décadas de democracia, y especialmente a partir del año 2000, como la persecución al pequeño narcotráfico -que casi siempre no pasa de ser un insignificante consumo de drogas-, a la venta de discos piratas o a quienes manipulan fuegos artificiales. Que, hasta cierto punto, vienen a remplazar a los apremios contra disidentes en la época de la dictadura militar, además de determinados resabios que siguieron bastante más allá de su finalización, como la detención por sospecha. Incluso, ciertos atributos que las policían han venido adquiriendo con el tiempo, pueden compararse a los secuestros y reclusiones sin juicio llevadas a cabo por agentes de la tiranía.

Fuera de que también ha develado, de una manera trágica pero previsible, la orientación clasista que conduce al aparato judicial y penal chileno, incluso en la situación interna de los presos. Pues la cárcel siniestrada -que el mismo presidente calificó como inhumana-, y en particular el pabellón donde acaeció la catástrofe, estaba ocupado por reos de baja peligrosidad o que habían sido atrapados por primera vez, quienes vivían amontonados en un espacio muy reducido, propensos a generar incidentes violentos -riñas, motines- por disputar unos cuantos metros, lo cual siempre acaba en situaciones delicadas como la que se sucedió ahora. Es decir no eran de esos criminales que cometen delitos "de alta connotación social" como homicidios, violaciones o asaltos agresivos a viviendas particulares. En cambio, habían infringido alguna de las inefables prohibiciones descritas en el párrafo anterior, o se habían visto envueltos en quebrantamientos de poca monta que -en base a la tendencia al encierro imperante- en el último tiempo empezaron a ser sancionados con mayor celo. Y que por ende no necesitaban medidas adicionales de seguridad, como permanecer retenido en una celda más amplia y con un número más alto de guardias a fin de evitar la fuga o el suicidio, pero que en casos de emergencia son muy útiles para preservar la integridad física del custodiado. De hecho, a los malhechores tildados de sicópatas, asesinos múltiples o desquiciados sexuales, por esos mismos ítemes, a veces se les reserva un piso entero en algún reciento, aumentando el hacinamiento y el descontento entre los demás habitantes.

Entonces, de cierta manera y en clave negativa, los delincuentes más infames pasan a ser los más importantes cuando caen a prisión, ocasionando la paradoja de que se transforman en una joya que requiere más cuidado, mientras sus compañeros que son simples monreros o vendedores de material fonográfico falsificado, por pertenecer al montón y no destacar en la prensa -en este caso en la crónica roja- son en un sentido menospreciados y apenas se les otorgan los servicios elementales. Ante la ausencia de fortuna pecuniaria, la fama se transforma en un factor que llama la atención. Y en un lugar donde aparecer en televisión puede significar la línea entre la eterna miseria y una gloria que puede extenderse más allá de los quince minutos, los peores criminales pueden valerse de la condena social y revertirla como un triunfo mediático. Hasta en el más repugnante de los desprecios cabe un toque de diferenciación si uno se desenvuelve en un país donde el éxito y la competencia inmisericorde -que motivan la delincuencia- son antecedentes que sirven incluso para catalogar a
una persona de buena o mala. En consecuencia, estos casos causan una admiración en forma inversa. También entre sus custodios, que los vigilan con especial celeridad.

No sólo el pobre o el débil es la víctima más frecuente del armatoste judicial. Pues éste, si ha sido atrapado en sus redes, tiende a sufrir una doble discriminación tratándose de un reo de poca monta. Tal vez, lo acontecido en San Miguel revierta la situación y provoque una conmiseración entre la sociedad y aquellos a quienes odia. Aunque eso se vislumbra difícil, pues no pocos han aseverado que lo padecido por estos reclusos es un justo castigo. Además de que las autoridades ya han prometido construir mejores cárceles, lo que debe leerse por "más", ya que pese a los anuncios, nunca se cierran los agujeros que se supone ya están remplazados. Si le han puesto énfasis en la rehabilitación, bueno sería que creasen colonias penales de trabajo, en sectores medianamente apartadas de la cordillera o el litoral. Son más baratas y a la larga generan ganancias, pues los internos están produciendo. Pero como este gobierno insiste hasta el cansancio con la fortaleza como dote de mando, parece muy difícil que tome una iniciativa que en la mentalidad de sus funcionarios es sinónimo de cobardía.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Proteger a las Masas de Hierro

Parece que cada vez que se ataca a un carabinero la ciudadanía debe temer. Pero no a una mayor violencia de parte de los delincuentes, sino a los virtuales endurecimientos de penas que las autoridades aprovechan de anunciar como respuesta a estos incidentes. Y cuando estos días, la prensa informa con celeridad de la agresión a un policía uniformado de parte de un ebrio -quien casi le cercenó el gaznate con un cuchillo; y aunque no lo mató, su acción forzó a que en el hospital el agente sea conectado a un respirador mecánico-, las reacciones acaloradas de todos los sectores políticos no se dejaron esperar. De hecho el propio ministro del interior anticipó el envío, precisamente, de un proyecto de ley que aumenta las condenas para quienes maltraten a los abnegados y temerarios representantes de la llamada fuerza pública. Como si no bastara con el ordenamiento vigente, que protege a estos sujetos incluso cuando son ellos los que cometen abusos (lo cual se da en la mayoría de las ocasiones), dándoles el amparo hasta de la infame justicia militar.

Desde luego que la labor de los policías es importante dentro de la sociedad. Y por supuesto, asesinar a uno no debe salir gratis. Fuera de que es un cierto tipo de delincuente el que tiene la osadía de enfrentarse a ellos. No sé si el más peligroso, pero sí uno con determinación a la hora de conseguir sus propósitos. Sin embargo, a renglón seguido notamos que el agente de seguridad cuenta con varias ventajas al momento de repeler a un caco, las cuales no posee el resto de los ciudadanos. Primero, está físicamente protegido con escudos, ropas a prueba de balas y artilugios blindados, como cascos, canilleras y rodilleras. Luego, dispone de su arma de servicio que se le ha entregado después de un entrenamiento formal e impulsado por el Estado, lo cual será siempre será más conveniente frente a un malhechor que sólo cuenta con preparación irregular y autodidacta. Y en última instancia cuenta con el cuerpo legal que por definición tiende a creerle a él. Es, finalmente, una persona con acabados conocimientos en lo que administración de la violencia se refiere, y que además es el único autorizado para ejercerla, aunque sólo sea en una coyuntura específica. Por ende, un tipo que se puede defender y que no necesita de consideraciones especiales que rocen con derechos fundamentales de los demás individuos. Más racional y más justo, es aumentar las penalizaciones contra aquellos que agredan a niños, ancianos o minusválidos, o bien incentivan la discriminación hacia quienes pertenecen a una minoría, ya fuere social, racial o sexual. Aspectos éstos, en los cuales estamos fallando en Chile, pues a pesar de haberse puesto en el tapete, por ejemplo el abuso infantil en ciertas ocasiones le reporta al victimario menos de cinco años de cárcel.

La cuestión además no resiste ningún análisis. Si a un carabinero o un detective lo matan simplemente es por tonto. El tipo cuenta con todas las herramientas que le permiten ganar esta clase de combates, incluso después de fallecer. Por eso es incorrecto hablar de héroe cuando un policía es asesinado mientras trata de impedir un asalto. Mártir quizá. Pero de todas maneras, uno del montón, indeseable, ya que no debiera existir si atendemos a las atribuciones que se desprenden de su trabajo. Es un obrero mediocre, para expresarlo con palabras sencillas. Y continuar blindándolo, ya con normativas que se tornan preocupantes por sus características, no es sino una estrategia para esconder su ineficiencia. Al respecto, cabe recordar que la labor más notoria de los carabineros no es frenar un atraco, sino reprimir las protestas callejeras, en lo que se suele denominar "mantención del orden público". La sensación que siempre despiertan en la población, es que son muy eficaces a la hora de golpear a manifestantes que sólo tienen la intención de expresar sus puntos de vista, mientras son sobrepasados por los criminales más peligrosos, antes quienes responden con vergonzosa cobardía.

A Carabineros se le dota cada año de vehículos más nuevos y más potentes, ya se trate de automóviles -para las patrullas-, tanquetas, helicópteros o trajes blindados. Son además una policía con preparación militar. La verdad es que ninguno de ellos debería acabar muerto o herido de gravedad en un enfrentamiento con delincuentes. Y si suele ocurrir lo contrario, algo está fallando al interior de la institución. Por eso lo que corresponde es revisar su estructura interna, en lugar de dirigir la mirada inquisidora contra los ciudadanos pedestres que recurren a sus miembros y que por ende no tienen la intención de causarles daño. Más aún: muchos homicidos a agentes de seguridad en actos de servicio, guardan una estrecha relación con la calidad del material que emplean en su protección. Nada de esto se podrá solucionar construyendo una suerte de casta intocable -que no es y jamás será la más alta-, que en lugar de defender a los débiles, los trate como enemigos y seres inferiores, que para el caso es lo mismo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Estado Que Nadie Quiere

Uno puede estar en desacuerdo con el régimen vigente en la RPD Corea. Puede reprobar, con argumentos atendibles, su actuación en materia tanto de política interna como internacional. Incluso puede opinar de manera apresurada y afirmar, con el dedo acusatorio de quien trata de pasar por adalid de la democracia y los derechos humanos, que allí se vive una dictadura atroz, mantenida por una auténtica dinastía informal. Pero lo que no se debe hacer es alentar los impulsos imperialistas de Estados Unidos, que ya sabemos de sobra en lo que acaban. No al menos, sin antes conocer la totalidad de las causas que llevan a una situación de tensión y por ende a una amenaza de guerra. Justamente, para evitar que dicho evento se produzca. Y eso es válido también para el caso de un incidente tan grave como el acaecido en estos días, donde las autoridades de ese país comunista bombardearon una isla de su vecino del sur, de tradición republicana -que en el pasado albergó sus propias tiranías, aquí de carácter derechista, que no dejaron por eso de cometer atropellos- y aliado incondicional de los norteamericanos. Precisamente por lo que se ha venido afirmado hasta acá, ya que después de todo, la acción bélica responde a una provocación: los constantes y agresivos ataques verbales que el presidente de la R. Corea ha escupido contra su par norcoreano, que se han retroalimentado de una fuerte y exagerada campaña diplomática, y de acciones poco deseables como los próximos ejercicios militares conjuntos que se llevarán a cabo cerca de la zona fronteriza, precisamente con la federación yanqui.

Está de más reiterar que la península de Corea, en términos técnicos, permanece en guerra a pesar de que las hostilidades armadas en ese lugar del mundo cesaron en 1953, pues eso se consiguió con una tregua, un tipo de acuerdo que por definición es momentáneo, y no con un tratado, que sí tiene un carácter conclusivo. La idea en las mentes de los líderes internacionales que ayudaron a la firma de esa pacificación transitoria, era que un futuro no muy lejano ambas entidades se unificaran y siguieran la lógica del Estado nacional. Pero ese enfrentamiento significó el punto de partida de la llamada Guerra Fría, y las dos potencias imperantes de entonces, la Unión Soviética y Estados Unidos, desplegaron todos sus esfuerzos en proteger a su correspondiente aliado. Pasaron casi cuarenta años, y cayó el muro de Berlín y el comunismo se desmembró. En Europa aconteció la mal denominada reunificación alemana, pues en realidad la RDA, sin una metrópoli que la cobijara, terminó siendo absorbida por la antigua RFA, que expandió sus propios estatutos jurídicos al nuevo territorio. Algún tiempo después, en el Medio Oriente, Yemen Árabe y Yemen Democrático imitaron el ejemplo germano y se fusionaron, a pesar de que no había un antecedente sólido acerca de un Yemen único, e incluso las dos estructuras se independizaron en forma separada. Faltaba entonces el aporte del Sudeste Asiático. Y como se trataba de una región muy emblemática, y los coreanos del norte habían apoyado al bando perdedor, la lógica indicaba que el régimen estalinista debía rendirse y aceptar una auténtica anexión a sus antiguos rivales quienes, además, se acercaban más al principio del Estado-nación, muy alejados de una construcción ideológica y en seguida ajena a la naturaleza del hombre (un factor de peso en la cultura oriental, por lo demás) que se ofrecía al otro lado del paralelo 38.

Un pensamiento que no repara en una consideración nada desdeñable. En este ya medio siglo y fracción de historia, la RPD Corea ha sido capaz de crear una conciencia de territorio soberano, lo cual le permite exigir a la comunidad internacional y a sus símiles étnicos del sur, el derecho a existir como país viable y respetable. Por desgracia, el manido concepto del Estado nacional, que ha ocasionado tantos sinsabores en otras latitudes (transformándose, por la testarudez de sus defensores, muchas veces en "Estado fallido"), no permite que se obre de acuerdo a lo que se desprende del análisis más elemental: que hay dos países con el potencial de asumir el nombre Corea. Hay que admintir que un Estado puede ser religioso, ideológico o incluso comercial, y ejemplos a nivel mundial abundan: Vaticano, Pakistán, Mónaco, Brunéi, por citar algunos. Fuera de que, si un gobierno o una sucesión de mandatos consigue crear un sentimiento de pertenencia entre sus ciudadanos, entonces bien puede pasar como nación. De hecho, retomando lo sucedido en Alemania, ahora mismo conviven en Europa otros dos Estados germánicos: Austria y Liechtenstain, a quienes es posible añadir la zona de habla teutona de Bélgica y los cantones alamánicos de Suiza (todas entidades que gozan de amplia autonomía). Pero aún: los habitantes de la extinta RDA se sienten extranjeros en el orden actual y continúan corriendo por aguas paralelas a los antiguos occidentales. Las purgas hacia la RPD Corea en realidad surgen al confudir los vocablos nación y nacionalismo, esto último bien asimilado en el sur, producto de las cruentas dictaduras de dicho signo mencionadas anteriormente, y que cometieron atrocidades sobre las cuales los estadounidenses supieron hacer la vista gorda.

Desde luego que aquí se puede esconder una intención de los dragones mercantilistas sudcoreanos -y de paso, de las sanguijuelas empresariales norteamericanas-, por apoderarse de un territorio que les ofrece una buena cantidad de consumidores, ávidos de adquirir lo que siempre falta en un régimen comunista. Pero para Estados Unidos hay una motivación adicional: su crisis económica -que lo tiene al borde de perder su hegemonía mundial- y el desprestigio popular que está enfrentando su presidente Barack Obama. Y aquí cabe una elucubración muy interesante: mientras ellos son aliados de la R. Corea, la RPD Corea mantiene lo propio con China, precisamente el país que le está quitando su lugar a los gringos. Una situación que se asemeja a la experimentada en la época de la Gran Depresión, cuando los nazis, los fascistas y los japoneses recuperaron la estabilidad que los norteamericanos no podían conseguir. Hasta que acaeció el ataque a Pearl Harbour, que justificó la entrada de los EUA a la Segunda Guerra Mundial, que significó un empuje definitivo gracias al auge de la industria bélica. Se aniquiló a Hitler basándose en su concepción de los judíos, siendo que los yanquis eran casi tan antisemitas e incluso tenían fluidos contactos con el Tercer Reich. Hoy se da una coyuntura similar: China es una tiranía sanguinaria, y la India, la otra gran esperanza financiera, ha optado por solidificar su sistema de castas más allá de las elecciones periódicas. No vaya a ser que estos admirables gigantes asiáticos se tornen de la noche a la mañana en monstruos que es urgente borrar de los mapas.

jueves, 18 de noviembre de 2010

La Revancha del Feminismo Fascista

Son curiosas las aparentes contradicciones que se dan entre la reciente campaña publicitaria desplegada por el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), y el rechazo que entre algunas féminas provocan las políticas prácticas que la actual administración derechista pretende implantar en esa repartición pública. En el primer caso, nos encontramos con un grupo de anuncios televisivos que sanciona de manera clara y contundente ciertas odiosas conductas de dominación masculina en la relación conyugal -agresiones verbales y físicas contra la pareja, rechazo a la posibilidad que ésta se incorpore al campo laboral-, recurriendo sin tapujos al insulto y al estereotipo -se trata a los varones, en términos generales y con escasos escrúpulos, de maricones y cavernarios, de acuerdo al caso respectivo-. Sin embargo, al reverso tenemos a una institución criticada por quienes han abordado dichas problemáticas en los últimos años, ya que estaría tomando medidas que según su opinión, serían contraproducentes. Por ejemplo, la propuesta de admitir en las casas de acogida para mujeres golpeadas a sus propios agresores, algo que ya se ha intentado en el pasado con resultados nefastos. Además de la insistencia en orientar el tratamiento de lo femenino en el marco de una visión conservadora y reaccionaria deudora del más recalcitrante tradicionalismo católico, lo cual se traduce en la concepción de la mujer como una esposa subyugada cuya prioridad esencial e irrenunciable debe ser la procreación.

Ignoro si estos comerciales fueron planificados en la legislatura anterior o si han sido diseñados y ejecutado bajo la orden del actual gobierno. De ser la primera opción, no se puede negar que al menos se intentó dar un giro novedoso a través de un tímido cambio de actitud. No obstante, dicha conducta no representa una ruptura con respecto a lo que venía ofreciendo el SERNAM en épocas recientes, entusiasmadas y envalentonadas sus dirigentes, por el hecho de que el 2006 una mujer accedió a la presidencia de la república. Cabe recordar que la anterior ministro, Laura Albornoz, intervino de manera enérgica el 2009 para impedir la difusión de otra campaña publicitaria de origen estatal, ahora emanada desde el Instituto Nacional de la Juventud con el propósito de incentivar a los jóvenes a inscribirse en los registros electorales y de ese modo ejercer su derecho a sufragio, porque en un afiche aparecía una recepcionista de un "café con piernas" con la vestimenta de trabajo que usan las empleadas de tales sitios. Lo cual logró, pues los aludidos, por órdenes superiores, se vieron obligados a retirar no sólo el vapuleado cartel, sino todo el material de la mentada campaña. Antes, la misma persona había intentado frenar la divulgación en televisión de la propaganda de una cerveza, por considerar también que degradaba a su género, aunque esa vez no tuvo éxito (se trataba de una empresa privada). Por ende, estamos en presencia de unos niveles de agresividad que ya cuentan con antecedentes. Ahora, si los mensajes son única responsabilidad de quienes asumieron a principios del 2010, la verdad es que no presentan ninguna diferencia con la conducta clásica de los conservadores criollos: tendencia a señalar con el dedo a quien de acuerdo a su criterio lo hace mal, preocupación por el castigo antes que la rehabilitación, condena lapidaria e irrefutable mediante el uso del escupitajo y la humillación.

Porque si bien los comerciales pueden tener un dejo humorístico -mecanismo que en determinadas ocasiones es más eficaz al momento de apabullar que la corrección seria y airada-, no por ello dejan de mostrar una intención de desacreditar al otro valiéndose de la discriminación en base a prejuicios y frases clichés semejantes a los vituperios racistas. Pues, y no es necesario ser un erudito para cuenta, todos sabemos que cuando una mujer trata a un hombre de troglodita o maricón, es equivalente a que un blanco llame mono a un negro. No se trata de una reacción desesperada de orgullo fálico ante un feminismo desatado. Sino de recordar que esos vocablos existen casi desde que se inventó el lenguaje y son empleados de manera irreflexiva en medio de acaloradas discusiones con el propósito de denostar al oponente y así quitarse un peso de encima. Quizá por temor a que se les responda con esos argumentos, es que los creadores de tales mensajes han optado que varones integrantes de la farándula sean quienes arrojen los insultos en la tanda televisiva (uno de ellos, homosexual confeso y que ha sabido sacar réditos de ello). De acuerdo: la violencia conyugal es inaceptable y debe ser detenida con la mayor dedicación posible. Pero la insistencia de trapear el suelo con el caído -muy propia de los reaccionarios atrincherados en el integrismo religioso-, aparte de que se contrapone con algunos proyectos mencionados en el primer párrafo, revela una búsqueda morbosa e irracional por el encarcelamiento y el castigo más insufrible, propio de aquellos que piensan que sus gobernados son una manada incapaz de controlar sus impulsos y que por ende necesitan un látigo que los enriele constantemente.

No faltará quien, analizando las características del actual presidente, afirme que estos comerciales constituyen una estrategia distractiva que pretende ocultar a la opinión pública las auténticas intenciones de las autoridades conservadores respecto del SERNAM y las políticas dirigidas hacia la mujer. Podría ser y existen pruebas en las cuales apoyar esta tesis. Sin embargo, en realidad las conductas que observamos en torno al tema dejan, como primera conclusión, que el ejecutivo sólo está mostrando una de las tantas facetas de su ideología. Populista y simpática si se quiere, pero que se condice a rajatabla con su concepción conservadora de la sociedad. Y que incluye la desfachatez de utilizar a las propias féminas para cumplir sus objetivos, de la misma manera que las convierten en sujetos de procreación o en muñecas de vitrina. Todo, con el fin de sumir a damas y varones bajo su aplanadora, para exprimirlos y quedarse ellos con los beneficios.

viernes, 12 de noviembre de 2010

El Toro Contra España

No han faltado quienes han llegado a justificar las inaceptables declaraciones de Joseph Ratzinger en su reciente visita a España. Valiéndose, para su defensa del papa, de argumentos rebuscados que intentan presentar como sesudos y convincentes. Y que, si los comparamos con incidentes anteriores protagonizados por esta clase de personajes, notamos que se trata de frases repetitivas que una vez despojadas de sus adornos, se caen por su propio peso antes de iniciar un debate. Pues, de nuevo se ha recurrido a eso de que en una democracia cualquiera tiene derecho a expresar lo que piensa y siente, se trate del sumo pontífice o del más anónimo de los ciudadanos. Y que son precisamente los grupos más anticlericales y los autodenominados progresistas, quienes han insistido en este punto. Curiosamente, los mismos que censuran a Benedicto XVI porque expone los puntos de vista retrógradas e intolerantes que ha sostenido la iglesia católica desde su fundación, pero que deben ser escuchados en un marco de respeto mutuo por aquellos que no comparten tales opiniones.

Esta auténtica falacia no toma en cuenta un factor muy esencial. Ratzinger es el máximo representante de un institución, como es la iglesia católica, bastante fuerte y poderosa en términos políticos, históricos, sociales, económicos y culturales. Que además tiene un Estado propio, el Vaticano, del cual el mismo papa es su gobernante, por lo que su arribo a cualquier otro país le otorga a su visita un carácter diplomático con todas las características de inmunidad que ello conlleva. Por ende cuenta con una posición privilegiada para lanzar sus diatribas, un pedestal del que al menos en tiempos de paz nadie lo va a defenestrar. Nadie se lo va a llevar detenido por alguna declaración poco escrupulosa o violentamente reaccionaria. Y en tales condiciones, no es difícil hacerse el valiente insultando a los homosexuales o alegando que "España, otrora bastión del catolicismo más ferviente, está viviendo una peligrosa ola de laicismo y de anticlericalismo" culpando de paso a una administración socialdemócrata prácticamente de crímenes contra la humanidad (o de pecados imperdonables, que en la parafernalia retorcida y falsamente teológica de sacerdotes y obispos, vienen a ser sinónimos). Legisladores que además fueron elegidos en elecciones democráticas, valga la redundancia. Tampoco es complicado, no llamar, sino exigir la vuelta a un romanismo tradicional, que en términos prácticos significa el retorno a una moralina mojigata y solventada en base a simples prejuicios aparte del exterminio de quienes osan desafiarla o rechazarla. Una situación que se dio en las épocas donde los curas dominaban las leyes civiles a través del miedo y la inquisición, y que eran todo menos instancias libres y democráticas.

Resulta incomprensible la actitud agresiva de quienes se horrorizan porque cientos de parejas homosexuales se besaron al paso de la comitiva papal, en protesta precisamente por las declaraciones de Ratzinger en contra de la aprobación de vínculos legales entre personas de tendencia gay, o más aún, en abierta reprobación de la existencia de tales ciudadanos. Estamos de acuerdo en que un conservador no tiene ningún motivo para inhibirse en sus críticas, tampoco un prelado católico desde luego. Pero si uno atiende al tono de los dichos de Benedicto XVI, notará de inmediato que su verborrea despliega un desmesurado sesgo de odio y violencia, el que tal vez esté matizado por tratarse de un anciano ataviado en pesadas y caras ropas; pero que no puede abandonar la rabia y la impotencia de alguien que encabeza una organización que menos de un siglo antes podía condenar a muerte a quien no la secundara en sus propósitos, y que ahora está resignada a observar cómo sus enemigos se ríen frente a su marcha y la ridiculizan. Sujetos éstos, que no los mueve el deseo de la venganza o del combate físico, ni siquiera la confrontación verbal, sino la búsqueda de la felicidad de acuerdo a lo que eligieron ser. De hecho, el acontecimiento más grave que dañó la supremacía de la autoridad pontificia, fueron aquellas manifestaciones, en circunstancias de que los escupitajos de Ratzinger, aplaudidos por los obispos que le acompañaban, daban para arrojar algunos huevos y tomates.

La España que añora Ratzinger es ésa de la dictadura de Franco, con toda la carga de opresión que una tiranía implica. A eso, y a otros sucesos tristes en el pasado de la península, fue lo que retrotrajeron los discursos papales. Etapas oscuras donde no había libertad, la misma que ahora reclaman los defensores del catolicismo para poder reproducir esas palabras resentidas, donde se recalca que los autoritarios tiempos del ayer eran mejores. Es la actitud del papismo: atacar, valiéndose de las investiduras de sus representantes más visibles, a fin de causar temor en la población pero especialmente en las autoridades. Como en América Latina, donde en cada sínodo demuestran su preocupación por el avance sostenido de las iglesias evangélicas, sin mirar la viga en su propio ojo ni mucho menos presentar propuestas que solucionen el problema, incluso en el ámbito de la captación de almas. No se dan cuenta que sus conductas ya no convencen, pues sólo los asusta la pérdida paulatina y a cada instante más notoria de poder.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Brasil Después de Lula

Tenían que haberse suscitado una serie de acontecimientos incomprensibles e inverosímiles para que Dilma Rouseff, la delfín de Luiz Inacio Lula Da Silva, no ganara los comicios celebrados hace unos días en Brasil. Y no se trata de explicar ese triunfo sólo en base a la intensa intromisión que el actual presidente del gigante sudamericano tuvo durante la campaña electoral (lo cual se agradece, si el poder queda en manos de una de las principales colaboradoras de su buen gobierno), ni a sus gestiones diplomáticas ante organismos internacionales que les están permitiendo hoy por hoy a los brasileños ufanarse de ser sede de las próximas versiones de los Juegos Olímpicos o del Campeonato Mundial de Fútbol. Muy por el contrario, la posibilidad de legarle a una correligionaria el poder se halla sustentada en un sinnúmero de políticas populares relacionadas con la justicia social, donde radican las virtudes del mandatario, pero también sus defectos, que a la postre fueron los puntos negativos de sus dos legislaturas. Todo un cúmulo de circunstancias que merecen ser analizadas con cierto detalle.

Primero, cabe señalar que la administración de Lula no difirió de cualquier socialdemocracia ordinaria, de ésas que los europeos nos tenían acostumbrados antes de que la recesión y la consecuente aparición de grupos xenófobos, sumado a su propia incapacidad de renovación y de adaptación, arrastrara a esos partidos al despeñadero. Sin embargo, Brasil es un país famoso, además del carnaval de Río y el libertinaje asociado a su condición de fiesta tropical, por su ancestral mala distribución del ingreso y sus morbosos bolsones de pobreza, de los cuales las favelas sólo constituyen una parte. La ayuda social del Estado siempre ha brillado por su ausencia, y la presencia más palpable de las entidades públicas en el entorno ciudadano siempre ha sido, incluso en la actualidad, la exagerada violencia con que los policías controlan el delito común. Eso sin contar los índices de corrupción entre las autoridades, especialmente graves en las zonas más aisladas o depauperadas. Por ello, un presidente que comenzó a entregar subsidios importantes entre los más desposeídos, que para el resto de la población importaban un carajo, y que para colmo los más acaudalados y hasta algunos antecesores veían como potenciales peligros a los que había que cortar de raíz (recuérdese los infames "escuadrones de la muerte"), fue a poco andar recibido como un héroe entre esas clases que no lo olvidemos, eran la mayoría en una nación de muchísimos habitantes. Un esfuerzo que no se tradujo en regalar sin más, pues las estadísticas confirman que en la última década Brasil ha reducido de manera considerable sus niveles de pobreza, algo que también ha sido determinante en la conservación de un sostenido crecimiento económico.

Sin embargo no todo es miel sobre hojuelas. La reciente crisis financiera demostró que el país, aunque es capaz de recuperarse en un plazo más o menos corto, empero se torna muy vulnerable a los vaivenes internacionales. Tampoco pudo frenar del todo la corrupción, al punto que miembros del propio partido de Lula en un momento se vieron involucrados en escándalos; aunque es preciso acotar, menores en comparación con lo sucedido en otras legislaturas, toda vez aquí los desfalcos fueron agrandados por un prensa malintencionada e interesada. Pero quizá si el punto donde el gobernante brasileño quedó con más débitos, fue justamente en la mencionada situación de la delincuencia y la manera de controlarla. No porque se haya suavizado la represión, algo que efectivamente ocurrió durante este mandato y que en base a los antecedentes sobre la policía descritos en el anterior párrafo, era deseable que aconteciera. El problema radica en que la violencia desmedida de los organismos oficiales no cesó del todo, y eso queda demostrado en películas como "Tropa de Élite". Aún los agentes penetran armados hasta los dientes a una barriada como si se tratase de una situación de guerra, disparando a ciegas a lo que se cruce por delante, con el pretexto de apresar a criminales o narcotraficantes que, si bien suelen esconderse en esos lugares, en determinados eventos amedrentan a los vecinos para que los protejan, pagando éstos finalmente los platos rotos. Y la agresividad de las instancias policiales ha llegado a tal extremo, que los cacos se sintieron motivados a formar una asociación, el Primer Comando de la Capital, de estructura muy similar a los movimientos guerrilleros o terroristas. Que un grupo de bandidos, personas que actúan siempre a título personal, que no responden a un paradigma idealista y que sólo se preocupan de sí mismos, conformen una agrupación para defender sus inquietudes comunes, revela un fracaso demasiado profundo, al menos en un aspecto puntual, de la sociedad y de quienes la dirigen.

Brasil es el país más grande de América Latina y Lula demostró que un partido de izquierda era capaz de gobernarlo y dejarlo mejor de como lo recibió. Supo sacarle provecho al gigante territorial que es, dándole una posición de prestigio que hizo que no se lo conociera sólo por el fútbol o el relajamiento sexual. Fue la revancha del obrero que empezó ajustando tornillos. Pero en fin: de grandes líderes de derecha o del Primer Mundo -Bush, Sarkozy, Berlusconi- se han destacado sus principales y a veces ridículos defectos -ignorancia, incapacidad para elaborar un discurso coherente, errores propios de un sabelotodo engreído- como una muestra de que se trata de gente común y corriente. Aunque a renglón seguido se recalca que estudiaron en Oxford o en Harvard. Desde luego: si eran comunes y silvestres hijitos de papá cuya familia tenía los recursos suficientes no sólo para pagar las diversiones del niño, sino enseguida para sobornar a los maestros de aquellas casas de estudios que siempre acababan aprobando a sujetos que no tenían empacho alguno en confesar que eran tan buenos juerguistas como pésimos estudiantes.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Varguitas y su Nobel Bajo el Brazo

Nada hay que discutir respecto de la más reciente decisión de la Academia Sueca, que le otorgó el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa. No se trata de hacerse eco de los festejos de la "hermandad latinoamericana", ni de insistir en que la polémica mutación ideológica de este escritor -en un principio, izquierdista radical como casi todos sus compañeros del llamado "boom literario" surgido además en el marco de la década de 1960, la revolución cubana y los movimientos guerrilleros subsecuentes; y a partir de finales del siglo pasado, presentando como subterfugio una decepción por el supuesto cariz autoritario y anacrónico que iban adquiriendo los ejecutores de estos paradigmas, vertido hacia la derecha y el conservadurismo, con la inclusión de ácidas y en ciertos casos descalificadoras e injustas críticas hacia sus ahora renegados amigos- no empaña para nada la buena calidad media de su obra. Es sencillo: las características de este galardón lo hacían merecedor de él, siendo todas las anécdotas que rodean a este autor, harina para otro debate, que de cualquier manera no deja de ser menos interesante ni de tener aristas que se pueden catalogar de dignas de intelectuales.

Antes de su "conversión", Vargas Llosa ya se había creado una fama de controvertido, con la publicación de una novela "La Tía Julia y el Escribidor", de carácter autobiográfico donde retrataba su primer matrimonio con una mujer varios años mayor que él, hecho que por sí sólo provocó escándalo en la sociedad peruana (nota aparte: tiempo después el literato abandonó a esta esposa entre gallos y medianoche y sin dejar explicación alguna, por una chica de veinte años, lo cual impulsó a la Tía a escribir "Lo Que Varguitas No Dijo", texto tras el cual nuestro redactor se ganó el despectivo apodo que, entre otras menudencias, adorna el título de este artículo); además de un par de obras que sentaban en la picota a los militares de su país: "La Ciudad y los Perros" y "Pantaleón y las Visitadoras". De ahí a formar parte del círculo de artistas que aplaudieron a rabiar la gesta de Fidel Castro y la serie de idealistas que inspirados por el líder caribeño empezaron a pulular por el resto de América Latina, sólo faltaba un paso. Y siempre apareció como uno más hasta que en 1989 se presentó como candidato presidencial de diversas organizaciones de la derecha peruana, con un discurso donde atacaba a sus otrora admirados caudillos izquierdistas -entre los que se contaba Salvador Allende-, reivindicaba el papel de Estados Unidos en el subocontinente y sentenciaba que la búsqueda de una sociedad justa e igualitaria era no una utopía, sino una descarada mentira de parte de sujetos interesados. De allí en adelante -y al parecer irritado por la derrota electoral que finalmente sufrió- comenzó a escupir sobre cuanto nuevo proyecto socialista o socialdemócrata se planease, advirtiendo, con la "experiencia" de alguien que conoce la maquinaria por dentro, sobre los peligros que estas ideas representaban. Del mismo modo que un delincuente deviene en predicador tras salir de la cárcel.

Para entonces, Vargas ya tenía un prestigio ganado, gracias a la calidad de sus relatos. Aunque continuó escribiendo, sus nuevas publicaciones empezaron a mostrar signos de agotamiento, y sólo confirmaron el excelente nivel de sus obras más conocidas. Son dichas obras las que le han puesto en los mejores sitiales de la literatura universal y que lo mantenían a la expectativa del Nobel. Es decir, los textos creados al calor de su ahora execrable pecado de juventud, como es el apoyo a las revoluciones guerrilleras. Un asunto que reviste especial curiosidad. Pues los sectores conservadores de América Latina, enemigos de los movimientos izquierdistas en todos sus formatos posibles, y en cuyo seno se cuentan miembros de las atroces dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980, han inflado su pecho con la llegada a sus filas de un autor con tal grado de brillantez, quien además ha demostrado que sus rivales políticos no eran tan maravillosos como se anunciaba. Sin embargo, la condición de artista e intelectual de renombre a Vargas Llosa le es concedida en razón a un contexto social, temporal e ideológico diametralmente diferente, incluso opuesto. No cabe duda que sus actuales camaradas están enorgullecidos por los trabajos de la primera época de este narrador, mientras que los segundos, al igual que ocurre con el resto de la gente, apenas los mencionan. Y como un tratado escrito no puede tornarse un tránsfuga (a menos que un falsificador modifique algunas líneas; pero entonces sería otro texto, simplemente plagiado del anterior), a éstos no se los puede dejar de considerar en su adecuada medida.

Muchos han aseverado que existía una tirria hacia Vargas Llosa de parte de la a veces inefable Academia Sueca, un país marcado por los gobiernos de izquierda y el Estado de bienestar. El anuncio promulgado hace unos días ha desmentido tales conjeturas. Eso, sin contar que Suecia desde hace unos años es gobernado por la derecha política, y hace un buen rato que sus votantes y ciudadanos, poniéndose a tono con lo que sucede hoy en Europa, remplazaron la socialdemocracia por la xenofobia. Pero además, cabe recordar que el galardón suele recaer en autores que se muestran disidentes con un gran proyecto histórico común cuando éste empieza a ser denostado desde las grandes potencias. Así, hemos visto cómo ignotos escritores egipcios, chinos o iraníes han recibido el reconocimiento en los últimos quinquenios, postergando a los latinoamericanos desde que Octavio Paz fuera laureado en 1990. Ahora, era conveniente enmendar los errores del pasado, como el mismo Varguitas lo hizo en su momento. Y destacar a un violento detractor del socialismo a veinte años del desplome del muro de Berlín y cuando el primer mundo se dirige en picada contra Cuba y la RPD Corea.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Los Valores de Angela

¿Qué estará pasando por la cabeza de Angela Merkel, que se le han ocurrido frases tan sorprendentes como "Alemania ha sobrevivido gracias a los valores cristianos", "el paradigma multi cultural ha fracasado" o "quien no se identifica con estos valores, nada tiene que hacer aquí"? De partida, uno puede argüir que eso es lo que siempre ha tenido en el cerebro, ya que es una líder derechista europea de nueva generación, a quienes, se autodenominen liberales, conservadores o democristianos, los une de manera inequívoca un sentimiento de xenofobia, que en la práctica se traduce en culpar al extranjero de los males que padece el país. También se puede conjeturar que nos encontramos ante una nueva versión de la política del "espacio vital" impulsada por los nazis, no ya con la intención de anexarse territorios o de invadir naciones vecinas (la estructura de la Unión Europea, de la cual los germanos son uno de sus principales garantes, se lo impide), sino, aprovechando la coyuntura de la crisis financiera, poniendo de rodillas a economías más débiles que están sufriendo la codicia de los bancos teutones, por ejemplo Grecia. Mientras que una tercera tesis de carácter más inmediato puede esbozarse: aquí hay un mensaje directo a los musulmanes, representados por los inmigrantes turcos dispersos en el suelo alemán, y las pocos afortunadas declaraciones del presidente iraní Mahmoud Ahmanidejab, quien ha salido a defender la causa palestina en el marco del conflicto en el Medio Oriente, nada menos que negando el Holocausto. De cualquier forma, una cosa sí ha quedado clara: hace un buen rato que la Merkel gobierna con el culo, esa misma masa arrugada, agria y asquerosa que un día le mostró a la prensa internacional.

Dejemos de lado las dos primeras teorías y metámonos de lleno en la última especulación aquí expuesta. Respecto de los turcos, es preciso señalar que fueron traídos por el propio gobierno germano desde ese país en la década de 1960, con el propósito de que trabajasen en la entonces pujante industria electrónica y automotriz alemanas, ya que la demanda era muy alta y entre los connacionales escaseaba la mano de obra. Tiempo después, al igual que sus símiles en el Viejo Continente, las fábricas cerraron cuando los dueños de las empresas descubrieron que en China y la India podían pagarle menos a los empleados y así aumentar sus ganancias. La fuente laboral que motivó el flujo migratorio -planificada y dirigida desde organismos oficiales, no lo olvidemos- se perdió y sus beneficiarios quedaron en el aire. Pero entretanto, y precisamente para asegurar la permanencia de los recién llegados, imaginando que esas ocupaciones jamás fenecerían, el Estado alemán les concedió la nacionalidad y sus respectivos derechos de ciudadanía, además de construirles viviendas e incluirlos en su sistema de bienestar. Ya instalados, estas personas tuvieron hijos, que por ius solis además eran alemanes de nacimiento. ¿Cuál fue el problema posterior que esta situación generó? Obviando el aumento del desempleo: la generación primigenia mantuvo sus costumbres, incluida la religión musulmana, con su amalgama de dogmas que a veces chocan con los principios de la civilización cristiana occidental. Muchas de estas personas ni siquiera se han esmerado en aprender la lengua alemana, y acuden a sus descendientes para que les traduzcan. Y desde luego, tal falta de presteza irrita a los habitantes étnicos que sienten que desconocidos están instalando tiendas en el patio de su casa.

Sin embargo, si analizamos en detalle la exposición anterior, nos encontramos con que la gran atadura que liga a los turcos islámicos al territorio alemán son los privilegios sociales que de manera oficial les fueron traspasados. En ese sentido, el gobierno germano pudo haber procedido de idéntica manera como lo hizo con los inmigrantes españoles que por ese mismo tiempo arribaron para trabajar en las áreas rurales, a quienes nunca les concedió dichas regalías, siendo relegados a habitar en miserables barracas donde además estaban hacinados. La mayoría de ellos retornó cuando el milagro económico se fue volviendo una triste realidad. Pero como las autoridades suelen darle más importancia a la industria que a la agricultura, y más tratándose de un país desarrollado, éstas no quisieron ser la excepción y le dieron un trato preferente al segmento que sostenía la actividad mejor considerada. Y luego, el aspecto que constituye la piedra de tope, la reticencia a la integración, o visto de un modo positivo, la férrea conservación de las costumbres ancestrales, incluida una religión señalada como retrógrada y nociva, es un factor que ha permitido hacer las distinciones que facilitan declaraciones populistas y irreflexivas como la de Merkel. Pues si los turcos se hubiesen mimetizado con los alemanes étnicos, no habría enemigos visibles a quienes echar mano. Ergo, uno puede formularse de modo legítimo la siguiente interrogante: la segregación de los inmigrantes, ¿fue una situación espontánea o, de cierta manera, se suscitó gracias a la conducta de los mismos jefes de Estado, que jamás han deseado la mescolanza, y reparten los beneficios sociales finalmente pensando en sus propios intereses? No hablo de ocultar una actitud. Me refiero a ese vicio en el que suelen derivar los subsidios, donde el mendigo recibe cada día el plato de comida que le sobra a los ricos, y queda satisfecho, lo cual implica no hacer esfuerzo alguno por cambiar de situación ni por cuestionar las causas que lo arrastraron hasta ahí. El prototipo del pordiosero conformado que a la larga se torna odioso. Que por lo tanto, cuando al resto empieza a irle mal -como hoy le ocurre a Alemania con la crisis financiera- se transforma en el recipiente donde descargar toda clase de acusaciones.

No obstante, no debemos cerrar este artículo sin echar una mirada a las otras tesis planteadas en la obertura. En el caso de Irán, cabe recordar que Estados Unidos ha amenazado con bombardear ese país si Mahmoud Ahmanidejab, su gobernante -tan fanático religioso musulmán como imbécil- continúa dando palos de ciego en su apoyo a la causa palestina sobre la base de atacar a Israel y al pueblo judío, negando el Holocausto. Un asunto muy sensible para Alemania. Aunque cabría preguntarse de qué manera y hasta qué punto. Porque los campos de concentración y el posterior destierro hebreo al Medio Oriente significó un alivio para los teutones, en el sentido de que ese asunto lo tenían resuelto y de ahí en adelante a ningún líder se le ocurriría valerse del antisemitismo para alcanzar el poder; no por los horrores de la guerra sino simplemente porque sería un absurdo, pues hace rato que los judíos no habitan su territorio. La coyuntura internacional les estaría dando el pretexto para revalidar sus impulsos racistas sin ser objetados por ello. Como el presidente iraní ataca constantemente a los israelíes, eso les da la opción de decirle al mundo que ya no obran como Hitler sino todo lo contrario. De paso, se liberan de una joroba interna empleando tácticas que parecían desterradas. Aún cuando, al igual que sucedió hace ochenta años, el responsable no sea el pueblo alemán en su conjunto, sino la ideología espuria de sus legisladores.

jueves, 14 de octubre de 2010

El Martirio de los Profesores

En medio de anuncios acerca de nuevas iniciativas para mejorar la endémica baja calidad de la educación chilena, que como siempre empiezan echándole la culpa al sistema, para finalmente, tras acoquinarse ante los poderosos beneficiarios de éste, acabar achacándole toda o buena parte de la responsabilidad a los profesores, se ha dado a conocer la noticia de que las agresiones a los docentes, desde los alumnos, los apoderados e incluso los fiscalizadores públicos, han aumentado, y las proyecciones indican de manera inequívoca que la tendencia en el corto plazo seguirá siendo al alza. Una realidad alarmante y que debe ser tratada de forma especial. Pero que a su vez, no puede ser separada del contexto de los establecimientos de enseñanza primaria y secundaria, inmersos en un círculo vicioso donde las expresiones de violencia son más graves y frecuentes cada día, como ocurre con las actitudes matonescas de algunos muchachos hacia sus compañeros, o con aquellos colegios que prestan servicio a un sector denominado "de alta vulnerabilidad", que en la práctica debe entenderse como plagado de situaciones de narcotráfico, abuso parental y delincuencia común.

Siempre que se ha dicho que, por mucho que se inyecte una cantidad importante de recursos en la educación -tanto económicos como legales o metódicos-, dicha inversión a poco andar se tornará un saco roto si no se corrigen anomalías propias del ambiente. Por ejemplo, los casos de niños que provienen de hogares mal constituidos, donde son constantes víctimas de agresiones, ya sea de modo activo o pasivo -el chico que es testigo de las palizas que el papá le da a la mamá-. O, aún con un par de progenitores de conducta aceptable, cuya familia está inserta en un barrio donde es una mera excepción, a la cual todos intentan tirar para abajo. En ese último sentido, entra al baile el problema de la desigualdad social de Chile, un mal ya tan ramificado como la mediocridad de nuestra educación. El menor ingresa a la escuela con la idea preconcebida -no por él, pero sí por quienes le rodean y ergo moldean su personalidad- de que lo impartido ahí dentro no sirve de nada, y que resulta bastante más práctico emplearse en un supermercado o ir a trabajar a las faenas agrícolas. Y cuando se llega a la adolescencia, la distorsión es muchísimo mayor, ya que ésa es la edad en donde cualquier persona adquiere la capacidad suficiente para razonar por sí mismo, lo cual lo impulsa a dejar de creer en los cuentos que oyó en su infancia y a reaccionar de manera más virulenta ante los desengaños. Si se le agrega a esto la coyuntura vivida por los jóvenes de barriadas populares, donde algunos de ellos han sido violentados en sus derechos más básicos, tenemos un auténtico cóctel molotov dispuesto a lanzarse por sus propios medios en plena aula de clases, como un válvula de escape para desquitarse con alguien y así canalizar las frustraciones.

Sin embargo, las autoridades siguen creyendo, de manera ciega y testaruda, que la educación será la llave para superar las abismales diferencias sociales que existen en este país. O cuando menos, es algo que repiten como si les diera hipo cada vez que leen un discurso. Por lo mismo, insisten en encargar a los establecimientos educacionales, y por lógica a los mismos profesores, la tarea de hacer creer a los niños que al entrar a un salón de clases prácticamente ingresan a una burbuja que con ritmo lento pero seguro los conducirá al paraíso. Los maestros se ven obligados a insistir que con educación el pordiosero terminará siendo alguien en la vida, cuando ellos mismos se dan cuenta que la realidad no es así. Y para su desgracia, los muchachos también notan que esa monserga es una mentira, y se lo hacen saber al docente. Mediante la fórmula característica de quien no ha alcanzado su plena madurez cognitiva, que aparte de eso -y la redundancia es válida porque demuestra otro aspecto del omnipresente círculo vicioso- no ha recibido la instrucción adecuada y que no tiene pito que tocar (pues aunque se insista en eso de que el profesor debe escuchar a los alumnos y permitirles desarrollar actividades, al final los contenidos y la estructura que permite informarlos es planificada por completo y con absoluta rigidez desde arriba: si no, sólo hay que recordar la represión policial con que se acallaron las manifestaciones secundarias de los años 2006-2010): recurriendo al contacto físico, sempiterna salida de quien está inserto en un medio social que le bloquea todas las alternativas y en un paradigma económico al cual le convienen los comportamientos brutos, combinación propicia para que imperen los principios más elementales de la supervivencia y la ley del más fuerte. Quizá la prueba más plausible de tal insensatez sea el agua que recibió en su propio rostro la ministro de educación de turno allá por el 2008. Ella respondió con dureza, porque era una autoridad pública y hay todo un cuerpo legal que la protege. Pero ése es un blindaje con el que los profesores no cuentan, aparte de que siempre son el jamón del emparedado. Entre un educando que es menor de edad y unas autoridades que nunca están dispuestas a reconocer sus errores.

Ahora que se proponen modificaciones en las mallas curriculares de las carreras de pedagogía, y en el mismo rol social que cumplen las escuelas y los profesores, podríamos preguntarnos si no sería factible crear una instancia capaz de formar docentes especializados en esta clase de alumnos difíciles. En ningún caso lo estoy diciendo en tono de broma. Se trata de preparar maestros que tengan las herramientas suficientes para lidiar con tales inconvenientes, comprendiendo a estos estudiantes y dominando el medio en que residen. El resultado sería positivo, pues hasta el propio muchacho se sentiría motivado a concluir su escolaridad y tal vez se cumpla con el propósito de sacarlo del fango, a él y a varios más. Hoy día, con suerte una universidad incluye un mísero curso semestral donde se abordan estas zonas marginadas y marginales (bueno: primero cabe preguntarse si las universidades en verdad enseñan...). En cambio, a los profesores, a todos los que egresan sin distinción, se les exige ser eficientes en campos que apenas les mencionaron y para los cuales simplemente no cuentan con una solución. Pero en fin: la situación actual sólo es el reflejo de los factores externos que perjudican a la educación chilena, como la ya mencionada desigualdad social. Que nadie se atreve a corregir.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Ecuador: Pequeño, Explosivo y Latinoamericano

Los sucesos ocurridos durante la semana pasada en Ecuador, donde una protesta de efectivos policiales derivó en un levantamiento armado con solapadas pero igualmente claras intenciones golpistas, hecho que quedó manifiesto en el secuestro del presidente, pueden acarrear dos hipótesis. La primera, planteada por las autoridades constitucionales de ese país, sostiene que detrás de alzamiento están los enemigos del actual gobierno, los cuales, por la tendencia izquierdista y popular -que no es lo mismo que populista- de éste, inserto además en el contexto de la historia política latinoamericana, inequívocamente deben ser ubicados en los sectores más reaccionarios y oscuros de la oligarquía. La segunda, menos difundida, aunque más acorde con el hilo que de forma gradual y sostenida fue tomando la reyerta, es que el enfrentamiento se haya originado realmente a partir de las fuerzas de seguridad, incluso de manera espontánea y temerosos de una supuesta rebaja en sus salarios jamás aclarada -ni por el ejecutivo ni por los mismos sublevados-, y que al cabo de unas horas, y tras proyectar un resultado favorable a sus propios intereses, los reaccionarios de siempre la hubiesen alentado desde las sombras. Con todo, el repudio a este acto debe ser una respuesta universal que tiene que estar por encima de las conjeturas, opiniones o divisiones partidistas. Pues se trató de un grupúsculo muy poderoso -como son los cuerpos de la policía ecuatoriana- y legalmente armado que se valió de esa condición de superioridad para aterrorizar a un pueblo indefenso, el que por lo demás, demostró una enorme valentía al manifestarse en contra de quienes provocaron este bochornoso incidente.

Pero en fin. Ecuador es otro país latinoamericano y por ende, terreno hostil para un presidente con afanes reformistas en el terreno de la pobreza y la injusticia social: una disposición que, de manera irremediable, siempre apuntará hacia las clases más pudientes. Y de la misma manera que sucede con todos sus vecinos, tiene sus peculiaridades políticas, sociales, económicas e históricas que, empero, terminan dirigiéndose al mismo punto de encuentro. En el caso que nos atañe, nos encontramos con un territorio pequeño donde cohabitan dos grandes ciudades que superan el millón de habitantes. Por un lado, Quito, la capital, incaica, de construcciones ancestrales que forman parte del patrimonio de la humanidad, con un alto número de población indígena y sita en un altiplano de lluvia permanente. En contraste, Guayaquil, fundada por los españoles, costeña, principal puerto, llena de rascacielos modernos -aunque también sobresalen muchas edificaciones antiguas-, y con un mayor número de habitantes tanto permanentes como flotantes. Mientras ésta representa la "apertura al mundo" en términos de comercio internacional, arribo de acaudalados capitales extranjeros y transacciones cuantiosas, aquélla es la depositaria del acerbo cultural más profundo, de la población indígena siempre humillada y marginada. No es de extrañar entonces, que Quito siempre sea la cuna de importantes movimientos sociales, mientras que Guayaquil sea el centro de negocios de los más adinerados, toda vez que en la zona del litoral abundan los mestizos, que suelen avergonzarse de los antepasados aborígenes y luego considerarse blancos, a modo de obtener un precario empleo. En América Latina se tiende, casi por una cuestión de idiosincrasia, a la centralización, que casi siempre se representa en una ciudad capital densamente poblada en contraste con un interior con baja demografía. Las excepciones son fáciles de distinguir, pues se trata de naciones fragmentadas donde el Estado incluso no controla la totalidad del territorio, como sucede en Colombia -donde existen cinco urbes más populosas antes que Bogotá-, Brasil -en que Sao Paulo o Rio son capaces de tomar decisiones que contradicen lo estipulado por la administración central- o el mismo Ecuador, donde aparte de todo, Guayaquil encabezó un Estado independiente que fue anexado a la fuerza a una entidad creada por iniciativa externa, similar al caso de Bolivia. Más aún, los dos nombres tienen bastante que decir: uno, derivado del apellido de su mentor; el otro, de una referencia geográfica de origen europeo.

A estos antecedentes históricos, por supuesto que hay que agregar los hechos recientes. Esos que reiteran que, desde 1994, ningún gobierno ecuatoriano ha podido concluir su periodo constitucional, pues el respectivo jefe de Estado se ha visto forzado, si no a renunciar, a huir luego de que el Congreso o la Corte Suprema decidiera su incapacidad para continuar dirigiendo el país. Ciertos analistas apuntan a la situación puntual de que esta vez el ejército, a diferencia de casos anteriores, no apoyó el levantamiento, para justificar esta inusual excepción a la regla. Pero cabe considerar, que en esos episodios, la caída del mandamás se produjo tras una prolongada manifestación social cuyo clamor se hacía insostenible, mientras que ahora se buscaba un derrocamiento a través de una tropa de insurgentes armados. No había una base popular en lo acometido por los policías, lo que mantuvo a los militares en los cuarteles, al contrario de los incidentes anteriores, donde en realidad se plegaron a último momento, motivados por esa monserga que los califica como "garantes del orden institucional" (que curiosamente, atendiendo a sus preceptos más estrictos, siempre quebrantaron; tal vez por el afán de aparecer del lado de la ciudadanía). La conclusión que uno puede extraer, es que los hombres de armas de Ecuador han sido astutos y asertivos en sus determinaciones. Sin embargo, al examinar su grado de acatamiento a la estructura constitucional, y la protección que le brindaron, sólo puede decirse que su actuación, en todas las crisis mencionadas, fue ambigua.

Por ende, sólo cabe reiterar lo expresado en el inicio de este artículo. Ya que éste fue al final un triunfo del pueblo ecuatoriano, que se enfrentó a una montonera de guardias que tenían la bala pasada, y acabó siendo el principal responsable de que las cosas se mantuvieran en regla. Esto significa, además, que cuentan con la capacidad para defender a un buen presidente, del mismo modo que la tuvieron para despedir a gobernantes que resultaron mediocres e inconvenientes. Al menos, queda la esperanza de que en América Latina realmente algunos pueblos hacen su historia, acallando con su marcha las balas, y pisando las plantaciones de plátanos.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La Teórica Autonomía Judicial

Uno de los argumentos que se esgrimen con el fin de exculpar al gobierno de Michelle Bachelet por sus nefastas decisiones en el marco del conflicto mapuche, es que la aplicación de la ley anti terrorista, así como la imposición de sanciones exageradas para quienes cometen simples faltas o delitos que en otras circunstancias jamás habrían terminado con sus responsables en la cárcel, son atribuciones que le corresponden al poder judicial, representado por los funcionarios que fallan de acuerdo a la normativa vigente. Adicionalmente, los defensores de esta tesis -y de paso de la oblonga ex presidente- insisten en la autonomía de este poder del Estado, asunto que se encuentra garantizado por la Constitución y que además constituye una pieza esencial en la consolidación de la democracia y la probidad política. Los magistrados, por su parte, suelen ir mucho más allá y hablan de independencia, queriendo recalcar así que, salvo las disposiciones descritas en el cuerpo legal, no están obligados a responder ni siquiera al primer mandatario.

Nadie aquí va a cuestionar aquel marco teórico que efectivamente es un componente fundamental en el desarrollo del Estado de derecho. No obstante, resulta interesante preguntarse hasta qué punto las personas más reconocibles y en particular los mismos jueces son capaces de llevar este precepto a la práctica. Pues todos sabemos que en un país pequeño, provinciano y bananero como lo es Chile, basta que un sujeto con el suficiente poder político, económico o incluso religioso, vaya y golpee la mesa de trabajo de un magistrado para que éste emplee el aparato legal de la manera como se lo exigen. Y con la evolución que ha experimentado la llamada Reforma Procesal Penal, dicho tráfico de influencias ha empeorado. En especial porque los fiscales, que por definición son parciales en la estructura de un juicio, han venido acumulando demasiadas atribuciones conforme se aprueba una nueva modificación, casi siempre motivadas por algún escándalo artificial relativo al cada vez más subjetivo temor a la delincuencia. Una lástima, pues en su propósito original, este sistema, donde un acusador se enfrentaba a un defensor, con la medición de un tercero que era el juez, aseguraba un equilibrio donde agresor y víctima recibían igual trato en tanto ciudadanos con idénticos derechos y resguardados por la presunción de inocencia. Sin embargo, en el último tiempo, la cantidad de inquisidores prepotentes, engreídos y abusadores, amparados en el blindaje que se les ha estado otorgando, y que se dan el lujo de inculpar a cualquiera a través de los medios de comunicación, aún cuando la investigación siquiera ha encontrado pruebas contundentes, ha terminado por desvirtuar una madeja que se tejió con las mejores intenciones.

Bajo tales condiciones, es que la administración Bachelet pudo cometer actos que dejaron en claro que la autonomía era una tesis tan hermosa como utópica, pero con escaso asidero en la realidad. El ejecutivo primero presentó las querellas por ley anti terrorista y cuando éstas se concretaron en forma de levantamiento de cargos, las apoyó. Para eso movió todo su aparato mediático y pecuniario, que tratándose de una parte del Estado no es poco. Entremedio no faltaron las reuniones en los despachos de las máximas autoridades del poder judicial, algo que se da en toda legislatura independiente del sector político al cual represente. También se hizo presente una adecuada campaña informativa que no trepidó en incluir acuerdos con sectores influyentes que acabaron persiguiendo los micrófonos con el afán de condenar a los enemigos de la nación, que en este caso eran los mapuches. A todo lo cual hay que añadir todavía los lazos de parentesco entre funcionarios judiciales y administrativos, situación que en un país latinoamericano y conservador como es Chile, donde existe una devoción morbosa por la familia, se convierte a la postre en un elemento decisivo a la hora de inclinar la balanza. Todos estos factores, unidos al hecho de que los procesamientos se han llevado adelante ya en la etapa de la mencionada Reforma Procesal Penal, y por ende, sus vías de investigación han sido determinadas por los fiscales, quienes además han empleado sus nuevas atribuciones para avasallar y no dejar oportunidad al juez y mucho menos a la contra parte (se han dado casos donde los teléfonos de los abogados defensores han sido intervenidos a sugerencia del fiscal). Una amalgama poco feliz que no asegura el debido proceso. Mejor dicho no permite la celebración de un juicio justo.

Chile es a la vez un país largo y pequeño donde todos se conocen. En esas circunstancias, el compadrazgo es una manera de conquistar posicionamiento social. El poder judicial es el tercero y último en la jerarquía pública y eso lo torna el hermano pobre. Fallar en favor de ciertos componentes informales, para algunos magistrados puede ser la línea divisoria entre el abismo y la consagración. En un ambiente donde los mapuches son considerados una horda terroristas, quien se da el arrojo de emitir una opinión disidente puede ser objeto de la reprimenda social, en este caso, representada por sus dirigentes más conspicuos, ya sea en el plano político, religioso o empresarial. En tal sentido, no olvidemos las características de los fiscales: jóvenes ambiciosos e impulsivos que ha notado que este oficio puede catapultarlos a la cima, siempre y cuando sigan las pautas no escritas pero previamente establecidas. Y quien tiene la tendencia a salivar cuando presiente que está sobre un yacimiento de oro, siempre tratará de silenciar a los obstáculos que intentan frenar sus propósitos, que en este caso serían los jueces y los abogados defensores. Una serie de circunstancias que tanto Bachelet como sus asesores conocían, y que explotaron a la perfección. Quizá, porque también anhelaban ingresar a ese círculo soñado donde sólo caben la gloria y la alta popularidad en las encuestas.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Que Responda el Asesino

Doscientos ochenta millones. Eso es lo que tendrá que pagar el fisco según un dictamen legal a la familia de Daniel Menco por el crimen de ese joven universitario, perpetrado en Arica en 1999. Desde luego, una burla considerando la gran cantidad de recursos que mueve el Estado y los once años que se han perdido clamando por justicia. Pero en especial, por tratarse de un asesinato alevoso, cometido bajo el amparo de un gobernante, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, a quien le faltaban pocos meses para terminar su legislatura, en medio de una impopularidad cada vez más creciente, provocada por la incapacidad de la administración para manejar la crisis económica, la acumulación de innumerables casos de violaciones a los derechos humanos y el empeño inexplicable del presidente por evitar que Augusto Pinochet fuese sometido a proceso en los tribunales ingleses y españoles, llegando en este último caso, a insultar y denigrar a los magistrados europeos, actitud que dejó a Chile al borde del conflicto diplomático. El mismo sujeto que una década después, haciendo gala de su descaro, su hipocresía y su oportunismo, pretendió regresar a la moneda, vestido ahora con los ropajes de esos movimientos populares e izquierdistas que siempre persiguió.

Porque no vamos a exculparlo aseverando que este delito fue un simple exceso de un mayor de Carabineros. O, como intentaron justificarlo las autoridades de la época, un error del armero que cargaba y entregaba las escopetas. Durante un mes, y prácticamente en paralelo con el inicio de las protestas estudiantiles, donde se reclamaba por lo mismo de siempre, falta de compromiso a nivel de Estado, que se traducía en escasez de financiamiento y no cumplimiento de promesas emitidas en actos solemnes, a través de la subsecretaría del interior -regentada por el oscuro Guillermo Pickering, un genocida que tras exterminar a todo el que consideraba sospechoso, y ya en el ámbito privado, se especializó en protagonizar desfalcos y hechos de corrupción que siempre involucraron malversación de fondos públicos-, y por supuesto obedeciendo a una orden superior, a cada rato se declaraba que detrás de estas manifestaciones se ocultaba una conspiración orquestada por el Partido Comunista, al que entonces se le podía echar mano porque la Concertación no lo necesitaba para mantener su supervivencia. Acto seguido, se daba un "mensaje de tranquilidad" a la población, aseverando que la policía uniformada se encargaría de preservar el orden público con absoluta libertad de procedimiento. Dicho y hecho: los pacos -que siempre han odiado a los universitarios porque su sola existencia les deja en claro que son inferiores- se solazaron en enviar a jóvenes al hospital, mientras en las altas esferas se negociaba con dirigentes moderados o simplemente vendidos para, teniendo como excusa un incidente grave, acusaran a sus colegas de preferir la violencia en lugar del diálogo. Hasta que se llegó a la "muerte que nadie quiso", según el mentiroso de Pickering, aunque todos sabían que ese funcionario iba a ser tratado por la justicia militar, lo que ya le aseguraba el guante blanco, y que por ser un oficial y no un suboficial, recibiría una sanción tan irrisoria que a la postre le catapultaría como un héroe. De hecho hasta hoy se encuentra en servicio activo, mientras los civiles que lo protegieron ganan dinero a manos llenas en diversas empresas, y el principal responsable goza de una suculenta dieta parlamentaria vegetando en el Senado.

Eso sí. Frei Ruiz-Tagle es un tipo ladino y ese es un atributo que hay que reconocerle. Durante el 2009, cuando pretendía, pese a sus antecedentes, retornar a La Moneda, dio una serie de giros vergonzosos e infumables. Y no me refiero a su cínica reconciliación con los comunistas, construida sobre la amenaza del advenimiento de un mandato de derecha, y sobre la base -producto de lo anterior- de no recordar las atrocidades del pasado. Sino a un aspecto de su personalidad que es mucho más execrable y abyecto, como fue el uso de la muerte de su padre -envenenado por los esbirros de Pinochet en una clínica, donde se hospitalizó para someterse a una cirugía- para lavar su imagen y conseguir sus propósitos. Porque quien siempre estuvo molestando a los ministros de la corte para que de una vez esclareciesen el caso, fue su hermana Carmen, quien lleva treinta años en una cruzada silenciosa. En todo este periodo, el miembro más identificable del clan ni siquiera se asomó a preguntar por el avance de la investigación, que de seguro veía como una joroba que le impedía congraciarse con el dictador y el círculo político al cual éste representaba. Incluso, en alguna ocasión se manifestó contrario a la tesis de la intoxicación inducida. Sin embargo, casi como por encanto, junto a su postura y discursos sorpresivamente más izquierdistas, en la época más reciente, coincidiendo con su segunda tentativa presidencial, se puso delante de los denunciantes y adquirió un tono de sufrida víctima. Así consiguió bloquear la serie de acusaciones en su contra, resultado de una desastrosa gestión donde lo que más sobresalió fueron los apremios ilegítimos, de los que el crimen de Menco, como ocurre en estos casos, sólo constituye la punta del iceberg.

De igual manera que exige, tardíamente y cuando el autor intelectual está en el ánfora, justicia para su padre, Frei debe responder por este asesinato alevoso que no tuvo nada de accidental ni de espontáneo. Y por todos los crímenes cometidos en legislatura, que no son pocos y varios de ellos todavía permanecen impunes. Y con él, debe sentarse en el banquillo toda la pandilla de innombrables que ayudó a que acaeciera esta muerte, incluyendo al finado Raúl Troncoso (que como Merino, dejó este mundo sin ser siquiera cuestionado por sus fechorías). Como dice la canción -y el poema de Neruda- no deben permanecer en sus casas tranquilos. Hay que pedir castigo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Patrias Para Oligarcas

Cuando por estos días los chilenos se preparan para celebrar el segundo centenario de su independencia política, en medio de un contexto -los años 2009-2014- en el que gran parte de las antiguas colonias españolas en América se hallan en efemérides similares; empero no deja de ser constructivo, al menos un instante antes de entregarse a los festejos, reflexionar sobre los proyectos confederativos impulsados recién concluido cada proceso de emancipación, por próceres como Francisco Morazán, Simón Bolívar o José de San Martín, que se plasmaron en la configuración de tres grandes Estados: la República Federal del Centro de América, la Gran Colombia y las Provincias Unidas del Sur, respectivamente. Todos, guiados por la idea de unificar a un grupo de regiones que, pese a sus peculiaridades, compartían una lengua y un origen, y tenían historias y acerbos culturales bastante diferenciados pero a la vez íntimamente relacionados entre sí. No por evocar ese manido cliché del "sueño bolivariano", que en este último tiempo se ha venido transformando en ideología. Sino por las circunstancias que llevaron a aquellas iniciativas al fracaso, las que son comunes a los tres y se enmarcan en lo más profundo de los males y los vicios que aquejan a las sociedades latinoamericanas, los cuales parecen mimetizarse con la idiosincrasia de nuestros pueblos, y cuyas consecuencias se padecen hasta el día de hoy
De esas tres planificaciones, la primera duró un periodo relativamente corto, la segunda tuvo una existencia efímera y la última nunca vio la luz. Los hechos que derivaron en cada disolución fueron siempre los mismos: la oposición de las oligarquías y los caciquismos locales, elementos que en todos los casos estaban relacionados. Desde luego, en la actitud de rechazo apenas se podía parapetar el temor a perder determinados privilegios. Pero también, entre los detractores primaba una fuerte tendencia conservadora y reaccionaria, que se habría pronunciado en favor de la restauración española, si tal atrevimiento no les hubiese significado ser despedidos con una patada en el trasero del continente. Los proyectos que les inquietaban, estaban concebidos según el pensamiento liberal derivado de la Revolución Francesa, como por lo demás era lógico tratándose de concepciones que eran ambiciosas, tanto en sus extensiones territoriales como en sus modelos esperados de sociedad. Y dicho proceso atentaba de forma abierta y manifiesta con las costumbres legadas por los españoles, las cuales nunca saltaron a la palestra durante el proceso de búsqueda de la autonomía, y según su visión de las cosas, jamás debían hacerlo. Como era de esperarse, en el trabajo de contención contaron con el apoyo de la entonces muy poderosa iglesia católica, que por aquellos años estaba bien evaluada incluso entre quienes se alejaban de sus exigencias, porque varios curas se colocaron del lado de los patriotas durante las guerras independentistas. Los prelados temían que las mancomunidades adquiriesen un poder que los sobrepasara, tras lo cual, su influencia caería en un sostenido declive. Finalmente, estas tres iniciativas sucumbieron producto de la misma característica multi cultural que declararon representar y proteger; pero que no supieron entender, esencial primer paso si se desea asimilar algún elemento.

Los acontecimientos se precipitaron. Tras una serie interminable de luchas intestinas -algunas de las cuales se prolongaron hasta la década de 1980-, los viejos virreinatos se fragmentaron en una serie de países poco viables y fiables, y sin la capacidad para sostener una independencia efectiva. Como una ironía respecto de su origen común, al que tanto apelaban los proyectos de unificación antes descritos, las nacientes repúblicas fueron gobernadas, como si de una conspiración coordinada se tratase, por las oligarquías regionales, ahora con la capacidad de abusar de sus respectivos pueblos de la manera más cómoda a su respectiva realidad. Son esos caciquismos, los que han formado la identidad de los casi todos los Estados hispanoamericanos (porque hay excepciones como Cuba y Puerto Rico, colonias hasta 1898, traspasadas a Estados Unidos tras un conflicto naval que España sostuvo con dicha metrópoli, y después protagonistas de procesos históricos originales y distintos al resto de sus pares), incluso se podrían agregar los demás Estados latinoamericanos, pues Brasil experimentó una situación muy parecida, aún cuando la ex dependencia portuguesa sí logró sobrevivir como entidad política unificada. Pero las fronteras que hoy demarcan América al sur del Río Bravo, son la consecuencia de los intereses de las familias acomodadas de cada región. Luego, ellas mismas han impulsado la creación de una madeja chovinista basada en símbolos marciales, como la bandera, el escudo o las tradiciones en el sentido de las tarjetas postales ofrecidas al turista extra continental que desea conocer al prototipo del buen salvaje. Quizá por lo mismo no se avergüenzan en recurrir a los militares cada vez que perciben que ese orden conservador ha sido quebrantado: fuerzas armadas a las que además, siempre han tratado como su guardia privada. Una situación que se ha expresado en casos muy curiosos y puntuales, como Panamá, parte de Colombia hasta que a los norteamericanos se les ocurrió construir un canal y los ricos del istmo se tentaron con la posibilidad de negociar sus productos con las grandes potencias sin intermediarios políticos. O Texas, que peleó su secesión de México y veinte años después de obtenerla, se auto incorporó a los EUA, ocasionando una guerra entre ambos países que le acarreó al primero la pérdida de la mitad de su territorio. Entre paréntesis, México puede ser considerado como un cuarto proyecto integrador, el cual a diferencia de los anterior sí ha conseguido un relativo éxito, aunque sea fundamentándose casi exclusivamente en el hecho de que pervive como entidad legal hasta la actualidad.

Del mismo modo, existieron oligarquías zonales que no prosperaron y en consecuencia, las instituciones que crearon pasaron a formar parte de otros gobiernos, como la serie de intrascendentes repúblicas cuyos territorios están hoy integrados en Argentina o en el ya mencionado México. O la República de Atacama, en Chile. Ya sea porque carecían del poder o los contactos suficientes -principalmente en la iglesia católica-, o debido a que encontraron más conveniente someterse a otros clanes, es que al final claudicaron. Si esas circunstancias también hubiesen sido distintas, el mapa de América no sería el que vemos colgado en la pared de las aulas escolares. Pues son ellos quienes han creado este concepto de nacionalidad bastante trucho, que sin embargo le da una oportunidad de circo al pueblo cada uno, cien o doscientos años. Aunque las celebraciones despierten, por motivos obvios, las simpatías de todos los habitantes.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Irak o La Admisión de la Derrota

Luego de que el presidente Barack Obama anunciara el retiro de los tropas norteamericanas de Irak -al menos las que participan en acciones de índole bélica, porque aún quedará un importante número de efectivos ejerciendo tareas de apoyo-, muchos se han adelantado en afirmar que Estados Unidos ha sufrido una derrota militar. Aseveración delicada, si se toma en cuenta que sería la segunda vez que el país padece tal situación, después de la malograda incursión en Vietnam, respecto de la cual, no es necesario recordar aquí la infinidad de traumas que ocasionó en lo más íntimo de la sociedad estadounidense, algunos de ellos (pocos en todo caso) aún no superados.

De partida, tenemos que oficialmente, los EUA admiten que existió una guerra en Irak con un saldo victorioso para sus haberes. Se trata del proceso de invasión llevado a cabo entre marzo y abril del 2003, que cumplió con su propósito principal, cual era el derrocamiento de Saddam Hussein. Más aún: los norteamericanos lograron capturar al jerarca árabe para someterlo a juicio y posteriormente ejecutarlo, eso sí, bajo las leyes iraquíes impuestas por el mismo gobernante que ahora era prisionero. Entonces, la imagen que se dio a conocer a la opinión pública fue la de un ejército triunfante, algo que era cierto desde una determinada definición lingüística, pues en efecto, la génesis que gatilló el conflicto ya no existía porque quienes lo deseaban así la habían hecho desaparecer. Lo que vino después es un nuevo periodo, el de la post guerra, donde por supuesto, uno debe admitir que puede ocurrir cualquier cosa. De hecho son muchos los casos en que la pacificación de un territorio no se cumple al menos por entero con el cese de las hostilidades. Además, si bien la etapa siguiente, ha estado jalonada por enfrentamientos cruentos y mortíferos, éstos no se han suscitado en el marco de un conflicto regular, sino como la neutralización de dispersos y atomizados movimientos guerrilleros. Por lo cual ya no se habla de batallas, sino de atentados u operativos, dependiendo de la facción que los acometa. Por mucho que los interminables bombazos que estremecen a diario a Irak desde el 20o3, dejen una alta cantidad de víctimas, las represalias que se toman para repelerlos no son tratadas como una acción militar sino policial. Mantener el orden público es una realidad distinta a pelear una guerra. Aunque de pronto ambas coyunturas parezcan confundirse.

Ahora y pese a todo, ¿existe la posibilidad de calificar lo de Irak como una derrota militar? La verdad es que sí. La idea de declarar finalizada una guerra, bajo toda circunstancia, acarrea de manera implícita un reconocimiento del ya mencionado cese de las hostilidades. En el peor de los casos, si éstas no acaban tras la firma de los tratados o de la proclamación de la victoria, se supone que su extinción será breve, rápida y sostenida en el tiempo. Sin embargo, los enfrentamientos posteriores se vienen prolongando por siete años y no se ve por dónde puedan disminuir en intensidad: al contrario, ese último factor ha ido en aumento. Por ende, la pacificación está lejos de producirse y, a entender por la evidencia más palpable, como es el retiro de sus tropas a pesar de la precariedad de la situación, se puede asegurar sin temor a equivocarse que los norteamericanos han fracasado rotundamente. Fuera de ello, cabe sacar a colación el hecho de que las guerras contemporáneas suelen no sostenerse entre ejércitos regulares, sino contra movimientos guerrilleros, células terroristas o incluso bandas delictuales. En ese sentido, se puede decir que Estados Unidos ganó la intervención del 2003 pero perdió el conflicto subsecuente, lo que a fin de cuentas debe ser considerado como una derrota militar. Pues una de las motivaciones de los acuerdos de paz es impedir que en el futuro se generen nuevas escaramuzas. De ahí que el tratado de Versalles que selló la IGM sea hoy considerado un fiasco, porque sus resoluciones se transformaron en causas de la segunda gran conflagración.

Es probable que los estadounidenses, en un principio, admitan su poco feliz participación en Irak como victoria relativa. Aunque tras un periodo mediano de tiempo, acaben finalmente asumiendo la derrota. No sé cuánto pueda contribuir un eventual avance de los musulmanes fundamentalistas en aquel país. Pero con o sin él, el reconocimiento de una verdad más allá de las versiones calará hondo en los gringos y seremos testigos de una dolorosa autocrítica. Cabe recordar que la vergüenza de Vietnam fue aceptada muchos años después incluso de que los comunistas consiguieron dominar todo ese territorio. El problema es la decisión que van a tomar como forma de resacirse de sus cuitas. La cual, ya en el caso del bochorno en el Sudeste Asiático, pasó por nuevas intervenciones y ataques bélicos. Un antecedente que es para asustarse, tomando en cuenta que hay varios Estados que se hallan en la mira.