miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Terquedad de los Sacerdotes

Si bien algunas actitudes de los curas todavía pueden dar origen a un tenue debate, otras no resisten el más mínimo análisis: simplemente, son insanas y enfermizas. Y en este último calificativo, bien que caen las recientes declaraciones del pleno de la Conferencia Episcopal, en donde sus integrantes expresan su rechazo, antes siquiera de oír explicaciones, a la petición de una madre que solicita terminar con su embarazo, pues el feto que lleva en su vientre no sólo es inviable, sino que le está provocando un tumor maligno que de no ser tratado a tiempo -antes de culminar el periodo normal de gestación- puede derivar en un cáncer incurable. Lo hacen recurriendo a su modus operandi clásico: con declaraciones intolerantes y condenatorias, individualizando a la mujer en cuestión y a quienes han salido en su apoyo; pero con esa voz suave, mezcla de anciano desvalido y padrino de la mafia, capaz de provocar empatía y hasta compasión en una parte de quienes los escuchan. Todo esto, en el marco de una coyuntura donde vuelven a aflorar casos de pedofilia, como si se tratara de la pesadilla de un traumado. Que sin embargo, ahora los purpurados pueden arrastrar a un segundo plano, gracias a la más reciente polémica. En resumen, de nuevo coinciden las dos mayores obsesiones sexuales del romanismo, que desde un punto de partida opuesto, llevan a sus representantes más conspicuos a manifestar las mismas aberraciones de los sicópatas.

Primero, hay que dejar en claro que este artículo no pretende efectuar una apología del aborto libre, ni siquiera del aborto en general. Por lo demás, esa conducta muchas veces implica una actitud supremacista de parte de las mujeres que la defienden. No obstante, tomar esa decisión en casos de violación, o en las situaciones terapéuticas o eugenésicas, no sólo es legítima, sino que absolutamente recomendable. Y en los dos últimos factores, de carácter médico, hasta puede transformarse en urgente, por ejemplo en los llamados embarazos tubáricos o los fetos que ocasionan mola: en ambas emergencias, se sabe de antemano que el bebé no sobrevivirá, y que lo único que se conseguirá con la prolongación de la gestación es poner en riesgo además la vida de la madre. La cual puede tener otros hijos, a quienes dejará huérfanos. O, si al final consigue superar el trance -lo menos probable-, quedar estéril, e incapaz de cumplir con un mandato esencial de acuerdo a la mentalidad del catolicismo. Es lo que está ocurriendo con la señora de marras y las dificultades que le acarrea su preñez, un asunto donde los curas hacen todo lo que está a su alcance para convertir el feliz momento del alumbramiento en un relato terrorífico, yendo incluso en contra de las promesas que les han augurado a quienes optan por dejar descendencia.

Pero detrás de toda esta reyerta innecesaria, se esconde un elemeto que debería hacer reflexionar a los sacerdotes. Quienes al obrar de esta manera, están poniendo en jaque el mismísimo derecho a la vida, que ellos consideran el más fundamental de todos: de hecho es por su preminencia que se oponen al aborto. No se lo niegan al feto que todos saben no sobrevivirá, sino a la mujer que requiere de un tratamiento médico para salvarse. Y sólo por el afán de perseverar en una ideología, tal como antaño ocurrió en los regímenes comunistas y totalitarios que los curas tanto desprecian. Aseguran que la testarudez de esos gobernantes acabó en la muerte de millones de personas. ¿Y ellos, no estarán dando muestras de una terquedad fatal, antesala de la aniquilación masiva?. Pues estamos en presencia de un caso notorio en el cual los principios atentan contra la vida de una persona humana.

Por fortuna para la apremiada mujer, y contrario a lo que todos piensan, en Chile se pueden efectuar estas intervenciones. Se les conoce con el eufemismo de "interrupciones del embarazo". Justamente la definición del término aborto, que producto de la legislación vigente es innombrable. Y se han llevado a cabo incluso en épocas recientes. Al menos los médicos mienten en favor de salvar vidas. Los curas sólo falsean la realidad cuando les conviene, y por eso no nos dejamos de sorprender con los engaños que a diario les son descubiertos.

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