domingo, 21 de agosto de 2016

El Fracaso de las AFP

Ante las protestas en contra de las denominadas Administradoras de Fondos de Pensiones, mejor identificadas por la sigla AFP, muchos economistas y opinantes varios, entre quienes se cuentan los fundadores del sistema, han replicado que ésta ha sido una estructura claramente exitosa, y exhiben como prueba el hecho de que las jubilaciones, aunque bajas, se entregan con regularidad y en sus fechas correspondientes, situación que además está garantizado que no variará en el futuro, debido a la supuesta prolijidad que han tenido durante este tiempo las empresas encargadas. Como contraste, ponen como ejemplo lo que acaece actualmente en los países que emplean el fondo común de reparto, donde los respectivos fiscos han admitido que pronto enfrentarán serios problemas de falta de liquidez, viéndose obligados a tomar medidas como aumentar los descuentos, elevar la edad de retiro o elaborar reformas basadas en el modelo chileno.

Los resultados para los afiliados al sistema de pensiones local -que además no tienen otra alternativa- están a la vista y no han sufrido variaciones desde la creación de éste: jubilaciones equivalentes a un quinto del salario que recibían en su época laboral, que en varias ocasiones se acaban antes de que expire la existencia física de los interesados. A tres y media décadas de su imposición, los únicos beneficiados con él son los propietarios de las administradoras, que desde los últimos años del siglo pasado no pasan de las cinco, casi todas en manos de enormes consorcios financieros internacionales. Un éxito puramente monetario reducido a una insignificante élite integrada entre otros por magnates extranjeros que vayan a imaginar dónde se ubican estas tierras. Suficiente para calificar una estructura en términos positivos, de acuerdo a los parámetros del nuevo liberalismo. Pero claramente insatisfactorio si se considera la enorme función social que, por el asunto que aborda, y a pesar del afán lucrativo de las empresas encargadas, está obligado a cumplir el paradigma que estamos analizando.

Pues hagamos comparaciones. En los países con sistemas de reparto están interesados en introducir reformas pero jamás en remplazar su forma tradicional de entregar las pensiones por como se efectúa hoy en Chile. Y aunque en distintos lugares se reconoce que si no se realizan cambios se irá de modo inevitable al colapso, al menos hasta la fecha las pensiones están garantizadas y en varias de esas partes, con sumas similares a las que se recibían cuando se trabajaba. En cambio las AFP son incapaces de otorgar una cantidad mínima para subsistir, ni siquiera un monto continuo durante toda la vida terrenal del jubilado. Por lo tanto, una de las destinaciones para las cuales fue creado, tal vez la más importante, cuando menos la más visible, no se ha cumplido y nada parece indicar que en un futuro, incluso lejano, lo hará. Se aseverará, a modo de contra argumento, que las administradoras, por sus condiciones, cuentan con la ventaja de entregar ganancias, producto de las inversiones y la rentabilidad. Bueno: la consecuencia de tales actos, el aumento de los montepíos, brilla por su ausencia. Y sin él estaríamos hablando de simples empresas rentistas, que además están lucrando con dinero ajeno en complicidad con el Estado, pese a ser completamente privadas.

Los defensores del sistema alegan que cuando lo crearon no se producía las llamadas "lagunas laborales", periodos relativamente prolongados en los cuales el trabajador no cotiza porque está desempleado o por diversas circunstancias no ejerce con contrato. Lo curioso es que con eso se colocan a la altura de las estructuras de reparto, a quienes acusan de ser ideadas en una época en que existía una mayor fuerza laboral por el número más alto de nacimientos. Porque del mismo modo, acá construyeron una amalgama para un momento determinado de la historia y luego descubrieron que no respondía a un tiempo posterior. Es decir, en uno y otro lado no fueron capaces de prever, verbo tan apetecido por los capitalistas liberales, no sólo los "nuevos". Y eso que los mismos que organizaron las AFP en su momento también edificaron los fundamentos de la movilidad económica actual, ésa que no le garantiza pensiones dignas a casi todos los interesados. Así que aquí no pueden recurrir a la excusa de la variable externa ni del hecho fortuito. Simplemente, reconozcan que elaboraron las administradoras para beneficio propio. Y nada más.