domingo, 20 de diciembre de 2015

Los Primeros Pensionados Pobres

Más que nunca, en sus ya casi tres décadas de existencia, en la actualidad han arreciado las voces críticas al sistema de pensiones de las AFP. Desde luego, existen, como en el pasado, opiniones a favor de ellas, pero a diferencia de lo ocurrido hasta hace quince años, dichos elogios apenas son audibles entre la amalgama de ciudadanos que exige explicaciones por las exiguas sumas que incluye cada jubilación. Muy distinto a aquellas épocas en donde esta estructura no sólo era considerada incuestionable en base a la eficiencia que mostraba en términos macro económicos, sino que además los medios masivos de comunicación la presentaban con un aire chovinista al recalcar las alabanzas que ocasionaba en expertos extranjeros y en gobiernos repartidos por distintas partes del globo que declaraban sus ansias de aplicarla en sus respectivos países.

Desde que se fundó, el sistema de AFP siempre ha estado bajo sospecha. Y no porque haya sido creado durante una dictadura que no permitía objeciones a su modo de actuar. Los datos empíricos son más que suficientes para no sólo comprender, sino también apoyar las protestas de trabajadores que en lugar de vivir la esperada vejez digna, pasan sus últimos años en constante angustia, buscando ingeniárselas con pensiones que no les alcanzan para subsistir. Sin embargo, por primera vez los reclamos no se circunscriben a los empleados que han sufrido en carne propia las injusticias de una estructura que no fue diseñada pensando en su beneficio, ni a los intelectuales que cuentan con una mochila ideológica detrás. Ahora, los alegatos provienen de personeros públicos, representantes de un amplio abanico político, que cuentan con las herramientas para modificar la legislación vigente. A los cuales se les han sumado representantes del poder judicial, organizaciones sociales, colectivos sociales y hasta integrantes del espectáculo y la farándula. Todos ellos, invitados permanentes a los espacios de radio y televisión, donde expresan abiertamente su rechazo a estas administradoras, y ya no tienen el temor de ser censurados ni ridiculizados por un locutor que coloca por delante la eficiencia y la alabanza internacional. Esa se ha tornado una responsabilidad casi exclusiva de los defensores, quienes además han tenido que desempolvar de sus estanterías argumentos en favor de su postura que ni siquiera imaginaban hace unos años atrás que iban a verse obligados a usar.

¿Por qué el descontento, o al menos la pérdida del temor, se ha vuelto tan amplia y general? Un sociólogo del montón responderá con la monserga de siempre: que en estos tiempos existe una apatía y un descontento que atraviesan todos los recovecos de la comunidad lo que a la larga se traduce en pérdida de respeto hacia la autoridad mediante la desconfianza. Es una explicación admisible, en especial si uno pone atención al ritmo que están tomando los acontecimientos tanto a nivel nacional como global. Sin embargo el asunto no se agota aquí. Hay una serie de causas, algunas de las que se pueden encontrar en la vieja y siempre presente conveniencia individual. Ocurre que de aquí a algunos años más, nos hallaremos frente a la primera generación de trabajadores que ha cotizado durante casi toda o al menos gran parte de su vida laboral en una AFP, y quienes ya están vislumbrando la posibilidad de que sus respectivas jubilaciones les significarán una merma considerable en su nivel de ingresos, que los puede dejar en una situación mucho peor que sus colegas ya pensionados y que no han cesado de reclamar, los cuales han minimizado esos reveses porque contaban con ahorros medianamente importantes en el antiguo sistema. Y dentro de esta camada de nuevos retirados, existen personas influyentes, y una amplia gama de profesionales bien remunerados que de seguro experimentarán una drástica disminución en los dineros que les llegarán en su vejez versus lo que reciben actualmente.

Se trata, entonces, de evitar una situación que en poco tiempo más será palpable en su cara más amarga. Los miles de jubilados, algunos de ellos con determinada influencia social, que estarán viviendo una potencial vida de miseria y abandono. Y que dejarán al descubierto las consecuencias más oscuras de décadas de aplicación del sistema de AFP, cuando ya sea demasiado tarde para efectuar las necesarias correcciones. Es cierto que a la larga a estas personas los motiva la protección de su propio bolsillo, pero si eso finalmente consigue enmendar el rumbo de una estructura que es capaz de reducir a miles de ciudadanos a la peor pobreza en favor de unos cuantos, bienvenido sea. Que las lamentaciones posteriores y la conmiseración no solucionan las cosas.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los Empresarios Quejumbrosos

Nuevamente las cifras dan cuenta que se está viviendo una etapa de bajo crecimiento económico que en cualquier momento puede desembocar en una recesión. Ante ello, ciertos grupos de empresarios y de expertos exigen que las autoridades tomen una medida ejemplar y en ese marco sugieren que sea retirado el proyecto de ley sobre reformas laborales que lleva casi dos décadas entrampado en el parlamento y que siempre se transforma en la piedra de tope en estas coyunturas. Se asevera que no es el momento adecuado para insistir con dicha iniciativa, afirmación vaga, con pretensiones de ser políticamente correcta, que se intenta pasar como el resultado de esforzadas elucubraciones intelectuales de supuestos entendidos: con la cual básicamente se busca evitar decir que no se puede legislar en favor de los trabajadores porque a los empleadores les significa pérdida de dinero y de poder, hechos que no suelen aceptar en circunstancia alguna, pero que en una situación de contracción, pueden usar como pretexto para dejar de abrir negocios o incluso de cerrar los que ya tienen en marcha, sin percibir una evaluación negativa por ello.

Independiente de la opinión de los economistas -que de seguro cuentan con argumentos sólidos para apoyar una u otra postura-, ¿no que los empresarios se definen a sí mismos como emprendedores? ¿Y que ese calificativo implica la asociación con otros, como el de innovadores? Tal vez se trate de una relación arbitraria, efectuada con fines propagandísticos, pero que es repetida hasta el cansancio por quienes tienen asalariados a su cargo, así como por quienes los defienden y admiran. Al extremo que se considera una de las bondades características y prácticamente exclusivas del capitalismo liberal, la de proteger la iniciativa individual -o mejor dicho, personal-, permitir que se desarrolle sin trabas de ninguna especie (entre las que puede cabe un amplio abanico que va de la falta de oportunidades, pasando por el cobro de impuestos hasta la intervención pública en asuntos delicados como el bienestar social), pues de las particularidades de cada uno salen las ideas que a la postre generan riqueza y mejor pasar. Y los empleadores son la prueba más visible de ese predicamento, que entre otras cosas, permite la supervivencia del sistema monetario.

Entonces, ¿por qué en lugar de estar quejándose, los empresarios no practican lo que se supone es su rasgo más palpable, y no se dedican a emprender -que de ahí viene empresa- y a innovar? Si son los llamados a salvar la situación -y ellos mismos se catalogan así- debieran actuar en consecuencia y estar creando las fórmulas para superar los problemas que los afectan, en lugar de culpar a quien está al lado. Por cierto, una conducta que no concuerda con las actitudes que debiera tener un capitalista, donde se insiste en no hacer responsables a otros de coyunturas de las cuales la persona, por su condición de individuo único e irrepetible y en pleno uso de sus facultades, es capaz de salir por sus propios medios. Es la vieja y reprobable tendencia del cojo que le endilga las causas al empedrado. Se supone que los emprendedores son capaces de revertir las situaciones adversas en beneficio propio y de los demás. ¿Por qué no podría ocurrir igual cosa con las odiosas reformas laborales? Y no me refiero a buscar resquicios legales que acaben dejando la situación, al menos en la práctica, al mismo nivel que exhibía antes de la aprobación del cuerpo legal, por si acaso. Algo que por estos pagos es relativamente común.

Es curioso que algunos, tan sólo al oír de mejores a la cuestión laboral, salten de inmediato aseverando que perjudicará el crecimiento. Lo más irónico es que son los mismos que después en los foros empresariales insisten en que el innovador supera todas las adversidades y que una crisis no debe ser mirada en ese sentido sino como una oportunidad. ¿Qué, hay cosas que ni siquiera la acumulación de capitales puede resolver? La verdad es que más bien, algunos no las quieren solucionar.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Prensa Al Desnudo

Salvo los desubicados de siempre, el grueso de la población condenó de modo enérgico la publicación que el diario digital "El Dínamo" hizo de unas imágenes del diputado Guillermo Ceroni, quien, en pleno hemiciclo, fue captado revisando unas fotografías en su celular, donde se retrataba él mismo teniendo relaciones homosexuales pagadas con unos jóvenes. Pese a que en el mencionado medio de comunicación insistieron en que su intención era denunciar a un parlamentario que en plena discusión se estaba distrayendo con elementos ajenos a su trabajo, la mayoría comprendió que la divulgación fue motivada por la connotación que podían adquirir las tomas, en concreto, el hecho de que se descubrieran las andanzas nocturnas de una persona que ejerce un cargo público. Algo que, en un momento en que un número importante de sujetos mucho más poderosos que un simple político están siendo objeto de sendas investigaciones judiciales, la verdad no resultaba muy presentable.

Denostar la política en general y a los políticos en particular, en los últimos años se ha vuelto un ejercicio constante, casi una moda. Los chistes y comentarios callejeros que los califican de corruptos y mentirosos abundan, aumentando de la misma manera que lo hace la abstención electoral. Parece que se tratara de un asunto de cultura que ya todos han asumido, incluso quienes aún concurren a votar. Situación que, al menos en Chile, se ha visto alimentada por una sucesión de hechos recientes, como los casos de diputados y senadores que recibieron dinero bajo cuerda para sus candidaturas de parte de connotados empresarios a cambio de que, una vez instalados en las respectivas cámaras, sancionaran un determinado proyecto de ley de la forma que a dichos magnates mejor les convenía. Aunque resulta curioso que sólo se le cargue la responsabilidad a los sobornados, cuando -y más teniendo en cuenta la estructura económica y social que rige al país- las culpas por supuesto que deben ser compartidas.

La explicación de ello puede antojarse muy simple. Ocurre que los mentados empresarios controlan muchas áreas del quehacer económico nacional, y entre ellas se halla la prensa; de hecho algunos son propietarios de importantes consorcios periodísticos, o en su defecto, amigos o patrocinadores. Sin embargo el paradigma es bastante más trascendente. Pues el descrédito de la actividad política se traduce en mayor apatía electoral, lo que a la larga se transforma en un círculo vicioso. Y al contar con una instancia de participación pública tan degradada, las personas comunes dejan de utilizar un espacio donde pueden hacer oír sus reclamos y expresar sus opiniones. Luego se va perdiendo el interés por siquiera tratar de modificar o corregir los problemas actuales, pasividad que justamente buscan determinados grupos, por ejemplo los mismos magnates que han ofrecido fuertes sumas de dinero y no aparecen mencionados con la misma fuerza en las querellas e investigaciones.

Golpear a un político no es difícil. Es la cara más visible, porque debe tratar con los ciudadanos comunes a fin de que éstos lo elijan para el cargo. Además, de todos los que ostentan poder, finalmente es quien menos tiene. Representa la opción de cortar el hilo por lo más delgado, aparte de constituir un frontón donde pueden estrellarse todos los escupitajos mientras los tiburones más voraces aguardan tranquilos a que la airada multitud se canse, y se consuele comprando las ofertas que tales peces gordos le ofrecen a modo de consuelo y evasión -aunque nunca lo digan directamente-. Limpiar de manera constante la actividad pública de sujetos inescrupulosos es un deber, claro está. Pero no es menos urgente señalar a quien está detrás, quien es capaz de hacer caer a todo un parlamento para que los votantes acaben renegando de la política en general, y le comiencen a rendir homenajes únicamente a él.

domingo, 8 de noviembre de 2015

El Conejo Cubierto

Muchos han recibido con sorpresa la noticia de que la revista Playboy dejará de colocar fotografías de mujeres medianamente desnudas en sus portadas, como parte de una nueva estrategia comercial. No han faltado los comentarios, serios o burlescos, de sujetos que a través de las redes sociales han llamado a no continuar adquiriendo el magacín de Hugh Hefner, algunos de los cuales, se atreven a afirmar que esta decisión constituirá el inicio del fin de la publicación.

Playboy jamás fue una revista pornográfica, al menos en el sentido más estricto -y radical- del término. En realidad siempre se ha tratado de un magacín misceláneo cuyo gran atractivo comercial ha sido la inclusión de fotografías de mujeres con escasas vestimentas -porque muy pocas veces han aparecido totalmente desnudas-, que en la medida de lo posible ya cuentan con algún nivel de fama, creado por la propia publicación o por agentes externos a ella, esto último por lejos la tendencia más seguida, como se puede constatar en los abundantes casos de portadas con celebridades vinculadas al espectáculo. El gran atrevimiento detrás de esa actitud se reduce a mostrar a figuras conocidas por un alto porcentaje de la población, debido a que son rostros de industrias que se desarrollan a través de la imagen, como el cine y la televisión, en una actividad ajena a la que realizan el resto de su tiempo, uno de los morbos más antiguos y elementales de la humanidad y que personas influyentes tales como empresarios y políticos utilizan a diario en beneficio propio. Incluso, en los Estados Unidos de 1953, cuando se lanzó el primer número, ya eran muy populares los afiches "pin-up" que por cierto siempre fueron más sugerentes que la oferta creada por Hefner.

Ya como empresa, Playboy comenzó a acercarse a la pornografía propiamente dicha hacia mediados de la década de 1970, entrando de lleno y de modo definitivo en los años 1980. No lo hizo a través de su producto más visible, sino empleando las nuevas herramientas tecnológicas que se iban expandiendo -cine, vídeo, televisión de pago, internet-. Y las causas que motivaron este giro pueden resultar a primer análisis completamente contrapuestas; pero como siempre ocurre en la vida, al final encuentran un punto de coincidencia que acaba en una atracción mutua. En el primer decenio de los recién mencionados, se produjo la irrupción, a causa del relajamiento moral y sexual que se estaba suscitando en Estados Unidos, de revistas abiertamente pornográficas como Penthouse o Hustler, además de la aparición de las películas porno duras con el esquema que las conocemos hoy. En el siguiente, la preponderancia que adquirió la derecha religiosa tras el triunfo electoral de Ronald Reagan -y que llevó al mismo Hefner a casarse y a promover el matrimonio y la familia tradicionales- irónicamente abrió un canal de circulación para estas actividades a través de las cintas VHS, que acentuaban aún más el carácter llano y repetitivo de las producciones denominadas "triple equis" al eliminar los juegos fotográficos y de colores presentes en el celuloide, y que tanto generan atracción en el espectador como permiten determinar la calidad artística de una obra. Si a todo ello se agrega el hecho de que esa fue la época en que se impuso el pubis depilado y las "actrices" que se veían como muñecas a costa de innumerables cirugías estéticas, finalmente un ambiente muy hipócrita pero a la vez convenientemente esterilizado (en el sentido que se le da a esa palabra tanto en la reproducción humana como en la asepsia hospitalaria).

Hefner nunca ha sido el revolucionario sexual que muchos pretenden hacer creer. Sólo es un individuo que encontró una buena veta comercial y la explotó al máximo y con la astucia propia de un hombre de negocios, si por algo hoy vive en una mansión y además su empresa continúa existiendo, hallándose en frecuente expansión. Pero ninguna de sus supuestas audacias desafiaron lo establecido y mucho menos crearon pautas a imitar. Simplemente se adaptó a los tiempos, creando medios alternativos como su empalagoso y soporífero canal de televisión, heredero de esa pornografía con olor y gusto entre plástico y cera de pisos producida en los años 1980, y que está ahí para que los ilusos continúen aseverando que fue él quien inició todo esto. La decisión adoptada por los ejecutivos de su negocio -que no lo olvidemos, hoy está en manos de su hija- lo más probable es que haya sido pensada con la intención de convertir al magacín en un entretenimiento familiar, algo a que aspiran todos los magnates estadounidenses, por el provecho económico y el estatus social que ello significa. Y si eso ya se ha dado con los casinos de Las Vegas, algunos de ellos surgidos en torno a la mafia, ¿por qué no hacerlo con una revista considerada porno? Hasta puede que en futuro cercano nos encontremos con una versión hecha para niños.

domingo, 25 de octubre de 2015

Cosas Que Pasan

La frase que da título a este artículo fue utilizada por Jeb Bush, pre candidato presidencial republicano a la presidencia de Estados Unidos, como respuesta a una periodista que lo abordó a la salida de una convención política de su partido, solicitando una opinión acerca de la masacre en un centro estudiantil de Roseburg, en el estado de Oregon, donde -para variar- un pistolero solitario asesinó a diez personas y dejó heridas a otras siete. Lo peculiar de este nuevo tiroteo es que el atacante les preguntó a sus víctimas si eran cristianos, y a quienes respondieron afirmativamente, los ejecutó con un tiro en la cabeza. Algo que debería haber llamado la atención del hombre público encarado, pues pertenece a una familia que, aparte de aportar con dos gobiernos a su país -el padre y el hermano mayor del susodicho- es reconocida por su férrea defensa de la moralina tradicional, por lo que sus integrantes suelen tener altos niveles de aprobación entre los creyentes, sobre todo los más conservadores. Sin embargo, el caso es que este sujeto y el clan al que pertenece son tenaces partidarios de otro elemento: la libre posesión de armas de fuego, que en la nación norteamericana es una característica que -por diversas causas- suele estar relacionada con la anterior.

Cuando se informó la ocurrencia de este infame hecho, muchos fieles atiborraron las redes sociales de inspiración cristiana -y varias seculares también- alegando que en uno de los países que ha representado por siglos la expansión y crecimiento de la fe, hoy están surgiendo grupos y personas dispuestos a perseguir y a matar a quienes se rehúsan a negar o callar el evangelio. Como era de esperar, dichos manifestantes culparon a la ola de relativismo moral que en la actualidad estaría sacudiendo a Estados Unidos, y cuya expresión más reciente y palpable sería el fallo de la corte suprema de esa nación que declaró el matrimonio gay como un derecho inalienable en todo el territorio independiente de lo que hubiesen establecido las legislaciones locales. Bastantes ven en estas decisiones, tomadas por organismos públicos, un peligroso distanciamiento de las cosas divinas, lo cual, debido a un proceso lógico, tendería a evolucionar hacia una situación donde, basándose en distintos resquicios -presentación de pruebas científicas, freno a los denominados discursos de odio- se intente erradicar a las voces disidentes. Al respecto, muy poco atinado estuvo Barack Obama, cuando, a propósito de esta masacre, declaró que la oración ya no era suficiente. Por supuesto que se refería a que se tornaba cada vez más urgente promulgar decretos que restringieran el uso de las armas de fuego. Pero para la mentalidad de los creyentes más reaccionarios -abundantes en suelo norteamericano-, ya dolidos, y con justa razón, por lo ocurrido en Oregon, estas palabras fueron percibidas como un ladrillo más en una pared con la que se trataría de separar a Jesús de la sociedad cotidiana.

No obstante, cabría formular una pregunta para estos cristianos, varios de los cuales por supuesto son honestos. ¿Qué opinan de las palabras de uno de sus mayores referentes para la próxima elección norteamericana? Tomando en cuenta que además, entre las víctimas del tiroteo se podría más de algún partidario de Bush. ¿Repetirán con él la frase de la polémica, u optarán por un rodeo de pretensiones teológicas, aseverando que lo importante es que esos hermanos "se fueron con el Señor"? Aún cuando exista el consuelo de la resignación, queda dando vueltas un factor que vale la pena analizar. Este candidato presidencial, quien asegura defender a los creyentes y sus valores -entendidos como los más conservadores y reaccionarios- olvidó por un momento a sus supuestos protegidos y al mismo Jesús en favor de afirmar un principio, la tenencia libre de armas de fuego, que de acuerdo a la Biblia no se condice o cuando menos no es prioridad para una persona de fe, aunque no faltan quienes, mediante asociaciones bastante antojadizas, traten de calzar ambos elementos. Es importante recalcar que Jeb dejó a un lado las cosas divinas por un rifle, y eso ya es un punto que en el mejor de los casos da para reflexionar. Sin contar que su respuesta es una ofensa para aquellos fieles que murieron, precisamente, por permanecer firmes en Cristo. Ya que por ninguna parte existe en ella un mensaje de aceptar la adversidad como un componente de la insondable voluntad divina, sino más bien un intento por escapar de una interrogación incómoda, que puede dejar al aludido desnudo en su hipocresía.

Muchos cristianos norteamericanos, en especial los que se acercan al votante republicano medio, o bien miran con absoluta indiferencia el asunto de la tenencia de armas, algunos la apoyan, y otros prefieren pasar de largo respecto del tema, arguyendo que hay otras cosas más importantes que discutir -el aborto, la homosexualidad, la misma pérdida de valores- que llevan intrínsecas una mayor naturaleza pecaminosa. Sin embargo, ya hemos sido testigos de que la libre circulación de pistolas y rifles acarrea un mal tan grande que puede provocar la muerte, algo que los creyentes están llamados a evitar. De acuerdo: se trata de objetos que por sí solos no son dañinos, y que se tornan peligrosos sólo cuando caen en manos equivocadas. Pero, ¿no se podría argumentar lo mismo respecto del alcohol o las plantas alucinógenas, que estos mismos fieles buscan proscribir a todo evento? Es de esperar que no venga el silencio tras el disparo.

domingo, 4 de octubre de 2015

El Lazarillo de la Tormenta

No lo debe estar pasando bien el oftalmólogo Carlos Schiapacasse, a entender por las incontable cantidad de disculpas que ha tenido que ofrecer a cuanto medio de comunicación que por estos días lo aborda. El tipo perdió su trabajo en un hospital público, ha debido soportar toda clase de rayados en el frontis de su consulta privada, la que además brilla por la ausencia de pacientes -y clientes-, y ciertos colegas han aprovechado sus quince minutos para denunciarlo por conductas agresivas que habría manifestado en el pasado. ¿La causa? Una cámara de seguridad lo sorprendió agarrando y arrojando fuera de un ascensor en un edificio de Viña del Mar, a un perro lazarillo, y luego respondiendo con supuestos insultos de corte clasista a la asesora del hogar que trasladaba al can, reacciones provocadas por los gritos aterrados de su pequeña hija, que padece una fobia hacia esos animales. Sí, los adoradores de bestias nuevamente, y como siempre, colocando su objeto de deseo por encima del bienestar de las personas.

Dos características de este incidente han llamado la atención de la opinión pública: la condición de lazarillo del perro y las palabras que el doctor Schiapacasse le dirigió a la asesora. Ambas han sido empleadas de manera muy eficaz y conveniente por los pro animal, para destacar la importancia de las mascotas en la vida humana y defender la idea de que quien es agresivo con sus "hermanos menores" tarde o temprano también lo será con los de su propia especie. Sin embargo, del mismo modo han sido utilizadas más bien como anexos, detalles que justifican las actitudes de ojo por ojo contra el oculista que se han difuminado a través de las redes sociales y que lo tienen implorando perdón en cada oportunidad que un periodista lo enfrenta. El foco de atención continúa siendo, en forma casi exclusiva, el can, tratado a secas y no en base a las utilidades que presta, aunque algunos medios de prensa parecieran indicar lo contrario. Por su parte, la empleada doméstica ha sido tratada como un factor muy secundario, casi fantasmal. De no ser por la recriminación que le profirió el médico, catalogada de insulto clasista, interpretación un tanto ambigua, la verdad es que nadie se hubiera molestado en preguntarle su opinión, ya que dicho calificativo, como se señaló anteriormente, sirve para denostar aún más al atribulado oftalmólogo, con el argumento de que quien maltrata a los animales tampoco muestra deferencia con los humanos.

Señalo que es una interpretación un tanto ambigua, porque al fin y al cabo lo que el tipo hizo fue recomendarle a la mujer, de manera poco amigable en todo caso, que mejor usara las escaleras. De esa expresión se ha armado un escándalo donde se alega segregación contra el pobre y en especial contra las asesoras del hogar, las cuales, además, en efecto suelen sufrir la discriminación de parte de quienes las contratan, por lo general sujetos de estratos medios y altos entre quienes, por su profesión, debe contarse Schiapacasse. Pero bien que la intención del oculista pudo haber sido recordar que no es adecuado trasladar un perro dentro de un ascensor -de hecho en algunos edificios se prohíbe incluso mantenerlos en los departamentos-, ya que puede defecarse en la cabina o si ésta se halla muy poblada, cometer acciones propias de su naturaleza instintiva, como ladrar o morder, todos hechos que obviamente no resultan agradables. Estamos de acuerdo en que lo indicó de la peor manera posible y luego de haber arrojado al can. Pero si muchos le reprochan a este oculista su falta de criterio, entonces que ellos sean consecuentes con lo que exigen y analicen con más calma la situación, antes de embestir como toros (otro animal que les ha llamado la atención, por el asunto de las corridas). Él sólo buscaba proteger a su pequeña hija, que recordemos padece una fobia. Nadie por cierto ha tomado en cuenta a esa niña y de seguro que ella por lo menos ha escuchado aseverar que su padre es un golpeador de hermanos menores. Parece ser que los amantes de criaturas inferiores no son muy considerados con los seres humanos, al contrario de lo que argumentan.

No han faltado quienes han aplaudido la condena contra el doctor Schiapacasse, destacando que pocas veces en Chile una persona de los sectores más acomodados recibe una sanción por sus actos deleznables. Esa conclusión sólo resiste un pequeño análisis. Para comenzar, este oculista no pertenece al círculo de las fortunas más influyentes del quehacer nacional, y la prueba de su carencia absoluta de poder está en el despido del que fue objeto en el servicio público de salud. Además, dudo que alguna vez alguien tendrá la oportunidad -mucho menos las agallas- de captar a un Lucksic, un Angelini o un Agustín Edwards maltratando un animal. Si es una cámara de seguridad de un ascensor, los mismos encargados de manejarlas las borran al instante. Por otro lado, estos tipos cuentan con enormes viviendas con amplios patios, en ciertos casos, fundos, donde mantienen perros, gatos, aves y hasta caballos, los cuales, dadas las circunstancias, suelen usar para lavar su imagen. Donde hay que hincar el diente es en la agresión constante que efectúan contra los humanos que trabajan para ellos. Lo cual ni siquiera inmuta a los adoradores de bestias, que en muchas ocasiones son hijos ociosos de estos magnates o de quienes los adulan.

domingo, 6 de septiembre de 2015

El Fastidio del Folclor

Llega septiembre y los supermercados y centros comerciales sustituyen la música que comúnmente se oye en el interior de esos recintos por cuecas, tonadas y afines. Con ello, le avisan al público que es víspera de fiestas patrias y que al menos por un mes no han dejado de lado las "tradiciones" en favor de modelos y géneros foráneos cuya sola exhibición puede constituir un atentado contra la identidad nacional. De paso, alientan los reclamos de los folcloristas, quienes aseveran, no sin pruebas fehacientes, que la población local se acuerda de estas expresiones culturales, así como de sus practicantes, sólo durante dos semanas en el año.

Más allá de lo legítima -sobre todo a la luz de los hechos- que es esa protesta, cabría preguntarse si no sufre de una estrechez mental e intelectual similar a la que muestran los gerentes de las tiendas mencionadas en el párrafo anterior. Cuando se aborda este tema, siempre se hace en el marco de la ausencia de la denominada "música tradicional" durante el resto del año, y su consecuente arrinconamiento -con todos los clichés que ello acarrea- en septiembre. Pero, ¿nadie ha pensado en los efectos negativos que puede ocasionar esta sobre exposición de folclor en vísperas del "aniversario patrio"? Independiente de que alguien prefiera melodías de buena o mala calidad -y en la folclórica conviven ambas clases de demostraciones- su tendencia siempre estará orientada a la diversidad de géneros, pues machacar siempre en uno solo la verdad es que aburre. Incluso quienes ven esta expresión artística en términos puramente funcionales -entre otros, como fondo de un aviso publicitario o de un sitio de compras- se acaban hastiando cuando la oferta no es variada.

Y es preciso recordarlo: los centros comerciales, los espacios públicos, los programas televisivos y a veces ciertas emisoras de radio, no emiten otra cosa que no sean ritmos considerados folclóricos. ¿No estarán generando entre la población, precisamente la sensación de que esta música es válida sólo para la primera quincena de septiembre? ¿No están ellos mismos, finalmente, dejando entrever que estas composiciones tienen sentido únicamente en una fecha determinada? Con la forma en que abordan el asunto, terminan provocando dicho efecto. Porque a través de los parlantes se escucha una instrumentación totalmente diferente a lo que se expone el resto del año, atípica y que además desentona (vaya términos tratándose de música y de folclor) con la línea que se mantiene durante las épocas "normales". Aparte que es imposible no percibir una sensación extraña cuando se da en el mismo clavo cuando éste no corresponde a lo que se toca con frecuencia, donde por lo demás cada tienda o medio de comunicación cuenta con un estilo propio. Cuando un supermercado da a conocer determinadas canciones, lo hace porque es lo más grato para el personal o porque desea entregar una imagen particular e inequívoca al público. Lo que por las características ya explicadas no se da con la rítmica tradicional, impuesta en base a la obligatoriedad que impone una fecha.

El pianista Roberto Bravo siempre ha insistido que sólo existen dos tipos de música: la buena y la mala. En ese sentido, y más todavía en la actualidad, cuando las técnicas de grabación han permitido a los cultores de ritmos populares superar las limitaciones que les imponían las antiguas técnicas de notación -saber interpretar un pentagrama, por ejemplo-, el folclor no puede permanecer aislado y en su propio limbo, sino que debe mezclarse con otras formas de composición que permitan crear obras de calidad que perduren en el tiempo y que contribuyan a identificar a un  país. Si analizamos, nos damos cuenta que existe una enorme cantidad de autores y grupos cuya música se ha considerado folclórica que no practican el estilo al menos en el sentido ortodoxo del término, y que son doctos -Pedro Humberto Allende- o cercanos al pop -Inti Illimani, Los Jaivas-. Y a ellos y otros más se los oye todo el año, porque los receptores han caído justamente en la cuenta que resultaría ofensivo remitirlos a un cliché de quince días.

domingo, 16 de agosto de 2015

El Hambre y El Desperdicio

Un reciente informe de la FAO indicó que, aún considerando el factor de la huella ecológica, hoy se elabora suficiente comida como para saciar dos veces a la población global actual. Más aún, la investigación concluye que con sólo un cuarto de los alimentos que se tiran encontrándose en buen estado (y que constituyen la tercera parte de la producción total) se podría dar sustento a todas las personas que en la actualidad, por diversas circunstancias, padecen hambre. Resultados que, al menos por el momento, parecen desmentir a quienes postulan al control de la natalidad como una importante solución -cuando no la única- para aliviar una serie de problemas que están aquejando a la humanidad, entre los que justamente se cuenta la inanición.

Lo de que se genera suficiente comida para la totalidad de los terrícolas, es algo que ya se sabía de antemano. Una situación que, de mantenerse el actual crecimiento demográfico, al menos durará un siglo más. El problema del hambre, en realidad, radica en otras causas, como los conflictos bélicos por supuesto, pero también debido a ciertas conductas, como el lujo y la especulación. Se fabrican alimentos, muchas veces, no con el propósito de cubrir la más básica de las necesidades, sino con un afán de mero entretenimiento, como las golosinas o los menúes exclusivos. Los agricultores y los industriales se concentran en estos negocios, ya que les resultan más lucrativos, y se olvidan de los comestibles más masivos y esenciales. Por otro lado, lo que llega al tarro de la basura sin ser consumido sirve para mantener un atractivo nivel de precios, ya que técnicamente se saca del marcado un número de ejemplares que podrían hacer bajar el valor económico. Con esas premisas, se dan fenómenos que en otro contexto serían completamente absurdas y descabelladas, como lo que sucede con los granjeros y empresarios de frutas que lanzan unidades al vertedero por simples consideraciones estéticas.

Un comportamiento que lleva a plantearse preguntas. ¿Se considerará en este asunto de la huella ecológica, solamente el aumento cuantitativo de la población en atención a la relación entre suelos habitados y destinados al cultivo, o cabe la opción de agregar otros factores, que a la larga, harían a este cálculo mucho más objetivo? Por ejemplo, si el número de personas crece, aumentará igualmente el de sujetos que buscarán una alimentación de lujo, a causa de un legítimo deseo individual alentado por su poder adquisitivo. Ello aumentará la presión sobre los recursos naturales que, debido al crecimiento demográfico, serán cada vez menos. Del otro extremo, quienes exigirán comida para satisfacer su necesidad de supervivencia también subirán sus cantidades, de nuevo, sobre un menor volumen de terreno para plantar. A lo que se suma de que los más afortunados tienden enseguida a resolver de manera casi igual de exagerada algunas eventualidades como la vivienda, adquiriendo terrenos más amplios sólo por un afán de mayor esparcimiento y agrado. Hectáreas que se le arrebatarán a la agricultura o la ganadería. En consecuencia, las auténticas causas que hoy provocan situaciones de hambruna, de mantenerse la actual situación en el futuro sí acabarían generando escasez, justamente lo que muchos creen es la explicación para la inanición contemporánea.

Para cuando menos paliar este problema, hay cuestiones concretas que las legislaturas pueden hacer. Por ejemplo, considerar delito el arrojar comida que se halla en buen estado, algo que ya existe en Francia. Y no me estoy refiriendo con esto al ciudadano pedestre que termina lanzando al bote alguna patata que cocinó de más. Sino de aquellos industriales y propietarios de supermercados que sencillamente desperdician lo que no son capaces de vender. Otra idea bien interesante sería transformar en oficial, incluso con tratados internacionales, la práctica de las denominadas redes de alimentos, que en la actualidad sólo se circunscribe a organizaciones no gubernamentales. Y desde luego, aunque para ciertos teóricos suene a propuesta trasnochada y enemiga de la libertad económica o el esfuerzo individual, colocar un freno a la especulación financiera, al menos en este campo. Aparte de seguir considerando el control de la natalidad como alternativa válida. Tendríamos menos humanos, pero nos ahorraríamos unos cuantos acaparadores.

                                                                                                               

domingo, 2 de agosto de 2015

Muchas Atribuciones y Escasa Preparación

Dos hechos marcaron la pauta noticiosa durante la semana pasada. El primero, la agresión a un teniente de carabineros, que recibió un disparo en la cabeza, el cual lo tuvo al borde de la muerte, de parte de un sujeto al cual le estaba efectuando un control policial. El segundo, el asesinato, perpetrado por un funcionario de esa misma institución, de un obrero cuprífero, que formaba parte de una protesta pacífica por mejoras salariales en El Salvador. El primer incidente ha llamado la atención de las autoridades, los medios de comunicación y los sectores más influyentes de la sociedad, quienes consiguieron que en el congreso se ingresara un proyecto que aumentaba las facultades de los agentes así como las penas carcelarias para quienes los osaban desafiar. En cambio, en el caso del homicidio la cobertura ha sido más soterrada, como tratando de evitar que se genere un debate en torno al suceso, respecto del cual ya el fiscal a cargo se ha adelantado, sólo con pruebas preliminares, en afirmar que se trató de un hecho accidental, por lo que optó por no revelar el nombre del autor del balazo.

En Chile los policías, y en especial carabineros, ya cuentan con atribuciones más que suficientes como para reducir a un maleante sin temor a que un magistrado judicial se les vaya en contra. Desde hace algunos años se ha descrito el delito de agresión en contra de ellos, con prisión perpetua calificada -hasta cuatro décadas de encierro- en caso de enfermedad grave o muerte. Además, los mecanismos de protección ideados por la dictadura de Pinochet hacen muy difícil que un funcionario reciba alguna condena por abusar de sus prerrogativas, incluso si un hecho de esas características significa su expulsión de la institución. Finalmente, está el favorable consenso social, que se traduce en que son los organismos públicos mejor evaluados en las encuestas, y que se palpa en cosas como el constante saludo que los agentes reciben de parte de los niños pequeños en la calle. Tal vez el asunto deba analizarse desde otros puntos de vista. Por ejemplo, la forma en que utilizan las amplias facultades que ya tienen hoy. En el caso del teniente, el malhechor -un tipo que hace poco había salido de la cárcel- le ejecutó el disparo con su propia arma de servicio, que le arrebató, no ocasionando una distracción, sino efectuando un simple cambio de manos. Un nivel de torpeza que también se podría constatar en el caso del asesinato del obrero, si es que se comprueba la tesis del fiscal, que la bala le impactó producto de un rebote. Dos situaciones indeseables que se dan a consecuencia de fallar en algo que es tan elemental en esta clase de oficio, como es manejar una pistola.

Entonces, la solución no pasa por dotar de más atribuciones a los policías, sino de saber usar las que ya tienen. Lo que al menos en el caso de carabineros, por el nivel educacional e intelectual de sus integrantes, así como del procedimiento de reclutamiento de la institución, no va a ser el camino a tomar excepto si se produce un cambio de mentalidad. Hablamos de funcionarios que no cuentan con la enseñanza media completa y que salen a las calles tras siete meses de instrucción, lo cual puede ser suficiente para aquietar la ansiedad del momento, pero no para generar una seguridad pública efectiva. Y no parece que los encargados tengan el menor interés en enmendar las cosas: no sólo a la luz del mencionado proyecto de ley enviado al parlamento, ni de los recursos humanos y económicos que es necesario implementar, sino debido a los beneficios sociales que acarrea ser agente, favorables tanto para quienes toman esa decisión como para el mismo Estado. Pues los uniformados suelen salir de las capas populares de la población, donde frente a la evidente falta de oportunidades, no falta quien opta por una alternativa que le asegura un trabajo estable, con sueldo fijo por el resto de la vida y una jubilación adelantada y más o menos contundente: más, si empieza a vislumbrar que no acabará la educación secundaria, de por sí de calidad mediocre, y por ende no le será fácil enfrentar un mundo laboral donde los empleadores tienden a exigir la totalidad de la escolaridad. Una conjunción de factores, que a los gobernantes les permite respirar aliviados porque pueden decir que hay una posibilidad de que los menos afortunados puedan ganar escalafones.

Mientras ocurra eso, que ser carabinero sea ante todo una oportunidad para abandonar la pobreza, y que se trata de un trabajo que va más allá de un llamativo uniforme con el que sacarse la foto, como sucede con los guardias reales ingleses, mucho me temo que continuaremos presenciando bochornos como el que le sucedió al teniente, bien por él y sus cercanos, se halla en franca recuperación. Sucesos anómalos que por desgracia volverán a motivar a los alarmistas de siempre a crear nuevos atributos legales, los cuales irán en desmedro de personas desarmadas y que no forman parte del hampa, como el obrero de El Salvador. Círculo vicioso que se debe detener de una vez por todas, por el bien de los policías, los civiles y el país.

lunes, 20 de julio de 2015

Muerte a los Gatos

Hace unos días, el gobierno de Australia anunció que comenzará una campaña para erradicar a todos los gatos asilvestrados que se encuentren en ese país, mediante la colocación de cebos envenenados y la caza directa. Resulta que hay un grave exceso de población de estos felinos, lo cual ha ido en desmedro no sólo de otras mascotas y de animales de granja, sino de muchas especies autóctonas, algunas de las cuales le han dado una considerable fama a la isla-continente, y que han visto mermado su número debido a que los intrusos les han venido ocupando su hábitat y además los están usando como alimento. Por ello los tratarán de exterminar como si fueran simples ratones, pese a los eventuales reclamos de los defensores de los derechos de los animales, quienes en todo caso, al parecer han optado por no levantar la voz.

Independiente de las opiniones a favor o en contra que se pueden generar en torno a esta clase de medidas, lo interesante es constatar cómo los sentimientos que despierta una determinado animal, la cual llega a ser tomada como símbolo de lo que no se le debe hacer a los llamados "hermanos menores", al final se vuelven perjudiciales para otras especies al punto de amenazar el equilibrio natural mismo. Algo similar a lo ocurrido en Australia acaece en la actualidad en Francia, donde la excesiva población de gatos, incluso de aquellos que no han sido abandonados, ha redundado en una disminución de las aves, que los mininos suelen atrapar por sorpresa. A eso se puede agregar lo que está aconteciendo en África y América Latina, donde los perros callejeros y vagos ya no se contentan con el ganado o las personas que hallan desprevenidas por ahí, sino que también están atacando a la fauna oriunda de cada territorio. Todo ello, frente a la escasa sino nula capacidad de reacción por parte de las autoridades, en gran parte debido a la presión ejercida por parte de grupúsculos que si cuentan con conocimientos sobre ecología, son los más banales y seudocientíficos que se pueden imaginar; pero que a cambio cuentan con un significativo poder económico y excelentes contactos sociales y políticos..

Y he aquí el meollo del problema. Los pro animal posee una mirada tan superficial como dañina, que empieza y termina en aquellas especies utilizadas exclusivamente como mascotas, y que irónicamente, tienen un origen artificial, ya que son el resultado de la domesticación de otras -el gato salvaje europeo o el lobo-. Es cierto que no faltan quienes protestan por la situación de los circos o de las fábricas de cecinas. Sin embargo, mientras en el primer caso se trata de una fauna que han observado sólo en documentales y películas edulcoradas, y de las cuales por ende tienen una visión en extremo romántica, en el segundo hablamos de bestias que por el tipo de familiaridad que se crea hacia ellas, a la larga se les viste con su propio halo idealizado (los cerdos, al igual que los perros y los mininos, abundan en las fábulas, los relatos infantiles y los dibujos animados). En definitiva, o se trata de una atracción primigenia -que no se detiene a examinar las causas de por qué ciertas especies llegaron a transformarse en domésticas-, o de una opinión formada a partir de información exótica y mediatizada por un determinado narrador (y los de la televisión por cable, vaya que poseen fórmulas particulares e innovadoras de hacer penetrar su mensaje). Pero en caso alguno nos encontramos frente a una persona que ha leído un libro de biología o ha salido a explorar al campo o al bosque, y por lo tanto todas sus conclusiones han pasado por el cedazo de un discurso emotivo o antojadizo.

Lo que a fin de cuentas, torna a la parafernalia pro animal en palabrería huera. Propia de ociosos egoístas que no se esfuerzan en adquirir datos más allá de los que les proporcionan los instrumentos que son el resultado de su misma comodidad, a saber, las mascotas y el televisor. No cabe la preocupación por la gente que es atacada por perros o gatos, ya sea de manera directa o a través de las infecciones que estas especies pueden portar. Ni siquiera es admisible el perjuicio económico que a un habitante del campo le genera la destrucción de su ganado, ni de las consecuencias que significa la desaparición de la fauna nativa. En conclusión, los adoradores de bestias sólo son niños alimentados, mimados e ignorante que sólo le ocasionan daño a aquello que aseveran proteger.

lunes, 6 de julio de 2015

La Mesada de Giorgio

En medio de la polémica por un proyecto de ley presentado por algunos diputados que busca rebajar el salario de los parlamentarios, el senador democristiano Patricio Walker, aseveró que los patrocinantes de dicha iniciativa habían pasado "de la mesada al Congreso". Con ello quiso dar a entender que esos miembros de la cámara baja, que surgieron tras las protestas estudiantiles del 2011, no entienden la situación de sus colegas mayores, quienes tienen familia y por ende deben encargarse de la manutención de los hijos y del sostenimiento de un hogar (y a veces de varios, pues hay uno que otro separado obligado a cancelar alguna pensión alimenticia). Pero además, de paso -y lo más probable es que de modo consciente- apuntó su sarcasmo contra Giorgio Jackson, el ex dirigente universitario devenido en congresista, el que en efecto, después de concretar sus estudios superiores el único trabajo remunerado que ha realizado es el de legislador.

Convengamos que lo de Walker es un exabrupto propio de un desubicado sabelotodo, que cree que por los años o el tiempo que lleva ejerciendo un oficio tiene la facultad de responder ante una objeción de alguien que considera novato e ignorante -en definitiva, inferior- con un grado de mordacidad rayano en la insolencia, que por las circunstancias en que fue emitido un determinado comentario, éste puede ser considerado un insulto. Sin embargo, Jackson no sale limpio en este entrevero. Más allá de la forma y el contexto en que las emitió, las críticas del senador son absolutamente comprensibles y constituyen un argumento válido. El ex dirigente universitario, en efecto, carga con menores obligaciones que muchos de sus colegas, en aspectos familiares, económicos e incluso políticos (llegó al parlamento en condición de independiente, con un lenguaje que se plegaba a la moda de atacar a los hombres públicos tradicionales -tanto en el sentido cultural como ideológico del término- y tras provenir del ambiente de las manifestaciones estudiantiles, muy bien miradas en la época en que formó parte de tales movimientos). Su postura demuestra una insensibilidad hacia sus pares que surge de un cúmulo de prejuicios que quizá no sean fáciles de percibir a simple vista, porque no fueron lanzados por una persona identificable como sucedió con Patricio. Pero que provienen de un inconsciente colectivo influenciado por la idea de que en los altos cargos del Estado sólo hay espacio para sinvergüenzas, con notables excepciones -una de las cuales, desde luego, sería el diputado de marras-, y que las únicas maneras de detener su actuar es que con normas moralizadoras y castigadoras entre las que se encuentra el meterse a sus bolsillos, una de las tendencias más recurrentes en las administraciones populistas.

Si Jackson es responsable a la hora de ejercer su cargo (un atributo que él mismo y quienes lo apoyan consideran de alto nivel, cosa que le permitiría exigir lo mismo del resto), debería salir siquiera un momento de la respuesta inmediata y la cobertura mediática, y analizar un poco la historia. La dieta parlamentaria fue instaurada en Chile en la década de 1920 con la finalidad de que los legisladores se dedicaran por tiempo completo a su labor y no la vieran como un pasatiempo reservado a quienes contaban con tiempo suficiente para hacerlo, casi siempre los oligarcas y quienes no se hallaban obligados a vivir de un sueldo. Como por cierto ocurría anteriormente en el país, lo que permitía la existencia de una clase gobernante alejada del pueblo el que además sufría una permanente miseria. Es, de hecho, una de las tantas conquistas sociales que se obtuvieron en aquellos años. Desde entonces, los congresistas empezaron a efectuar su trabajo, cual es redactar leyes y no actuar como si estuvieran en una sobremesa de salón. Y si bien es cierto que ciertos aumentos en las remuneraciones han resultado grotescos (con el agravante de que son los mismos diputados y senadores quienes deben sacar adelante dichas reformas, por lo que se transforman en una viciosa versión del juez y parte), tampoco es muy reflexivo una propuesta formulada para la galería, sin sustento argumentativo (salvo el que puede otorgar la denominada opinión pública, lo que a la larga termina siendo cualquier cosa) y con el afán de hacerse notar como diferente, lo cual se torna -por asociaciones arbitrarias- en sinónimo de renovado, limpiador e impoluto.

Cuando a Jackson le han espetado el por qué de todas formas acepta su remuneración mensual, siendo que la considera excesiva (un argumento capcioso, pues por ley estos dineros son irrenunciables), se defiende aseverando que dona el excedente a una fundación. No arregla para nada las cosas. En primer lugar, porque si la dieta se rebajara como lo propone, lógicamente el dinero entregado a esa organización disminuiría o desparecería. Y luego, porque contribuye a mantener -y exacerbar- ese mismo círculo que tantas críticas ha generado en Chile, donde los grandes acaudalados patalean cada vez que les hablan impuestos, e incluso inventan triquiñuelas para evadir los pocos que les exigen; no obstante son abiertos al instante de donar mendrugos para caridad, acaparando toda la notoriedad y la publicidad que ese ejercicio conlleva. Incluso, ésa es una de las causas por las cuales el discurso de Giorgio ha prendido tanto en el electorado y su misma persona a la vez se ha ganado las felicitaciones de la gente. Una cáscara y poquísimo más.

domingo, 21 de junio de 2015

La Imprudencia Viaja en Ferrari

No joroben. Arturo Vidal cometió un delito grave al manejar ebrio y por ende debió ser sancionado. Tanto en términos judiciales como deportivos. Y no obstante su crimen quedó en la impunidad. Por las mismas causas de siempre: una persona influyente casi nunca va a la cárcel en Chile. Y en este caso específico, quedó demostrado que mientras sea palpable, no importa el origen ni las características de esa ascendencia social.

El número ocho del seleccionado chileno, de partida, conducía su vehículo a exceso de velocidad pues debía regresar a una hora determinada a la concentración y se le estaba haciendo tarde. Es decir, ya estaba faltando al horario de ingreso al trabajo, algo que en cualquier empresa implica desde una amonestación, pasando por una multa, hasta el despido. Luego, tomó el volante tras haber ingerido una considerable cantidad de alcohol, poniendo en riesgo su propia vida, la de su esposa que lo acompañaba y la de los pasajeros del carro con el cual chocó, el que por cierto se dio diez vueltas de campana producto del impacto, por lo que algunos expertos no se explican cómo sus ocupantes terminaron casi ilesos. Además, cabe considerar que un automóvil de lujo, como lo es un Ferrari, cuenta con peculiaridades que no es prudente despreciar, y que precisamente constituyen sus mayores atractivos. Por ejemplo, la velocidad que pueden alcanzar y la resistencia de su carrocería, que le brinda una seguridad adicional a sus integrantes en caso de un accidente, a costa desde luego de los otros involucrados. Un detalle que acarrea un estatus anexo y en consecuencia provoca un determinado nivel de engreimiento en los portadores de estos motorizados, al sentirse dentro de un auténtico tanque, capaz de decidir la existencia de los demás.

Lo más repugnante de todo este escándalo son los argumentos que ciertos hinchas chilenos esgrimen para defender -incluso justificar- a Vidal, los cuales a su vez son una muestra de la degradación en la que ha caído la sociedad criolla. A quienes reprueban, con absoluta razón, la conducta del futbolista, los tachan de envidiosos y se burlan de ellos diciendo que hablan así porque serían unos perdedores y unos cuasi pordioseros que aunque los deseen jamás llegarán a tener los lujos que ostenta el "rey Arturo", entre ellos el automóvil que acaba de estrellar. Un intento de menoscabo que lleva una acusación implícita, en el sentido de que quienes atacan al jugador quisieran acceder a los bienes que éste ha conseguido sin tomar en cuenta el esfuerzo personal que habría efectuado el deportista para terminar en el sitial donde hoy está, simplemente porque no querrían seguir por el mismo camino. No vamos aquí a discutir las falacias que contiene dicha aseveración, ya que pueden ser entendidas analizando la manera en que los practicantes de élite de juegos masivos que mueven importantes sumas de dinero, acaban finalmente en la cima o al menos relativamente cerca de ella. Lo interesante es constatar que el número ocho se salva -o es salvado- porque cuenta con un automóvil, símbolo del individualismo y de la supremacía sobre el resto de la comunidad que en la actualidad, son aspectos que en este país se valoran por encima de cualquier otra cosa. Si tienes carro, y más si es caro y de lujo, cuentas con el permiso para arrollar a quien se te cruce por delante, sólo porque es inferior a ti.

Quizá en ese sentido, lo más patético sea escuchar la respuesta de la presidente Michelle Bachelet (a quien, como a cualquier gobernante, un evento masivo de fútbol le viene de perillas para desviar la atención respecto de los problemas que está enfrentando tanto ella como su legislatura) acerca del incidente, donde se limitó a decir que lo único importante es que tanto Vidal como su esposa no sufrieron heridas. Habría que informarle a esta señora que hubo otro vehículo involucrado, de manera involuntaria, cuyos ocupantes sobrevivieron de milagro con lesiones leves. Pero luego reflexiono y pienso para qué hacerla enterarse de eso. Siendo que hace un año atrás, en el contexto del Mundial de Brasil, y un modo a todas luces desubicado, ironizó junto al arquero Johnny Herrera, respecto del atropello donde éste mató a una peatón que cruzaba la calle, conduciendo en estado de ebriedad. Aunque allí habría que interrogarla sobre en qué queda la condena a los actos de violencia ejercidos contra una mujer. Bueno: lo más probable es que alguno de sus asesores -o asesoras- detenga la pregunta arguyendo que se trata de un acontecimiento sacado de contexto. Pues la mandataria sólo se remitiría a decir "paso".

lunes, 8 de junio de 2015

Demasiada Perfección Es Un Error

Cada día los medios de comunicación nos avisan de una nueva innovación tecnológica en lo que se conoce como la alta definición. Que el detalle, que los pixeles, que la calidad de la imagen... Todo enfocado en mostrar las cosas con el mayor nivel de realismo posible. Incluso por encima de lo que puede captar el ojo humano, lo cual transforma dichas promociones en una irónica contradicción, pues se trata de un grado de nitidez tan superlativo que jamás lo podremos percibir, y por lo tanto tampoco estaremos en condiciones de concebir.

He observado filmes antiguos en sistemas de alta definición, y cabe reconocer, en tales casos la tecnología ha resultado ser un valioso aporte. La calidad de imagen provoca en el espectador un interés por visionar aquellas realizaciones, lo cual es muy significativo, en especial al tratar con personas jóvenes que apenas alcanzaron a conocer el celuloide, y que tienen escasa cuando no nula cultura acerca del blanco y negro. La nitidez, aparejada con la precisión del detalle, permite detenerse en aspectos puntuales que ayudan a comprender de mejor manera los propósitos originales del cineasta, no ya en la producción en conjunto, sino también en escenas particulares, lo que incluso motiva al público medio a elucubrar sus propias y peculiares conclusiones sobre lo que está observando. En resumen, ha vuelto más legendarios a los clásicos, que no pocas mentes, en particular las que asisten a una sala con el mero afán de entretenerse, consideraban anticuados y poco atractivos.

Sin embargo, el problema surge cuando se trata de trabajos más recientes, hechos con tecnologías idénticas o similares a lo que se suele conocer como alta definición. La verdad es que ahí uno tiene la idea de que está viendo películas -aunque parezca un oxímoron- imperfectas o inacabadas desde el punto de vista técnico, más cercanas a las filmaciones caseras que a una obra cinematográfica. O en el mejor de los casos, con un parecido poco agradable a las telenovelas o a las óperas de jabón anglosajonas. En ciertas ocasiones, se genera la sensación de que uno se encuentra sentado en un banco de la plaza mirando alrededor, en vez de encontrarse frente a una realización propiamente tal. Es, en cierto sentido, una situación inversa a lo que ocurre con los clásicos. En estos, la grabación antigua (y en teoría anticuada) al pasar a través de un sistema considerado superior y que busca igualar el viejo registro a su propio nivel, les termina haciendo justifica. Pero las creaciones contemporáneas, frente a sus pares que han quedado con tal nitidez -que les permite mostrar además su valor artístico en total esplendor- corren el riesgo de ser consideradas banales y meras imitaciones.

Quizá aquí esté la causa de que los filmes más recientes sean menos propensos a crear escenas memorables, de ésas que a veces basta ver una foto fija para recordar su producción de origen. Al final una cámara capta las cosas igual como lo hace el ojo humano, y eso limita la facultad de crear realidad o de re interpretar la ya existente. A eso se debe añadir el fácil acceso que las personas comunes y corrientes han adquirido en las épocas recientes respecto de diversos sistemas audiovisuales, logrando no sólo que cualquiera esté en condiciones de transformarse en cineasta -lo cual es un aspecto muy positivo de esta situación- sino ya de que cualquier óculo cuente con la posibilidad de registrar lo que observa para las futuras generaciones. Las películas están adquiriendo una claridad tan perceptible que ya parece que para ver cine lo más práctico es pasearse por la calle. En ese sentido me quedo con una sentencia del protagonista de "El Topo" (producción que casi todos hemos sido obligados a disfrutar en copias piratas de baja resolución, a causa de una controversia con los derechos): "demasiada perfección es un error".


miércoles, 27 de mayo de 2015

La Pequeña Ramera de Babilonia

Que levante la mano aquel que no dijo o pensó, mientras observaba en algún noticiario la detención de diez dirigentes de la FIFA en Zurich, acusados de aceptar sobornos y evadir impuestos, que esto era un secreto a voces. A despecho de escupitajos destemplados que cada cierto tiempo lanzan sujetos como Diego Armando Maradona, nadie con un mínimo de sentido común, podía negar, incluso después de un simple vistazo a ciertas decisiones del organismo rector del fútbol mundial, como la adjudicación del Mundial de 2022 a Catar -país sin ninguna tradición en el balompié o en cualquier otro deporte, desértico y casi deshabitado, pero poblado de jeques millonarios que aparte de todo son serios practicantes y defensores del islam, la religión más avasalladora de los tiempos recientes-, que aquí las habas se cocían como si estuvieran en el interior de un volcán. Bueno: excepto quienes eran beneficiarios directos o indirectos de una de las innumerables redes de influencia que esta institución ha tejido en el transcurso de su historia, la mayoría por ciertos, empresarios acaudalados o políticos de renombre. Un antecedente que permite añadir, con total legitimidad, la sospecha de que las anomalías destapadas hoy en instancias judiciales no eran perseguidas o denunciadas por simple temor. De hecho es sintomático, en tal sentido, que las solicitudes de encartamiento provengan de un país, Estados Unidos, donde el fútbol no es un juego popular -ni provoca esos actos irracionales que los periodistas especializados denominan con el eufemismo de "pasiones"- pese a haber ganado muchos adeptos en las últimas décadas.

Personalmente, las actuaciones de la FIFA, hasta cierto punto, me recuerdan la historia de la iglesia católica. En particular, las conductas de papas y obispos que han impulsado a un gran sector de la sociedad a identificar a esa entidad con la gran ramera descrita en el Apocalipsis, o como la denominó Fernando Vallejo en su célebre libro -de una manera más directa y menos mojigata-, la puta de Babilonia. Y es que el organismo que al menos hasta hoy preside Joseph Blatter ha conseguido el sitial y el poder que ostenta en la actualidad, merced a triquiñuelas semejantes a las que en el pasado efectuaron los representantes del romanismo. Por ejemplo, acercarse a gobiernos de dudosa reputación, varios populistas, y no pocos corruptos y genocidas, con el afán de acrecentar sus arcas y su prestigio, en una relación de colaboración mutua que les permitía a tales dirigentes políticos conservar su sillón. Una simbiosis que en no pocas ocasiones, ha llegado a influir, del mismo modo en que sucede con los papistas hasta ahora en algunos territorios, en la modificación de legislaciones locales, como sucedió en Sudáfrica y Brasil, donde a cambio de obtener sus campeonatos mundiales respectivos, se forzó a modificar los códigos laborales y a subsidiar la entradas a los estadios que no fueron adquiridas. Quizá las dos únicas cosas que le falten a los rectores del fútbol son contar con un Estado propio (casi da igual: está afincados en Suiza, paraíso fiscal dotado del más impenetrable de los secretos bancarios) y efectuar de manera directa masacres masivas, lo cual no pueden hacer producto del cambio de mentalidad de la humanidad en la más reciente cincuentena. Aunque sí han apoyado a tiranos sanguinarios, como los dictadores argentinos, a quienes la sede del torneo mundial de 1978 les sirvió para desviar la atención y mantener su insufrible administración a flote, o lo acaecido con Catar, desde donde ha salido mucho dinero destinado a los musulmanes extremistas.

La iglesia católica es una ramera envejecida, desdentada y acorralada. De más está decir que ya no ostenta el poder de antaño. Aunque se mantenga relativamente saludable por algunos siglos, está claro que su presencia se irá reduciendo cada día más a lo testimonial. Es una de esas prostitutas prácticamente jubiladas a las cuales se acercan los clientes sólo para conversar un rato. De acuerdo: una que supo llevar adelante un importante burdel. Pero en la actualidad, si los curas aparecen en un medio de comunicación, es para debatir acerca de la pobreza, la moralidad o la teología. Ya ni siquiera las personas se confiesan frente a ellos. Y si alguno expulsa sus diatribas morbosas y desesperadas, muy lejos de ser objeto de temor, es de burla. Si continúa siendo la gran puta babilónica, entonces la FIFA vendría siendo algo así como una pequeña meretriz, o una cortesana juvenil (bien puesto ese calificativo, porque vaya que a sus directivos les gusta estar en los palacios, ya sea de jefes de gobierno o de influyentes millonarios). Sin embargo, el problema con el organismo del fútbol es que se está volviendo capaz de arrebatar el puesto que por milenio y medio ha ostentado el romanismo. No asevero que eso sea mejor o peor. Sólo cabría expresar una preocupación por cuestiones que están sucediendo en este preciso instante, como la alianza entre esta institución y un grupo de acaudalados que aparte de eso son fanáticos religiosos, pues es preciso mencionarlo cuantas veces sea necesario, las autoridades y las mayores fortunas de Catar envían cuantiosas sumas de dinero a los terroristas islámicos. Se retorna al Medioevo, con un pacto entre un ente secular y otro religioso que amenaza -con un respaldo bélico y económico significativo- a quienes no acatan su visión del mundo o simplemente los rechazan, en un curioso e impensado cierre de ciclo o un regreso al punto de partida por el camino opuesto.

Es interesante, además, que si Joseph Blatter no continúa al mando de la FIFA, su más probable sucesor sea un jeque musulmán. Tipos que además han comprado clubes de alto o mediano arrastre en Europa, algunos de los cuales han llegado a tener una riqueza sin precedentes. Es lo peligroso de este acuerdo. Como cuando los cristianos pactaron con los emperadores romanos, muchos de quienes después hicieron gala de conversiones superficiales y poco creíbles, logrando que la fe basada en Jesús incluso fuese la única permitida en el imperio, lo que los terminó por transformar en lo mismo que rechazaban, surgiendo ese engendro que es el catolicismo. ¿Se nos viene de veras el islam más extremista, como también aseguraba Vallejo hacia el final de su ya citada Puta de Babilonia? El colombiano tiene aquí tema para escribir otro libro.

jueves, 21 de mayo de 2015

Pratt o El Héroe Como Consuelo

Como cada veintiuno de mayo, y a pesar de la cuenta presidencial y las protestas callejeras surgidas en torno a ese evento, en éste no se han dejado de expresar las loas a la "gesta heroica" de Arturo Pratt y sus marinos en el llamado Combate Naval de Iquique, el hecho histórico que precisamente un día como hoy sea declarado como feriado. Más aún: al comandante de la Esmeralda en la actualidad se lo considera el héroe nacional por antonomasia, por encima de un O`Higgins, un Carrera o un Portales, y debe ser el único de los chilenos involucrados en un suceso de carácter militar acerca de quien sólo se espetan elogios y del cual nadie ha descubierto -o no ha querido buscar- defectos, llegando a ser presentado como el primer y principal modelo a seguir, actitud que se refleja en la manera en que se le cita y presenta, por ejemplo, en la enseñanza básica, donde para estas fechas los niños siempre se disfrazan con uniformes de la armada, cuestión que no ocurre en ninguna otra efeméride ni con cualquier otro prócer.

Pero veamos. ¿Cómo se llegó a eso que hoy se conoce como Combate Naval de Iquique? Nadie de quienes ensalzan a Pratt en éste y otros días del año, o se irritan cuando alguien osa esbozar algunas críticas a su persona, repara en ciertas causas que desencadenaron ese enfrentamiento naval. Por ejemplo, la torpeza del almirante Juan Williams Rebolledo, que en lugar de obedecer una orden superior, que le indicaba dirigir la flota al puerto del Callao, donde los barcos peruanos aún no habían terminado de prepararse (con lo cual se podía haber asestado un golpe definitivo capaz incluso de terminar la guerra antes siquiera que hubiese comenzado): empero decide bombardear una tras otra las localidades costeras bolivianas, conducta que genera el repudio de la comunidad internacional y que sume en la desesperación a las autoridades chilenas, al notar que los buques enemigos han contado con el tiempo suficiente y ya están listos para pelear. Cuando el ya mencionado Williams por fin entiende el mensaje y parte a encontrarse con las naves adversarias, se encuentra con la desagradable sorpresa de que éstas a su vez habían zarpado rumbo a Iquique, y que allá se iban a topar con un par de goletas vulnerables fabricadas de madera. Una de ellas, administrada por un marino a quien sus colegas consideraban un ganso, por haber optado por una carrera universitaria (Arturo era abogado), además de negarse a bajar a los burdeles cuando se llegaba a algún puerto, por mantener su fidelidad con su esposa, a quien regularmente le escribía cartas de amor.

Y ese último dato no deja de ser curioso. Carlos Condell, célebre putañero, y por ende alguien de quien se podía decir que "le sobraba mundo", resultó ser más vivaracho en momentos difíciles, e hizo que el Independencia persiguiera a su Covadonga por las aguas poco profundas de Punta Gruesa, donde finalmente el buque peruano encalló y acabó siendo hundido. Por su parte Pratt, un tipo que aparecía como que carecía de vida más allá de la familia y el trabajo, llevó a la Esmeralda para un lado y otro de la bahía de Iquique hasta que las calderas estallaron. Su salto a la cubierta del Huáscar, que muchos consideran la muestra máxima de su heroísmo, no es más que una actitud desesperada aunque igualmente lógica dado el cariz que había tomado el conflicto. No obstante, su personalidad forjó la imagen de un hombre íntegro y moralmente intachable (al menos en términos sexuales), además de esforzado (por lo de sus estudios superiores), víctima para colmo de los comentarios maliciosos de sus compañeros (entre ellos el propio Condell) lo cual provocó en la población un sentimiento de conmiseración por el débil, con la condición de mártir como guinda de la torta. Un auténtico golpe de suerte para los militares de la época, que fue muy bien aprovechado, de tal manera que gracias a él lograron justificaron una guerra de cuatro años que costó enormes bajas entre obreros y personas del pueblo raso que fueron reclutadas a la fuerza, la cual podrían haber sorteado. Al respecto, cabe recordar el acróstico que un diario de Santiago, cuatro días después del combate, realizó con los nombres de las naves involucradas en el evento, que se listaban formando la palabra Chile, aunque para ello hubo que meter con calzador al carbonero Lamar, anclado en la rada por motivos puramente comerciales y que no participó en la batalla.

De todos los sucesos bélicos desfavorables para el bando chileno en Guerra del Pacífico, dos son especialmente conmemorados: el Combate Naval de Iquique y la Batalla de La Concepción. No es coincidencia. En este último acontecimiento, una compañía de setenta y siete muchachos, entre quienes se incluían -es preciso no olvidarlo- adolescentes y niños de diez años, fueron enviados a la muerte a una remota localidad de la sierra peruana, en medio de los ataques de guerrillas de las cuales se desconocían sus movimientos, y bajo la promesa de ayudas que jamás llegaron, incluso cuando ya se tenía la certeza de cuál iba a ser la suerte de esos chicos. De nuevo, víctimas de actos negligentes y -no es exagerado agregar- criminales, que son elevados a la categoría de héroes para con ello cubrir las determinaciones imbéciles. Y parece una tendencia: de hecho no falta quien habla de los "héroes de Antuco" un término que fue acuñado casi desde el mismo instante en que se supo que esos reclutas en servicio militar habían muerto producto de una orden desquiciada que los obligó a marchar en medio de una tormenta de nieve. ¿Será una prueba de la llamada "hinteligencia" de los militares? En todo caso, al menos en estas situaciones puntuales, les ha resultado bastante eficaz.

domingo, 10 de mayo de 2015

El Eterno Retorno de los Viejos

Las vicisitudes por las cuales está atravesando el gobierno, las cuales ya han provocado el anuncio de un cambio de gabinete, han impulsado a ciertos analistas a resucitar una propuesta que siempre se saca a colación en estos casos, y que debamos admitirlo, en casi todas las ocasiones anteriores ha terminado por imponerse. Se trata de la exigencia de que el mandatario de turno elija a sus ministros entre figuras conocidas, de la vieja guardia o legendarias, ya que éstas cuentan con la experiencia y la habilidades adquiridas necesarias para sacar la administración de lo que, al fin y al cabo, es una crisis. Una alternativa que toma un tinte bastante peculiar en la actual coyuntura, pues la legislatura en ejercicio ascendió al poder en medio de una gran cantidad de expectativas respecto a una serie de reformas profundas en el sistema económico, social y político que rige al país, acompañadas además por un discurso que hace énfasis en el recambio generacional como muestra e impulso a su vez de una urgente renovación de la estructura nacional, la misma que los más antiguos, a no se atrevieron a corregir o la dejaron como estaba porque descubrieron que les convenía a sus intereses personales.

¿En qué se basa esta enésima solicitud de regreso de los viejos? El subterfugio más visible insiste en que ellos son menos propensos a cometer errores que en definitiva afectan a la totalidad de los ciudadanos, pues se trata de la conducción del país. Sin embargo, enseguida cabría preguntarse: ¿en qué han fallado los en teoría más jóvenes, neófitos o inexpertos? Si lo miramos con objetividad, notaremos que las calificadas de equivocaciones, en realidad constituyen choques entre quienes desean modificar aspectos del sistema -ni siquiera remover sus pilares estructurales ni mucho menos cambiarlo por completo- y aquellos que por distintas causas -temor a lo desconocido, prejuicios ideológicos o simple conveniencia- han hecho lo posible durante estos meses por mantener las cosas como están, o en el mejor de los casos han hecho ofrecimientos muy tibios destinados a contrarrestar los que les provocan rechazo, y que son de carácter visiblemente cosmético y publicitario. Es un desafío, además, contra un paradigma que ha funcionado -bien, dentro de sus propios parámetros- por décadas y que al menos en apariencia sólo ha significado beneficios a la sociedad. Transformar incluso algunos pocos recovecos, al calor de ese análisis -aceptado por buena parte de las élites y un número significativo de la población- resulta un camino descabellado que puede arrastrar a la nación al desastre.

Sería, pues, ésa la principal acusación que se le podría formular al llamado impulso juvenil. El de creer que con sólo la fuerza y el vigor se pueden derribar muros, que por su parte cuentan con un importante contingente humano que los defiende. Si se busca realizar reformas significativas, desde luego que bajo cierta lógica se es propenso a cometer equivocaciones, pues el parámetro medidor surge justamente a partir del paradigma que se desea modificar. La sentencia que dictamina que los viejos jamás yerran, contiene por ende elementos capciosos, truculentos y malintencionados. Por supuesto que nunca dejarán de acertarle al blanco. Están tomando decisiones dentro de un sistema respecto del cual, si no participaron en su diseño, se han aclimatado perfectamente en él, y por lo tanto ya saben a qué atenerse en el momento indicado. Se las saben por libro, aseveraría el refranero popular, y no les cuesta enarbolar una solución porque las han memorizado. Y como todo está instaurado desde hace un buen tiempo, no requiere de demasiado movimiento, es más: siempre se trata de regresar las cosas a su sitio de origen. Diferente a quien llega con una oferta novedosa, quien por obligación debe adentrarse en caminos desconocidos y con un dedo inquisidor insistiendo en por qué abandonó un modelo que era seguro porque había dado excelentes resultados.

El asunto final es preguntarle a los viejos qué pasará con esto cuando ellos desaparezcan físicamente o ya no estén en condiciones de tomar las riendas del país. Quedarán detrás una serie de generaciones pobladas por amedrentados, sin atrevimiento para cambiar situaciones visiblemente anómalas y con escasa capacidad de atrevimiento incluso para sostener el statu quo. Nadie los está tratando de anticuados o calificativos por el estilo. Pero estos a quienes muchos catalogan de mozalbetes inexpertos, ya cuentan con experiencia en el servicio privado -que es un factor a considerar- e incluso en el público, trabajando por años como asesores en las sombras. Y eso último, aunque no se vea, constituye un modo de acumular experiencia.

jueves, 30 de abril de 2015

Asquerosa Política, Asquerosa Prensa

Se deben estar frotando las manos al interior del Consorcio Periodístico Sociedad Anónima, más conocido por la sigla Copesa. Tras el reportaje publicado en enero en uno de los medios dependientes de esta empresa, la revista Qué Pasa, acerca del llamado Caso Caval, la atención se ha concentrado en la presidente Michelle Bachelet, debido a que su hijo y su nuera son propietarios de esa inmobiliaria, cuya única actividad conocida es la compra a bajo costo de unos terrenos rurales en la sexta región que pocas semanas después de la transacción, de forma tan sorprendente como misteriosa, pasaron a ser considerados por las autoridades respectivas como urbanos, hecho que aumentaba su plusvalía puesto que permitía la edificación. Adquisición que además pudo efectuarse gracias a un préstamo bancario obtenido de modo informal y cuyo monto no se condecía con el patrimonio de la sociedad. Todo esto, ha permitido que la derecha, sector al cual es muy asiduo el magnate Álvaro Saieh, dueño de la mencionada Copesa, respire con determinada tranquilidad, tras el desprestigio sistemático en el que fue cayendo durante buena parte del año anterior, debido al descubrimiento de que sus campañas políticas eran financiadas mediante la falsificación de boletas fiscales, para colmo destinadas a la evasión de impuestos.

Independiente del complejo de inferioridad que siente Saieh, debido a su origen étnico y geográfico -y que entre otras cosas, explica su filiación hacia la derecha, en un intento por blanquearse físicamente-, huelga decir que él es un empresario acaudalado cuyos negocios no se detienen en los medios de comunicación. Muy por el contrario, sus propiedades abarcan los más diversos campos, como los supermercados, las aseguradoras y también la construcción. Y en relación a esto último, ha participado, a veces de modo directo, en proyectos inmobiliarios, algunos francamente escandalosos, donde está comprobada la entrega de dinero bajo cuerda, con la finalidad de cambiar planos reguladores y usos de suelo (precisamente lo que se denuncia en el Caso Caval) o pasar por alto normativas de orden medio ambiental. En determinadas ocasiones, incluso con el descaro de favorecer justamente el levantamiento de edificios dirigidos a desarrollar sociedades de otros rubros y de las cuales también es dueño o principal accionista. Y tras concretar estos movimientos, lejos de ser objeto de la investigación periodística, ha terminado cubierto de elogios y felicitaciones por su astucia empresarial, su capacidad de emprendedor y su vocación de inversor, lo último muchas veces considerado como si se tratase de una obra de beneficencia social de un sensible y desinteresado acaudalado.

Pero además existe otro dato que vale la pena analizar. Desde el año 2013, Álvaro Saieh ha venido presentando importantes apuros económicos y de hecho su mimado consorcio de medios estaba quebrado, en concurso de acreedores y con varios ajustes de personal. Su situación, incluso, podía interpretarse como una muestra más de la dramática decadencia en la que se ha sumido la derecha en el último tiempo, cuando la opción de formar gobierno, en lugar de legitimarlos como alternativa, dejó al descubierto todas sus falencias y sacó a relucir todas las explicaciones posibles acerca de por qué les resultaba tan difícil ganar una elección. En medio de la desesperación por buscar algo que contrarrestara esta caída libre, no sólo de los dirigentes políticos del sector, sino de los empresarios que los apoyaban (y que eran parte de la vorágine, al falsificar boletas que tenían una doble intención: financiar campañas y evadir impuestos), se encontró con este caso que al menos por ahora, y a despecho de sus consideraciones éticas, continúa siendo un acuerdo entre privados. Y mezclado con su poder de influencia, le bastaron cuatro meses para revertir o siquiera equiparar la situación. Una sobre valoración que no se condice con la realidad. Pues Copesa sólo ha dado dos golpes fuera de éste en su larga existencia. El primero, el denominado caso Coimas -también a través de Qué Pasa- no fue una investigación periodística, sino un soborno a un par de diputados que formaban parte de una comisión de la cámara. El siguiente, las confesiones de Gema Bueno, se obtuvo mediante prácticas disuasorias propias de organismos como la DINA y la CNI, que incluyeron secuestros y seguimientos a la afectada. Hechos que, más que comprobar la existencia de una prensa independiente, hablan de prácticas oscuras que en ciertas ocasiones se emplean precisamente para frenar la libertad de prensa.

No podemos aceptar que un consorcio como Copesa -más aún conociendo los abyectos antecedentes de su propietario, y aquí todos saben que no me refiero a sus conductas más risibles- marque la pauta en la vida política nacional. Sin embargo, aquí cabe cierta responsabilidad de los mismos periodistas. Conformes con un sueldo en apariencia decente, en especial por el miedo a perder el trabajo, en una carrera con tan alto nivel de oferta (hay más de cincuenta escuelas que imparten la carrera en Chile), su labor empieza y concluye con la repetición del pensamiento del dueño del negocio, llegando en muchas ocasiones a dejar de escribir por motivación propia, resignándose a copiar notas de medios extranjeros. De acuerdo: la política actual chilena está provocando asco, pero no más que la prensa

jueves, 23 de abril de 2015

Que Venga La Modelo Bogado

Como sucede con todos los recién muertos, ante el anuncio de la cadena norteamericana de habla española Univisión, de caducar en forma definitiva el programa "Sábados Gigantes", han aparecido un sinnúmero de comentarios y opiniones acerca del espacio que Don Francisco sostuvo por medio siglo, primero en Chile y luego en Estados Unidos. Los hay de todos los estilos: elogiosos, nostálgicos, conciliadores, neutrales... Pero uno ha llamado la atención estos últimos días: se trata de la columna escrita en el diario inglés The Guardian, por Ana Bogado, una periodista británica de origen hispano, donde se expone una visión sumamente negativa tanto del espectáculo televisivo como de su conductor, acusando a ambos por igual y como si fueran un solo ente, de racismo y misoginia, calificativos que hasta cierto punto son recogidos desde el pensamiento que los detractores han mantenido sobre el susodicho, pero que jamás se han atrevido a emitir debido un irracional miedo a un supuesto poder que ostentaría Kreutzberger en distintas esferas sociales, con el cual sería capaz de reducir hasta al más robusto a la miseria y el ostracismo.

Personalmente desconozco quién es Ana Bogado. Sin embargo, uno ha visto, o por lo menos ha recopilado información acerca de los más diversos programas de televisión, entre ellos los más fútiles y básicos, que existen en casi todo el mundo, también en Europa y el Reino Unido, y la verdad es que sus dinámicas no difieren mucho. Es cierto que Kreutzberger se caracterizaba por, si no humillar, al menos burlarse de los rasgos físicos más notorios de las personas que invitaba al espacio, en especial cuando se trataba de los concursos, que por sus características, casi siempre contaban con participantes de estratos bajos, con los cuales se podía establecer una relación de superioridad. No obstante, es la misma actitud que animadores de países desarrollados tienen con sus interlocutores, y de esa conducta hacen particular gala eventos de buscadores de talentos o de demostraciones de cultura general al estilo de "Quién Quiere Ser Millonario" originados en las islas británicas desde donde sus franquicias se han expandido al resto del globo (la versión chilena del programa recién mencionado, fue de hecho presentada por Don Francisco). Y en realidad no es imaginable que sea de otra manera, pues estos formatos son concebidos como una especie de juego donde los más desposeídos, las personas "de esfuerzo" deben superar una serie de obstáculos con el propósito de conseguir un premio que los saque definitivamente de su estado de postración, para gusto de un público que se conmueve con el afán de superación de un pobre diablo que lo soporta todo, pero que finalmente logra su recompensa.

Respecto del machismo, la columnista menciona que en la década de 1980, Sábados Gigantes popularizó una competencia llamada Miss Colita, donde entre diversas mujeres jóvenes se elegía a la de mejor trasero. Cabría decir que en este punto la Bogado adolece de falta de información, pues lo que ella denomina concurso era en realidad un baile que acompañaba a un jingle, ejecutado cada vez que se retornaba de comerciales. De todos modos la objeción continúa teniendo validez. Sin embargo, uno no puede sino preguntar cuántos espacios a nivel internacional no han dejado de usar estos recursos al momento de buscar más audiencia o patrocinio. Más de uno por país y Europa no constituye una excepción ni siquiera en la actualidad (sólo recordar "Naked And Funny" o los innumerables formatos de gran hermano, fiebre que empezó en el viejo continente). Además da la impresión que la opinante se queja de la vulgaridad de orientación conservadora del espectáculo, ya que sólo se dedicaba a mostrar chicas en minifalda o ligeras de ropa pero nunca desnudos frontales, algo que ya es palpable en la televisión de países desarrollados y que muchos elogian por considerarlo una superación de los tabúes. Lo que nos conecta con el otro ataque que le formula: el de su sesgo racista, palabra con la trata de englobar toda clase de segregación (social, religiosa, étnica o física, de lo cual Don Francisco sentó escuela y no vamos a decir que lo descubrimos recién). Resulta curioso que junto a eso agregue que se trata de una muestra del estereotipo latino. Es decir, interpretando de al menos una manera de todas las posibles su discurso, deja entrever que por pertenecer o tomar partido por una idiosincrasia, el programa no podía ser sino mediocre, porque seguía modelos anglosajones y en tal sentido no le quedaba sino ser de segundo orden, resignado por provenir de un grupo étnico surgido a partir de caricaturas.

No pretendo descartar las críticas que se le pueden hacer a Don Francisco y a Sábados Gigantes. Por el contrario: las de esta columna son más que válidas, acertadas y asertivas. Pero parece que la autora está disgustada porque un animador gordo y poco atractivo en términos físicos (bueno, también intelectuales) logró ganarse un sitial que de seguro hará que sea recordado en forma permanente. Debo confesar que yo veía este programa con relativa frecuencia en los años 1980, en parte porque no había otra opción (y era claramente un mal menor ante la terrorífica propuesta de Televisión Nacional), y además porque como cualquier espacio maratónico o generalista, contaba con cosas execrables pero igualmente otras que aún hoy vale la pena recordar. El humor del trío Jaujarana, o los bloques escritos por el dramaturgo Marco Antonio de la Parra, ciertos invitados que realmente aportaban en distintos términos, o los consejos de vida cotidiana de los que hoy se vanaglorian los matinales, o pequeños debates, deben considerarse antes de arrojar todo a la basura. O antes de dar a conocer un juicio tan agrio, en la comodidad del computador y sabiendo que se obtendrán honorarios más que aceptables.

jueves, 16 de abril de 2015

Goles A Caballo

Como ha sido la tónica en los últimos años, el gobierno de turno ha invitado a un grupo de deportistas que se han destacado en un reciente torneo al palacio de La Moneda, para entregar las correspondientes felicitaciones. En este caso, los agraciados fueron los integrantes del equipo de polo que resultó campeón del mundial jugado a fines de marzo en el club San Cristóbal, en el sector alto del país. En medio del ambiente de triunfo, la ministra de deportes anunció, con la venia -o al menos la sonrisa cómplice- de la presidente, que intentará por todos los medios posibles lograr que este juego se torne masivo, teniendo como sustento para sus palabras, el hecho de que ésta es la segunda ocasión que un seleccionado chilena de dicha disciplina consigue este galardón, que unos pocos años atrás se había obtenido en México.

Quizá no sea prudente hacerse cargo -ni siquiera en clave negativa- de unas declaraciones efectuadas en medio de un ambiente festivo, producto de la emoción del instante y que por ende fueron emitidas con la carencia casi absoluta de reflexión. Sin embargo, igual cabe plantearse la pregunta: ¿es posible masificar una actividad como el polo? Estamos hablando de un deporte que sólo se practica en setenta y siete países, en menos de veinte de ellos a nivel competitivo -incluyendo a tres sudamericanos: Argentina, Brasil y Chile, ordenados de manera decreciente- y donde la argentina es la única liga profesional. El número de participantes -seis- en el mundial ganado por el seleccionado criollo es una buena muestra de su nivel de convocatoria. Luego, requiere de un gasto significativo en la compra del implemento, partiendo por los caballos, que deben ser fina sangre, o algo muy cercano a esa definición, animales cuya crianza, por el tiempo y los recursos económicos que implica, se circunscribe de manera casi natural a los estratos sociales más altos, en lo posible propietarios de amplias extensiones de terreno. Tampoco los bastones y las pelotas son fáciles de conseguir, en especial si se vuelve a considerar la baja cantidad de territorios donde este juego siquiera se conoce.

Por otro lado, e independiente de los prejuicios ideológicos que puede contener una opinión de este tipo, el estigma de tratarse de un deporte de ricos no deja de ser un factor a considerar. Más aún si se toma en cuenta que prácticamente es el único juego de carácter colectivo que practican las personas más pudientes, inclinadas de preferencia a la individualidad y a la preservación de sus bienes antes que a preocuparse por la situación de los demás. Por lo que no están dispuestas a que sujetos ajenos a sus círculos se apropien de algo que consideran suyo. Desde que esta disciplina nació en el siglo VII antes de Cristo, entre la nobleza imperial persa, que ha ocurrido así. Y de hecho su supervivencia en la antigüedad clásica se debió a las diferentes monarquías orientales, mientras que su traspaso a occidente estuvo muy ligado a la realeza inglesa, que lo conoció tras las conquistas que los británicos durante la centuria de 1900 efectuaron en esas partes del globo. Además de que el atleta necesita estar pendiente de dos cosas: ganar el partido y evitar caerse de la montura, cuestión que puede resultar fatal. Siempre será más sencillo -y más simple de comprender para alguien de las capas más bajas, con escasas posibilidades de viajar al extranjero y de formación cultural- patear un balón hacia el arco contrario, el que se puede confeccionar con un par de piedras o unas prendas de vestir.

Por supuesto que un triunfo deportivo siempre se celebra y se agradece. Pero si quiere que surjan deportistas desde los distintos estamentos sociales, lo más práctico es fortalecer competencias que sean capaces de convocar a representantes de al menos la casi totalidad de dichas capas. Opciones hay muchas: ciclismo, ajedrez, atletismo, incluso el boxeo, despreciado producto de una serie de convenciones moralinas y hechos puntuales que poca relación guardan con las motivaciones originales de ese juego. Y por qué no, el omnipresente fútbol. Ahí existen practicantes dispuestos a salir de su mala condición, en lugar de muchachos acaudalados que lo más probable es que sientan que efectúan un pasatiempo juvenil.

                                                                                                                               

sábado, 4 de abril de 2015

La Frivolidad y La Oquedad

Las locas se volvieron locas cuando los frívolos propietarios de Dolce & Gabanna, una diseñadora de ropa italiana, manifestaron en una entrevista su oposición a la adopción de niños por parte de parejas homosexuales y el respaldo a lo que ellos denominaron "familia tradicional", entendida como un matrimonio entre mujer y varón con no muchos, pero sí algunos hijos, y de preferencia biológicos. Para respaldar sus opiniones, recurrieron a los manidos argumentos de los grupos que rechazan cualquier mecanismo tendiente a regular las relaciones entre componentes del mismo género, entre ellos, aquel que asevera que los niños criados en hogares homoparentales, por el sólo hecho de no conocer de primera fuente una de las dos formas más reconocibles de la humanidad -y de la gran mayoría de las especies terrestres, en realidad-, devendrán irremediablemente en adultos con formación incompleta y por ende errada y tergiversada. Las declaraciones cayeron como una bomba atómica sobre los integrantes de los colectivos gay, no sólo porque este par de confeccionadores de vestimentas son dos afamados empresarios y sodomitas -incluso estuvieron juntos durante mucho tiempo-, sino porque también sus prendas son muy apreciadas entre esta clase de colectividades, al extremo de constituir un perenne punto de referencia.

Aunque dicha situación podría cambiar de aquí en adelante, en especial porque no han faltado otros homosexuales, igualmente muy reconocidos, que han llamado a dejar de comprar lo elaborado por estos diseñadores, así como le han exigido tanto a sus pares como a los heterosexuales que los comprenden, que ya no les dirijan la palabra. Una actitud que ha levantado su propia polvareda. Pues muchos se formulan una legítima interrogante acerca de qué pasa con el discurso de la diversidad que con tanto esmero han enarbolado los gay en pro de que los grupos reaccionarios y religiosos al menos los acepten tal como son. Bandera de lucha que por otro lado esgrime que una sociedad democrática y civilizada es una que respeta a las minorías y que trata de hacer todo lo posible para que cada persona pueda vivir dentro de ella de acuerdo a sus propias particularidades y defectos. Precisamente ésa es una de las lógicas que se ha utilizado con mayor ímpetu cuando alguien sale a atacar las legislaciones en favor del llamado matrimonio igualitario arguyendo que se trata de cuerpos judiciales destinados a unos pocos. Hoy, sin embargo, los mismos afeminados se colocan en la vereda de enfrente, donde según varios de ellos se han instalado desde hace siglos quienes gustan de arrojarles piedras, y les lanzan los guijarros a dos de sus similares por expresar un pensamiento disidente, no calificado así por ser más extraño de encontrar, sino porque no suele ser incluido en los debates o las discusiones públicas. Y parece que esto lleva aparejado el miedo a que quienes comparten la visión de Dolce y Gabanna, estimulados por estos empresarios de prestigio, a su vez comiencen a sacar la voz y acaben demostrando que el conglomerado no era tan unido como se imaginaba.

Porque a fin de cuentas se trata de eso: de intentar acallar al distinto. Y además de condenarlo tachando su opinión de incorrecta y atentatoria contra supuestos derechos que han costado siglos conquistar. Una sanción de orden moral, en definitiva. Equivalente a la de aquellos odiosos grupos religiosos que usan calificativos como pecado, inmundicia y abominación. No obstante, ¿puede ser considerada esta conducta, de una mayoría contra una minoría formada por lo demás por semejantes, como un hecho aislado, un momento pasajero o una explosión emocional a causa de una declaración inesperada? La verdad es que ya hemos sido testigos de muchos berrinches de autoritarismo de parte de los colectivos gay en el último tiempo, provenientes del engreimiento que en algunos ocasiona la sensación de triunfo y de que están las posibilidades para voltear la tortilla, tras muchos años -hay que recalcarlo- de sufrimientos injustos. Una muestra de ello es lo que está acaeciendo en Europa, donde los homosexuales, no contentos conque se apruebe el denominado matrimonio igualitario en varios países de ese continente, ahora están negociando con los sectores políticos la promulgación de leyes que los protejan especialmente, cosa que ya ha acontecido en la región española de Cataluña y está a punto de suceder en Italia (curiosamente, dos lugares cuya historia se ha caracterizado por episodios de intolerancia, debido más que nada a la férula de la iglesia católica), las cuales pretenden impedir incluso que quienes consideran sus prácticas como pecaminosas sean encartados y arrestados, pese a contar con una detallada declaración de principios y argumentos interesantes para respaldar tal postura.

En toda esta pataleta existe una interesante contradicción. Los homosexuales, al menos en las últimas dos décadas, han buscado parecerse al resto y en tal sentido han hecho todo lo posible por eliminar esa caricatura del afeminado cómico que sólo sirve para alegrar la fiesta. En ese afán de demostración, es que vienen presionando para que más países aprueben el matrimonio entre congéneres y la adopción infantil -o la inseminación artificial liberada, en el caso de las parejas de lesbianas-, pues a la larga eso los acerca lo más posible a la llamada familia tradicional. En ese contexto, Dolce y Gabanna, ligados a una actividad que siempre se ha considerado propia de amanerados, pertenecen al universo del gay frívolo clásico. Tal vez por ello deseen desterrar las opiniones de estos diseñadores. Pero no toma mucho rato para que empiecen a molestar con su supuesta condición de especiales y se pongan a insistir en la aprobación de leyes de protección como las mencionadas en el párrafo anterior. Una conducta ambivalente, que responde a un momento específico, y que al no contar con argumentos sólidos y acciones coherentes, pasa de la frivolidad a la oquedad.