jueves, 16 de abril de 2015

Goles A Caballo

Como ha sido la tónica en los últimos años, el gobierno de turno ha invitado a un grupo de deportistas que se han destacado en un reciente torneo al palacio de La Moneda, para entregar las correspondientes felicitaciones. En este caso, los agraciados fueron los integrantes del equipo de polo que resultó campeón del mundial jugado a fines de marzo en el club San Cristóbal, en el sector alto del país. En medio del ambiente de triunfo, la ministra de deportes anunció, con la venia -o al menos la sonrisa cómplice- de la presidente, que intentará por todos los medios posibles lograr que este juego se torne masivo, teniendo como sustento para sus palabras, el hecho de que ésta es la segunda ocasión que un seleccionado chilena de dicha disciplina consigue este galardón, que unos pocos años atrás se había obtenido en México.

Quizá no sea prudente hacerse cargo -ni siquiera en clave negativa- de unas declaraciones efectuadas en medio de un ambiente festivo, producto de la emoción del instante y que por ende fueron emitidas con la carencia casi absoluta de reflexión. Sin embargo, igual cabe plantearse la pregunta: ¿es posible masificar una actividad como el polo? Estamos hablando de un deporte que sólo se practica en setenta y siete países, en menos de veinte de ellos a nivel competitivo -incluyendo a tres sudamericanos: Argentina, Brasil y Chile, ordenados de manera decreciente- y donde la argentina es la única liga profesional. El número de participantes -seis- en el mundial ganado por el seleccionado criollo es una buena muestra de su nivel de convocatoria. Luego, requiere de un gasto significativo en la compra del implemento, partiendo por los caballos, que deben ser fina sangre, o algo muy cercano a esa definición, animales cuya crianza, por el tiempo y los recursos económicos que implica, se circunscribe de manera casi natural a los estratos sociales más altos, en lo posible propietarios de amplias extensiones de terreno. Tampoco los bastones y las pelotas son fáciles de conseguir, en especial si se vuelve a considerar la baja cantidad de territorios donde este juego siquiera se conoce.

Por otro lado, e independiente de los prejuicios ideológicos que puede contener una opinión de este tipo, el estigma de tratarse de un deporte de ricos no deja de ser un factor a considerar. Más aún si se toma en cuenta que prácticamente es el único juego de carácter colectivo que practican las personas más pudientes, inclinadas de preferencia a la individualidad y a la preservación de sus bienes antes que a preocuparse por la situación de los demás. Por lo que no están dispuestas a que sujetos ajenos a sus círculos se apropien de algo que consideran suyo. Desde que esta disciplina nació en el siglo VII antes de Cristo, entre la nobleza imperial persa, que ha ocurrido así. Y de hecho su supervivencia en la antigüedad clásica se debió a las diferentes monarquías orientales, mientras que su traspaso a occidente estuvo muy ligado a la realeza inglesa, que lo conoció tras las conquistas que los británicos durante la centuria de 1900 efectuaron en esas partes del globo. Además de que el atleta necesita estar pendiente de dos cosas: ganar el partido y evitar caerse de la montura, cuestión que puede resultar fatal. Siempre será más sencillo -y más simple de comprender para alguien de las capas más bajas, con escasas posibilidades de viajar al extranjero y de formación cultural- patear un balón hacia el arco contrario, el que se puede confeccionar con un par de piedras o unas prendas de vestir.

Por supuesto que un triunfo deportivo siempre se celebra y se agradece. Pero si quiere que surjan deportistas desde los distintos estamentos sociales, lo más práctico es fortalecer competencias que sean capaces de convocar a representantes de al menos la casi totalidad de dichas capas. Opciones hay muchas: ciclismo, ajedrez, atletismo, incluso el boxeo, despreciado producto de una serie de convenciones moralinas y hechos puntuales que poca relación guardan con las motivaciones originales de ese juego. Y por qué no, el omnipresente fútbol. Ahí existen practicantes dispuestos a salir de su mala condición, en lugar de muchachos acaudalados que lo más probable es que sientan que efectúan un pasatiempo juvenil.

                                                                                                                               

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