jueves, 23 de abril de 2015

Que Venga La Modelo Bogado

Como sucede con todos los recién muertos, ante el anuncio de la cadena norteamericana de habla española Univisión, de caducar en forma definitiva el programa "Sábados Gigantes", han aparecido un sinnúmero de comentarios y opiniones acerca del espacio que Don Francisco sostuvo por medio siglo, primero en Chile y luego en Estados Unidos. Los hay de todos los estilos: elogiosos, nostálgicos, conciliadores, neutrales... Pero uno ha llamado la atención estos últimos días: se trata de la columna escrita en el diario inglés The Guardian, por Ana Bogado, una periodista británica de origen hispano, donde se expone una visión sumamente negativa tanto del espectáculo televisivo como de su conductor, acusando a ambos por igual y como si fueran un solo ente, de racismo y misoginia, calificativos que hasta cierto punto son recogidos desde el pensamiento que los detractores han mantenido sobre el susodicho, pero que jamás se han atrevido a emitir debido un irracional miedo a un supuesto poder que ostentaría Kreutzberger en distintas esferas sociales, con el cual sería capaz de reducir hasta al más robusto a la miseria y el ostracismo.

Personalmente desconozco quién es Ana Bogado. Sin embargo, uno ha visto, o por lo menos ha recopilado información acerca de los más diversos programas de televisión, entre ellos los más fútiles y básicos, que existen en casi todo el mundo, también en Europa y el Reino Unido, y la verdad es que sus dinámicas no difieren mucho. Es cierto que Kreutzberger se caracterizaba por, si no humillar, al menos burlarse de los rasgos físicos más notorios de las personas que invitaba al espacio, en especial cuando se trataba de los concursos, que por sus características, casi siempre contaban con participantes de estratos bajos, con los cuales se podía establecer una relación de superioridad. No obstante, es la misma actitud que animadores de países desarrollados tienen con sus interlocutores, y de esa conducta hacen particular gala eventos de buscadores de talentos o de demostraciones de cultura general al estilo de "Quién Quiere Ser Millonario" originados en las islas británicas desde donde sus franquicias se han expandido al resto del globo (la versión chilena del programa recién mencionado, fue de hecho presentada por Don Francisco). Y en realidad no es imaginable que sea de otra manera, pues estos formatos son concebidos como una especie de juego donde los más desposeídos, las personas "de esfuerzo" deben superar una serie de obstáculos con el propósito de conseguir un premio que los saque definitivamente de su estado de postración, para gusto de un público que se conmueve con el afán de superación de un pobre diablo que lo soporta todo, pero que finalmente logra su recompensa.

Respecto del machismo, la columnista menciona que en la década de 1980, Sábados Gigantes popularizó una competencia llamada Miss Colita, donde entre diversas mujeres jóvenes se elegía a la de mejor trasero. Cabría decir que en este punto la Bogado adolece de falta de información, pues lo que ella denomina concurso era en realidad un baile que acompañaba a un jingle, ejecutado cada vez que se retornaba de comerciales. De todos modos la objeción continúa teniendo validez. Sin embargo, uno no puede sino preguntar cuántos espacios a nivel internacional no han dejado de usar estos recursos al momento de buscar más audiencia o patrocinio. Más de uno por país y Europa no constituye una excepción ni siquiera en la actualidad (sólo recordar "Naked And Funny" o los innumerables formatos de gran hermano, fiebre que empezó en el viejo continente). Además da la impresión que la opinante se queja de la vulgaridad de orientación conservadora del espectáculo, ya que sólo se dedicaba a mostrar chicas en minifalda o ligeras de ropa pero nunca desnudos frontales, algo que ya es palpable en la televisión de países desarrollados y que muchos elogian por considerarlo una superación de los tabúes. Lo que nos conecta con el otro ataque que le formula: el de su sesgo racista, palabra con la trata de englobar toda clase de segregación (social, religiosa, étnica o física, de lo cual Don Francisco sentó escuela y no vamos a decir que lo descubrimos recién). Resulta curioso que junto a eso agregue que se trata de una muestra del estereotipo latino. Es decir, interpretando de al menos una manera de todas las posibles su discurso, deja entrever que por pertenecer o tomar partido por una idiosincrasia, el programa no podía ser sino mediocre, porque seguía modelos anglosajones y en tal sentido no le quedaba sino ser de segundo orden, resignado por provenir de un grupo étnico surgido a partir de caricaturas.

No pretendo descartar las críticas que se le pueden hacer a Don Francisco y a Sábados Gigantes. Por el contrario: las de esta columna son más que válidas, acertadas y asertivas. Pero parece que la autora está disgustada porque un animador gordo y poco atractivo en términos físicos (bueno, también intelectuales) logró ganarse un sitial que de seguro hará que sea recordado en forma permanente. Debo confesar que yo veía este programa con relativa frecuencia en los años 1980, en parte porque no había otra opción (y era claramente un mal menor ante la terrorífica propuesta de Televisión Nacional), y además porque como cualquier espacio maratónico o generalista, contaba con cosas execrables pero igualmente otras que aún hoy vale la pena recordar. El humor del trío Jaujarana, o los bloques escritos por el dramaturgo Marco Antonio de la Parra, ciertos invitados que realmente aportaban en distintos términos, o los consejos de vida cotidiana de los que hoy se vanaglorian los matinales, o pequeños debates, deben considerarse antes de arrojar todo a la basura. O antes de dar a conocer un juicio tan agrio, en la comodidad del computador y sabiendo que se obtendrán honorarios más que aceptables.

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