miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bolivia o la Ilusión de Dar el Golpe

En los últimos días, hemos visto cómo nuestra rastrera prensa informa sobre lo que está sucediendo en Bolivia, con un tono de quien parece tener el privilegio de presenciar una inminente catástrofe. Se dice que el país está al borde del abismo y que un golpe militar es inevitable, al menos, en las circunstancias actuales. La verdad es que nada de eso es cierto. Lo único que mueve a nuestros reporteros a afirmar tales cosas, fuera del ánimo de vender y llamar la atención, es la ilusión de ver un proyecto izquierdista derribado por la eterna mano justa que se han atribuido los grupos de poder latinoamericanos; quizá, porque sus empleadores detestan las ideas de un gobierno así. Pero tranquilos, los de uno y otro bando: las condiciones para que se produzca una sublevación armada en algún país de América ya no existen, y eso vale para los golpes militares y los movimientos guerrilleros. Y aunque parezca extraño, es aún menos posible en Bolivia, por una serie de cuestiones que vale la pena detallar.

Un analista internacional serio, o incluso, una persona común con conocimientos básicos de política internacional, sabe que Bolivia tiene una historia jalonada por golpes de Estado. Pero también está al tanto de que Evo Morales fue elegido en 2006 con el 53% de los votos, cuando sus antecesores sólo reunían, a todo reventar, el 24%, siendo confirmados como presidentes por el Congreso, que debía decidir entre las dos primeras mayorías, pues allá no se contempla la segunda vuelta. Como los partidos políticos bolivianos son muchos y muy diversos, las alianzas que se dan en favor de uno u otro postulante son a veces muy extrañas, generándose en varios casos acusaciones de cohecho, siempre rectificadas en todo caso. Pero finalmente, no faltaba el candidato que formulaba promesas populistas a cambio de votos parlamentarios, y ya en el poder, se veía obligado a cumplirlas, cosa que en muchos casos simplemente era incapaz de hacer. Además, esto no era como en Chile bajo la constitución de 1925, donde el Senado, por respeto a la voluntad popular, se limitaba a confirmar a la primera mayoría. Acá muchas veces ganaba el segundo, y ocurrieron casos como el de Hugo Bánzer, que en tres ocasiones obtuvo la votación más alta en las urnas, pero que no le sirvió para alcanzar la presidencia.

Repito: la historia de Bolivia está sazonada de golpes de Estado. Pero eso ocurre por las debilidades del sistema democrático ya descritas en el párrafo anterior. La contundente victoria de Morales el 2006 dio, al respecto, una señal de fortaleza, capaz de ser una alternativa a la fuerza de las armas. Sus características físicas y sociales, como su ascendencia indígena, su condición de histórico dirigente sindical, promovidas honestamente o como mera propaganda, de todas maneras aunaron al grueso de sus compatriotas porque, al fin y al cabo, son igual que él y han sufrido los mismos padecimientos. Por otra parte, la oposición ha caído en el juego y ha optado por representar esa Bolivia fragmentaria y dividida de los presidentes minoritarios, elegidos en una reunión a puertas cerradas en La Paz o Sucre. Quieren dividir el territorio pues así los marginados pierden poder, y no sólo porque sean un grupo mayoritario. Es bastante ingenuo creer que los departamentos orientales incuban dentro de sí un descontento de proporciones épicas, cuando constituyen la zona más despoblada del país, y albergan en su seno una gran cantidad de ricos, pero no de riqueza. De hecho, en esos lugares el latifundio y la desigualdad económica son realidades tan abismantes, que al parecer muchos no se expresan por miedo.

Por último, es inaceptable que estos incidentes artificiales sean convocados por la oposición tras perder un referendo revocatorio de gobierno que ella misma exigió, y en el cual Evo Morales aumentó su apoyo. Y dicho aumento no se debe a un fraude, pues la elección estaba férreamente observada. Sino que han sido los programas sociales de Morales, muy exitosos incluso desde el punto de vista económico, los que han confirmado su legislatura. Hay que acostumbrarse, señores de los medios: los izquierdistas pueden hacer buenos gobiernos, aunque ello afecte, siquiera tangencialmente, las ambiciones pecuniarias de algunos

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Un Día Marcado Con Fuego

Pasó otro once de septiembre, y de nuevo la prensa se atragantó, y nos atragantó, con los incidentes nocturnos que ocurren en los sectores más marginados y conflictivos de Santiago. Y conste que los desórdenes de este año fueron mucho menos violentos que, por ejemplo, los del 2007. Claro: después de asesinar a un carabinero, dejar heridos a otros tantos, y provocar por ende un revuelo a nivel nacional, es obvio, por diversos motivos, que venga la resaca. Como si antes estos disturbios no hubieran ocasionado muertos; y como si tuviéramos la certeza de que, en las próximas efemérides, ya no los ocasionarán.

Muchos han repetido las mismas explicaciones de siempre para actos de tal barbarie. Que se trata de hechos propios de la delincuencia común, que la fecha no es más que un pretexto, que nuevamente se pone de manifiesto la realidad que viven esos barrios... palabras que pasan de la represión pura a la comprensión maternal. Pero no está de más preguntarse por qué tales desórdenes se suceden en un aniversario que ya ni siquiera es feriado legal. La respuesta podría ser muy sencilla, y estar en el mismo acontecimiento que, al menos en Chile, se recuerda cada vez que se pronuncia la expresión once de septiembre. Un golpe militar, un acto violento en sí mismo, que terminó de una plumada con un proyecto social que, más allá de las opiniones disidentes, parecía ir bien encaminado. Y como los estallidos de furia no finalizan en su momento de origen, la violencia continuó, de parte de los protagonistas y gestores de aquel golpe ya mencionado. Vino una represión brutal, con más de cinco mil crímenes, innumerables denuncias de tortura y aplastamiento de toda posibilidad de oposición. Además, se impuso por la fuerza y contra la voluntad de muchos chilenos, un nuevo modelo social, que privilegia a una minoría y excluye a quienes no necesita. Dicho modelo continúa hasta el día de hoy, y sus excluidos más paradigmáticos, son precisamente los jóvenes de esos barrios donde tienen lugar los disturbios con que la prensa puede rellenar sus siempre vacíos espacios.

Si la conmemoración de un hecho violento es pretexto para acometer actos vandálicos, entonces, lo que pasa cada once de septiembre podría, darse, por ejemplo, también un doce de octubre. Pero el llamado " día de la raza" incluso es celebrado con fondas en algunas localidades. O, producto de la sobreprotección que ejerce la iglesia católica en este país, acaecer durante el Viernes Santo, donde también se recuerda un suceso infeliz. Sin embargo, el golpe de 1973 resume todo lo malo que nos pasa ahora. Y especialmente, lo que les pasa a esos muchachos que salen armados a disparar a mansalva, y que se envalentonan cuando ven un contingente policial enfrente. Aunque no tengan su escolaridad completa, aunque hayan nacido después de la dictadura, aunque sólo sean sicarios de un narcotraficante de poca monta ( ya que en Chile no hay crimen organizado de gran envergadura); tienen en sus conciencias bien racionalizado lo que para el país y para ellos significa un día como ése. Son jóvenes que piensan, aunque nos resulte difícil creerlo. Y no podría ser de otra manera, cuando vemos que el retorno a la democracia no trajo consigo el abandono de las condiciones sociales impuestas por un gobierno tiránico. Pues todo lo que nos rodea es herencia del régimen militar: el sistema económico, la opresión moral, la discriminación de un número cada vez más creciente de personas y grupos.

Y al final de eso, los reportes de prensa que pintan todo con un amarillo que parece inofensivo, pero que esconde una intención tan desagradable como la histeria que provoca. Dato aparte: ciertos programas de televisión mostraron lo que sus móviles capataron este año y lo editado en épocas anteriores, como forma de adherir a un irrisorio y risible " no más de lo mismo" Observé varios y noté que a todos les faltó una conmemoración: la del once de septiembre de 2001. No es que ese día las barricadas y los balazos estuvieran ausentes en los sitios de costumbre, sino que nuestros medios de comunicación estuvieron conectados toda la noche a CNN, para obligarnos a llorar por un acontecimiento ajeno: el ataque de Osama Bin Laden a las torres gemelas. Al menos en aquel día, eso era más importante.

martes, 9 de septiembre de 2008

Los Curados No Son Los Hilos

Chile es un caso clínico. Aquí, cualquier iniciativa que conlleve una prohibición, es aceptada y asimilada como si fuera parte de nuestro paradigma fundacional. Más aún: si existe la tendencia internacional a restringir el uso de algún elemento, nuestros legisladores se las ingenian para que dicha aprehensión acá se haga más extrema. Así pasó, por ejemplo, con la ley antitabaco: aunque el resto de los países arrinconó el uso del cigarrillo lo más que pudo, fuimos capaces de dar el paso adelante, y tenemos hoy la cuarta disposición mundial más dura respecto del tema ( ni en esto alcanzamos el podio). Pero estas curiosidades esconden aspectos que están bastante más soterrados y que, por lo mismo, resultan mucho más graves. A saber, que la ausencia de un sistema económico justo y equitativo, que por lo demás ningún político se ha atrevido a proponer, de pie para que estas prohibiciones ocupen el lugar de los programas sociales, y sean vistas, y a la larga realmente se transformen, en beneficios conseguidos para la población, después de una ardua, cruel y sacrificada lucha.

Traigo a colación esto último, en el mes que además celebramos las fiestas patrias, por toda la parafernalia que se ha generado en torno al llamado " hilo curado", que nuestros jóvenes y profesionales del rubro emplean en sus competencias de volantines, muy comunes en estas fechas, pues, no entiendo por qué, se les considera parte del folclor chileno. Es curioso constatar cómo una actividad que arrastra varios siglos, que ha sido elogiada por artistas de la más diversa índole - escritores, pintores, cineastas-; se vuelve de pronto un vicio inaceptable, dañino para la seguridad del que lo practica y de quienes lo rodean. De repente, algo que aprendimos a valorar en la escuela, está a nivel de otros hechos negativos que adornan el paisaje nacional, como los niños neoprénicos o las pipas de los fumadores de pasta base. De la noche a la mañana, el hilo curado dejó de ser una entretención tradicional y se transformó en un monstruo que degüella yugulares, arranca ojos y electrocuta inocentes. Y los mismos que en un momento nos enseñaron a valorar esta forma de esparcimiento, repentinamente han abandonado la ceguera y nos incitan a que nosotros también la abandonemos, pero ya no con palabras pedagógicas, sino con normativas, incautaciones y discursos moralinos.

Es indignante ver cómo los carretes de hilo, y el material para tratarlo, es requisado por la policía a modestos fabricantes que, seguramente, se han dedicado a este trabajo durante décadas. Más ira causa la actitud de los noticiarios, que presentan estas acciones como si se tratara de un golpe al narcotráfico o de la captura de peligrosos ladrones. Pero lo más inaceptable es la actitud de nuestras autoridades, pertenecientes a un gobierno progresista, lanzando discursos con un tono de voz propio de quien advierte el acometimiento de un delito. Perdón: pero no existe ninguna normativa que prescriba el uso de esta clase de hilo, por lo que todas las acciones antes mencionadas son ilegales, con el agravante de que son efectuadas por agentes y funcionados del Estado, impulsados además por éste. Luego: si se quiere justificar éticamente este proceder, es importante señalar que el supuesto daño provocado por el uso del hilo curado es ocasional y fortuito; muy diferente, en conclusión, al que ocasiona una sustancia como la cocaína o la heroína, con las cuales se le ha pretendido maliciosamente comparar. Y en último caso, está el aval de ser un divertimento ancestral de nuestro pueblo, y aunque al progresismo deteste las tradiciones porque atentan contra la inserción de un país en el contexto internacional, es menester recordarle que, cuando no le hacen mal a nadie, reprimirlas sólo conduce a la tiranía.

Puede que en esta absurda cruzada haya un intento de desviar la serie de problemas que hoy aquejan al gobierno, los cuales parecen no tener salida y, para colmo, afectan a casi la totalidad del país. Dada la incompetencia manifiesta de nuestras autoridades, no estamos ante una hipótesis descabellada. Porque la evasión no se referiría sólo a las cuestiones inmediatas, como la inflación y el alza de los precios, que algunos chilenos les impedirá celebrar las fiestas patrias como corresponde. Sino que va más allá, y busca esconder los problemas de injusticia social que acoté en el primer párrafo, estos sí, ya parte de una idiosincrasia que no se puede modificar. En tal sentido: quién reclamará contra la prohibición hacia una actividad ejercida por humildes artesanos, que carecen de todo poder político, más todavía económico, y de la que, a fin de cuentas, se puede decir que no practica el grueso de los chilenos. Porque en estos tiempos, cuando una maternal mano femenina nos rige, debemos acordarnos de algo: las mujeres no suelen encumbrar volantines

martes, 2 de septiembre de 2008

Esa Querencia Llamada Chile

Hoy concluye "El Señor de la Querencia". Como en toda telenovela, el villano recibirá su castigo, mientras que los sufridos y angelicales héroes obtendrán, al final de la jornada, el premio de siempre: vivir felices por toda la eternidad. Así es la vida en el mundo de los culebrones, y por mucho que se intente recrear, incluso con prestensiones honestamente realistas, el Chile rural de 1920, el guion nunca cambia.

Probablemente, lo más interesante de esta historia no sea su contenido, sino el debate, mejor dicho la superflua alharaca, que generó. Hasta la ministra del SERNAM, Laura Albornoz, efectuó una suerte de reclamo oficial a través de la prensa, molesta por las interminables violaciones teatrales con las que el patrón de fundo encarnado por Julio Milostich, se imponía sobre sus inquilinas. Personalmente, antes de sus alegatos, yo desconocía el nombre de esta señora, así como muchos de mis lectores, creo, aún no saben que la sigla SERNAM significa Servicio Nacional de la Mujer. Parece que nuestras féminas aún no tienen o no se crean los espacios suficientes; de otro modo, la labor de su ministro no se reduciría a un ridículo e intrascendente intento de censura. A una relización dirigida, sobre encima, por otra mujer: María Eugenia Rencoret.

Pero no es ése el motivo de mi artículo. Muy por el contrario, lo que yo intento es una suerte de reflexión y una interrogante. Si una telenovela ambientada hace cien años ocasiona tal nivel de reacciones, ¿ qué quedará para una producción que contenga similares elementos críticos, pero que recree el Chile rural actual? No consideremos a "Hijos del Monte" de la misma Rencoret, porque ésa es una historia bucólica que, si bien se desarrolla en la época contemporánea, está contada con una intención de idealizar el campo, lo cual, en términos simples, significa recortar el pasado - un pasado tan mítico como inexistente, - para sentarlo sobre el presente, sin importar dónde se le haya instalado. Me refiero a una creación que se inserte en los problemas reales de nuestros campesinos, por ejemplo enfatizando la situación de abuso que viven los temporeros, sometidos a jornadas extenuantes, sueldos miserables y mínimas medidas de higiene y seguridad, tanto en el mismo lugar de trabajo como en su traslado a éste. O que muestre su realidad durante el invierno, cuando no hay faenas agrícolas y muchos de ellos pasan de cuatro a seis meses sin recibir ingresos. Creo que algo más que una desconocida e histérica ministro montaría en cólera: tendríamos a los empresarios del rubro yendo en bloque y diariamente al palacio presidencial exigiendo el retiro de esa producción de las pantallas, porque injuria al pequeño propietario, porque insta a los trabajadores a organizar huelgas, porque daña la imagen del país en el exterior... Y nuestra Presidente, que tendrá vulva pero no voz para responderle a los poderosos, de seguro les hará caso y puede que hasta mande a encarcelar al director o a algún creativo, como ya ocurrió, por cierto, con la documentalista Eliana Varela.

Y sin embargo, la situación de nuestros compatriotas rurales, al menos en términos de beneficios, no ha variado mucho. La única diferencia es que en vez de vivir en las haciendas ahora sólo van a trabajar a ellas, lo que puede ser mejor, igual o peor de acuerdo a las circunstancias. Si no los amarran de los pies en los árboles, les niegan las mascarillas para protegerse de los pesticidas, y si no los dejan encerrados por días en las pajizas, los despiden y los colocan en una lista negra. No menciono aquí el derecho de pernada porque aún se da en ciertas partes, rebautizado como seducción o como pago por servicios adicionales. No seamos ingenuos: un culebrón es un culebrón aquí y en el resto de América Latina, y por muy violento que sea, siempre narrará hechos de un tiempo remoto que, en el mejor de los casos, afortunadamente ya pasó. Aunque en un contexto distinto, igual se puede aplicar la sentencia: la realidad supera a la ficción