jueves, 27 de diciembre de 2012

El Mar de Falsas Universidades

Finalmente el gobierno decidió dar una muestra de autoridad, o al menos aparentar que la da, y a través del Ministerio de Educación fue decretado el cierre de la Universidad del Mar, el plantel que siempre fue mostrado como la cara más visible del escándalo de las acreditaciones, hecho además englobado en los múltiples problemas acerca de la calidad de enseñanza que experimenta el sistema chileno, y que ya no se hace necesario ni siquiera mencionar. Resultó bastante fácil cargar con una entidad cuyo nicho estudiantil -y comercial- eran jóvenes de baja extracción social, provenientes de colegios públicos y que de acuerdo a los parámetros evaluadores de nuestras entidades de educación superior -que son cualquier cosa excepto los óptimos- jamás debieron ir más allá de la secundaria. Más todavía si el servilismo de los medios masivos de comunicación contribuyó a crear el clima propicio.

A partir de los mediados de la década de 1990, cuando el nuevo liberalismo económico se desató con mayor fuerza dentro de la sociedad chilena, las inmobiliarias, aquellos esperpentos seudo universitarios creados gracias a las reformas implantadas en 1981, siguieron dos caminos muy definidos. Por un lado, se encontraban las entidades que continuaron centrando sus actividades de captación entre los jóvenes de estratos altos que no lograron superar las pruebas de ingreso exigidas por los miembros del cartel de las veinticinco que responde al nombre de Consejo de Rectores. En dicho predicamento se quedaron Los Andes, Gabriela Mistral o Del Desarrollo. Pero por otro, un puñado de dueños de estas entidades tuvo un olfato dotado de la suficiente agudeza para notar que había una gran posibilidad de ganar dinero atrayendo a muchachos de sectores medios y bajos, quienes por diversas circunstancias -alto costo de los aranceles, evaluaciones diseñadas de espaldas a su realidad- empezaron a quedar excluidos de manera sistemática del club antes mencionado. Esta actitud fue tomada, entre otras, por Autónoma de Chile, Santo Tomás y la hoy vapuleada del Mar, favorecidas por las nuevas instancias de acceso al financiamiento que forzaban a los chicos a endeudarse de forma vitalicia con la finalidad de costear sus carreras, pero que a esas instituciones sólo les acarreaban beneficios. Al medio quedó Andrés Bello, mientras que un número reducido -Diego Portales, Arcis, Academia- permaneció en una situación de espectador independiente.

Lo curioso es que el recién descubierto bochorno de las acreditaciones, si bien involucra a la totalidad de las "universidades" chilenas -las inmobiliarias especialmente, pero en menor medida también las del cartel- ha dejado caer sus consecuencias sólo en aquellos planteles que han amasado su fortuna en base a la cacería de jóvenes de escasos recursos. Que es cierto, consiguieron expandirse mediante un afán de lucro que raya en lo mafioso. Más encima que la propia naturaleza de su crecimiento y de su orientación comercial (se vieron obligadas a instalar filiales en diversas ciudades para atraer la mayor cantidad de estudiantes posible, anexos que para los efectos legales contaban como establecimientos diferentes) hacía imprescindible acudir a prácticas corruptas para conseguir las anheladas aprobaciones. Sin embargo, como siempre ocurre en el país el hilo se corta por el flanco más débil. Los estudiantes de la del Mar se encuentran en el aire, sin saber si podrán continuar o no sus carreras, y pese a todo tienen que seguir pagando los compromisos monetarios adquiridos. Mientras los dueños y responsables de la inmobiliaria, si bien fueron sometidos a juicio y algunos permanecen en prisión preventiva, no han sufrido el embargo de sus bienes ni de sus cuentas. Parece que su condición social ha incentivado las decisiones recién tomadas por las autoridades, quienes no se atreverían siquiera a investigar a un establecimiento cuyo nicho sean alumnos de estratos altos. De hecho ningún medio de comunicación ni funcionario encargado ha pronunciado palabra respecto de otras entidades, aunque se da por sentado que varias forman parte de los negocios turbios (incluso algunos han salido de modo tímido a la luz, como lo acaecido con la Uniacc).

Los estudiantes de la "universidad" del Mar no sólo exigen contar con la certeza de que podrán terminar sus carreras, sino que demandan hacerlo en un plantel del Consejo de Rectores. Los aludidos, como era de esperarse, de inmediato han cerrado toda posibilidad a tal iniciativa, arguyendo lo de siempre: que no aceptan alumnos provenientes de establecimientos que consideran de inferior calidad, que a sus instituciones se entra mediante un proceso riguroso (qué va: siempre cabe el llamado "ingreso especial" que en muchas ocasiones sirve a propósito poco claros) y un largo etcétera de clichés. Cuando por una cuestión ética les corresponde admitir a estos muchachos; pues ellos, con sus determinaciones de estilo clasista y discriminador, los impulsaron a firmar acuerdos con estos esperpentos que en cualquier caso no se encuentran tan abajo de los integrantes de su cartel. Están conscientes que el excluirlos significa el primer paso hacia la eliminación de una forma de competencia, como ya antes lo consiguieron con las escuelas normales y los liceos técnicos. El lucro es un círculo vicioso que sólo se debe romper cuando conviene.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Nos Vemos el Veintidós

¿Por qué un escrito cualquiera que según ciertos intérpretes antojadizos vaticina el fin del mundo en una fecha determinada, llama tanto la atención al extremo que un porcentaje considerable de la humanidad se sienta a esperar el supuesto apocalipsis que vendrá? Quizá debido a la conjunción de varios factores, que se han topado de manera fortuita pero que han provocado un ruido al hacer impacto capaz de lograr que un buen número de ciudadanos pedestres se paralice por un instante para voltear la mirada. Está la coyuntura económica, con una crisis financiera global que se extiende ya por cinco años y pareciera no tener fin. A eso hay que el carácter exótico de la teoría de marras, de origen maya, una civilización amerindia que alcanzó un enorme desarrollo pero respecto de la cual no manejamos información contundente. Y por supuesto, al extremo final de la fila se pueden ubicar a los mismos crédulos de semejantes especulaciones, personas faltas de un mínimo nivel de educación, al menos en estos temas, y que por ende se tornan susceptibles de ser influenciadas por cualquier líder carismático que posea buena labia y habilidad para unificar términos que guardan escasa o nula conexión entre sí, al punto de dotarlos de una aparente coherencia.

Sería interesante detenerse en el asunto de los indígenas mayas. Un pueblo originario americano que alcanzó un importante esplendor político, social y económico en el centro y el sur de México. Pero que mucho antes de la llegada de los españoles había perdido su hegemonía, aunque no desaparecido por completo (de hecho sobreviven muchos de sus representantes hoy), siendo su población sometida por unos parientes, los aztecas. Buena parte de sus descubrimientos fueron impulsados por su casta sacerdotal, que gobernaba con mano de hierro al resto de los ciudadanos, y en que en algún momento de la historia fueron diezmados por una epidemia, justamente la principal causa del colapso de su estructura, puesto que al quedarse sin sus dirigentes, los integrantes de la turba multa, que ni siquiera pensaban en tomar decisiones por sí solos y desde luego jamás habían sido instruidos en el arte de mandar (incluso en términos del auto gobierno), simplemente abandonaron un estilo de vida al cual se habían sometido por un asunto de inercia, pero que probablemente no comprendían ni se interesaban en entender, porque no contaban con la preparación suficiente o arriesgaban la integridad física en aquello.

Es esa cuota de enigma la que los vuelve atractivos. Aparte del exotismo.  Se trata de una civilización que se diluyó antes del arribo de los españoles y que por ende no conoció el contacto directo con los europeos, al contrario de lo acontecido con los aztecas e incas. Agreguemos que no desarrollaron un sistema de escritura complejo (en realidad ninguna tribu amerindia lo hizo) más allá de los pictogramas, donde entre otras cosas se encuentran las supuestas anotaciones apocalípticas que tanto furor y tanta histeria colectiva han ocasionado, y hemos elaborado un misterio que clama a gritos ser descifrado. Y ya que en estos asuntos no sólo participan científicos y paleontólgos, sino que también ciertos aficionados que se presentan como iluminados y cuyo exclusivo campo de acción es la seudociencia, la fórmula que permite crear temores infundados está lista para ser aplicada. La elucubración respecto del fin del mundo maya no es más que una consecuencia de la fascinación por lo desconocido. Fenómeno aumentado por las mismas características del supuesto oráculo, redactado -si así se puede llamar- en condiciones muy rudimentarias, circunstancia que dificulta aún más el descifrado y la correcta interpretación. Porque la otra, que es abundante, claramente no se puede tomar en serio al ser imposible constatar su veracidad.

Más allá del respeto que se merecen las culturas amerindias -en el marco del desprecio al que han sido sometidas por varios siglos-, todas las cosas se deben evaluar en su justa medida. Lo que incluye a los mayas y su desarrollo social e intelectual. Mal que mal estamos hablando de un pueblo que, a despecho de sus importantes descubrimientos astronómicos -en una época en que Europa no dejaba aún la astrología- creía que el cielo era sostenido por los árboles y que la noche se producía porque el Sol era tragado por un espíritu maligno. Asunto este último que era aprovechado por los sacerdotes para a través de la vía del temor religioso -como en la gran mayoría de nuestros vilipendiados cultos abrahámicos- mantener su autoridad y el sistema de castas que los favorecía. El hecho de ser un pueblo que por motivos aún no explicados del todo haya perdido su supremacía, unido al sistemático exterminio de las civilizaciones amerindias desaparecidas o vigentes- de parte de colonizadores y criollos, ha provocado en los colectivos de gente un sentimiento de conmiseración, que se adjunta con la re valorización de lo precolombino. Pero atención: hombres buenos y malos ha habido en todas partes.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

A La Caza de los Perros Salvajes

El Ministerio de Agricultura ha emitido una ordenanza en la cual se permite la cacería, es decir la eliminación con escopeta en mano, de quienes en ese mismo escrito se denominan "perros salvajes", en realidad canes abandonados que deambulan por las diversas zonas rurales del país. Asimismo, ha liberado la cuota de exterminio de dos especies introducidas: el castor y el visón, que están generando estragos ecológicos en las regiones más australes. E incluso se está evaluando aumentar la matanza de guanacos, autóctonos en el norte chileno, pero que se encuentran en una situación de sobre población. Un conjunto de medidas que ya están impulsando a las organizaciones de defensa de los derechos de los animales, a elevar reclamos e interponer acciones legales.

Vamos por partes. Estamos de acuerdo en que existe, por lo menos, una polémica de orden semántico en cuanto a la expresión "perros salvajes", situación inexistente en la naturaleza ya que por definición los canes son animales domésticos, al tratarse en realidad de una subespecie derivada del lobo. Ni siquiera los dingos se merecerían este calificativo, pues han sido sometidos por algunas etnias de aborígenes australianos. El término correcto sería "asilvestrados", que podría emplearse de manera exclusiva para los ejemplares que deambulan por los territorios campestres, en contraste con los "callejeros" que pululan en las zonas urbanas. En este contexto, son válidos los alegatos de quienes advierten que la repartición gubernamental está buscando un subterfugio lingüístico con el propósito de evadir la legislación vigente, que impide o en el mejor de los casos coloca una serie de trabas a la eliminación de los perros vagos bajo la excusa del maltrato animal. De hecho la idea es crear un anillo de seguridad en torno al ganado que de tarde en tarde es diezmado por los ataques de las bestias abandonadas. Una motivación práctica que por cierto es una de las circunstancias en las cuales está admitida la cacería.

No obstante cabe formular una reflexión. ¿Es justo que en aras de la defensa de un animal que en un determinado estado de supervivencia, provoca más mal que bien, debamos aguantar incluso el sufrimiento de otros animales? Al respecto cabe recordar que las jaurías de perros no se limitan a atacar para comer, sino que matan de manera indiscriminada incluso a especies que no les sirven de alimento. Y en ese contexto no sólo se ven afectadas las vacas, las ovejas y las aves de corral, sino que también los humanos que viven en pequeños asentamientos o en el campo. Al respecto, cabe señalar el caso de la localidad de Sierra Gorda, donde abundan los canes vagos provenientes de Calama, dejados allí por dueños inescrupulosos o que al descubrir a sus pares han decidido también asentarse en el lugar. Los lugareños ya no pueden salir a la calle por el temor a que una de esas fieras lo agreda, y de hecho han ocasionado la muerte de varios niños. En resumen, viven encerrados en sus casas de la misma forma que los habitantes de las grandes ciudades que padecen un miedo irracional a la delincuencia. Y conste que a ellos no les va a favorecer la nueva normativa pues se sitúan en la Región de Antofagasta, y el permiso se restringe desde Coquimbo hacia el sur. Como se trata del desierto no se puede recurrir a la excusa de la protección a la agricultura y la ganadería, quedando la potencial eliminación de esas bestias bajo la sospecha del mencionado maltrato. Por ende, los integrantes de aquella aldea, que de seguro más de alguno mantiene una mascota canina, deben continuar evitando el riesgo reduciendo su calidad de vida.

Los amos que abandonan a las mascotas que ya no quieren están conscientes de que no serán eliminadas y de que alguien, aun contra su voluntad, deberá hacerse cargo de ellas, incluso como carne para mordiscos. Conocen las restricciones puestas por la ley de maltrato animal y actúan de forma metódica, seguros de que sus perros continuarán existiendo en un lugar y en unas condiciones que ya no les causarán preocupación. Si dichas proscripciones fueran ablandadas, tengan por hecho de que la cantidad de canes echados a la calle disminuiría drásticamente. Por otra parte, y retomando el asunto del castor y el visón que habíamos dejado de lado, que gentes que no viven en los lugares donde estas bestias efectúan estragos protesten por su erradicación, es un asunto de una ignorancia supina que ni siquiera merece ser comentado, ya que se trata de ejemplares exóticos que están destruyendo el equilibrio ecológico de un determinado hábitat, amenazando a las especies autóctonas. Y en el caso de los guanacos: no olvidar que la vinchuca, siendo un insecto ancestral del norte y centro norte de Chile, empero fue erradicada del país con el propósito de disminuir el contagio de la enfermedad de Chagas. A veces la mejor forma de conservar la naturaleza es la eliminación, como ocurre con la poda de las plantas, donde se cortan los tallos más débiles para que el conjunto adquiera más reciedumbre.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

La Utilidad de la Universidad

Los recientes casos de corrupción en los cuales han estado involucradas autoridades de diversas "universidades" criollas, sumado a la pérdida de importancia social de las lecciones impartidas en los planteles, fenómeno que se da en paralelo al auge sostenido en la consideración positiva que experimentan las llamadas carreras técnicas: son fenómenos que llevan a algunos a plantearse objeciones respecto del orden jerárquico tradicional en el que se suelen ubicar los diversos estamentos de la enseñanza superior. Así, muchos ven a las antiguas "instituciones de estudios generales" como organismos que van rumbo a la obsolescencia; y siendo honestos, existe una buena cantidad de señales que favorece ese tipo de argumentos.

Veamos. Una de las obligaciones más fundamentales a la cual están llamadas las universidades a nivel mundial, al punto de que constituye una de las condiciones más esenciales de su existencia, es la conservación y el almacenamiento de conocimientos, ya sea para simplemente legarlos a las siguientes generaciones, o bien con la finalidad de emplearlos en un posterior proceso de investigación, actividad que por cierto se suele efectuar al interior mismo de los planteles. En atención a dicho mandato, durante siglos estas instituciones fueron la albacea de importantes hallazgos científicos e intelectuales que de no estar bajo su protección quizás se hubiesen perdido. Muchas de estas casas de estudios guardaron en sus bibliotecas y archivos textos únicos que en ciertos casos resultaban claves para entender un determinado acontecimiento. Y su preponderancia en estos aspectos era tal, que muchos artistas, filósofos o físicos que no trabajaron al alero de alguna de ellas al final acababan entregando sus obras pues era la forma más segura de preservarlas. No por nada se ganaron el apodo de "templos del saber".

Sin embargo, la aparición de nuevas tecnologías, como internet, empezó a dar una interesante cuenta de toda esa erudicción. A través del computador hoy se puede acceder a información que hasta sólo un par de décadas estaba disponible de manera casi exclusiva en las aulas o las bibliotecas universitarias, y no precisamente por el interés de los planteles en difundir este material (la mayoría lo hace mal o simplemente no lo hace, dedicando sus respectivas páginas a promover sus carreras y entregar listas de celebridades que estudiaron en su seno), sino a través de bitácoras creadas por profesores, alumnos, fundaciones u organizaciones no gubernamentales interesados en una mayor difusión de ciertos contenidos, quienes prácticamente siempre abren sitios a título personal. Quien escribe estas líneas puede dar testimonio acerca de la excelente calidad de estas iniciativas: muchos portales de filosofía, personalmente, me han servido a la hora de actualizar conocimientos y recordar algunos que comenzaban a olvidarse. Incluso, una enciclopedia como Wikipedia, con todas las objeciones que se le puede hacer, es capaz de entregar datos acerca de un cierto tema de manera contundente y concisa a la vez, al mismo nivel que un académico universitario. Por lo cual, ya no sería necesario siquiera solicitar libros en los anaqueles de la institución.

La pregunta entonces es: ¿están las universidades tomando nota de estos fenómenos? Todo parece indicar, tanto en Chile como en el resto del mundo, que no. Aún se hallan anquilosadas en sus prácticas más tradicionales, e incluso hay académicos que intentan colocar un muro, recurriendo incluso a las sanciones disciplinarias, entre sus alumnos y las nuevas tecnologías, arguyendo que internet constituye una reducción vulgar y banal del conocimiento acumulado, y que quienes están al interior de un plantel deben ceñirse a los mecanismos correctos que además purifican la mente de formas de aprendizaje heteredoxas, más propias de la calle que del aula. Es ahí donde reside su anacronismo. Que además esconde situaciones aún más preocupantes. Al perder su condición de "templos del saber", estas instituciones quedan reducidas a meras vendedoras y expendedoras de títulos. A los cuales sólo pueden acceder los que tienen un mayor ingreso económico, pese a que los demás son capaces de llegar a manejar más y mejor información. Esta situación se está dando a nivel global, donde muchas organizaciones han abolido la gratuidad universal y están forzando a sus alumnos a buscar financiamiento, todo ello con la reciprocidad de las autoridades políticas. De continuar las cosas así, nos veremos rodeados de estructuras mediocres destinadas a proteger a las clases más pudientes y asegurarles obreros baratos, aunque tales obreros estén mejor preparados, simplemente porque en la informalidad hay mayor calidad. Esa parece ser, por desgracia, la futura utilidad de la universidad, si es que no la ha sido desde su origen