miércoles, 5 de diciembre de 2012

La Utilidad de la Universidad

Los recientes casos de corrupción en los cuales han estado involucradas autoridades de diversas "universidades" criollas, sumado a la pérdida de importancia social de las lecciones impartidas en los planteles, fenómeno que se da en paralelo al auge sostenido en la consideración positiva que experimentan las llamadas carreras técnicas: son fenómenos que llevan a algunos a plantearse objeciones respecto del orden jerárquico tradicional en el que se suelen ubicar los diversos estamentos de la enseñanza superior. Así, muchos ven a las antiguas "instituciones de estudios generales" como organismos que van rumbo a la obsolescencia; y siendo honestos, existe una buena cantidad de señales que favorece ese tipo de argumentos.

Veamos. Una de las obligaciones más fundamentales a la cual están llamadas las universidades a nivel mundial, al punto de que constituye una de las condiciones más esenciales de su existencia, es la conservación y el almacenamiento de conocimientos, ya sea para simplemente legarlos a las siguientes generaciones, o bien con la finalidad de emplearlos en un posterior proceso de investigación, actividad que por cierto se suele efectuar al interior mismo de los planteles. En atención a dicho mandato, durante siglos estas instituciones fueron la albacea de importantes hallazgos científicos e intelectuales que de no estar bajo su protección quizás se hubiesen perdido. Muchas de estas casas de estudios guardaron en sus bibliotecas y archivos textos únicos que en ciertos casos resultaban claves para entender un determinado acontecimiento. Y su preponderancia en estos aspectos era tal, que muchos artistas, filósofos o físicos que no trabajaron al alero de alguna de ellas al final acababan entregando sus obras pues era la forma más segura de preservarlas. No por nada se ganaron el apodo de "templos del saber".

Sin embargo, la aparición de nuevas tecnologías, como internet, empezó a dar una interesante cuenta de toda esa erudicción. A través del computador hoy se puede acceder a información que hasta sólo un par de décadas estaba disponible de manera casi exclusiva en las aulas o las bibliotecas universitarias, y no precisamente por el interés de los planteles en difundir este material (la mayoría lo hace mal o simplemente no lo hace, dedicando sus respectivas páginas a promover sus carreras y entregar listas de celebridades que estudiaron en su seno), sino a través de bitácoras creadas por profesores, alumnos, fundaciones u organizaciones no gubernamentales interesados en una mayor difusión de ciertos contenidos, quienes prácticamente siempre abren sitios a título personal. Quien escribe estas líneas puede dar testimonio acerca de la excelente calidad de estas iniciativas: muchos portales de filosofía, personalmente, me han servido a la hora de actualizar conocimientos y recordar algunos que comenzaban a olvidarse. Incluso, una enciclopedia como Wikipedia, con todas las objeciones que se le puede hacer, es capaz de entregar datos acerca de un cierto tema de manera contundente y concisa a la vez, al mismo nivel que un académico universitario. Por lo cual, ya no sería necesario siquiera solicitar libros en los anaqueles de la institución.

La pregunta entonces es: ¿están las universidades tomando nota de estos fenómenos? Todo parece indicar, tanto en Chile como en el resto del mundo, que no. Aún se hallan anquilosadas en sus prácticas más tradicionales, e incluso hay académicos que intentan colocar un muro, recurriendo incluso a las sanciones disciplinarias, entre sus alumnos y las nuevas tecnologías, arguyendo que internet constituye una reducción vulgar y banal del conocimiento acumulado, y que quienes están al interior de un plantel deben ceñirse a los mecanismos correctos que además purifican la mente de formas de aprendizaje heteredoxas, más propias de la calle que del aula. Es ahí donde reside su anacronismo. Que además esconde situaciones aún más preocupantes. Al perder su condición de "templos del saber", estas instituciones quedan reducidas a meras vendedoras y expendedoras de títulos. A los cuales sólo pueden acceder los que tienen un mayor ingreso económico, pese a que los demás son capaces de llegar a manejar más y mejor información. Esta situación se está dando a nivel global, donde muchas organizaciones han abolido la gratuidad universal y están forzando a sus alumnos a buscar financiamiento, todo ello con la reciprocidad de las autoridades políticas. De continuar las cosas así, nos veremos rodeados de estructuras mediocres destinadas a proteger a las clases más pudientes y asegurarles obreros baratos, aunque tales obreros estén mejor preparados, simplemente porque en la informalidad hay mayor calidad. Esa parece ser, por desgracia, la futura utilidad de la universidad, si es que no la ha sido desde su origen

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