miércoles, 12 de diciembre de 2012

A La Caza de los Perros Salvajes

El Ministerio de Agricultura ha emitido una ordenanza en la cual se permite la cacería, es decir la eliminación con escopeta en mano, de quienes en ese mismo escrito se denominan "perros salvajes", en realidad canes abandonados que deambulan por las diversas zonas rurales del país. Asimismo, ha liberado la cuota de exterminio de dos especies introducidas: el castor y el visón, que están generando estragos ecológicos en las regiones más australes. E incluso se está evaluando aumentar la matanza de guanacos, autóctonos en el norte chileno, pero que se encuentran en una situación de sobre población. Un conjunto de medidas que ya están impulsando a las organizaciones de defensa de los derechos de los animales, a elevar reclamos e interponer acciones legales.

Vamos por partes. Estamos de acuerdo en que existe, por lo menos, una polémica de orden semántico en cuanto a la expresión "perros salvajes", situación inexistente en la naturaleza ya que por definición los canes son animales domésticos, al tratarse en realidad de una subespecie derivada del lobo. Ni siquiera los dingos se merecerían este calificativo, pues han sido sometidos por algunas etnias de aborígenes australianos. El término correcto sería "asilvestrados", que podría emplearse de manera exclusiva para los ejemplares que deambulan por los territorios campestres, en contraste con los "callejeros" que pululan en las zonas urbanas. En este contexto, son válidos los alegatos de quienes advierten que la repartición gubernamental está buscando un subterfugio lingüístico con el propósito de evadir la legislación vigente, que impide o en el mejor de los casos coloca una serie de trabas a la eliminación de los perros vagos bajo la excusa del maltrato animal. De hecho la idea es crear un anillo de seguridad en torno al ganado que de tarde en tarde es diezmado por los ataques de las bestias abandonadas. Una motivación práctica que por cierto es una de las circunstancias en las cuales está admitida la cacería.

No obstante cabe formular una reflexión. ¿Es justo que en aras de la defensa de un animal que en un determinado estado de supervivencia, provoca más mal que bien, debamos aguantar incluso el sufrimiento de otros animales? Al respecto cabe recordar que las jaurías de perros no se limitan a atacar para comer, sino que matan de manera indiscriminada incluso a especies que no les sirven de alimento. Y en ese contexto no sólo se ven afectadas las vacas, las ovejas y las aves de corral, sino que también los humanos que viven en pequeños asentamientos o en el campo. Al respecto, cabe señalar el caso de la localidad de Sierra Gorda, donde abundan los canes vagos provenientes de Calama, dejados allí por dueños inescrupulosos o que al descubrir a sus pares han decidido también asentarse en el lugar. Los lugareños ya no pueden salir a la calle por el temor a que una de esas fieras lo agreda, y de hecho han ocasionado la muerte de varios niños. En resumen, viven encerrados en sus casas de la misma forma que los habitantes de las grandes ciudades que padecen un miedo irracional a la delincuencia. Y conste que a ellos no les va a favorecer la nueva normativa pues se sitúan en la Región de Antofagasta, y el permiso se restringe desde Coquimbo hacia el sur. Como se trata del desierto no se puede recurrir a la excusa de la protección a la agricultura y la ganadería, quedando la potencial eliminación de esas bestias bajo la sospecha del mencionado maltrato. Por ende, los integrantes de aquella aldea, que de seguro más de alguno mantiene una mascota canina, deben continuar evitando el riesgo reduciendo su calidad de vida.

Los amos que abandonan a las mascotas que ya no quieren están conscientes de que no serán eliminadas y de que alguien, aun contra su voluntad, deberá hacerse cargo de ellas, incluso como carne para mordiscos. Conocen las restricciones puestas por la ley de maltrato animal y actúan de forma metódica, seguros de que sus perros continuarán existiendo en un lugar y en unas condiciones que ya no les causarán preocupación. Si dichas proscripciones fueran ablandadas, tengan por hecho de que la cantidad de canes echados a la calle disminuiría drásticamente. Por otra parte, y retomando el asunto del castor y el visón que habíamos dejado de lado, que gentes que no viven en los lugares donde estas bestias efectúan estragos protesten por su erradicación, es un asunto de una ignorancia supina que ni siquiera merece ser comentado, ya que se trata de ejemplares exóticos que están destruyendo el equilibrio ecológico de un determinado hábitat, amenazando a las especies autóctonas. Y en el caso de los guanacos: no olvidar que la vinchuca, siendo un insecto ancestral del norte y centro norte de Chile, empero fue erradicada del país con el propósito de disminuir el contagio de la enfermedad de Chagas. A veces la mejor forma de conservar la naturaleza es la eliminación, como ocurre con la poda de las plantas, donde se cortan los tallos más débiles para que el conjunto adquiera más reciedumbre.

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