miércoles, 29 de julio de 2009

El Perdón en Oferta

Usando como pretexto el bicentenario de la independencia, la iglesia católica chilena ha proclamado un jubileo para el 2010, y entre las peticiones de los obispos, se encuentra un indulto masivo de reos que están encarcelados por los más diversos delitos, cosa que por lo demás, caracteriza a este tipo de celebraciones. El gobierno ha declarado que va a estudiar la propuesta, lo que en la práctica, dada la influencia que tiene el papismo en el quehacer político, equivale a decir que la aceptará. Algunas víctimas de agentes del Estado durante la dictadura, y de crímenes de alta connotación social acaecidos después ( léase abuso sexual a asesinato de un familiar cercano), han mostrado su preocupación por una eventual liberación de los culpables de tales hechos, ante lo cual nuestras autoridades, al menos las ejecutivas, a su vez han llamado a la calma, asegurando que esta coyuntura sólo puede beneficiar a los acusados de actos menores o que estén padeciendo una enfermedad terminal. Lo curioso, es que los mentores de la idea no parecen haber entendido el mensaje, y amparados en la doctrina del perdón cristiano, vienen señalando que tal iniciativa está planeada siempre como una norma general, y por ende, los detenidos cuya absolución genera mayor inquietud en la población, también están capacitados para recibir dicha regalía.

No quiero ponerme en la fila de los que dicen que a los pillos hay que secarlos en la cárcel, por muy mínima que haya sido su falta: si han leído mis anteriores comentarios, se darán cuenta que soy totalmente contrario a ese pensamiento. Tampoco pretendo detallar aquí la consecuencia que debe existir entre perdonar y obrar con justicia, necesaria en el proceder de un cristiano, que si anda indultando a diestra y siniestra, puede incluso estar cometiendo pecado, al sólo escuchar a una de las partes. El motivo que me lleva a redactar este artículo, es la oportunidad que aprovechan los purpurados católicos para presentar una idea que, al menos en términos superficiales, los deja bien ante la opinión pública. Porque en estos momentos, se discute, tanto a nivel de ciudadano medio como del parlamento, la autorización definitiva y sin restricciones del llamado " anticonceptivo de emergencia", coloquialmente conocido como píldora del día después o píldora post coital. En forma adicional, esto ha permitido que se revitalicen reivindicaciones que el propio romanismo se ha encargado de frenar, como los derechos reproductivos de la mujer, que demandan el acceso a toda clase de anticoncepcionales, incluso la opción del aborto en determinados casos ( inviabilidad terapéutica o violación). Desde luego, los sacerdotes de marras se han valido de toda su artillería comunicacional y han presionado a los grupos políticos afines a sus intereses en todos los ámbitos públicos ( jueces, congresistas, magistrados), para que detengan por completo y para siempre lo que consideran una aberración, calificaivo que, por cierto, sólo puede venir de una mente retorcida que mezcla superstición, irracionalidad y malas intenciones, y que por supuesto, se encuentra muy lejos del mensaje de Jesús.

A todo esto, la iglesia católica comete otro de sus innumerables actos de hipocresía. Dentro del virulento discurso que han elaborado, no escatiman insultos y sentencias condenatorias, en especial para la mujer que prefiere la contraconcepción, en todas sus variantes, así como para los que la asesoran y apoyan en sus decisiones. La chica que aborta un embarazo ocasionado por un ultraje sexual, arriesga, según el derecho canónico, la excomunión; mientras su agresor, cuando tiene la mala suerte de no cometer tal fechoría en año de jubileo, igual puede contar en prisión con un guía espiritual particular. Hay perdón para uno y para otro - u otra- no. Y las condonaciones no alcanzan para quienes deciden no casarse ni dejar descendencia, y como consecuencia de ello, recurrir al sexo seguro. Al menos, así continuará la tendencia, porque los portavoces de la conferencia episcopal no han cambiado en un ápice sus agresivas diatribas contra estas personas, ni parecen que lo vayan a hacer siquiera en el largo plazo.

El perdón y la justicia funcionan al mismo nivel para todos, y más cuando se trata de los que piensan distinto o son difíciles de soportar. Ni siquiera hablo de acciones más graves que otras, aunque, producto de la misma justicia cristiana, sí existe tal jerarquización. Cuando Cristo vio que iban a lapidar a una mujer por adulterio, se puso entre la condenada y sus verdugos e impidió que dicha barbarie se ejecutara. También, el hijo de Dios se hizo acompañar por prostitutas, que eran lo más bajo del escalafón social en el Israel de esos tiempos. Quizá ellas también fueron víctimas de maltrato por algún cercano, conocido o extraño. Hoy, el estatus de la ramera lo tiene la mujer que se ha hecho un aborto, porque la salvación está reservada, en primer término, para los que sufren desprecio por parte de sus semejantes. Y si Jesús viniera a predicar a Chile, tengan por seguro que estas muchachas serían sus favoritas, para disgusto de los obispos que, como los fariseos de la antigüedad, lo enviarían a la muerte por tamaño desliz.

miércoles, 22 de julio de 2009

Un Problema de Salud y Basta

En vísperas de una elección presidencial, cuando se torna imprescindible discutir el estilo de gobierno que nos conviene para los próximos cuatro años, y la innumerable serie de cuestiones anexas que aquello significa, en los marcos político, económico, cultural, social, diplomático y un largo etcétera; en definitiva, cuando tenemos que definir el rumbo del país y por consiguiente, de cada uno de sus habitantes e incluso de los connacionales residentes en el extranjero: resulta que las dos coaliciones más fuertes, las que están llamadas a tomar la iniciativa en las incógnitas aquí mencionadas; reducen todo el debate a una misérrima píldora. Más encima, creada para el día posterior. Pues, el amasijo que se ha elaborado en torno a la pastilla post coital, tiene menos de seriedad que de frivolidad y evasión. Y por cierto, con el respeto que merecen las distintas posturas en derredor del mentado fármaco, así como quienes se beneficiarían con su libre circulación; la verdad es que a la postre, este tema significa un escaso por no decir nulo aporte al desarrollo futuro de la nación.

Ahora, si me quedo en el párrafo que escribí inmediatamente arriba, muchos interpretarán que yo me adhiero al discurso de los grupos más reaccionarios, aquellos que por nada del mundo desean la liberalización de la píldora, so pretexto de que es abortiva, y entre quienes es posible descubrir a los mismo de siempre: la iglesia católica, la derecha política y algunos miembros del empresariado. Nada de eso, sino muy por el contrario: opino de esa forma porque ésta es, ante todo, una cuestión médica, y no teológica, ética o política. Y en estas situaciones, simplemente tenemos que abstenernos y dejar pasar el medicamento, pues al final, presenciamos un problema de salud pública. Su prohibición equivale a, por ejemplo, negarle las benzatinas a un enfermo de amigdalitis, o su par de antibióticos al tuberculoso, o la silla de ruedas a un lisiado. Hay un paciente que necesita de tal o cual remedio o intervención quirúrgica, y dejarlo en el pasillo, es como si se pasara por alto el juramento de Hipócrates, tan citado por los doctores. Es una negligencia, o en palabras más sencillas, un crimen, porque el que está con una anomalía puede fallecer o puede quedar con secuelas físicas o mentales por el resto de su vida, lo cual, al término de la jornada, es casi lo mismo, porque es un ciudadano que, producto de una patología no tratada, vive mal y no disfruta de su existencia. En el caso específico de la pastilla del después, el receptor es una mujer que viene de un coito no protegido, no importa si consentido o no; pero que si no se lo trata a tiempo, puede derivar en un embarazo que, más que felicidad, la colmará de traumas. Por ende, el galeno, el farmacéutico, y después la comunidad toda, deben hacerle el bien a aquella mujer, que a fin de cuentas es la única puerta por donde debe entrar la moral. Y tal acción filantrópica pasa irremediablemente por evitar que la fémina remate encinta de algo que no se concretó en óptimas condiciones.

Los representantes más virulentos del conservadurismo y la derecha política, arguyen que introduciendo este tema en la agenda, se están dejando de lado preocupaciones más urgentes y altruistas, como el desempleo, la pobreza y la recesión económica. Sin embargo, han sido justamente ellos quienes nos tienen atragantados con este predicamento, al poner sus convicciones ideológicas por encima del sentido común, y tratando de contradecir sentencias que son producto de hallazgos empíricos. Si en realidad desean que tomemos "altura de miras" y nos aboquemos a cuestiones más significativas, entonces absténganse en este asunto que es menor y que no genera daño alguno; mejor, beneficia a un grupo de mujeres, quizá no tan grande, pero que forman parte de la masa de gobernados que confían en sus magistrados y legisladores a la hora de buscar solución para los avatares de la vida diaria. Pues, aunque sólo una persona en el territorio necesite de tal o cual ley, eso es motivo suficiente para promulgarla: de eso se trata el servicio político. Y cuando las propuestas favorecen a una minoría y no perjudican a las mayorías, lo único que cabe hacer es aprobarlas en el menor tiempo posible.

En definitiva, los detractores de la píldora deben callarse y aceptar su circulación. En ningún caso es un rechazo al debate; más aún, el supuesto debate de los más reaccionarios ha sido un pretexto para frenar la libertad de elección. Hay una serie de temas relacionados que precisan una mayor atención, como el embarazo adolescente, la protección de la infancia, la entrega de anticonceptivos, las condiciones mínimas para experimentar sexo placentero, incluso la prescripción o no del aborto en determinadas situaciones. Una persona individual entiende cuando es preciso luchar por una causa y cuando no, porque la supuesta pelea se convierte en un acto de violencia injustificada e injustificable, que puede arrastrar al caos. De igual modo las sociedades deben detenerse a reflexionar en qué momento se pasa de las discusiones enriquecedoras a los cacareos superfluos. Eso no es resignación, sino una muestra de inteligencia, condición esencial a la hora de emitir una opinión.

jueves, 16 de julio de 2009

En Auxilio de los Padres

En medio de la discusión en la Cámara de Diputados, del proyecto de ley que busca autorizar definitivamente la distribución de la píldora anticonceptiva de emergencia, algunos representantes derechistas que están a favor de la iniciativa, pero que a la vez tienen conciencia de que forman una minoría poco tolerada en su sector político, propusieron que en el caso de las menores de edad, el servicio de salud correspondiente comunicara a los padres que se le suministró el fármaco a su hija, explicando el motivo de tal decisión. Una indicación que, a las claras, es propia de quien pretende ser servidor de dos patrones para así obtener un beneficio propio. Pero que además, revela de nuevo esa obsesión enfermiza que los conservadores tienen por la familia, refugio final de mediocres, retrógrados y testarudos, que acuden a ella cuando sus proyectos han notoriamente fracasado. En este caso, se pretende reflotar una especie de acuerdo de buena crianza: que sean los progenitores los que eduquen a sus vástagos en el tema sexual. Curioso, si recordamos que cuando se sancionaron otras normas que tocaban la relación intrafamiliar, tales aspectos ni siquiera fueron considerados. Así, por la responsabilidad penal juvenil, un niño puede ser condenado por un tribunal sin la necesidad de que sus padres sean consultados. Lo mismo, con las reformas que en 2002 afectaron a la ley de alcoholes, y que entre otras cosas, hoy obliga a que los locales nocturnos cierren a las tres de la madrugada: sus defensores más apasionados argumentaron que el Estado debía normar la conducta de los más jóvenes, incluso los mayores de dieciocho años, porque las cifras demostraban que quienes los tenían a cargo no lo estaban haciendo.

Pero ahora me ceñiré a la supuesta capacidad de los padres y por extensión, de la familia, para orientar a sus ejemplares más juveniles. Una buena radiografía de su nivel de competencia, a propósito que ya comenzaron las vacaciones de invierno, son los micro reportajes de los noticiarios, donde los canales de televisión muestran la innumerable cantidad de "panoramas" para llevar al muchacho durante las dos semanas que no estará en el aula de clases: varias de estas distracciones, además, cuentan con el atractivo de que se puede dejar al chico solo, con lo que el progene continúa en su lugar de trabajo sin pasar angustias. Como dato adicional, cabe acotar que las televisoras que más insisten con dicho periodismo, son las que dirigen su interés al público de estratos sociales más altos, donde se supone -ellos mismos lo recalcan- viven las familias mejor constituidas y que, por ende, cuentan con mayor autoridad moral para encauzar al resto de la población. La conclusión que se saca entonces, es muy aclaradora: quienes procrean, enseguida guardan los resultados en una suerte de estanterías, que corresponderían a las salas cunas, la escuela, los sitios de esparcimiento y la misma televisión. Me explico: los padres siempre están ocupados debido a sus trabajos o en sus propios intereses -lo cual es legítimo- y dejan sus retoños a cargo de profesores, parvularias o artistas de toda índole. Varias veces hemos oído a progenitores de todas las clases sociales quejarse durante los periodos de descanso escolar, porque, de sopetón, se han encontrado con vástagos inquietos y difíciles de tratar. Y eso también es señalado en los mencionados reportajes televisivos. En definitiva, procrear significa proyectarse a futuro: si se quiere, es una versión adaptada de la especulación financiera. Pero instruir: ya estamos hablando de una actividad más profesional, para la cual se requiere contar con individuos especialmente preparados, como los profesores. Los padres invitan a sus amigos a casa y exhiben al bebé recién nacido; después, lo fotografían para llevar ese testimonio al lugar de trabajo; se sienten orgullosos de alguien que preservará su legado. Sin embargo, su labor termina ahí.

En definitiva, tenemos sujetos que no pasan la más mínima cuota de tiempo con sus hijos, porque no pueden, no quieren o una combinación de ambas situaciones. Y que al delegar, de manera inconsciente - porque si fuera consciente, se darían cuenta que eso es lo mejor- su educación, se desentienden y pierden el interés por ejercer ellos mismos alguna prefectura. Luego, podemos concluir que los padres no poseen la idoneidad suficiente para hablar de sexualidad ni de otro tema que inquiete a un adolescente, simplemente porque jamás se han detenido a cultivarse ellos mismos con tal o cual asunto. Están conformes conque sean los docentes quienes asuman la totalidad de la instrucción, más desde que se implantó la jornada escolar completa, y que en casa, esa facultad la asuman la televisión y los juegos de vídeo. Son justamente ellos los que necesitan que se les hable con urgencia de esas cosas, pues lo desconocen casi todo. El problema es que, en el intertanto, sus hijos no dejarán la búsqueda de aquello que los motiva, y por lo tanto, mientras les abrimos los ojos a los progenitores -un proceso, además, sumamente largo y costoso- se precisa que otra entidad satisfaga los anhelos de los que aún esperan.

Los padres tienen sus cabezas y sus mentalidades saturadas de prejuicios, supersticiones y datos falsos, no sólo en el campo de la sexualidad. Fueron víctimas, a su vez, de una enseñanza igual de deplorable, por los abuelos de los jóvenes y adolescentes. Y no se hallan muy dispuestos a cambiar su actitud, más que nada, por miedo, una emoción en que se sustenta la predisposición hacia la familia y la paternidad. El temor a que un patriarca más conservador y recalcitrante reproche una conducta más, si se puede decir, democrática o permisiva; y que tache al transgresor de traidor, a una ideología propia de grupos sociales que aseveran que lo que ellos piensan es bueno y por ende imprescindible para la nación toda. Y el espanto ante la posibilidad de que, como castigo divino, venga un sicópata o un funcionario del servicio infantil, para el caso es lo mismo, y arrebate al retoño y, de paso, la dignidad del hogar.

miércoles, 8 de julio de 2009

Los Pantalones de Piñera

Se dice -porque está en la misma definición del término- que el conservador es quien retiene, ya sea las costumbres ancestrales de su país, el patrimonio económico de los individuos, o lo que se suele llamar, dependiendo de la intención del opinante, los "valores tradicionales" o "espíritu religioso". También, aseguran otros, mantiene sus emociones y sentimientos personales hacia los demás, sean éstos positivos o negativos, lo que en la práctica, se traduce que estos sujetos, a pesar de su supuesta formación basada en principios cristianos, guardan rencor por tiempo más prolongado hacia alguien, y por lo mismo, son más perseverantes a la hora, por ejemplo, de llevar adelante acusaciones judiciales contra quienes consideran sus enemigos, no descansando hasta verlos derrotados y humillados en el fango, para lo cual, son capaces de valerse de artimañas que pueden estar incluso al filo de la legalidad.

Pues bien. Tales conservadores, que nunca se limpian la sangre del ojo, son quienes hoy sostienen la candidatura derechista de Sebastián Piñera, un acaudalado empresario -más bien habría que decir especulador financiero- de manifiesta opinión liberal en ciertos temas en donde sus aliados, muy por el contrario, presentan un discurso intransigente, como la anticoncepción, el aborto, cuando menos en casos puntuales, o la tolerancia a la homosexualidad. Todo, conducido por un camino donde reinan la armonía y la reconciliación. Pues en el pasado, el ala más dura de la derecha chilena -que es más abundante y tiene un alto poder económico- nunca se tragó las propuestas de este magnate que sentían mostraba una postura abiertamente confrontacional, no hacia ellos, sino contra la idea del bien. Les parecía un advenedizo en el sector social que siempre han representado los conservadores, que no le agradecía a los dioses por las bendiciones que éstos le habían brindado. Y para demostrarle cuán airados estaban los seres superiores -y naturalmente, después ellos-, le hicieron todo tipo de zancadillas en su carrera política, que, producto de tales reveses, ha estado más llena de fracasos que de satisfacciones. Le arrebataron su liderazgo consuetudinario en la derecha, cuando difundieron por un canal de televisión sus conversaciones privadas; luego, tras situaciones bochornosas, lo despojaron de su plaza en el Senado, de una antigua candidatura presidencial ( la de 1999) y de la propia presidencia de su partido, Renovación Nacional: lo curioso, es que en todos estos actos han convencido a cercanos suyos, hasta entonces leales e incondicionales, para sacarlo de la jugada. Recién en 2005, pudo levantar una postulación a la primera magistratura, independiente de la del abanderado "oficial", de su sector político, el UDI, tan conservador como frívolo y populista, Joaquín Lavín. Pero era una intentona que estaba condenada a la derrota, al dividir a sus eventuales votantes, y además, de un tipo que entonces no ostentaba cargo público alguno, y que también sabía -e igualmente estaban conscientes sus adversarios-, que tampoco lo iba a ocupar después de la aventura.

Ahora es la punta de lanza de una opción que cuenta con bastantes, aunque no definitivas, posibilidades de ganar. Y lo hace reiterando sus convicciones liberales que lo diferencian de varios de sus actuales aliados, pero que en el pasado fueron sus más enconados enemigos, y que tampoco han variado sus posiciones. Cabe preguntarse si, de ganar la elección presidencial, esta aparente calma continuará funcionando. Lo más probable es que no. Los conservadores a ultranza, como socio que espera la firma del contrato para sacar las garras, una vez instalados en el gobierno, de seguro le demostrarán a su líder que son más y empuñarán su mano, no para gritar "hasta la victoria siempre", sino para amenazar con golpes al triunfador. Entonces Piñera volverá a ser el mismo de siempre: un mozo de los matones que le ordenarán colocar su visión del mundo sobre la mesa y en las políticas públicas. Trabajará para ellos, y se bajará los pantalones cuando ellos quieran. No puede ser de otro modo, tratándose de un millonario que hizo su fortuna mediante las operaciones de bolsa: siempre va tras el dinero, como el policía tras el delincuente. Y sus asesores más recalcitrantes manejan buena parte del poder económico y en consecuencia, poseen mucho dinero, que siempre están dispuestos a regalarle a quien se genuflecte enfrente de ellos, porque, ya lo acordamos, eso equivale a rendirle pleitesía a los dioses.

Se necesita más que una abundante cantidad de recursos propios para convencer a una montonera con mentalidad de rapiña. A veces, ni siquiera es suficiente el liderazgo. Piñera podrá pensar relativamente distinto a quienes tiene detrás, y su oferta en tal sentido puede ser honesta y bienintencionada. Pero es ingenuo imaginar que de golpe y porrazo transformará las mentes de la mayoría de sus subalternos. Menos, que ya haya apaciguado las ansias de algunos. Incluso, el actuar del empresario genera un conflicto de intereses con quienes lo respaldan, y esas desaveniencias se solucionan, al menos en el ámbito de la derecha, del modo que concilie los deseos de ambas partes, de tal manera que permita realizarlos por completo, sin importar si un tercero que no participó en la negociación sale finalmente perjudicado. Y el arreglo más conveniente para todos los involucrados, es que Piñera ceda y termine, por enésima vez, bajándose los pantalones. Después de todo, siempre obtiene un premio cuando lo hace, al igual que los perros de Pavlov. Aunque sea el pueblo chileno quien, a la larga, deba padecer por sus concesiones.