jueves, 16 de julio de 2009

En Auxilio de los Padres

En medio de la discusión en la Cámara de Diputados, del proyecto de ley que busca autorizar definitivamente la distribución de la píldora anticonceptiva de emergencia, algunos representantes derechistas que están a favor de la iniciativa, pero que a la vez tienen conciencia de que forman una minoría poco tolerada en su sector político, propusieron que en el caso de las menores de edad, el servicio de salud correspondiente comunicara a los padres que se le suministró el fármaco a su hija, explicando el motivo de tal decisión. Una indicación que, a las claras, es propia de quien pretende ser servidor de dos patrones para así obtener un beneficio propio. Pero que además, revela de nuevo esa obsesión enfermiza que los conservadores tienen por la familia, refugio final de mediocres, retrógrados y testarudos, que acuden a ella cuando sus proyectos han notoriamente fracasado. En este caso, se pretende reflotar una especie de acuerdo de buena crianza: que sean los progenitores los que eduquen a sus vástagos en el tema sexual. Curioso, si recordamos que cuando se sancionaron otras normas que tocaban la relación intrafamiliar, tales aspectos ni siquiera fueron considerados. Así, por la responsabilidad penal juvenil, un niño puede ser condenado por un tribunal sin la necesidad de que sus padres sean consultados. Lo mismo, con las reformas que en 2002 afectaron a la ley de alcoholes, y que entre otras cosas, hoy obliga a que los locales nocturnos cierren a las tres de la madrugada: sus defensores más apasionados argumentaron que el Estado debía normar la conducta de los más jóvenes, incluso los mayores de dieciocho años, porque las cifras demostraban que quienes los tenían a cargo no lo estaban haciendo.

Pero ahora me ceñiré a la supuesta capacidad de los padres y por extensión, de la familia, para orientar a sus ejemplares más juveniles. Una buena radiografía de su nivel de competencia, a propósito que ya comenzaron las vacaciones de invierno, son los micro reportajes de los noticiarios, donde los canales de televisión muestran la innumerable cantidad de "panoramas" para llevar al muchacho durante las dos semanas que no estará en el aula de clases: varias de estas distracciones, además, cuentan con el atractivo de que se puede dejar al chico solo, con lo que el progene continúa en su lugar de trabajo sin pasar angustias. Como dato adicional, cabe acotar que las televisoras que más insisten con dicho periodismo, son las que dirigen su interés al público de estratos sociales más altos, donde se supone -ellos mismos lo recalcan- viven las familias mejor constituidas y que, por ende, cuentan con mayor autoridad moral para encauzar al resto de la población. La conclusión que se saca entonces, es muy aclaradora: quienes procrean, enseguida guardan los resultados en una suerte de estanterías, que corresponderían a las salas cunas, la escuela, los sitios de esparcimiento y la misma televisión. Me explico: los padres siempre están ocupados debido a sus trabajos o en sus propios intereses -lo cual es legítimo- y dejan sus retoños a cargo de profesores, parvularias o artistas de toda índole. Varias veces hemos oído a progenitores de todas las clases sociales quejarse durante los periodos de descanso escolar, porque, de sopetón, se han encontrado con vástagos inquietos y difíciles de tratar. Y eso también es señalado en los mencionados reportajes televisivos. En definitiva, procrear significa proyectarse a futuro: si se quiere, es una versión adaptada de la especulación financiera. Pero instruir: ya estamos hablando de una actividad más profesional, para la cual se requiere contar con individuos especialmente preparados, como los profesores. Los padres invitan a sus amigos a casa y exhiben al bebé recién nacido; después, lo fotografían para llevar ese testimonio al lugar de trabajo; se sienten orgullosos de alguien que preservará su legado. Sin embargo, su labor termina ahí.

En definitiva, tenemos sujetos que no pasan la más mínima cuota de tiempo con sus hijos, porque no pueden, no quieren o una combinación de ambas situaciones. Y que al delegar, de manera inconsciente - porque si fuera consciente, se darían cuenta que eso es lo mejor- su educación, se desentienden y pierden el interés por ejercer ellos mismos alguna prefectura. Luego, podemos concluir que los padres no poseen la idoneidad suficiente para hablar de sexualidad ni de otro tema que inquiete a un adolescente, simplemente porque jamás se han detenido a cultivarse ellos mismos con tal o cual asunto. Están conformes conque sean los docentes quienes asuman la totalidad de la instrucción, más desde que se implantó la jornada escolar completa, y que en casa, esa facultad la asuman la televisión y los juegos de vídeo. Son justamente ellos los que necesitan que se les hable con urgencia de esas cosas, pues lo desconocen casi todo. El problema es que, en el intertanto, sus hijos no dejarán la búsqueda de aquello que los motiva, y por lo tanto, mientras les abrimos los ojos a los progenitores -un proceso, además, sumamente largo y costoso- se precisa que otra entidad satisfaga los anhelos de los que aún esperan.

Los padres tienen sus cabezas y sus mentalidades saturadas de prejuicios, supersticiones y datos falsos, no sólo en el campo de la sexualidad. Fueron víctimas, a su vez, de una enseñanza igual de deplorable, por los abuelos de los jóvenes y adolescentes. Y no se hallan muy dispuestos a cambiar su actitud, más que nada, por miedo, una emoción en que se sustenta la predisposición hacia la familia y la paternidad. El temor a que un patriarca más conservador y recalcitrante reproche una conducta más, si se puede decir, democrática o permisiva; y que tache al transgresor de traidor, a una ideología propia de grupos sociales que aseveran que lo que ellos piensan es bueno y por ende imprescindible para la nación toda. Y el espanto ante la posibilidad de que, como castigo divino, venga un sicópata o un funcionario del servicio infantil, para el caso es lo mismo, y arrebate al retoño y, de paso, la dignidad del hogar.

No hay comentarios: