jueves, 30 de abril de 2015

Asquerosa Política, Asquerosa Prensa

Se deben estar frotando las manos al interior del Consorcio Periodístico Sociedad Anónima, más conocido por la sigla Copesa. Tras el reportaje publicado en enero en uno de los medios dependientes de esta empresa, la revista Qué Pasa, acerca del llamado Caso Caval, la atención se ha concentrado en la presidente Michelle Bachelet, debido a que su hijo y su nuera son propietarios de esa inmobiliaria, cuya única actividad conocida es la compra a bajo costo de unos terrenos rurales en la sexta región que pocas semanas después de la transacción, de forma tan sorprendente como misteriosa, pasaron a ser considerados por las autoridades respectivas como urbanos, hecho que aumentaba su plusvalía puesto que permitía la edificación. Adquisición que además pudo efectuarse gracias a un préstamo bancario obtenido de modo informal y cuyo monto no se condecía con el patrimonio de la sociedad. Todo esto, ha permitido que la derecha, sector al cual es muy asiduo el magnate Álvaro Saieh, dueño de la mencionada Copesa, respire con determinada tranquilidad, tras el desprestigio sistemático en el que fue cayendo durante buena parte del año anterior, debido al descubrimiento de que sus campañas políticas eran financiadas mediante la falsificación de boletas fiscales, para colmo destinadas a la evasión de impuestos.

Independiente del complejo de inferioridad que siente Saieh, debido a su origen étnico y geográfico -y que entre otras cosas, explica su filiación hacia la derecha, en un intento por blanquearse físicamente-, huelga decir que él es un empresario acaudalado cuyos negocios no se detienen en los medios de comunicación. Muy por el contrario, sus propiedades abarcan los más diversos campos, como los supermercados, las aseguradoras y también la construcción. Y en relación a esto último, ha participado, a veces de modo directo, en proyectos inmobiliarios, algunos francamente escandalosos, donde está comprobada la entrega de dinero bajo cuerda, con la finalidad de cambiar planos reguladores y usos de suelo (precisamente lo que se denuncia en el Caso Caval) o pasar por alto normativas de orden medio ambiental. En determinadas ocasiones, incluso con el descaro de favorecer justamente el levantamiento de edificios dirigidos a desarrollar sociedades de otros rubros y de las cuales también es dueño o principal accionista. Y tras concretar estos movimientos, lejos de ser objeto de la investigación periodística, ha terminado cubierto de elogios y felicitaciones por su astucia empresarial, su capacidad de emprendedor y su vocación de inversor, lo último muchas veces considerado como si se tratase de una obra de beneficencia social de un sensible y desinteresado acaudalado.

Pero además existe otro dato que vale la pena analizar. Desde el año 2013, Álvaro Saieh ha venido presentando importantes apuros económicos y de hecho su mimado consorcio de medios estaba quebrado, en concurso de acreedores y con varios ajustes de personal. Su situación, incluso, podía interpretarse como una muestra más de la dramática decadencia en la que se ha sumido la derecha en el último tiempo, cuando la opción de formar gobierno, en lugar de legitimarlos como alternativa, dejó al descubierto todas sus falencias y sacó a relucir todas las explicaciones posibles acerca de por qué les resultaba tan difícil ganar una elección. En medio de la desesperación por buscar algo que contrarrestara esta caída libre, no sólo de los dirigentes políticos del sector, sino de los empresarios que los apoyaban (y que eran parte de la vorágine, al falsificar boletas que tenían una doble intención: financiar campañas y evadir impuestos), se encontró con este caso que al menos por ahora, y a despecho de sus consideraciones éticas, continúa siendo un acuerdo entre privados. Y mezclado con su poder de influencia, le bastaron cuatro meses para revertir o siquiera equiparar la situación. Una sobre valoración que no se condice con la realidad. Pues Copesa sólo ha dado dos golpes fuera de éste en su larga existencia. El primero, el denominado caso Coimas -también a través de Qué Pasa- no fue una investigación periodística, sino un soborno a un par de diputados que formaban parte de una comisión de la cámara. El siguiente, las confesiones de Gema Bueno, se obtuvo mediante prácticas disuasorias propias de organismos como la DINA y la CNI, que incluyeron secuestros y seguimientos a la afectada. Hechos que, más que comprobar la existencia de una prensa independiente, hablan de prácticas oscuras que en ciertas ocasiones se emplean precisamente para frenar la libertad de prensa.

No podemos aceptar que un consorcio como Copesa -más aún conociendo los abyectos antecedentes de su propietario, y aquí todos saben que no me refiero a sus conductas más risibles- marque la pauta en la vida política nacional. Sin embargo, aquí cabe cierta responsabilidad de los mismos periodistas. Conformes con un sueldo en apariencia decente, en especial por el miedo a perder el trabajo, en una carrera con tan alto nivel de oferta (hay más de cincuenta escuelas que imparten la carrera en Chile), su labor empieza y concluye con la repetición del pensamiento del dueño del negocio, llegando en muchas ocasiones a dejar de escribir por motivación propia, resignándose a copiar notas de medios extranjeros. De acuerdo: la política actual chilena está provocando asco, pero no más que la prensa

jueves, 23 de abril de 2015

Que Venga La Modelo Bogado

Como sucede con todos los recién muertos, ante el anuncio de la cadena norteamericana de habla española Univisión, de caducar en forma definitiva el programa "Sábados Gigantes", han aparecido un sinnúmero de comentarios y opiniones acerca del espacio que Don Francisco sostuvo por medio siglo, primero en Chile y luego en Estados Unidos. Los hay de todos los estilos: elogiosos, nostálgicos, conciliadores, neutrales... Pero uno ha llamado la atención estos últimos días: se trata de la columna escrita en el diario inglés The Guardian, por Ana Bogado, una periodista británica de origen hispano, donde se expone una visión sumamente negativa tanto del espectáculo televisivo como de su conductor, acusando a ambos por igual y como si fueran un solo ente, de racismo y misoginia, calificativos que hasta cierto punto son recogidos desde el pensamiento que los detractores han mantenido sobre el susodicho, pero que jamás se han atrevido a emitir debido un irracional miedo a un supuesto poder que ostentaría Kreutzberger en distintas esferas sociales, con el cual sería capaz de reducir hasta al más robusto a la miseria y el ostracismo.

Personalmente desconozco quién es Ana Bogado. Sin embargo, uno ha visto, o por lo menos ha recopilado información acerca de los más diversos programas de televisión, entre ellos los más fútiles y básicos, que existen en casi todo el mundo, también en Europa y el Reino Unido, y la verdad es que sus dinámicas no difieren mucho. Es cierto que Kreutzberger se caracterizaba por, si no humillar, al menos burlarse de los rasgos físicos más notorios de las personas que invitaba al espacio, en especial cuando se trataba de los concursos, que por sus características, casi siempre contaban con participantes de estratos bajos, con los cuales se podía establecer una relación de superioridad. No obstante, es la misma actitud que animadores de países desarrollados tienen con sus interlocutores, y de esa conducta hacen particular gala eventos de buscadores de talentos o de demostraciones de cultura general al estilo de "Quién Quiere Ser Millonario" originados en las islas británicas desde donde sus franquicias se han expandido al resto del globo (la versión chilena del programa recién mencionado, fue de hecho presentada por Don Francisco). Y en realidad no es imaginable que sea de otra manera, pues estos formatos son concebidos como una especie de juego donde los más desposeídos, las personas "de esfuerzo" deben superar una serie de obstáculos con el propósito de conseguir un premio que los saque definitivamente de su estado de postración, para gusto de un público que se conmueve con el afán de superación de un pobre diablo que lo soporta todo, pero que finalmente logra su recompensa.

Respecto del machismo, la columnista menciona que en la década de 1980, Sábados Gigantes popularizó una competencia llamada Miss Colita, donde entre diversas mujeres jóvenes se elegía a la de mejor trasero. Cabría decir que en este punto la Bogado adolece de falta de información, pues lo que ella denomina concurso era en realidad un baile que acompañaba a un jingle, ejecutado cada vez que se retornaba de comerciales. De todos modos la objeción continúa teniendo validez. Sin embargo, uno no puede sino preguntar cuántos espacios a nivel internacional no han dejado de usar estos recursos al momento de buscar más audiencia o patrocinio. Más de uno por país y Europa no constituye una excepción ni siquiera en la actualidad (sólo recordar "Naked And Funny" o los innumerables formatos de gran hermano, fiebre que empezó en el viejo continente). Además da la impresión que la opinante se queja de la vulgaridad de orientación conservadora del espectáculo, ya que sólo se dedicaba a mostrar chicas en minifalda o ligeras de ropa pero nunca desnudos frontales, algo que ya es palpable en la televisión de países desarrollados y que muchos elogian por considerarlo una superación de los tabúes. Lo que nos conecta con el otro ataque que le formula: el de su sesgo racista, palabra con la trata de englobar toda clase de segregación (social, religiosa, étnica o física, de lo cual Don Francisco sentó escuela y no vamos a decir que lo descubrimos recién). Resulta curioso que junto a eso agregue que se trata de una muestra del estereotipo latino. Es decir, interpretando de al menos una manera de todas las posibles su discurso, deja entrever que por pertenecer o tomar partido por una idiosincrasia, el programa no podía ser sino mediocre, porque seguía modelos anglosajones y en tal sentido no le quedaba sino ser de segundo orden, resignado por provenir de un grupo étnico surgido a partir de caricaturas.

No pretendo descartar las críticas que se le pueden hacer a Don Francisco y a Sábados Gigantes. Por el contrario: las de esta columna son más que válidas, acertadas y asertivas. Pero parece que la autora está disgustada porque un animador gordo y poco atractivo en términos físicos (bueno, también intelectuales) logró ganarse un sitial que de seguro hará que sea recordado en forma permanente. Debo confesar que yo veía este programa con relativa frecuencia en los años 1980, en parte porque no había otra opción (y era claramente un mal menor ante la terrorífica propuesta de Televisión Nacional), y además porque como cualquier espacio maratónico o generalista, contaba con cosas execrables pero igualmente otras que aún hoy vale la pena recordar. El humor del trío Jaujarana, o los bloques escritos por el dramaturgo Marco Antonio de la Parra, ciertos invitados que realmente aportaban en distintos términos, o los consejos de vida cotidiana de los que hoy se vanaglorian los matinales, o pequeños debates, deben considerarse antes de arrojar todo a la basura. O antes de dar a conocer un juicio tan agrio, en la comodidad del computador y sabiendo que se obtendrán honorarios más que aceptables.

jueves, 16 de abril de 2015

Goles A Caballo

Como ha sido la tónica en los últimos años, el gobierno de turno ha invitado a un grupo de deportistas que se han destacado en un reciente torneo al palacio de La Moneda, para entregar las correspondientes felicitaciones. En este caso, los agraciados fueron los integrantes del equipo de polo que resultó campeón del mundial jugado a fines de marzo en el club San Cristóbal, en el sector alto del país. En medio del ambiente de triunfo, la ministra de deportes anunció, con la venia -o al menos la sonrisa cómplice- de la presidente, que intentará por todos los medios posibles lograr que este juego se torne masivo, teniendo como sustento para sus palabras, el hecho de que ésta es la segunda ocasión que un seleccionado chilena de dicha disciplina consigue este galardón, que unos pocos años atrás se había obtenido en México.

Quizá no sea prudente hacerse cargo -ni siquiera en clave negativa- de unas declaraciones efectuadas en medio de un ambiente festivo, producto de la emoción del instante y que por ende fueron emitidas con la carencia casi absoluta de reflexión. Sin embargo, igual cabe plantearse la pregunta: ¿es posible masificar una actividad como el polo? Estamos hablando de un deporte que sólo se practica en setenta y siete países, en menos de veinte de ellos a nivel competitivo -incluyendo a tres sudamericanos: Argentina, Brasil y Chile, ordenados de manera decreciente- y donde la argentina es la única liga profesional. El número de participantes -seis- en el mundial ganado por el seleccionado criollo es una buena muestra de su nivel de convocatoria. Luego, requiere de un gasto significativo en la compra del implemento, partiendo por los caballos, que deben ser fina sangre, o algo muy cercano a esa definición, animales cuya crianza, por el tiempo y los recursos económicos que implica, se circunscribe de manera casi natural a los estratos sociales más altos, en lo posible propietarios de amplias extensiones de terreno. Tampoco los bastones y las pelotas son fáciles de conseguir, en especial si se vuelve a considerar la baja cantidad de territorios donde este juego siquiera se conoce.

Por otro lado, e independiente de los prejuicios ideológicos que puede contener una opinión de este tipo, el estigma de tratarse de un deporte de ricos no deja de ser un factor a considerar. Más aún si se toma en cuenta que prácticamente es el único juego de carácter colectivo que practican las personas más pudientes, inclinadas de preferencia a la individualidad y a la preservación de sus bienes antes que a preocuparse por la situación de los demás. Por lo que no están dispuestas a que sujetos ajenos a sus círculos se apropien de algo que consideran suyo. Desde que esta disciplina nació en el siglo VII antes de Cristo, entre la nobleza imperial persa, que ha ocurrido así. Y de hecho su supervivencia en la antigüedad clásica se debió a las diferentes monarquías orientales, mientras que su traspaso a occidente estuvo muy ligado a la realeza inglesa, que lo conoció tras las conquistas que los británicos durante la centuria de 1900 efectuaron en esas partes del globo. Además de que el atleta necesita estar pendiente de dos cosas: ganar el partido y evitar caerse de la montura, cuestión que puede resultar fatal. Siempre será más sencillo -y más simple de comprender para alguien de las capas más bajas, con escasas posibilidades de viajar al extranjero y de formación cultural- patear un balón hacia el arco contrario, el que se puede confeccionar con un par de piedras o unas prendas de vestir.

Por supuesto que un triunfo deportivo siempre se celebra y se agradece. Pero si quiere que surjan deportistas desde los distintos estamentos sociales, lo más práctico es fortalecer competencias que sean capaces de convocar a representantes de al menos la casi totalidad de dichas capas. Opciones hay muchas: ciclismo, ajedrez, atletismo, incluso el boxeo, despreciado producto de una serie de convenciones moralinas y hechos puntuales que poca relación guardan con las motivaciones originales de ese juego. Y por qué no, el omnipresente fútbol. Ahí existen practicantes dispuestos a salir de su mala condición, en lugar de muchachos acaudalados que lo más probable es que sientan que efectúan un pasatiempo juvenil.

                                                                                                                               

sábado, 4 de abril de 2015

La Frivolidad y La Oquedad

Las locas se volvieron locas cuando los frívolos propietarios de Dolce & Gabanna, una diseñadora de ropa italiana, manifestaron en una entrevista su oposición a la adopción de niños por parte de parejas homosexuales y el respaldo a lo que ellos denominaron "familia tradicional", entendida como un matrimonio entre mujer y varón con no muchos, pero sí algunos hijos, y de preferencia biológicos. Para respaldar sus opiniones, recurrieron a los manidos argumentos de los grupos que rechazan cualquier mecanismo tendiente a regular las relaciones entre componentes del mismo género, entre ellos, aquel que asevera que los niños criados en hogares homoparentales, por el sólo hecho de no conocer de primera fuente una de las dos formas más reconocibles de la humanidad -y de la gran mayoría de las especies terrestres, en realidad-, devendrán irremediablemente en adultos con formación incompleta y por ende errada y tergiversada. Las declaraciones cayeron como una bomba atómica sobre los integrantes de los colectivos gay, no sólo porque este par de confeccionadores de vestimentas son dos afamados empresarios y sodomitas -incluso estuvieron juntos durante mucho tiempo-, sino porque también sus prendas son muy apreciadas entre esta clase de colectividades, al extremo de constituir un perenne punto de referencia.

Aunque dicha situación podría cambiar de aquí en adelante, en especial porque no han faltado otros homosexuales, igualmente muy reconocidos, que han llamado a dejar de comprar lo elaborado por estos diseñadores, así como le han exigido tanto a sus pares como a los heterosexuales que los comprenden, que ya no les dirijan la palabra. Una actitud que ha levantado su propia polvareda. Pues muchos se formulan una legítima interrogante acerca de qué pasa con el discurso de la diversidad que con tanto esmero han enarbolado los gay en pro de que los grupos reaccionarios y religiosos al menos los acepten tal como son. Bandera de lucha que por otro lado esgrime que una sociedad democrática y civilizada es una que respeta a las minorías y que trata de hacer todo lo posible para que cada persona pueda vivir dentro de ella de acuerdo a sus propias particularidades y defectos. Precisamente ésa es una de las lógicas que se ha utilizado con mayor ímpetu cuando alguien sale a atacar las legislaciones en favor del llamado matrimonio igualitario arguyendo que se trata de cuerpos judiciales destinados a unos pocos. Hoy, sin embargo, los mismos afeminados se colocan en la vereda de enfrente, donde según varios de ellos se han instalado desde hace siglos quienes gustan de arrojarles piedras, y les lanzan los guijarros a dos de sus similares por expresar un pensamiento disidente, no calificado así por ser más extraño de encontrar, sino porque no suele ser incluido en los debates o las discusiones públicas. Y parece que esto lleva aparejado el miedo a que quienes comparten la visión de Dolce y Gabanna, estimulados por estos empresarios de prestigio, a su vez comiencen a sacar la voz y acaben demostrando que el conglomerado no era tan unido como se imaginaba.

Porque a fin de cuentas se trata de eso: de intentar acallar al distinto. Y además de condenarlo tachando su opinión de incorrecta y atentatoria contra supuestos derechos que han costado siglos conquistar. Una sanción de orden moral, en definitiva. Equivalente a la de aquellos odiosos grupos religiosos que usan calificativos como pecado, inmundicia y abominación. No obstante, ¿puede ser considerada esta conducta, de una mayoría contra una minoría formada por lo demás por semejantes, como un hecho aislado, un momento pasajero o una explosión emocional a causa de una declaración inesperada? La verdad es que ya hemos sido testigos de muchos berrinches de autoritarismo de parte de los colectivos gay en el último tiempo, provenientes del engreimiento que en algunos ocasiona la sensación de triunfo y de que están las posibilidades para voltear la tortilla, tras muchos años -hay que recalcarlo- de sufrimientos injustos. Una muestra de ello es lo que está acaeciendo en Europa, donde los homosexuales, no contentos conque se apruebe el denominado matrimonio igualitario en varios países de ese continente, ahora están negociando con los sectores políticos la promulgación de leyes que los protejan especialmente, cosa que ya ha acontecido en la región española de Cataluña y está a punto de suceder en Italia (curiosamente, dos lugares cuya historia se ha caracterizado por episodios de intolerancia, debido más que nada a la férula de la iglesia católica), las cuales pretenden impedir incluso que quienes consideran sus prácticas como pecaminosas sean encartados y arrestados, pese a contar con una detallada declaración de principios y argumentos interesantes para respaldar tal postura.

En toda esta pataleta existe una interesante contradicción. Los homosexuales, al menos en las últimas dos décadas, han buscado parecerse al resto y en tal sentido han hecho todo lo posible por eliminar esa caricatura del afeminado cómico que sólo sirve para alegrar la fiesta. En ese afán de demostración, es que vienen presionando para que más países aprueben el matrimonio entre congéneres y la adopción infantil -o la inseminación artificial liberada, en el caso de las parejas de lesbianas-, pues a la larga eso los acerca lo más posible a la llamada familia tradicional. En ese contexto, Dolce y Gabanna, ligados a una actividad que siempre se ha considerado propia de amanerados, pertenecen al universo del gay frívolo clásico. Tal vez por ello deseen desterrar las opiniones de estos diseñadores. Pero no toma mucho rato para que empiecen a molestar con su supuesta condición de especiales y se pongan a insistir en la aprobación de leyes de protección como las mencionadas en el párrafo anterior. Una conducta ambivalente, que responde a un momento específico, y que al no contar con argumentos sólidos y acciones coherentes, pasa de la frivolidad a la oquedad.