domingo, 20 de marzo de 2016

Estúpidos Votantes de Trump

Cuando ya se da por hecho que el mediático, populista e insultante empresario Donald Trump ganará la el cupo del partido Republicano para las elecciones presidenciales norteamericanas, los analistas de siempre, frente al desconcierto de muchos intelectuales y personas de estratos más o menos acomodados que suelen otear desde las academias -y con las cuales comparten colegio-, los han tratado de orientar redactando perfiles sociológicos de quienes apoyan a este magnate. Conclusiones que no arrojan nada nuevo: como ocurre en casos similares que se dan en el primer mundo -y a veces, también en países subdesarrollados-, se trataría de votantes de clase media baja, sin educación superior, eternos postulantes a puestos de trabajo tales como obreros, recepcionistas de tiendas o cajeras de supermercados, que en el último tiempo han visto mermadas sus oportunidades de empleo, antes que nada producto de su escasa preparación; pero que suelen apuntar como causas de su situación a los inmigrantes o el comercio globalizado, que ofrece mercancías de menor calidad pero a precios más baratos, lo que los vuelve una ganga, precisamente, para ellos mismos o sus vecinos, generándose un círculo vicioso en el cual estos sujetos acaban sintiéndose doblemente menoscabados: por un lado, ven el cierre sostenido de sus fuentes laborales, que cada día empeoran su calidad, y por otro, su menor poder adquisitivo los obliga a sobrevivir con baratijas que deberán remplazar a los pocos meses.

Otro dato interesante de este votante tipo de Trump, es que es de raza blanca y de apellido europeo, no siempre anglosajón, lo que permite que dentro de la masa que se entusiasma con las diatribas de este magnate, existan descendientes de personas que llegaron a Estados Unidos durante los siglos XIX y XX, y que en estricto rigor, también son inmigrantes, al no tener un origen en el colectivo que al menos en términos legendarios dio forma y nacionalidad al país. Sin embargo, gracias a su tez cutánea, y al hecho de que los habitantes del viejo continente suelen ser considerados en conjunto como una mega etnia (concepción que ha adquirido mayor notoriedad tras la fundación de la UE), estos individuos tienen la capacidad de mimetizarse con sus pares de ascendencia británica, con quienes comparten aspectos como una educación que no suele ir más allá de la secundaria y la resignación a emplearse en ocupaciones intrascendentes. De hecho ya han realizado obras en conjunto en el pasado, y la inclinación hacia el señor Donald y todo lo que ello significa demuestra que tienen inquietudes e intereses comunes.

Entre estas características compartidas, está la falta de reflexión producto de su menor nivel de enseñanza, que los lleva a admitir como verdad un mensaje tan radical como lleno de prejuicios que no resisten la menor refutación, pero que son lo suficientemente elementales para generar asimilación en una masa desesperada carente de los recursos intelectuales mínimos para analizarlos, más aún si son emitidos por un líder carismático, que usa la superioridad que mantiene sobre ellos (Trump es un empresario muy acaudalado, y vaya que eso pesa en Estados Unidos) no para humillarlos ni intentar conservar la distancia -al menos en teoría-, sino para tratarlos bien y darles algún valor, cuestión muy importante para quien se siente eternamente postergado y marginado (aunque en la realidad no lo sea). A eso cabe agregar que una persona con baja instrucción, una situación que acostumbra ir atada de una falta de información y de conocimientos, es un cajón vacío donde se puede insertar cualquier cosa que se pretenda pasar por verdad. Y en tal sentido estos sujetos ya arrastran una considerable cantidad de historias legendarias en su conciencia, como por lo demás ocurre con todo pueblo raso ignorante. Así, ellos consideran que junto a los llamados padres fundadores, le dieron identidad a la nación norteamericana; pero que su labor, quizá porque no acabó con alguno de sus componentes inmortalizado en un libro, ha sido injustamente olvidada y menospreciada. Peor aún: lo que han forjado durante siglos corre el riesgo de desaparecer, incluso de la memoria colectiva, a causa de unos descuidados que por pingües beneficios quieren sustituirlo con la inmigración, la integración y la globalización.

Los expertos citados en el primer párrafo son propensos a asociar al votante medio de Trump con la llamada "white trash". En términos más contemporáneos, serían los estúpidos hombres blancos que muy bien definió Michael Moore (tomando en cuenta que algunos tienen un alto poder adquisitivo y respetables estudios universitarios). Sea como fuere, se trata de personas que pertenecen a una masa de la cual ya existen antecedentes poco felices en el pasado: ellos formaron parte del Ku Klux Klan -aunque tal vez no de buena parte de su cúpula directiva-, incitaron a sus hijos y a otros jóvenes a participar en las incontables guerras absurdas que ha impulsado Estados Unidos, y han sido los principales partidarios del uso libre de las armas de fuego. Sin embargo, es un grupúsculo que siempre pierde, porque son los únicos sobre quienes recae el peso de la culpa una vez que la opinión pública ha cambiado de rumbo. Mientras que aquellos que los alentaron, y que son los mismos de siempre, ven con beneplácito como aumentan su popularidad y sus billeteras. Cansados de tanto desprecio, se han agolpado en torno a un magnate que no es sino otro de quienes los utilizan de tarde en tarde para sus propios intereses, aprovechando sus debilidades. Las mismas que estos pobres ignorantes consideran como sus fortalezas y sobre las cuales construyen su orgullo.