domingo, 30 de julio de 2017

Los Testigos Y Las Transfusiones

Mucha tinta se ha vertido acerca de la proscripción que los testigos de Jehová imponen contra las transfusiones de sangre -y por extensión, también hacia los trasplantes de órganos-. Desde gente para quienes esta normativa es una demostración de que estamos frente a una secta de ignorantes idiotas (uso la palabra en su sentido clásico griego, esto es, persona sin ideas y que no cuenta ni le interesa adquirir habilidades para intervenir en un debate serio), hasta aquellos que exigen respetar las creencias de los otros y sacan a la luz prohibiciones y obligaciones de otros credos que al tenor de los nuevos descubrimientos científicos resultan igualmente ridículas, como el impedimento para los fieles católicos de usar anticonceptivos. En medio de estas discusiones, y por lo demás como debiera ocurrir, se han instalado los mismos integrantes de la Watctower, quienes se esmeran en defender su controvertido dogma, a veces, sin tener claro su origen ni su motivación.

Aunque la explicación más frecuente que dan los testigos sobre este tema radica en el mandato bíblico de la abstención de la sangre (que entre otras cosas, se emplea para condenar tanto el asesinato como el consumo de glóbulos rojos, ritual muy común en diversos credos paganos de la Antigüedad), el auténtico fundamento de esta proscripción se halla en una interpretación del Viejo Testamento respecto al significado que en la religión clásica hebrea (y en el judaísmo actual) se da a los términos cuerpo (cabod), alma (nefesh) y espíritu (sark) -al griego dichos conceptos serían traducidos por soma, psyjé (psiquis) y pneuma- que los considera como distintas manifestaciones de la persona humana antes que elementos ínter dependientes pero con características propias lo que facilita su supuesta separación tras la muerte física del ser. Es un argumento que se utiliza de manera común para negar la inmortalidad del alma, y así se lo emplea de parte de la teología católica y algunas iglesias reformadas más tradicionales, ya que consideran que esa doctrina tiene un trasfondo dualista y gnóstico, además de restarle la importancia requerida a la resurrección. Como todos sabemos, los chicos de la Watchtower son quienes advierten con mayor prolijidad acerca de esta potencial herejía, contando a su favor conque las capas populares del catolicismo y las iglesias evangélicas de cuño pentecostal la aceptan sin reparar en su origen heterodoxo.

Ahora, y como claramente se demuestra en este ejemplo, el problema se suscita cuando el exceso de celo acarrea resultados que son contraproducentes, tanto desde el punto de vista de la relación que un creyente tiene con la sociedad como con el mismo Señor, esto último en el marco de la espiritualidad. Al insistir con el asunto de la inmortalidad del alma, y para que no se produzcan las dudas que recién apuntamos se daban en un sector significativo de la feligresía de otros credos, los más piadosos terminan apuntalando sus insistencias con elementos tanto y hasta más dudosos que aquellos a los cuales se esmeran en combatir. Porque cabod, nefesh y sark bien podrán ser meras manifestaciones de la persona, incluso en términos puramente abstractos, pero en caso alguno estamos hablando de palabras que fungen como sinónimos. De hecho bastaría una simple explicación respecto de cómo en el Israel antiguo se empleaban esos conceptos para arrastrar a la audiencia más o menos al convencimiento que se desea estampar. Sin embargo, eso requiere un estudio acabado y paciente del contexto en el cual fueron acuñados los vocablos. El que no sólo debe contemplar aspectos puramente religiosos o teológicos, sino también filosóficos, históricos, literarios, arqueológicos y antropológicos. Algo que no creo estén dispuestos a efectuar los testigos, que se consideran la única forma correcta de alabar al Señor y por ende los destinatarios exclusivos de la salvación. Lo que en la práctica significa el rechazo absoluto a cualquier fuente externa y no sólo por provenir de una mente impía o no convertida. Aparte de que al igual que ciertos evangélicos, deben imaginar que estudiar demasiado distrae de la preocupación por las cuestiones verdaderamente divinas -como la adoración- y contamina al interesado con cosas ajenas a la auténtica palabra.

En tal situación, de todas maneras, el argumento que se podría esgrimir para rechazar la prohibición de las transfusiones y trasplantes es bastante simple. Si una norma es atentatoria con la integridad humana, ya sea física o mental, colocando -aunque ni siquiera- en riesgo la vida del afectado, entonces debe ser abandonada porque no corresponde a las leyes divinas ni a la verdadera fe. No se necesita incluso escudriñar de forma denodada la Biblia para llegar a afirmar eso, pues los mismos que la leen y siguen sus preceptos -los testigos de Jehová entre ellos- hablan de no sólo evitar sino de hasta protestar contra la denominada cultura de la muerte, término con el que tantos creyentes se refieren a los cuerpos judiciales que tantos países han elaborado a favor del aborto y la eutanasia. En idéntico talante, si un tratamiento permite evadir el fallecimiento de un enfermo y además garantizar su recuperación cuando menos casi total (por lo que quedan descartados todos esos medicamentos y mecanismos que buscan prolongar la existencia artificialmente sólo por unos días o meses más en no muy aptas condiciones físicas), claramente debe ser apoyado o en el peor de los casos aprobado. Lo demás es un lamentable error que no conducirá a la salvación precisamente, ya al alma sola como con su cuerpo en la resurrección.

domingo, 16 de julio de 2017

La Marcha de Berríos

Es increíble cómo, a pesar del desprestigio que hoy ostenta como institución o considerando por separado a cada uno de sus integrantes, la iglesia católica, o cualquiera que lleva una investidura certificada por ésta, continúa logrando que tras una simple declaración realizada en medio de alguna entrevista, importantes personeros vinculados al quehacer público nacional acaben golpeándose el pecho y se vean obligados a emitir una respuesta que aunque la definan como debate en realidad no pasa de un mero acto de contrición. Sucedió recién esta semana, cuando Felipe Berríos, sacerdote de mediano rango, de relación muy fluida con los medios de comunicación, en el marco de una intervención en un diario de circulación nacional, lanzara una imprecación a los estudiantes universitarios, unas de las caras más visibles en las protestas en favor de la mejora de la calidad de la educación, reprochándoles el hecho de que nunca han organizado una manifestación en pro de los niños internados en los hogares del Sename, que como lo ha esclarecido el cúmulo de informes dados a conocer durante el presente año, han sido víctimas de los peores abusos imaginables, llegando a darse la horrenda cifra de casi dos mil fallecidos por negligencias de sus tutores en la última década.

Berríos es un sujeto con cierto carisma que al menos desde fines del siglo pasado ha venido alardeando acerca de su ministerio social, que en todo caso es relativamente elogiable. Es probable que estas declaraciones las haya efectuado a título personal: de todas formas no contradicen las conductas ni las orientaciones de la iglesia católica chilena. No obstante, es sospechoso que las realice en un momento en que la institución a la cual pertenece se encuentra por enésima vez enfrentada a la sociedad local, debido a la inminente aprobación en el congreso de la ley que permite el aborto en las llamadas tres causales (inviabilidad fetal, idoneidad maternal y violación) y la posibilidad de que en los próximos meses se discuta la concesión de más derechos a los homosexuales, entre ellos la facultad de adoptar (asunto que está despertando algo de sensibilidad, precisamente por lo que está ocurriendo al interior del Sename). De modo adicional, el avance de la reforma educacional, ideada justamente con el propósito de elevar la paupérrima calidad de la instrucción, y que entre otras cosas incluye una serie de exigencias académicas y restricciones económicas a los establecimientos escolares subvencionados, de los que varios están vinculados de manera directa o indirecta al romanismo, ha provocado susto desde los prelados, pasando por los curas de tropa (uno de los cuales es el propio Berríos) hasta los laicos que colaboran estrechamente con los investidos, muchos de quienes son dueños de colegios. Temor que han expresado en diversas manifestaciones durante el actual periodo presidencial, que ha creado esta renovación y que se ha jugado de lleno para que salga a flote en la totalidad de los aspectos que trata.

Este sacerdote justificó su llamado a los universitarios en la supuesta influencia que sus organizaciones tienen en la comunidad, la cual sería histórica, dando como prueba las movilizaciones de 1967, 1997 y 2011 (esta última en realidad impulsada por los secundarios, pero en fin). Sin embargo, se le puede contra argumentar aseverando que la iglesia católica representa un poder consuetudinario (y concreto) muchísimo más amplio e importante, siendo una prueba de esta afirmación precisamente la explicación que dieron los aludidos respecto a su supuesta parsimonia en el asunto Sename. Y no se trata sólo de aquello de ver la paja en el ojo ajeno. La mayoría de los purpurados y los sacerdotes más vistosos -entre estos últimos el mismo Berríos- mantienen estrechos contactos con los sectores más pudientes y acaudalados del país, que en muchos casos son benefactores directos. Bien que los podrían apelar en el sentido de que apoyaran iniciativas que vayan más allá de la mera caridad y que signifiquen un real cambio o siquiera una auténtica mejora en las condiciones generales de la sociedad, que reduzcan el riesgo de que un niño acabe en un orfanato. No sólo la coyuntura material de las personas más vulnerables -que no son necesariamente los más pobres- sino la eliminación de los prejuicios que se desprenden de la utilización de la ideología de la familia en sus variantes más reaccionarias y convencionales, así como la reducción de la onerosa brecha económica entre los más ricos y ya ni con las clases más bajas sino el resto de la población, procurando entre otras cosas un aumento y un acceso más masivo a una mejor educación, precisamente un ítem donde los romanistas no desean la más mínima transformación del modelo actual.

A Berríos se lo ve como un sacerdote agresivo e incisivo, y prueba de eso, se asegura, es la formulación de estas opiniones que al final sólo arrojan el balón al lado contrario y para nada afectan tanto a la iglesia católica como a él. Digamos de partida que esas mismas características se le pueden achacar -y de hecho se le han atribuido en el pasado- a sujetos como Fernando Karadima y Raúl
Hasbún. Luego, podría comenzar observando hacia el interior y tomar conciencia de las conductas con las cuales sus propios colegas, directa o indirectamente, contribuyen a la proliferación de niños abusados, abandonados o depositados en hogares infantiles donde son objetos de todo antes que sujetos de protección. Por ejemplo, el entorpecimiento de la información acerca de los métodos anticonceptivos y la difusión de una moralina sexual culposa y punitiva que facilita el embarazo adolescente. O la aplicación del principio de la familia en su modalidad más recalcitrante, de nuevo siguiendo una moralidad católica reaccionaria, que termina limitando el acceso a esa institución a la gran mayoría de los ciudadanos, pues es reducida a quienes cumplen ciertos estándares sociales y económicos, siendo el resto sometido al peligro, por cualquier causa -monetaria, ideológica, religiosa-, de que un agente estatal le arrebate a sus hijos y los envíe a un orfanato. También está la opción de dejar de apuntar con el dedo a jóvenes que mes a mes deben hacer esfuerzos sobrehumanos por pagar sus aranceles y dirigir las acusaciones contra quienes les obsequian la mesada y la credibilidad a los curas, quienes no precisamente son así de generosos con los demás, siendo que éstos son los responsables principales del aumento de sus arcas.

                                                 

domingo, 2 de julio de 2017

Los Nuevos Movimientos Armados

Mientras algunos celebran exultantes los acuerdos entre el gobierno colombiano y las "últimas guerrillas de América" como se ha catalogado a las FARC y al ELN, los diversos noticiarios continentales, muy a la pasada, informan sobre sendos atracos perpetrados por bandas criminales, varias de ellas de alcance internacional: como el caso del brasileño Primer Comando de la Capital, que hace unas semanas asaltó un banco en Paraguay; o las imparables maras centroamericanas, que parecen actuar de manera coordinada en los tres países en que operan y están mostrando intenciones de expandirse; o en la misma nación cafetera, la confirmación de una agrupación, formada por ex insurgentes y paramilitares, que se está dedicando por igual al secuestro, la extorsión, el tráfico de drogas y el pillaje rural.

Quizá los acuerdos en Colombia sepulten de modo definitivo la guerrilla ideológica. Pero no están, al contrario de lo que sus promotores aseveran, ni siquiera lo más lejos posible de acabar con un hecho que ha marcado la historia de América Latina, al menos desde la conquista europea, como es la violencia. Que se ha sostenido en dos factores cuyos protagonistas para ciertos interesados pueden resultar difusos pero que para un analista serio e imparcial tienen dos orígenes tan claros como contrapuestos: los abusos patronales -amparados por las instituciones estatales, incluidas la policía, el ejército y los tribunales- por un lado, y la reacción desesperada de los agredidos por el otro. Adaptados, tal como en épocas anteriores, a la coyuntura imperante: los primeros mediatizan y a la vez justifican sus conductas a través de los preceptos del nuevo liberalismo; los segundos, encuentran hoy amparo en organizaciones dedicadas a la delincuencia común. 

Así es como las bandas mencionadas en el primer párrafo de este artículo -y otras como los carteles de droga mexicanos- están llenando el vacío que dejaron las guerrillas ideológicas, que han abandonado la lucha armada sin haber conseguido aquello que motivó su fundación: solucionar los diversos problemas de injusticia y desigualdad que padecen las naciones latinoamericanas. Tanto en los aspectos que requieren mayor abstracción filosófica como los más concretos, cual es garantizar una solución estable que le permita salir de la pobreza y la opresión al ciudadano de a pie. A propósito, cabe recordar que los movimientos de inspiración política solían reclutar (a veces a la fuerza, como ocurría con Sendero Luminoso) a muchachos provenientes de zonas marginales o rurales, con familias destruidas, echados a su suerte y que debían permanentemente huir de un sicario o un matón. No había mayores debates ya que se podía argüir que estas personas eran en última instancia víctimas de los oligarcas y del sistema. Y en lo que se refiere a las organizaciones criminales actuales, sus líderes ya ni siquiera necesitan de una justificación para engrosar sus filas, las cuales pueden aumentar con antiguos combatientes que por uno u otro motivo han quedado a la deriva.

Es aquí donde se puede establecer una diferencia respecto al nivel de peligrosidad de un tipo de grupo comparado con el otro. Las guerrillas suelen imponerse restricciones basadas en una ética ideológica, y las latinoamericanas no fueron la excepción. Muy distinto a lo que sucede con las bandas de delincuentes donde sólo se piensa en el beneficio económico personal de sus componentes (a veces únicamente de sus líderes) por lo que su estrategia casi exclusiva es matar o morir. Asunto que se vuelve extremadamente delicado tratándose de organizaciones con altísimo poder de fuego, una importante cantidad de miembros y provenientes de una cultura acostumbrada a resolver las cosas mediante el uso de la violencia (política y de las otras). Varias bandas mencionadas aquí han demostrado que esa combinación puede derivar en sucesos sangrientos capaces hasta de colocar en vilo a distintos gobiernos. Y es una lástima que sus fechorías sean abordadas como una mera anécdota, o que dirigentes como Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, por una ceguera partidista estén más preocupados de aportillar los acuerdos con las FARC que de exigir un freno o proponer medidas contra las pandillas criminales que se están enquistando en sus propias naciones. Los que hablan de una nueva era para América Latina, sería menester que cierren un poco la boca y empiecen a abrir los ojos. Porque estas agrupaciones, aunque no tengan otra finalidad que la de cometer delitos, perfectamente podrían comenzar a coordinarse como antaño ha acaecido con los mismos guerrilleros, las familias pudientes o las dictaduras de la doctrina de la seguridad nacional. Y acá no trataremos con instituciones dispuestas a negociar o entregar las armas, o con un mínimo de escrúpulo al momento de enfrentar a las fuerzas regulares

domingo, 4 de junio de 2017

Los Otros Claustros

No me han sorprendido, al menos a niveles absolutos, las denuncias de acoso sexual que alumnas han efectuado en contra de académicos de las distintas "universidades" del país, casi todas integrantes del cartel conocido como Consejo de Rectores. Estas instituciones están rodeadas de un mito muy similar al que ha permitido que los sacerdotes católicas aún sigan decidiendo sobre aspectos que deberían estar alojados únicamente en la vida privada de los chilenos. Bueno: ambas instancias comparten un origen histórico tanto local como global; y en las dos es de suma importancia el claustro, entendido como un ambiente exclusivo, auto suficiente y de puertas cerradas al que por una serie de normas consuetudinarias y comportamientos sociales quienes no lo conforman no están autorizados a ingresar, o en el mejor de los casos, a hacer preguntas.

Al igual que ocurre con la iglesia católica, a las universidades se les ha atribuido una máxima e incuestionable representación de ese eufemismo denominado como "el alma de Chile", que se resume en una serie de aspectos tradicionales, folclóricos y culturales que definirían, de un modo distinto pero a la vez complementario al nacionalismo, la idiosincrasia de un país que por cierto no es muy abundante en este tipo de cuestiones. Dicha identificación se produce porque ambas clases de organizaciones representan elementos que se supone son esenciales para el espíritu humano, como son la fe y el conocimiento. Ello frente a una población que es dada a asignar un aura morbosa a aquellas cosas que le generan admiración o de las cuales siente una profunda dependencia. Como reforzamiento a tales convenciones, hay que sumar la supuesta labor que los integrantes de estas entidades habrían realizado durante la dictadura de Pinochet, de donde salieron considerados como quienes preservaron dos situaciones importantes para la supervivencia de cualquier sociedad que esa tiranía habría buscado eliminar, como son los derechos humanos y el acceso al saber. Punto que tiene muchísimo de mito y muy poco de realidad.

A raíz de ese conjunto de antecedentes, ambas instancias, tras el retorno a la democracia, se han dado a sí mismas un mandato de superioridad sobre la población, hecho además tolerado por las diversas autoridades civiles que han gobernado desde entonces. Esto permite, por ejemplo, que la iglesia católica supervise la vida privada de las personas, y que en los mítines en favor de la calidad de la educación las "universidades" siempre aparezcan del lado bueno de la lucha.
Y en ambos casos esto ha derivado en lo mismo: una impunidad infranqueable que los ha impulsado a cometer toda clase de delitos, pirámide cuya cúspide siempre está en los escándalos de índole sexual. Pues antes de que descubriéramos a los curas pedófilos, los romanistas estaban involucrados en casos de estafa, evasión de impuestos y otro tipo de abusos hacia personas. También, varios planteles de enseñanza superior, entre ellos los de donde han salido las denuncias de acoso, previamente se vieron envueltos en casos de corrupción en los que se halló involucrado el aparato público. De los cuales escasean los que han recibido una investigación decente y menos aún existen sentencias.

Nadie fiscaliza a las "universidades" las que valiéndose del principio de autonomía se las han arreglado para frenar cualquier intento de revisión de sus métodos, bajo el pretexto de que quien ose actuar así es un simio que desea intervenir los planteles con el afán de limitar la divulgación del conocimiento o de guiarlo por el flujo que él desea -casi siempre la superstición o la ideología totalitaria-. Y los que se denominan académicos se encuentran con un terreno vedado al resto donde sienten que pueden hacer de las suyas (de hecho es así). Subir una escalera donde el último peldaño son los vejámenes sexuales es un proceso lógico y prácticamente natural, siendo la ciudadanía la que debe parar esto, dejando de confiar y enviando definitivamente al tacho de la basura a unas instituciones que aparentan lo que no son y que nunca han sido.

domingo, 21 de mayo de 2017

Héroe Por Antonomasia

El héroe por antonomasia. Así se es como se reconoce hoy en la idiosincrasia nacional -más bien nacionalista- a Arturo Pratt, más que nada por negarse a entregar la rada de Iquique aún a riesgo de su propia vida y la de los marinos que tenía a cargo, posición que le dejó en claro al almirante Grau cuando saltó a la cubierta del Huáscar a enfrentar cuerpo a cuerpo a sus rivales peruanos. Una consideración que ha pasado a ocupar un lugar todavía más privilegiado en el imaginario colectivo, tras aquella obra teatral escrita por Manuela Infante que fue estrenada en 2001, pese a los denodados intentos de grupos conservadores y moralistas por impedir que esto ocurriese. Al menos consiguieron algo positivo para sus inspiraciones: que el comandante de la Esmeralda se transformara un ser inmaculado e intachable, y enseguida en tal vez el único miembro de la historia militar chilena concebido como un ejemplo indiscutible.

Pero, ¿qué sucedía con Pratt antes de aquel suceso conocido como Combate Naval de Iquique? No mucho. Y lo poco no es para rescatar, al menos en términos que tornan elogiosa la vida y los actos de las personas. Pero no porque quien se ha erigido a lo largo del tiempo como el personaje principal de este acontecimiento, haya tenido una existencia llena de aspectos reprobables. Sino curiosamente por todo lo contrario. El comandante de la Esmeralda era un tipo con pretensiones intelectuales, muy dado a la cátedra y al estudio -se había graduado de abogado con envidiables calificaciones-, más leal a su familia que a la propia armada, que en cada parada que debía efectuar aprovechaba de escribir una carta a su esposa. Algo que en ésta y en todas las épocas -al menos desde que se impuso la moralina cristiana- resulta más que suficiente para erigirlo en una especie de santo laico (sin necesidad de obrar milagros: recordar que la iglesia católica considera a los mártires de su religión como canonizados ipso facto). Distinto, sin embargo, a la apreciación que tuvieron sus compañeros de armas, quienes una vez atracado el buque no lo pensaban y se iban directo a cumplir una vieja tradición de los marinos cuando bajaban a tierra firme: visitar los prostíbulos de la ciudad. Hoy se sabe con certeza que Condell y los demás veían a Arturo como el ganso del grupo, con toda la carga peyorativa que eso significa: incluso entre sus superiores más de alguno dudaba de su virilidad.

Por otro lado, y ya llegado el dichoso enfrentamiento naval, Pratt habrá demostrado su valentía y su hombría, pero los resultados que obtuvo fueron nefastos para su persona y sus subalternos, y escasamente relevantes para los intereses bélicos del país. Les habrá servido de propaganda a los militares para crear conciencia en el centro y sur de Chile, habitado entonces por una masa de inquilinos y peones quienes tenían demasiados problemas -entre ellos soportar a sus patrones- como para ocupar sus inquietudes en un conflicto que se estaba recién gestando en un desierto que no conocían ni al cual tenían posibilidad de acceder (no olvidar que una vasta zona de Atacama era territorio boliviano y peruano). Con el martirio del abogado, lograron convencer a varios hombres de enrolarse en las filas (no muchos: finalmente se decretó raptar "a todo gañán que se encontrara deambulando por las calles y caminos") y a un número considerable de mujeres para que donasen sus joyas con el afán de comprar un nuevo buque. Sin embargo, en lo que respecta a estrategia de guerra, la decisión de Arturo, en el mejor de los casos, se puede considerar como poco beneficiosa. Más acertada, en ese aspecto, fue la determinación de Carlos Condell, un sujeto con "mundo" que provocó que la Independencia, el otro barco incaico, lo siguiera, haciéndolo encallar en Punta Gruesa, teniéndolo a merced para bombardearlo hasta ocasionar su hundimiento. Volviendo a Iquique, ni siquiera el tan elogiado abordaje al Huáscar puede ser tomado como un acometimiento completamente valeroso. Es sólo la desesperada -y lógica, al ser la única que le va quedando- de un comandante cuya embarcación ha sido espoleada transformando su naufragio en un hecho inminente. La consecuencia era la misma de haberse quedado en la Esmeralda: lo que hace la diferencia es la espectacularidad del gesto.

Que no se malinterprete. No pretendo efectuar una apología de las conductas más comunes de los marineros -y de todo conjunto que se puede describir como un grupo masculino porque practican una actividad que por sus características puede dar lugar a una demostración de los estereotipos de dicha masculinidad-. De hecho me confieso admirador de la actitud de fidelidad que Pratt mantuvo hacia su esposa, así como de sus esfuerzos por, al menos en el campo intelectual, ir más allá de un miembro promedio de la Armada. Sin embargo, es menester recalcar que lo de don Arturo es el típico culto que los chilenos le realizan a una persona que fue despreciada en vida, sobre quien luego de su fallecimiento existe una suerte de arrepentimiento comunitario (bastante hipócrita por lo demás) Es lo mismo que ocurre con Violeta Parra, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha o Salvador Allende. Al menos con el héroe de la Esmeralda no fue necesario que se diese un consenso en el extranjero sobre la importancia de su figura, para llegar a darle el reconocimiento que se merece (o quizá sí: no olvidar que el primero en realzar su arrojo fue Miguel Grau). El problema es que estas acciones de penitencia siempre han traídos aparejadas a su vez, sensaciones de resentimiento colectivo hacia quienes sí lograron un mínimo de aprecio cuando caminaban por el planeta. Así, en el caso de los poetas recién citados, su descubrimiento ha significado igualmente la aparición de comentarios muy malintencionados sobre Pablo Neruda -aparte del olvido en que ha caído el premio Nobel-. Y en cuanto a marinos se refiere, los respetos al abogado que saltó a la cubierta del Huáscar han implicado como de si de mirarse en el espejo se tratase, una postura hacia insolente hacia gente como Condell, que, lo queramos o no, hizo algo más determinante para las aspiraciones chilenas en la guerra del Pacífico. Aunque haya tenido que acostarse con prostitutas para pensarlo.

domingo, 7 de mayo de 2017

Rusia Y Su Recta Doctrina

La decisión de las autoridades rusas de prohibir a los testigos de Jehová en los distintos territorios que conforman ese país ha provocado sentimientos encontrados entre los evangélicos. Unos la aplauden, felices porque se ha impedido la propagación de una doctrina errada que distorsiona los principios esenciales del cristianismo, a la vez que el parecido entre ambas propuestas puede confundir a neófitos e incautos. Otros, sin embargo, la miran con reservas y hasta preocupación, conscientes de que esto sólo puede definirse como un atentado a la libertad religiosa, que en el futuro llegase a afectar a otras confesiones, entre ellas, precisamente las de quienes felicitan esta medida.

Muchos creyentes están observando a Rusia con un grado de beneplácito por ciertas determinaciones que ha venido tomando su gobierno, las cuales coinciden con el modo en que ellos conciben el ideal de sociedad. Por ejemplo, las restricciones a la libertad de expresión que se les han impuesto a los musulmanes y homosexuales, además de la censura de contenidos y palabras que desde ha un par de años rige para los medios de comunicación. Dichas decisiones han sido estampadas tras la sugerencia -mejor dicho la exigencia- de la iglesia ortodoxa imperante en el país, cuyos prelados también se han tomado la atribución de establecer qué credos e ideologías son nocivas para la sociedad y atentatorias de los valores tradicionales, entendidos en una mezcla de moralidad cristiana e idiosincrasia nacional. En ese sentido comparten inquietudes con los evangélicos occidentales -y algunos grupos con los que existe cierta afinidad doctrinal e histórica, entre ellos los mismos testigos de Jehová- quienes no dejan de mostrar deseos de que medidas de tal calibre se apliquen en los lugares donde se hallan arraigados.

El problema es que cuando se habla de valores tradicionales, no se está haciendo en términos estrictamente morales, sino que el vocablo incluye un amplio entramado que alude más bien a la formación política, social, religiosa y cultural de un país. En Estados Unidos, dicha simbiosis tiene como uno de sus componentes esenciales al cristianismo evangélico, y es lógico que sea orientada tomando este credo como punta de lanza. Pero en otros sitios, por ejemplo la India y la citada Rusia, la conformación de esa estructura -que por lo demás es quimérica- se realiza a partir de otras bases porque los pueblos se han constituido de una forma diferente. Y en tales cimientos no se encuentra lo que existió en el origen de otros, por lo que en una parte era imprescindible para entender el quehacer nacional en otro puede ser excluido.

No han faltado quienes aprueban la supremacía de la ortodoxia rusa -y sus decisiones derivadas del poder que ha adquirido- alegando que una congregación religiosa que sobrevivió a algo tan anticristiano comunismo soviético tiene la más completa autoridad moral para opinar de muchísimos temas e incluso decidir qué es correcto y qué no. La verdad es que durante esos años, pese a las evidentes restricciones, el patriarcado de Moscú fue sostenido por los jerarcas socialistas curiosamente en base a que era parte de la cultura ancestral del país, lo cual les permitió mantener sacerdotes y conservar cierta ascendencia en la población -la misma que les ha permitido escalar de posición y llenar el vacío que dejó la caída de la URSS- Y aunque lo tuvieran todo en contra, nada justifica que asuman una conducta idéntica a quienes los reprimían, sólo por querer distinguir entre buenos y malos a causa de una actitud mesiánica. Otros, por su parte, han alabado estas proscripciones aduciendo que entre los evangélicos existen congregaciones de dudoso proceder, como los predicadores de la prosperidad, que se deben ser puesta a raya. De acuerdo. Pero, ¿cómo va a distinguir una autoridad que desconoce la historia y la organización de las comunidades reformadas, entre las de recto proceder y las manzanas podridas? Una que además no tiene mucho interés en investigar. Simplemente colocará lo que pueda en el mismo saco y hará pagar a justos por pecadores. El parámetro será que no se ajustan a los valores tradicionales, nada más. Y hasta ahí llegarán los que desean propagar la palabra de Jesucristo. Encerrados en una celda con los gay, los libertinos y los testigos de Jehová

lunes, 1 de mayo de 2017

Ahora Justicia Para Florencia

A un día de conocerse la sentencia contra Mauricio Ortega, hallado culpable de agredir y mutilar de modo brutal a su ex pareja, Nabila Riffo, sería interesante detenerse a examinar un caso ocurrido también ocurrido en Coihaique: el asesinato de la niña Florencia Aguirre, entonces de nueve años, a manos de su padrastro Christian Soto García, impulsado por los celos enfermizos de este hombre, quien no soportaba que su conviviente le prestara mayor atención a su hija que a él. Hecho además acaecido en octubre de 2016, sólo tres meses después de la primera afrenta aquí nombrada, y que salvo los días posteriores a su acometimiento ha contado con una mínima cobertura mediática, reducida a medios locales de la región de Aysén, y muchas veces con comentarios desfavorables para la víctima y sus familiares.

Los cuales (en una ciudad relativamente pequeña como Coihaique) han visto cómo la presidente, inmediatamente después de ser dictado el veredicto contra Mauricio Ortega, decide interrumpir sus actividades laborales y partir rauda a visitar a Nabila Riffo, junto con la ministra de la mujer y otras personeras, a su mismo domicilio ubicado en la capital de la undécima región, reafirmando sus dicho contra la violencia de género y repitiendo el eslogan ni una menos (con gato virtual incluido). Mientras, a no muchas cuadras de allí, la familia de Florencia debe resignarse a postergar sus ansias de justicia luego de que los mismos tribunales que eran vitoreados por decretar la culpabilidad de un femicida frustrado días antes decidieron ampliar el plazo de investigación -que no ha experimentado un avance significativo- respecto de la niña asesinada, hecho que podría beneficiar a Chistian Soto, quien estaría en condiciones de solicitar el cambio de condición, de prisión preventiva a arresto domiciliario.

De acuerdo. Que a alguien lo golpeen con todos los objetos posibles hasta dejarlo moribundo, y además le arranquen los ojos es un crimen horrendo y es correcto que el agresor pase un buen tiempo de su vida en la cárcel. Pero, ¿no podían los funcionarios gubernamentales, y la propia mandataria, darse una vuelta por el vecindario y al menos ofrecer una palabra de consuelo a los familiares de otro caso que es igual o incluso más condenable que el que los motivó a visitar Coihaique? En una ciudad que no es tan grande no les habría costado mucho. ¿La presidente no cuenta con algún asesor encargado de revisar el quehacer nacional? Los medios de prensa de cobertura nacional, que informaron del asesinato de Florencia en su momento, y que acompañaron a los personeros públicos en todo su recorrido hasta la casa de Nabila Riffo, ¿no podían en un instante de que había otro grupo de ciudadanos clamando por justicia, la que además les estaba siendo esquiva? El ministerio de la mujer, ¿no se dio por enterado que Christian Soto asesinó a una de las suyas motivado por una actitud que suele desencadenar conductas violentas de parte de los varones a las féminas, como es la celopatía? ¿O acaso la niña Aguirre no cuenta porque no tenía los pechos suficientemente desarrollados?

 Me dirán que el aplazamiento de la investigación es una cuestión temporal y que tarde o temprano dará lugar el juicio, el responsable será declarado culpable y se lo condenará. Sin embargo, la experiencia inclina a predecir que cuando un caso a medio resolver es sacado de la primera plana, finalmente no es llevado a buen puerto o la sentencia hacia el agresor llega a niveles risibles. Lo de Nabila Riffo tuvo el resultado que todos conocemos gracias a la cobertura mediática, que incluyó tanto a la prensa como a los políticos. Y ya se está hablando, con cierto grado de certeza -en realidad más de convicción, pero en fin- que a Mauricio Ortega, por lo bajo, le caerán veintiséis años. Si es así, me temo que serán muchos más de los que definitivamente recibirá Christian Soto, quien a diferencia del primer nombrado, era un hampón relativamente conocido entre los delincuentes comunes, con su interesante prontuario policial. Será la gracia de ser víctima en el lugar y tiempo indiciados...