miércoles, 30 de junio de 2010

Izquierdistas Con Tufo a Güisqui

Hace unos días atrás, un grupo de parlamentarios y políticos de nuestros inefables partidos Socialista y Por la Democracia, efectuaron un viaje a Venezuela y, aparte de mirar atractivas caribeñas hasta poner los ojos desorbitados, decidieron analizar, en apenas tres días, los once y algo más de años que Hugo Chávez lleva gobernando en ese país, bajo el eslogan "socialismo para el siglo XXI". Setenta y dos horas les fueron más que suficientes para concluir que ese régimen no era de izquierda, sino una dictadura personal difícil de definir. La verdad es que en un lapso de tiempo tan breve, se torna imposible detallar las características de una determinada administración, por lo cual no cabe otra cosa que recurrir a términos manidos y explicaciones de manual. Pero cuando menos, una estadía tan corta es suficiente para darse una vuelta y averiguar que en ese país, incluso durante su más reciente década y fracción, se han venido celebrando elecciones periódicas ya sea de carácter ejecutivo, legislativo y regional; las cuales, sin fraude de por medio, casi siempre han dado por ganador al mismo líder sobre el cual plantean sus dudas. Y las escasas veces que ha perdido, ha respetado la ley asumiendo la derrota.

Vayamos por partes. Desde luego que es de pésimo gusto que nuestros socialdemócratas criollos cuestionen a un dirigente que honestamente intenta ser un hermano ideológico. Más todavía, si lo hacen a menos de cuatro meses de haber perdido el poder en favor de la derecha; no por méritos del rival, sino por haber encarado los últimos comicios de la peor manera posible, con una conducta que osciló entre lo rastrero, lo autoritario y lo acomodaticio. Parece que temen un eventual debilitamiento de sus estructuras partidistas, y ante la posibilidad de ser ignorados por los nuevos regentes de La Moneda, tratan de congratularse con ellos demostrando una supuesta capacidad de distinguir entre un auténtico proyecto de izquierda y otro que aparenta serlo pero que finalmente constituye cualquier cosa. Curiosamente, en esta última alternativa ubican un gobierno que despierta el repudio más violento imaginable desde los sectores conservadores, al punto que han intentado desacreditarlo con argumentos irracionales y de manifiesto talante racista, clasista y en resumen, intolerante. Repitiendo, además, uno tras otro los epítetos que los detractores a la propuesta de Chávez no emiten, sino que lisa y llanamente escupen. Bueno, cabe repetirlo: tres días son insuficientes para evaluar la situación interna de cualquier Estado, y frente a tamaña incapacidad es preferible mostrar cara de hombre bien informado y documentado, mientras se recurre a las eternas e insípidas frases cliché.

Cabría preguntarse qué persiguen estos supuestos representantes de la izquierda local. No parece tratarse de una traición, por último porque los actos de felonía de los socialdemócratas han sido tan descarados e impresentables, que ya no tienen correligionarios a quienes vender. Más bien, han tomado el mismo rumbo que sus pares europeos, que llevan varios años arremolinados en el sistema, sin hacer el más mínimo esfuerzo por ganar una elección. Han comprado la mansión más lujosa en las afueras de la ciudad, y notan que sus vecinos no comparten sus planteamientos y que además, expresan una sensación de invasión que caracteriza a los acaudalados cuando se les acerca un nuevo rico. Frente a aquello es preciso mostrar el nivel y el tipo de refinación que sólo otorga el dinero, y parte de esa evolución consiste en deshacerse de tópicos vistos como añejos, caducos o insolentes. En Chile, donde al menos las clases dirigentes, siempre han puesto los ojos en Europa y en general, en el Primer Mundo occidental, despreciando a su vez los aspectos latinoamericanos, se valoriza la pretensión de afianzarse como mala copia (no alcanza para más), y ahora el turno le corresponde a esa seudo izquierda que por mantener su ubicación en la Internacional Socialdemócrata, obra según modelos externos que cuenta con la ventaja de provenir de países desarrollados. Una conducta que traspasó a la Concertación durante los últimos veinte años. Siempre buscaron ser apreciados por la oligarquía y, a modo de ahorrar la mayor energía posible, se mimetizaron con ella y se dedicaron a preservar el modelo económico y social que les impuso mediante una tiranía. Obtuvieron su premio, ya que merced a su astucia, consiguieron superar las empanadas y el vino tinto de Salvador Allende -propios del vulgar pueblerino que come en plena calle y después se arroja borracho sobre la cuneta- por el caviar y el güisqui que se pueden tragar en una casa amplia donde las conversaciones de ebrios no traspasan las paredes, aspecto más deseable si tales diálogos se sostienen con aquellos que se sitúan en la otra vereda del espectro político.

Los integrantes de estos dos partidos no se quedaron en las declaraciones y anunciaron que entregarán ayuda, incluso monetaria, a la oposición venezolana que igualmente se plantea como izquierdista. Como si fuera poco con los recursos gastados en el paseo, pretenden continuar vaciando sus escuálidos bolsillos en lugar de emplear esos escasos excedentes en levantar sus propias colectividades, que no son capaces siquiera de armar una interna decente. A ellos les conviene, pues han recibido las felicitaciones de los medios masivos de comunicación, que al igual que el gobierno, son controlados por magnates de derecha. Después de todo, está el pueblo para sufrir las consecuencias, tal como está ocurriendo en este preciso instante en Europa producto de la crisis financiera.

miércoles, 23 de junio de 2010

Los Destrozos de la Felicidad

No debe sorprender ese desmadre que se produjo tras la celebración del segundo partido ganado por el seleccionado chileno en la Copa Mundial de fútbol. Ya deberíamos aceptar que nuestras convocatorias masivas, invariablemente, incluso por una cuestión de tradición asumida, derivan en esta clase de disturbios que, de acuerdo, son provocados por un grupúsculo específico; pero cuyos integrantes conviven, salvo en estos acontecimientos, en perfecta armonía con el resto de la población, al punto que en más de una oportunidad descubrimos que los hemos saludado reiteradas veces en la calle, o hemos compartido un trago con ellos.

Lo que debiera dar lugar a una interesante reflexión, es el trato dispensado a tales incidentes cuando ocurren en estas eventualidades, en contraste, por ejemplo, a un acto de protesta. Es cierto: la televisión habla en ambas instancias y sin hacer alguna distinción, de vandalismo; mientras la policía y el gobierno no cesan en condenar los saqueos a los locales privados y la destrucción de los lugares públicos, a la par que calculan las cifras de detenidos y de daños, con la promesa de que serán los propios encartados quienes asumirán los costes. Pero, cuando menos en el ambiente, y producto de los antecedentes que caracterizan a uno y a otro desbande, siempre se percibe que en los casos que atañen a celebraciones de triunfos deportivos, hay un trato siquiera sutilmente más blando que en los casos provocados por manifestaciones de reivindicación social. Más todavía, si se considera que en los recientes disturbios, muchos de quienes efectivamente estaban festejando el logro de marras, tuvieron que retener por cuenta propia a los exaltados y entregarlos a Carabineros, peculiaridad que ni por accidente se espera que ocurra en alguna marcha convocada en favor de un reclamo. Lo cual, lleva a concluir que los uniformados actuaron con un celo distinto en referencia a dichos casos, donde a la menor sospecha de provocación -a veces intencionadamente creada por ellos mismos- se abalanzan contra los civiles sin discriminar entre quienes en realidad pretenden empañar la instancia y aquellos que desean aprovecharla de manera positiva. Debe ser porque las citadas reuniones han sido planificadas y se sabe quiénes concurrirán a llamado, al contrario de lo que sucede con el carácter absolutamente espontáneo y repentino que motiva a celebrar un acaecimiento puntual.

Pero existe otro factor, más propio de la mentalidad, no necesariamente del chileno, sino del ser humano en general. Todos nos sentimos bien cuando se expresa alegría y por oposición, la tristeza, y en seguida la ira y el enojo, son emociones que tendemos a evitar. Justamente, una protesta engloba una cierta dosis de rabia contra algo o alguien. Y por tratarse de un acto que pretende ser masivo, tal destinatario acaba siendo la misma sociedad, ya fuere en sus tópicos generales, o personificada en una institución o grupo influyente, como el gobierno o los empresarios. Desde luego, nadie quiere que le espeten culpas sobre las cuales no se vislumbra responsabilidad. Muy por el contrario, el ciudadano medio espera que lo abracen y lo feliciten. Entonces, una celebración común, donde no caben las preocupaciones ni las recriminaciones, por supuesto que es altamente preferida a una reivindicación común. A esto, debe agregarse el hecho de que un evento deportivo, más si trata de una actividad como el fútbol, muy popular y que se practica con equipos relativamente grandes, exalta el chauvinismo más elemental. Y si todos dicen que el país es excelente, los dirigentes políticos, sociales y hasta religiosos se darán por aludidos e imaginarán que en buena parte se debe a su conducción, ya que nos regimos por una democracia representativa. En cambio, si se les recalca en su propia cara que están cometiendo errores, en vez de reconocerlos, tenderán a golpear de vuelta. Y el problema es que tratándose de autoridades que cuentan con todo el aparato del Estado para responder, o incluso reaccionar con conductas cercanas al matonaje, las consecuencias pueden ir más allá de un ojo morado.

Por mucho que nos indignemos cuando una cámara atestigua la destrucción de un ventanal o el despojo injustificado a una tienda, al final existen instancias en las cuales estamos dispuestos a soportar tales hechos, incluso a verlos con un cierto dejo de simpatía, que en otras. Y esto se nota también en la actitud que los tribunales de justicia muestran frente al mismo delito, según se cometa en medio de una manifestación convocada o de una celebración deportiva. Pues en el primer caso, se tiende a encarcelar por más tiempo a los detenidos que en el segundo. Se suele tratar al infractor como a un pobre sujeto a quien se le pasó la mano, como al conductor borracho que atropella a peatones indefensos, o el comensal que sostiene una riña por motivos pueriles con otro invitado y remata matándole. Es más conveniente celebrar que pensar, al menos para los que toman las decisiones más trascendentes.

miércoles, 16 de junio de 2010

Una Tanqueta en un Estadio

Pese a que muchos no lo considerarán así -principalmente por el triunfo del seleccionado chileno ante Honduras- no se puede sino calificar de repugnante el gesto de Michelle Bachelet, de posar su oblonga humanidad en un asiento preferencial de la tribuna de Nelspruit, como un hincha más, aunque todos sabemos que en la realidad no es así, pues en su condición de ex presidente es un hecho que consigue atrapar la atención de las lentes de todas la prensa acreditada, incluyendo la transmisión oficial, que la enfocó al menos en dos ocasiones. Eso, además de las cámaras de los espectadores comunes y corrientes, que sabemos, hoy son completamente asequibles y hasta pueden caber en un teléfono móvil. Si se quiere efectuar un parangón con las acciones ingenua y estúpidamente populistas de Sebastián Piñera -como ver el partido en uno de los campamentos de damnificados por el maremoto en la Región del Bío-Bío-, la conclusión termina siendo una sola: ambas son conductas repudiables, que intentan aprovecharse de la cultura de masas generada por el fútbol (muy inculta y escasamente reflexiva, lo cual, tratándose de estos menesteres, es una ventaja adicional) para concretar intereses personales. En la primera, allanar el camino para una eventual y al parecer ansiada vuelta al poder; en el segundo, ocultar su manifiesta incompetencia ya acaecidos tres meses de gobierno. Tanto en Sudáfrica como en Chile, ya es tiempo de las rechiflas y los objetos contundentes.

Pero, ya que nos abocaremos a la encargada de la legislatura anterior, dejemos para otra oportunidad al mandamás de la administración actual: que a fin de cuentas, Piñera y sus secuaces, junto con el sector político que representan, son tan obvios y predecibles al momento de embellecer atrocidades y expresarse con mentiras, que el mecanismo más eficaz para combatirlos son las apedreamientos callejeros. De acuerdo: Bachelet no es menos inepta y en este sitio he dejado innumerables pruebas y constancias al respecto. Pero su pacto de origen, y en eso se incluye ella misma como sujeto pensante y parte de un proyecto común, se supone, o se suponía teóricamente hablando, era capaz de presentar una alternativa distinta y tanto en sus aspectos esenciales como en sus detalles más cotidianos, fácilmente distinguible de su contraparte conservadora, pese a las coincidencias que llegasen a descubrirse entre ambos paradigmas. Sin embargo, nos topamos con una ex presidenta de capacidades tan limitadas como quienes han emergido de una dictadura militarista, y que deben obrar en función de quienes les otorgaron la vida. Y aunque parezcan dos asuntos diametralmente diferentes, que sólo pueden ser unidos con argumentos extraños y rebuscados, también la renuncia acomodaticia, o en su defecto, la adaptación de la propuesta original bajo condiciones que la arrastran a una virtual disolución, es una prueba de dicha incapacidad, pues la entrega desmedida de concesiones remata en la aceptación virtualmente automática de las ideas del otro, lo cual elimina el debate, y acto seguido, el esfuerzo de pensar. De ahí hacia adelante, sólo resta fabricar una imagen carismática cuya exclusiva presencia anule toda clase de cuestionamientos. Precisamente, lo que hizo Bachelet en sus cuatro años y que le permitió abandonar La Moneda con estratosféricos niveles de apoyo, y lo que en la actualidad ha reducido las protestas contra Piñera a la inexistencia mediática.

Y la verdad, basta echar un simple vistazo para notar que el gobierno de la oblonga ex mandataria fue intrascendente, tanto que posibilitó el regreso de la derecha al poder tras veinte años. Su gestión estuvo plagada de golpes de efecto, como el asistencialismo social o las declaraciones en favor de las mujeres, en especial las madres. También hubo de esta clase de estratagemas, en sentido negativo, por ejemplo la represión contra las comunidades mapuches. Y entre bonos por hijo, ajuares y casos de corrupción, los asesores de Bachelet notaron que una buena fuente de popularidad era hincarle el diente a la infraestructura deportiva; pero no la de aquellas competiciones que sólo hacen noticia cuando los atletas ganan una medalla olímpica (de hecho, el deporte especializado fue vergonzosamente ignorado durante el periodo), sino aquellas disciplinas que garantizan una enorme concurrencia de espectadores, de las cuales, la más vistosa es el fútbol. Aprovechando que nuestros estadios eran algo más que canchas de tierra, se impulsó la construcción de modernos coliseos, de acuerdo a estándares de calidad internacionales. A ello, se agregó la realización de un mundial U-20 fememino, que permitía alardear acerca de los logros del género. Aunque dicha categoría está en pañales en Chile, como lo demostró el paupérrimo resultado del seleccionado local (tres derrotas en igual número de desafíos). En definitiva, nada de innovación: sólo inaguraciones mediáticas y un embellecimiento de lo mismo de siempre.

Ni siquiera en el asunto de la igualdad de la mujer esa legislatura trajo avances importantes. Sólo se reforzaron las regalías para la maternidad, lo cual es posible clasificar en el marco de los roles tradicionales. Incluso, aumentó el embarazo adolescente, producto que se asumió la educación sexual y la entrega de anticonceptivos con una completa timidez, por no decir cobardía frente a la iglesia católica. Por cierto, aquí hay otro estigma que se le achaca a las fontanas de Venus: el de genuflectarse con suma facilidad a decisiones de curas y ministros religiosos, sobre todo si tratan restringir las vidas de ellas mismas y acto seguido de quienes las rodean. Ni siquiera se abrió la puerta a otro tipo de fémina, y el caso más palpable fue la censura que aplicó el SERNAM al Instituo Nacional de la Juventud, por ese afiche donde salía una dependienta de un "café con piernas" semidesnuda, llamado a votar en las próximas elecciones (¿es que acaso el movimiento sufraguista, alguna vez hizo excepción con quienes deseaban mostrar su cuerpo?). De paso, apaciguó a los hombres con un circo ancestral, como es el fútbol. Es decir, la esposa yendo de un lado para otro, atendiendo la cocina y los niños, mientras el marido permanece en su sillón favorito observando el cotejo que disputa un seleccionado chileno, que le entrega el placer adicional de ver de reojo a una ex presidenta en las graderías, de la que pudo haber sido tal vez partidario.

jueves, 10 de junio de 2010

Protegiendo a los Bandoleros

En medio de la vorágine provocada por el Mundial -con su adecuada e imprescindible cantidad de pelotudos-, las sandeces de Piñera y los reportajes residuales sobre el terremoto, hubo un acontecimiento que pasó casi desapercibido por la opinión pública nacional: la detección de nueve funcionarios de Carabineros prestando ayuda logística a bandas que se dedicaban al robo de cajeros automáticos. Todos, por cierto, ya dados de baja (algo que no merece los elogios de las autoridades, los medios de comunicación o el ciudadano de a pie: simplemente es lo que corresponde). Lo cual, sin embargo, no alcanza para disipar las legítimas preguntas que muchos se hacen cuando se descubren bochornos de tal envergadura, que para colmo, se han venido reiterando copiosamente, al punto de que uno no resiste la tentación de juguetear con dos versos del himno institucional y, aunque no calce con el ritmo, escribir: "somos del bandolero el protector".

Además, la proliferación de estas situaciones indeseables es un fenómeno característico de estos últimos cinco años, cuando se han aplicado una serie de normativas que aumentan las penas de cárcel para quien agreda físicamente a un policía (ya sea miembro de Carabineros o de Investigaciones), los cuales, en contraste, han sido dotados de un blindaje legal especial. En consecuencia, el Estado les ha colocado una suerte de aura, cuyo desprecio puede acarrear drásticas consecuencias. Con eso y las causas lógicas, para un joven de estrato social bajo, ser paco se transforma en una opción muy atractiva. Primero, está el asunto del uniforme: limpio, ordenado e imponente; diametralmente diferente a las ropas cuya vida se debe alargar de modo artificial por la ausencia de recursos pecuniarios. Luego, se tiene la ascendencia social garantizada por la entidad que tiene el monopolio de la justicia, lo que no es poco decir. Por otro lado, es un oficio que sólo exige cumplir órdenes, lo cual elimina la opción de pensar (la otra alternativa para superar la pobreza, el fútbol, en el mejor de los casos fuerza la búsqueda de soluciones para eludir al rival): por ende estamos ante una posibilidad que se abre a quienes tienen mediocre rendimiento escolar o no han mostrado interés por terminar su enseñanza regular, algo palpable en el hecho de que, para entrar a Carabineros, basta con haber rendido el segundo medio. Y finalmente, el periodo de preparación es suma y convenientemente corto: sólo unos cuantos meses, antes de salir a la calle con total libertad a dar macanazos a quien se cruce por delante.

Sin embargo, en las mismas facilidades que otorga la llamada "policía uniformada" a los muchachos de sectores más desposeídos, se encuentran asimismo las falencias que a la larga ocasionan situaciones escandalosas del talante que ha motivado este artículo. Veamos. Muchos jóvenes de las poblaciones que ingresan a la institución y los similares que optan por la vía delictual se conocen entre sí. Incluso, puede ser que fueran integrantes de la misma pandilla (en el sentido norteamericano de la palabra: simple grupo de amigos). Un líder de una banda de cacos con labia y carisma, perfectamente es capaz de influir en una persona que ha renunciado a pensar y por consiguiente a actuar por sí misma remitiéndose a la verticalidad de un mando. Y si la oferta de dicho líder es tentadora, sobre todo en términos monetarios (recordemos que en los sectores depauperados la denominada opción de surgir, se torna una necesidad y una constante emergencia), lo más probable es que aquel guardián de pétrea formación se debilite y utilice sus privilegios -que por lo que le han dicho sus superiores, son a toda prueba- en una desviación incomprensible para quienes confían en los organismos policiales.

Lo interesante de los casos de "paco-ladrones" dados a conocer recientemente, es que los funcionarios involucrados respondían al perfil descrito anteriormente: jóvenes con pocos años en la institución, que no estaban involucrados en el delito, sino que ejercían como cómplices y encubridores. Es decir, el típico sujeto que se asume en el escalafón más bajo de una administración vertical, a quien se le ha enseñado a responder únicamente "sí, señor". Más aún: en atracos de poca monta que tanto en el mundo del hampa como en la sociedad convencional son muy poco valorados. De los carabineros, no emergió ninguna innovación. O sea, que han aplicado a cabalidad la instrucción que se les dio, por lo que en el asunto de la formación, al menos de la manera en que está planteada actualmente, no existe mucho que objetar. La preocupación, entonces, va por el lado de la protección legal, que aquí no fue suficiente para separar al chico de sus congéneres, empleándola, incluso, para fines opuestos a los de su auténtica misión. Algo a tomar en cuenta sobre todo cuando el actual gobierno ha prometido sancionar el "maltrato de palabra" contra carabineros o detectives. Pues, como ya se señaló, si bien estos casos se mueven en una marginalidad muy puntual, no obstante están mostrando una reiteración sostenida y que parece, al menos leve e imperceptiblemente (que a la larga es la peor de las tendencias), aumentar. Y atención, que la institución no siempre les pone atajo. Hace algunos años, dos miembros cometieron un desfalco en el Hospital institucional. Siendo, como castigo, convocados a retiro anticipado, pero en caso alguno dados de baja. Ahí se trataba de oficiales de alto rango, sin la educación secundaria concluida, también instruidos en un lapso de meses, y autorizados para golpear a diestra y siniestra. Pero su extracción era de sectores altos; por lo tanto, los vecinos que conocían cometían delitos denominados "de cuello y corbata", que siempre acaban evadiendo los tribunales.

martes, 1 de junio de 2010

Disparen Contra la Humanidad

Israel se puede involucrar en un embrollo de proporciones con lo que acaba de hacerle a la flotilla turca que pretendía entregar ayuda humanitaria en la Franja de Gaza. Pues, aunque se hubiese tratado de una iniciativa particular, enviada desde un país musulmán integrista (si bien su punto de vista es completamente diferente al de los islamistas del velo y los atentados suicidas), a cuyos miembros además ya se les había advertido que serían objeto de represalias si osaba acercarse a territorio palestino -lo cual permite acusarlos de provocación-: la exagerada e irracional respuesta militar emprendida por el gobierno israelí supera con creces todos los límites de la aceptación. Matar a diecinueve civiles desarmados, sólo porque se defendieron con insultos, escupitajos y puntapiés, no es algo para aplaudir, menos si la atrocidad se comete en aguas internacionales. A lo cual cabe agregar que Turquía es uno de los contados Estados mahometanas que ha optado por mantener relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. Ahora, eso sí: es cierto que todo depende de que los EUA dejen de mimar a sus protegidos y se sumen a la condena de la comunidad internacional, lo cual al menos en primera instancia, parece que no está ocurriendo. Pero personalmente estoy seguro que la nación hebrea, de aquí a unos meses más, verá aumentado su cúmulo de enemigos, y en lo que para sus intereses es peor, producto de causas muy alejadas de los prejuicios raciales.

Es una perogrullada, pero de todas formas vale la pena reiterarlo. El gobierno israelí actúa de manera tan brutal como errada, motivado por el sentimiento sionista, que ha permeado no sólo la política de ese país, sino que igualmente al judaísmo y hasta a la etnia hebrea, en sus más diversas manifestaciones -sefardí, azkenazí, beit-. Se ha llegado a decir, o al menos a aceptar, que el judío que no apoya el sionismo es un traidor a su pueblo, sinonimia aceptada en la actualidad incluso por los antisemitas de la más diversa índole. Lo cual desde luego es un absurdo y no porque las personas tiendan a pensar de manera original y diferente por el sólo hecho de tener un cerebro que no le pide permiso a la religión ni al color de piel. Sino, porque equivale a afirmar que un chileno debe honrar a Pinochet debido sólo a que era chileno, además de que se valió de la retórica de los "valores patrios" para gobernar. Esto ha significado que la autocrítica de los mismos macabeos contra el Estado que dice representarlos, sea escasa, timorata y de bajo perfil. Los pocos que se atreven a levantar la cabeza, son de inmediato acallados con violencia por sus congéneres, con diatribas capciosas sustentadas en el terror dogmático. Medida a todas luces contraproducente, pues sólo ha incentivado a desempolvar las viejas frases de hostilidad que se creían sepultadas, espetadas no únicamente desde las cavernas de la extrema derecha, sino también, y especial y peligrosamente, de una buena cantidad de activistas de izquierda.

Precisamente, ésa fue una de las causas de mayor peso que dio origen al Estado de Israel. Era imprescindible, tras el horror de la Shoah, que los judíos tuviesen su propia representación política, que abogara por ellos a fin de acabar de una vez por todas con las masacres que habían sufrido, las cual no comenzaron con los nazis. De hecho, la institución que más contribuyó a la exterminación de hebreos fue la iglesia católica, que lo hizo de manera sistemática y con metódica presteza por más de quince siglos. Sólo cabe recordar que el Papado culpó a los judíos de la peste negra, actitud que remató en un genocidio que deja a Hitler como un anciano simpático. Ahora, el procedimiento por el que se llegó a armar dicho Estado, debe ser asunto de un debate bastante amplio y profundo. Por el momento, vale consignar que tras la Segunda Guerra Mundial, se barajaron varios territorios. Incluso existió durante cinco décadas una especie de Israel socialista, al interior de la Unión Soviética: el País de los Hebreos. También se ensayaron sitios dentro de Estados Unidos, planificados tanto como entidad autónoma o dependencia norteamericana. Pero finalmente, se optó por el mandato británico de Palestina, quizá porque significaba el regreso a Canaán, la Tierra Prometida, y por mucho que los judíos hayan aportado grandes nombres a la intelectualidad cuestionadora en asuntos relacionados con dioses y credos, la simbiosis que se produce en este pueblo entre raza y religión puede resultar confusa para un novato. Claro que además se agregaron ciertos factores relacionados con la geopolítica, pues a las potencias occidentales, ante la inevitable independencia de las locaciones árabes, requerían evitar toda pérdida futura de poder y al respecto era recomendable alentar la fundación de un país aliado. Dos antecedentes cuya influencia es preciso tener en cuenta equilibradamente si se desea discutir este tema.

Sobre el cual, por cierto, no ha existido una intención de abordar con la objetividad necesaria. Aquí se cruzan demasiadas pasiones desatadas y una historia, la del pueblo hebreo, que características bastante peculiares. Cierto es que Israel ha tenido un comportamiento criminal no sólo con los palestinos, sino hacia todos los países árabes colindantes, transformándose, por propia volición, en un vecino hostil. Pero a la causa de estos últimos, poco aportan actitudes como las estupideces yihaidistas de Mahmoud Ahjmanideyab o los epítetos manidos. Ni siquiera Turquía es un correcto mediador, pues en esto de someter bajo férula a otros pueblos tienen un ancestral tejado de vidrio; si no, pregúntenles a los curdos o los chipriotas. La réplica a las canalladas israelíes debe ser eficaz desde el punto de vista diplomático, lo cual se traduce, al menos de partida, en impedir la resurrección de monstruos a quienes todos les tienen un legítimo temor. Sobre el particular, una adecuada medida de presión, a propósito del Mundial de Fútbol, sería suspender a Israel de las competiciones deportivas, tal como ocurrió con Sudáfrica en los años de la segregación racial.