miércoles, 30 de junio de 2010

Izquierdistas Con Tufo a Güisqui

Hace unos días atrás, un grupo de parlamentarios y políticos de nuestros inefables partidos Socialista y Por la Democracia, efectuaron un viaje a Venezuela y, aparte de mirar atractivas caribeñas hasta poner los ojos desorbitados, decidieron analizar, en apenas tres días, los once y algo más de años que Hugo Chávez lleva gobernando en ese país, bajo el eslogan "socialismo para el siglo XXI". Setenta y dos horas les fueron más que suficientes para concluir que ese régimen no era de izquierda, sino una dictadura personal difícil de definir. La verdad es que en un lapso de tiempo tan breve, se torna imposible detallar las características de una determinada administración, por lo cual no cabe otra cosa que recurrir a términos manidos y explicaciones de manual. Pero cuando menos, una estadía tan corta es suficiente para darse una vuelta y averiguar que en ese país, incluso durante su más reciente década y fracción, se han venido celebrando elecciones periódicas ya sea de carácter ejecutivo, legislativo y regional; las cuales, sin fraude de por medio, casi siempre han dado por ganador al mismo líder sobre el cual plantean sus dudas. Y las escasas veces que ha perdido, ha respetado la ley asumiendo la derrota.

Vayamos por partes. Desde luego que es de pésimo gusto que nuestros socialdemócratas criollos cuestionen a un dirigente que honestamente intenta ser un hermano ideológico. Más todavía, si lo hacen a menos de cuatro meses de haber perdido el poder en favor de la derecha; no por méritos del rival, sino por haber encarado los últimos comicios de la peor manera posible, con una conducta que osciló entre lo rastrero, lo autoritario y lo acomodaticio. Parece que temen un eventual debilitamiento de sus estructuras partidistas, y ante la posibilidad de ser ignorados por los nuevos regentes de La Moneda, tratan de congratularse con ellos demostrando una supuesta capacidad de distinguir entre un auténtico proyecto de izquierda y otro que aparenta serlo pero que finalmente constituye cualquier cosa. Curiosamente, en esta última alternativa ubican un gobierno que despierta el repudio más violento imaginable desde los sectores conservadores, al punto que han intentado desacreditarlo con argumentos irracionales y de manifiesto talante racista, clasista y en resumen, intolerante. Repitiendo, además, uno tras otro los epítetos que los detractores a la propuesta de Chávez no emiten, sino que lisa y llanamente escupen. Bueno, cabe repetirlo: tres días son insuficientes para evaluar la situación interna de cualquier Estado, y frente a tamaña incapacidad es preferible mostrar cara de hombre bien informado y documentado, mientras se recurre a las eternas e insípidas frases cliché.

Cabría preguntarse qué persiguen estos supuestos representantes de la izquierda local. No parece tratarse de una traición, por último porque los actos de felonía de los socialdemócratas han sido tan descarados e impresentables, que ya no tienen correligionarios a quienes vender. Más bien, han tomado el mismo rumbo que sus pares europeos, que llevan varios años arremolinados en el sistema, sin hacer el más mínimo esfuerzo por ganar una elección. Han comprado la mansión más lujosa en las afueras de la ciudad, y notan que sus vecinos no comparten sus planteamientos y que además, expresan una sensación de invasión que caracteriza a los acaudalados cuando se les acerca un nuevo rico. Frente a aquello es preciso mostrar el nivel y el tipo de refinación que sólo otorga el dinero, y parte de esa evolución consiste en deshacerse de tópicos vistos como añejos, caducos o insolentes. En Chile, donde al menos las clases dirigentes, siempre han puesto los ojos en Europa y en general, en el Primer Mundo occidental, despreciando a su vez los aspectos latinoamericanos, se valoriza la pretensión de afianzarse como mala copia (no alcanza para más), y ahora el turno le corresponde a esa seudo izquierda que por mantener su ubicación en la Internacional Socialdemócrata, obra según modelos externos que cuenta con la ventaja de provenir de países desarrollados. Una conducta que traspasó a la Concertación durante los últimos veinte años. Siempre buscaron ser apreciados por la oligarquía y, a modo de ahorrar la mayor energía posible, se mimetizaron con ella y se dedicaron a preservar el modelo económico y social que les impuso mediante una tiranía. Obtuvieron su premio, ya que merced a su astucia, consiguieron superar las empanadas y el vino tinto de Salvador Allende -propios del vulgar pueblerino que come en plena calle y después se arroja borracho sobre la cuneta- por el caviar y el güisqui que se pueden tragar en una casa amplia donde las conversaciones de ebrios no traspasan las paredes, aspecto más deseable si tales diálogos se sostienen con aquellos que se sitúan en la otra vereda del espectro político.

Los integrantes de estos dos partidos no se quedaron en las declaraciones y anunciaron que entregarán ayuda, incluso monetaria, a la oposición venezolana que igualmente se plantea como izquierdista. Como si fuera poco con los recursos gastados en el paseo, pretenden continuar vaciando sus escuálidos bolsillos en lugar de emplear esos escasos excedentes en levantar sus propias colectividades, que no son capaces siquiera de armar una interna decente. A ellos les conviene, pues han recibido las felicitaciones de los medios masivos de comunicación, que al igual que el gobierno, son controlados por magnates de derecha. Después de todo, está el pueblo para sufrir las consecuencias, tal como está ocurriendo en este preciso instante en Europa producto de la crisis financiera.

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