lunes, 20 de julio de 2015

Muerte a los Gatos

Hace unos días, el gobierno de Australia anunció que comenzará una campaña para erradicar a todos los gatos asilvestrados que se encuentren en ese país, mediante la colocación de cebos envenenados y la caza directa. Resulta que hay un grave exceso de población de estos felinos, lo cual ha ido en desmedro no sólo de otras mascotas y de animales de granja, sino de muchas especies autóctonas, algunas de las cuales le han dado una considerable fama a la isla-continente, y que han visto mermado su número debido a que los intrusos les han venido ocupando su hábitat y además los están usando como alimento. Por ello los tratarán de exterminar como si fueran simples ratones, pese a los eventuales reclamos de los defensores de los derechos de los animales, quienes en todo caso, al parecer han optado por no levantar la voz.

Independiente de las opiniones a favor o en contra que se pueden generar en torno a esta clase de medidas, lo interesante es constatar cómo los sentimientos que despierta una determinado animal, la cual llega a ser tomada como símbolo de lo que no se le debe hacer a los llamados "hermanos menores", al final se vuelven perjudiciales para otras especies al punto de amenazar el equilibrio natural mismo. Algo similar a lo ocurrido en Australia acaece en la actualidad en Francia, donde la excesiva población de gatos, incluso de aquellos que no han sido abandonados, ha redundado en una disminución de las aves, que los mininos suelen atrapar por sorpresa. A eso se puede agregar lo que está aconteciendo en África y América Latina, donde los perros callejeros y vagos ya no se contentan con el ganado o las personas que hallan desprevenidas por ahí, sino que también están atacando a la fauna oriunda de cada territorio. Todo ello, frente a la escasa sino nula capacidad de reacción por parte de las autoridades, en gran parte debido a la presión ejercida por parte de grupúsculos que si cuentan con conocimientos sobre ecología, son los más banales y seudocientíficos que se pueden imaginar; pero que a cambio cuentan con un significativo poder económico y excelentes contactos sociales y políticos..

Y he aquí el meollo del problema. Los pro animal posee una mirada tan superficial como dañina, que empieza y termina en aquellas especies utilizadas exclusivamente como mascotas, y que irónicamente, tienen un origen artificial, ya que son el resultado de la domesticación de otras -el gato salvaje europeo o el lobo-. Es cierto que no faltan quienes protestan por la situación de los circos o de las fábricas de cecinas. Sin embargo, mientras en el primer caso se trata de una fauna que han observado sólo en documentales y películas edulcoradas, y de las cuales por ende tienen una visión en extremo romántica, en el segundo hablamos de bestias que por el tipo de familiaridad que se crea hacia ellas, a la larga se les viste con su propio halo idealizado (los cerdos, al igual que los perros y los mininos, abundan en las fábulas, los relatos infantiles y los dibujos animados). En definitiva, o se trata de una atracción primigenia -que no se detiene a examinar las causas de por qué ciertas especies llegaron a transformarse en domésticas-, o de una opinión formada a partir de información exótica y mediatizada por un determinado narrador (y los de la televisión por cable, vaya que poseen fórmulas particulares e innovadoras de hacer penetrar su mensaje). Pero en caso alguno nos encontramos frente a una persona que ha leído un libro de biología o ha salido a explorar al campo o al bosque, y por lo tanto todas sus conclusiones han pasado por el cedazo de un discurso emotivo o antojadizo.

Lo que a fin de cuentas, torna a la parafernalia pro animal en palabrería huera. Propia de ociosos egoístas que no se esfuerzan en adquirir datos más allá de los que les proporcionan los instrumentos que son el resultado de su misma comodidad, a saber, las mascotas y el televisor. No cabe la preocupación por la gente que es atacada por perros o gatos, ya sea de manera directa o a través de las infecciones que estas especies pueden portar. Ni siquiera es admisible el perjuicio económico que a un habitante del campo le genera la destrucción de su ganado, ni de las consecuencias que significa la desaparición de la fauna nativa. En conclusión, los adoradores de bestias sólo son niños alimentados, mimados e ignorante que sólo le ocasionan daño a aquello que aseveran proteger.

lunes, 6 de julio de 2015

La Mesada de Giorgio

En medio de la polémica por un proyecto de ley presentado por algunos diputados que busca rebajar el salario de los parlamentarios, el senador democristiano Patricio Walker, aseveró que los patrocinantes de dicha iniciativa habían pasado "de la mesada al Congreso". Con ello quiso dar a entender que esos miembros de la cámara baja, que surgieron tras las protestas estudiantiles del 2011, no entienden la situación de sus colegas mayores, quienes tienen familia y por ende deben encargarse de la manutención de los hijos y del sostenimiento de un hogar (y a veces de varios, pues hay uno que otro separado obligado a cancelar alguna pensión alimenticia). Pero además, de paso -y lo más probable es que de modo consciente- apuntó su sarcasmo contra Giorgio Jackson, el ex dirigente universitario devenido en congresista, el que en efecto, después de concretar sus estudios superiores el único trabajo remunerado que ha realizado es el de legislador.

Convengamos que lo de Walker es un exabrupto propio de un desubicado sabelotodo, que cree que por los años o el tiempo que lleva ejerciendo un oficio tiene la facultad de responder ante una objeción de alguien que considera novato e ignorante -en definitiva, inferior- con un grado de mordacidad rayano en la insolencia, que por las circunstancias en que fue emitido un determinado comentario, éste puede ser considerado un insulto. Sin embargo, Jackson no sale limpio en este entrevero. Más allá de la forma y el contexto en que las emitió, las críticas del senador son absolutamente comprensibles y constituyen un argumento válido. El ex dirigente universitario, en efecto, carga con menores obligaciones que muchos de sus colegas, en aspectos familiares, económicos e incluso políticos (llegó al parlamento en condición de independiente, con un lenguaje que se plegaba a la moda de atacar a los hombres públicos tradicionales -tanto en el sentido cultural como ideológico del término- y tras provenir del ambiente de las manifestaciones estudiantiles, muy bien miradas en la época en que formó parte de tales movimientos). Su postura demuestra una insensibilidad hacia sus pares que surge de un cúmulo de prejuicios que quizá no sean fáciles de percibir a simple vista, porque no fueron lanzados por una persona identificable como sucedió con Patricio. Pero que provienen de un inconsciente colectivo influenciado por la idea de que en los altos cargos del Estado sólo hay espacio para sinvergüenzas, con notables excepciones -una de las cuales, desde luego, sería el diputado de marras-, y que las únicas maneras de detener su actuar es que con normas moralizadoras y castigadoras entre las que se encuentra el meterse a sus bolsillos, una de las tendencias más recurrentes en las administraciones populistas.

Si Jackson es responsable a la hora de ejercer su cargo (un atributo que él mismo y quienes lo apoyan consideran de alto nivel, cosa que le permitiría exigir lo mismo del resto), debería salir siquiera un momento de la respuesta inmediata y la cobertura mediática, y analizar un poco la historia. La dieta parlamentaria fue instaurada en Chile en la década de 1920 con la finalidad de que los legisladores se dedicaran por tiempo completo a su labor y no la vieran como un pasatiempo reservado a quienes contaban con tiempo suficiente para hacerlo, casi siempre los oligarcas y quienes no se hallaban obligados a vivir de un sueldo. Como por cierto ocurría anteriormente en el país, lo que permitía la existencia de una clase gobernante alejada del pueblo el que además sufría una permanente miseria. Es, de hecho, una de las tantas conquistas sociales que se obtuvieron en aquellos años. Desde entonces, los congresistas empezaron a efectuar su trabajo, cual es redactar leyes y no actuar como si estuvieran en una sobremesa de salón. Y si bien es cierto que ciertos aumentos en las remuneraciones han resultado grotescos (con el agravante de que son los mismos diputados y senadores quienes deben sacar adelante dichas reformas, por lo que se transforman en una viciosa versión del juez y parte), tampoco es muy reflexivo una propuesta formulada para la galería, sin sustento argumentativo (salvo el que puede otorgar la denominada opinión pública, lo que a la larga termina siendo cualquier cosa) y con el afán de hacerse notar como diferente, lo cual se torna -por asociaciones arbitrarias- en sinónimo de renovado, limpiador e impoluto.

Cuando a Jackson le han espetado el por qué de todas formas acepta su remuneración mensual, siendo que la considera excesiva (un argumento capcioso, pues por ley estos dineros son irrenunciables), se defiende aseverando que dona el excedente a una fundación. No arregla para nada las cosas. En primer lugar, porque si la dieta se rebajara como lo propone, lógicamente el dinero entregado a esa organización disminuiría o desparecería. Y luego, porque contribuye a mantener -y exacerbar- ese mismo círculo que tantas críticas ha generado en Chile, donde los grandes acaudalados patalean cada vez que les hablan impuestos, e incluso inventan triquiñuelas para evadir los pocos que les exigen; no obstante son abiertos al instante de donar mendrugos para caridad, acaparando toda la notoriedad y la publicidad que ese ejercicio conlleva. Incluso, ésa es una de las causas por las cuales el discurso de Giorgio ha prendido tanto en el electorado y su misma persona a la vez se ha ganado las felicitaciones de la gente. Una cáscara y poquísimo más.