lunes, 6 de julio de 2015

La Mesada de Giorgio

En medio de la polémica por un proyecto de ley presentado por algunos diputados que busca rebajar el salario de los parlamentarios, el senador democristiano Patricio Walker, aseveró que los patrocinantes de dicha iniciativa habían pasado "de la mesada al Congreso". Con ello quiso dar a entender que esos miembros de la cámara baja, que surgieron tras las protestas estudiantiles del 2011, no entienden la situación de sus colegas mayores, quienes tienen familia y por ende deben encargarse de la manutención de los hijos y del sostenimiento de un hogar (y a veces de varios, pues hay uno que otro separado obligado a cancelar alguna pensión alimenticia). Pero además, de paso -y lo más probable es que de modo consciente- apuntó su sarcasmo contra Giorgio Jackson, el ex dirigente universitario devenido en congresista, el que en efecto, después de concretar sus estudios superiores el único trabajo remunerado que ha realizado es el de legislador.

Convengamos que lo de Walker es un exabrupto propio de un desubicado sabelotodo, que cree que por los años o el tiempo que lleva ejerciendo un oficio tiene la facultad de responder ante una objeción de alguien que considera novato e ignorante -en definitiva, inferior- con un grado de mordacidad rayano en la insolencia, que por las circunstancias en que fue emitido un determinado comentario, éste puede ser considerado un insulto. Sin embargo, Jackson no sale limpio en este entrevero. Más allá de la forma y el contexto en que las emitió, las críticas del senador son absolutamente comprensibles y constituyen un argumento válido. El ex dirigente universitario, en efecto, carga con menores obligaciones que muchos de sus colegas, en aspectos familiares, económicos e incluso políticos (llegó al parlamento en condición de independiente, con un lenguaje que se plegaba a la moda de atacar a los hombres públicos tradicionales -tanto en el sentido cultural como ideológico del término- y tras provenir del ambiente de las manifestaciones estudiantiles, muy bien miradas en la época en que formó parte de tales movimientos). Su postura demuestra una insensibilidad hacia sus pares que surge de un cúmulo de prejuicios que quizá no sean fáciles de percibir a simple vista, porque no fueron lanzados por una persona identificable como sucedió con Patricio. Pero que provienen de un inconsciente colectivo influenciado por la idea de que en los altos cargos del Estado sólo hay espacio para sinvergüenzas, con notables excepciones -una de las cuales, desde luego, sería el diputado de marras-, y que las únicas maneras de detener su actuar es que con normas moralizadoras y castigadoras entre las que se encuentra el meterse a sus bolsillos, una de las tendencias más recurrentes en las administraciones populistas.

Si Jackson es responsable a la hora de ejercer su cargo (un atributo que él mismo y quienes lo apoyan consideran de alto nivel, cosa que le permitiría exigir lo mismo del resto), debería salir siquiera un momento de la respuesta inmediata y la cobertura mediática, y analizar un poco la historia. La dieta parlamentaria fue instaurada en Chile en la década de 1920 con la finalidad de que los legisladores se dedicaran por tiempo completo a su labor y no la vieran como un pasatiempo reservado a quienes contaban con tiempo suficiente para hacerlo, casi siempre los oligarcas y quienes no se hallaban obligados a vivir de un sueldo. Como por cierto ocurría anteriormente en el país, lo que permitía la existencia de una clase gobernante alejada del pueblo el que además sufría una permanente miseria. Es, de hecho, una de las tantas conquistas sociales que se obtuvieron en aquellos años. Desde entonces, los congresistas empezaron a efectuar su trabajo, cual es redactar leyes y no actuar como si estuvieran en una sobremesa de salón. Y si bien es cierto que ciertos aumentos en las remuneraciones han resultado grotescos (con el agravante de que son los mismos diputados y senadores quienes deben sacar adelante dichas reformas, por lo que se transforman en una viciosa versión del juez y parte), tampoco es muy reflexivo una propuesta formulada para la galería, sin sustento argumentativo (salvo el que puede otorgar la denominada opinión pública, lo que a la larga termina siendo cualquier cosa) y con el afán de hacerse notar como diferente, lo cual se torna -por asociaciones arbitrarias- en sinónimo de renovado, limpiador e impoluto.

Cuando a Jackson le han espetado el por qué de todas formas acepta su remuneración mensual, siendo que la considera excesiva (un argumento capcioso, pues por ley estos dineros son irrenunciables), se defiende aseverando que dona el excedente a una fundación. No arregla para nada las cosas. En primer lugar, porque si la dieta se rebajara como lo propone, lógicamente el dinero entregado a esa organización disminuiría o desparecería. Y luego, porque contribuye a mantener -y exacerbar- ese mismo círculo que tantas críticas ha generado en Chile, donde los grandes acaudalados patalean cada vez que les hablan impuestos, e incluso inventan triquiñuelas para evadir los pocos que les exigen; no obstante son abiertos al instante de donar mendrugos para caridad, acaparando toda la notoriedad y la publicidad que ese ejercicio conlleva. Incluso, ésa es una de las causas por las cuales el discurso de Giorgio ha prendido tanto en el electorado y su misma persona a la vez se ha ganado las felicitaciones de la gente. Una cáscara y poquísimo más.

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