domingo, 30 de noviembre de 2014

Un Bandido Mexicano

Cada vez que observo las noticias acerca del secuestro de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, se me vienen a la cabeza aquellas imágenes caricaturescas que la televisión norteamericana, desde los western hasta los dibujos animados de la Warner, nos ha legado como una interpretación estereotipada que ellos finalmente extienden al conjunto de los latinoamericanos. En cuya población, a su vez, dichas producciones han dado origen a una serie de prejuicios cognitivos respecto del vecino sureño de Estados Unidos, algunas relacionadas con una supuesta cultura de la violencia, como el dicho "tiene más dinero que un bandido mexicano".

Lo curioso es que todo parece confirmar que los mismos mexicanos tienen asumido que ésa es una marca registrada de su país, lo cual tienden a remarcar tanto en términos negativos como positivos. Por ejemplo, en esa mezcla de pop, folk y kitsch que son los corridos, de los que en el último tiempo ha llamado la atención una variante que pretende glorificar a los traficantes de drogas, pero que desde siempre han descrito casos de esposos que asesinan a sus cónyuges sólo porque intuyen que les son infieles, en una especie de ajusticiamiento con carácter aleccionador. Está también la estructura política actual -la misma que se halla infestada hasta los cimientos de corrupción-, originada tras un sangriento proceso revolucionario que acabó en un consenso no exento de traiciones y puñaladas por la espalda. Y esas telenovelas maniqueas hasta lo más insoportable, con esos ricos intrínsecamente malos que los mismos libretistas se encargan de demostrar que son minoría entre su clase, forma muy sugestiva de señalar la existencia de problemas históricos como la desigualdad y el abuso de poder, aunque sin asomarse siquiera al ámbito de la denuncia, que después de todo los acaudalados controlan las cadenas de televisión. O esas cantantes histéricas que parece que te van a lanzar una silla en pleno rostro, y que en cierto modo son la respuesta a la exaltación del patriarcado que abunda en los ya mencionados corridos.

Al final, esto rebota en Hollywood, que exporta una enorme cantidad de filmes en los que los mexicanos aparecen como pistoleros o vendedores de drogas. Es en realidad un estigma que se extrapola a todos los latinoamericanos, pero que como toda actividad que busca ganar dinero de la forma más rápida posible, no considera la investigación y prefiere echar mano a lo primero que encuentra, y la víctima es el país que inmediatamente se halla al sur, que además está muy cerca de California, que por su parte recibe un alto flujo de inmigrantes desde él. El asunto radica en que, si entendemos que el arte, incluso el de mala calidad, es un reflejo de la realidad, luego debemos admitir que tales aberraciones son mostradas en el cine porque constituyen el diario vivir en México. Y eso es algo que no sólo se puede descubrir en los medios y las expresiones descritas en el párrafo anterior. Sino que se puede rastrear en la historia de la nación azteca, a partir justamente de la manera en que Hernán Cortés arrasó con ese pueblo (felizmente la mentalidad mexicana ha terminado repudiando al conquistador español); más tarde, la hegemonía de la iglesia católica, que a través de sus obispos o de grupos mercenarios bien pagados o convencidos trató de frenar los avances de orden liberal y progresista ("ahorita", usando una expresión común al mexicano de a pie, se están sucediendo en Chiapas una serie de agresiones y atentados contra las comunidades evangélicas sitas allí, de parte del mismo obispado que ha recibido halagos internacionales por su supuesta denuncia de las anomalías sociales existentes ahí), y luego, las diversas estratagemas que los revolucionarios institucionales, en alianza con los patrones de siempre, con quienes pactaron de manera muy conveniente, han efectuado para perpetuarse en la cima.

En alguna ocasión el escritor Carlos Fuentes señaló que México se había constituido a base de tragedias, y él mencionó tres que en su opinión fueron las más relevantes: la pérdida de la mitad del territorio en la guerra contra Estados Unidos, la dictadura de Porfirio Díaz -a la que siguió la mencionada Revolución- y la masacre de universitarios en Tlatelolco en 1968. Dicen por ahí que los sucesos dolorosos dan origen a notables creaciones culturales y artísticas. Y allí quizá esté un aspecto positivo que ha ocasionado esta espiral ancestral de violencia. La aparición de un pensamiento crítico que se ha ramificado en una multitud de autores y en las más variadas expresiones artísticas. Una riqueza que no sólo han valorado los connacionales, sino que también extranjeros muy instruidos como Gabriela Mistral, quienes le han comunicado al mundo que este país es mucho más que balazos y pillaje. Ojalá esa opinión divergente y diversa se continúe cuestionando los aspectos negativos con firmeza, que eso será la única forma de superar la violencia.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Un Año de Incertidumbre Para La Teletón

Si hay algo que debiera preocupar a los responsables de La Teletón es el bajo nivel de entusiasmo que la campaña ha generado este año. Algo que se percibe en el ambiente, pese a que nadie se ha detenido a hacer un análisis, ya sea por falta de tiempo, o simplemente de atrevimiento, dado el tenor del evento que estaría sujeto a esa eventual revisión. Por supuesto que los menos interesados en efectuar una reflexión así son los involucrados, quienes además pueden mostrar los resultados de las convocatorias anteriores, que pese a a los inconvenientes que se suscitaron en su momento, sin embargo fueron sacadas adelante. Si bien entre las cifras se puede encontrar un fracaso, el de 2003, oportunidad en que claramente no se alcanzó a reunir lo recaudado, aunque los círculos oficiales recurran a varias artimañas semánticas para no considerarlo así.

Para comenzar, es evidente que la campaña no ha prendido como en años anteriores. Los anuncios publicitarios, tanto de La Teletón en sí como de las firmas comerciales que ofrecen un donativo por la venta de un artículo escogido, empezaron más tarde de lo acostumbrado, y su frecuencia en los medios de comunicación es más distanciada. En ellos, además, ya no se incluye el eslogan "prefiera los productos que están en...", que antaño era divulgado como una manera de provocar una obligación moral en los potenciales clientes. Tampoco las callen lucen atiborradas de lienzos, ya sea colgados en los postes o puestos a nivel del suelo, en un paisaje que no se diferenciaba mucho de la previa a una elección política. Incluso -y éste es un detalle por decir lo menos curioso- de los seis canales de televisión abierta que transmiten el evento, sólo dos -La Red y Telecanal- han colocado al costado alto el característico logotipo de la cruz de Malta con la expresión "faltan 15 días", o los que queden antes del inicio de las denominadas veintisiete horas de amor. Ninguna de las estaciones con mayor convocatoria lo ha hecho, remitiéndose a un recordatorio al término del noticiario central -pero no de las ediciones matinales o vespertinas-. Para colmo, las revistas y suplementos de espectáculos, me parece que por primera vez, se han atrevido a informar sobre las alternativas que la tv paga -que hoy llega a un segmento importante de la población, ya sea de modo formal o a través de los decodificadores de libre recepción- ofrece durante la realización del evento.

A esto, claro está, se suman factores externos. Las acusaciones por evasión de impuestos y falsificación de boletas en contra del magnate Carlos Alberto Délano, propietario del grupo Penta y uno de los socios benefactores más influyentes de La Teletón -dentro y fuera del área que concierne al evento- es un factor que ocasiona escepticismo en la población, a lo que se suma el hecho de que este acaudalado empresario es muy cercano a la derecha criada con Pinochet y a la iglesia católica, grupos que a su vez están siendo severamente cuestionados por el grueso de los habitantes debido a distintas causas. Una coyuntura que no ha sido abordada por los responsables de La Teletón, más allá de destacar la renuncia del mencionado Délano al directorio de la fundación. Se entiende en esto la intención de no desviar la atención de lo más importante, que es la campaña -y sus beneficiarios, los niños lisiados, que no por nada recién nos acordamos de ellos-. Pero la percepción es que los involucrados están oliendo la sensación de hastío general la cual también los ha afectado, y prefieren rendirse  ante la dejación, con la idea de que una intervención altisonante sólo empeorará las cosas, confiados finalmente en los réditos positivos que el evento ha otorgado en jornadas pasadas. Cabe agregar que ni siquiera Don Francisco se ha paseado por los estudios de las distintas señales contestando las entrevistas cliché que suele conceder en estos tiempos, lo que ha incidido en que animadores y conductores que ya se colocaban entusiastas a esta altura del mes apenas mencionen la obra de las veintisiete horas. De las que todavía desconocemos cómo se van a desarrollar, ya que por ejemplo nadie ha mencionado esos desafíos tales como reunir a una determinada cantidad de motoristas o parejas besándose para así una dispuesta casa comercial aumente sus donaciones.

En un año, el 2014, en que una serie de cimientos sociales que han sostenido al país durante décadas están comenzando no a ser objetados, sino directamente rechazados, La Teletón, que por sus características ha salido casi siempre incólume de las contingencias que la rodean, también podría acabar siendo víctima de la aspiradora. Hasta cierto punto eso podría resultar positivo, ya que esto serviría para plantear una solución respecto de los elementos hipócritas que rodean la campaña, y que son uno de los factores que provoca la abulia actual. O mejor, cambiar la manera en como se aborda el asunto de los lisiados físicos, ya que los mismos beneficiarios de este evento sienten, más allá de los agradecimientos que les expresan, que no obstante su realización despierta hacia ellos un sentimiento de extrema compasión que los incomoda. Aunque también, tratándose de un acontecimiento como éste, podría hacerme equivocar.