miércoles, 27 de mayo de 2015

La Pequeña Ramera de Babilonia

Que levante la mano aquel que no dijo o pensó, mientras observaba en algún noticiario la detención de diez dirigentes de la FIFA en Zurich, acusados de aceptar sobornos y evadir impuestos, que esto era un secreto a voces. A despecho de escupitajos destemplados que cada cierto tiempo lanzan sujetos como Diego Armando Maradona, nadie con un mínimo de sentido común, podía negar, incluso después de un simple vistazo a ciertas decisiones del organismo rector del fútbol mundial, como la adjudicación del Mundial de 2022 a Catar -país sin ninguna tradición en el balompié o en cualquier otro deporte, desértico y casi deshabitado, pero poblado de jeques millonarios que aparte de todo son serios practicantes y defensores del islam, la religión más avasalladora de los tiempos recientes-, que aquí las habas se cocían como si estuvieran en el interior de un volcán. Bueno: excepto quienes eran beneficiarios directos o indirectos de una de las innumerables redes de influencia que esta institución ha tejido en el transcurso de su historia, la mayoría por ciertos, empresarios acaudalados o políticos de renombre. Un antecedente que permite añadir, con total legitimidad, la sospecha de que las anomalías destapadas hoy en instancias judiciales no eran perseguidas o denunciadas por simple temor. De hecho es sintomático, en tal sentido, que las solicitudes de encartamiento provengan de un país, Estados Unidos, donde el fútbol no es un juego popular -ni provoca esos actos irracionales que los periodistas especializados denominan con el eufemismo de "pasiones"- pese a haber ganado muchos adeptos en las últimas décadas.

Personalmente, las actuaciones de la FIFA, hasta cierto punto, me recuerdan la historia de la iglesia católica. En particular, las conductas de papas y obispos que han impulsado a un gran sector de la sociedad a identificar a esa entidad con la gran ramera descrita en el Apocalipsis, o como la denominó Fernando Vallejo en su célebre libro -de una manera más directa y menos mojigata-, la puta de Babilonia. Y es que el organismo que al menos hasta hoy preside Joseph Blatter ha conseguido el sitial y el poder que ostenta en la actualidad, merced a triquiñuelas semejantes a las que en el pasado efectuaron los representantes del romanismo. Por ejemplo, acercarse a gobiernos de dudosa reputación, varios populistas, y no pocos corruptos y genocidas, con el afán de acrecentar sus arcas y su prestigio, en una relación de colaboración mutua que les permitía a tales dirigentes políticos conservar su sillón. Una simbiosis que en no pocas ocasiones, ha llegado a influir, del mismo modo en que sucede con los papistas hasta ahora en algunos territorios, en la modificación de legislaciones locales, como sucedió en Sudáfrica y Brasil, donde a cambio de obtener sus campeonatos mundiales respectivos, se forzó a modificar los códigos laborales y a subsidiar la entradas a los estadios que no fueron adquiridas. Quizá las dos únicas cosas que le falten a los rectores del fútbol son contar con un Estado propio (casi da igual: está afincados en Suiza, paraíso fiscal dotado del más impenetrable de los secretos bancarios) y efectuar de manera directa masacres masivas, lo cual no pueden hacer producto del cambio de mentalidad de la humanidad en la más reciente cincuentena. Aunque sí han apoyado a tiranos sanguinarios, como los dictadores argentinos, a quienes la sede del torneo mundial de 1978 les sirvió para desviar la atención y mantener su insufrible administración a flote, o lo acaecido con Catar, desde donde ha salido mucho dinero destinado a los musulmanes extremistas.

La iglesia católica es una ramera envejecida, desdentada y acorralada. De más está decir que ya no ostenta el poder de antaño. Aunque se mantenga relativamente saludable por algunos siglos, está claro que su presencia se irá reduciendo cada día más a lo testimonial. Es una de esas prostitutas prácticamente jubiladas a las cuales se acercan los clientes sólo para conversar un rato. De acuerdo: una que supo llevar adelante un importante burdel. Pero en la actualidad, si los curas aparecen en un medio de comunicación, es para debatir acerca de la pobreza, la moralidad o la teología. Ya ni siquiera las personas se confiesan frente a ellos. Y si alguno expulsa sus diatribas morbosas y desesperadas, muy lejos de ser objeto de temor, es de burla. Si continúa siendo la gran puta babilónica, entonces la FIFA vendría siendo algo así como una pequeña meretriz, o una cortesana juvenil (bien puesto ese calificativo, porque vaya que a sus directivos les gusta estar en los palacios, ya sea de jefes de gobierno o de influyentes millonarios). Sin embargo, el problema con el organismo del fútbol es que se está volviendo capaz de arrebatar el puesto que por milenio y medio ha ostentado el romanismo. No asevero que eso sea mejor o peor. Sólo cabría expresar una preocupación por cuestiones que están sucediendo en este preciso instante, como la alianza entre esta institución y un grupo de acaudalados que aparte de eso son fanáticos religiosos, pues es preciso mencionarlo cuantas veces sea necesario, las autoridades y las mayores fortunas de Catar envían cuantiosas sumas de dinero a los terroristas islámicos. Se retorna al Medioevo, con un pacto entre un ente secular y otro religioso que amenaza -con un respaldo bélico y económico significativo- a quienes no acatan su visión del mundo o simplemente los rechazan, en un curioso e impensado cierre de ciclo o un regreso al punto de partida por el camino opuesto.

Es interesante, además, que si Joseph Blatter no continúa al mando de la FIFA, su más probable sucesor sea un jeque musulmán. Tipos que además han comprado clubes de alto o mediano arrastre en Europa, algunos de los cuales han llegado a tener una riqueza sin precedentes. Es lo peligroso de este acuerdo. Como cuando los cristianos pactaron con los emperadores romanos, muchos de quienes después hicieron gala de conversiones superficiales y poco creíbles, logrando que la fe basada en Jesús incluso fuese la única permitida en el imperio, lo que los terminó por transformar en lo mismo que rechazaban, surgiendo ese engendro que es el catolicismo. ¿Se nos viene de veras el islam más extremista, como también aseguraba Vallejo hacia el final de su ya citada Puta de Babilonia? El colombiano tiene aquí tema para escribir otro libro.

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