jueves, 21 de mayo de 2015

Pratt o El Héroe Como Consuelo

Como cada veintiuno de mayo, y a pesar de la cuenta presidencial y las protestas callejeras surgidas en torno a ese evento, en éste no se han dejado de expresar las loas a la "gesta heroica" de Arturo Pratt y sus marinos en el llamado Combate Naval de Iquique, el hecho histórico que precisamente un día como hoy sea declarado como feriado. Más aún: al comandante de la Esmeralda en la actualidad se lo considera el héroe nacional por antonomasia, por encima de un O`Higgins, un Carrera o un Portales, y debe ser el único de los chilenos involucrados en un suceso de carácter militar acerca de quien sólo se espetan elogios y del cual nadie ha descubierto -o no ha querido buscar- defectos, llegando a ser presentado como el primer y principal modelo a seguir, actitud que se refleja en la manera en que se le cita y presenta, por ejemplo, en la enseñanza básica, donde para estas fechas los niños siempre se disfrazan con uniformes de la armada, cuestión que no ocurre en ninguna otra efeméride ni con cualquier otro prócer.

Pero veamos. ¿Cómo se llegó a eso que hoy se conoce como Combate Naval de Iquique? Nadie de quienes ensalzan a Pratt en éste y otros días del año, o se irritan cuando alguien osa esbozar algunas críticas a su persona, repara en ciertas causas que desencadenaron ese enfrentamiento naval. Por ejemplo, la torpeza del almirante Juan Williams Rebolledo, que en lugar de obedecer una orden superior, que le indicaba dirigir la flota al puerto del Callao, donde los barcos peruanos aún no habían terminado de prepararse (con lo cual se podía haber asestado un golpe definitivo capaz incluso de terminar la guerra antes siquiera que hubiese comenzado): empero decide bombardear una tras otra las localidades costeras bolivianas, conducta que genera el repudio de la comunidad internacional y que sume en la desesperación a las autoridades chilenas, al notar que los buques enemigos han contado con el tiempo suficiente y ya están listos para pelear. Cuando el ya mencionado Williams por fin entiende el mensaje y parte a encontrarse con las naves adversarias, se encuentra con la desagradable sorpresa de que éstas a su vez habían zarpado rumbo a Iquique, y que allá se iban a topar con un par de goletas vulnerables fabricadas de madera. Una de ellas, administrada por un marino a quien sus colegas consideraban un ganso, por haber optado por una carrera universitaria (Arturo era abogado), además de negarse a bajar a los burdeles cuando se llegaba a algún puerto, por mantener su fidelidad con su esposa, a quien regularmente le escribía cartas de amor.

Y ese último dato no deja de ser curioso. Carlos Condell, célebre putañero, y por ende alguien de quien se podía decir que "le sobraba mundo", resultó ser más vivaracho en momentos difíciles, e hizo que el Independencia persiguiera a su Covadonga por las aguas poco profundas de Punta Gruesa, donde finalmente el buque peruano encalló y acabó siendo hundido. Por su parte Pratt, un tipo que aparecía como que carecía de vida más allá de la familia y el trabajo, llevó a la Esmeralda para un lado y otro de la bahía de Iquique hasta que las calderas estallaron. Su salto a la cubierta del Huáscar, que muchos consideran la muestra máxima de su heroísmo, no es más que una actitud desesperada aunque igualmente lógica dado el cariz que había tomado el conflicto. No obstante, su personalidad forjó la imagen de un hombre íntegro y moralmente intachable (al menos en términos sexuales), además de esforzado (por lo de sus estudios superiores), víctima para colmo de los comentarios maliciosos de sus compañeros (entre ellos el propio Condell) lo cual provocó en la población un sentimiento de conmiseración por el débil, con la condición de mártir como guinda de la torta. Un auténtico golpe de suerte para los militares de la época, que fue muy bien aprovechado, de tal manera que gracias a él lograron justificaron una guerra de cuatro años que costó enormes bajas entre obreros y personas del pueblo raso que fueron reclutadas a la fuerza, la cual podrían haber sorteado. Al respecto, cabe recordar el acróstico que un diario de Santiago, cuatro días después del combate, realizó con los nombres de las naves involucradas en el evento, que se listaban formando la palabra Chile, aunque para ello hubo que meter con calzador al carbonero Lamar, anclado en la rada por motivos puramente comerciales y que no participó en la batalla.

De todos los sucesos bélicos desfavorables para el bando chileno en Guerra del Pacífico, dos son especialmente conmemorados: el Combate Naval de Iquique y la Batalla de La Concepción. No es coincidencia. En este último acontecimiento, una compañía de setenta y siete muchachos, entre quienes se incluían -es preciso no olvidarlo- adolescentes y niños de diez años, fueron enviados a la muerte a una remota localidad de la sierra peruana, en medio de los ataques de guerrillas de las cuales se desconocían sus movimientos, y bajo la promesa de ayudas que jamás llegaron, incluso cuando ya se tenía la certeza de cuál iba a ser la suerte de esos chicos. De nuevo, víctimas de actos negligentes y -no es exagerado agregar- criminales, que son elevados a la categoría de héroes para con ello cubrir las determinaciones imbéciles. Y parece una tendencia: de hecho no falta quien habla de los "héroes de Antuco" un término que fue acuñado casi desde el mismo instante en que se supo que esos reclutas en servicio militar habían muerto producto de una orden desquiciada que los obligó a marchar en medio de una tormenta de nieve. ¿Será una prueba de la llamada "hinteligencia" de los militares? En todo caso, al menos en estas situaciones puntuales, les ha resultado bastante eficaz.

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