martes, 21 de diciembre de 2010

Vital Elemento Para Los Millonarios

Recuerdo, cuando cursaba tanto la enseñanza básica como la media, a todos mis profesores -la mayoría muy buenos y sólo unos pocos no tanto-, insistir al unísono en la ventaja incontrarrestable de obtener energía a través de las represas y sus turbinas. Debe ser porque provengo de una región, el Maule, donde esta clase de construcciones se ha introducido en la mentalidad local. De hecho, la primera vez que escuché esa monserga fue por 1983, cuando la obra gruesa de Colbún Machicura, que por mucho tiempo fue la central de generación de electricidad hídrica más grande del país, se hallaba en su fase de terminación. Por esos años no había elecciones periódicas ni libertad de expresión, por lo que si al gobierno de turno le daba por un introducir un discurso en favor del progreso, podía hacerlo con la seguridad de que ni siquiera se asomaría una contraparte. Y si bien por entonces se empezaba a articular un núcleo opositor, había prioridades más urgentes que la cuestión ecológica.

Crecí con esa idea -que además defendí en disertaciones y trabajos del colegio- y la mantuve con bastante firmeza hasta los primeros años de la universidad. Un nuevo portento hidroeléctrico sito en la precordillera del Maule, la central Pehuenche, ayudó a reforzarla. Eso, hasta que llegó a aquel fatídico 1995, cuando se anunció la construcción de los complejos Rauco y Pangue, en el Alto Bío-Bío. De pronto, aparecían a vista y paciencia de todo el mundo, factores que de una plumada derrumbaban el inmenso castillo que había edificado durante mi infancia y adolescencia. Verdaderos atentados al entorno natural, a través de actitudes peligrosas incluso para el desarrollo humano, como el desvío de un río que por milenios circulaba por el mismo lugar, y la creación de cinco enormes lagos artificiales, capaces de alterar para siempre y de manera nefasta ciclos esenciales para el desarrollo de la vida, como la lluvia y los deshielos. Además de eso, decisiones que afectarían de forma decisiva y traumática a las comunidades rurales e indígenas que poblaban el sector que se planeaba inundar, cuyas costumbres pueden ser objetables; pero eso no significa que deban ser avasalladas por quienes se sienten más "civilizados". Prácticas que se están reproduciendo en el llamado "proyecto Hidroaysén", sólo que a mayor escala, por la cantidad de centrales que se pretende estacionar y el tamaño de sus tranques.

El recurso hídrico es el que menos aporta a la generación de electricidad (5% del total mundial), y es además el que más gastos provoca tanto en la proyección y construcción de las centrales (represas, turbinas, demarcación de los lagos) como en su mantención. Sin contar que su nivel de producción está sujeto a los vaivenes del clima (que suele modificarse drásticamente con la creación de estos embalses), y que la vida útil de los recintos es relativamente corta (poco más de cien años, debido a los sedimentos que se acumulan en los fondos acuáticos, hecho que se acentúa de manera dramática en los pretiles artificiales, condicionando su existencia a no más de dos siglos). Su utilidad, entonces, estaría dada por la cantidad de obreros que se necesitan tanto para levantar estas moles como para asegurar su funcionamiento constante, lo cual aleja, al menos de modo parcial, el problema de la cesantía. Pero esa coyuntura es la puerta de entrada al aspecto que explica la cuestión casi en su totalidad: la especulación financiera. Pues al contar con un sistema energético caro, que además no asegura un flujo sostenido, y cuya fecha de caducidad es próxima, las compañías puede sentirse con la atribución de alzar los costes cuando se les plazca y arguyendo un subterfugio inverosímil. Algo que ya ha sucedido en Chile, en los más recientes periodos de sequía. Y donde las empresas responsables, ante las inquietudes de los usuarios, responden solicitando permiso para nuevas inversiones, transformando el río revuelto -valga la ironía- en un círculo vicioso donde los únicos que ganan son los empresarios.

Tal como reza el comercial de Hidroaysén, es imprescindible explorar todas las formas de generación de energía posibles sin descartar ninguna. Pero ahí no se dice que el recurso hídrico corre con ventaja. Por el poder económico de los propietarios de las empresas -lo cual les permite justamente montar un inconmesurable despliegue comunicacional- y la educación que muchos hemos recibido a partir de la enseñanza elemental. Dos elementos que tienden a crear una imagen de la energía hidroeléctrica como una cosa limpia y en armonía con el medio ambiente. Y con el paso del tiempo me he dado cuenta que es una majadería que trasciende a la región del Maule. Lo que a la larga, lleva a inclinarse por esa fuente de producción y, desde el punto de partida contrario, desechar las demás alternativas. Algo que desean los dueños de estas auténticas fortunas, para aumentarlas aún más a costa de los trabajadores y los usuarios.

No hay comentarios: