miércoles, 1 de diciembre de 2010

Proteger a las Masas de Hierro

Parece que cada vez que se ataca a un carabinero la ciudadanía debe temer. Pero no a una mayor violencia de parte de los delincuentes, sino a los virtuales endurecimientos de penas que las autoridades aprovechan de anunciar como respuesta a estos incidentes. Y cuando estos días, la prensa informa con celeridad de la agresión a un policía uniformado de parte de un ebrio -quien casi le cercenó el gaznate con un cuchillo; y aunque no lo mató, su acción forzó a que en el hospital el agente sea conectado a un respirador mecánico-, las reacciones acaloradas de todos los sectores políticos no se dejaron esperar. De hecho el propio ministro del interior anticipó el envío, precisamente, de un proyecto de ley que aumenta las condenas para quienes maltraten a los abnegados y temerarios representantes de la llamada fuerza pública. Como si no bastara con el ordenamiento vigente, que protege a estos sujetos incluso cuando son ellos los que cometen abusos (lo cual se da en la mayoría de las ocasiones), dándoles el amparo hasta de la infame justicia militar.

Desde luego que la labor de los policías es importante dentro de la sociedad. Y por supuesto, asesinar a uno no debe salir gratis. Fuera de que es un cierto tipo de delincuente el que tiene la osadía de enfrentarse a ellos. No sé si el más peligroso, pero sí uno con determinación a la hora de conseguir sus propósitos. Sin embargo, a renglón seguido notamos que el agente de seguridad cuenta con varias ventajas al momento de repeler a un caco, las cuales no posee el resto de los ciudadanos. Primero, está físicamente protegido con escudos, ropas a prueba de balas y artilugios blindados, como cascos, canilleras y rodilleras. Luego, dispone de su arma de servicio que se le ha entregado después de un entrenamiento formal e impulsado por el Estado, lo cual será siempre será más conveniente frente a un malhechor que sólo cuenta con preparación irregular y autodidacta. Y en última instancia cuenta con el cuerpo legal que por definición tiende a creerle a él. Es, finalmente, una persona con acabados conocimientos en lo que administración de la violencia se refiere, y que además es el único autorizado para ejercerla, aunque sólo sea en una coyuntura específica. Por ende, un tipo que se puede defender y que no necesita de consideraciones especiales que rocen con derechos fundamentales de los demás individuos. Más racional y más justo, es aumentar las penalizaciones contra aquellos que agredan a niños, ancianos o minusválidos, o bien incentivan la discriminación hacia quienes pertenecen a una minoría, ya fuere social, racial o sexual. Aspectos éstos, en los cuales estamos fallando en Chile, pues a pesar de haberse puesto en el tapete, por ejemplo el abuso infantil en ciertas ocasiones le reporta al victimario menos de cinco años de cárcel.

La cuestión además no resiste ningún análisis. Si a un carabinero o un detective lo matan simplemente es por tonto. El tipo cuenta con todas las herramientas que le permiten ganar esta clase de combates, incluso después de fallecer. Por eso es incorrecto hablar de héroe cuando un policía es asesinado mientras trata de impedir un asalto. Mártir quizá. Pero de todas maneras, uno del montón, indeseable, ya que no debiera existir si atendemos a las atribuciones que se desprenden de su trabajo. Es un obrero mediocre, para expresarlo con palabras sencillas. Y continuar blindándolo, ya con normativas que se tornan preocupantes por sus características, no es sino una estrategia para esconder su ineficiencia. Al respecto, cabe recordar que la labor más notoria de los carabineros no es frenar un atraco, sino reprimir las protestas callejeras, en lo que se suele denominar "mantención del orden público". La sensación que siempre despiertan en la población, es que son muy eficaces a la hora de golpear a manifestantes que sólo tienen la intención de expresar sus puntos de vista, mientras son sobrepasados por los criminales más peligrosos, antes quienes responden con vergonzosa cobardía.

A Carabineros se le dota cada año de vehículos más nuevos y más potentes, ya se trate de automóviles -para las patrullas-, tanquetas, helicópteros o trajes blindados. Son además una policía con preparación militar. La verdad es que ninguno de ellos debería acabar muerto o herido de gravedad en un enfrentamiento con delincuentes. Y si suele ocurrir lo contrario, algo está fallando al interior de la institución. Por eso lo que corresponde es revisar su estructura interna, en lugar de dirigir la mirada inquisidora contra los ciudadanos pedestres que recurren a sus miembros y que por ende no tienen la intención de causarles daño. Más aún: muchos homicidos a agentes de seguridad en actos de servicio, guardan una estrecha relación con la calidad del material que emplean en su protección. Nada de esto se podrá solucionar construyendo una suerte de casta intocable -que no es y jamás será la más alta-, que en lugar de defender a los débiles, los trate como enemigos y seres inferiores, que para el caso es lo mismo.

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