miércoles, 8 de septiembre de 2010

Irak o La Admisión de la Derrota

Luego de que el presidente Barack Obama anunciara el retiro de los tropas norteamericanas de Irak -al menos las que participan en acciones de índole bélica, porque aún quedará un importante número de efectivos ejerciendo tareas de apoyo-, muchos se han adelantado en afirmar que Estados Unidos ha sufrido una derrota militar. Aseveración delicada, si se toma en cuenta que sería la segunda vez que el país padece tal situación, después de la malograda incursión en Vietnam, respecto de la cual, no es necesario recordar aquí la infinidad de traumas que ocasionó en lo más íntimo de la sociedad estadounidense, algunos de ellos (pocos en todo caso) aún no superados.

De partida, tenemos que oficialmente, los EUA admiten que existió una guerra en Irak con un saldo victorioso para sus haberes. Se trata del proceso de invasión llevado a cabo entre marzo y abril del 2003, que cumplió con su propósito principal, cual era el derrocamiento de Saddam Hussein. Más aún: los norteamericanos lograron capturar al jerarca árabe para someterlo a juicio y posteriormente ejecutarlo, eso sí, bajo las leyes iraquíes impuestas por el mismo gobernante que ahora era prisionero. Entonces, la imagen que se dio a conocer a la opinión pública fue la de un ejército triunfante, algo que era cierto desde una determinada definición lingüística, pues en efecto, la génesis que gatilló el conflicto ya no existía porque quienes lo deseaban así la habían hecho desaparecer. Lo que vino después es un nuevo periodo, el de la post guerra, donde por supuesto, uno debe admitir que puede ocurrir cualquier cosa. De hecho son muchos los casos en que la pacificación de un territorio no se cumple al menos por entero con el cese de las hostilidades. Además, si bien la etapa siguiente, ha estado jalonada por enfrentamientos cruentos y mortíferos, éstos no se han suscitado en el marco de un conflicto regular, sino como la neutralización de dispersos y atomizados movimientos guerrilleros. Por lo cual ya no se habla de batallas, sino de atentados u operativos, dependiendo de la facción que los acometa. Por mucho que los interminables bombazos que estremecen a diario a Irak desde el 20o3, dejen una alta cantidad de víctimas, las represalias que se toman para repelerlos no son tratadas como una acción militar sino policial. Mantener el orden público es una realidad distinta a pelear una guerra. Aunque de pronto ambas coyunturas parezcan confundirse.

Ahora y pese a todo, ¿existe la posibilidad de calificar lo de Irak como una derrota militar? La verdad es que sí. La idea de declarar finalizada una guerra, bajo toda circunstancia, acarrea de manera implícita un reconocimiento del ya mencionado cese de las hostilidades. En el peor de los casos, si éstas no acaban tras la firma de los tratados o de la proclamación de la victoria, se supone que su extinción será breve, rápida y sostenida en el tiempo. Sin embargo, los enfrentamientos posteriores se vienen prolongando por siete años y no se ve por dónde puedan disminuir en intensidad: al contrario, ese último factor ha ido en aumento. Por ende, la pacificación está lejos de producirse y, a entender por la evidencia más palpable, como es el retiro de sus tropas a pesar de la precariedad de la situación, se puede asegurar sin temor a equivocarse que los norteamericanos han fracasado rotundamente. Fuera de ello, cabe sacar a colación el hecho de que las guerras contemporáneas suelen no sostenerse entre ejércitos regulares, sino contra movimientos guerrilleros, células terroristas o incluso bandas delictuales. En ese sentido, se puede decir que Estados Unidos ganó la intervención del 2003 pero perdió el conflicto subsecuente, lo que a fin de cuentas debe ser considerado como una derrota militar. Pues una de las motivaciones de los acuerdos de paz es impedir que en el futuro se generen nuevas escaramuzas. De ahí que el tratado de Versalles que selló la IGM sea hoy considerado un fiasco, porque sus resoluciones se transformaron en causas de la segunda gran conflagración.

Es probable que los estadounidenses, en un principio, admitan su poco feliz participación en Irak como victoria relativa. Aunque tras un periodo mediano de tiempo, acaben finalmente asumiendo la derrota. No sé cuánto pueda contribuir un eventual avance de los musulmanes fundamentalistas en aquel país. Pero con o sin él, el reconocimiento de una verdad más allá de las versiones calará hondo en los gringos y seremos testigos de una dolorosa autocrítica. Cabe recordar que la vergüenza de Vietnam fue aceptada muchos años después incluso de que los comunistas consiguieron dominar todo ese territorio. El problema es la decisión que van a tomar como forma de resacirse de sus cuitas. La cual, ya en el caso del bochorno en el Sudeste Asiático, pasó por nuevas intervenciones y ataques bélicos. Un antecedente que es para asustarse, tomando en cuenta que hay varios Estados que se hallan en la mira.

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