jueves, 26 de agosto de 2010

Termoelécrticas y Termocéfalos

A propósito de la polémica suscitada por la potencial instalación de una generadora térmica de electricidad a carbón en el sector de Punta Choros, a pocos metros de un santuario marino y una reserva natural protegida, uno no puede dejar de preguntarse por qué los gestores de esos proyectos siempre eligen ubicarlos cerca de sectores con ecosistemas sensibles, lo cual a su vez, despierta la emotividad, y en consecuencia la oposición de importantes -en cantidad y efectividad al momento de ejercer presión- grupos de personas. No se trata en caso alguno de un intento de provocación con características ideológicas, pues eso dañaría la imagen de las empresas involucradas, factor que es muy considerado por los hombres de negocios. Lo más probable, es que detrás de esas decisiones controvertidas, se halle una motivación económica, principal motor de las firmas comerciales, que siempre está relacionada con la opción de abaratar y amortizar los costos. En tal sentido, estos lugares bucólicos suelen, producto de su atractivo turístico, contar con accesos medianamente óptimos e infraestructura adecuada para mantener a un puñado de obreros de origen foráneo.

Ya sabrán mis queridos lectores, que yo detesto a los ecologistas y que mi trato hacia ellos es más cercano al de aquella funcionaria pública que los llamó "jipis de mierda". Porque en realidad, hasta cierto punto lo son. Por ende, me importa menos un delfín o una ballena que el bienestar de los seres humanos. Formulada tal aclaración, les invito al siguiente análisis. En Europa, y en general en los países del primer mundo, existen normas ambientales muchísimo más estrictas que las chilenas. Que no sólo se aplican a sus respectivos habitantes, sino también a los extranjeros que deseen promover sus mercancías por esos lares. Así, si una faena agrícola se ubica a una distancia considerada imprudente de una fuente contaminante, los cultivos que allí se exploten no serán admitidos por los importadores. De acuerdo: tales restricciones tienen una adecuada dosis de proteccionismo y chauvinismo. Pero así son las reglas y Chile las aceptó sin objeciones cuando ratificó los tratados de libre comercio. Y esto ya ha perjuidicado a ciertos gremios, como los viñateros y fruticultores de la región del Bío-Bío circunvecinos a la planta de celulosa Arauco que algunos años atrás se instaló cerca de Curanilahue. Varios de ellos fueron a la quiebra y sus predios se transformaron en bosques de pinos y eucaliptus. Cuando digo esto, pienso a su vez en la comuna de Chanco, específicamente el sector de Reloca, donde se pretende edificar una termoeléctrica en una rica franja agrícola donde además existe un humedal. Si el destino de los medianos productores es el mismo que sus pares de más al sur, dejaremos de contar con un buen surtidor de sembradíos, obligándonos todavía más a adquirir alimentos provenientes del extranjero, lo que a la larga se traduce en el encarecimiento de los precios y en una fuerte dependencia de los vaivenes internacionales, como sucedió hace sólo algunas semanas con el trigo ruso.

Muchos defienden la instalación de estas plantas arguyendo que generan, además de energía, trabajo. No es tan cierto. Los empleos suelen ser muy precarios y una buena masa de obreros depende de contratistas, que a veces pagan por debajo del sueldo mínimo. Tienen una mísera ventaja con respecto a las labores agrícolas, pues se realizan durante todo el año y no por temporadas. Pero a cambio, se suceden aberraciones como la acontecida el 2007 precisamente con los tercerizados de la mencionada planta de Arauco. Eso, sin contar que se traen personas ajenas al sitio geográfico donde se coloca la faena, y si ésta depende de una transnacional, lo más probable es que los ejecutivos sean extranjeros. Por último, todos estos complejos no cuenta con una vida útil perpetua. Lo cual, significa que en su momento cerrarán, dejando a la comunidad tan pobre como cuando llegaron y además sumida en un desastre ecológico.

Ahora. Sebastián Piñera, en un hecho inédito, paralizó el proceso de construcción de la termoeléctrica de Punta Choros, revocando una determinación entregada por un organismo del Estado que seguía todos los conductos regulares. Una actuación más propia de un monarca absoluto que incluso puede acarrearle consecuencias legales. Que obedece menos a escuchar las protestas que a un estilo populista donde la pauta la fijan los asesores comunicacionales. Y que apenas oculta otra clase de motivaciones. Pues estas plantas han sido estimuladas por los gobiernos de la Concertación, y en este caso específico, había una presión de otro grupo vitivinícola, esta vez de gran peso, y que simpatiza con la derecha política. Sin contar que las palabras del presidente se enmarcan en uno de sus tantos golpes de efecto mediático, pues nada ha dicho sobre los demás proyectos de igual envergadura que se espera concretar a lo largo del país, además de que con esto se le carga la responsabilidad a la "energía limpia" de la electricidad hídrica, con lo que se agrava otro conflicto con los ambientalistas, el de Aysén. Hablar para ganar apalusos, sin un programa ni metas coherentes.

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