jueves, 2 de junio de 2011

Ese Diabólico Cilindro

Por estos días el gobierno derechista de Sebastián Piñera ha enviado un proyecto de ley que busca prohibir el consumo de cigarrillos en todo tipo de recintos cerrados dedicados al esparcimiento, incluyendo restaurantes, locales nocturnos e incluso estadios deportivos no techados. La iniciativa pretende homologar una disposición similar sancionada en España a comienzos de este año, en ese caso, por una decadente administración socialdemócrata, que con tal medida restrictiva busca salvar ante la opinión pública su imagen de una izquierda preocupada por los problemas ciudadanos, específicamente, los relacionados con la salud, al mismo tiempo que cancela un sinnúmero de programas sociales, cediendo a la presión de los grupos económicos y los integrantes de la Unión Europea, que con desesperación aúllan que es la única forma de superar la crisis financiera internacional. Como en Chile, las autoridades siempre están atentas a la promulgación de decretos restrictivos, y más encima tratándose de una proscripción que cae sobre el consumo de tabaco -que hoy son presentadas casi como un pensamiento de vanguardia-, la legislatura conservadora aprovechó la ocasión para decir que acoge las buenas ideas que provienen del bando contrario.

De paso, han garantizado la mantención de la reserva moral, pues el anuncio se da justo en momentos en que se ha abierto un fuerte e interesante debate en torno a la posibilidad de reconocer legalmente las uniones erotómanas no conyugales, incluidas las de parejas del mismo género. Hasta políticos de la propia derecha se han mostrado favorables a autorizar el matrimonio homosexual. Deslices que, en medio de los escándalos de abusos sexuales que sacuden a la iglesia católica, que tienen a sus sacerdotes y obispos impedidos de lanzar sus patológicas diatribas moralizantes, no porque sientan que han perdido autoridad, sino porque se hallan muy atareados resolviendo los líos internos de la institución: pueden transformarse en una bola de nieve y amenzar los pilares más fundamentales de la sociedad, la patria y la identidad nacional. Por el agujero donde antes cabía la sodomía, ahora ingresa el cigarrillo.

Lo cual además corrige dos errores tan garrafales como ancestrales. Por una parte, se reconoce la existencia de la tendencia gay, opción discriminada por siglos y cometida con los crímenes más atroces; y por la otra, se le colocan frenos a una práctica dañina para la salud. Pues, a diferencia del primer caso expuesto, donde imperaba un prejuicio amparado en una antojadiza interpretación de la doctrina cristiana, ahora la prohibición viene amparada por documentos que presentan un supuesto asidero científico (el tabaco es perjudicial para la salud, genera contaminación atmosférica y daña más a quienes rodean al fumador que a éste: todo certificado por respetables médicos y biólogos). Se usa la verdad empírica mientras las supercherías seudo religiosas son abandonadas. Y para demostrar que se vive en una sociedad que por fin ha encontrado la armonía, junto con la tolerancia hacia una determinada opción sexual, los mismos representantes del sector más ultramontano y excluyente de la comunidad salen a aplaudir una iniciativa inventada por sus adversarios políticos. Con lo cual el proyecto aquí descrito cuenta con santos en la corte que auguran su aprobación por amplia mayoría, a entender por la cantidad de socialdemócratas insípidos que pululan en nuestro Congreso, muchos de los cuales se muestran orgullosos de que esta clase de ideas salgan del seno de un partido que pertenece a su misma internacional.

Y sin embargo, todo indica que si bien se mudan los ropajes, el altar y el ídolo siguen siendo los mismos. Aunque la justificación tenga característica más "científicas" o "pragmáticas". Tal vez por eso, el ministro del interior, flanqueado por su par de salud, le dio un espaldarazo a este proyecto de ley sentenciando que "se acabó el tiempo en que los fumadores echaban su humo con completa libertad", una arenga que -en su tono de voz y en el tipo de palabras usadas- es similar a las que se lanzan con cierta regularidad frente a los medios de comunicación contra conductas que se perciben peligrosas para el modelo económico, como la delincuencia común o los colectivos marginales de izquierda, a los cuales se les suele calificar de "violentos" y "terroristas". Entramos a la época en la cual los consumidores de cigarrillos pasan a formar parte de la masa de la maldad. Y prepárense los gordos, porque son los próximos en la lista.

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